[Votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Duelo 8 - Ronda 1

La suave brisa mecía su cabello rubio lentamente. Le había crecido ya bastante y lo tenía casi tan largo como alguna vez lo tuvo su padre. Se encontraba sobre el techo de un edificio, observando el horizonte. Mientras su capa ondeaba al viento, el oteaba el horizonte.

Todo había estado muy tranquilo en los últimos años, sobre todo desde que le nombraron como Hokage. Recordaba el día perfectamente, grabado a fuego en su memoria, toda la felicidad que sintió en aquel momento, las sonrisas con las que la gente de la aldea, sus amigos. Le recibían como el héroe que era y en ese momento supo que todos sus sueños se habían cumplido.

Tranquila y pacífica, así era la actual vida para muchos ninjas. Desde la devastación de la Cuarta Guerra Ninja, los países firmaron un tratado de paz para evitar más muertes inocentes. Desde entonces todo había sido la calma más absoluta. Pero Naruto sospechaba de aquella calma. Cada vez que pensaba en ello, sentía un retortijón en el estomago, un nudo en la garganta que no le dejaba pasar saliva. Su intuición le decía que algo malo iba a pasar, no era supersticioso, pero la impresión del mal augurio no se iba.

Era como la calma que precede a la tormenta.

De un salto aterrizo en tierra firme. Tenía una cita pendiente que realizaba regularmente, cada dos meses concretamente. Sus pies lo llevaron automáticamente hasta ese lugar, el cementerio de la aldea. En sus manos llevaba un lirio blanco que encontró por el camino. Camino entre las tumbas, buscando una en concreto. Una vez encontrada, se sentó frente a la misma, depositando la flor sobre la tierra. En la lápida rezaba “Umino Iruka”. Leer ese nombre le evocaba dolorosos recuerdos. Cerró los ojos, rememorando aquel fatídico momento. Como en un día como en otro cualquiera, mientras volvía a su casa después de una buena razón de ramen, se encontró el cuerpo de Iruka empotrado contra un árbol, con un shuriken atravesándole el pecho y una expresión de puro horror plasmada en el rostro. Jamás se supo quien fue el culpable, aunque Naruto lo sospechaba, pero no dijo nada acerca de eso pues no lo creía posible.

Abrió los ojos y parpadeo de forma sucesiva, espantando esas pequeñas lágrimas que se empezaban a formar en sus ojos. Ligeramente angustiado por los vividos recuerdos, se mordió el labio inferior, tratando de relajarse.Desde su muerte, el rubio siempre le visitaba tanto como podía. Antes las visitas eran más frecuentes, iba a su tumba cada semana, pero debido a sus responsabilidades, había decidido que una vez cada dos meses sería suficiente, salvo que él necesitase hacerla antes. Llegaba, se sentaba, depositaba una flor si había tenido la suerte de encontrar alguna y comenzaba a hablar. Sabía que Iruka lo escucharía donde quiera que estuviese. Le contaba cómo le iba la vida, sobre sus sueños ya cumplidos, incluso sobre aquellas inquietudes que tenía miedo de comentar con alguien más. Y esta vez no sería la excepción. Comenzó a relatar sus preocupaciones, como tenía ese mal presentimiento que no le dejaba tranquilo.





Gotas de lluvia impactaban con fuerza sobre el cristal de la ventana. Frunció el entrecejo, molesto porque el ruido no le dejaba descansar. Hacía tantísimo tiempo desde la última vez que llovió que siquiera recordaba lo irritante que le resultaba esa situación. Sin embargo, debía alegrarse, Konoha estaba siendo desbastada por la sequía y apenas se conseguía agua corriente que fuera de origen natural. Aunque aldeas de otros países ayudaban para que la gente no pasase hambre, la situación era muy incómoda y él sufría como directa consecuencia del hecho de ser el Hokage. La situación era un verdadero quebradero de cabeza para él y nunca había sido reconocido por excesiva inteligencia. A pesar de que seguía las instrucciones de su fiel consejero Shikamaru, esto no parecía ser suficiente.

Se levantó, apartando las sabanas con fuerza. No podía dormir, simplemente Morfeo no le quería acoger en sus brazos. Salió de la cama y se puso algo de ropa para salir. Quizás la frescura de la lluviosa noche le ayudaría a despejase.

El agua le empapaba completamente, pero no le importaba en absoluto. En realidad, le resultaba agradable porque se sentía agobiado por el calor que azotaba a la aldea sin piedad. Tampoco es como si fuera a enfermarse por algo así, gozaba de muy buena salud, aunque si eso finalmente pasaba, siempre podía molestar a Sakura para que le cuidase.

No había ni un alma recorriendo las desiertas calles a esas horas, así que podía pasear tranquilo. Su cabello comenzaba a pesar debido a la cantidad de agua que había absorbido y el flequillo se le pegaba a los ojos, por lo que tenía que apartarlo con sus frías manos, que comenzaban a entumecérsele. Quizás era el momento de regresar. Ya no sentía calor en absoluto y con un poco de suerte, el contraste entre su cama caliente y su frío cuerpo le ayudaría a dormir.

Cuando estaba a punto de girarse para dirigirse de regreso a su hogar algo lo detuvo. Una figura oscura estaba parada en mitad de la calle. Estaba cubierta por una gruesa capa y capucha para protegerse de la lluvia. Emprendió el paso y Naruto, pecando de curioso, decidió seguir al misterioso ser.

Con el sigilo propio de un ninja fue tras la figura, caminando hacia donde la misma le llevaba. Hasta que le perdió el rastro. Inspecciono el lugar, pero no veía a esa persona por ningún lado. Sintió un escalofrío recorrerle la columna. Dirigió su vista hacia arriba. Allí estaba, mirándole desde lo alto. Vio como alzaba la mano y espero, por si se dignaba a hablarle. Pero no sucedió como él creía.

Multitud de relámpagos salieron despedidos desde las negras nubes, concentrándose en un poderoso rayo. Cuando el desconocido hizo descender su mano, aquel poderoso elemento de la naturaleza se cernió sobre él.


Abro los ojos sobresalto y se levantó, con la respiración agitada y el corazón palpitándole con fuerza en el pecho. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío y el pelo se le pegaba en la frente. Había agua en su habitación. Miró la ventana y se la encontró completamente abierta debido al fuerte viento que la azotaba. Además, llovía a mares y podía escuchar el sonido lejano de una tormenta. No veía los rayos caer, pero escuchaba el sonido de los truenos al caer.

Fuertes, como en su sueño.

Salió de la cama y cerro bien la ventana. Recordaba haberla dejado entreabierta para superar el calor y poder dormir tranquilamente, pero ya no era necesario. Se froto los ojos, estaba cansado. Miro el reloj que descansaba sobre la mesita y sorprendido reparó en que eran ya las 5 de la mañana. Era un día tan oscuro que no parecía que hubiera amanecido. Tenía impresión que ese era el primero de muchos días sin luz.




Regresaba de una reunión entre Kages de diferentes aldeas. Habían sucedido inexplicables catástrofes naturales desde inundaciones e incendios, hasta terremotos y tornados. Las aldeas afectadas eran las más grandes y poderosas y eso resultaba extraño. Naruto sospechaba que la suya era la siguiente, víctima de una poderosa tormenta. Pero no podía hacer nada, nadie sabía el origen de estos fenómenos y mucho menos como pararlos.

Suspiro, mientras saltaba de árbol en árbol seguido por su escolta. Seguía lloviendo, no había parado en todo el mes, desde que tuvo aquel sueño. Una gruesa capa les protegía de los adversos elementos. Cuando los primeros relámpagos alumbraron el cielo, detuvo su marcha, tensándose inevitablemente. Con todas esas chispas centelleando, Naruto le sobrevino el recuerdo de su sueño y tuvo miedo de que le cállese un rayo encima, sobre todo porque estaban en medio del bosque y los árboles eran famosos por ser los perfectos pararrayos.

Como si la tormenta escuchase sus pensamientos, las descargas se concentraron en una, la cual se precipito con fuerza sobre la aldea. Hubo una explosión de una magnitud impresionante, que ilumino de forma intensa varios kilómetros en rededor. Una vez el estallido se desvaneció, Naruto y sus compañeros observaron una enorme humareda elevarse sobre la villa. Con un nudo en la garganta, reemprendieron la marcha tan deprisa como sus piernas les permitieron. Cuando llegaron, les invadió la más profunda devastación. El hospital había sido el objetivo y ahora se encontraba completamente derruido. Las posibilidad de que todos los enfermos, heridos y médicos estuvieran bien eran tan nulas que resultaba doloroso.

Pero en la mente de Naruto solo había un nombre, que se repetía como una constante. Salto a los escombros, rezando y deseando interiormente que ella no fuese una víctima, que no tuviese que estar allí ese día o que simplemente hubiera salido a hacer un recado. No quería pensar en la triste realidad mientras apartaba fragmentos de los que antes había sido el edificio, raspándose las manos en el intento. Absorto como estaba en su labor ignoraba a todos aquellos ninjas que le decían que se apartase, que ellos buscarían a los supervivientes empleando a los perros les clan Inuzuka para el rastreo. No se detuvo hasta que la encontró. La imagen le partió el corazón. Su cabello rosa comenzaba a tornarse carmesí debido a la sangre que lo bañaba proveniente de una profunda herida en su sien. Sus ojos color jade se encontraban cerrados y se cuerpo medio enterrado bajo una gigantesca roca. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, logro retirarla de su cuerpo. Al levantarla, la noto liviana y fría. Shikamaru se acercó y llevo su mano a la yugular de la muchacha, para así comprobar su pulso. Después, con una mueca de angustia, negó ligeramente con la cabeza.

Al rubio se le cayó el alma a los pies. Sus ojos se inundaron y las lágrimas bañaron sus mejillas. Apretó a la chica que por tanto tiempo quiso con locura contra su pecho y grito, desgarrándose la garganta, el corazón y el alma.

El nombre de Sakura se hizo eco en toda la villa.




Estaba enfadado, su enojo llegaba a limites tan insospechados que ni siquiera los recordaba. Si él decía que era un asesinato y no un simple accidente o una maldita casualidad. Y no lo decía por nada. Le conto a su consejero acerca del sueño que había tenido, pero este le miró escéptico, no creyendo que fuese algo de importancia. Salió del despacho hecho un autentico basilisco. Obviando la lluvia que le caía encima, camino sin rumbo fijo hasta que lo encontró. Frente a las ruinas del hospital, el cual no parecía que fuese a reconstruirse pronto, sentado sobre un saliente, se encontraba la figura que vio en su sueño. Ahora podía pararse a observarlo detenidamente, porque al contrario que en su sueño, ahora era una visión nítida. Una gruesa capa añil le protegía de la lluvia. Su rostro estaba tapado por una capucha, que proyectaba una sombra sobre el mismo. Una sonrisa tretica se dibujaba en su boca. Cuando alzo más la cabeza para mirarle a los ojos, vio aquel brillo escarlata que reconocería en cualquier sitio.

Millones de preguntas llenaron su mente. Las que más abundaban eran la razón de que estuviera allí y un porqué, que taladraba sus oídos y su mente. Quería respuestas y las quería rápido. Noto su boca pastosa y como pasar saliva era una proeza. Las gotas de lluvia que cubrían su cuerpo se confundían con el sudor frío que recorría su piel y le ayudaba a mantenerse sereno. No sabía si sería capaz de hablar, pero tenía que intentarlo.

―¿Por qué? ―Fue un susurro ahogado. Aun así, el otro no tuvo problemas para escucharlo.
―Si lo quieres saber, derrótame. ―Y dicho esto, se lanzo directo al ataque.

Agradecía eternamente haber superado la extrema velocidad de su propio padre porque si no, no hubiera esquivado aquel devastador ataque que se dirigía hacia él. Los rayos se retorcían por el cielo como serpientes y le perseguían. No parecía que fueses a extinguirse. Con suma rapidez, logro realizar un rashen shuriken que logro partir el jutsu por la mitad. Pero eso no iba a ser suficiente. Necesitaba un enfrentamiento directo más que un combate a distancia o tendría todas las de perder.

Sin embargo, necesitaba más chakra para poder vencer a su rival. Creo un clon que se alejo rápidamente del lugar, para poderse esconder y así reunir energía natural y entrar en modo sabio. Una vez conseguido su cometido, desapareció para ceder todo su poder a Naruto. Ahora que estaba en modo Sennin, podía atacar más fácilmente. Avanzo con rapidez hacia su enemigo, mientras generaba en su mano un Odama Rasengan. Vio como Sasuke desenvainaba su Chokuto y activando el Chidori Nagashi. Eso hizo recordar a Naruto aquel maldito rayo que destruyo el hospital y mato a Sakura.

Dejándose llevar por la ira y olvidando su raciocinio, le asesto un golpe con la enorme bola de chakra en el tórax. Pude oír varios huesos crujir y como de la boca del moreno salía un hilillo de sangre. Sin embargo, un agudo dolor en el pecho le sobrevino de forma repentina, así como su lengua noto un sabor salado y metálico mezclado con la saliva. Los calambres que sentía por todo su cuerpo le hicieron notar la cruda realidad. Había sido atravesado por la katana de Sasuke.

Lo siento.

Fue lo que oyó, acompañado de un ruido seco de un cuerpo inerte contra el suelo. Con los ojos nublados, observo como la lluvia se detenía y el cielo se despejaba. Luego se desplomo al lado del que por mucho tiempo, fue su amigo y rival.




Una luz cálida y agradable empezó a molestarle en los ojos. Notó caricias en su pelo, como le hacían cosquillas. Sus párpados se despegaron con dificultad. Le recibió rosa y verde, una sonrisa triste. Extrañado, se incorporó con rapidez. Ya no estaba el dolor de pecho que le había atacado. Miro a su alrededor, viendo caras conocidas, no solo la de Sakura, sus padres también estaban, incluso su mentor. Todos con una expresión que le rompía por dentro. No le costó comprender que ya no pertenecía al mundo de los vivos. Horrorizado, se dio cuenta de todo lo que abandonó por una simple imprudencia, mientras riachuelos salados se perdían por sus mejillas.


FIN.