[Votaciones cerradas] Torneo de Escritores. Final.

Una punzada de dolor me hizo abrir los ojos cuando caía el alba. Creí que la cabeza podría estallarme en cualquier momento, y definitivamente todo empezó a darme vueltas cuando caí en la cuenta del lugar en el que me encontraba. Parecía que me había quedado dormida en pleno centro del parque de Konoha.

Pero eso no tenía ningún sentido, porque yo estaba… ¿dónde estaba? Sentí otro pinchazo de dolor en la cabeza al intentar recordarlo. No conseguía acordarme de si me había dormido en mi cama… ni tan siquiera si me encontraba de misión fuera de la villa. Seguía mirando confundida a mi alrededor cuando una voz me sacó de mis pensamientos.

-¡Eh, frentona! –era obvio, antes de verla ya sabía quién era. Un escalofrío de rabia me recorrió la columna. Ella sabía lo que más me molestaba en el mundo, y seguía utilizándolo para referirse a mí constantemente. Pues yo no iba a ser menos.

Busqué a mi mejor amiga y mayor rival con la mirada, pensando en alguna buena respuesta. Pero cuando la localicé, todos mis argumentos se convirtieron en humo.

-Ino –apenas alcancé a murmurar. Ella se acercó contoneándose, para remarcar la superioridad que parecía concederle mi falta de respuesta.
-¿Qué, detrás de esa frente tan grande no hay espacio suficiente para pensar en algo malo sobre mí?
-¿Qué… haces? –no sabía si era por lo surrealista de la situación, pero entonces no pude reprimir una carcajada nerviosa.
-¡Eh! –exclamó enfadándose por momentos, pero me costó un par de minutos mantener las formas lo suficiente para poder hablar. -¡¡EH!! ¿Se puede saber qué es tan gracioso?
-¿Te… has visto? –pregunté algo tímida, cuando me rondó por la cabeza la posibilidad de que ella misma no lo supiera, igual que yo no tenía ni idea de qué estaba haciendo allí. Pero Ino se limitó a arquear una ceja y mirarme incrédula.
-¿De verdad crees que voy a caer en eso?
-En serio, Ino –debió sopesar que quizá le había gastado algún tipo de broma, porque se llevó ambas manos a la cara y se la frotó con energía. Después se revisó las manos y suspiró con algo de alivio. –No… tu ropa.
-Venga ya, Sakurita. Deja de intentar tomarme el pelo –sacudió su larga coleta con coquetería.- Mi ropa es genial, no seas envidiosa.
-Salvo por el hecho… De que no llevas ninguna.

Ino abrió la boca para responder, pero la cerró de golpe y bajó poco a poco la cabeza para mirarse a sí misma y comprobar que Sakura decía la verdad, estaba completamente desnuda. Se erizó y de un salto se escondió detrás del árbol más cercano.

-¡¡Sakura!! –bramó- ¿Por qué no me lo has dicho directamente? ¡Esto es serio! ¡Debe de haber un código de chicas o algo así, que te obligue a ayudarme!
-No creo que haya ningún código. –repuse. Pero solo al imaginarme en su situación sabía que estaría deseando que la tierra se abriese en dos para tragarme, así que suspiré.- Venga, anda. Vamos a buscarte algo de ropa.

Ino salió despacio de su escondite, todos sus alardes se habían esfumado junto con sus ropas. Como si se tratase de una niña pequeña, se colocó a mi lado pero un paso por detrás, buscando cierta protección.

Anduvieron un rato por el parque, yo guiaba la marcha mientras Ino no dejaba de lanzar rápidas miradas en todas las direcciones para asegurarse de que no había nadie para mirarla. A los pocos minutos, un pensamiento hizo que me detuviera.

-¿Qué pasa? –preguntó compungida Ino. Alcé la vista y busqué puntos de referencia, tanto en la vegetación que nos rodeaba como en los edificios que despuntaban detrás.
-Es el parque de Konoha.
-Bueno –bufó Ino, a quien el bochorno había menguado la paciencia.- Eso ya lo sabemos, Sakurita.
-No… Es que el parque no es tan grande. –agarré uno de los extraños cubos pequeños de plástico que parecían estar por todas partes.- Algo va mal.
-¿Qué quieres decir? –preguntó confusa Ino.
-Que en realidad no estamos en el parque.

Ino se adelantó para quedarse a mi altura y miró con atención esta vez, hasta que al poco llegó a la misma conclusión. Parecía el parque pero en realidad no lo era.

-Dónde demonios estaremos en realidad… -lancé la pregunta al aire, pero Ino dio un respingo.
-No lo sé, pero te aseguro que no lo voy a averiguar desnuda.
-¿Y qué quieres? ¿Que trencemos un vestido de hojas de álamo? –Ino se tensó.
-Claro que no. Pero este maldito parque tiene que terminar en alguna parte… o tiene que haber alguien en algún lugar.

De pronto un chasquito llamó nuestra atención, y ambas nos giramos sobre nuestros talones intentando no hacer ruido.

-Parece que tienes razón, puede que haya alguien –susurré.

Emprendimos la marcha silenciosamente hacia los arbustos de los que había provenido el ruido, pero cuando estábamos ya bastante cerca…

-Está bien chicas, me rindo. –rió un chico que salió rápidamente de detrás de los setos. No podía salir de mi asombro, pero…
-¡Kiba! –aulló Ino, la rabia esta vez se impuso a la vergüenza.- ¿Qué has hecho? ¿Dónde estamos? ¿¡Y por qué ha desaparecido mi ropa?!
-¡Eh! –exclamó algo ofendido, pero enseguida recuperó la compostura.- Yo no he hecho nada, me he despertado aquí. No tengo ni idea de dónde estamos, pero os aseguro que aunque lo parezca esto no es Konoha. Y no sé porqué ha desaparecido tu ropa… pero me parece una buena idea. –bromeó, justo antes de llevarse un tortazo de Ino.
-Vale, Kiba… -lo llamé- ¿Has visto a alguien más?
-No, a nadie. Vosotras sois el único rastro familiar que he encontrado. ¿Vosotras tampoco podéis usar vuestro chakra? –ambas negamos con la cabeza.
-Si pudiera hacerlo… -suspiró Ino- Me habría transformado en mí misma con ropa. –se quedó pensativa unos momentos- ¡Kiba! –exclamó de pronto, iluminada por la emoción.- ¡Rápido! ¡Préstame tu ropa!

Kiba extendió los brazos y se miró a sí mismo. Era verano y hacía un calor sofocante a pesar de ser tan temprano, de modo que el chico solo vestía una camiseta de rejilla que dejaba ver claramente su torso, y unos shorts amplios que no se sostendrían en una cadera más pequeña que la suya. Ninguna de las dos cosas podría solucionar el problema de Ino.  

-¡Está bien! –bufó la rubia, contrariada.
-A lo mejor esa gente puede ayudarte –dijo Kiba, señalando en una dirección entre los árboles.
-¿Qué gente? ¿No dijiste que no habías visto a nadie? –pregunté, dudosa.
-Y no los he visto –se llevó ambas manos detrás de la cabeza, indiferente.- Pero debe haber una especie de refugio o algo así, y hay gente dentro.
-¡Vamos! –gritó Ino, y sin darnos tiempo a considerarlo, se dirigió hacia donde había señalado Kiba.

Kiba y yo nos miramos y nos encogimos de hombros. Y entonces seguimos a Ino, no teníamos otra opción.
Al cabo de un rato la encontramos, al lado de una barraca de madera.

-He oído algo –dijo cuando llegamos a su lado.- Hay gente dentro.
-Está bien, entonces llamemos y veamos si… -apoyé ligeramente la mano sobre la puerta, pero la retiré al instante.
-¿Pasa algo? –me preguntó Kiba.
-La puerta… es pegajosa. –creo que iban a burlarse de mis escrúpulos, pero sintiendo que ya no se podía dar nada por seguro, Kiba se acercó también y agudizó su nariz.
-Es… -apoyó una mano sobre la superficie y después para nuestra sorpresa, se la metió en la boca.- ¡Está hecha de caramelo!
-No puede ser –bufó Ino, que deslizó un dedo por la puerta y lo lamió con cuidado para comprobarlo. Abrió los ojos como platos al confirmar que esa casa, o al menos la puerta, estaba hecha de caramelo.- ¿Y qué proponéis? ¿Que entremos a mordiscos?
-Bueno –rió Kiba.- No sé vosotras, pero yo tengo hambre.

Una sensación rara me rondaba desde que rocé la puerta, pero siendo de un material tan… peculiar, necesitaba comprobarlo con otra cosa. Me alejé unos pasos y agarré uno de los cubos de plástico que había tirados por todo el parque.

-Hay algo raro… -murmuré, atrayendo la mirada de mis amigos.- Al tocar algo aquí… es como si realmente no existiera. Puedes tocarlo, está… pero a la vez no está. ¿No os habéis dado cuenta?
-¿Eso significa que todo esto es una ilusión? –preguntó Ino.
-Creo… -tragué saliva con fuerza- que estamos en un genjutsu.
-¿Cómo? –preguntó Ino, inquieta- ¿Los tres en un genjutsu… así?
-Eso creo… -aquello no tenía sentido pero no veía más explicaciones.
-Tú eres la lista –dijo Kiba, no tanto para halagarme sino para librarse de la responsabilidad de tomar una decisión. Ino frunció el ceño.
-Si ella es la lista, ¿yo qué soy? –instintivamente Kiba le echó un vistazo de arriba abajo, a lo largo de todo su cuerpo desnudo.
-Bueno… -no pudo decir más, porque Ino le propinó un bofetón que lo hizo echarse hacia atrás. Chocó contra la puerta y ésta se movió un par de centímetros. Los tres la miramos alarmados, no esperábamos que estuviera abierta.
-Claro –asintió Kiba.- Porque ¿con qué se abriría una cerradura de caramelo? ¿Con un regaliz? –ambas lo fulminamos con la mirada, pero enseguida se nos heló la sangre.
-¿Hola? –preguntó una voz algo distante, desde el interior.- ¿Hay alguien ahí?

No teníamos mucho tiempo para pensar, pero me daba miedo que Kiba pudiera meter la pata, así que le dije:

-Tú quédate aquí y vigila, Kiba. Vamos a hablar con él.
-Pero… -empezó a protestar él.
-Que vigiles –interrumpió Ino.- Déjanos la gente a nosotras.

Sin decir más, Ino y yo entramos de sopetón en la casa. Total, ya sabían que estábamos allí. Al asomarnos al interior, vimos una amplia estancia con muy pocas cosas en ella. Cuando nos fijamos más vimos una gran mesa y a un hombre inclinado sobre ella, amasando pan.

-¿Queréis comprar algo de pan? –preguntó sin levantar la vista de su trabajo.
-Verá buen hombre, –saludé cortésmente- necesitaríamos un poco de ayuda.

Cuando el panadero se irguió para mirarnos, sus ojos se abrieron tanto que parecieron salirse de sus órbitas al ver a Ino desnuda. Con todo el lío del genjutsu y de la puerta, casi se nos había olvidado.

-Pero… -se acercó un par de pasos.- ¿Qué es esto? ¿Qué hacéis así?
-¡Ah! ¡No me mire! –exclamó Ino, tratando torpemente de taparse con ambas manos.- ¡¡No me mire!!
-Bueno chica, es difícil no hacerlo si entras así en mi casa.
-Discúlpenos –repuse, tratando de llamar a la normalidad.- Solo necesitaríamos que nos indicara como salir de aquí… y si fuera posible algo de ropa para mi amiga.
-Yo… sí, supongo que podría… -sin embargo, el panadero no dejaba de avanzar hacia Ino, parecía hacerlo de manera inconsciente, como una polilla atraída hacia la luz.
-¡¡PARE YA!! –gritó Ino, y le dio un golpe con todas sus fuerzas, que resultaron ser bastantes a pesar de no poder utilizar su chakra.

No pude aguantar una exclamación de angustia al ver que el hombre parecía tener el cuello desencajado, como si algún hueso se hubiera partido o hubiera cedido por completo, y su cabeza se estuviera sujetando solo por algún músculo. Me maldije por no poder usar mi jutsu médico y curarlo, porque de esa manera estaba claro que no sobreviviría, se retorcería de dolor hasta morir.
Pero no estábamos en el mundo real… y había que aprovechar las ventajas que eso tenía. Me acerqué rápidamente a la mesa de trabajo del panadero, tomé el cuchillo más grande que había sobre ella, y tomando impulso lo hundí todo lo profundo que pude en el cuello del hombre, cuyo peso muerto cayó fulminado al suelo.

-¿Qué demonios acabas de hacer? –preguntó Ino, estremecida.
-No es real –dije, para convencernos a ambas.- Es una ilusión, ¡pero estaba sufriendo! ¡Era lo más humano!
-¿Lo más humano era degollarlo? –intenté no hacerla caso. Peor hubiera sido dejarlo morir así, como si no fuera culpa nuestra. Tomé un brazo del panadero y empecé a tirar.
-Pero… ¿se puede saber qué haces ahora?
-Esconder el cadáver –contesté.
-¿Qué…? ¿Pero por qué?
-¡No lo sé! –exclamé, nerviosa.- Creo que me quedo más tranquila así, sin… pruebas a la vista.
-Estás loca… -murmuró Ino, aún dudando si ayudarme o no mientras yo empujaba el cuerpo hacia debajo del mantel de su mesa de trabajo.

Entonces, oímos unos pasos en el piso de arriba y la voz de una mujer.

-¿Por qué hay tanto ruido, querido? –se detuvo en seco, y entonces emitió un grito horrorizado al verme arrastrar el cadáver. Ino se acercó a toda velocidad a mí y me quitó el cuchillo.
-¿Qué haces? –pregunté desconcertada.
-Tú dijiste que sin pruebas, así que… -emprendió la carrera, subiendo los escalones de dos en dos, mientras gritaba- ¡¡Sin testigos!!

Yo terminé de ocultar el cuerpo, y como no vi otra cosa a mano, cogí el mismo mantel y limpié con él el reguero de sangre que se había formado en el suelo. Oí un grito “me persigue una loca desnuda con un cuchillo”, luego algunos gritos incomprensibles, y poco después Ino bajaba de nuevo las escaleras, mientras yo colocaba de nuevo el mantel sobre la mesa.

-He encontrado bastante ropa –dijo Ino, que llevaba ahora un bonito kimono morado.- ¿Quieres tú algo?
-No, gracias. –Di un par de pasos hacia atrás para contemplar mi obra. El panadero resultó más grande que su mesa, y asomaba su mano por debajo del mantel, en el que la sangre fresca parecía brillar.- ¿Crees que se nota mucho? –ella dudó unos instantes antes de responder.
-Menos que en el piso de arriba –suficiente. No quería detalles. Bueno… uno sí.
-¿A quién le gritó la mujer que le perseguía una loca desnuda con un cuchillo?
-Creo que era su hijo –respondió Ino.- Pero parece que le pudo más la curiosidad que el sentido común.
-O quizás… no pensaba con la cabeza –reí. Al poco me di cuenta de lo terrible que podría considerarse todo aquello.- Ino… tú también crees que es una ilusión, ¿verdad? –ella se giró para verme de frente, me miró muy seria con los ojos abiertos como platos, me agarró de los hombros y me dio un par de sacudidas con firmeza.
-¡No me digas que no estabas segura! –exclamó- ¡Sakura, acabamos de matar a tres personas! ¿Eso es lo que me estás diciendo?
-Yo… Yo… -no podía ni pronunciar una palabra. La angustia se agolpaba en mi garganta, y las lágrimas en mis ojos, hasta que de pronto Ino estalló en una carcajada.
-¡Claro que es una ilusión, boba! –siguió riendo- ¡Vaya cara has puesto!

No logré enfadarme, solo suspiré aliviada y ambas salimos de allí, donde Kiba aún relamía pedazos recién cortados de la puerta.

-¿Todo bien? –preguntó- He oído gritos.
-Sí, has sido de gran ayuda, gracias –dije sarcástica, aunque él no le dio importancia y clavó sus ojos en Ino.
-Vaya. –Dijo desilusionado- Encontraste ropa.

Rato después Ino, Kiba, su chichón, y yo, seguíamos dando tumbos por aquel extraño parque. Íbamos casi todo el rato en silencio, buscando alguna pista o algún indicio de que se terminaba en alguna parte. Cuando de pronto, una voz nos alarmó a los tres.

-No pensaba que habría nadie más aquí –alzamos la cabeza para mirarlo, apoyado en una rama de árbol, aunque ya sabíamos de quién se trataba al oír su voz.
-¡Sasuke-kun! –exclamó Ino.
-¡Uchiha! –gritó Kiba, amenazante.- ¿Esto es cosa tuya?
-Si fuera obra mía, ¿crees que estaría atrapado, con vosotros? –suspiró.- No sé quién es. Pero es muy fuerte… no he conseguido liberarme, ni tan siquiera recordar dónde estaba o qué hacía…
-Lo mismo nos ha ocurrido a nosotros –expliqué.
-Ven con nosotros –invitó Ino.- Encontraremos la respuesta todos juntos.
-¿Y de qué nos sirve un Uchiha que no puede salir de un genjutsu? –protestó Kiba.
-Sasuke es uno de nosotros ahora, Kiba –le recordé.- Y sabes perfectamente lo poderoso que es… eso significa que es alguien realmente fuerte quien nos retiene aquí.

Todos tragaron saliva con fuerza al intentar imaginar el morboso motivo por el que alguien tan fuerte nos estaba haciendo esto. Qué mente retorcida y superior había trazado un plan cómo aquel, que aún no conseguíamos ni acercarnos a descifrar.
Sasuke asintió aceptando la invitación, y empezó a descender torpemente por las ramas del árbol, hasta que Kiba no pudo contener la risa.

-¡Qué inútil! –se burló.
-Cállate, Inuzuka –gruñó Sasuke.- No creo que tú hayas subido sin chakra a muchos árboles.

Ino y yo nos metimos en medio para evitar que siguieran discutiendo, y reemprendimos la marcha entre los árboles que no terminaban, las flores de colores más intensos que había visto nunca, y aquellos cubos de plástico esparcidos por la hierba.

Y de pronto, notamos como si algo nos sacudía desde dentro. El parque parecía desaparecer, difuminándose pero de una manera bastante brusca. Sabíamos lo que eso significaba: estábamos siendo liberados del genjutsu con violencia, probablemente perderíamos el conocimiento un buen rato. Solo esperábamos que no nos encontráramos indefensos en medio de una batalla con alguien tan poderoso como el ninja que nos había metido en aquella surrealista técnica.


-¡¡EH!! –gritó un muchacho doblando la esquina, nervioso pero contento de haber encontrado al fin a quien buscaba.- Menos mal que he podido seguir el rastro de tus cubiletes de plástico. ¿Me oyes? –una voz impaciente sonó algo lejos de allí, casi desde el otro lado del parque de Konoha.
-¡Konohamaru! ¿Va todo bien? –el chico se tensó, y sin esperar respuesta del bebé, lo levantó de golpe, haciendo que al pequeño se le cayeran del pijama los mendrugos de pan que aún conservaba del desayuno.
-¡Sí, tía Kurenai! ¡Enseguida vamos! –suspiró.- Menos mal que no puedes contarle que te he perdido…

Entonces se dio cuenta de que había varias personas delante del bebé, que parecían en trance. Nos reconoció enseguida, al ser amigos de Naruto. Pero decidió que enfrentarse a nosotros, a Naruto, y a Kurenai era demasiado, así que rezó porque nuestro trance fuera lo suficientemente profundo y levantó más al niño.

-Somos primos, chico –le dijo en tono de reproche.- Si quieres que nos llevemos bien y algún día te enseñe el rasengan, ¡modérate un poco y deja de buscarme problemas!

El pequeño Sarutobi no entendía lo que le decía, pero parecía contento. Dio un par de palmadas riendo, manteniendo fijos en su primo sus enormes ojos rojos, que parecían brillar de diversión.
FIN