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[votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Segunda semifinal. Disfrútenla.
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Semifinales - DUELO 2
Género principal: Romance | Mundo Ninja, personajes originales.
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Votaciones: Hasta el día 27 de junio. Simplemente decid cuál es vuestro one-shot favorito. Los participantes pueden votar si no es su ronda.
Nota: El límite de palabras está en 6000. Texto justificado para comodidad del lector
Más allá de la guerra [TP]
- Spoiler:
El primer rayo de sol de aquella mañana despertó a Mitsuki.
Parpadeó levemente y volvió a cerrar los ojos. Alguien acarició su rostro. Con estudiada delicadeza le tocaba el pelo y acto seguido la mejilla. Mitsuki bebía de esa caricia que tanto la reconfortaba. No quería despertarse, deseaba estar ahí, en ese estado, para siempre. La mano pasaba ahora por su cuello y volvía a ascender hasta su pelo. El sufrimiento que había padecido era tal que su corazón anhelaba desde hacía tiempo ese trato dulce y suave. La seguridad que le proporcionaban esas caricias era equiparable a la que tenía un niño en el útero de su madre. Sin embargo, lo bueno siempre es efímero y muy contra su voluntad, Mitsuki se despertó.
- Por fin has despertado, me tenías preocupado – Dijo el chico. Mitsuki estudió con detenimiento a aquel extraño de ojos y cabello negro. Aquel completo desconocido le dedicó una amable sonrisa – Soy Hayato. ¿Cuál es tu nombre?
Ella no respondió. “Un shinobi nunca da su nombre, o al menos su verdadero nombre”. Era una consigna que siempre le habían enseñado sus hermanos y los otros miembros de su clan. Con aquella pregunta, Mitsuki recordó de repente cómo había llegado a aquel lugar, a estar frente a aquel extraño que se llamaba Hayato.
Estaban en guerra. La guerra era el estado natural de aquel mundo. Por doquier, los clanes shinobis se enfrentaban por aumentar sus áreas de influencia y lograr más poder que sus rivales. Se forjaban alianzas y se destruían tratados de paz con tanta o más rapidez que los árboles cambiaban de hoja. Mitsuki no había conocido otra cosa que aquella guerra, la guerra que siempre habían mantenido.
Mitsuki volvió al campo de batalla por un instante. Llovía. La tormenta rugía. La noche aullaba. El viento gritaba. Las espadas, los shurikens, los kunai chocaban en una tormenta de armas de la que nadie podía refugiarse. Cuando el clan Uchiha y Senju chocaban, la tierra temblaba bajo sus pies y todo el País se hacía eco de sus guerras, guerras que nunca terminaban y cuyos orígenes se perdían desde el mismo inicio de los tiempos.
Ella seguía el líder del clan Senju en el que ella había nacido. Se enfrentaban al pérfido clan Uchiha que sólo buscaba el poder por encima de cualquier cosa. Las fuerzas estaban bastante equilibradas, y por esa razón el comandante Senju llamó a un equipo especial para intentar acabar con la vida del comandante Uchiha. Mitsuki formó parte de aquel comando.
Pudo revivir la batalla. En un momento dado una explosión de un jutsu enemigo la sorprendió y terminó arrojándola por los aires. Sus últimos recuerdos se remontaban a los cadáveres de sus compañeros regando la tierra mojada por la lluvia con su sangre, el sonido de los cuernos llamando a la retirada y después… nada. Debió perder la conciencia
- Soy Hayato Uchiha. Tú eres una Senju, pero quiero saber tu nombre.
- Eres… ¿mi enemigo? – preguntó al instante.
- Eso parece, aunque también soy la persona que te rescató de morir asfixiada bajo los cuerpos de tus compañeros. Soy el comandante al que pretendías matar – le sonrió.
Todo cuadró para Mitsuki en aquel momento. El brillo rojo que recordaba antes de quedarse dormida. El aspecto del muchacho y la natural aversión que sintió apenas verle. Aunque él la había curado. Era cierto que se recordaba tirada en el campo de batalla, como un cadáver más. Ella había visto a sus compañeros dar muerte a los heridos enemigos “por piedad” decían. Los Uchiha eran malvados. No podía salir nada bueno de ellos, pero aquél la había salvado en lugar de rematarla.
Finalmente, aceptó.
- Me llamo Mitsuki.
- Es un nombre precioso. Bien, Mitsuki, te recomiendo que descanses y te recuperes.
- ¿Sabes quién soy?
- ¿Que si sé que eres la hija del Hideyashu Senju, el líder de tu clan? Tranquila, no sé nada. Sólo decidí mostrar compasión por una moribunda en el campo de batalla. Eso es lo que saben mis superiores.
- ¡No te pedí tu compasión, ni tu piedad, ni nada! Soy una kunoichi, si mi sino era morir en aquel lugar con la espada en la mano, de grado lo habría aceptado.
- Nadie debería morir en un campo de batalla. Me pareció una crueldad que una flor tan bella se marchitara por la guerra.
- No te creo. Queréis exigirle a mi padre un rescate. Los Uchiha siempre hacéis algo para obtener algo. Sois malvados, bien lo sabemos nosotros.
- Por supuesto y los Senju sois los buenos. Hemos aprendido bien nuestro papel en la historia. Es verdad que siempre hacemos algo para obtener otro algo. Todo el mundo lo hace. Mira, Si deseas morir, te concederé el honor de hacerlo dándote una espada y te enfrentarás a mí.
Mitsuki se intentó poner en pie para coger su espada. No quería ser una prisionera, por más que lo negara, sabía que los pérfidos Uchiha siempre hacían algo para sacar algún rédito. Eran malvados, su padre siempre lo decía. Su abuelo siempre lo decía. No se podía hacer otra cosa más que odiarlos. Cualquiera lo diría.
No lo consiguió. Sintió un fuerte dolor en el costado, tanto que tuvo que volver a tumbarse. Hayato la ayudó a ponerse en pie mientras que le dijo:
- ¿Por qué no quieres confiar en mí? Te estoy diciendo que sólo quería ayudarte.
- ¿Por qué ibas a ayudarme? Somos enemigos.
- No. Nuestros apellidos son enemigos, tú no me has hecho nada. Además, alguien como tú, no podía morir en un sitio tan horrendo. Eres realmente hermosa. Nunca había visto una mujer con el sol el cabello. Tu chackra es el de una persona bondadosa, alguien que no ama la guerra, pero que sí ama a su familia. He de atender otras responsabilidades. Volveré a verte al anochecer si así lo deseas.
Mitsuki quedó muda por aquellas palabras.
“He de reconocerle que lleva razón en que no nos conocemos para considerarnos enemigos, además, nunca antes nadie me había dicho eso.”No se refería a los halagos a su belleza. De esos si recibía muchos, tantos como pretendientes para tomarla como esposa y convertirse en sucesores de su padre, quien no había sido bendecido más que con una hija.
Sin embargo, Hayato había sabido ver lo que había realmente en ella. No le gustaba la guerra. La detestaba. Sus hermanos habían muerto en la guerra. Miles de personas lo hacían a diario. Lo peor, era lo que él había dicho. No eran auténticos enemigos. No había ninguna ofensa entre ellos, solamente se llamaban de forma distinta y por esa razón debían pelear hasta matar al otro. “Pero bien podría estar metiéndote, los Uchiha son expertos en alterar la realidad con sus ojos, ¿por qué no con sus palabras” pensó con lógica. Él había sido el comandante enemigo y había liderado sus fuerzas a la victoria. Estaba cómodo en la guerra. Todos los hombres lo estaban.
Vinieron algunas ancianas de piel arrugada, ojos cerrados, y pelo completamente blanco, pequeñas y de carácter afable aunque algo autoritario para cambiarle las vendas y lavar su cuerpo. Mitsuki sólo se hacía una pregunta “Si es tan malo, porque es un Uchiha como me ha enseñado mi padre, ¿por qué no me mató como si hacen nuestros soldados con los Uchiha?”.
Su padre siempre le había explicado que Uchiha y Senju siempre se habían enfrentado. Desde que el mundo era mundo, ambos clanes mantenían posiciones contrariadas. Aunque cuando su padre se lo había referido y ella le había preguntado cuál era el auténtico motivo de aquel odio ancestral no había sabido responder nada más que los Uchiha llevaban el mal en sus ojos, los espejos del alma y que de la misma forma que en la naturaleza había cosas malas, los Uchiha eran malvados por naturaleza.
La vistieron con un sencillo kimono blanco. La peinaron. La ayudaron a ponerse en pie y ella seguía pensando por qué Hayato la había rescatado. Llegó la noche y él no acudió. Ella se quedó esperando a que viniera hasta que la llama de su lámpara se apagó y se quedó dormida.
Al día siguiente se volvió a repetir la visita de las ancianas curanderas. Volvió a pasar sola el día. Sólo recibió la visita de quienes la atendían y le llevaban la comida. Pasaron tres días más hasta que Mitsuki tomó la resolución de buscarle. Salió del cuarto donde había permanecido desde que despertara y anduvo por la casa. Lo cierto era que no sabía dónde se encontraba.
Deambuló por el pequeño asentamiento de los Uchiha. Los Shinobis no podían establecer grandes ciudades y carecían de recursos suficientes para construir grandes castillos como hacían los señores feudales. Debían vivir en el gran bosque del País del Fuego y allí servirse del bosque para vivir. Nadie la detuvo aunque era fácil de detectar que era una extraña. Su dorada melena del color del mediodía contrastaba con el negro azabache de todos los Uchiha.
Por más que buscó no le encontró. Ella fue encontrada. Se había sentado en las escaleras de un pequeño templete. Contemplaba jugar a los niños. Aquello siempre le había gustado. Los niños eran el futuro. Verles felices le hacía creíble la idea de que luchaban por un mañana mejor. El hecho de ver la posibilidad de que en un futuro esos niños fueran adultos y no combatieran era realmente alentador Aunque la realidad era distinta, porque cada vez con más frecuencia los niños eran reclutados y enviados a pelear. “¿Qué es lo que pasa para que unos seres tan inocentes como son los niños se conviertan en los adultos que tanto veneran a la guerra y a sus monstruosidades?”
- Estás aquí – la saludó en medio de sus reflexiones. Mitsuki levantó la cabeza y sonrió inconscientemente al verle, algo aliviada. Tenía que hablar con ella. Él le devolvió la sonrisa – He estado atendiendo otros asuntos, disculpa que no me presentara – Al verle, Mitsuki se dio cuenta cuánto se había enfadado con él por faltar a su promesa y no regresar. – Ahora que tenía tiempo libre quería volver a verte para saber cómo te encuentras.
- Bien, estoy mejor, cada día algo mejor, aunque las ancianas me han dicho que tardaré en curar. No te disculpes por no haber venido. Sé que habrá cosas más importantes que una prisionera.
- No sé si importante es la palabra correcta para definirlo. En cuanto he tenido un momento me he escapado para ir a verte. Lo siento, de verdad. Me he llevado un susto al no verte, suerte que seas tan diferente que tu presencia no pase desapercibida.
- He pensado en lo que me dijiste el otro día y creo que tengo que pedirte disculpas. Yo sí. Te juzgué anticipadamente. Aunque te pido disculpas por darte una sensación falsa sobre mí.
- ¿Falsa?
- Crees que soy una persona bondadosa, pero no lo soy. Creía que por ser miembro del Clan Senju la virtud estaba atesorada en mí, pero lo cierto es que albergo mucho odio contra los Uchiha y ni siquiera sé por qué, lo que lo hace más abominable.
- Una mala persona no se daría cuenta de ello. Tampoco creas que todos los míos son seres virtuosos. Nadie que participa en una guerra desconociendo el motivo puede considerarse mejor que otros.
- Te agradezco que me salvaras la vida. Es más de lo que pueden decir tus parientes a los que derrotamos en el campo de batalla… - se quedó callada durante unos minutos antes de preguntarle – Dijiste que mi chackra era el de una persona bondadosa, que por eso me salvaste, ¿pero cómo pudiste saberlo?
Hayato miró al horizonte y se quedó observando a los niños jugar.
- Parece que lo has olvidado… Mientras que tus compañeros se batían en retirada, tú, moribunda y desangrándote buscabas a los miembros de tu escuadrón desesperadamente. Les llamabas a voces. No te importaba que nosotros te escucháramos. Sólo querías protegerles. Eso te honra y por ese motivo me negué a que murieras ahí.
- Por eso soy tu prisionera.
- Oh, no, para los dirigentes del clan no tienes ningún valor, si es eso lo que te preocupa… Cosa distinta es que para mí seas importante.
- ¿Qué quieres decir?
- Hay muchas mujeres en el mundo, pero ninguna como tú. Llámame idealista, llámame estúpido, pero,… bueno, no importa – Se levantó y le tendió la mano – Vamos, te acompañaré a la casa de las viejas.
No le importó que se llamara Uchiha. Le cogió de la mano y se levantó. Se resintió del dolor que había estado amortiguando orgullosamente y le acompañó hasta el lugar en el que de momento vivía. En aquel momento, Mitsuki no supo que era prisionera y que su prisión no tenía más cadenas que las que ella misma se había dejado echar, que esa prisión, tema recurrente para los poetas, era el amor.
Pasaban los días y fue recuperándose. Hayato le prometió que la visitaría con la frecuencia que le permitieran sus obligaciones, pero, o bien dejó de tener obligaciones, o bien Hayato hacía lo imposible para que, al menos, no pasara un día sin que se vieran, al menos, una vez.
Los días se convirtieron en semanas y llegó la primera luna llena que Mitsuki pasó junto Hayato. La joven se recuperó antes de lo que esperaba, pero cuanto más tiempo pasaba entre los Uchiha más convencida estaba deque los Senju se equivocaban en su opinión sobre ellos. Era una guerra, ambos bandos habían hecho cosas terribles, pero la carga no debía recaer exclusivamente sobre el Clan Uchiha. Hayato se encargaba de demostrarle que también había personas nobles y de buen corazón entre los suyos y sin saberlo, el uno fue ocupando el corazón del otro.
Mitsuki, al principio, lo atribuyó a que se debía a que era el único Uchiha con el que mantenía contacto, pero al descubrirse pensando en él con una sonrisa se sintió, por un lado, culpable y por otro se sintió realmente feliz. Era una sensación maravillosa. No sabía que le rondaba por la cabeza al joven. Empezó a cambiar su percepción de él. Dejó de ser el general que la había capturado, ahora lo veía como a un joven. Mitsuki se hacía a la idea de que los Senju no habían atacado porque ella estaba allí.
Aquella noche, los dos paseaban a la luz de la luna llena. Un mes había pasado desde que fuera encontrada por su enemigo y en un largo mes había comprobado que ni sus familiares eran el paradigma de virtud y que ni sus enemigos eran el paradigma de la maldad. Había luces y sombras e iluminadas por ellas estaba el sentimiento que entre los dos apareció. A ella le seguía pareciendo increíble que un hombre pudiera enamorarse de su enemiga, pero comprendió que Hayato no era un hombre normal.
Era una persona reflexiva, siempre meditaba sus palabras, pero era sincera. Prefería no decir nada a mentir, de ahí que antes pensara sobre la conveniencia de ello. Era amable y atento y la trataba con cariño. Se olvidaban de quién era cada uno. Mitsuki sabía que no todos los Uchiha veían bien tan buen trato con el enemigo. Ella era la hija de los Senju del Bosque. Sin embargo, Hayato se preocupaba porque no le faltara de nada y cada vez la confianza fue apareciendo entre ellos, como una flor que nadie esperaba que floreciera pero que ambos se habían encargado de cultivar. Siempre le sonreía. A veces, la joven kunoichi podía sentir la intensidad de los sentimientos que él le profesaba.
Daban largos paseos entre las casas del Clan. Mitsuki descubrió que el respeto que todo el mundo tenía al ninja no se debía nada más y nada menos a su padre, el líder de los Uchiha. Mitsuki no llegó a conocerle en todo aquel tiempo. Imaginaba que consentía a su hijo con aquel capricho, y cuando se veía como tal se sentía mal, por lo buen shinobi que se predicaba que era. Sin embargo, Mitsuki podía advertir que no amaba la guerra. No amaba las artes ninja, pero era de los mejores shinobis de su clan. Era bueno en todo lo que se proponía aunque, como descubrió posteriormente, sólo había una cosa que le gustara hacer y era sentarse y contemplar las estrellas. Según le contó, nació en mitad de una tragedia. Su madre murió en el parto justo en mitad de un ataque enemigo y mientras la casa ardía él vino al mundo. No en vano decían que aquella tragedia que le vio nacer había hecho de él una persona solitaria y melancólica.
Durante sus paseos mantenían muy interesantes conversaciones, algunas profundas, otras más baladíes y otras sobre ellos dos. Dijeran lo que dijeran, quizás fuese sólo con ella, pero mostraba sus sentimientos con una naturalidad y claridad diáfanas, tanto que, paradójicamente podían confundir.
Se detuvieron en el mismo templete donde hacía más de un mes, Mitsuki y Hayato se encontraron fuera de la casa de las curanderas. Se sentaron y gozando de la intimidad de la oscuridad sólo interrumpida por los cabellos de plata de la señora de la noche, la joven apoyó su cabeza sobre el hombro de él. Cuando consideraban que estaban a solas, mantenían aquellas muestras de afecto.
- Ya ha pasado un mes – señaló Hayato
- Sí… Hace un mes que estoy aquí.
- Y hace casi tres semanas que estás recuperada – completó el joven.
- Lo sé… pero sigo siendo tu prisionera. No nos engañemos.
- Nunca lo has sido, has sido perfectamente capaz de irte cuando querías. Así te lo dije, de la misma manera que te dije que si querías pondría la espada en tu mano y lucharía contigo a muerte. Has tomado tus decisiones. Y me alegra que hayas decidido estar conmigo.
- ¿Cómo es posible que esto haya terminado pasando? – Preguntó ella.
- A veces, las cosas pasan sin más. ¿Te sientes mal por ella?
Mitsuki negó con un gesto.
- Entonces, con eso es suficiente… Aunque creo que veo cómo te sientes.
- Sí. Estar junto a ti…, por extraño que parezca, me gusta. Me hace sentir feliz. Me hace sentir bien, pero…, extraño a mi familia. Mi padre estará preocupado y además, tú y yo pertenecemos a mundos enfrentados.
- La historia de siempre, mientras Uchiha y Senju sigamos enfrentados, estas tierras seguirán siendo asoladas por nuestras guerras – comentó lacónico.
- Sí, desgraciadamente así es. Pero estar contigo me ha hecho descubrir que estamos equivocadas, ambas familias. Sé bien que las madres cuentan a sus hijos pequeños que si me rondan mucho los devoraré, y eso es lo que dicen las madres a nuestros niños.
- Quieres marcharte a casa – dedujo con rapidez.
- Sí. He de hacerlo, pero, ahora quiero regresar a casa por ti.
- Vaya,…, eso me deja descolocado. Has dicho que estás bien conmigo pero que anhelas volver a tu hogar por no estar conmigo.
La joven se agarró con fuerza a la manga del kimono oscuro de él. Luego le corrigió.
- No, por supuesto que no. Quiero volver a casa para explicarles cómo son realmente los Uchiha. Ambos bandos hemos cometido graves ofensas contra el rival, pero si entre tú y yo, ha surgido esto, quizás podríamos iniciar una era de paz. Piénsalo. Si tú y yo nos casáramos, además de estar juntos podríamos iniciar una alianza entre nuestros clanes. Podríamos poner fin a nuestra guerra particular.
- Estás pecando de optimista. Una unión entre nosotros no convendría a nadie. No, mientras que tu padre y el mío sigan pensando que tienen poder suficiente para ganarle la guerra al otro. Si mi padre ha consentido en tenerte hasta aquí es porque yo se lo he implorado.
- Pero, si habláramos en primer lugar con él…
- No funcionaría. Son muchos los Uchiha que han sido asesinados por los Senju y al revés. Nadie detendrá esta cadena, ni siquiera nuestro amor.
Mitsuki se sonrojó. A sus dieciséis años era la primera vez que le decían tan claramente que estaban enamorada de ella. Miró a la luna con tristeza.
- No puede ser tan difícil. El mundo tuvo que ser creado para algo más que para los seres humanos se enfrentarán eternamente por el poder, me niego a creer en eso.
- Eso es lo que me gusta pensar, pero sabemos que no. Esto que tú me has propuesto se lo dije a mi padre. Se rió de mí, aunque aceptó a no mandar ataques a tus gentes hasta saber la respuesta de tu padre. Dijo que lo hacía para demostrarme que éramos unos estúpidos, que nunca lo conseguiríamos y que nuestro destino era morir a manos del otro. Si quieres irte, puedes hacerlo. Nunca ha sido mi intención retenerte. Me gustaría creer que lo conseguirás.
Se quedó en silencio y tras pensarlo mejor le propuso:
- Hagamos una cosa: si tu padre acepta, independientemente de lo que diga tu padre, me uniré a ti y seré parte de tu familia. Nos volveremos a ver en el mismo lugar en el que mañana nos separemos dentro de un mes y me dirás qué has decidido.
- No será necesario. Lo conseguiré… Aunque tengo miedo. ¿Nos volveremos a ver? – Inquirió asustada.
- Por supuesto, siempre te encontraré, aunque la primera vez fueras tú la que lo hicieras en el campo de batalla.
La joven se separó de él y desoyendo todas las voces que le susurraban pensamientos racionales, que le pedían que se mantuviera serena y estática como el bosque al que pertenecía, se acercó a él y junto sus labios a los del joven. Fue la única ocasión en la que ella consiguió sorprenderle. Se dieron un corto beso que volvieron a repetir, guiados en aquella ocasión por la pasión que les embargaba.
Sintieron sus corazones revolucionarse para latir al mismo tiempo a gran velocidad. Dejaron de respirar. Sólo existía un ente, un nosotros, conformado por ellos dos. Todo lo que no fuera aquella entidad que formaban mediante aquel beso no les importaba. Sólo existían ellos dos y su amor.
Se separaron. Él le acarició con el reverso de la mano su mejilla para luego poner su mano sobre el cuello de ella y volver a atraerla para sí. Mitsuki pudo sentir lo que era el amor. Le habían hablado mucho de un concepto que siempre la había parecido más de la literatura que de la vida real: el amor verdadero. En aquel momento creyó en la existencia de ese concepto. Era indescriptible la forma en la que algo tan sencillo como un beso podía cambiarlo todo. Como un beso podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Al día siguiente, Mitsuki se volvió a armar con su armadura, que volvía a estar limpia y resplandeciente. Cogió sus armas y abandonó la casa de las curanderas. Durante el breve paseo de la casa de las viejas a las afueras del asentamiento sintió cientos de miradas hostiles sobre ella y sobre el anagrama que llevaba grabado a fuego sobre el metal rojo de la armadura. Hayato la esperaba en la salida. Como habían acordado iría vendada durante buena parte del trayecto y no podría quitársela hasta que la hubiera dejado en territorio Senju.
La joven lo aceptó. Había pensado en su objetivo durante toda la noche y cada vez estaba más segura de que debía hacerlo. Algo más que su propio amor estaba en juego. Ahora tenía una causa noble por la que luchar, y no sólo los designios de grande del líder de su clan, de su bien amado padre al que siempre había venerado como a un dios todopoderoso. Se daba cuenta de que había cambiado en un mes más que en cuatro años desde que era una mujer.
Caminaron durante todo el día, el uno en compañía del otro. El padre de Hayato no era un incauto y si accedía a las pretensiones de su hijo, como le explicó éste, era por el amor que le tenía a su madre y a lo que Hayato simbolizaba. Por esa razón, viajaba vendada, para que no pudiera guiar a sus familiares a atacar a sus ancestrales enemigos. “Realmente, un shinobi podría emplear otras maneras de retroceder sobre sus pasos y más uno del Clan Senju, pero no es mi intención. No voy a retroceder, sé lo que tengo que hacer.” Era su único pensamiento.
A diferencia de otras veces, en aquella apenas conversaron. Mitsuki pudo comprender, aunque le doliera, que Hayato intentaba cumplir diligentemente con su misión, como siempre hacía e intentaba despedirse de ella de la manera que menos dolorosa le fuera. A pesar de que se había enamorado de un ideal al que había identificado con ella, sí que tenía miedo de sufrir al verla partir.
Cuando llegaron a su destino, Hayato, la cogió de los hombros y sin quitarle la venda le dijo con su voz amable, aunque esta vez impregnada de preocupación:
- Te quiero. Siempre te encontraré.
Acto seguido volvieron a besarse. Mitsuki se dejó llevar. No quería fuera el último beso, pero las palabras de Hayato, el hecho de que ya no estaba protegida del mundo real en aquel extraño paraje de felicidad aislada que había supuesto la estancia con los Uchiha, y la forma en la que le había tratado él le hicieron pensar que sí lo que era. La realidad cayó con la misma violencia que un jarro repleto de agua helada caía sobre un dormido. Fría y por sorpresa, se dio cuenta de que podía ser el último. Tuvo miedo y por ello disfrutó de los labios de su amado.
Escuchó cómo saltaba para esconderse entre las ramas de los árboles. Ella se quitó la venda y pudo ver que se encontraba en el campo de batalla donde había caído en manos de los Uchiha. Pudo deducir que el campamento estaba más lejos de lo que los planes de su comandante, cuando ella luchaba como una más en aquella estúpida guerra que ahora detestaba aún más, si era posible, habían previsto.
Miró hacia atrás, sin saber que sería la última vez que viera aquel bosque y emprendió la marcha hacia el hogar, hacia una promesa de un futuro mejor que dependía de convencer a su padre.
Al llegar la noche volvió a casa. Los centinelas mantenían sus posiciones, vigilando con ojo avizor a la llegada de cualquiera, amigo o enemigo, para responder en consecuencia. En cuanto la vieron abrieron las puertas de la muralla de madera que rodeaba todo el campamento y Mitsuki se sintió en casa. Por un lado se creyó a salvo, sin embargo, se sintió realmente preocupada.
Se repetía a sí misma que su padre era un buen hombre. Era algo estricto, pero siempre había sabido ser justo y honorable. La guerra le había hecho ser duro, pero la sabia y equitativa justicia que había repartido nunca habían provocado queja. Confiaba y rezaba a sus antepasados para que, verdaderamente, pudiera comenzar una nueva era.
Aunque, muy a su pesar, en el fondo de su corazón, sabía que albergaba demasiadas esperanzas y que estaba siendo optimista, pero había leído de pequeña cientos de historias de hombres que con su mera voluntad podían cambiar el rumbo.
La escoltaron hasta su residencia, hasta el lugar donde había nacido, donde se había criado y donde había vivido los mejores momentos de su vida. Mientras subía las escaleras de madera, ya sola, observada por los centinelas que la habían acompañado, se sintió llena de alegría. Quizás Hayato había sido atento con ella, hasta el punto de que tal dedicación había hecho que se enamorara de él, pero no había dejado de ser una prisionera. Estar libre y entre sus parientes que esperaba que entendieran y valoraran su propuesta era lo mejor que le podía pasar en aquellos instantes.
- Padre, madre – saludó a sus padres cuando abrió las puertas de la sala en la que se encontraban cenando. Siempre habían cenado todos juntos. Era una costumbre familiar que a su padre le parecía necesario mantener, ayudaba a unir a la familia, decía.
Como esperaba, sus padres dejaron lo que estaban haciendo y corrieron a abrazarla.
- Ha sido el peor mes de mi vida – dijo su madre llorando de alegría.
- No sabíamos que te harían esos malnacidos.- dijo su padre con alegría contenida.
Antes de su captura a Mitsuki aquella palabra le hubiera dado igual, le hubiera parecido una más, sin embargo, en aquella ocasión, tras haber convivido con los Uchiha, y sabiendo sus defectos, le pareció mal. Se sentó en la mesa y su padre le ofreció una taza de té. Ella la aceptó y bebió mientras escuchó a sus padres expresar cuánto se alegraban de volver a tenerla entre ella.
Su madre trajo enseguida la cena. Mitsuki volvió a comer la comida de su madre tras un mes. Era un sencillo bol de arroz con frutos secos, de aquella época del año.
- Estoy perfectamente. Fueron atentos y me respetaron. Estoy sana y salva. Me encontraron en el campo de batalla del que escapó Sejumaru cuando vio que la batalla se ponía en nuestra contra.
- Sejumaru fue debidamente reprendido por ello – respondió su padre tajante.
Mitsuki siempre había sido obediente con su padre. Las buenas hijas debían serlo, eso siempre le habían dicho. “Pero se equivoca. Hayato es bueno y él me ama. Sólo es cuestión de tiempo que entre otros Senju y Uchihas surja primero la paz, luego la amistad y por qué no, la unión” Estaba convencida de ello. Era una kunoichi por obligación, pero, ¿y si sus hijos podían vivir en un futuro donde no fuesen necesarios los ninjas?
- Fue un comandante Uchiha el que me encontró entre los cadáveres de mis compañeros y decidió salvarme, ¡más de lo que ha hecho alguno de los miembros de nuestra familia!
- Los Uchiha son nuestros enemigos – respondió frío su padre.
- No,… o lo son porque nosotros queremos. ¿Por qué luchamos tan intensamente? ¿Por qué ese odio irracional? ¿No sería mejor que fuésemos aliados y que no muriésemos a manos de los otros? ¿No es mejor la paz que la guerra?
- Esposo, hija, no discutáis – intentó serenarlos su madre.
- No escucharé las sucias mentiras que esos perros han metido en tu cabeza. Los Uchiha son malvados por naturaleza. Sólo desean el poder y no se preocupan más que por ellos.
- Lo mismo que nosotros, ¿por qué ese odio hacia los Uchiha?
- Mi padre murió asesinado por uno de ellos. Nuestros hermanos han sido asesinados por ellos. Me has decepcionado, Mitsuki, pasas un mes con el enemigo y olvidas los lazos de sangre que te unen a nosotros.
- ¡No los he olvidado! Los tengo muy presentes, de hecho – le respondió – Pero no puedo compartir, ahora no, esa visión de los Uchiha – Mitsuki se mordió la lengua y evitó decirle en aquel momento la idea que tenía, primero debía hacerle entender que los Uchiha no eran tan malos cómo parecían.
- Hija mía, estás cansada y has pasado demasiado tiempo entre nuestros enemigos. Comprendo que no entiendes la gravedad de lo que dices. Ve a la cama y descansa – le ordenó.
- Pero.
- ¡Hija!- la llamó su madre – ¡Ve a tus aposentos, obedece a tu padre!
Tras aquella conversación, en las semanas siguientes, Mitsuki intentó hablar con su padre, pero éste no le hacía caso. La evitaba y aquello se podía notar. Por más que la joven intentaba buscar un hueco en el tiempo tan requerido y escaso del líder del clan, éste no se lo dedicaba.
Lo peor no fue que su padre la evitara y su madre dejara de tener la misma confianza. Lo peor fue que fue condenada al ostracismo entre sus parientes. Seguían tratándola con respeto, pero Mitsuki podía ver en sus ojos cómo trataban de evadirla. Le llegaban falsos rumores con ella y el Clan Uchiha de protagonistas. Algunos ponían su honor en entredicho, otros decían que era una traidora y otros, muy pocos, pedían que se la expulsara. Lo peor era que simplemente había vuelto presa. Ni siquiera había comentado cuál era su verdadera intención.
Al principio se la excluyó de las misiones, luego sus amigas dejaron de visitarla y finalmente se convirtió en un mero despojo, menos aún que una piedra. Dejaron de contar con ella en su casa, en su aldea y en su familia. “Nadie sabe que le amo y me hacen esto porque pienso que los Uchiha no son los demonios que creemos o queremos que sean”
A medida que pasaba el tiempo y se acercaba el mes que Hayato le había propuesto para reencontrarse. En aquel largo y triste mes comprendió una verdad que nadie conseguiría destruir: el futuro de los Senju y los Uchiha estaba bañado por una profecía de sangre. Nadie, nunca, podría acabar con esa maldición y sólo muerte y dolor dejarían a su paso. Las guerras no se acabarían. Los Senju odiaban a muerte a los Uchiha y viceversa. Era un odio visceral e injustificado que lo anegaba todo como si se tratara de un sucia y ponzoñosa marea negra que lo ahogaba todo, hasta el amor.
Por esa razón, transcurrido un mes, Mitsuki, escapó para siempre de su aldea. No le temblaron los pies como si hubiera sucedido antes de la batalla. No miró atrás, como sí que hizo cuando partía al campo de batalla. Buscaba el amor y era guiada por el mismo, frente a la guerra a la que la obligaban a ir y no quería encontrar y tenía miedo de dejar su hogar. Desanduvo sus pasos con cautela, comprobando que nadie la seguía y tras medio día de marcha por el espeso y enorme bosque rodeaba a los dos clanes y que era la morada y principal campo de batalla de sus guerras, se reencontraron.
Hayato estaba esperándola pacientemente sentado en una roca. No tenía miedo de ser atacado, aunque fuera diferente al concepto que se podía tener de aquel Clan, sí que mostraba aquella actitud pagada de sí misma de todos los Uchiha.
Se lanzaron el uno a los brazos del otro y después se besaron y se volvieron a besar y no dijeron nada. Sólo se besaron y abrazaron con tal afecto que no les hizo falta hablar para saberlo. Cuando se separaron, Hayato le preguntó:
- ¿Qué ha sucedido?
- ¿Todavía me amas? – le preguntó ella.
- Sí, más que ayer, pero no menos que mañana. ¿Podremos casarnos?
- Sí, porque vamos a dejar estas tierras.
- ¿Cómo?
- Mi familia nunca entendería esta unión. No la aceptarían y te matarían. A mí, sólo por pensar que los Uchiha no son como dicen me han condenado a un mes de aislamiento. De la misma forma, los Uchiha tampoco acogerían nuestro amor, por eso, quiero decirte esto: si quieres volver con tus parientes, hazlo, lo entenderé, yo regresaré a casa, pero si me quieres tanto como yo a ti, por favor, ven conmigo.
- ¿A dónde?
- Eso da igual mientras estemos juntos.
Hayato sonrió:
- Estoy harto de esta guerra. Creo que desde que te conocí aprendí el significado de lo que era la guerra. La guerra es no estar junto a las personas que amas y la muerte. Te quiero, te quiero mucho, Mitsuki.
- Y yo a ti.
Los dos se abrazaron. Mitsuki y Hayato podrían estar juntos, pero dejaron de llamarse Senju y Uchiha, en aquella época no había esperanza para sus familias. Por esa razón, conociendo y viendo que por encima de los odios sin fundamento y del ojo por ojo había personas, personas buenas o personas menos buenas, pero que merecían ser cuanto menos respetadas. Del respeto y la admiración del uno nació el amor de la otra.
No se tenían nada más que el uno al otro… y un futuro para los dos.
FIN.
-Continua en el siguiente post-
Última edición por Odxy el Vie Jun 28, 2013 10:48 pm, editado 1 vez
Odxy- Genin
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Flor del desierto [+13]
- Spoiler:
- El tono anaranjado del cielo indicaba que otro día más llegaba a su fin en Suna. El ayudante del kazekage llamó suavemente a la puerta y entró sin esperar respuesta.FIN.
-Kazekage-dono.
-¿Sí, Masao-san? –preguntó cansado.
-Si no ordena nada más… -murmuró al aire, sin atreverse a pedir directamente permiso para marcharse.
-Ah, claro, vete a casa. –dijo alegre el kazekage- Solo estoy adelantando papeleo. Pero tú ve, no quiero que tu esposa y tus hijos se enfaden conmigo por tenerte secuestrado –rió.
-Gracias, Ryou-sama. –el jounnin hizo una pequeña reverencia y se retiró.
El kazekage volvió a zambullirse en los papeles. Cuando empezó a tener que parpadear varias veces para mantener la vista fija, entendió que llevaba demasiado tiempo mirando documento tras documento. Se dejó caer con fuerza sobre el respaldó del butacón, para estirar la espalda y los brazos. Él pensaba que su ayudante apenas acababa de salir del despacho, pero fuera ya era completamente de noche. El reloj marcaba las once y media…, había vuelto a pasar un día más sin que él se diera apenas cuenta.
Apagó la luz y se marchó a casa paseando tranquilamente. La suave brisa nocturna era reconfortante en comparación con el habitual ambiente seco de la aldea oculta entre la Arena.
Calentó un paquete de comida instantánea y cenó con calma. Después ojeó un poco un libro que llevaba semanas leyendo con desgana y al rato se dio por vencido. Se llevó las manos a la parte trasera de la cabeza y deshizo el nudo de la bandana que se perdía entre sus cabellos canos que aún conservaban cierto tono castaño. Dejó la bandana y el libro en la mesilla, y se dejó caer en la cama.
Al día siguiente, poco después del amanecer Masao dejaba sus cosas sobre la mesa que tenía ante las puertas del despacho del kage, y una vez instalado entró al despacho para recoger los papeles que el Kazekage se quedó terminando la noche anterior.
-Buenos días, Masao-san.
-Ryou-sama… trabaja demasiado. –reprochó suavemente el jounnin- No todo en la vida es papeleo.
-Ya lo sé, -sonrió el kage- he venido antes precisamente para marcharme pronto esta tarde y tener una buena sesión de entrenamiento.
-No me refería a…
-Esta villa es mi vida, Masao –interrumpió.
-Perdone si os he ofendido, Kazekage-dono –respondió rápidamente el ayudante.
El kage se recostó sobre el butacón y suspiró. Iba a contestarle con alguna broma, para intentar aligerar la tensión, pero sabía que sería inútil con Masao. Era un buen ninja y un gran ayudante, pero se lo tomaba todo demasiado en serio, y más aún la autoridad del kazekage.
-No me has ofendido de ninguna manera, Masao-san. Relájate.
-Si Ryou-sama, muchas gracias… -respondió igual de nervioso.
Tomó los papeles y se dirigió a la salida, pero antes de abrir la puerta un pensamiento cruzó su mente y se giró de nuevo.
-¿Querría venir a cenar esta noche a mi casa, Ryou-sama? –el kage lo miró algo sorprendido.- Así mi familia y yo le haríamos compañía.
-Ah, no, no te preocupes Masao-san. Estoy bien. Y no estaré solo esta noche de cualquier forma –el jounnin suponía que se trataba de una mentira y le hubiera gustado insistir en su invitación, pero terminó mordiéndose el labio para frenar las palabras. No estaba bien avasallar a un kage.
-Como desee, Ryou-sama. –abrió la puerta, y antes de desaparecer al otro lado añadió en tono alegre- Feliz cumpleaños.
El kazekage abrió uno de los últimos cajones de su escritorio y de detrás de unos papeles sacó una botella de whiskey. Cogió su vaso de agua, se levantó y lo volcó en la esbelta planta que custodiaba la puerta del despacho. Volvió a su mesa y se sirvió un buen vaso de whiskey.
Alzó el vaso, y tras murmurar “Por mí”, se lo bebió de un trago y volvió a sus documentos.
Varios ninjas, miembros del consejo y cabezas de los clanes más importantes de Suna pasaron por su despacho para saludarlo con motivo de su cumpleaños. No aceptó para sí mismo ni un solo regalo. Todo lo que le llevaron era fácilmente transformable en dinero, y decidió donarlo al hospicio de la aldea.
También rechazó toda invitación a comer o a cenar aquel día, a pesar de que varias veladas debían haber llevado días de preparación, alegando con todos en supuesta confidencia que aunque le gustaría, no podía aceptar su oferta y rechazar a los demás. En realidad, la única que quizá hubiera aceptado sería la de su ayudante, pero sabía que Masao no estaría relajado ni un momento con su Kazekage y jefe directo como invitado, y seguramente ese sentimiento se lo traspasaría al resto de su familia.
Sacudió la cabeza varias veces aquel día, cada vez que se le presentaba ese tipo de pensamientos. Qué necesidad tenía de centrarse en los pequeños reveses sociales derivados de su cumpleaños, cuando suficientes problemas había ya.
El más grave seguía siendo el ataque a Takumi no Sato, en el vecino País de los Ríos. La aldea Takumi era una gran productora de armamento que había sido asaltado por un grupo de ninjas independientes, puede que no fueran demasiados pero resultaron ser más poderosos y estar mejor organizados de lo que cabía esperar. A pesar de que el País de los Ríos contaba con su propia aldea ninja, Tanigakure era una aldea menor bajo la protección de Suna, y en cuanto se vieron superados por los atacantes, pidieron ayuda al Kazekage.
Pero cuando los shinobis de Suna acudieron como apoyo, se encontraron que no había nada a lo que apoyar. Takumi no Sato había sido borrada del mapa, arrasada hasta los cimientos. Civiles, ninjas renegados y shinobis de Tanigakure yacían inertes por toda la ciudad.
Las mejores patrullas de rastreadores localizaron a media docena de renegados a pocas millas del lugar y fueron encerrados en los calabozos de máxima seguridad de Suna. Aún se encontraban a la espera del juicio que decidiría su suerte.
Tres supervivientes fueron localizados, sostenidos apenas por un hilo de vida. Los ninjas médicos consiguieron mantenerlos así hasta que regresaron a Suna, y los llevaron directamente al hospital. Uno de ellos murió esa noche. Otro murió casi una semana después, el día anterior al cumpleaños del Kazekage. Los médicos decían que la tercera persona podría abrir los ojos en cualquier momento, pero lo llevaban diciendo desde que la trajeron a la aldea.
Redactó y firmó una carta ofreciéndole a Kage de Tanigakure toda la ayuda necesaria de Suna para la reconstrucción de Takumi no Sato, y lo invitó a asistir al juicio de los prisioneros capturados el día del ataque.
Ordenó los papeles, le entregó a Masao todo lo que debía enviar y archivar, y se marchó a entrenar tal y como había planeado.
Después fue a su casa, tomó una ducha y con ganas de una buena cena fue al restaurante en el que preparaban su kushiyaki favorito. Al salir, el frescor otoñal lo animó a dar un paseo sin rumbo fijo por la aldea que tanto amaba. Trabajaba por y para la villa que, como le había dicho a su ayudante, se había convertido en su vida. Se había convertido en su forma de vida… en su único amor, desde hacía ya tanto tiempo.
Cuando cayó en la cuenta de que había llegado a la puerta de un edificio, alzó la vista. Sus caóticos pasos lo habían llevado al lupanar de Suna. A pesar de no estar bien visto por la mayoría, el anterior Kazekage había legalizado el oficio más antiguo del mundo siempre que se restringiese a las cuatro paredes de aquel edificio.
Un cliente salió del lugar y lo miró extrañado, no obstante lo saludó con las maneras protocolarias, y siguió su camino.
El Kazekage suspiró. La soledad y los instintos propios de quien no disfruta de los placeres de la intimidad desde hace más de una década le jugaron una mala pasada. No veía nada de malo en el trabajo que se desempeñaba allí dentro, ni en los clientes que lo frecuentaban, pero él era el Kazekage y con él se utilizaba otro sistema de medida. No podía permitir que su reputación quedase opacada por vicios en los que ni siquiera había caído después de tanto tiempo.
El día de su cumpleaños terminó como había empezado, y como lo habían hecho todos los demás: solo, en la casa que le fue dada con el cargo. Una gran fortaleza de soledad.---
La siguiente mañana sin embargo, deparaba alguna sorpresa. El Kazekage se encontraba concretando los detalles de una misión con un equipo de chunnins que saldría al día siguiente, cuando Masao entró atropelladamente en su despacho.
-¡Ryou-sama! –el kage conocía a su ayudante, y sabía que era raro que perdiera las formas, por lo que pidió a los otros shinobis que salieran. Cuando estuvieron solos, lo animó a continuar.- ¡Es la superviviente de Takumi! ¡Ha despertado!
-Ya casi no creía que fuera posible. ¿Recuerda algo?
-Parece que sí, pero se niega a hablar con nadie… Solo quiere hablar con usted.
-Lógico –dijo el Kazekage, sorprendiendo al jounnin.- Esa mujer ha visto masacrar a toda su villa, familia y amigos… Y ni siquiera sabe quién ni porqué. Lo menos que puede hacer por su seguridad, es guardarse cualquier información hasta ver al líder de la villa extranjera en la que ha despertado.
-Tiene razón… ¿Cuándo puede recibirla? Los médicos dicen que podría salir del hospital…
-No voy a recibirla –interrumpió.- Voy a visitarla yo.
Aunque reticente de entrada, Masao aceptó la idea de su superior, y apenas media hora después ambos se encontraban frente a la puerta de una habitación del hospital. El kage envió a casa a los dos shonobis que hacían guardia allí.
Al entrar, se encontraron a una mujer al borde de un ataque de nervios. Sola, en un lugar desconocido, conectada a algunas máquinas y con el recuerdo de una matanza muy fresco en su mente.
-Buenos días –saludó el Kage.
-Yo… dije que solo hablaría con el Kazekage –balbuceó ella.
-Estoy de suerte entonces. Yo soy el Kazekage. –sonrió para tratar de infundir confianza.
Ella se lo quedó mirando un buen rato, como si buscara algún indicio de que estuviera mintiendo. Un par de minutos después hizo algo totalmente inesperado… se limitó a sonreír. Con una sonrisa que a los ojos del kage, iluminó toda la habitación y gran parte del inmenso País del Viento. La mujer se retiró algunos cabellos rebeldes de su rostro, colocándolos detrás de su oreja en un gesto suave. Las hebras doradas caían desordenadamente hasta sus hombros. Se llevó una mano a la nuca y entonces cerró los ojos, contrariada.
-¿Se encuentra bien? –se preocupó el kage- ¿Necesita algo?
-Creo… que una ducha. Éstas no son formas de recibir a un Kage.
-No se preocupe por eso –rió él.- Míreme a mí… Y esto no tiene solución.
Masao lo miró incrédulo. Incluso al propio Ryou le sonaba extraño hablar así después de tanto tiempo. La gente le había tenido demasiada pena, o admiración, o respeto, como para que se diera la situación de hacer casi cualquier tipo de broma. Antes de que se diera cuenta, prácticamente todo se había reducido al trabajo y a su posición.
-Me gustaría… hablar con usted a solas… -dijo ella, echando un rápido y tímido vistazo al jounnin, avergonzada de estarle pidiendo que se marchara.
-Mi querida invitada –comenzó el kage, anticipándose a una respuesta de Masao.- Yo no tengo secretos. Tal vez quisiera proteger a Suna de cierto tipo de información antes de haberla confirmado, o tal vez me gustaría tener tiempo de elegir las palabras adecuadas con las que contarles algo a los miembros del Consejo. Pero Masao-san es prácticamente tan Kazekage como yo.
-Bien… -suspiró la mujer después de un rato.
Desde que se despertó y empezaron a acosarla a preguntas se había imaginado una conversación en solitario con el kazekage, pero le había agradado su explicación, así que finalmente empezó a hablar. Le contó cómo estaba trabajando en un terreno algo alejado de la ciudad cuando se produjo el ataque. Al darse cuenta de lo que ocurría corrió a buscar a su familia, pero antes de poder llegar a la casa de sus padres, una pared se le vino encima, dejándola atrapada e inconsciente.
-Y posiblemente, fuera lo que le salvara la vida.- matizó el kage. Ella se lo quedó mirando con una débil sonrisa.
-Isae Hana.
-¿Disculpe?
-Es mi nombre. Isae Hana.
-Es un nombre muy bonito. –halagó el kage.- Significa flor… pero eso usted ya lo sabe, claro. Lo que quizá no sabe es que a las kunoichis de Suna se las conoce como Sabaku no Hana, las flores del desierto.
-Es cierto, no lo sabía.
-Entonces Isae-san, ¿es usted una flor del desierto?
-¿Una kunoichi? –el kage asintió- No. Ojalá lo hubiera sido…
-No se preocupe por eso ahora. Procure estar tranquila, recupere energías, y después hablaremos de las opciones.
La mujer se despidió agradecida del kage y su ayudante, que regresaron a su despacho para añadir a los informes el testimonio de Isae. No era información demasiado precisa, pero cualquier detalle podría ser útil.---
Al salir del trabajo al día siguiente, el kazekage vagó un rato sin rumbo, dando uno de sus habituales paseos. Pero esta vez sus pies y sus pensamientos lo llevaron hasta el hospital de la villa. Y no se le ocurrió ninguna razón que le impidiera entrar, así que se internó en el edificio y para sorpresa de ambos, visitó a Isae Hana.
Era una persona encantadora. Lo había perdido todo, y él entendía muy bien ese sentimiento. Y aunque las circunstancias parecían ser lo más favorables para ambos, dadas las circunstancias, ninguno de los dos pensaba que sería tan fácil sonreír. Pero lo era.
El kazekage regresó al día siguiente, al siguiente, y cada uno de los días hasta que le informaron de que Isae iba a ser dada de alta. Con algo de pesar, la mañana que permitieron que saliera del hospital la citó en su despacho. Ella acudió con ropas nuevas, que alguna enfermera o médico habrían acertado a facilitarle.
-¿Qué quiere hacer? –preguntó el Kage, al tenerla delante de su escritorio. La mujer perdió la vista más allá de los ventanales del despacho y al poco se encogió de hombros en un gran suspiro.
-Vivir –murmuró, sobrecogiendo al kazekage, que prefirió no ahondar en ello, y siguió avanzando.
-¿Dónde le gustaría hacerlo? –la mujer miró por los ventanales de nuevo, pero esta vez prestando atención a la aldea que se extendía más allá de ellos.
-¿A eso os referíais con mis opciones?
-Así es, -admitió el kage- Tanigakure os acogerá si lo deseáis, así como alguna villa vecina a… la antigua ciudad de Takumi… -tragó saliva con fuerza. Aquello debía ser difícil de digerir. La rubia asintió vagamente.
-En una de esas ciudades… sería como pretender volver a mi hogar… pero sin mi familia, conocidos… ni nada. Además ahora mismo… preferiría la protección de una aldea ninja.
-Entiendo.
-Yo no… ¿Por qué me trajeron aquí… en vez de a Tanigakure?
-¡Ah! –exclamó sorprendido el kage, y preocupado por haberla podido ofender.- Siento decir que eso fue culpa mía. Cuando llegamos, los shinobis de Tanigakure habían sufrido la misma suerte que Takumi no Sato… Informamos al kage y trajimos a los supervivientes a Suna.
-Ya veo… Tanigakure tiene su propia tragedia, entonces. –volvió a mirar más allá de las cristaleras y luego lo miró fijamente a él.- ¿Es Suna una opción?
-Lo es. –dijo sonriendo- Pero el protocolo oficial no me permite ofrecérosla sin agotar primero las posibilidades en el País de los Ríos.
-No quiero buscaros ningún conflicto diplomático, Ryou-sama. Pero por mi propia iniciativa, me gustaría elegir Suna, que es quien salvó mi vida y cuidó de mí. –el corazón del kazekage se encogió un momento, para volver a latir después con una renovada intensidad.
-Así será –dijo, sabiendo que seguramente le estaría haciendo un favor también a Tanigakure.- Haré los trámites pertinentes. Por favor, dé un paseo por Suna, coma en el sitio que prefiera y cárguelo a mi cuenta, y vuelva esta tarde.
-De acuerdo… pero con una condición –dijo alegre, bajo la mirada curiosa del kazekage.- Que deje de tratarme con tanta formalidad. Somos amigos.
-Está bien –sonrió.- Entonces tú también deberías hacerlo, Isae-san. –ella amplió su sonrisa.
-Hasta esta tarde, Ryou-kun.
Parecía que incluso ese sufijo le había resultado forzado, pero le parecía de mala educación llamar al kazekage simplemente por su nombre. Y sin embargo, era la fórmula más cercana con la que alguien se había dirigido a él en bastante tiempo.
Por la tarde, se reunieron en el despacho el kage, su ayudante y la nueva habitante de Suna. Masao se escandalizó al ver cómo se dirigía la mujer al Kazekage, pero el propio Ryou le pidió que se relajara y lo dejara pasar.
Isae vivía en una de las pocas zonas fértiles en cientos de millas a la redonda, oficio que no sería de mucha utilidad en Suna. Pero también llevaba las cuentas de su pequeño negocio, y alguien con cabeza para los números sí podría ser de mucha ayuda para el kage. Le dio un puesto ayudando a los gestores de la villa, un apartamento vacío en una zona mayoritariamente civil de Suna, y un pequeño adelanto para comprar algunas cosas básicas para el día a día.
Ella se marchó todo lo contenta que podía estar, a presentarse a los que desde el día siguiente serían sus jefes directos.
-Ha sido muy amable, Ryou-sama. –observó Masao.
-Es el procedimiento habitual –se justificó.
Masao se levantó, intentando ocultar una sonrisilla. Salió del despacho y continuó con su trabajo. El kage terminó los documentos que hacían oficial esas conversaciones, y un rato después salió para llevárselos a su ayudante y que los archivara convenientemente. Pero al abrir la puerta, distinguió la voz del jounnin.
-Buenas tardes de nuevo, Isae-san.
-Hola, Masao-san –el kage retrocedió un poco, en realidad él no formaba parte de la conversación y sería una falta de educación interrumpir…
-¿Quieres ver al Kazekage?
-Ah… no. Verás… venía a verte a ti. –Masao en su mesa y el Kage junto a la puerta, fruncieron el ceño extrañados.
-¿Ocurre algo?
-Solo quería preguntarte algo –dijo Isae, quitándole importancia.- Tú… eh… a ver, cómo preguntar esto…
El kazekage tragó saliva con fuerza. Apretó un poco el picaporte, expectante por cómo iba a terminar aquella situación. El derrotista pensamiento de que al menos el recto Masao tendría que rechazar cualquier proposición, pareció ser su débil fuente de optimismo.
-Tú… ¿sabes si Ryou-kun está casado? –murmuró Isae. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro del kage.
-El Kazekage enviudó hace mucho tiempo, Isae-san. No tiene familia.
-¡Oh! Ya veo. Bien, bien… ¡Quiero decir! Es una tragedia, pero… Solo era curiosidad, ya sabes.
-Por supuesto –respondió aparentando seriedad. La rubia se despidió y se marchó, y al poco el jounnin levantó un poco la voz.- Por favor, salga. Ya no tiene edad para estos juegos.
-Debía imaginarlo, Masao-san –dijo, saliendo del despacho.- Después de todo eres el mejor sensor de toda Suna.
Ninguno comentó nada más sobre Isae o sobre lo que acababa de ocurrir. Ultimaron los detalles del trabajo que tenían pendiente, y ambos se marcharon.
Un rato después, el Kage se encontró paseando por una zona bastante tranquila, pero muy alejada de su casa. –“Solo estoy comprobando que la he enviado a un buen lugar”- se excusó para sus adentros, sabiendo que en realidad echaba de menos no poder dirigirse al hospital para tener una de las charlas nocturnas con Isae a las que había resultado tan fácil acostumbrarse.
Recorrió el barrio residencial hasta comprobar que las luces del apartamento recientemente adjudicado estaban apagadas. Avergonzado al sentirse una especie de acosador debajo presupuesto, pasó de largo para reencaminar sus pasos hacia su residencia.
-¿Ryou-kun? –preguntó una suave voz tras él. El llamado se hinchó de alegría y vergüenza a partes iguales. Se giró y vio a la rubia, acercándose despacio.
-Buenas noches, Isae-san. ¿No puedes dormir?
-Estaba familiarizándome con la zona, -explicó ella- para no perderme mañana.
-Entiendo.
-Qué agradable sorpresa haberme encontrado contigo –sonrió ella.- No sabía cómo iba a dormir con tantas novedades y sin poder charlar un rato contigo.
La sinceridad y la sonrisa de esa mujer resultaban refrescantes y estimulantes para el corazón del kazekage, que se animó a dar un pequeño paso.
-Si puedo ayudarte a conocer bien la zona…, por aquí hay un local donde ponen muy buen sake.
-Eso suena muy bien –mintió ella. No le gustaba nada beber, pero no quería parecer aburrida ni desperdiciar la oportunidad.- Seguro que es más agradable que una fría habitación de hospital.
Fueron al bar, tomaron un par de vasos de sake, hablaron de su infancia, de sus hermanos y hermanas. Todos ellos habían fallecido a lo largo de los años, pero los recuerdos alegres prevalecieron esta vez. En realidad prevalecían siempre que hablaban ellos dos.
Tomaron otro par de vasos, y hablaron del Señor Feudal del País de los Ríos. Era un visitante ocasional en la ciudad de Takumi, donde improvisaban banquetes en su honor y la propia Isae había cocinado para él un par de veces. Sin saber cuándo perdieron la diplomacia y el sentido común, ambos opinaron sin tapujos.
Hubo más vasos, no llegaron a saber cuántos fueron en total. Porque ni siquiera recordaban cuándo habían pagado, ni cómo habían llegado a casa. Los dos a la de Isae, para ser más exactos.
Cuando ella se despertó, se alejó un poco y se tapó la boca con ambas manos, alarmada. Él abrió perezosamente los ojos y la vio en esa posición.
-Isae-san… -se frotó la frente.- ¿Hemos dormido juntos? –ella se apresuró a mirar su cuerpo debajo de las sábanas.
-Creo… que hemos hecho algo más. –él asintió. Su cabeza no, pero su cuerpo parecía recordarlo.
Ella se quedó algo conmocionada con esa situación, así que el kazekage se apresuró a vestirse y presentándole unas sentidas y dolorosas disculpas, salió del apartamento.
El día fue muy largo. Cada vez que llamaban a la puerta de su despacho, deseaba con todas sus fuerzas que se tratara de ella, pero no fue así. Le pareció oír la voz de Isae alguna vez, y momentos después Masao entraba con algún documento contable. Se le cayó el alma a los pies.
Alargó todo lo que pudo el día y sus obligaciones, no tenía muchas ganas de marcharse a casa. Pero cuando finalmente tuvo que hacerlo, se encontró con la mejor de las sorpresas: Isae estaba sentada sobre la mesa de Masao, y lo recibió con una gran sonrisa.
-No quería desconcentrarte –explicó ella.
-¿Me esperabas?
-Claro… ¿Pensabas que ibas a conseguir librarte una noche de mí? –bromeó, convirtiéndolo en uno de los hombres más felices del mundo.
Caminaron un rato, él la invitó a cenar a su restaurante favorito, supuestamente para que conociera todo lo que Suna tenía para ofrecer. Era una noche espléndida, con una temperatura agradable y la luna llena proyectando sus reflejos plateados sobre el desierto. Continuaron su paseo hacia el parque que había surgido con los años alrededor de un pequeño oasis.
Cuando ella se agachó a mojarse las manos en la laguna, la luna pareció hacer brillar su pelo, y sus ojos grises, cuando miró hacia arriba para incorporarse de nuevo. El kage enmudeció del todo cuando ella lo miró sonriendo.
-Nunca imaginé que alguien podría ayudar tanto y tan desinteresadamente a otra persona sin conocerla… como tú has hecho conmigo.
-Es… mi trabajo –acertó a responder él, pero ella negó.
-No es solo eso. Eres un gran hombre, Ryou-kun. –un hombre que parecía transformarse en niño ante las palabras de Isae. Sin poder ni querer evitarlo, ella acarició su anguloso rostro sin dejar de mirarlo.
-Y tú eres una gran mujer, extraordinariamente fuerte.
-¿De verdad lo crees? –preguntó sorprendida y halagada. Él asintió.
Se perdieron en la mirada del otro, sintiendo como sus corazones se aceleraban, robándoles la fuerza al resto de sus cuerpos, que parecía que pudieran deshacerse en cualquier momento.
Finalmente cayeron uno en brazos del otro, fundiéndose en un apasionado beso.
-No quiero perder a mi amigo –murmuró ella.
-No lo harás –aseguró, algo preocupado por las señales confusas que recibía.
-Pero quiero algo más… -él sonrió.
-¿Cuánto más?
-Todo. –Isae lo miró sonriendo, casi sintiéndose culpable por la felicidad que estaba experimentando.
Ryou la rodeó de nuevo con sus brazos y entre risas y besos furtivos, llegaron a la gran casa de él, a la supuesta fortaleza de la soledad. Ya no era más el kazekage, ni el robot que cumplía mecánicamente con sus obligaciones para huir de su pasado y su soledad. Ahora solo era un hombre enamorado.
Llegaron a su habitación, buscándose el uno al otro con las manos y los labios. Se dejaron caer en la cama entre risas. Y lo que tenía que pasar pasó, y luego una vez más.
Ambos se quedaron dormidos, abrazados al cuerpo desnudo del otro, con una sonrisa dibujada en sus rostros.
Avanzada la noche, Isae se notó liberada del abrazo y se despertó. Vio que Ryou, acostumbrado a dormir solo, se había separado de su cuerpo.
Se deslizó de la cama con cuidado de no despertarlo, y empezó a buscar con cuidado en algunos cajones. Pronto dio con lo que buscaba.
Se acercó de nuevo a la cama, empuñando un solitario kunai. Cuando su grupo rebelde atacó Takumi no Sato, la eligieron a ella para esta misión por su gran atractivo. Lo tenían todo pensado desde hacía bastante tiempo, y para su sorpresa todo salió mejor y más rápido de lo esperado. Ahora el Kazekage dormía indefenso en su propia cama, y al hundir el kunai en su cuello daría comienzo la esperada guerra que desestructuraría al País de los Ríos y el País del Viento, dándole a su grupo la ansiada oportunidad de formar la mayor aldea ninja del territorio del desierto.
Avanzó un paso más, pensando en la terrible masacre que provocaría. En que toda la gente que la había aceptado con los brazos abiertos sufriría y seguramente moriría por el ansia de poder de unos pocos. Ella ni siquiera había participado en la matanza de Takumi no Sato, la dejaron allí cuando todo había terminado y sus supuestos compañeros la rompieron varios huesos y la dejaron inconsciente para hacerlo creíble. Los mismos a los que tenía la misión de liberar de los calabozos de Suna tras matar al Kazekage.
Se había dejado influenciar y guiar demasiado tiempo. Ella realmente pasó su infancia en Takumi no Sato, las anécdotas que le contó a Ryou eran totalmente ciertas. Fue repudiada de la ciudad, una ciudad civil como ésa no quería ninjas entre sus habitantes. Pero en realidad, no albergaba ningún tipo de odio.
Dio un par de pasos, apoyando la rodilla con cuidado sobre las sábanas blancas. Miró el pelo cano del Kazekage. Y su torso, moviéndose tranquilamente en cada respiración. Y la pequeña sonrisa que mantenía en sus labios.
Ése no era el líder despiadado del que le habían hablado. Solo era un hombre… un gran hombre. El hombre… del que se había enamorado.
Se incorporó de nuevo, sopesando cuál era realmente su causa. No quería provocar una guerra, ni quería liberar a los que querían provocarla. Si tomaba esa decisión, ya no tendría un lugar al que volver. Pero puede que ahora tuviera uno nuevo, uno al que verdaderamente llamar hogar. Lo único que quería era proteger a la única persona que se había preocupado de verdad por ella.
Amanecer a su lado y no alejarse nunca más.
Guardó el kunai en el cajón del que lo había sacado, y con todo el sigilo que pudo regresó a la cama. Al recostarse, unos cálidos brazos la rodearon de nuevo.
-Te has quedado fría…
-¡Ryou! –exclamó ella mientras notaba como el hombre frotaba delicadamente sus brazos para hacerla entrar en calor.
-Soy el Kazekage… -murmuró- Sé reconocer a una Flor del desierto. Y entiendo lo que significa que alguien intente ocultar su chakra durante tanto tiempo. –ella asintió y permaneció en silencio hasta que no pudo contenerse más.
-¿Lo sabías?
-Sí.
-Y… ¿qué… hubieras hecho…? –se mordió el labio para no terminar esa pregunta. Ryou la giró con suavidad y la miró a los ojos.
-Por Suna, no lo sé… habría tenido que detenerte. –ella asintió- Como hombre… me hubieras matado solo con haber tomado otra decisión. –Isae lo miró muy decidida, y entrelazó sus dedos con los de él.
-No existe otra decisión.
Ryou la miró, buscando la verdad detrás de esas palabras, y solo encontró un chakra que empezaba a dejar de ocultarse, y un sentimiento cálido y verdadero emanando de la mirada mujer que permanecía entre sus brazos.
Suspiró y le dio un fugaz beso en los labios.
Hundió la cabeza en el hueco de su cuello, verdaderamente indefenso esta vez. Sabía que no volvería a desconfiar de ella. Desde ese momento, era suyo para siempre. Aspiró el aroma a lavanda que desprendía y besó su piel.
Isae dijo que le quería, y él escondió entre los cabellos dorados de la mujer su gran sonrisa de felicidad. La abrazó con fuerza. La hizo suya una vez más.
Claro que la quería. Para haber estado cerca de matarlo, esa mujer lo había devuelto a la vida.
Odxy- Genin
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
ambas historias me han gustado mucho, pero solo se puede escoger una, mi voto es para flor del desierto porque la verdad no me espere la parte final y por un momento pense que terminaria en tragedia.
hikari uzumaki- Sennin
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Yo votare por Mas allá de la guerra.
Me ha encantado eso de la unión entre Uchiha y Senju y la forma en que los protagonistas se han ido enamorando, ademas me pareció me llamó mucho la atención que los Senju fueran casi o mas estrechos de miras que los Uchiha.
Flor del desierto también me ha encantado sobretodo porque porque Isae se enamora de Ryou de forma accidental, ese fue un bonito detalle.
Es una pena que estos dos shots tuvieran que enfrentarse, pero bueno, al final solo puede quedar uno xD
Suerte a ambos!
Me ha encantado eso de la unión entre Uchiha y Senju y la forma en que los protagonistas se han ido enamorando, ademas me pareció me llamó mucho la atención que los Senju fueran casi o mas estrechos de miras que los Uchiha.
Flor del desierto también me ha encantado sobretodo porque porque Isae se enamora de Ryou de forma accidental, ese fue un bonito detalle.
Es una pena que estos dos shots tuvieran que enfrentarse, pero bueno, al final solo puede quedar uno xD
Suerte a ambos!
Willem_Dawnstar- Genin
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Un lugar de la Mancha de cuyo nombre no me quiero acordar.
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Mi voto es para: "Más allá de la guerra"
¡Suerte a ambos!
¡Suerte a ambos!
marifa- Sannin
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나는 코스타리카에 있어요.
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
mmmm mi voto es con flor del desierto me gusto como se enamoraron y tambien me gusto la primer con respecto a dos clanes conocidos
moi-06yoyo- Sennin
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cuarto de sakura en su cama con ella
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
veamos... aunque me gusto "mas alla de la guerra" como no se... algo no me deja votar por el, pero no por ello no dire que esta bien escrito y buena trama jeje
pero mi voto ira para "Flor del Desierto" me gusto esta hecho y lo que seria el final me convenció de darle mi voto jeje
pero mi voto ira para "Flor del Desierto" me gusto esta hecho y lo que seria el final me convenció de darle mi voto jeje
Invitado- Invitado
Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Mi voto es para: "Más allá de la guerra"
suerte a ambos ^^
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Obito_Madara- Sannin
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Los dos shots han sido muy buenos. Debería poderse puntuar, cuesta elegir por uno. Pero voy a votar a flor del desierto.
Me ha encantado la historia, mucha suerte a ambos.
Me ha encantado la historia, mucha suerte a ambos.
mikel-chan- Moderador
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Fragmentos de recuerdos perdidos por mi subsconciente, parte de mi vida que quiero recuperar junto a ti
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Mas alla de la guerra = Un fic que un principio me recordó a romeo y julieta, tenia una buena tónica y prometía bastante, tenia una duración razonable como para ser desarrollado con mas ganas. Fue una buena historia, comprensible, pero a la vez, extrañe un toque dramático que hiciera que valorara aun mas relación, buen trabajo de todos modos
Flor del desierto: Un fic bastante fluido, fácil de leer, que pretende entregar una angustia por parte del protagonista, que a mi no me llego en lo personal. Con una relación que se dio bastante rápido (no se puede pedir mas, es un shot) XD pero justificada de todos modos, que tenia un toque dramático al final, una pequeña prueba de fuego que hizo las cosas mas tensas y que levemente los cabellos de mis brazos de erizaran solo un poco, pero con un final feliz al fin y al cabo, ojala hubiera tenido un final triste XDDDDD
Entre suma y resta y luego de pensarlo bastante voto por
Flor del desierto Felicidades a todos los concursantes son muy buenos escritores C:
Flor del desierto: Un fic bastante fluido, fácil de leer, que pretende entregar una angustia por parte del protagonista, que a mi no me llego en lo personal. Con una relación que se dio bastante rápido (no se puede pedir mas, es un shot) XD pero justificada de todos modos, que tenia un toque dramático al final, una pequeña prueba de fuego que hizo las cosas mas tensas y que levemente los cabellos de mis brazos de erizaran solo un poco, pero con un final feliz al fin y al cabo, ojala hubiera tenido un final triste XDDDDD
Entre suma y resta y luego de pensarlo bastante voto por
Flor del desierto Felicidades a todos los concursantes son muy buenos escritores C:
the.grim.reaper- Sannin
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perdido tocando guitarra
20225
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Recuento
Felicidades a Layla-chan, autora de Flor del desierto. Enhorabuena, eres la otra finalista. Y al otro autor, muchas gracias por participar, y felicidades por llegar tan lejos. Y si habéis seguido todo el torneo, no dudo que ya sabéis de quien es la otra historia.
Sois libres de publicar los one-shots en el foro y comentar aquí, así como podéis agradecer el apoyo recibido.
Y con esto finaliza esta ronda, nos vemos en la gran final.
- Spoiler:
Shot #1 xxx = 3pts
Shot #2 xxxxx = 5pts
Votaron: hikari uzumaki, Willem_Dawnstar, marifa, moi-06yoyo, kaiser_nwo, Obito_Madara, narusaku_4ever, the.grim.reaper Total de votos: 8
Felicidades a Layla-chan, autora de Flor del desierto. Enhorabuena, eres la otra finalista. Y al otro autor, muchas gracias por participar, y felicidades por llegar tan lejos. Y si habéis seguido todo el torneo, no dudo que ya sabéis de quien es la otra historia.
Sois libres de publicar los one-shots en el foro y comentar aquí, así como podéis agradecer el apoyo recibido.
Y con esto finaliza esta ronda, nos vemos en la gran final.
Odxy- Genin
- Mensajes : 189
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Between circles
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Llevo desde el principio diciendo que la final sería Septimo vs arminius y ya me he metido en medio. Lo siento Septi porque de verdad creo que eres mejor que yo, menos mal que esto no significa nada tampoco xD
Muchas gracias a los que votaron por Ryou e Isae xD me costó un poco, parece ser que en el mundo ninja sólo me sale fluido el NaruSaku.
Bueno, aún sigo de vacaciones pero don Séptimo me avisó por twitter, y para una vez que me puedo pasar a comentar con normalidad sin poner quién sigue, no quería desaprovecharlo xD
Pd: Mucha suerte con los finales Odxy!
Muchas gracias a los que votaron por Ryou e Isae xD me costó un poco, parece ser que en el mundo ninja sólo me sale fluido el NaruSaku.
Bueno, aún sigo de vacaciones pero don Séptimo me avisó por twitter, y para una vez que me puedo pasar a comentar con normalidad sin poner quién sigue, no quería desaprovecharlo xD
Pd: Mucha suerte con los finales Odxy!
Layla- Consejo de escritores
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Re: [votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Semifinales. Duelo 2
Yo tengo que reconocer que he llegado más lejos de lo que esperaba, porque a pesar de lo que diga Layla, yo no soy tan bueno como pueda parecer y en este shot layla estuvo sublime. Ahora llega el momento de la gran final, ¿con qué nos sorprenderán Layla y Arminius?
Agradezco a la gente que me ha votado y en el fondo, aunque me da pena, me alegro de no tener que escribir otro shot porque estoy bastante liado con los exámenes.
Pero este mensaje es para felicitar a layla-chan. Me gustó mucho sis, y desde que lo leí dije: uy, estoy jodido. Efectivamente fue un combate digno y difícil y el pueblo ha hablado. ¡Felicidades!
Agradezco a la gente que me ha votado y en el fondo, aunque me da pena, me alegro de no tener que escribir otro shot porque estoy bastante liado con los exámenes.
Pero este mensaje es para felicitar a layla-chan. Me gustó mucho sis, y desde que lo leí dije: uy, estoy jodido. Efectivamente fue un combate digno y difícil y el pueblo ha hablado. ¡Felicidades!
- Regalito para los que no me votaron (?):
Septimo Hokage- Consejo de escritores
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