PROYECTO RÍO: Crónicas de Tessel (+18)[Actualizado el 20/12/2013]

Era un nuevo día en Tessel y en una de las posadas al margen de las calzadas de Asteriom para pasar la noche se podía ver a Neji que estaba preparándose para poder salir y seguir su camino. Cuando tomó sus armas pagó y salió del lugar. Al parecer en ese pueblo no había nadie interesante a quien ofrecer sus servicios por lo que optó por abandonar tal lugar y seguir su camino.

Sin embargo, cuando estaba en la calle pensó en comer algo antes de salir.

“Creo que en este pueblo no habrá nada bueno, lo mejor será ir a otro lugar” pensó Neji. Sacó un mapa muy usado y con algunas cruces en él, marcando los lugares donde ya había estado. Había recorrido toda la geografía de Tessel, había viajado por sus valles, recorrido las principales calzadas de Asteriom, saboteado algunas de las fortalezas más imponentes de Arzel, surcado los mares del sur, viajado por Tsuk y por la salvajes tierras de oriente y sin embargo, sus ojos se detuvieron en un punto. Había un lugar al que no había pasado aún.

“Ésta es la isla del país de Nagonnel, jamás he estado ahí… probablemente haya más suerte en ese lugar” Marcó una cruz en el mapa y estudió el lugar. “Si me voy hoy, tardaré unas dos semanas en llegar” reflexionó. Su trabajo consistía en no parar de viajar buscado nuevos contratos, buscando el mejor postor que le ofreciera la mejor recompensa. Él era un mero empresario que le gustaba que sus contratos llegaran a buen puerto. Había hecho suya la expresión empleada en Asteriom: pacta sunt servanta. “Los pactos están para cumplirse”. En más de una ocasión había tenido que tomarse las molestia de satisfacer su pago con la vida de su deudor. Era desagradable y poco lucrativo, pero nadie podía subestimar quién era él.

Lo mejor, concluyó finalmente mientras apuraba la comida, sería partir de una buena vez. Debía guiar sus pasos hacia donde nacía el sol. Sería necesario encontrar algún puerto, no muy grande ni muy pequeño, pero que tuviera alguna embarcación suficientemente segura que llevara directamente hacia Nagonnel. Aquel país le depararía una buena y lucrativa oportunidad. Con cara seria y decidida, dejó dinero en la barra y salió del pueblo.

El camino era muy peligroso por los animales que habitaban en los bosques y montañas, pero nada que no pudiera manejar por sí solo. Había matado con sus manos a algunos de los mejores caballeros de Arzel e incluso había sobrevivido a los esclavos que empleaban los magos de Asteriom para su defensa. Una bestia salvaje poco temor le inspiraba.

En su segundo día de viaje fue recibido por una caravana de vendedores que se dirigían a un pueblo que estaba en los límites de Asteriom y de donde salían botes hacia Nagonnel, Ímilia se llamaba, alejada de la capital de la provincia Ímilia. Decidieron aunar fuerzas y viajar juntos.

Durante el camino Neji no hablaba con ellos, pero los comerciantes a cada momento le hacían preguntas, como su nombre y su destino, así como por qué cargaba tantas armas con él. Neji simplemente respondía cosas al azar causando en momentos el descontento de ellos. No podían hacer nada. No hacía falta responder a algo que era evidente. Tenía manejo con las armas y los caminos, incluso los más seguros, siempre contaban con bandas de asaltadores. Tener a un espadachín entre ellos era una garantía. Además, había pagado por el transporte, por lo que hablar estaría mal en ese momento.

El viaje fue lento y aburrido, pero cómodo. Neji aprovechaba el tiempo libre para pensar qué haría, cómo vendería sus servicios. Él no era un asesino de Tsuk, letal y sangriento, que todos los nobles contrataban en alguna ocasión para acabar con sus rivales. Él era un contrabandista, oficialmente. Él se dedicaba, por ello le buscaban, a vender armas, a dotar ejércitos de armamento, aunque nadie sabía sus verdaderas intenciones

En una ocasión, aquellos mercaderes día comenzaron a hablar sobre un tema que suscitó su interés

- ¿Has oído hablar sobre el líder de la ciudad de Sharkey? -decía uno de los comerciantes, Neji solo escuchaba.

- Ah te refieres a ese hombre…

- ¿Cómo era su nombre?… - preguntó otro.

- Mmm – se concentró por recordar hasta que finalmente lo dijo - ¡ah!, es verdad, creo que era Kiba, ¿no es así? – Dijo otro El líder más joven que ha tenido la ciudad. -Decía el otro comerciante con alguna que otra duda.

- Si de ése mismo. Dicen que cuando su padre murió tomó el liderazgo de la ciudad con tan solo diecinueve años. Hace tiempo coincidí con un comerciante de la ciudad, venía de Nagonnel, precisamente, con telas con las que comerciar, y me explicó que en Sharkey siempre se ha sospechado que la muerte de Inuzari Inuzuka no fue natural.

- Por esta razón – añadió otro - desde ese acontecimiento él mismo joven Kiba decidió romper los lazos con todos los países de Tessel.

- Se dice incluso que se niega a tratar asuntos que no sean de su propia ciudad, le han llegado solicitudes incluso de Asteriom, pero siempre se niega a cooperar y ha sido así por los últimos dieciseis años, desde que tiene el poder.- Decía el primer comerciante.

Ambos siguieron comentando sobre ese asunto mientras Neji solo escuchaba atentamente, la simple idea de un pueblo sin ningún problema le gustaba. Poco después miró varias cosas positivas sobre aquello, si se librara una guerra él podría salir beneficiado, podría obtener grandes postores por sus compañías de cazarrecompensas. Justo en ese momento los comerciantes comenzaron a ver un pueblo, era justo el pueblo en donde tomaría el pequeño barcoe hacia Nagonnel, pero sin embargo ese asunto de Sharkey y la pasividad de su líder le habían llamado mucho la atención.

Justo después de llegar al pueblo que estaba en los límites de Asteriom y del mar, una pequeña villa pesquera llamada Crystoff, con cierta relevancia en la comarca por ser un puerto de recepción de barcos mercantes, Neji fue directo al muelle donde saldría el bote hacia el continente insular.

Tomaría tres días en llegar directo hacia su capital, la ciudad de Mihime. Neji abordó el bote que lo transportaría, mientras iba pensando sobre el asunto de la otra isla, del país de Middir. Provocar una guerra sería más que beneficioso para él, el problema sería cómo y de qué forma iniciar esto. Por más que lo pensaba solo había una forma, una única forma de provocar a todo un pueblo y ésa era eliminar a su líder. Habían perdido a uno en extrañas circunstancias. Perder a otro y culpar a algún líder como Danzo o Mei… La caída de su líder podría desenvolverse en una gran pelea de venganza, por lo tanto sería el inicio de una guerra para un país pasivo como lo era Middir.

Después de pensar en el inicio Neji comenzó a dormir y descansar para el siguiente día y su cada vez más próxima llegada a Mihime. Tras varias horas el sol por fin se mostraba entrando hacia el camarote y despertando a Neji, que comenzó a recordar su plan. No era un plan completo, además del tema de asesinato, estaba además el asunto de cómo lo haría.

Decidió salir un momento para poder despejar un poco su cabeza y pensar mejor, aún faltaba para llegar y tendría tiempo para poder finalizar su plan. En el mar podía ver varias criaturas como sirenas y demás seres, pero al parecer no serían problema ya que el bote estaba sin ningún percance, mientras Neji solo seguía pensando.

Planear el asesinato y el inicio de una guerra estaba listo. Sólo falta una simple cosa: sí el mismo daba muerte a aquel hombre, de inmediato sabrán quién era y todo se arruinaría. Era necesario que externalizara aquel trabajo. Los mejores comerciantes lo hacen: delegan en otras tareas que para ellos son demasiado costosas y cuyo riesgo no compensaban. Sólo le quedaba una cosa: encontrar a alguien que hiciera el trabajo por él. Debería esperar en Mihime, quizás en aquel lugar encontrara la solución. Si no recordaba mal Nagonnel era un país oculto en niebla y todo lo que se sabía de él era que contaba con las mejores mercenarias y espías de Tessel que todos los soberanos habían empleado en alguna ocasión. En mitad de sus cábalas fue interrumpido por uno de los marinos.

- Se nota que estás muy intranquilo, ¿acaso necesitas llegar a Nagonnel pronto? -decía el marino.

Neji solo se quedó callado sin responder palabra alguna. Entonces tras sentirse ignorado, el marino solo resopló y se retiró muy indignado tras el comportamiento de Neji. Solo miraba de reojo cómo el hombre se alejaba de dónde estaba, comenzando a mostrar un poco de alivio aunque sin quebrar su aparentemente eterna seriedad.

Debía extremar las precauciones.  Había que tener cuidado de que nadie descubriera lo que planeaba, ya que de lo contrario todo habrá sido en vano y no le gustaría llegar a la isla con un montón de cadáveres en el barco, llamaría más la atención de esa forma.  “Además alguien tiene que remar para cuando la niebla pare los vientos que empujan las velas[/i”] pensó con sarcasmo mientras se dirigía hacia el comedor del bote para poder comer algo, el resto del día pasó sin ningún otro percance.

Se hospedó en una pequeña posada de la ciudad y permaneció ahí hasta encontrar a alguien con quien poder negociar. Aun así, cuando hubieron pasado algunos días no podía encontrar a alguien que pudiera tener lo necesario para el trabajo, la ciudad era sumamente pasiva y no parecía tener problemas de ningún tipo, Neji al ver esto se llevó una gran decepción ya que su plan original era ir hacia esa isla esperando encontrar un buen negocio, pero ahora eso parecía muy complicado por la tranquilidad de todos los pobladores.

Sólo se miraban fijamente, ninguno de los dos decía nada más después de esa presentación tan peculiar. Neji estudiaba con cuidado a la mujer que había descubierto quién era el, y ella solo lo miraba con una sonrisa, como si se imaginara algo que los hubiera llevado a ambos a encontrarse, entonces fue Neji quien rompió el silencio:

—Dígame ahora, ¿qué es lo que hará? Después de todo podría ganar una gran recompensa por mi cabeza, ¿Llamára a las tropas de Asteriom, o tal vez a las de Arzel?, O probablemente revelará mi identidad a los pobladores de Nagonnel—Decía el hombre oji-blanco mirando a la mujer que a le devolvía la mirada interesada.

Después de un momento de silencio la mujer solo se apartó mientras le hacia una señal con la mano a Neji para que la siguiera. No sabía las intenciones de ella pero por alguna razón que ignoraba optó por levantarse de su asiento y seguir a esa extraña mujer.

Cruzaron el salón donde varios hombres bebían y se divertían mientras eran atendidos por bellas mujeres, para después pasar por un pasillo que los llevaba a los dormitorios del burdel y por ultimo llegaron a una puerta, era la última de ese pasillo. En cuanto Mikono la abrió, Neji pudo observar que era una oficina, ya que se veía una mesa y dos sillas, una de cada lado, además de un librero con varios libros en él, unas pinturas extrañas y por último grandes pilas de papiros y pergaminos enrollados en la mesa. Cuando la mujer entró y  tomó asiento hizo una seña para que el castaño hiciera lo mismo.

Él no decía nada, no sabía que es lo que esa mujer quería, y mucho menos para que lo había llevado a un lugar tan privado como lo era esa oficina. Seguía estudiando taimadamente la situación hasta que ella hablo:

—Veo que se ve sumamente nervioso y confundido del porqué lo traje aquí, ¿no es cierto?—afirmó la mujer mientras se recargaba en el respaldo de la silla, el hombre solo la miro de reojo.

—Nunca me he sentido nervioso ni confundido, pero admito que si con mucha intriga, así que seré directo: ¿qué es lo que quiere tratar conmigo, Mikono?—Ella rió, casi sin ganas— Supongo que a sus clientes no los trae por aquí sin alguna buena razón, ¿o me equivoco?—preguntó Neji con una sonrisa de lado mirando a la mujer.

Ella sólo se limitó a sonreír, tenía que admitir que era listo, demasiado a como lo había imaginado.

—Usted dice que le sorprende no ser conocido en esta isla, pero no es extraño que algo así pase. Esta isla ha vivido en la prosperidad por mucho tiempo y para que un famoso caza-recompensas llegue aquí, es porque algo trama, ¿me equivoco?—Neji solo quedo en silencio mirando fijamente a la mujer— Así que yo también seré directa, ¿qué es lo que trama en llegar a una ciudad tan pacifica como Mihime, señor Hyuuga?—inquirió con una sonrisa burlona.

Neji solo se sonreía. Ella en verdad parecía darse cuenta de muchas cosas. Había aprendido con sus años de experienca que solo alguien con talento podía ser tan perspicaz con alguien que también ocultaba información sobre sí mismo, así que optando por saber sobre esa mujer le contó su motivo de visita.

—He venido aquí por motivos de negocio, “mi” negocio, solo que jamás pensé que esta ciudad fuera tan pacifica, no hubiese nadie que estuviera interesado en mis compañías. A decir verdad, es algo muy frustrante. Sin embargo, eso solo era algo secundario, mi principal objetivo es otro - explicó mirando a Mikono esperando ver su reacción. Como lo supuso, estaba seria y con una sonrisa, alguien normalmente se habría impresionado al oír que tenía motivos secundarios de su visita, así que sabiendo y suponiendo que esa mujer no era una simple “Madame”, siguió hablando—Ya le dije lo que quería oír, ahora yo quiero que me conteste algo, dígame Mikono, ¿a qué se dedica?-decía Neji mirando de brazos cruzados a Mikono, mientras ella solo se sorprendía y actuaba de forma confundida.

—¿De qué está hablando? Yo soy la regente de este burdel. Me dedico a administrar y dirigir a las chicas de aquí para brindar un buen servicio a los clientes —Simuló con gran acierto su indignación, no sin ello renunciando a su sonrisa.

—Creo que sería más beneficioso y menos molesto para los dos si dejara de fingir, ¿no lo cree?

Mikono al ver que el hombre no cambiaba su semblante supo que no valía la pena seguir fingiendo ante él, como lo había comprobado, ese hombre era listo, no por nada era el famoso Neji Hyuuga, Señor de la Guerra, como varios reinos le llamaban, así que después de una sonrisa burlona, Mikono habló:

—Debí suponer que no podría esconder nada a alguien como usted. Tiene razón señor Hyuuga, administro este burdel pero solo como un pasatiempo. En realidad, me dedico a algo parecido a lo que usted hace, supongo que es la primera vez que conoce a una espía especializada en espionaje y asesinatos, ¿cierto?- cuestionó la mujer con una mirada sombría, Neji solo la miraba y poco a poco mostraba una sonrisa de lado.

—Vaya, tiene un trabajo muy interesante, había oído hablar de unos espías con esas cualidades, pero jamás pensé en encontrarme con uno…, es justo lo que he estado buscando.

Mikono levantó su mirada para observar al hombre. Éste la miraba sumamente satisfecho por saber su verdadera identidad, inclusive hasta conforme con el mismo. Suponía que buscaba a alguien para algo, tal vez para algún trabajo. Fue entonces que recordó sobre el motivo por el que había ido a la isla, sin duda buscaba a una persona para poder tratar esos asuntos.

—Dígame señor Hyuuga, ¿por qué motivo vino a Mihime? Según recuerdo dijo que tenía un segundo objetivo en esta ciudad, su principal objetivo, ¿cierto?

—Parece que por fin podemos comenzar con nuestra plática…, es verdad, mi objetivo principal es poder encontrar a alguien que pueda cumplir una misión para mí... Y la misión es no es otra que asesinarel líder de la isla de Middir— aventuró, sabiendo de sobra la respuesta con un aire de frialdad.

Mikono solo se recargaba en el respaldo de la silla, analizando lo que el oji-blanco contaba, según lo que le contaba quería asesinar al líder de Middir, pero aun quedada el porqué.

—Entiendo muy bien de qué va la misión, pero quisiera saber el fin de ella, ¿qué resultado beneficioso saldría de eliminar al líder de esa isla?—Preguntó sosrprendida. Neji solo se levantó de la silla mientras comenzaba a caminar hacia el librero y tomaba un libro de él.

—Es algo muy simple de saber, el objetivo de eso es provocar una guerra. Según tengo entendido el líder de Middir ha roto lazos entre los grandes reinos y no acepta ayudar a los demás países, solo se concentra en su propio pueblo. Si muriese, la ciudad que lleva durante años preparándose declararía la guerra a los responsables... si una guerra llegara a un lugar así…

—Entiendo, las solicitudes de ayuda comenzarían a salir de Middir y usted saldría beneficioso de ello ya que comenzarían a contratar sus compañías de caza-recompensas, comprendo muy bien su objetivo. Pero si usted va personalmente a asesinarlo, tendría a todo un país detrás de usted, además de que todo se echaría a perder, por eso necesita a alguien que pueda cumplir algo de esa magnitud sin ser descubierto y pueda obtener su recompensa, ¿cierto?- "Esta mujer sí que es muy interesante" pensaba Neji .

—Siempre he dicho que la guerra es buena para el negocio, y por eso, ahora que sabe todo mi plan, me gustaría contratar sus servicios Mikono, alguien de sus destrezas es perfecta para esta misión- decía Neji mientras hojeaba el libro y lo volvía a dejar en el librero, dirigiendo su mirada a Mikono.

—¿Y que ganaría si lo ayudo con su plan, señor Hyuuga?, ¿qué puede ofrecer a cambio de mis servicios?

—Una cuantiosa recompensa. Lo suficiente como para abrir otro local como este y contratar personal, además de dejar algo para sus propias necesidades, eso es lo que puedo ofrecer si el trabajo queda bien hecho. Entonces, dicho y aclarado todo el asunto, que me responde Mikono, ¿cerramos el trato?— Preguntó Neji acercándose a la mesa y extendiendo su mano.

Mikono solo lo miraba muy pensativa, después de unos segundos ella hablo:


—Es tentadora su oferta, pero me temo que yo no podré hacer ese trabajo ya que necesito atender el negocio y además sería muy sospechoso si me llego a ausentar tantos días…pero, creo que se cómo arreglar esto, tengo una chica a la que conocí hace poco tiempo. Es una magnífica subordinada, le he enseñado todo lo que sé y veo un gran potencial en ella. Aceptaré su oferta, pero solo si deja que mi subordinada realice el trabajo por mí, ¿Qué le parece, señor Hyuuga?—Mikono se levantó también de su asiento.

Neji solo la miro y le sonrió.

—Mientras el trabajo se realice tal y como se planeó y termine de forma perfecta…, acepto sus condiciones Mikono.

—Se lo aseguro, pronto el líder de Middir, Kiba Inuzuka… será exterminado— prometió Mikono mientras estrechaba su mano con la de Neji, el trato estaba hecho, ahora solo era cuestión de realizarlo tal y como se había acordado.

Ino no daba crédito a lo que acababa de escuchar, pero por la expresión de Mikono no había lugar a dudas de que hablaba en serio. Aún así le costaba creer que una mujer, que conocía desde hace menos de una hora, le propusiera convertirse en cortesana. Agradecía que Mikono la salvase y quería devolver el favor de alguna forma, pero no estaba dispuesta a prostituirse para saldar una deuda.

-Lo siento... - dijo Ino mirando al suelo, no sabía como rechazar el ofrecimiento, ni como reaccionaria la mujer al ser rechazada- Pero yo... - las palabras se le atascaron en la garganta, parecían negarse a salir por su boca.

-No quieres convertirte en cortesana- completó Mikono, Ino tan solo asintió con la cabeza mirando al suelo-. No voy a obligarte- explicó la mujer para tranquilizar a Ino-. Eres libre para marcharte cuando quieras. Pero antes déjame preguntarte algo- agregó la mujer tras una breve pausa.

-¿El qué? - preguntó Ino con curiosidad.

-¿Qué crees que te habría hecho ese hombre si yo no hubiese intervenido?-preguntó Mikono con mucha seriedad mirando a Ino a los ojos- Es más... ¿Cuánto tiempo crees que pasaras sola en la calle antes de que pase? ¿Cuánto tiempo crees que pasara antes de que tu misma lo ofrezcas a cambio de algo tan efímero, pero necesario, como es la comida?-agregó la mujer.

Las palabras de Mikono daban vueltas en la cabeza de Ino, era consciente de lo que la mujer estaba diciendo y de cuanta razón encerraban aquellas palabras. Lo había visto infinidad de veces: chicas sin hogar que eran violadas por algún borracho, chicas hambrientas ofreciendo su cuerpo a cambio de comida, chicas desesperadas siendo humilladas por alguien que se creía superior, por el simple echo de que le sobraba una moneda... ¿Cuánto tardaría ella en verse en alguna de aquellas situaciones? En realidad no había estado tan lejos. Recordaba con total claridad aquel día en el puerto de Akvo, y lo cerca que había estado de sucumbir a la desesperación. Aquel día la idea de engatusar a algún tripulante para subir a bordo de un navío no le parecía tan mala, probablemente con el tiempo lo hubiese hecho. Sin embargo ahora aquel día le parecía casi tan lejano como su antigua vida de Eriel, pero... ¿cuánto tardaría en volver a verse en una situación semejante?

“Cualquier cosa para sobrevivir”- se dijo a si misma.

A pesar de ser consciente de todo aquello, y de que aquella mujer le ofrecía era una opción para sobrevivir como cualquier otra, aún estaba reticente a aceptar tal ofrecimiento. Era consciente de que no tenía ni dinero, ni posesiones, ni habilidades que pudiera vender para ganarse la vida, su cuerpo era todo cuanto tenía. ¿Estaba realmente dispuesta a venderlo? ¿Estaba realmente dispuesta a convertirse en cortesana? No estaba tan segura. En aquel momento sentía que realmente había tocado fondo y que las cosas ya no podrían empeorar. Sin embargo sabía que si aceptaba el ofrecimiento de Mikono no habría vuelta atrás.

-¿Qué pasaría si rechazara su oferta?-Ino intuía que algo no encajaba. Mikono le había ofrecido una solución para sus problemas ¿pero con qué fin? Estaba claro que aquella mujer buscaba beneficios pero ¿que pasaría si ella se los negaba?

-Ya te dije que no pensaba obligarte a aceptar-repitió Mikono

-Sí, eso ya lo dijo... mas ¿que pasaría si yo no estuviera dispuesta a convertirme en cortesana?-insistió Ino, ahora estaba más segura que nunca de que allí había gato encerrado.- Usted misma me dijo que me ofrecía el trabajo a cambio de una comisión de mis beneficios. ¿Qué pasaría si dicha comisión no existiera?

Mikono miró a la chica con curiosidad y sonrió. Hizo una señal con la mano a Ino y las dos reanudaron la marcha y tras lo que pareció ser una eternidad contestó:

-Eres una chiquilla muy astuta. Es la segunda buena respuesta que me das desde que nos conocemos.

-Mas no habéis contestado a mi pregunta

-Cierto-confirmó Mikono-. Eres reticente a aceptar mi proposición, sin embargo aún no la has descartado. Si no me equivoco, y muy pocas veces lo hago, quieres sopesar todas tus alternativas antes de tomar una decisión y por eso creo que te mereces conocerlas. Es cierto que busco cierto beneficio y de una forma u otra lo tendré. Resulta que sé quien eres, Ino.

Ino se paró en seco al escuchar su propio nombre. Si Mikono conocía su nombre, es que también conocía la recompensa que ofrecía su padre para aquel que la llevara de vuelta Eriel.

-Entonces no tengo elección-sentenció la muchacha.

-Por supuesto que la tienes. Es por la elección que estas aquí. Conoces tus opciones, tuya es la elección.

-Acompañaros y convertirme en cortesana o volver a Eriel, no sé que elección es peor-dijo Ino, si aquellas eran sus posibilidades era como estar entre la espada y la pared.

-Debes comprender que no hay buenas y malas elecciones. Tan solo elecciones. Cada elección tiene su consecuencia. Causa y efecto querida-explicó Mikono-. Conoces tus posibilidades y las consecuencias que tendrás que afrontar. Ahora tan solo te queda elegir.

-Independientemente de la causa, el efecto siempre se repite: usted sale beneficiada. Si esas son mis opciones elijo ir con usted. Me marché por una razón y no estoy dispuesta a volver.

-En tal caso acompáñame.

Realizaron el resto del trayecto en silencio. Ino intentaba asumir las consecuencias de la elección que acababa de tomar, cuando Mikono anunció que ya habían llegado a su destino. Las dos se encontraban delante de la entrada de una mansión de piedra, por fuera no parecía gran cosa; para nada se parecía a lo que Ino esperaba. Ella esperaba encontrar una casa decorada con multitud de cortinas de colores vivos y alegres, con flores por todas partes y unas mujeres, con extravagantes vestidos, delante de la puerta intentando captar la atención de cualquiera que pasase por delante. Sin embargo aquella mansión parecía igual que las demás casas de la zona, salvo por la altura; tenía tres pisos mientras que las casas colindantes apenas tenían uno, dos la más alta. No había nada en exterior de la mansión que indicara que se trataba de un burdel, tan solo un pequeño cartel, con las palabras “Palacio de la lujuria” grabadas con letras elegantes y doradas. El pequeño cartel estaba situado a un lado de la puerta, que en aquel momento estaba abierta, pero aparte de eso la mansión parecía la de un noble de Eriel, no un lupanar.

-¡Ven!-animó Mikono- Quiero que conozcas a alguien.

Y así fue como Ino entró, por primera vez en sus diecinueve años de vida, en un burdel. Estaba iluminado por unas velas estratégicamente colocadas para que la iluminación fuera lo suficientemente tenue como para no poder reconocer a ninguna de las personas que se encontraban en aquel lugar, salvo que estuvieran demasiado cerca, pero con la intensidad suficiente como para ver por donde se pisaba. Había multitud de mesas, alguna de ellas ocupadas por mujeres, probablemente las meretrices del lugar. En la esquina más alejada de la entrada había un pequeño escenario, un poco más iluminado que el resto del local y de algún lugar de la sala se podía escuchar la suave melodía de un laúd, sin embargo el músico no resultaba visible. Aunque lo más le llamó la atención a Ino era la decoración de las paredes. Había multitud de pinturas de parejas sorprendidas en pleno acto carnal, pero lo que le llamaba la atención no era el erotismo de aquellas pinturas, sino que en todas ellas el miembro masculino siempre tenía una expresión de sufrimiento en el rostro.

Mikono condujo a Ino entre las mesas hasta llegar a una barra muy parecida a las que había en las tabernas, con la pared que había detrás decorado con docenas de botellas de diferentes colores. La dueña del aquel establecimiento hizo un gesto con la mano en dirección a las mujeres sentadas en las mesas y una de ellas se levantó y se acercó a ellas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, para que Ino pudiera verla con claridad, se dio cuenta de que no debía de ser mucho mayor que ella. La chica tenia el pelo muy largo y de un color caoba muy parecido al color de sus ojos, era alta, delgada y con una figura que Ino no pudo evitar envidiar. Decir que era guapa era quedarse muy corto, no había palabra que pudiera hacerle justicia a aquella mujer, y si la había Ino no la conocía. Sin embargo, a pesar de toda aquella belleza había algo en aquella chica que le daba cierto aura de peligrosidad, tal vez fuera la forma en la que estudiaba a Ino, o  quizás su porte y forma de moverse, o a lo mejor era su sonrisa, a medio camino entre una sonrisa cordial y burlona. La rubia no podía decidirse, pero sin duda había algo peligroso en aquella muchacha.

-Ino ella es Kiriko-presentó Mikono, cuando aquella chica estuvo junto a ellas- A partir de ahora estarás bajo su tutela. Puede ser un poquito difícil de tratar al principio, pero tiene un gran corazón y sin duda podrás aprender muchísimo de ella.

Tras decir aquello Mikono se marchó sin darle oportunidad a Ino de contestar, dejándola a solas con la recién llegada. Kiriko seguía escrutando a Ino cuando Mikono se hubo marchado. Había algo en aquella mirada que la hacía sentirse muy incomoda, se sentía desnuda ante la mirada de aquella chica y esa sensación se fue intensificando hasta tal punto que Ino se sonrojó. La sonrisa de Kiriko se amplió y ya quedaba claro que se trataba de una sonrisa burlona. La recién llegada se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria y sin dejar de andar habló por primera vez:

-Acompáñame gatita. -se limitó a decir, pero Ino no se movió del sitio.

-Mi nombre es Ino. -dijo la muchacha rubia molesta, intentando que su voz sonara lo más desafiante posible, y al parecer lo había logrado ya que Kiriko se volvió y la miró sorprendida.

-¡Vaya! Esta gatita araña -dijo más para si misma que para Ino, aunque la rubia no pasó por alto ese comentario y se molestó aún más- Esta bien. Acompáñame... gatita Ino.

Ino protestó de nuevo, pero en aquella ocasión Kiriko no contestó, se limitó a seguir caminando entre las mesas del lugar. Ino se sentía frustrada y molesta, cada vez se arrepentía más y más de haber acompañado a Mikono, pero no había marcha atrás, así que acompañó a aquella chica. Kiriko la condujo al siguiente piso de la mansión. Aquella planta era totalmente diferente a la que acababan de dejar atrás, no había casi decoración en las paredes y no era tan amplia, tan solo había un largo y solitario pasillo desde el que se acedia a una docena de habitaciones, todas ellas con las puertas cerradas. Kiriko guió a Ino hasta la tercera habitación a la izquierda. Gran parte de la habitación estaba ocupada por una gran cama con dosel, del que colgaban unos cortinajes color carmesí. El resto de la habitación estaba ocupado por un armario, un enorme espejo, una mesa sobre la que reposaba un cesto con frutas, una jarra de vino y dos vasos. Dos enormes ventanales dejaban entrar la luz del día e Ino tuvo que parpadear unas cuantas veces para acostumbrarse a la nueva iluminación.

-Estos serán tus aposentos- dijo Kiriko-. Aquí podrás encontrar todo cuanto necesitas, al final del pasillo hay un sitio donde podrás limpiarte y ropa limpia en el armario, dales uso. Volveré dentro de una hora y podremos empezar.

-¿Empezar el que?- preguntó Ino con temor, tenía miedo de que las siguientes palabras de Kiriko fueran “A trabajar”.

-Tu instrucción- la rubia suspiro aliviada y una vez superado el susto inicial se dio cuenta de que aquellas palabras no tenían sentido, al menos ninguno que ella entendiera.

-¿Instrucción? - preguntó, pero no obtuvo respuesta, tan solo una enigmática sonrisa.

Kiriko se marchó, dejando sola a Ino en aquella habitación. Todo aquello era lo más extraño que le había pasado a Ino en toda su vida, primero una mujer le ofrece convertirse en cortesana, y a pesar de que todo su ser le decía que no debía aceptar ella lo hizo, después la dejan con una chica, que Ino encontraba muy molesta, que decía que la iba a instruir. La rubia se  acerco a los ventanales, no era muy difícil escapar, de echo habría sido tan simple escaparse de aquel lugar que la joven sintió la tentación de hacerlo. Pero no lo hizo, sentía demasiada curiosidad por aquella “instrucción” de la que hablaba Kiriko, y más que nada sentía que le ocultaban algo y quería averiguar que era.

“Debo haberme vuelto loca” -se dijo a si misma.

Con aquel pensamiento en la cabeza se alejó de los ventanales y cogió una prenda al azar del armario y salió de la habitación. Tal y como Kiriko le había indicado, al final del pasillo había una habitación con una bañera de piedra llena de agua. La chica se despojó de su propios ropajes, se sumergió en el agua y dedicó un largo tiempo a limpiarse a conciencia. Cuando salió tenía la piel enrojecida de tanto frotar y se sentía ligera y cómoda sin la capa de suciedad que había acumulado a lo largo de los últimas semanas. Se vistió con el vestido de que había cogido del armario, en comparación con sus ropas de viaje, sucias y harapientas, aquel vestido era suave y muy agradable al tacto. Ya limpia, y agradecida por tener aquella sensación, salió de la estancia y volvió a los aposentos de antes.

Kiriko ya la estaba dentro. Cuando la vio Ino pudo ver la sorpresa reflejada en el rostro de la que iba a ser su “instructora”.

-¿Tanto te sorprende que la capa de suciedad no forme parte de mí?- preguntó Ino intentando burlarse de la muchacha que tenía en frente.

-Lo que me sorprende es que sigas aquí- contestó seria Kiriko-. Desde el primer momento en que cruzaste el umbral de la mansión tenías miedo, se notaba a la legua que no querías estar aquí.

-¿Entonces me dejaste sola para que escapara?-preguntó Ino sorprendida.

-No eres prisionera aquí-contestó la chica-. No tienes que escapar, puedes darte media vuelta y salir por la puerta en cualquier momento.

-Sí... eso dijo la otra mujer, Mikono- replicó Ino, aunque no sentía aquella libertad realmente.

-Pero no nos crees-no era una pregunta, sino una afirmación.

-Es esto o volver a Eriel, así que no... no os creo-confirmó Ino.

-Dime una cosa... ¿Por que una muchachita noble y mimada de Eriel se escapa de su casa para vivir una vida de mendigo y prefiere convertirse en cortesana antes que volver a la comodidad de su hogar?

-Porque la muchachita noble y mimada nunca se sintió así. Todo en la corte es superfluo y artificial, te enseñan como moverte, donde estar, que decir y a quien... la muchachita noble y mimada no quería eso. Ella quería ser libre de hablar con quien gustase, ir a donde ella decidiese... quería tener el control de su propria vida. Quería ver mundo, vivir aventuras, elegir sus propias compañias... asi que la muchachita noble y mimada se convirtió en lo que tienes ante ti: una mendiga, una... -Ino no pudo terminar la frase, no sabía que decir, se había convertido en una... ¿una qué?

-¿Una puta?- ayudó Kiriko.

-Iba a decir prostituta... pero sí, esa es la idea.

-Llámalo como quieras, el significado no cambia. Pero tú gatita no vas a convertirte en prostituta. Al menos no para nosotras.

-¿Qué quieres decir?- preguntó Ino extrañada.

-Actuamos como cortesanas, y empleamos sus métodos para sustentarnos, pero somos más que eso-explicó Kiriko-. Somos espías o asesinas, depende de para que nos contraten.

Aquella revelación dejo a Ino boquiabierta. Desde que las hubo conocido, Ino tenía la sospecha de que ni Mikono, ni Kiriko eran lo que decían ser, pero nunca habría imaginado que se fueran asesinas. Por un lado la rubia sintió temor ante aquellas palabras, temía dar un paso en falso y acabar muerta, pero por otro lado se sentía emoción, no por el echo de convertirse en espía o asesina, sino por el echo que aquella gente pensara que podría hacerlo. Siempre había pensado que su destino era convertirse en una dama preocupada única y exclusivamente de las apariencias, o que su destino era acabar muerta en algún camino, como había empezado a pensar después de abandonar Eriel. Pero ni siquiera en sus sueños más lejanos había sospechado que podría convertirse en espía.

-Ahora que conoces la verdad, una vez más debes elegir-dijo Kiriko muy seria-. Has venido hasta aquí pensando que te convertirías en cortesana, pero ahora conociendo toda la verdad debes volver a hacer una elección. En esta ocasión sera la definitiva, no habrá vuelta atrás.

Ino no respondió enseguida. Se tomó su tiempo para pensar. Al final llego a la conclusión de que aquello no era lo que ella buscaba cuando abandonó Eriel, pero se acercaba bastante. Tampoco es que pudiera aspirar a nada mejor, así que aceptó.

Tal y como prometió, Kiriko empezó con la instrucción aquella misma tarde. No se trataba de un entrenamiento de combate, el arte que Kiriko estaba enseñándole a Ino era más sutil, aunque a la rubia no le era del todo ajeno. Empezaron hablando de modales, formas en la que había que comportarse delante de nobles o personas importantes, aunque a Ino le habían enseñado esa clase de cosas desde que tenía uso de razón así que avanzaron muy rápido, cosa que Kiriko agradeció. El resto de la tarde Ino fue sometida a un interrogatorio sobre las cosas que había aprendido en Eriel y que le podrían ser útiles. Kiriko estaba complacida con los conocimientos de Ino que aparte de modales y saber comportarse entre la gente noble, también sabía leer, escribir y hacer cálculos, conocía la historia y geografía de Tessel, conocía las distintas escalas nobiliarias de los países más grandes, también tenia conocimientos sobre las religiones y tenía muchos conocimientos sobre plantas, sobretodo sobre las flores. Kiriko le aseguró a Ino que todos aquellos conocimientos agilizarían mucho las cosas, aunque la rubia no comprendía como. Kiriko se marchó y dejó a Ino descansar el resto de la tarde, no sin antes decirle que al día siguiente comenzaría el verdadero entrenamiento.

A la mañana siguiente Kiriko se presento en los aposentos de Ino a la hora del desayuno y las dos comieron juntas sin decirse nada. Después del desayuno Kiriko le habló sobre las cortesanas. Le explicó que no siempre la gente se acudia a ellas para satisfacer sus más bajos instintos, había veces en las que los hombres contrataban sus servicios para acompañarlos a alguna fiesta o para presumir delante de otras personas. Le explicó la importancia de aprovechar esos momentos para escuchar todas las conversaciones que se producen a su alrededor e intentar captar la mayor cantidad de información posible.

Y así es como Ino comenzó su entrenamiento. Kiriko le había establecido una rutina diaria, todos los días al despertar Ino desayunaba con Kiriko y mantenían conversaciones cordiales sobre cualquier cosa, como si Kiriko fuera una noble a la que había que tener contenta. Después salían al jardín donde Ino aprendía un uso más practico de las plantas: elaboración de venenos, antídotos y cataplasmas curativos. Estudiaba las plantas hasta la hora de comer, a esa hora Ino iba al salón principal donde comía con una persona distinta todos los días, aunque en esa ocasión no se trataba de mantener conversaciones agradables sino conseguir la mayor cantidad de información sobre su acompañante y de las personas que había en las mesas de alrededor. Después de comer Kiriko pasaba dos horas haciéndole preguntas sobre que es lo que había descubierto. Acto seguido Ino aprendía a manejar armas, sobretodo las dagas, armas pequeñas y fáciles de ocultar que en manos de la persona adecuada podrían resultar letales. Kiriko le enseñaba a ocultar el arma y a empuñarlo de forma correcta, le enseñaba donde tenia que atacar para que el golpe resultara mortal. Ino encontraba aquello especialmente difícil, ya que ella nunca había empuñado un arma, pero poco a poco se fue acostumbrando. Al terminar con las armas Kiriko empezaba a hablar, sin ningún tipo de pudor y siendo muy gráfica en algunas ocasiones, sobre el arte de dar placer a un hombre. Durante aquellas charlas Ino se sonrojaba muchísimo y evitaba mirar a los ojos a Kiriko, para que esta no se diera cuenta de lo incomoda que se sentía teniendo esa clase de conversaciones.

De vez en cuando Kiriko añadía alguna complicación extra a las cosas que Ino más dominaba, como por ejemplo buscar información concreta a la hora de la comida que Ino debía descubrir o elaborar algún antídoto para sin saber cual era el veneno, solo los síntomas que se presentaban. Lo que peor llevaba eran las charlas sobre la seducción y dar placer, para lo cual Kiriko había decidido emplear un método mas drástico. Todas las mañanas Kiriko llegaba a los aposentos de Ino cuando la rubia aun estaba dormida para despertarla con un pasional beso en los labios y durante todo el resto del día hacia insinuaciones subidas de tono para distraer a Ino de sus tareas, y casi siempre lo conseguía. Kiriko le decía que hacía aquello para que perdiera la vergüenza y la timidez, y con el tiempo resultó ser una táctica muy efectiva, ya que le resultaba cada vez más dificil distraerla o hacerla sonrojar. Para estar segura de que Ino perdía completamente la timidez, Kiriko retó a las demás cortesanas a intentar hacer pasar vergüenza a Ino. Durante una temporada Ino se pasaba todo el día con las mejillas enrojecidas y aguantando las risitas de las demás cortesanas. Con el tiempo se fue acostumbrando también a aquello, pero Kiriko no tenía pensado dejarla todavía, sino que había añadido una tarea más a la agenda de Ino. Ahora era la rubia la que debía hacer pasar vergüenza a las otras cortesanas, cosa que tardó meses en poner en practica.

El tiempo fue pasando e Ino se fue acostumbrando a sus tareas e intentaba hacerlo lo mejor posible. Con el tiempo fue conociendo a las demás cortesanas, que venían de todos los rincones de Tessel y todas ellas tenían historias fascinantes que contar, que Ino escuchaba encantada. Ella y Kiriko pasaban todo el día juntas, a veces incluso demasiado juntas para el gusto de Ino, y como era normal no tardaron en hacerse muy buenas amigas. De echo Ino consideraba a Kiriko, a pesar de que en ocasiones la consideraba realmente insoportable, la mejor amiga que había tenido jamás. A pesar de todo el trabajo y lecciones que tenia a lo largo del día Ino se encontraba a gusto viviendo en aquel burdel, cosa que al principio no creía posible.

El primer año de Ino en el burdel pasó casi sin darse cuenta y la rubia estaba completamente irreconocible. Había recuperado algo del peso que había perdido durante los dos años que había vivido en las calles de Asteriom, sus ojos azules brillaban como nunca lo habían hecho, su pelo parecía un rayo de sol y casi siempre sonreía. Ino estaba feliz, tan feliz que por un momento casi había olvidado cual era su trabajo en aquel lugar, y cuando Mikono la llamó para darle su primer encargo, recibió la noticia un balde de agua fría.

No había vuelto a ver a Mikono desde que la dejo con Kiriko, hace un año, pero la mujer no había cambiado en absoluto. Vestía el mismo vestido corto, de color blanco inmaculado y muy escotado, con un pañuelo azul atado a la cintura que llevaba el día que la conoció, y su pelo era del mismo color que las alas de un cuervo y cuando alzó sus ojos verdes, cual esmeraldas, Ino pensó que no había secreto en el mundo que ella no conociese.

-Tengo trabajo para ti Ino- las palabras de la mujer hicieron que a Ino se le cayera el mundo a los pies.

-¿Tan pronto?- preguntó la rubia con la esperanza de aplazar lo inevitable, pero sabía que no era posible.

-Ya ha pasado un año desde que estas aquí- contestó la mujer-. Has aprendido mucho con la ayuda de Kiriko y creo que ya estas preparada.

-Esta bien- aceptó Ino no muy segura, sabía que después de aquello ya no habría más lecciones y tendría que trabajar igual que las demás.

-Debes viajar hasta la lejana isla de Middir, a una ciudad llamada Sharkey, alli deberas localizar a un hombre llamado Kiba y matarlo. No te será muy complicado encontrarle, es el Rey de Sharkey.

-¿Un Rey?-preguntó Ino sorprendida- No será fácil llegar hasta él, como mucho podría llegar a estar en la misma sala pero no creo que pueda acercarme tanto como para matarlo. Y aunque lo consiga, el regicidio conlleva la pena de muerte. -agregó la muchacha, no creía que fuera capaz de hacer algo así.

-Si las circunstancias fueran otras tal vez habría optado por una persona con más experiencia, pero pronto se celebrara una festividad en honor a la muerte del anterior Rey, el padre de Kiba. Ese será el momento de atacar. -explicó Mikono, y con aquellas palabras el destino de Ino quedó sellado, iba a matar a un Rey o morir en el intento.

Ino se limitó a asentir con la cabeza y salir de la habitación intentando contener las ganas de gritar.

El país de Middir era una isla basta que se ubicaba occidente de Tessel. Con escasamente dos masas montañosas; Sharkey su capital, se encontraba al norte de la misma. Allí era resguardada por una de sus cordilleras y por el mar a la vanguardia. La ciudad era un laberinto de angostos pasajes y pisos adoquinados. Sus edificios de piedra de un ocre casi amarillo, resplandecía con el fuerte sol que saturaba casi todo el día a Sharkey. En la médula de la metrópoli, una enorme plazoleta daba lugar a una cantidad formidable de puestos, las pobres columnas de madera sostenían los techos de tela y todos estaban rebosantes de mercadería, traída desde todas partes del mundo conocido. Por esto, las calles siempre estaban abarrotadas de gente. A sus alrededores se miraban edificios enormes y torres, todos con amplios ventanales. Banderillas de colores fijadas en las terrazas, se movían escasamente por el viento. Más lejana, la copula de la iglesia de un rojo granate, resaltaba sobre el ocre y junto a ella un reloj de colosales dimensiones, marcaba un poco más del medio día. El castillo de Sharkey, era una formidable fortaleza con murallas y torres redondeadas, construidas para absorber mejor los impactos de un ataque enemigo, se levantaban al aire por más de diez metros. Poseía en su interior cuatro torres cilíndricas, tres de ellas más pequeña que la principal en donde residía el Rey. Todas eran coronadas con techos cónicos de metal pintado de rojo, en sus cumbres el signo de un lobo de bronce brillaba, signo de poder que reclamaba el Rey como propio. Poseía otra torre vigía que daba vista al Mar de Okami.
Sharkey era una ciudad muy bien estructurada. Además, el causante de todo esto era Roy Inuzuka, este siempre estaba dispuesto a negociar y dialogar con quien quisiera hacer tratos, tanto sea de compra, venta o trueque. Anteponía la diplomacia ante todo, pero si algo no le gustaba a falta de moral o ética, no había forma de hacer que aceptara esos tipos de negocios.

Un joven de pelo castaño bastante revuelto, se encontraba por las calles ubicadas en los alrededores del castillo de dicha ciudad, caminando sin rumbo fijo. Serio, como era costumbre en él, tenía apariencia de soberbia, cosa que quería aparentar para imponer respeto, aunque los que lo conocían sabían que no era así. Era algo terco y enojón, pero no una mala persona. Una brisa agradable golpeaba su rostro y despeinaban un poco más los cabellos del joven de tan solo veinte años. Se podía observar como los ciudadanos hacían sus quehaceres en sus hogares, la estructura de las casas eran de piedra. Se sufría bastante el calor allí, pero ya estaban acostumbrados. Además que no usaban ropas abrigadas, siempre andaban ligeros de ropa, menos los escuderos y caballeros.

Kiba, siempre pensaba en su futuro como rey al ser hijo único, pero no sabía que podría hacer cuando lo fuese, no le gustaba la forma de gobernar de su padre. Pero tampoco quería ser un rey odiado por todos a causa de su rigidez. Aun no tenía la convicción para tomar ese tipo de decisiones, pero todavía tenía mucho tiempo para que su padre quisiera heredarle el trono. Además a Kiba no le gustaba la idea de que su padre muriera, aunque sabía que tenía que suceder algo que lo marcara para terminar de tomar una decisión de cómo podría gobernar, aun tenia camino por recorrer para ser rey así que prefería dejar que las cosas pasaran y siguió caminando tranquilamente, ya que solo buscaba distenderse un poco de sus obligaciones como príncipe de Sharkey. Aunque nunca podía disfrutar mucho de esos ratos libres.

Siempre era interrumpido por algún escudero de su padre, comunicándole que el Rey requería su presencia. Ya sea para algún encargo, papeleo y hasta para envíos. Su padre trataba a Kiba como uno más, nadie era más que nadie en su reinado. Y eso se lo quería inculcar a su hijo, para que siguiera con su legado.

El joven fijo su rumbo hacia el castillo donde estaba su padre, mientras seguía apreciando la ciudad bajo el radiante sol, a pesar de su frustración al ser interrumpido una vez más. Las calles asfaltadas, para que  los carruajes circularan por la ciudad, su esplendorosa ciudad. Él siempre se sintió orgulloso por ser parte de esa comunidad. A pesar de que era de enojarse rápido, siempre trataba de ser amable con los ciudadanos,  escuderos y todo habitante del lugar. Al pasar un par de minutos llegó a las puertas del castillo real. Últimamente no le gustaba hablar con su padre, puesto que siempre terminaban hablando de lo mismo y Kiba se iba enojado, pero debía hacerlo. Así que no tuvo más remedio que entrar en el Castillo Real.

Kiba fue hacia los aposentos de su padre, para que le dijera que era lo que tenía que hacer esta vez. Siempre trataba de mostrarse relajado, porque nunca le daba algo muy complicado que hacer, cosa que lo fastidiaba, a fin de cuentas era el hijo del Rey. No entendía la filosofía de su padre, sin embargo las tenía que aceptar quisiera o no.

Ya se encontraba a pocos pasos de las puertas que lo separaban de su padre, allí era donde antes de tocar daba un suspiro, para no exasperarse de lo que le pidiera su padre. Este siempre le daba tareas simples, ya que Kiba todavía no entendía la filosofía de su padre.

Decidió dejar de pensar en esas cosas y pidió permiso para entrar a la habitación, el cual fue dado por su padre y procedió a entrar allí, a paso lento, acercándose cada vez más a su padre. Quien estaba de pie al lado de la mesa, tomando un poco de vino, cosa poco común en él, puesto que siempre estaba sentado seriamente, para dar sus órdenes o instrucciones.

-¿Me necesitabas para algo padre?- Pregunto Kiba parándose al lado de su padre, aun algo extrañado.

-Hazme compañía, hijo mío- Respondió  sirviéndole vino en una copa, y acercándosela mientras daba un sorbo dela suya.  Kiba la recibió, mientras su curiosidad aumentaba por saber que surcaba por los pensamientos de su padre.  

-¿Acaso ya has conseguido la paz mundial que me recibes así?- Pregunto Kiba sarcástico, mientras comenzaba a beber de su copa de vino, dibujando una media sonrisa en su rostro. Provocando una sonrisa en el rostro de su padre.

-Siempre tan sarcástico tu ¿No?- Respondió el Rey divertido por el comentario de Kiba- ¿Acaso no puedo disfrutar de una copa del mejor vino de la casa con mi hijo?- Pregunto mirando por el ventanal que había en la habitación, apreciando la ciudad como tanto le gustaba.

-¿Qué es lo que necesitas esta vez padre?- Pregunto Kiba queriendo ir al grano del asunto.

-Sabes que luego de mí, el rey serás tú ¿No?-  Pregunto el Rey a pesar de saber la respuesta de Kiba.

-Si padre, lo sé- Respondió algo irritado al darse cuenta sobre lo que venía la charla- Y no pienso escuchar tu discurso acerca de la diplomacia y todos tus ideales- Continuó enfadándose- Así que si no tienes nada más que decirme,  me voy- Concluyó dirigiéndose a la puerta por la cual había entrado a la habitación.

-Sí, tengo una tarea de exploración para ti. Debes rastrear a unos ciudadanos por intento de violación- Dijo el Rey algo decepcionado por la respuesta de su hijo- Tráelos frente a mí para que los juzgue por sus actos… no los mates- Culminó viendo como Kiba cruzaba el umbral de la habitación y a la vez entraba uno de sus leales caballeros a la sala, con una notoria agitación, lo cual significaba que algo importante tendría que notificarle.

Kiba se dirigió hacia sus aposentos, caminando por el interior del castillo, sin apreciar los cuadros o las esculturas que había en los pasillos como solía hacer. Por su notoria molestia, fue ciegamente a su habitación para prepararse y luego salir a  buscar a esos criminales, necesitaba descargarse. Siempre necesitaba hacerlo luego de una charla con su padre, siempre terminaban hablando de lo mismo y eso irritaba a Kiba. Al llegar a su habitación, lo primero que hizo fue saludar a su fiel amigo Akamaru, este era un pequeño lobo huargo de pelaje blanco, que aún era un cachorro y le quedaba mucho por crecer. Pero para las expediciones y cosas así que le ordenaba su padre a Kiba, siempre lo acompañaba para hacerle compañía.

-Akamaru, es hora de ir a buscar a unos criminales- Dijo Kiba poniéndose en cuclillas para acariciar la cabeza peluda de su compañero, obteniendo un aullido a modo de respuesta afirmativa.

Con eso le basto a Kiba para salir por la puerta de donde entro, pero esta vez acompañado de Akamaru a su lado, cada vez estaba más ansioso por descargarse con quienes debía capturar. Salieron del castillo caminando ambos por la ciudad, saludando a algunos aldeanos por el camino, hasta perderse en las praderas del bosque Sharkey, bautizado así por la cercanía que tenía con la ciudad de ese mismo nombre. Este tenía una vegetación abundante con una flora y fauna envidiable, allí también podían cazar algunas liebres y otros tipos de animales para alimentarse o comerciar con otros, como también había frutas o bayas para hacer medicamentos, diferentes tipos de pócimas y brebajes.

Al pasar un par de horas, se veía como una sombra bastante abultada se acercaba a la ciudad de Sharkey. Era Kiba, quien traía consigo a los violadores atados de los pies con una soga y el jalando de ella. Se notaba que habían recibido una verdadera paliza por parte del Inuzuka, sus rostros estaban casi desfigurados de los golpes y tenían algunos cortes de espada. Pero nada mortal ni grave. En unos días podrían estar en condiciones para ser condenados por el Rey.

-Vaya, eso estuvo bien ¿No crees Akamaru?- Dijo el castaño riendo con su fiel amigo, ya más distendido. Pero comenzó a oír aplausos y aclamaciones hacia alguien, pensó que estaban despidiendo a su padre o algo así. Pero no… eran para él, por atrapar a los violadores. Eso sorprendió bastante a Kiba, no se esperaba ese recibimiento, pero siempre quiso ser recibido así alguna vez. La gente de la ciudad estaba reconociendo por fin al hijo del Rey, al que siempre cumplía exitosamente sus misiones… Se lo merecía.

Él continúo en su mundo de fantasía e inflo su pecho lleno de orgullo por el recibimiento de su gente, entró a la ciudad y mientras recorría las calles agradecía a todos por la acogida, hasta llegar a donde siempre se encontraba su padre, el castillo, para así entregar a los malhechores. Al llegar se encontró con Suyito, uno de los escuderos más leales del Rey.

-Aquí están los criminales para que sean juzgados por mi padre- Dijo Kiba con orgullo- Llama a mi padre, por favor- Pidió a Suyito.

-No creo que eso sea posible Príncipe Kiba- Dijo Suyito algo nervioso, sabiendo que recibiría un gran reproche por parte de Kiba.

-¿Y eso? ¿Ha salido?- Pregunto Kiba confundido.

-Lo que pasa es que gente de Arzel vino a por él hace unos minutos para charlar sobre algunos asuntos diplomáticos- Respondió Suyito, cada vez más nervioso.

-¿Y que haces aquí? ¿No eres su fiel escudero?- Pregunto Kiba a modo de gracia, suponiendo que había ido con otros escuderos.

-Bueno… es que él fue sin escuderos- Respondió nuevamente tragando saliva al ver el rostro de Kiba al oír esas palabras.

-¡¿Cómo que fue solo?! ¡¿Están locos, c+pmo van a dejarlo irse sin escuderos?!- Replico Kiba fuera de sí, soltando las sogas que sujetaba y corriendo a la salida de la ciudad, tomando camino a Arzel, para apoyar a su padre. Pero apenas unos 4 kilómetros del lugar, encontró un cuerpo tirado en el suelo- ¡No, no, no, no!- Gritaba Kiba temiéndose lo peor, aumentó la velocidad de sus pasos aún más que antes, pero al legar allí pudo distinguir que el cuerpo postrado en el suelo era el de su padre, con el pasto teñido de rojo a causa de la sangre perdida por Roy. También pudo ver que dos soldados, al parecer de Arzel, también estaban en el suelo con sangre en sus cuerpos sin vida.

Kiba llegó al lado de su padre, y comenzó a sacudirlo para que despertase, pero no había remedio. Su vida había llegado a su fin. Solo pudo apoyar su rostro en el pecho de su padre, a pesar de que era donde había sufrido una de sus heridas, y comenzó a mezclar la sangre con sus lágrimas. Al pasar unos minutos, lo tomó en brazos. Sus lágrimas no dejaron de salir de sus ojos, estaba dolido, como nunca antes en su corta vida. Sentía odio y rencor hacia los que le habían hecho eso a su querido padre. Tal vez no tenían la mejor relación, pero era su padre y él lo amaba igual. Caminó con su padre en brazos, ya con su peso muerto, pidiéndole perdón por haberlo dejado solo y por haber hecho que todas sus charlas terminasen en discusiones y berrinches suyos. Así, todo el camino a paso lento, pasando cruzando el bosque, esquivando algunos árboles y hasta atravesando algunos arbustos. Él también pensaba en que debería hacer ahora mismo, él sería el nuevo rey, no podía dudar ni un segundo en frente de su gente. Esto fue lo que consiguió marcarlo y conseguir tomar una decisión acerca de qué tipo de rey quería ser para mandar en Sharkey.

Finalmente llegó a la puerta de la ciudad, donde estaban casi todos los ciudadanos esperando la vuelta de ambos, pero al ver a Kiba trayendo a su padre en brazos, no pudieron evitar conmocionarse y hasta llorar de tristeza por lo que veían. El Rey era muy querido por sus habitantes. Pero también veían que Kiba estaba serio, derramando lágrimas de sus ojos, pero con la vista al frente y con una mirada llena de convicción en él.

Kiba siguió caminando por entre la multitud, al cual se corría para cederle el paso y los que estaban más cerca observaban a su difunto Rey. Así se adentró a la ciudad, a paso firme justo sin cambiar su expresión, la gente lo seguía detrás sin saber bien porque. Apenas llegó a la puerta del castillo seguido de todos los ciudadanos que estaba allí presentes, dio media vuelta para quedar cara a cara con los habitantes, bajo el cuerpo de su padre al suelo y comenzó a hablar.

-Querido pueblo… ¡De ahora en adelante las cosas serán distintas!- Exclamó Kiba dejando a todos con expectativa- No se burlaran, ni se aprovecharan más de nosotros, nos valdremos por nuestra propia cuenta para todo lo que necesitemos- Continuó gritando a modo de líder, comenzando a entusiasmar a todos los presentes- No más comercio con los demás países o ciudades. No más tratados políticos o sociales. No más flexibilidad con los que deben ser castigados. De ahora en adelante me aseguraré que los intereses de Sharkey sea lo primero para todos y ante todos. Se los juro en memoria de mi padre y… ¡Como su nuevo Rey!- Culminó aun con sus lágrimas en su rostro, pero convencido de lo que decía, y desenvainando su espada para elevarla al cielo, mientras recibía el apoyo de toda la muchedumbre entre gritos y alabanzas.

Una nueva era en Sharkey había comenzado…  al igual que un nuevo reinado.

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Habían pasado unos cuantos años de la fecha de la muerte del Rey Roy. Kiba ya tenía unos treinta años de edad y siempre siguió al pie de la letra las palabras que dijo aquel día con el cuerpo de su padre a sus pies. Sharkey no comerciaba con nadie, ni hacia tratados, ni se reunía a juntas, ni nada por el estilo. Todo lo que tenían o necesitaban era proveniente de ellos mismos y de nadie más. Los ciudadanos respetaban en demasía a Kiba, apoyaban a su Rey ciegamente. Ellos esperaban que Kiba declarara una guerra con Arzel, pero fue inteligente y no lo hizo esperando a poder armarse bien y consolidarse para no tener ningún fallo en su intento de venganza.

Era un día festivo en Sharkey, ya que era el aniversario de la muerte del Rey Roy, y se celebraba en su memoria. Todos lo recordaban de esa manera, siempre alegre como él hubiese querido.

Kiba estaba recorriendo la ciudad saludando a los ciudadanos y agradeciendo que sigan recordando así a su difunto padre. Él era de un temperamento fuerte,  y se enojaba fácil, pero siempre era amable con su gente y trataba de no sacarse de sus casillas rápidamente. Estaba montado sobre Akamaru, quien ya era de un tamaño considerable. Era de temer, pero no haría nada malo a nadie, a menos que le hicieran algo a Kiba o él se lo ordenara.

Pasaron las horas, donde Kiba mandó a descansar a Akamaru y siguió su recorrido a pie. Los súbditos  y el mismo Kiba, disfrutaron mucho la fiesta y así fue como transcurrió el día en la ciudad de Sharkey. La noche cayó y Kiba se encontraba sentado en su habitación sentado en su cama, bebiendo del mejor vino de la ciudad. Ahogando sus penas al recordar el día fatídico de la muerte de su padre, cada noche de esa fecha +el hacía esto, en secreto para no mostrarse débil frente a su pueblo ni sus pares. Siempre se maldecía el no haber podido hacer algo más por su padre. Y también lo maldecía a su padre, por haber sido tan flexible con todos y querer llevar todo a base de diplomacia y buenos términos, pero ya no era tiempo de remordimientos, ni reproches. Al fin y al cabo, su padre ya no estaba con él desde hacía diez años exactamente.

Kiba siguió tomando y tomando, como siempre lo hacía en esa fecha, pero recibió una visita inesperada, al escuchar como tocaban la puerta de sus dominios. Decidió levantarse a abrir algo molesto porque lo interrumpieran.

Al abrir la gran puerta de madera que lo separaba del resto del mundo, notó que había un guardia del castillo junto con una mujer esbelta de rubios cabellos, con una tez blanquecina que adornaba su sedosa piel bien cuidada. Además de unos azules que atraparían a cualquier mortal en sus redes. Era una mirada inocente pero imponente. Kiba no sabía porque, pero esa mujer tenía algo distinto a otras, pero el alcohol no le dejaba percatarse de que era eso. La joven traía una blusa violeta bastante escotada y una falda corta, algo provocadora.
-¿Qué pasa? ¿Quién es ella?- Pregunto Kiba a la defensiva y bastante grosero.
-Su Alteza, esta señorita insistió en querer ofrecerle sus condolencias y fuerzas por el aniversario de la muerte del Rey Roy.
-¿Cómo te llamas y porque estas tan interesada en esto?- Volvió a preguntar sin cambiar su tono, intimidando un poco a la joven.
-Mi nombre es Oni, Su Alteza- Respondió la rubia haciéndole una reverencia. Kiba no sabía porque, pero la muchacha no tenía aspecto de ser una amenaza. Además que también se sentía atraído carnalmente hacia la chica.
-Está bien, pasa a tomar unas copas conmigo- Dijo Kiba invitándola a entrar haciéndose a un lado e indicándole al guardia que ya podía retirarse. Kiba cerró puerta y le indicó a Oni que se sentara en el asiento que se encontraba al fondo de la habitación, donde él se encontraba el tomando hasta hace rato. El agarró una copa más y se la acercó a la mano de su invitada para luego servirle del vino que estaba tomando hasta hace rato. Así estuvieron tomando y charlando acerca del reinado de Kiba, de su padre. Ella le ofreció algunas condolencias y también hablaron de otros temas referentes a Sharkey.
Quizá fuera el vino le que nublaba su juicio, o quizás la pena que sentía al recordar aquel lejano día en el que su padre había sido asesinado y él mismo se había convertido en Rey. O tal vez una mezcla de ambas cosas. Pero la presencia de aquella joven muchacha despertaba los más bajos instintos de Kiba. Observaba los labios de aquella joven, tiernos y de un color carmesí tan intenso como el vino que estaba tomando, y sin poder evitarlo se inclinó sobre su asiento y los aprisionó entre los suyos.

Con una mano rodeo la pequeña cintura de la muchacha para atraerlo aún más hacia él. Al principio la chica se resistía, no correspondía al beso y con una mano intentaba alejar al Rey empujándolo por el pecho, pero Kiba no se daba por vencido. Finalmente la chica dejó de resistirse y abrió un poco la boca y las lenguas de ambos se enzarzaron en una desesperada lucha por conquistar la boca del otro.

El Rey Kiba acariciaba el cuerpo de la joven con creciente ansiedad. Ya no podía pensar con claridad, y lo único que ocupaba su mente en aquel momento era la barrera que suponía la vestimenta de la chica. Sin liberar los labios de la chica fue despojándola de sus ropas dejándolas caer por su sedosa piel mostrando su cuerpo perfecto a la vista del Rey. Ella se sentía algo incomoda, pero trataba de no evidenciarlo para cumplir su misión. La chica, ya fuera por vergüenza o timidez, no hizo lo mismo con el Rey. Una vez removido los obstáculos que suponían las prendas de la chica, el Rey se despojó el mismo de sus propios ropajes.

Sin dejar de besar a la muchacha, cada vez con más pasión y ansiedad, la fue acostando en la gran cama que ocupaba una parte de la estancia. Cuando la chica quedó tendida boca arriba sobre el mullido colchón y aprisionada por el cuerpo del monarca, el Rey libero sus labios para besar cada centímetro del cuerpo de la muchacha. Ella no se movió ni emitió sonido alguno mientras el monarca besaba y acariciaba todo su cuerpo; ella miraba fijamente al techo de la habitación dispuesta a dejar que el Rey hiciera todo el trabajo.

Kiba separo ligeramente las piernas se la chica y se dispuso a poseer a la joven, pero cuando lo hizo un nuevo obstáculo se interpuso en él y su objetivo. El Rey completamente fuera de sí, dio un brutal empujón con las caderas rompiendo aquella barrera y la chica ahogó un grito. Un fino rastro de sangre, mancho de rojo las blancas sabanas. El Rey se movía cada vez más rápido completamente ciego por la lujuria que enturbiaba su juicio, hasta que finalmente liberó su semilla en el interior de la joven.

Al tumbarse al lado de la chica, vio el rostro de ella surcado por las lágrimas y con la mirada perdida. El vino y la lujuria impedían a Kiba darse cuenta del porqué de las lágrimas de la muchacha, ni tan siquiera se había dado cuenta de que aquella había sido la primera vez de la joven y que él había sido más brusco de lo que realmente hubiese pretendido. Durante un segund,o considero que las lágrimas de la chica se debían al hecho de que quizás estuviera casada, pero si tal era el caso, ella no parecía haber opuesto resistencia alguna. Fuera cual fuera la razón del llanto de la chica, a Kiba en aquel momento le importaba muy poco, él era el Rey, su palabra era la ley y aquella chica debería sentirse afortunada de haber tenido el honor de compartir su lecho.

Y con ese pensamiento en la cabeza, el Rey se dejó seducir por el cansancio y la embriagues en su sangre. Cerró los ojos hasta quedar profundamente dormido.

Oni a los minutos salió de su trance por haber perdido su virginidad de tal manera, y observó que el Rey estaba en un profundo sueño. Era momento de cumplir su cometido, o mejor dicho cumplir con lo ordenado.
Lo primero que atino a hacer fue a agarrar sus prendas que estaban desparramadas al lado de la cama, para así vestirse y a la vez empuñar la daga que traía escondida en sus ropas, de lo cual Kiba no pudo percatarse al sacarle las prendas por su estado de embriaguez.

Ella se montó sobre Kiba y empuño también con su otra mano la daga, subió ambos brazos para tomar impulso y clavársela en el pecho para terminar de una vez con todo esto y poder irse de allí lo más rápido posible. Pero cuando impulso sus brazos para abajo y por ende la daga, escuchó un gruñido y sintió como un cuerpo impactaba con el suyo y la hacía caer al suelo. Al percatarse de que o quien había provocado su caída, se encontró con un lobo blanco de gran tamaño amenazándola con no dejarla viva. No se esperaba que tuviera un lobo así en la habitación, no le quedaba otra alternativa más que escapar de allí. Pero Akamaru volvió a atacarla. Por suerte Oni era ágil, logró levantarse y esquivar al animal. Debía escapar, así que cuando lo esquivó consiguió clavarle la daga en uno de los costados de la bestia, obteniendo como respuesta un gruñido de dolor por parte de Akamaru. El sonido de su compañero sufriendo consiguió despertar a Kiba estrepitosamente.

Al conseguir atinar su visión y girar su cabeza en dirección a donde estaban la rubia y Akamaru, su preocupación se transmutó en ira, al ver que la situación desfavorecía notoriamente a Oni. Pero esta no se quedó allí, sino que al ver como estaba resultando todo, decidió escapar por la puerta de la habitación para salvar su vida.
-¡Akamaru!- Gritó Kiba preocupado por su compañero -¡Eres una hija de puta!- Insultó, dejando escapar a la joven. Fijando su atención únicamente en la herida de Akamaru. No era profunda, pero si se extendía por todo lo largo de la zona de sus costillas. Pero estaba aliviado de que no sea nada mortal, así que llamo a unos guardias, para que se encarguen de Akamaru y llamen a alguien que viera sus heridas.

Apenas dejo a Akamaru en manos de otros, salió corriendo de la habitación con la mente ciega en encontrar a esa mujer que había querido atentar con su vida. Si no hubiese sido por Akamaru, estaría herido seriamente o peor aún, muerto. Pero más rabia le dio ver, que había herido a su compañero y amigo.

Mientras corría a tumbos, ya que no lograba coordinar bien sus movimientos debido al alcohol aun presente en su sangre. Salió de castillo y corrió por la ciudad. Cada habitante con el que se cruzaba a esa hora de la noche por las calles, le preguntaba si había visto a Oni, dándole una descripción de cómo era ella. Algunos la habían visto y siempre tenía que meterse por callejones y escabullirse por distintos lugares, dado que la habían visto ir por esos lugares, hasta que terminó llegando cerca de la entrada principal.

Kiba estaba frustrado y en parte avergonzado, de que se le escapara así la rubia. Pero al mirar detenidamente a la entrada principal, vio como la rubia caminaba en dirección a esa salida. Tranquilamente, para no despertar sospechas.
-¡Ya te encontré maldita!- Maldijo Kiba comenzando a correr en dirección a Oni, quien comenzó a correr con todas sus fuerzas al oír los gritos del Rey en su contra. Pero al cruzar la salida, vio como los arqueros que custodiaban la ciudad salían de las torres que estaban sobre las murallas de la susodicha. Comenzaron a  preparar sus arcos para atacar a la rubia, quien no dejaba de correr al notar eso, pero ahora lo hacía en zigzag para complicar la puntería de las flechas.
Hasta el momento estaba funcionando su idea, los arqueros no habían acertado ni un solo tiro, culpando a la noche como un obstáculo para su pobre visión. Había fijado su rumbo hacia el bosque Sharkey, donde tendría oportunidad de ocultarse y así perderlos para poder, finalmente escapar de todos los problemas en que se hallaba. Pero en ese momento detrás de uno delos arqueros se encontraba Kiba, quien había subido hasta allí al ver como los arqueros fallaban, una y otra vez, provocando que se enfurezca aún más.
-¡Eres un inútil!- Dijo Kiba enojado - ¡Dame eso!- Arrancándole el arco y una flecha al arquero, y comenzó a apuntar a Oni con ello. Cuando consiguió afinar la puntería, lo más que pudo, por el alcohol y la oscuridad que complicaban su cometido de darle en el pecho para acabar su vida, así que soltó con su mano derecha la flecha dejándola surcar por el cielo hasta que se incrusto en la pierna derecha de la rubia, la cual grito tan fuerte que hasta Kiba logro oírla, pero no se detuvo. Comenzó a renguear mientras escapaba del lugar, pero sintió un nuevo flechazo en su hombro derecho propinado pro Kiba nuevamente, quien se sentía satisfecho de lo que había logrado a pesar de estar en ese estado.
-Vayan por ella- Dijo Kiba acercándose al escudero más cercano del lugar- Y mátenla- Sentenció mientras veía como se levantaba la rubia y seguía escapando a paso lento dejando un rastro de sangre que seguramente la delataría en cualquier escondite.
-Si mi Rey- Respondió el escudero dirigiéndose al interior del castillo para poder salir de allí e ir a buscarla por su propia cuenta.
Pasaron los minutos, donde Kiba esperaba en la puerta del castillo, por la confirmación de la muerte de Ino. Hasta que vio volver a su escudero, pero sin la rubia.
-¿Dónde está la rubia?- Pregunto Kiba tratando de no enfadarse.
-Esta muerta mi Rey, no causara más problemas- Sentenció el escudero para tranquilizar a Kiba.
-Excelente- Dijo Kiba satisfecho- Da aviso, mañana habrá una Junta Real. Ahora estoy cansado y necesito descansar. La guerra con Arzel se aproxima- Culminó Kiba enfadado y retirándose del lugar sin esperar por la respuesta del escudero, quien quedó algo sorprendido por la medida tomada por Kiba… Esto era el comienzo de algo grande.