Cazadores [Capítulo 46: 10/11/13]

Kiba avanzó lentamente por la planta baja del hotel hasta localizar la escalera que daba al primer piso. Avanzó con la espalda pegada a la pared, evitando puntos ciegos.
Se orientó hacia la zona donde había oído ruido, y continuó avanzando por el pasillo con mucha precaución, hasta que vio como algo de luz se dispersaba bajo el umbral de una puerta.
Fue directo hasta allí y al ver que no estaba cerrada por completo, se acercó un poco para asomarse. Desde el espacio entreabierto de la puerta, todo lo que alcanzaó ver fue a Konan, y algo sorprendido empujó la puerta para abrirla completamente.

- Konan – llamó Kiba - ¿Qué est…? – un coro de gritos lo sobresaltó y miró en la otra dirección, a quienes estaban enfrente de Konan.
- ¡Mierda! – exclamó Hinata, que estaba delante del grupo de niños que vivía en el edificio, y tenía los brazos extendidos en dirección a la Curse, que pareció moverse un poco hasta que la Hyuga recuperó la posición que había perdido ligeramente con el alboroto.
- ¿¡Hinata?! – exclamó sorprendido Kiba al mirar a la chica. Ella desvió muy poco la mirada, posando su vista sobre el encapuchado, algo más tranquila porque sentía que no podía tratarse de alguien peligroso si la había reconocido.
- ¿Quién eres? Eres habitante de Konoha, ¿verdad?
- No, Hinata… Soy Kiba.

Los ojos de Hinata se abrieron como platos, e instintivamente dejó caer los brazos de la impresión, lo que provocó que Konan empezase a recuperar la movilidad. Afortunadamente, la morena trató de recomponerse rápido y recuperó la posición para seguirla paralizando.

- ¿Kiba…? ¿En serio eres tú?
- ¡Sí! ¡Hinata, no puedo creerlo! Pensé que tú estarías…
- Descúbrete. – interrumpió la morena imperativamente.
- ¿Qué?
- Que te quites la capucha… por favor, Kiba. Necesito comprobar que eres tú… Y que no eres un…
- ¿Un Curse? – terminó Kiba, viendo que a ella le costaba terminar la frase.

Hinata solo asintió. Kiba suspiró con pesadez, murmuró alguna maldición y tiró de la capucha. En el momento en que su rostro quedó al descubierto, los niños profirieron un grito mayor aún que el anterior.
Hinata no pudo evitar mirarlo y quedarse boquiabierta al ver el rostro del que fue su mejor amigo. Un rostro deformado, con la mitad inferior de la cara arrugándose hacia el extremo, donde habia un extraño orificio al que difícilmente se le podría llamar boca.

- ¿Kiba…? – preguntó Hinata, afligida al pensar por lo que habría tenido que pasar su amigo.

Al perder la concentración, la Curse que estaba frente a ellos finalmente recuperó la movilidad, e inmediatamente entró en acción. Pero en el momento en que empezaba a deshacerse en afiladas hojas que aspiraban a cortar el cuello de todos los humanos presentes, sintió como algo pasaba a través de ella. Destrozándola por completo. El cuerpo de Konan cayó fulminado al suelo en un suspiro.
Pero los niños no se alegraban por ello. Ahora miraban con un horror renovado al ser que estaba frente a ellos.

- Hi…Hinata-chan… - llamó uno de los pequeños. - ¿Qué… es él…? ¿Es un Curse… u otra clase de monstruo…?

La chica tomó de la mano al niño que había hecho de portavoz de todos los demás. Miró al cadáver de la Curse que podría haber acabado con ellos al liberarse de su poder de paralización. Y después miró a la desfigurada cara de Kiba.

- No… Él no es ningún monstruo, niños. – sonrió cálidamente. – Es un amigo. – Kiba correspondió, a su manera, la sonrisa de Hinata.
- Gracias… - murmuró sonriendo otra niña, en dirección al chico.
- No hay de qué. – respondió Kiba. – Para eso están los amigos.

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Sasuke no podía hacer mucho más que esquivar las rocas enviadas por su oponente, cada vez más rápidas, más grandes y más afiladas. Sus rayos no conseguían hacer blanco en el Curse, ya que los esquivaba como podía, y cuando se daba cuenta de que no conseguiría evitarlos, enviaba otra ronda de rocas contra el Uchiha.

- Tus rayos ya no son lo que eran al principio, cazador. – se burló el Curse. – Me parece que alguien ha llegado a su límite.

Sasuke se encontraba al borde de un agujero de un par de metros de radio que había creado una de las descargas de piedra del Curse. Mirándolo con la vista nublada, jadeando, casi sin lograr mantenerse en pie.
Entonces sintió como un par de rocas lo empujaban bruscamente desde la espalda. No fue un gran golpe, lo suficiente para hacerle caer en el agujero. Incorporándose solo a medias, quedándose de rodillas en el cráter, miró de nuevo a su rival, que emitía un sonido parecido a la risa.

- Y ahora, morirás sepultado bajo las rocas.
- Has tenido que agotarme… - murmuró Sasuke. – Para asegurarte de que eso podría matarme. Has repetido… que según me cansaba mi poder era más débil… - el otro asintió satisfecho. - Porque eso es lo que te pasaba a ti.

Antes de que el confundido Curse pudiera reaccionar, una descarga a plena potencia comenzó a atravesarlo.

- La electricidad… Es como mi sangre… o más aún. Mientras esté vivo… - cerró su puño, viendo como una pequeña chispa se fundía entre sus dedos. - Forma parte de mí.

Al terminar, el cuerpo carbonizado del Curse prácticamente rodó hacia el interior del agujero, mientras Sasuke hacía lo posible por retirarse lo suficiente para no chocar con él. Le echó un rápido vistazo para asegurarse de que hubiera muerto, y empezó a intentar escalar ese agujero que se había convertido en una tumba. Algo muy complicado para alguien en sus condiciones.

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Tras unos momentos de espera, la casi inexistente paciencia de Minato se terminó y fue a buscar a la que era su mano derecha.

- Kurenai. Ve al hotel. – ordenó – O ha habido algún problema y hace falta alguien más allí… o Kiba ya no nos sirve.
- Entendido. – la aludida tragó saliva con fuerza.

No era necesario que le explicara lo que quería decir con esas palabras. Había ordenado ejecuciones con expresiones mucho más sutiles que ésa. Como siempre, desobedecer a Minato simplemente no era una opción.

Al entrar en el edificio, a Kurenai le sorprendió el silencio del lugar. Conocía lo suficiente a Kiba como para saber que no era precisamente un maestro del sigilo.
Así que examinó con precaución toda la planta baja, sin encontrar más que el desorden propio de un lugar en el que viven solos unos cuantos niños.

Subió despacio por las escaleras, y empezó a comprobar la primera planta. No había ningún ruido ni ninguna luz encendida esta vez. Cuando llegó al fondo del pasillo, abrió lentamente una puerta como había hecho con todas las anteriores.
Pero según asomaba la cabeza para revisar el interior de la habitación, un certero golpe en la cabeza la derribó.

Se recompuso rápidamente y se puso en posición defensiva, mientras sus ojos trataban de acostumbrarse a la penumbra de la habitación para analizar a su agresor. Al hacerlo, la sorpresa la invadió. Sabía que ella era miembro de los cazadores, pero era la última persona a la que le hubiera gustado ver allí.

- Hinata… - susurró. La otra morena se llevó ambas manos a la boca para ahogar un grito de sorpresa.
- ¡Kurenai-sensei…! - iba a caminar hacia ella, pero Kiba la sujetó con firmeza.
- No, Hinata. Ya no es nuestra sensei… Ella sí es un Curse.

Los blanquecinos ojos de Hinata se forzaron un poco más para observar a la mujer que tenía enfrente. Al comprobar que lo que decía Kiba era cierto, el horror se dibujó en su rostro. Sus ojos pasaron inevitablemente de la que fue su maestra al que fue su mejor amigo.
Era evidente que ellos dos, las dos personas que fueran las más cercanas a ella, habían sufrido algo terrible. Kurenai, quien la salvó de una muerte horrible por la liberación del gas, corrió la suerte que consiguió evitar para Hinata. Y Kiba… ni siquiera podía imaginar los horrores por los que había tenido que pasar él.
Su cerebro no fue capaz de asimilar que de nuevo había un Curse frente a ella y frente a los niños. No podía sentir más que una gran angustia oprimiendo su pecho. Y las lágrimas simplemente empezaron a deslizarse en silencio por sus mejillas.

Kiba entendió que Hinata no podía procesar toda esa información tan de golpe, y mucho menos en una situación como ésa. Una situación en la que resultaba evidente que ellos dos, no siendo habitantes de Konoha, habían venido a atacarlos.
Se puso delante de su antigua amiga, y delante de los niños, para encarar a la Curse.

- Kurenai… No vas a hacerles daño. – dijo desafiante - No te lo voy a permitir.
- Ya lo sé. – respondió ella, y poniendo en pie una silla que había volcado, se sentó.
- ¿Qué pretendes?
- Eso… es lo que no sé.

Kiba se extrañó pero se mantuvo en la misma posición, expectante de lo que pudiera hacer Kurenai en cualquier momento.
Tras él, Hinata seguía sin poder contener las lágrimas y los niños, ya incluso hartos de tener miedo, intentaban aguantar hasta el aliento. Algunos ni siquiera se fiaban de Kiba, pero en esos momentos parecían no tener otra opción. Cuando la otra Curse iba a atacarlos, Hinata los salvó, pero ahora la Hyuga parecía totalmente indefensa ante sus propias emociones.
Lo único que podían hacer era esperar.

CONTINUARÁ...

Mientras tanto, otro destello de alarma cruzaba el cielo de Konoha.
Uno de los Curses, Suigetsu, se relamió y fue rápidamente hacia la entrada para encontrarse con el recién llegado.
Pero cuando estaba ya muy cerca de las puertas de Konoha, una voz a sus espaldas llamó su atención.

- ¿Dónde está? – preguntó Sai muy enfadado.

El Curse se dio media vuelta con unos movimientos muy forzados, casi parecía que toda su estructura ósea no fuera más que una cáscara de cartílagos.

- ¿Dónde está… qué? ¿O quién?
- Sasuke. ¿Dónde está Sasuke?
- ¿El chico de las chispas? – vio como Sai fruncía el ceño, y lo tomó como un sí. – Pues… hace rato que no veo rayitos, así que… muerto.
- Eso… no es lo que te he preguntado. – insistió Sai, apretando con fuerza los puños.
- No tengo ni idea de dónde cayó su cadáver. – dijo el Curse encogiéndose de hombros con indiferencia. – Pero quizá no quede casi nada, no sería la primera vez que Shino aplasta tanto a alguien que cabe… no sé, en algo pequeño, como en un zapato. Bueno, menos la sangre, pero lo demás…
- No hables tan a la ligera. – interrumpió Sai – Su rival era Sasuke.
- Está bien, piensa como quieras. – aceptó Suigetsu – Si así vas a morir feliz…

Algo confundido ante la amenaza del Curse, Sai emprendió el vuelo, pero al poco de empezar a elevarse, fue violentamente derribado por un proyectil de agua.
Después de sacudir y despejar un segundo su cabeza tras la caída, miró a Suigetsu y vio como su brazo parecía convertirse en una masa de agua.

Ascendió mucho más rápido una segunda vez, y cayó en picado sobre el Curse, para derribarlo de una patada con todas sus fuerzas. Suigetsu no lo vio a tiempo y recibió el golpe de Sai… o eso creyó el cazador, hasta que notó como su pierna simplemente parecía hundirse en una balsa de agua.
Al volver a alzar el vuelo, vio que el Curse volvía a recuperar la consistencia, y que apuntaba hacia él con ambos brazos. Aumentó más la velocidad, pero de poco le sirvió. Los proyectiles de agua de Suigetsu lo derribaron una vez más.

- Te dije que ibas a morir. – dijo alegre Suigetsu mientras se acercaba a Sai, que esta vez se había llevado un golpe aún mayor.

Un nuevo intento del moreno llevó otra vez al mismo resultado. Y otra vez, y otra más. El Curse era rápido, y no conseguía deshacerse de él.
Sai se maldijo. Se había ido solo, sabiendo que su poder ofensivo radicaba casi totalmente en Temari, y no es que no hubiera podido ayudar a Sasuke… es que ni siquiera estaba seguro de que siguiera con vida. Con ese pensamiento, miró con determinación al Curse y decidió hacer un nuevo intento, con una nueva idea en mente.
Pero antes de que lo llevara a cabo…

- ¡Eh, tú! – exclamó una voz varios metros por detrás del Curse. Suigetsu se giró para ver al chico que apenas conseguía mantenerse en pie, y se agarraba el costado con dificultad. – Aléjate de él.
- ¿Eres tú, Chispas? – se giró de nuevo hacia Sai. – ¡Tu amigo está vivo! ¿Morirías más feliz si te mato primero?

Sasuke puso una mueca de desprecio y lanzó una descarga contra el Curse. Sai abrió mucho los ojos al verlo.

- ¡Sasuke, no!
- Tsk. – se quejó Suigetsu, mientras la electricidad se dispersaba por todo su cuerpo sin hacerle un solo rasguño.

En cuanto se disipó, sin esperar un segundo lanzó un proyectil de agua hacia un debilitado Sasuke, que no podía salir de su asombro ante lo inútil que había resultado su poder.
Suigetsu avanzó un poco, quedando aproximadamente a mitad de camino entre los dos morenos, que yacían en el suelo.

- ¡Nada menos que dos cazadores! Esto sin duda me dará muchos puntos…
- ¡¡Sai!! – exclamó otra recién llegada, que se acercó corriendo. - ¿¡Cuántas veces te tengo que decir que no te vayas sin mí?!
- Corrijo. – dijo Suigetsu – Tres cazadores.

Temari lo miró extrañada, y entonces vio que tras él se encontraba Sasuke, en condiciones aún peores que las de Sai.

- ¿Este paleto os ha ganado? ¿En serio?
- ¿A quién llamas paleto? – preguntó enfadado Suigetsu.

Temari iba a contestar, pero se dio cuenta de que el Curse estaba en posición de ataque e inmediatamente un proyectil de agua salió disparado hacia ella.
En cuanto vio el líquido elemento, no necesitó pensar. Se quedó quieta, concentrada en acumular todo el poder calorífico que pudiera. Cuando el proyectil iba a impactar contra ella, se transformó violentamente en una nube de vapor.

- Interesante. – dijo Suigetsu.
- Ahora verás.

Temari se llevó las manos a la cintura sacando algunas de las piedras que llevaba siempre consigo como munición, y se las lanzó cubiertas en llamas con toda su fuerza.
Sin embargo, las piedras solo pasaron a través del Curse, sin hacerle el menor daño.

- Temari… - llamó Sai. - ¡Eso no funcionará! Tienes que…
- Ya. – interrumpió ella, saliendo a la carrera hacia el Curse.

Suigetsu lanzó varios proyectiles de agua hacia ella, que se deshicieron igual que el primero.
Sin embargo, cuando tenía ya a la rubia enfrente, en posición de darle un directo de derecha, sencillamente se quedó quieto. Un puñetazo no podría hacerle daño.

Pero a medida que el puño de Temari entraba en contacto con el cuerpo del Curse, tanto agua como carne corrieron la misma suerte. Suigetsu, que había infravalorado el poder de la cazadora, acabó completamente congelado.

- ¿Es que era tan difícil? – preguntó en tono de reproche la chica a sus compañeros.
- Cállate, ¿quieres? – gruñó Sai, que solo pensaba en conseguir incorporarse para comprobar el estado de Sasuke. – Solo… cállate.


CONTINUARÁ...

- Me gustan vuestros poderes. – halagó Sasori, sentándose en una roca frente a unos desconcertados Ino y Neji. – Creo que son una buena combinación, sobre todo si habéis entrenado bien como equipo. Cosa que estoy seguro de que habéis hecho.
- Pero… ¿cómo? – balbuceó Neji, consciente de que estaba utilizando su poder con ambos.
- ¿Cómo puedo veros? ¿O cómo puedo no haber salido volando, a pesar de que ella – señalando a Ino – lleva todo el rato intentándolo?
- … - Ino desistió unos momentos y agachó la cabeza. – Ambas cosas.
- No me afectan los poderes de los demás.

Al oír esas palabras, una luz se encendió en la cabeza de Ino. De pronto, la roca sobre la que se levantaba el Curse empezó a elevarse, obligándolo a dar un salto para alejarse de ella.

- Hey. Eso no está bien, niña. Nada bien.

En esos momentos, la roca volvió a bajar, a toda velocidad, buscando aplastar al Curse. Sasori consiguió evitarlo en el último momento, y miró con dureza a los cazadores.

- Pero no es inmune a lo que pueda golpearlo… - observó Ino – aunque sea lanzado con mi poder. – Neji asintió con una ligera sonrisa.
- ¿Queréis jugar? Porque también tengo juguetes para vosotros. – dijo Sasori, sacando dos pistolas de sus ropas. – La pregunta es… ¿serás más rápida que las balas?

Ino lo miró con pánico. Las balas comenzaron a salir de las armas semiautomáticas que no esperaban ver empuñar a un Curse.
Solo podía desviarlas, ni siquiera sabía hacia dónde. Estaban a pocos metros de la valla de Konoha, y en medio del bosque por el que podrían acercarse otros compañeros, y ni siquiera sabía en qué dirección enviaba las balas. Solo podía intentar desviarlas todas.

A ellos no les gustaba llevar armas. Se fiaban completamente de sus poderes y su trabajo en equipo, que era seguramente el mejor de todos los cazadores.
Aún así, Neji tenía un pequeño as en la manga. O más bien en el cinturón. Un pequeño puñal que llevaba consigo para casos de emergencia. Y éste realmente parecía uno de esos casos.
Se llevó la mano lentamente hacia el cinturón y asegurándose de volver invisible el arma, lo lanzó contra el Curse.

Sasori vio la posición de Neji y supo que tramaba algo. Solo varió un poco el ángulo de disparo de una de las pistolas, cuando sintió el filo clavándose en su vientre.
Ino se quedó paralizada un instante al ver como parecía brotar sangre de la nada, del estómago del Curse. Sasori también se detuvo al notar un pequeño espasmo que le subió desde el estómago, y terminó haciendo que todo su pecho y su vientre empezaran a sangrar.

Ino reaccionó y una vez que pudo dejar de preocuparse por las balas, utilizó su poder para arrojar las pistolas lo más lejos que fue capaz.
Y entonces notó como un cuerpo se desplomaba contra el suelo… el cuerpo de Neji.

- ¡¡Neji!! – la chica se arrodilló junto a su compañero, comprobando que respiraba con mucha dificultad.

Tenía una profunda herida en el lado derecho del pecho de la que no paraba de brotar sangre.

- Neji, tranquilo. – dijo mientras trataba de taponarla.

Entonces una risa llamó su atención y vio al malherido Curse, sobre sus rodillas, empapado en sangre.

- Era verdad… que tenía que haber intentado separaros… Pero al menos… me llevo a uno…
- Calla. – dijo muy enfadada Ino, que localizando un par de balas que se habían incrustado en el tronco que había junto a ellos, las arrancó valiéndose de su poder y las hizo impactar violentamente contra la cabeza del Curse, que se desplomó de una vez por todas.

Ella se inclinó de nuevo sobre su compañero, que le tomó una mano haciendo un gran esfuerzo.

- No llores… Ino… Solo… quiero que sepas…
- ¡No! – exclamó ella – Ni se te ocurra despedirte… No es el corazón… Solo tengo que conseguir que dejes de sangrar… Shizune te salvará.
- ¿De verdad… lo crees?
- Sí. Sí. – hipó, entre lágrimas. – Sabes que puede hacerlo… Yo me quedaré contigo. Solo aguanta, por favor… Aguanta…

---

- Infórmame. – ordenó Minato al subordinado que acababa de llegar hasta él. Haku asintió.
- Los equipos de uno a cuatro han sido anulados. – dijo, aunque antes de que pronunciara las palabras, el Jefe lo había visto en su mente.
- Bien.
- Y tengo una sorpresa para usted. – añadió satisfecho Haku.
- Lo sé, has atrapado al pelirrojo… Pero no me interesa.
- Pero…
- No me interesa. – cortó Minato – No ahora. Solo deja que el cristal desaparezca cuando nos vayamos.
- Pero eso seguramente haga que se mate en la caída… - el rubio le echó una mirada incrédula. Si alguien no era de interés, carecía de importancia lo que pudiera pasarle.
- Una cosa más… ¿Kiba y Kurenai? – antes de que el castaño pudiera responder que no había vuelto a verlos desde que llegaron a Konoha, Minato asintió. – Ya veo. Me encargaré personalmente…

Haku volvió a retirarse al puesto de vigilancia en la entrada, mientras Minato se dirigía hacia el hotel.

Al llegar, abrió lentamente la puerta. Dentro no se veía ni se oía nada. Hubiera sonreído si su fisonomía se lo hubiera permitido.
Sabía que tanto Kurenai como Kiba estaban allí. O al menos, lo habían estado. Y en esos momentos no había ninguna persona –excepto él- que pudiera derrotar a esos dos. Así que si no habían cumplido su cometido, y no habían sido derrotados, solo podía significar una cosa.

Su instinto agudo y su profundo conocimiento de la forma de pensar de todos sus subordinados guiaron sus pasos lenta pero directamente a una sala del segundo piso. Abrió la puerta y entró. Incluso antes de que sus ojos se hubieran acostumbrado a la oscuridad, ya sabía todo lo que necesitaba, solo con escuchar a la única persona que quedaba allí.

-Kurenai –dijo Minato.
-Jefe –respondió ella, sin saber muy bien qué hacer.

El rubio se acercó, haciendo que a ella le temblara todo el cuerpo. Alzó su mano hacia la mejilla de ella y la acarició suavemente.

-¿Ellos saben que no les servirá de nada la ridícula ventaja que les estás dando? –preguntó Minato.
-No lo sé.
-Y… ¿saben que a ti te costará la vida?
-… Creo… que Kiba sí lo sabe –dijo ella, agachando la cabeza.
-Contigo desaparece toda una línea de experimentación –se quejó el rubio.

Ella se mantuvo inmóvil, salvo por el ligero temblor ante el pánico que la cercanía de Minato le provocaba. Se quedaron un momento en silencio. Tiempor que Minato dedicó a comprobar en la mente de su subordinada cómo había dejado escapar a Kiba, Hinata y los niños. Los pequeños, y sus antiguos alumnos, habían resultado ser suficientes para que la voluntad de Kurenai flaquease. Y si su voluntad se debilitaba, también lo haría su poder. Un ayudante así, ya no servía de nada.

-Lo siento –susurró Minato justo antes de agarrar su cabeza con las dos manos y partirle el cuello de un brusco movimiento.

Mientras escuchaba esas palabras, Kurenai sabía que no lo sentía por ella, sino por perder la línea de experimentación que ella representaba. Moría sabiendo que no le importaba lo más mínimo a aquel a quien había consagrado sus últimos años de vida. Y lo que más le dolía, era que ni siquiera le dolía. Hacía mucho que había dejado de tener esos sentimientos y desde entonces, nunca creyó que estuviera realmente viva.

Minato volvió la vista rápidamente hacia la ventana, justo cuando un destello atravesaba el nocturno cielo de Konoha. No era un destello como los demás, era la señal que había estado esperando. Salió a toda velocidad del edificio, el verdadero espectáculo empezaba ahora.


-Ésa es mi señal –reconoció el último Curse que se había mantenido oculto. Salió de su escondite, caminando tranquilamente hacia la plaza de Konoha.


Naruto y Sakura atravesaron con pie firme la entrada de Konoha. Sabían, más o menos, a lo que iban. También ellos escucharon la llamada de Gaara. Ni siquiera se molestaron en preguntarse por los guardias o preocuparse por ellos.

Vieron los restos de una pelea, y un gran cráter al que se asomaron con el corazón encogido. Pero dento solo se encontraba el cuerpo de Shino, no de ninguno de los cazadores o demás habitantes de Konoha.

Siguieron avanzando hasta llegar prácticamente a la plaza de la comunidad. Allí les recibió una risa ronca.

-Os estaba esperando –dijo un Curse enorme, de lacio pelo negro.
-Lo siento por ti –rió Sakura, sacando dos pistolas. La chica comenzó a disparar, pero el Curse no se inmutó.
-Mi nombre es Kakuzu. Naruto Uzumaki, vas a venir conmigo.
-¿Qué? –el rubio se echó a reír.- Es la tontería más grande que he oído. Claro que no voy a ir contigo. Es más, tú no vas a ir a ninguna parte.

De un movimiento de su mano, el Curse se elevó y cayó violentamente contra el suelo, haciéndose unas cuantas magulladuras. Se levantó con algo de esfuerzo.

-No te estaba preguntando –dijo Kakuzu.- Vas a venir conmigo.

Naruto y Sakura se miraron, confundidos. Entonces, a través de la túnica que se había desgarrado con el impacto, la chica se fijó en que el Curse tenía todos los impactos de bala incrustados en su cuerpo. Aunque no lo pareciera, estaba recibiendo daño. Lo raro es que él no los atacara.

Sin querer confiarse ni un segundo, Naruto soltó una descarga sobre el Curse que lo hizo salir volando varios metros hacia atrás, hasta chocarse de espaldas con un edificio. Cayó de nuevo al suelo y con más esfuerzo que la primera vez, se puso en pie. Sus ropas estaban rasgadas, dejando vez una profunda cicatriz que le atravesaba todo el torso desde el cuello hasta el ombligo. Parecía cansado y su aspecto, ahora jadeante, con el torso desnudo y el pelo revuelto, se le hizo muy familiar a Naruto.

-Una cosa es que no podáis matar a Kakuzu –dijo otro Curse más menudo, Haku, acercándose al enorme Kakuzu.- Y otra, que tengáis que atacarlo así cuando él no os está atacando.

La única respuesta que obtuvo fueron unos disparos de una de las armas de Sakura, que le costó esquivar, dando un salto hasta el tejado del edificio contra el que había chocado el otro Curse.

-Ey. Kakuzu no puede morir y yo… no debería –soltó algo parecido a una carcajada.
-Permíteme a mí decidir eso –dijo alguien más. Haku agudizó la vista para ver que quien lo estaba amenazando era Gaara.
-Por eso habéis llegado los últimos… -dijo, mirando a Naruto y Sakura.

De pronto, recibió un contundente golpe que lo derribó, haciendo que cayera al suelo por delante de Kakuzu. Antes de que consiguiera incorporarse, unos brazos sujetaron los suyos con fuerza, impidiéndole usar su poder. Por el rabillo del ojo pudo ver que se trataba de Lee. Claro, si habían liberado a Gaara también tenía que estar por allí su compañero de equipo.

Pero al mirar al frente, el miedo se apoderó de él. Gaara se acercaba a paso lento con la sudadera arremangada, con su temible mano resplandeciendo en tonos anaranjados, fulgurando como si fuera un pedazo de sol.

-¡Espera! –gritó angustiado Haku.- ¡Esto no debía ser así!
-Entonces, siento decepcionarte –dijo Gaara con sarcasmo.
-¡No! –insistió el Curse-. ¿No veis que Kakuzu no le hizo nada? ¡Naruto va a venir con nosotros… por propia voluntad!
-¿Ah, sí? –rió Naruto, cruzándose de brazos.- ¿Y eso por qué?
-Porque lo digo yo –tronó una voz a su izquierda, haciendo que todos se girasen ligeramente para mirarlo.

Su sola presencia imponía más que cualquiera de los Curses a los que habían visto antes. Alguno tuvo que esforzarse para que no se notara que le temblaban las rodillas. Paralizado, Lee no pudo evitar soltar el agarre sobre Haku pero para su sorpresa, el Curse no escapó ni lo atacó, sino que hincó una rodilla en el suelo agachando la cabeza en dirección al Curse que acababa de aparecer. Se giró ligeramente y vio que Kakuzu estaba en la misma posición.

-Jefe –saludó Haku, agradecido de que hubiera aparecido en el momento justo.

Algunos de los cazadores se miraron entre sí, y sobre todo al recién llegado.

-Vale, eres el jefe de los Curses –aunque intentó que sonara indiferente, Lee no pudo evitar tragar saliva con fuerza.- ¿Y qué? ¿Por qué iba Naruto a obedecerte?

Pero para su sorpresa, Naruto dio un par de pasos en esa dirección, casi tambaleándose.

-No… Tú… No puede ser…
-¿Qué pasa, Naruto? –preguntó Sakura, angustiada.
-Él es… mi padre.


CONTINUARÁ...

Muy lejos de Konoha…

-Alto –ordneó Kakashi, deteniéndose de golpe.
-¿Qué? –preguntó malhumorado Zabuza.- ¿Por qué paras?
-Bueno, no creo que tengas prisa, teniendo en cuenta la vuelta que me estás haciendo dar –bufó Kakashi.
-Aquí no eres el capitán. Aceptaste que yo te guiara como mejor me pareciera.
-Pero nos hemos alejado mucho del camino. Demasiado. –matizó.- Cambiemos el rumbo o no llegaremos nunca.
-En realidad, Kakashi… -dijo socarronamente Zabuza, con una macabra sonrisa en su rostro.- Ya hemos llegado.
-¿Dónde? –preguntó Kakashi, sin hacer caso a la actitud de superioridad del otro.- Estamos en mitad de ninguna parte.
-No. Estamos en el lugar perfecto.

El aire empezó a notarse más cargado, más agobiante, mientras el tamaño de la sonrisa de Zabuza aumentaba.

-¿Qué es esto, Zabuza? –preguntó enfadado Kakashi.
-Tu última parada.
-Eres idiota –bufó Kakashi.- ¿Crees que los Curses estarán eternamente agradecidos contigo si haces esto? ¿Sabes lo que van a hacer contigo?
-Sé lo que harían conmigo si no lo hago. Pero si te mato aquí y ahora… quizá se olviden de mí.
-¿“Quizá pasaré desapercibido si no tienen quejas”? ¿Ése es tu gran plan?
-Calla de una maldita vez –gruñó Zabuza.- Esto… es recompensa más que suficiente.

Kakashi enarcó una ceja, asimilando esas últimas palabras. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar, por la expresión del moreno tuvo que reaccionar rápido y se teletransportó sobre la rama de un árbol cerano justo a tiempo para ver cómo en el lugar en el que se encontraba un instante antes se producía una gran explosión.

-Por un momento –dijo Zabuza- pensé que te transportarías a Konoha. Pero si lo haces… llevaré todo esto allí.
-¿Todo esto? –preguntó preocupado Kakashi.

Pensando en la explosión que acababa de ocurrir, arrancó de cuajo una de las ramas y se la lanzó a Zabuza. Pero a mitad del camino, algo salió disparado desde el suelo y chocó contra la rama, haciéndola explotar.

-Lo que imaginaba… -murmuró Kakashi.- Es un campo de minas.
-Así es. Estás atrapado en un campo de minas con alguien que domina el electromagnetismo… esto se parece bastante a tu tumba, Kakashi.
-Ya veremos.

Kakashi se teletransportó detrás de Zabuza y lo fue a derribar de una patada, pero el moreno la esquivó a tiempo y otra de las minas salió despedida en dirección a Kakashi, que apenas la vio venir cuando hizo explosión y lo mandó despedido varios metros hacia atrás.

Cayó bruscamente contra el suelo, y al chocar oyó un pitido bajo él. Rápidamente se teletransportó de nuevo sobre la rama de un árbol, el primer lugar en el que pudo concentrarse.

-Abusas de la teletransportación y de la fuerza sobrehumana –reprochó Zabuza.- Poderes que conseguiste matando a tus propios compañeros.
-No soy un asesino como tú –bufó Kakashi, jadeando.- Solo repartí justicia para aquellos que fueron asesinados.
-¿Y no tiene nada que ver que consiguieras nuevos poderes? –preguntó socarronamente.

Kakashi cerró los puños con fuerza, ofendido por la acusación.

- ¿Qué harás ahora? –preguntó Zabuza.- Conozco demasiado esos dos poderes como para caer en ellos. Aparte de las minas, el electromagnetismo de este sitio hace que mi poder se multiplique, pero no puedes revertir un lugar… Y ahora mismo soy demasiado poderoso como para que me pudieras paralizar. ¿No has robado nada que te pudiera ser útil ahora?

Kakashi frunció el ceño, pensativo. Necesitaba un plan, pero desde que se dio cuenta de la enorme desventaja que suponía para él aquel lugar, su primera opción era provocarle hasta que no quedaran minas sin explotar. Puede que después mantuviera ese nivel de poder un tiempo, pero al menos no tendría que preocuparse de salir volando por los aires, y él era mucho más resistente que el moreno.

Pero ahora el objeto de sus pensamientos era otro: Zabuza había dicho que para él era un premio poder acabar con él personalmente. De pronto, su ceño se suavizó.

-Esto… es por Haku –dijo, atrayendo la atención del moreno.
-¡No tienes derecho ni siquiera a mencionarlo! –gritó Zabuza, enviando otra mina hasta él, que consiguió esquivar en el último momento.
-¡Y tú no tienes derecho a culparme por ello! –gritó Kakashi, recuperando su posición.
-Solo te pedí una cosa… que salvaras a Haku, que lo llevaras contigo al encierro para que estuviera a salvo.
-Todo fue rápido… y confuso. No hubo tiempo… -se lamentó Kakashi.
-Y sin embargo, sí tuviste tiempo para salvar a Rin.
-Zabuza –llamó Kakashi-. Sí fui a buscar a Haku. Creí que ya habías ido tú, pero no me hubiera perdonado quedarme con esa duda… Ya había muerto cuando llegué.
-Entonces… -murmuró Zabuza-. ¡Tenías que haber llegado antes!

Una nueva explosión dejó inservible el árbol sobre el que se apoyaba y se transportó a otro.

-Todo este tiempo… -dijo Kakashi, desde su nueva ubicación- el contacto que manteníamos, cuando creía que nos estabas ayudando… ¿Solo esperabas una ocasión como ésta?
-Me hubiera gustado no tener que depende de un hatajo de Curses hediondos, pero… Las cosas han salido así.
-Espera. ¿Por qué ahora? ¿Por qué…? –se le atragantaron las palabras en la garganta, mientras Zabuza estalló en una carcajada.
-Veo que lo has entendido. Están en Konoha.
-Ven conmigo –dijo Kakashi, algo nervioso-. Ven a Konoha y lucha a nuestro lado.
-Nunca.
-Entonces deja que me vaya –continuó hablando Kakashi, tan rápido que atropellaba las sílabas-. Y dame tu palabra de que no me detendrás ni llevarás las minas a Konoha.
-Estás loco si crees que voy a dejarte marchar –rió el moreno.
-¡Por favor! –exclamó Kakashi, casi histérico-. ¡No les puedo dejar solos ahora! ¡Tengo que ir con ellos… de cualquier manera!

Zabuza reía por lo bajo, enorgullecido ante la súplica de Kakashi. Sopesando la cantidad de minas que quedaban bajo sus pies, decidió lanzar más de una docena en varias direcciones de forma estratégica, acabando con casi todos los árboles más cercanos, salvo sobre el que permanecía Kakashi en ese momento. Éste agachó la mirada, viendo como sus planes y sus posibilidades se desvanecían junto con el humo de las explosiones.

-Zabuza… por favor –insistió, murmurando-. No quiero matarte…
-¿Qué? –rió el moreno-. ¿Has visto la situación en la que estás?
-Me has preguntado… -comenzó Kakashi, ignorando su pregunta- si no tenía nada más. Pues bien, aún tengo mi propio poder…

Ante un estupefacto Zabuza, Kakashi retiró su máscara y la banda que le cubría el ojo izquierdo.

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Mientras tanto, en Konoha…

-¿Qué quiere decir eso? -preguntó Lee, sorprendido-. Creía que tu padre estaba... ya sabes...
-Bueno -dijo Gaara- técnicamente un Curse... ha estado realmente muerto antes de convertirse…
-Pero... -murmuró Naruto, que sentía como si todo eso no fuera más que un sueño- ¿dónde has estado todo este tiempo?
-Naruto... -llamó Sakura, cabizbaja-. Parece evidente que ha estado con ellos.

Naruto asintió con tristeza. Lo miró de arriba abajo. Estaba tal y como le gustaba recordarlo, como la última vez que lo vio... excepto por el hecho de ser un Curse, claro.

-¿Y… por qué? –preguntó Naruto. A medida que pronunciaba las palabras se iba enfadando más y más-. ¿Por qué apareces justo ahora? ¿Por qué nos atacas?
-¿”Nos”? –preguntó muy sorprendido Minato.- Oh, vaya. Realmente crees que eres uno de ellos.
-Soy uno de ellos –apostilló Naruto, bastante molesto-. Te fuiste para buscar una solución, para proteger a Konohamaru… ¿Sabes el tiempo que tardé en comprender que no ibas a volver? Y Konohamaru nunca volvió a verte… no desde que lo entregaste.
-Ah, veo que soy el malo de toda la historia –dijo Minato en tono burlón-. Pero como siempre, eso depende de quién lo cuente.  Y parece que Kakashi ha omitido bastante información.


CONTINUARÁ...

Naruto volvía a sentir que su cabeza iba a explotar en mil pedazos, pero esta vez no se trataba de las extrañas visiones que lo asaltaron otras veces. Había demasiadas cosas que no sabía, tantas que no le habían cuadrado nunca y tantas otras que parecía que jamás fuera a ser capaz de comprender.

-¿Y qué es lo que no sé?
-Demasiado –dijo Minato enigmáticamente.
-¡Pues dímelo, maldita sea! –bramó Naruto- ¡¡¡Dime lo que tengas que decir y márchate de aquí!!!
-Oh, tranquilo. Pensábamos irnos… Pero contigo. –Naruto lo miró con el ceño fruncido-. Responderé a todas tus preguntas, te explicaré todo lo que se te ha escondido… Y rescataremos a Konohamaru juntos. Incluso dejaré que tus amigos vivan. Pero tienes que venir conmigo.

Naruto lo miró de arriba abajo. Aquello parecía una broma pesada, pero ahí estaba él. Su forma de hablar seguía siendo la de su querido padre, tal vez era verdad que seguía habiendo parte de él si llegaba a hablar de rescatar a Konohamaru.
Mientras parecía ordenarlo todo en su mente, llegaron hasta allí guiados por el ruido Temari, Hinata y Kiba.

-¿Qué está pasando? –preguntó la rubia.
-Tú… -murmuró Kiba.- ¿¡Qué crees que estás haciendo!?

Los cazadores lo miraron intrigados. Aunque llegase con Hinata y pareciera ponerse de su lado, no era la mejor circunstancia para fiarse de alguien a quien no conocían.

-Has matado a Kurenai –sentenció Kiba.
-Lo sabes –se limitó a decir Minato.
-Si la has matado… estás estrechando el círculo. –clavó su mirada acusatoria en la del jefe de los Curses que, aunque era difícil de asegurar por la ausencia de boca, parecía que estuviera sonriendo.
-¿¡Pero qué esta pasando!? –preguntó Sakura, exasperada.
-Nada –todos se dieron la vuelta al oír la voz del recién llegado.
-¡Kakashi! –exclamó Sakura. El capitán se limitó a asentir. Estaba jadeando, con la ropa sucia y desgarrada, y con algunas heridas que aún sangraban.
-¿Qué estás haciendo, Minato? –dijo Kakashi, sorprendiendo a todos.
-¿Tú lo sabías? –preguntó Naruto, aunque era más una acusación que una pregunta.
-Naruto, no podía decírtelo…
-Kakashi… –interrumpió Sakura- ¿Dónde está Zabuza?

El aludido agachó la cabeza con pesadez. Y Minato parecía que no podría estarlo pasando mejor.

-Lo has mtado… -mumuró Gaara.
-Después de forzarnos a confiar en él… -dijo Sakura, entrecortada por la rabia y la incertidumbre- ¿Qué? Pero ¿cómo?
-Sí, Kakashi –dijo en tono burlón Minato-. ¿Cómo esperas que confíen en ti si les ocultas… todo?
-¡Tú cállate! –exclamó el capitán.
-¡¡No, cállate tú!! ¡Yo te protegí, no lo olvides! ¡Serías como yo si no te hubiera ayudado! Solo te pedí que hicieras una cosa…
-¡Yo estaba encerrado aún cuando se llevaron a Konohamaru!
-¡¡Pero siempre tienes excusas para todo!! Diriges una comunidad de gente que podría hacer algo grande. ¿¡Y qué haces?! ¡Dejar que un puñado de adolescente pelee por ti!
-Se acabó –dijo tajante Naruto, poniéndose entre ambos-. Me suena ridículo y repugnante que discutáis sobre esto. Kakashi, ¿puedes decirme por qué me encontrasteis inconsciente? ¿Por qué tengo las visiones y creí reconocer a Sakura-chan, a Shizune y a Jiraiya? ¿Puedes ayudarme a rescatar a Konohamaru sin que otros niños paguen por ello?
-Sabes que no, Naruto –dijo roncamente Kakashi.
-Pero yo sí –afirmó Minato, casi riendo.
-¡No! –exclamó Sakura cuando empezó a atar cabos.
-Sakura-chan, yo… volveré.
-¿Cómo vas a volver… si te vas con ellos? –preguntó con el color totalmente desprendido de su rostro.
-¡Ni se te ocurra, Naruto! –gritaron Gaara y Lee.
-¡¡Si hace falta, te retendremos a la fuerza!! –exclamó Temari.
-No lo entendéis… tengo que saber quién soy… ¡Necesito respuestas! –miró duramente a Kakashi, y después posó su vista en la incrédula Sakura-. Lo siento tanto…
-Haku, transporte –dijo Minato, ignorando la situación a su alrededor.

Kakashi apretó con fuerza los puños al mirar al fin directamente a Haku. Al ver a qué le había conducido su error, o el error de Zabuza, o… Puede que nadie tuviera la culpa, pero el que menos culpas tenía era sin duda aquel muchacho que había terminado de aquella espantosa forma. Haku le dirigió una dura mirada antes de ponerse con su trabajo.

Un enorme cristal apareció de la nada. Minato les hizo indicaciones para que subieran, y de pronto otro cristal apareció para mantener apartados al resto de cazadores de Naruto.

-¡Naruto, no! –gritó Sakura, golpeando el cristal con todas sus fuerzas.
-Lo siento… de veras que lo siento…

Dio media vuelta para marcharse, provocando que los gritos de súplica se intensificaran.
Entonces se encontró con Kakuzu de frente, herido y jadeante, y tuvo la desagradable sensación de que eso ya lo había visto antes.

-¡Eh! –exclamó una voz. Varios metros a su derecha identificó a Sora, con la vista clavada en él con la misma expresión de odio de siempre.
-Te lo dije. –fue todo lo que pronunció el extraño chico del pelo azul. Naruto asintió lentamente. Ya lo había visto, en una visión del futuro que compartió con Sora.
-Tienes razón –admitió.Subió al cristal de Haku, quedando de nuevo frente a sus amigos. Viendo como utilizaban todos sus poderes para tratar de dehacerse del cristal que los retenía. Y cómo más lejos, Ino se acercaba llevando como podía a Neji, que parecía muy malherido. Apretó los puños, sintiéndose impotente.

-Kiba –llamó Minato, una vez que él, Kakuzu, Haku y Naruto estaban sobre el cristal. El aludido bufó.
-Ni de coña.
-Creía que querías reunirte de nuevo con tus amigos. –dijo, señalando a Naruto.

¿Amigos? Naruto juraría que jamás había visto a ese extraño chico de la capucha.

-Has descartado a Kurenai. No vas a tenernos a los tres.
-¡Kiba! –exclamó irritado.
-Déjalo –pidió Naruto-. Yo voy libremente… deja que él decida también.

Minato lo miró intensamente unos momentos, como si pudiera leer más en él que en los demás. Pero pareció complacido.

-Está bien, Kiba. Naruto te ha dado la oportunidad de elegir.
-Me quedo –respondió automáticamente. A una señal de Minato, el cristal empezó a elevarse.
-Volveremos a vernos.

Y el cristal sobre el que se elevaron, desapareció con todos ellos. Enseguida desapareció también el que retenía a los otros cazadores.

-Sakura… -murmuró Gaara, acercándose a ella.
-¡No! –se zafó de él y echó a correr a toda velocidad hacia la salida de Konoha.
-¡Sakura, no! –exclamó Kakashi.

Lee fue a toda velocidad hasta ella y trató de agarrarla, pero ella utilizó su intangibilidad para pasar a través de él.

-¡Sakura-san… no podrás llegar hasta él!

Sakura no escuchaba a nadie, solo corría tan rápido como le permitían sus piernas. No. No, no, no, no. No podía estar pasando algo así. No podía perder a Naruto de una manera tan absurda. Puede que ella no tuviera todas las respuestas, pero sí podía decir quién era Naruto. Lo conocía, y su hogar estaba a su lado. Tenía que encontrarlo y hacérselo entender.

-¡Solo conseguirás que te maten! –gritó Gaara. Kakashi se había transportado varias veces para alcanzarla, pero ella no quería ni siquiera mirarlo. Estaban desesperados.

Con las lágrimas difícilmente contenidas, Sakura avanzaba cada vez más rápido. Pero de pronto sintió un tremendo impacto. Sus pies perdieron contacto con el suelo, por lo que dejó de poder avanzar. Miró en todas direcciones y es cuando al fin se percató de la presencia de Ino.

-¡Suéltame! –le gritó a su amiga.
-Lo siento Sakura… No puedo hacer eso.

Sakura forcejeó intentando librarse del poder de Ino, pero era inútil. Hasta que no le dolían todas las articulaciones por el esfuerzo, no comprendió que se rompería algo antes de liberarse, ya que Ino estaba concentrada solamente en ella.

Poco a poco fue desistiendo, exhausta. Ino esperó unos instantes más pero finalmente volvió a dejarla en tierra firme, donde Sakura se desplomó de rodillas. Kakashi tomó a Neji con mucha más facilidad que Ino y se transportó rápidamente con Shizune para que lo revisara.

Ino se acercó entonces a Sakura y le puso una mano en el hombro. Sakura alzó un poco la vista para mirarla y al ver su mirada de compasión, no pudo retener más las lágrimas. Había pasado de nuevo. Frente a sus ojos, la persona más importante de su vida había desaparecido, se le había esfumado entre los dedos.

Ino se agachó para estar más cerac de Sakura y abrazó a su amiga como hacía mucho tiempo no lo hacía. Los demás entendieron que ya no tenían nada que hacer allí y en cmabio, había mucho que hacer en todo Konoha. Así que se fueron, a devolver a los niños a su hogar, a ayudar a los heridos, a deshacerse de los cuerpos de los Curses… sin poder sacar de su mente dos preguntas: qué demonios estaba pasando, y qué iban a hacer ahora.

CONTINUARÁ...