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Mensaje por gonmax Vie Sep 13, 2013 6:04 pm

jajaja naruto debe ser homosexual xDD estoy completamente seguro ajja

me gusto muchisimo.. espero que lo continues pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Sáb Sep 14, 2013 2:49 pm


Capitulo 16
parte 2/3

La condujo al piso de abajo por las escaleras y encendió los potentes focos colocados en el techo. Lo primero que llamó la atención de Sakura fue que las paredes carecían del menor adorno. Se veían las tuberías contra el ladrillo. Lo segundo fue darse cuenta de que Naruto se entrenaba muy en serio ahí abajo. A la derecha de Sakura había un impresionante equipo de pesas y de un viga colgaba un saco de boxeo. Había una máquina de pesas, una de esas máquinas que pueden acomodar todo tipo de ejercicios, y una cinta para correr.
Naruto se quedó junto a la puerta mientras ella recorría el sótano hasta llegar al equipo de pesas, pasaba los dedos por el frío metal de las mancuernas y luego examinaba la máquina de pesas y la cinta. Naruto invertía gran cantidad de esfuerzo y de dinero para estar en forma, aunque estaba segura de que la cinta sólo se usaba cuando hacía un tiempo terrible. Un poco de lluvia no impediría que aquel hombre saliera a correr al exterior.
Probablemente se necesitaba un diluvio y una buena tormenta eléctrica para conseguirlo. Calculó perezosamente cuántos kilómetros diarios debía de correr, pero lo que más la interesaba era el enorme tatami de ejercicios que cubría la mitad del suelo del sótano. Un
tatami como aquél sólo podía servir para una cosa. Sabía que Naruto estudiaba kárate por la patada con la que había detenido al ladrón, pero nunca había vuelto a mencionarlo, y con todo lo que había ocurrido desde entonces, Sakura lo había olvidado. Se preguntaba por qué él no había vuelto a sacar el tema, ya que sabía que ella estudiaba kárate. Su silencio no podía deberse a que tenía un nivel inferior al de ella. Naruto Uzumaki no tenía un ego frágil. De hecho, era todo contrario.
—¿Entrenas kárate aquí abajo?
Naruto estaba apoyado contra el marco de la puerta, con un tobillo sobre el otro y los brazos cruzados. Tenía la mirada perezosa y los párpados caídos mientras la observaba. Encogió un hombro con actitud negligente.
—No es tanto kárate como una mezcla de muchas cosas.
—¿Qué clase de cosas?
—He estudiado kárate, judo, dimmak y silat. Aunque lo que mejor funciona en el mundo real es una combinación de lucha y de la sucia pelea callejera.
Probablemente fuera muy bueno peleando sucio, pensó Sañura, sintiendo como se le aceleraba levemente el corazón. ¿Por qué demonios le parecía eso sexy? Aunque, maldición, todo en él era sexy, desde la potencia lisa y musculada de su cuerpo a aquella enervante calma que utilizaba con tan buenos resultados. Era como si estuviera siendo observada por un gran gato. La quietud de Naruto sólo servía para aumentar la sensación de tensión, como si se estuviera preparando para saltar.
Mientras comían, el ambiente entre ambos había sido distendido y bromista, pero ahora Sakura podía sentir esa atracción derretida palpitando entre los dos. El aire se había vuelto pesado y denso, como si se estuviera fraguando una tormenta, no en el exterior, sino ahí dentro. Sakura no era ninguna inocente. Sabía de qué tipo de tormenta se trataba, y si quería escapar, necesitaba hacerla ya.
—Bueno —dijo de pronto, avanzando hacia la puerta y, desgraciadamente, hacia él—. Se está haciendo tarde y ya tendría que estar...
—Quédate.
«Quédate». La voz de Naruto era grave, y aquella única palabra había sonado lenta y oscura, como el terciopelo contra su piel. Sakura se quedó helada, incapaz de moverse ante lo que el tono de voz de Naruto prometía, ante la tentación contenida en esa única palabra. Las bromas y la ligereza habían desaparecido.
Con él el sexo sería bueno. Más que bueno, incluso mejor que un helado. Sería arrebatador. Sakura temía mucho que llegara a hacerla añicos.
Se giró y le dio la espalda. Clavó la mirada en el saco de boxeo, sintiendo cómo el corazón le latía contra las costillas, bombeándole la sangre aceleradamente y dándole un calor tremendo, haciendo que se sintiera muerta de miedo... excitada. Lo deseaba, lo deseaba con una intensidad que casi anulaba por completo su sentido común. A la desesperada,  intentaba encontrar todas las razones por las que él no era una buena apuesta para ningún tipo de relación excepto la sexual pero, Dios, el sexo... La química entre ambos había ido aumentando y ya era más fuerte de que lo jamás habría imaginado, como un campo eléctrico que pudiera sentir por cada uno de los poros de su piel.
No se atrevía a girarse. No se atrevía a mirarle ni a dejar que él la mirara. Naruto sabría con sólo mirarla, si no lo sabía ya, lo cerca que ella estaba del borde. Y Sakura no deseaba ver el hambre sexual que sin duda iba a ver en su mirada; no deseaba leer los signos de su excitación en su rostro ni en su cuerpo. Quédate... no sólo para un café, o para seguir hablando. Significaba quédate a pasar la noche, en su cama.
—No —dijo, y casi sollozó ante el esfuerzo que le llevó pronunciar esa palabra.
Las manos de Naruto se cerraron con suavidad y delicadeza sobre su nuca, deslizando los dedos bajo la gruesa cascada de sus cabellos. Sakura no le había oído moverse, no sabía que estaba tan cerca, y al notar el contacto de su mano se le pusieron los nervios de punta. Él no estaba intentando retenerla. Su ademán era más una caricia que un agarrón. Sakura podía apartarse si realmente lo deseaba. Y ahí estaba el problema, porque era él lo que realmente deseaba. Sintió un hormigueo en la piel ante el contacto de la mano dura y caliente de Naruto y al notar el tacto levemente rasposo de sus dedos ásperos sobre las terminaciones sensibles de su nuca. Imaginó involuntariamente cómo sería sentir la aspereza de esas manos sobre el resto de su cuerpo y un escalofrío le recorrió la columna.
Naruto era un hombre grande y la empequeñecía con su tamaño. La cabeza de Sakura quedaba encajada perfectamente bajo su barbilla. El calor que desprendía su cuerpo, comparable al de un horno, la envolvía. Él sería pesado, y probablemente dominante, pero también podía imaginarle tumbado de espaldas y dejando, que ella marcara el ritmo...
—Quédate —volvió a pedirle, como si ella no se hubiera negado.
Haciendo un gran esfuerzo, Sakura recurrió de nuevo a su sentido común.
—No sería la decisión más inteligente.
—A la mierda la inteligencia —soltó él. Su aliento caliente le barrió los finos cabellos de la nuca. Su voz profunda convertía sus palabras en un arma a utilizar, un nivel de intimidad más profundo entre los dos—. Apuesto a que sería fantástico —dijo, acariciándole la nuca allí donde su aliento le había calentando la piel—. Si te gusta despacio, iré despacio. Si te gusta rápido y fuerte, así será como te lo haré —dijo a la vez que reemplazaba los dedos con la boca y empezaba a lamerle despacio con la lengua y el escalofrío se convertía en un leve temblor que le recorrió todo el cuerpo. —¿Cómo lo quieres? —murmuró—. ¿Despacio... o rápido? ¿Despacio —lamió los tendones perfilados entre la curva del cuello y el hombro de Sakura, y a continuación mordió con suavidad. La sensación fue eléctrica; Sakura dio una sacudida, y de su boca escapó un gemido a la vez que su cabeza, como una margarita demasiado pesada para su tallo, caía hacia atrás hasta quedar apoyada en el hombro de él— ... o rápido? —Cerró las manos sobre sus pechos, frotando los pulgares contra sus pezones. Su erección marcaba un bulto duro como una roca en sus vaqueros que empujaba contra su trasero. Las piernas de Sakura amenazaban con fallarle y oyó su propia respiración, acelerada y breve, casi un jadeo. —¿Suave? le susurró Naruto al oído—. ¿O fuerte?
Fuerte. Buen Dios, fuerte.
Sakura se apartó de él y se giró, apuntalando las manos contra la pared que tenía detrás. Naruto la miraba como un tigre paciente: hambriento, pero totalmente seguro de que la presa era suya. Y lo era. Él lo sabía. Ella lo sabía. Lo único que les quedaba negociar era el grado de dificultad, y el orgullo exigía que ella le pusiera la victoria lo más difícil que le fuera posible.
—Tengo una norma —dijo ella.
La cautela asomó a los ojos de Naruto.
—No sé si quiero saberla.
Sakura se encogió de hombros, no sin cierta dificultad.
—Probablemente no.
Él se frotó la mejilla con la mano. La barba incipiente raspó su áspera mano.
—Venga, suéltala.
Sakura sonrió. Fue una sonrisa lenta y segura.
—Nunca duermo con alguien a quien pueda vencer peleando.
La cautela fue convirtiéndose poco a poco en incredulidad. Naruto la miró fijamente.
—¡Mierda! ¿Quieres que pelee contra ti para conseguirte?
Sakura volvió a encogerse de hombros y avanzó tranquilamente hacia el tatami.
—Yo no lo diría con tanta crudeza, pero... sí.
Naruto respiró hondo.
—Sakura, no es una buena idea. No quiero hacerte daño.
—No lo harás —dijo ella, segura de sí misma.
Naruto empezó a entrecerrar los ojos.
—¿De verdad te crees tan buena?
Ella le sonrió por encima del hombro, y la sonrisa fue casi una mueca afectada. Quizá él la derrotara, pero iba a disfrutar del proceso.
—Creo que sabrás contenerte para no hacerme daño.
Naruto lo entendió entonces, y no le gustó.
—¿Tan segura estás de que contendré mis puñetazos y dejaré que me conviertas en un saco de boxeo? ¿De qué te dejaré ganar?
Sakura dio un profundo suspiro.
—Si me rompes la mandíbula o me dejas inconsciente, estaré demasiado dolorida, por no mencionar el mal humor que llevaré encima, para lo que tienes en mente.
—Sí, bueno, si te dejo que me muelas a golpes, yo tampoco estaré en forma para hacer nada.
Sakura levantó un hombro en un delicado gesto. —Vaya dilema.
Naruto volvió a frotarse la cara con la mano. —Joder.
—Quizá —empezó ella, haciendo una pausa. No pudo resistirse a la tentación de provocarle—. Si te crees lo bastante bueno...
Naruto la estudió durante un instante y luego tomó una decisión que le hizo endurecer la expresión del rostro.
—De acuerdo, haremos lo siguiente: strip lucha.
¿Strip lucha? Qué hombre tan diabólico, pensó Sakura.
—No es justo. Nunca he tomado clases de lucha, y pesas casi treinta quilos más que yo.
—Yo diría que casi cincuenta —dijo él, y Sakura tragó secretamente con dificultad—. Vamos, ha sido idea tuya. Sabes perfectamente que no vamos a luchar cuerpo a cuerpo y a darnos porrazos, así que esta es la alternativa. Al menos tienes muy pocas posibilidades de que te haga daño. Además, te daré ventaja.
Con ventaja, probablemente Sakura pudiera hacer de aquello algo interesante. No fantaseaba con ganar, pero sí podía obligarle a esforzarse lo suyo.
—Trato hecho.
Naruto se llevó las manos a la cintura y observó detenidamente a Sakura.
—Esto es lo que haremos. Tengo que inmovilizarte, pero tú sólo tienes que tumbarme, y puedes valerte de cualquier método que quieras. El primero que se quede totalmente desnudo, pierde.
Definitivamente, a Sakura iba a salírsele el corazón del pecho. La idea de luchar desnuda contra él casi bastaba para marearla de puro apetito sexual.
—Y —siguió él— decidimos ahora qué cuenta como ropa y los dos empezamos con el mismo número de prendas.
Sakura asintió.
—Me parece justo.
Naruto la observó detenidamente.
—Tienes que quitarte los pendientes. Los cierres se te clavarán a la cabeza.
Sakura se quitó los pequeños pendientes de oro y los dejó a un lado.
—Tu brazalete vale por mi reloj —dijo, echándole una mirada a las sandalias—. No llevas calcetines, así que ahí te llevo doble ventaja.
—Empecemos los dos descalzos —dijo Sakura, quitándose las sandalias.
Naruto se quitó las botas y los calcetines.
—Vale, ¿cuántas prendas llevas todavía?
—Cuatro, sin contar el brazalete. Los pantalones, la camisa, el sujetador y las bragas.
—Yo sólo llevo tres.
—Vuelve a ponerte los calcetines y contarán como una.
Naruto  volvió a ponerse los calcetines y entro al tatami.
—Ahora tenemos cinco prendas cada uno. No me llevará mucho tiempo inmovilizarte cinco veces.
El maldito bastardo estaba totalmente seguro de su victoria. Bueno, también ella estaba segura de que él iba a ganar. De hecho, contaba con ello. Pero si creía que iba a vencerla con cinco movimientos seguidos, estaba seriamente subestimando a su mujer. La fuerza de Sakura estaba en su rapidez, y se movió como el rayo, pasándole la pierna por detrás de la suya y haciéndole caer de espaldas antes de que Naruto pudiera contrarrestar su acción. Sakura le sonrió desde arriba y Se retiró, quedando fuera de su alcance.
—Los calcetines —dijo.
Naruto se los quitó en silencio y los dejó a un lado, luego se puso de pie.
—Eres rápida —reconoció.
Ahora estaba mucho más alerta. Sakura sonrió.
—Eso es lo que mi sensei siempre me decía.
Un cuarto de hora más tarde, Naruto dijo:
—Inmovilización.

Respirando con dificultad, se separó de ella a gatas. Su dura mirada se paseó por los pechos desnudos de Sakura, deteniéndose en sus pezones firmemente endurecidos.
—Estamos empatados de nuevo. Quítate las bragas.
A Sakura se le encogió el estómago de anticipación. Todavía jadeante, intentando controlar su rápida respiración, levantó la muñeca.
—¿Y qué pasa con mi brazalete?
—Lo estoy reservando para el final.
Sakura se puso en pie, vacilante. Había invertido todo su esfuerzo en resistirse a él, y probablemente Naruto había estado conteniéndose para asegurarse de no hacerle daño. El combate estaba durando mucho más de lo que ella había imaginado, y no sabía cuánto más iba a poder soportar el roce del cuerpo casi desnudo de él contra el suyo. La erección de Naruto se henchía contra sus calzoncillos, y tenía la piel empapada en sudor. Sakura sintió, encantada, cómo se le cerraba el estómago al ver el rictus que se insinuaba en la mandíbula de Naruto. Respiró hondo unas cuantas veces y luego metió los dedos por el elástico de sus braguitas y se las fue bajando hasta que le cayeron a los tobillos. Naruto soltó un sonido tosco y sofocado y fijó la mirada en el triángulo rosa de vello rizado perfilado entre sus piernas. Sin apartar la mirada, se bajó los calzoncillos y se los quitó.
Ahora le tocó a ella sofocar el sonido que ascendía por su garganta. El pene de Naruto la apuntaba, grueso y palpitante, y era tan grande que Sakura no sabía si preocuparse o celebrarlo. Vaya. Titubeó y luego se contuvo.
—Espera —dijo, a la vez que su voz sonaba espesa incluso a sus propios oídos—. Todavía no me he ganado tus calzoncillos.
—Entonces haz como si todavía los llevara puestos —dijo y se abalanzó sobre ella.
Sakura se encontró sobre el tatami antes de haber podido parpadear, pero en el último segundo se las había ingeniado para retorcerse lo justo y evitar que él la inmovilizara. El peso de Naruto la aplastaba, pudiendo con ella como lo había hecho en todas las ocasiones que había logrado inmovilizarla. Aunque apreciaba los esfuerzos de él por no hacerle daño, se sentía tan impotente contra él como la primera vez que la había vencido había sido peor mantenerse de pie, evitarle y esperar su oportunidad, pero Naruto ya la había tumbado.
A la desesperada, apoyó un pie en el tatami y empujó, esperando poder hacer palanca. Naruto se desplazó para contrarrestar su movimiento, y sus caderas se deslizaron entre la V abierta de las piernas de Sakura, presionando sus labios con el suave calor de su pene. Se quedó inmóvil y un sonido casi idéntico a un rugido retumbó en su garganta. Como si no pudiera seguir conteniéndose, empujó, y la cabeza gruesa y bulbosa empezó a penetrarla. Durante una décima de segundo Sakura se olvidó de todo excepto de la ardiente necesidad de levantar el cuerpo, de dejarle entrar. Espero casi demasiado, pero en el último segundo se retorció frenéticamente, desalojándolo, y consiguió rodar hasta quedar más cerca de la pared. Naruto soltó otro rugido, éste más parecido a un gruñido, y, antes de que Sakura pudiera ponerse en pie, estaba de nuevo encima de ella.
El increíble peso de Naruto la golpeó de lleno, amortiguándola e inmovilizándola. Naruto le puso las manos sobre los hombros, empujándolos hacia abajo. «Inmovilizada» —dijo con voz ronca, y el combate finalizó.
Todavía jadeante, Naruto levantó su peso de encima de ella y se puso de pie. —No te muevas.
Sakura obedeció. Estaba demasiado exhausta para hacer lo contrario, y demasiado excitada para moverse incluso en el caso de que hubiera podido hacerlo. Cerró los ojos y tragó aire mientras escuchaba el crujido de la ropa de Naruto. Pensó que estaría buscando un condón y abrió la boca para decirle que no lo necesitaba, pero él ya había vuelto y le había levantado los brazos por encima de la cabeza. El metal frío y suave se cerró alrededor de sus muñecas. Se oyó un clic y Sakura Se encontró atrapada....
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Mensaje por SakuNaru Haruno Sáb Sep 14, 2013 3:56 pm

Woooooooow!!!!! La contiinuacion Porfabor. Tu manera de explicar las cosas en esta novela me tiene metida hasta el Fondo! Te admiro haha... Tienes talento Saludos y espero la continuacion con Ancias

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Mensaje por aduzumaki Sáb Sep 14, 2013 5:34 pm

Onion ._. oh por dios como lo dejas ahí que mañitas tendra naruto Oigh espero la conti Onion bye 
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Mensaje por hikari uzumaki Sáb Sep 14, 2013 6:38 pm

OMG! Que buen combate! Y que manera de hacer los preambulos, hehehehehehe! Y lo haz descrito todo tambien, algo asi pense de Naruto ya se venia ver lo perver que es, aunque no creo que Sakura se quede tan atras, y ahora ya hasta esposada la tiene, pero haz cortado en lo mejor! Y eso es frustrante! Quiero saber!

No tardes!
Conti!
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Mensaje por LimaAxG Dom Sep 15, 2013 9:56 am

Oh dios... es el click más excitante que he leído nunca jajaja, continuarlo pronto! Vamos a ver que tanto disfrutará Naruto de su victoria
Matta Ne!
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Mensaje por SALAMANDRAHANSUKO Lun Sep 16, 2013 8:41 am

Wuao no es que me gusta el "sadomasoquismo" pero esto es muy sugestivo, estoy ansiosa por leer mas... NaruSaku.





Pdta: UFFF me perdi de ver los capitulos aunque estoy agradeci que hoy me los pude leer.
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Mensaje por mariland Lun Sep 16, 2013 4:42 pm

chicos tengo 3 historias los cuales iré actualizando tres días de por medio, quiero decir
Morir por complacer lo actualice el 13 lo que quiere decir que actualizare si todo anda bien el 16.
Por siempre lo actualice el 14 lo que quiere decir que actualizare si todo anda bien el 17.
La ventana de mi Habitación lo actualice el 15 lo que quiere decir que actualizare si todo anda bien el 18.

soy fan de las historias y odio esperar mucho para poder seguir con ellas... por lo cual también odio hacer esperar..

ya están avisado de como voy a ir actualizando espero y mis historias los atraiga tanto como a mi...

Gracias, a todos los que me han dado su apoyo en todos mis fanfic
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Mensaje por gonmax Lun Sep 16, 2013 5:23 pm

que buena idea por dioooooos a ponerla en practica apenas se pueda xDDDD

me gusto muchisimo el capitulo. espero la conti pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Mar Sep 17, 2013 3:43 am

Capitulo 16
parte 3/3

Miró a Naruto, divertida. ¿Esposas? Echó la cabeza atrás para verlas. Naruto había pasado las esposas por una tubería antes de cerrarlas sobre sus muñecas. Sakura movió las manos para ver cómo se sentía. No le apretaban demasiado, aunque sí lo suficiente para que no pudiera sacar las manos.
—¿Son necesarias?
—Sí.
El pecho de Naruto subía y bajaba cuando extendió la mano y poco a poco empezó a frotarle los pechos con ella.
—Por si te da por decidir que el combate es al mejor de tres.
—Siempre cumplo mis pactos, Naruto —respondió Sakura, arqueando el torso para acercarlo a esa mano, encantada al sentirla contra sus pezones.
—Yo no dejo nada al azar —dijo él. Agachó su rubia cabeza y la besó. Fue un beso merodeador, largo y profundo, aunque ella era consciente de que al haberle convencido para que luchara había provocado que brotaran en él todos esos instintos masculinos de guerrero conquistador. Sakura se relajó debajo de él, dándole lo que Naruto le exigía, lo cual era nada menos que una rendición incondicional.
Naruto le abrió las piernas y se movió sobre ella, y Sakura se agarró, preparada para una penetración inmediata. Tomó aliento, esperando, temblando de pura necesidad, levantando automáticamente las caderas.
—Todavía no —rugió Naruto —. Estoy casi a punto. No duraría ni diez segundos.
Ni yo, pensó Sakura, pero no dijo nada. No era ninguna idiota. Si él quería tomarse su tiempo, le dejaría hacerlo con mucho gusto. Aunque en realidad lo de dejarle era un imposible. Naruto tenía el control, y lo único que ella podía hacer era seguir ahí y disfrutar de la prórroga.
Dios, cómo pesaba. El cuerpo de Naruto era duro como una roca y estaba sudado después de tanto ejercicio. Sakura abrió aún más las piernas para darle una postura más cómoda, pasando las piernas por encima de sus caderas y echando hacia delante la pelvis, buscando. Sentía el contacto de su erección e instintivamente se contoneó, intentando introducírsela. Naruto blasfemó y se apartó, deslizándose sobre su cuerpo, dejando la tentación fuera de su alcance.
—Maldición, no puedes darte por vencida, ¿verdad? —murmuró—. He dicho que todavía no.
—Sádico —le soltó Sakura. No podía quedarse quieta. El deseo se la llevaba por delante como una comezón insoportable, como un hambre implacable. Su cuerpo se movió debajo de él, bailando al son de su propia necesidad, llamando a Naruto con sus muslos abiertos y el aroma caliente de su cuerpo.
—Yo diría que masoquista.
Naruto fue besándole el cuello y descendiendo por la curvatura de sus pechos y luego cerró los labios alrededor de uno de sus pezones y lo chupo con fuerza. La electricidad la recorrió desde el pecho al bajo vientre, arqueándole el cuerpo hacia adelante. Naruto deslizó el brazo izquierdo alrededor de sus caderas y la sostuvo en esa posición mientras se concentraba en el otro pecho.
No estaba siendo suave con ella. La presión de su boca rozaba el dolor, pero sin llegar del todo a ese punto, balanceándose sobre ese borde exquisito que hay entre el placer y el dolor. Justo cuando empezó a traspasar el límite, Naruto se movió, deslizándose sobre el torso de ella, besándola y mordiéndola. Introdujo la lengua en su ombligo plano y de la garganta de Sakura escapó un grito de sorpresa a la vez que su cuerpo volvía a arquearse. Dios, Naruto iba a hacer que se corriera sólo besándole el ombligo. Pero enseguida él se había apartado, y ahora deslizaba la boca aún más abajo mientras le pasaba la mano que tenía libre por el abdomen y por las caderas, antes de metérsela entre las piernas.
Sí. Ahí. Eso era lo que ella quería, casi. Se retorció contra la mano de él, pero Naruto la mantuvo ahí, cubriéndola con la palma, dejando que ella sintiera su calor y su fuerza. Sakura levantó las caderas, envuelta en una oleada de dolorosa anticipación. Quería sentir sus dedos dentro, quería sentir su boca dentro.
—Hazlo —dijo entre dientes, empujando el cuerpo contra su mano—. ¡Por favor!
Naruto soltó una carcajada grave y apagada mientras seguía con la cabeza pegada a la parte interna de su muslo y Sakura sentía el calor de su aliento en la carne. Naruto le metió el pulgar, recorriendo de abajo arriba los pliegues cerrados de sus labios y abriéndolos para poderla ver por entero. Sakura jadeó, echando la cabeza hacia adelante y hacia atrás sobre el tatami al tiempo que él le dibujaba círculos en el clítoris, atormentándolo hasta el límite. Justo cuando Sakura creía que iba a gritar de frustración, Naruto cerró la boca sobre ella y empezó a mover la lengua en círculo y a chasquearla mientras seguía pasándole el pulgar arriba y abajo hasta introducírselo.
Desesperada, Sakura se agarró a la tubería que tenía a su espalda y quedó aferrada a ella. Vio pequeñas manchas moviéndose ante sus ojos y todo su cuerpo corcoveó mientras llegaba al orgasmo. Oyó sus propios gritos roncos, pero le sonaron distantes, como si no le pertenecieran. Durante un largo y mágico instante no existió nada excepto su cuerpo y la sensación de estar envuelta en una tormenta de fuego a medida que sus contracciones internas llegaban al clímax y, luego, poco a poco, empezaban a disminuir. Había cerrado los muslos alrededor de la cabeza de Naruto, pero ahora dejó caer las piernas, que quedaron abiertas y relajadas.
Naruto la estaba lamiendo.
Al principio, las pausadas caricias resultaban calmantes. Sakura dejó escapar un murmullo de placer mientras la lengua de él jugueteaba con su entrada. Pero el jugueteo y los lametones continuaron, y esa gloriosa lasitud empezó a desvanecerse, siendo sustituida por un calor y una tensión ya familiares.
—¿A qué esperas? —jadeó, retorciéndose un poco.
—Quiero que estés a punto otra vez —respondió él. Le sopló con suavidad y Sakura sintió la frescura de su aliento contra su carne ardiente.
—¡Estoy a punto! —exclamó ella. La necesidad había reaparecido tan deprisa que le faltaba el aliento.
—No del todo —murmuró él, cogiéndole suavemente el clítoris entre los dientes y torturándola con pequeños latigazos con la lengua. Sakura gimió, envuelta en aquella oleada de placer, pero aunque la sensación era maravillosa, quería más. Le quería dentro. Ahora.
—Un poco más —canturreó Naruto, volviendo a deslizar el pulgar dentro de ella. Luego reemplazó la mano con la boca y la besó profundamente, metiéndole la lengua mientras movía el pulgar húmedo aún más adentro hasta metérselo con un golpe seco e inesperado que hizo que a Sakura le estallaran estrellas en la cabeza. Volvió a alcanzar el orgasmo, convulsionándose, chillando, intentando luchar contra él porque las sensaciones eran demasiado agudas para poder soportadas. Naruto la sujetó, alargando el momento, manteniéndola en su clímax . Por fin Sakura se derrumbó, temblando. Sentía un timbre en los oídos mientras luchaba por encontrar la forma de recuperar el control.
—Maldita sea —dijo Naruto, despacio y con una voz profunda, deslizándose sobre el cuerpo inerte de Sakura—. Ni hablar de esperar a que vuelvas a estar a punto.
A Sakura no le importó. Tan poco era lo que le importaba que ni siquiera se preocupó por abrir los ojos cuando él se posicionó entre sus piernas y, guiando su pene hasta su entrada, empezó a hundirlo en ella.
Oh, Dios. Oh, Dios. Sakura pegó con fuerza la cabeza al tatami, obligándose a respirar hondo. El pene de Naruto era lo bastante grande para que su penetración no fuera fácil. Si
Sakura no hubiera estado tan húmeda después de sus dos orgasmos y tan absolutamente relajada, le habría dolido dejarle entrar. Sin embargo, dada la situación, ambos encajaban perfectamente, tanto que los ojos se le llenaron de lágrimas. Se cerró alrededor de él. Naruto estaba dentro de ella, muy adentro. Empujó una vez más y lo sintió ahí, tocando un punto dentro de ella que, por imposible que pareciera, reavivó el calor del deseo. No creía poder volver a llegar al orgasmo, pero en cuanto él empezó a moverse, se dio cuenta de lo contrario.
Dentro de ella, el calor empezó a aumentar, convirtiéndose en hambre, llevándola a levantar el cuerpo hacia él.
Naruto le sostuvo abiertas las piernas y la martilleó, dejándose llevar por su ciega ansiedad. Con cada golpe Sakura se veía cada vez más cerca del momento en que la tensión iba a ser demasiada y el calor iba a quemarla y las terminaciones nerviosas no podrían soportarlo más. Naruto la penetraba cada vez con más fuerza, pubis contra pubis, y Sakura estaba ya a punto, a punto Naruto llegó al clímax y su potente cuerpo se arqueó y se dobló entre temblores sin dejar de penetrarla. De su garganta escaparon gritos roncos y brutales mientras la agarraba de las caderas y tiraba de ella con fuerza contra él. Luego, despacio, se derrumbó encima de ella.
Un leve y salvaje sonido vibró en la garganta de Sakura. A punto...de llegar.
Necesitaba que él se moviera, le necesitaba más adentro. Tiró de las esposas con frenesí.
—Quítamelas —jadeó.
—¿Qué? —preguntó Naruto sin levantar la cabeza. Le temblaba todo el cuerpo, víctima de una sutil sacudida en los músculos cuya tensión había sido llevada al límite.
—Las esposas.
Sakura apenas podía hablar. Su voz sonó gutural. Se echó hacia adelante, buscando el toque final que la hiciera cruzar el límite. Naruto no había perdido su erección, seguía dentro de ella, pero Sakura le necesitaba más adentro, le quería más adentro.
—Quítamelas.
—Dios —jadeó Naruto —. Dame un minuto.
—¡Ahora! —chilló Sakura, enloquecida por la conclusión que tenía al alcance de la mano.
Luchó contra las esposas como si hubiera perdido la cabeza—. ¡Quítamelas!
—¡Vale, quédate quieta!
Naruto la sujetó, agarrándola mientras sacaba la llave de debajo del borde del tatami donde la había escondido. Se estiró por encima de ella hasta alcanzar las esposas, clavándole el pene aún más adentro, y de la garganta de Sakura escapó algo muy semejante a un alarido. Alarmado, temiendo haberle hecho daño, Naruto abrió deprisa las esposas y empezó a retirarse de ella.
Sakura se lanzó hacia adelante, cerrando las piernas sobre las de Naruto como un tornillo a la vez que le cogía del culo y tiraba de él aún más, introduciéndolo en ella cuanto pudo. Así, sí. Así... ¡Ah! Sus caderas palpitaron mientras se movía contra él como un pistón, y sintió cerca el clímax... cada vez más cerca... Soltó un grito cuando se vio envuelta en un orgasmo más intenso que los anteriores, tan intenso que no pudo respirar, ni pensar, ni ver. Oyó a Naruto soltar un ruido inhumano y luego sintió como la penetraba con fuerza, gruñendo y rodeándola entre sus brazos mientras empezaba a correrse una vez más.
O bien Sakura se desmayó o se quedó dormida. No estaba segura de cuál de las dos cosas había ocurrido. Poco a poco empezó a tomar conciencia del susurro de aire frío sobre su piel húmeda, del tatami pegado a su cuerpo desnudo, del hombre tendido con todo su peso encima de ella. La respiración pesada de Naruto había ido remitiendo hasta adquirir un ritmo más normal, indicándole con ello que habían pasado unos minutos. La humedad pegajosa de su semen había ido deslizándose fuera de ella, formando un pequeño e incómodo charco debajo de su culo desnudo.
¿Dormía Naruto? Sakura logró levantar el brazo y tocarle el hombro. Él se movió y giró la cabeza, pegando la cara a la curva de su cuello.
—Dios —dijo entre dientes, con voz sofocada—. Es la primera vez que tengo dos orgasmos con la misma erección. Casi me mata.
Era un comentario tan típico de un hombre que Sakura sonrió. Se habría reído si hubiera tenido la energía suficiente para hacerlo, pero el hecho era que también ella estaba casi muerta. Despacio, con el esfuerzo que representaba cada movimiento, Naruto se retiró de encima de ella y se dejó caer pesadamente a su lado. Se quedó estirado boca arriba y se cubrió los ojos con el brazo, respirando hondo. Un minuto después soltó una maldición.
—Por favor, dime que te estás tomando la píldora.
—Me estoy tomando la píldora —repitió Sakura obedientemente.
Naruto exhaló un largo y sincero gemido.  —Mierda.
Esta vez Sakura sí se rió, aunque seguía sintiéndose un poco débil.
—No, de verdad me estoy tomando la píldora.
Naruto levantó el brazo lo suficiente para mirarla con un ojo. —¿En serio?
—Sí.
—No bromearías con un pobre minusválido como éste ¿verdad?
—Claro que lo haría, pero no sobre algo así.
—Gracias a Dios —dijo él, intentando incorporarse. Vaciló y luego volvió a dejarse caer—. Me levanto en un minuto.
Bravo por él. Sakura tenía la certeza de que las piernas no iban a sostenerla.
—¿Estás seguro?
—No —reconoció Naruto, y cerró los ojos.
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Mensaje por hikari uzumaki Mar Sep 17, 2013 5:34 am

Me parece bien y totalmente de acuerdo con las actualizaciones de tus fics.

Wow! Que intenso! Ya me decia yo que para como eran y juntandolos iban a pasarsela muy bien y serian algo intensos, pero supero mis expectativas, fue muy muy intenso y cargado de mucha pasion por parte de los dos, me gusto y mas como narras todo, hehehehe estaban tan metidos en los suyo que Naruto olvido la proteccion, al menos Sakura es mas precavida. Las cosas iran a cambiar entre ellos? Digo a una relacion, porque no creo que despues de esto se hagan los desentendidos y obvio quedran repetir.

Conti!
Wink
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Mensaje por aduzumaki Mar Sep 17, 2013 5:39 pm

Sudor que cap mas Oigh intenso jajaja nunca me imagine algo así me pregunto ahora que pasara entre ellos llegaran a una relacion o se van a hacer los desentendidos esperare con ansia a ver como reaccionan Onion bye
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Mensaje por LimaAxG Miér Sep 18, 2013 2:45 am

Uuuf que tremenda sesión masas agotadora de ejercicios han tenido! Me encantó de verdad jajaja aunque me siento algo pervertida pero estuvo genial
Matta Ne!
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Mensaje por gonmax Jue Sep 19, 2013 9:16 pm

jajaja muy bueno. un buen fic con un buen lemon xD asi me gusta!

espero ver que va a pasar ahora.. me guto mucho. suerte y conti pronto Very Happy
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Mensaje por mariland Vie Sep 20, 2013 9:36 am

Capitulo 17

Notaba el peso del cuerpo de Naruto, temblando a causa de las secuelas del orgasmo. Estaban en su cama y la habitación estaba a oscuras y fresca a su alrededor. Sakura no tenía ni idea de la hora que era. Podría haber levantado la cabeza para echar un vistazo al despertador digital que estaba sobre la mesita de noche, pero no tenía la suficiente energía. Tampoco es que la hora importara. Lo que sí importaba era la terrible sensación de que se había metido en un lío.
No podía decir que no hubiera sabido lo que hacía. Se había metido en la situación con los ojos abiertos, a sabiendas de que ya era demasiado vulnerable a él, de que estaba demasiado próxima a enamorarse, y que hacer el amor con él no haría más que aumentar su vulnerabilidad. Lo sabía y de todos modos lo había hecho.
Y no era el sexo, aunque bien sabía Dios que la palabra que mejor lo describía era «demasiado»: demasiado tórrido, demasiado morboso, demasiado fuerte. No era sólo sexo, era la unión de dos personas... al menos por su parte. Y ahí estaba el problema. Quererle no figuraba en sus planes. Había creído... había albergado la esperanza de poder mantener esa parte tan íntima de sí misma apartada e inviolada. Pero había fracasado miserablemente, o quizá espectacularmente, porque no había estado preparada para el incuestionable hecho de que Naruto era su pareja perfecta a todos los niveles. No sólo físicamente, sino también emocionalmente, e incluso en lo que atañía a la personalidad de ambos, se encontraban como dos iguales. Quizá no volviera a cruzarse en su vida otro hombre que encajara con ella como Naruto, y si la relación con él no funcionaba la herida iba a tardar mucho, mucho tiempo en sanar.
Sakura todavía seguía con los brazos alrededor del cuello de Naruto y se abrazaba a él con las piernas. Desde el momento en que habían subido las escaleras y se habían dejado caer sobre la cama, y de eso hacía ya unas horas, creía que no habían dejado de estar físicamente en contacto durante más de cinco minutos en total. Se habían abrazado, besado y acariciado, habían dormitado hechos un ovillo de brazos y piernas y habían hecho el amor con un hambre casi salvaje. Aquello no era sólo el resultado de la contención sexual, a pesar de que para ella hacía mucho tiempo desde la última vez. Tampoco se trataba de la fascinación primeriza por un nuevo amor. Era algo diferente. Era algo más.
Mientras descansaban, el corazón se les había calmado hasta sincronizarse. Naruto acurrucó la cara contra su cuello y luego se apartó suavemente de su cuerpo para caer de lado.
—Dios, me muero de hambre.
Así de fácil consiguió que el malestar de Sakura se desvaneciera y ella rompió a reír.
—Se supone que debes decir algo romántico y amoroso, Naruto. ¿Qué fue de, al menos, «ha sido fantástico»?
Naruto bostezó y se desperezó.
—Se cayó a un lado en algún punto de la cuarta vez —respondió, tendiendo un largo brazo y encendiendo la lámpara de la mesita de noche. Luego se apoyó sobre el codo y la miró con ojos adormilados y saciados—. Si escuchas con atención, creo que también tú oirás cómo te llama una galleta de chocolate.
—¿Galleta de chocolate? ¿Por qué no me lo habías dicho? —soltó Sakura, saltando de la cama y yendo hacia el cuarto de baño—. Te veré en la cocina.
—¿Te gustan frías o calientes? —le preguntó él poniéndose los calzoncillos.
—Deshechas.
—Calientes las tendrás.
Sakura entró en la cocina en el preciso instante en que Naruto estaba sirviendo dos vasos de leche. Sonó el microondas y sacó una fuente llena hasta los topes de galletas de chocolate.
—Te he cogido una camiseta —dijo Sakura al sentarse—. Espero que no te importe.
La camiseta le llegaba casi hasta media pierna, cubriéndole todas las partes importantes. Naruto la repasó con la mirada.
—Te sienta mejor que a mí —apuntó, sentándose frente a ella y colocando la fuente entre ambos—. Ataca.
Así lo hizo. Las galletas estaban calientes y blandas y los trocitos de chocolate se habían derretido lo suficiente para estar pegajosos, como a ella le gustaban. Cuando estaba dando cuenta de la segunda, Sakura preguntó:
—¿Qué hora es?
—Casi las cuatro.
Sakura soltó un gemido.
—Ya es casi de día y no hemos dormido nada. O casi nada.
—¿Y qué más da? Es sábado. Podemos dormir todo lo que queramos.
—No, yo no. Tengo que irme a casa.
—¿Por qué?
Sakura se quedó mirando la galleta y las migas que cayeron cuando le dio un mordisco.
—¿Aparte de que es ahí donde tengo la píldora?
Naruto la miró por encima del borde del vaso mientras engullía un saludable sorbo de leche.
—Sí —dijo tranquilamente—. Aparte de eso. No es que las pastillas no sean importantes.
—Ya conoces el dicho: Sáltate una y eres una idiota. Sáltate dos y eres una mamá — apuntó Sakura, dando un profundo suspiro. Había sido sincera consigo misma y él no merecía menos sinceridad—. Y necesito recomponerme.
—¿Recomponerte de qué?
—De esto. De ti. Del sexo. Eso es... esto es...
—Algo muy fuerte —dijo Naruto, completando la frase—. Para mí también. ¿Por qué quieres salir corriendo?
—No es eso lo que estoy haciendo. Sólo me estoy retirando un poco —le corrigió Sakura, pasando el dedo por el borde de su vaso.
Luego le miró y le vio ahí sentado, observándola con sus ojos de policía y con la barbilla ensombrecida por la barba de un día.
—Creo que esto es mucho más fuerte para mí que para ti, y para mí representa un gran riesgo.
—No estás sola en esto, Sakura. No puedes hablar de grados de emoción como si estuvieras comparando termómetros.
—Puedo si soy la que registra el grado más alto.
—Eso no lo sabes con certeza.
Sakura parpadeó sin dejar de mirarle mientras él seguía comiendo una galleta.
—¿Qué estás diciendo?
—¿Es la hora de las confesiones? —soltó Naruto, frotándose la nuca—. Mierda, no se me da bien hablar de estas cosas a ninguna hora del día, y menos aún a las cuatro de la mañana. Vale, allá voy: no sé con exactitud lo que hay entre nosotros, pero sí sé que hay algo. Sé que no quiero que te vayas. Sé que te deseo como nunca he deseado a nadie y sé también que eres una mujer que no se anda con juegos. Esto tampoco es un juego para mí. Puedes apartarte de mí porque tienes miedo de arriesgarte o podemos ver a dónde nos lleva esto.
Sakura le miró fijamente, sintiendo en su interior el silencioso despliegue de la felicidad, como una flor que hubiera empezado a abrirse. Había esperado que él se retirara cuando le confesara que se había implicado emocionalmente. No había pronunciado la palabra «amor», pero no le había hecho falta. La situación básica no había cambiado: tampoco él había pronunciado la palabra «amor». Pero no había visto en él esa expresión incómoda que aparecía en la cara de los hombres cuando una mujer empezaba a colgarse de ellos y lo que realmente querían era quitársela de encima.
Naruto se había quemado. Ella, por otro lado, estaba relativamente libre de cicatrices. Quizás el hecho de que este fuera para ella territorio inexplorado explicaba por qué tenía miedo a que le hicieran daño. Si Naruto podía arriesgarse, ella también.
—De acuerdo —dijo con calma—. Y ¿ahora qué pasa?
—Sugiero que terminemos la leche y las galletas y que volvamos a la cama.
—¿Y luego qué?
La mirada de Naruto denotó una leve exasperación.
—¿Vas a anotar esto en una agenda o algo parecido?
—Soy una mujer muy organizada. Compláceme.
—De acuerdo. Sé que tienes tu trabajo. Yo tengo el mío. Habrá días en que no tenga mucho tiempo libre y habrá otros en que seas tú quien no lo tenga. A menos que quieras venir a vivir aquí conmigo... ¿no? —Preguntó cuándo Sakura sacudió la cabeza—. Eso pensaba. De todos modos, no ahora mismo. Pero, una vez descartada esa opción, seguimos como esta semana, juntos durante nuestro tiempo libre. Probablemente no podamos ir mucho a la bolera cósmica...
—Pero lo pasé tan bien... —murmuró Sakura, ganándose una sonrisa apreciativa de Naruto.
—Aunque puedo prometerte que haré lo posible para entretenerte. ¿Qué te parece?
—Mm. No sé. ¿Qué tienes en mente?
—Bueno, para empezar había pensado en follarte hasta decir basta. Luego, lo aderezaría follándote hasta decir basta.
—Justo lo que me gusta —dijo Sakura—. Variedad.
Naruto dejó la fuente de galletas sobre la encimera y los vasos de leche vacíos en el fregadero.
—Si lo que quieres es variedad —dijo, girándose y levantándola del suelo—, ¿qué te parece la mesa?
El corazón de Sakura empezó a martillearle en el pecho al ver la expresión del rostro de Naruto: esa mirada intensa y de párpados caídos que dejaba bien claro que estaba excitado.
—Es una mesa muy bonita.
—Me alegra que te guste —dijo, levantándola aún más y depositándola sobre ella.

Pasaron juntos el fin de semana. Sakura insistió en pasar algún tiempo en la casa del juez trabajando en el inventario y embalando, y Naruto la ayudó. Como la casa no era de ella, Sakura no se sentía con la libertad para invitarle a que pasara la noche con ella, de manera que cogió algo de ropa y enseres de aseo y volvió a casa de Naruto con él, donde pasaron en la cama el resto del día. Para deleite de Sakura, el domingo fue básicamente una extensión del sábado. Puso a un lado sus preocupaciones y dejó que las cosas entre ambos se desarrollaran como debían. ¿Qué otra cosa podía hacer, aparte de huir? Ser cauta era algo inherente en ella, no así huir.
El lunes a primera hora de la mañana, Sakura volvió a su casa y se puso decididamente manos a la obra. Tsunade llamó a las diez, obligándola a dejar por un rato lo que estaba haciendo: doblar y embalar más toallas y manoplas de las que podría utilizar un pequeño ejército.
—He hablado con un agente inmobiliario —dijo Tsunade—. Pasará por ahí hoy a alguna hora para poner un cartel, así que no te sorprendas si ves a alguien en el jardín delantero. De hecho, ya me han llamado un par de personas a casa, ya sabes, conocidos que saben de alguien que está buscando una casa en Mountain Brook, así que quizá no cueste venderla.
—No lo creo —respondió Sakura, pensando que quizá, después de todo, no iba a disponer de un mes entero.
—Iré este fin de semana para ayudarte a embalar la ropa de papá y sus objetos personales —dijo Tsunade con la voz ligeramente temblorosa—. No me hace mucha ilusión, pero necesito hacerlo. Todo esto todavía no me parece real, y quizá... retirar sus cosas me ayude.
—¿Quieres que vaya a recogerte al aeropuerto?
—No, alquilaré un coche para poder llegar e irme sin tener que molestarte. Y ¿podrías reservarme una habitación en el Wynfrey? No me veo capaz de quedarme en la casa.
—Será un placer. ¿Quieres una suite?
—Iré sola, de modo que con una habitación será suficiente. Sakura, ya sabes lo que tarda en hacerse efectivo un testamento. He hablado de ello con mis hermanos y estamos todos de acuerdo. Si necesitas el dinero que papá te dejó, te lo podemos adelantar de nuestras propias cuentas y recuperarlo luego de la herencia cuando todo haya quedado dispuesto.
—Oh, no, no lo hagáis —dijo Sakura, conmocionada—. No necesito el dinero, y de verdad no quisiera que...
—No discutas —dijo Tsunade con firmeza—. Papá te dejó ese dinero y no hay más que hablar.
Sakura no pudo decir otra cosa que:
—Gracias. Pero, en serio, en este momento no necesito el dinero.
—De acuerdo, aunque si cambias de opinión, no tienes más que decírmelo. Ah, por cierto, también te he escrito una carta de recomendación. Te la llevo, así que no dejes que me olvide de dártela. Has sido maravillosa. No sé qué habríamos hecho sin ti.
—El placer ha sido mío —dijo Sakura tristemente, porque verdaderamente había sido un placer servir al juez y a su familia.
Ese día llegó otra oferta de empleo con el correo. Sakura la leyó y la dejó con las demás. Ésta no requería sus servicios de inmediato, así que era una posibilidad. Anotó mentalmente que debía llamar más tarde para acordar una cita para la entrevista. Para su sorpresa, cada día llegó una oferta de empleo con el correo y recibió un par de ellas por teléfono que descartó al acto, decantándose por las que habían optado por una vía de aproximación más formal. De todos modos, estaba asombrada ante la cantidad de ofertas que recibía. Su sueldo no era bajo, de modo que no había esperado lo que era casi una cornucopia de oportunidades.
—Es por el reportaje de la televisión —dijo Naruto cuando ella se lo comentó el jueves por la noche. Estaban viendo la televisión, sentados en el gran sillón reclinable de Naruto, ella sobre las rodillas de él. Sakura estaba orgullosa de que en verdad estuvieran viendo la televisión. Era la primera noche que no se habían ido directamente a la cama después de cenar.
—Eres una celebridad, así que hay gente que quiere hacerse con tus servicios te necesiten o no.
—Ese no es el tipo de trabajo que quiero. No entra en mis planes ser sólo el símbolo del estatus de alguien. El juez Sarutobi necesitaba a alguien que organizara y llevara su casa. Ya era mayor, vivía solo, tenía algunos problemas de salud y sencillamente no quería tener que ocuparse de los detalles.
—Además de necesitar tus habilidades como guardaespaldas.
Sakura se calló. Sus habilidades no habían servido para nada. Cuando el juez la había necesitado, ella no había estado ahí.
—Oye —dijo Naruto dulcemente—. No fue culpa tuya. No pudiste hacer nada por impedirlo. No tenías la menor razón para sospechar de ese tipo, sea quien sea, porque el juez le conocía y le invitó a entrar. ¿Te habrías quedado en la biblioteca con ellos mientras hablaban?
—No, claro que no.
—Entonces, ¿cómo podrías haberlo impedido? Probablemente el tipo utilizó un silenciador. Ni siquiera habrías oído el disparo.
—Al menos podría haberle identificado y... —se quedó callada, pensándolo bien—. Y también me habría matado a mí.
Los brazos de Naruto la estrecharon con más fuerza.
—No le habría quedado más remedio, porque sabrías su nombre y conocerías su aspecto. Gracias a Dios que te fuiste al cine.
Naruto le besó la frente, luego le echó la cabeza hacia atrás y la besó en la boca, persistiendo hasta que Sakura empezó a pensar que no se iban a quedar viendo la televisión mucho tiempo más.
—¿Cuándo has dicho que llegaba la cocinera? —preguntó Naruto, levantando la cabeza.
—Mañana por la noche.
—¿Eso quiere decir que no dormirás aquí?
—No puedo —respondió Sakura con pesar.
—Entonces, ¿por qué estamos perdiendo el tiempo?
Más tarde, cuando Naruto apagó la luz y yacían uno junto al otro, soñolientos, él dijo:
—Si no te importa, investigaré los nombres de la gente que te ha enviado las ofertas de empleo.
—¿Por qué? —Preguntó Sakura sorprendida, levantando la cabeza—. ¿Crees que hay algo extraño?—dijo, aunque no veía qué podían tener de sospechoso.
—No, nada en particular. Mera precaución. Hazme caso.
—De acuerdo, si es lo que quieres.
—Sí, es lo que quiero.
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Mensaje por LimaAxG Vie Sep 20, 2013 3:21 pm

Eso Naruto, cuida de Sakura... Se me hace raro que el demente no haya salido más a colación por el momento... Que estará planeando?
Matta Ne!
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Mensaje por aduzumaki Vie Sep 20, 2013 4:33 pm

Que bellas fueron las palabras de naruto a sakura aunque el no supiera expresarse me encanta como ahora que revelaron sus sebtimiento naruto trata de cuidar a sakura
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Mensaje por hikari uzumaki Sáb Sep 21, 2013 5:51 pm

Aahh.. El amooooooorr, el amoooorchh
Es dificil para ambos pero decidieron intentarlo, y ambos son el complemento e ideal de cada uno, hehehe, me encanta Naruto a pesar de lo que paso y no querer involucrarse, termino haciendo sus confesiones, ahora todo va bien la cuida, se preocupa y la pasan de maravilla, veamos como avanza y se que en algun momento aparaecera el enfermo obsesivo.

Conti!
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Mensaje por gonmax Lun Sep 23, 2013 5:09 pm

hasta que naruto penso en las propuestas de trabajo.. se me hacia extraño que no lo pensara.. me gusto mucho. sobre todo como llevan su relacion estos adictos al sexo xD

espero la conti pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Vie Sep 27, 2013 7:47 am

Capitulo 18

—Tenemos invitados con mucha frecuencia —dijo Mei Terumí, dando un sorbo a su taza de café de traslúcida cerámica china a la vez que el enorme diamante amarillo que llevaba en una mano brillaba cuando le daba la luz del sol—. Y viajamos, de manera que necesitamos a alguien que cuide de la casa cuando no estamos —concluyó con un parpadeo, sonriendo de pronto—. Siempre le digo a Ao que necesito una esposa. Señorita Haruno, ¿quiere casarse conmigo?
Sakura no pudo reprimir una carcajada. La señora Terumí era una mujer hermosa, alta y delgada, tiene el cabello castaño rojizo largo, de unos ojos verdes que invitaban al mundo a reírse con ella y un horario apretadísimo. Sus dos hijas ya eran mayores. La mayor estaba casada y la más joven estaba en el último año de universidad. Mei Terumí trabajaba en la administración de fincas, participaba en diversas obras de caridad y tenía un marido que dirigía dos negocios boyantes que dependían de los contactos para sus ventas, de ahí que tuvieran invitados con tanta asiduidad. El juez Sarutobi era una vieja fortuna. Los Terumí eran nuevos ricos, de lo cual no se avergonzaban en absoluto, y disfrutaban de cada penique de su dinero.
Dos años antes habían construido una casa de estilo español, ostentosa y de intrincado diseño, llena de recovecos, alcobas abovedadas, patios empedrados y una fuente central, aparte de todo lo que se les había pasado por la cabeza. La piscina era de dimensiones olímpicas. El señor Terumí se había construido lo que el llamaba la «sala de medios», una sala abarrotada de toda gama de aparatos electrónicos: desde un ordenador a un equipo de música, además de una de esas televisiones de pantalla gigante que al parecer todos los hombres necesitaban para sentirse completos. La sala complementaba el cine de la casa, que albergaba una pantalla deslizante, diez asientos reclinables tapizados en lujoso terciopelo y el sistema de sonido estéreo «wraparound». LosTerumí tenían un baño de mármol para cada uno, armarios del tamaño de lo que, para la mayoría de la gente, ocupaba una casa, diez cuartos de baño, ocho dormitorios y sin duda tanto dinero que no sabían qué hacer con él.
Todo aquel escenario le daba a Sakura ganas de reír. Era demasiado. También resultaba obvio que Mei estaba encantada con su nueva casa, tanto con los detalles más tontos como con los más lujosos. Sabía que era ostentosa y le daba igual. Había querido la bañera de mármol a ras de suelo, podía pagada, así que se hizo instalar una. Así de sencillo. A Sakura le gustaron los Terumí, sobre todo Mei. Desde su punto de vista, el escenario estaba bien. Disponía de dependencias separadas para su uso: un pequeño bungalow de estilo español, totalmente amueblado, situado detrás de la piscina y medio oculto por un exuberante muro de hiedra. Mei debía de haber pagado una fortuna para conseguir que le trasplantaran aquella hiedra adulta, pero el efecto era maravilloso.
Más importante aún, pensó Sakura, era que Mei la necesitaba de verdad. Había notado que el resto de sus jefes potenciales la querían más como trofeo o símbolo de su estatus que otra cosa. Incluso había recibido una segunda oferta del hombre que había intentado contratarla después de haberla visto en televisión. La gente así no la necesitaba realmente. A la hora de tomar una decisión, la actitud jugaba un papel esencial.
Todo el proceso se había vuelto un poco extraño. Se suponía que era ella la entrevistada, y no al revés, pero no dejaba de tener la sensación de que la gente casi estaba pujando por ella. Desde luego, eso no era lo que le habían enseñado durante sus años de estudio, de manera que fingía no darse cuenta. Fuera cual fuera la oferta que aceptara finalmente, después de un tiempo las cosas volverían a su estado natural y sus jefes se acostumbrarían a tratarla como debían.
Los Terumí habían sido los cuartos en entrevistada, y pensó que serían los últimos. Los asuntos de la casa del juez habían progresado mucho más rápido de lo que la familia había calculado. Justo una semana antes de poner la casa a la venta, el agente inmobiliario había recibido una oferta en firme y los compradores querían cerrarla de inmediato. A fin de tener la casa a punto para ellos, y siguiendo las instrucciones de Tsunade, Sakura había contratado los servicios de alguien que la ayudara a embalar y que le echara una mano con la mudanza. La casa estaba casi vacía. Lo único que quedaba en ella era lo que había en suspropias dependencias.
Los muebles no eran suyos, tampoco los platos ni los instrumentos de cocina. Tenía su propia ropa de cama, porque prefería las sábanas de seda, pero en cuanto al resto, lo único que tenía que llevarse eran sus efectos personales: ropa, útiles de aseo y libros, un equipo de música y su colección de cintas y de CDs. Naruto le había dicho que no se apresurara a buscar trabajo, que siempre se podía mudar a su casa y buscar con calma, pero Sakura no se sentía bien haciendo eso. Quería un poco más de independencia, a pesar de todo el tiempo que había pasado en casa de él.
Después de hablar con Mei del sueldo, de sus obligaciones, beneficios y días libres, Mei le dedicó una sonrisa de animadora deportiva, una sonrisa de alto voltaje.
—Entonces ¿cuándo podrías empezar?
Sakura lo decidió en ese mismo instante.
—Dentro de dos días. Si no le importa, mañana traeré mis cosas al bungalow. Necesito sentarme con usted y con el señor Terumí para que revisemos juntos sus horarios y sus necesidades y, a ser posible, me gustaría tener un plano de la casa.
—Qué terrible, ¿verdad? Te daré una copia del anteproyecto de la casa. Tenemos por lo menos diez o quince —dijo Mei alegremente—. Nosotros construimos esta casa y a veces me desoriento y tengo que mirar por una ventana para saber dónde estoy. Ya sabes: si hoy es martes, esto debe de ser el estudio; ese tipo de cosas. La única diferencia es que en la película era Bélgica y no el estudio, pero ya me entiendes.
—Debe de ser divertido —dijo Sakura, sonriendo.
—Más de lo que te imaginas. Lo de construir la casa fue como una aventura. Volvimos loco al constructor porque casi cada día le dábamos nuevas ideas de lo que queríamos, pero no parábamos de pagarle de más, así que lo llevó bien. Probablemente ésta sea la única casa que construyamos, a menos, Dios no lo permita, que se incendie o algo parecido, así que no reparamos en nada. La primera noche que nos mudamos, jugamos al escondite como dos niños. Me muero de ganas de tener nietos para poder jugar al escondite con ellos. Hay muchos escondites fabulosos —concluyó. De repente se dio una palmada en la frente—. ¿Qué estoy diciendo? ¡Soy demasiado joven para ser abuela! No sé lo que me pasa. Llevo haciendo comentarios como éste desde hace un año, más o menos. ¿Crees que necesito estrógeno o algo así?
Sakura se echó a reír.
—O nietos.
—Bethany, mi hija mayor, sólo tiene veinticuatro años, y eso a mí me parece ser muy joven, demasiado para tener una familia, así que espero que espere unos cuantos años para tener hijos. Pero yo tenía veinte años cuando la tuve y no creía ser demasiado joven.
—Nunca lo creemos —murmuró Sakura.
Se pusieron de acuerdo en las cláusulas de un contracto muy sencillo y luego Mei le dio un juego de llaves del bungalow y de la casa, los códigos para los sistemas de seguridad de la verja y una copia del anteproyecto de la casa, un rollo enorme de al menos treinta páginas y que pesaba casi dos kilos y medio. Todavía un poco perpleja por la velocidad con la que Mei llevaba a término las cosas, Sakura volvió a casa del juez y llamó a Tsunade para hacerle saber que, a menos que surgiera algún imprevisto, había terminado de limpiar y de embalar y se mudaba al día siguiente, dejando así vía libre a los nuevos dueños.
—¿Dónde estarás? —preguntó Tsunade—. No quiero perderte la pista, Sakura. Has sido parte de la familia durante casi tres años y no puedo imaginar no saber dónde estás o cómo ponerme en contacto contigo.
—He aceptado un puesto en casa de Ao y Mei Terumí, en Brookwood.
—Oh —dijo Tsunade—. Nuevos ricos.
La ubicación, la ubicación, la ubicación. Lo decía todo.
—Novísimos, y disfrutando de ello al máximo.
—En ese caso que Dios les bendiga. ¿Tienes su número a mano?
—De hecho, tendré una línea privada, así que te daré ese número— respondió. Ya lo había memorizado, de modo que lo recitó automáticamente—. Y, todavía tienes mi número de móvil, ¿verdad?
—Sí, en la agenda. Llamaré al banco y daré la orden para que te transfieran a tu cuenta el sueldo de este mes. Cuídate, ¿de acuerdo?
—Tú también.
Cuando colgó, Sakura se dio unos minutos para echar una mirada a las dos acogedoras habitaciones en las que había vivido y luego le sacudió la tristeza y la nostalgia y empezó vigorosamente a meter sus libros en cajas. Mientras lo hacía, llamó a su madre y le dio los detalles de su nuevo trabajo, así como su nuevo teléfono y la nueva dirección. Su padre estaba bien. Karin creía que estaba embarazada (lo que no resultaba demasiado sorprendente, ya que llevaba buscándolo desde hacía ¿cuánto?, ¿un mes entero?), y Gaara había regresado a su base de Kentucky. Tuvo noticias de todos y supo que estaban bien.
Trabajó a buen ritmo mientras iba repasando mentalmente lo que había visto de la casa de los Terumí, planificando horarios para lograr limpiar los cientos de ventanas y lo que a buen seguro eran cientos de kilómetros de lechada. La limpieza era tarea de la empleada, o del servicio de limpieza, pero la organización y la supervisión era trabajo de Sakura. La casa era fácilmente el doble de grande que la del juez Sarutobi, de manera que estaría totalmente ocupada sólo con las tareas domésticas.
Se sobresaltó al oír el móvil. Lo cogió del bolso.
—Hola.
—Sólo quería saber a qué hora llegarás a casa —dijo Naruto. Su voz profunda sonaba tranquila y relajada.
Sakura miró su reloj y no pudo evitar una mueca de fastidio. Se había olvidado por completo de la hora. Eran casi las siete.
—Lo siento. Estaba embalando mis cosas y no he reparado en la hora. ¿Estás en casa?
—Voy de camino. Yo también me he retrasado. ¿Quieres que nos encontremos en alguna parte para cenar?
Sakura se miró la ropa que llevaba. Se había puesto unos vaqueros antes de empezar a embalar y los tenía manchados y llenos de polvo.
—Estoy demasiado sucia para salir a cenar. ¿Quieres que compre algo de camino a casa?
—Puedo hacerlo yo. ¿Qué te parece algo de Jimmie's?
Jimmie's era un restaurante de comida casera que servía platos combinados.
—Vale. Para mí sólo verdura y pan de maíz. Ya sabes cuál es la verdura que me gusta.
Naruto debía saberlo. Habían cenado en Jimmie's unas siete veces en las dos últimas semanas.
—¿Cuánto vas a tardar?
—Termino ahora mismo. De todos modos, casi he acabado.
—Entonces te veré en una media hora. Si llegas a casa antes que yo, deja las cosas en la camioneta y yo las entraré cuando llegue.
Naruto colgó y Sakura se quedó mirando el teléfono con una mueca de fastidio.
—Maldita sea —murmuró. Naruto creía que iba a quedarse con él, a pesar de que siempre que había mencionado que podía mudarse a su casa ella se había resistido a la idea.
Quizá fuera anticuado de su parte, incluso estúpido, pero a Sakura no le gustaba la idea de irse a vivir con él. Pasar una noche juntos era una cosa. De hecho, había dormido con él casi todas las noches desde que se habían hecho amantes. Pero la única posibilidad de que se planteara en serio vivir con un hombre era casándose con él, o al menos comprometiéndose con él. Naruto le había pedido que hiciera muchas cosas, pero entre ellas no figuraba casarse con él. Hasta entonces...
¿Hasta entonces?
Se incorporó de golpe. ¿Acaso su subconsciente estaba planeando casarse con él? ¿Es que no había escuchado sus discursos sobre los peligros de implicarse emocionalmente con un hombre que recientemente había pasado por un terrible divorcio? A pesar de todo, ¿tan enamorada estaba de Naruto que ya soñaba con él «y vivieron felices para siempre»?
Maldición, sí, lo estaba.
Su estupidez se veía sólo superada por su optimismo. Cerró los ojos, ligeramente divertida ante su propia reacción, aunque a la vez un poco desesperada. La esperanza era lo último que se perdía, era cierto, y lo único que podía hacer era jugar sus cartas y ver lo que ocurría. Cargó algunas cajas en la camioneta. Luego se lavó la cara y las manos y cerró la casa con llave, comprobando todas las puertas y ventanas y asegurándose de que la alarma estuviera activada. Ése iba a ser su trabajo sólo una vez más. Luego se concentraría exclusivamente en los Terumí y en su bienestar, en su rutina.

Jimmy's debía de estar hasta los topes porque Naruto no estaba en casa a su llegada. Entró con la copia de la llave que él le había dado y se metió en la ducha para deshacerse de la suciedad de las cajas. Se arrebujó en el albornoz que había dejado allí y salió del dormitorio justo cuando oyó abrirse la puerta trasera.
—¡Cariño, estoy en casa! —gritó Naruto, haciéndola sonreír cuando entró en la cocina.
Naruto había dejado las bandejas del restaurante sobre la mesa y estaba sacando la jarra de té de la nevera—. Y estoy muerto de hambre —añadió.
—Yo también. ¿Por qué has tardado tanto?
—Una mujer llevó a su niña de tres años al pediatra y el doctor se dio cuenta de que la pequeña estaba llena de hematomas. La señora le dijo que la niña se había caído por las escaleras. El doctor sospechó algo y llamó para denunciarlo, investigamos el caso y descubrimos que esa señora no tiene escaleras en su casa. Bastardos. Además hemos estado revisando algunos casos antiguos.
Eso quería decir que todavía seguían estudiando la prueba obtenida en la casa del juez, repasándola una y otra vez, intentando dar con algo que hasta el momento hubieran pasado por alto. El caso se había enfriado y cada minuto que pasaba se enfriaba aún más, pero ellos seguían trabajando en él. Naruto parecía cansado, aunque ¿quién no lo estaría después de vérselas con gente que maltrataba a una niña de tres años?
—Hoy he tenido otra entrevista —dijo Sakura tomando asiento—. Ao y Mei Terumí, de Brookwood. Una enorme casa de estilo español.
—Sí, conozco el sitio. ¿Qué tal te ha ido?
—He aceptado el puesto.
Naruto detuvo en el aire el tenedor que en ese momento se estaba llevando a la boca y fue agudizando la mirada mientras la observaba.
—¿Las mismas condiciones que tenías con el juez Sarutobi? ¿Con tus propias dependencias en la casa?
—Sí, un pequeño bungalow independiente. Tengo libres los fines de semana a menos que tengan planeada alguna fiesta, en cuyo caso sustituiría ese día por otro.
—¿Cuándo empiezas?
Naruto mostraba ahora su rostro de policía, y ahí estaba también su voz de policía, fría y desapasionada. Tenía la esperanza de que ella se mudara a su casa y no le gustaba que las cosas no salieran a su manera.
—Pasado mañana.
—Entonces la de mañana será la última noche que pases aquí.
Sakura estaba perdiendo el apetito por segundos.
—Mañana es la última noche que pasaré todas las noches contigo. Que sea o no la última noche, punto, depende de ti.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que tengo un empleo que atender y que no pienso escatimarles ni un ápice de mi tiempo. Pero cuando esté libre, si lo deseas, estaré aquí.
—Oh, sí —dijo él más suave—. Claro que lo deseo.
—Pero estás enfadado porque he aceptado el trabajo.
—No, sabía que tenías que encontrar otro empleo. No me gusta porque no estarás aquí.
Son dos cosas muy distintas.
—Me ha encantado estar aquí contigo, Naruto, pero ambos sabíamos que era temporal.
Me refiero a pasar aquí las noches.
—Vale, vale —dijo Naruto. Parecía frustrado—. Ya nos arreglaremos. Es sólo que no me gusta. Y antes de que pases una sola noche en ese sitio, quiero comprobar quién es esa gente. ¿Recuerdas nuestro trato?
—No creo que Mei Terumí sea ninguna terrorista ni que se dedique a blanquear dinero para la mafia —dijo Sakura, aliviada al ver que Naruto no intentaba hacerle renunciar al trabajo.
—Nunca se sabe. La gente tiene todo tipo de ropa sucia en el armario. Para que me quede tranquilo, ¿vale?
Naruto tendió la mano hacia atrás, donde había colgado la chaqueta sobre el respaldo de la silla, y sacó su libreta de notas.
—Vuelve a darme sus nombres completos y la dirección.
Sakura le obedeció con un suspiro.
—¿Ao es su nombre verdadero? ¿No es un apodo?
—Supongo.
—Da igual, ya lo averiguaré. Si han tenido aunque sea una multa de tráfico, me enteraré
—dijo volviendo a meter la libreta en el bolsillo y empezando a comer.
Sakura observó, divertida, que no bastaba un contratiempo en su situación doméstica para que Naruto perdiera el apetito, de modo que también ella siguió comiendo. Inevitablemente volvió a pensar en el juez, lo cual tenía su lógica puesto que lo que le había ocurrido a él era la razón de que Naruto quisiera investigar a los Terumí. Al día siguiente se cumplirían cuatro semanas del asesinato. Todos los miércoles suponían un triste aniversario. Sakura ni siquiera sabía si iba a ser capaz de pasar por otro miércoles sin recordar lo sucedido.
—No hay nada nuevo sobre el caso ¿verdad? —preguntó, aunque creía que Naruto se lo habría dicho si así era. Aunque quizá no. Mantenía muchas de las cosas de su trabajo en secreto.
—No. Aunque no tiramos la toalla. Tuvo que haber alguna razón, y antes o después daremos con ella. Alguien hablará, algo se le escapará y llegará hasta nosotros. O alguien se enfadará y nos llamará para contamos lo que sabe. Todavía seguimos hablando con gente, mostrando la foto, intentando remover algún recuerdo. Saldrá. Antes o después, saldrá.


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Mensaje por aduzumaki Vie Sep 27, 2013 4:58 pm

Onion *o* que ternura naruto queriendo tener algo medio seroi con sakura y ella con sus inseguridades no se porque presiento que el obsesivo aparecera a joder la existencia de sakura nuevamente espero la conti
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Mensaje por hikari uzumaki Lun Sep 30, 2013 5:38 am

Me encanto Mei!
Naruto todo protector, y queriendo algo mas serio, aunque entiendo un poco a Sakura al tomar sus precauciones, pero si esta toda enamorada la mujer.

El asesino volvio a ofrecerle trabajo! Que bueno que no acepto. Que por cierto no se a sabido del susodicho, sabra ya que Sakura sale con Naruto? La estara siguiendo?

Haber como le va a Sakura con los Temuri, ojala no esten ellos tambien en peligro.

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Mensaje por LimaAxG Lun Sep 30, 2013 11:40 am

Mei es genial! Me gusto mucho como para ser la nueva jefa de Sakura... ha estado bueno el capítulo, al parecer irónicamente Sakura es la que teme más avanzar en la relación que Naruto, pero igual me asada que se entiendan tan bien y no discutan, espero que puedas actualizar pronto
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Mensaje por mariland Lun Sep 30, 2013 2:08 pm

Capitulo 19

Cuando se enteró no daba crédito, y desde luego se enteró. Mountain Brook era una ciudad pequeña y la gente se conocía. Siempre había alguien que hablaba. Sakura había empezado a trabajar con los Terumí, esos nuevos ricos con esa casa espantosa que probaba hasta qué punto lo eran. Recibió una breve y amable carta de ella en la que le decía muy educadamente que había aceptado otro empleo, aunque cuando llegó la carta él ya se había enterado de la noticia.
Sostuvo la carta en la mano con la mirada clavada en la firma clara y firme de Sakura. La había leído docenas de veces desde que la había recibido, aunque las palabras no cambiaban. Casi creía poder olerla en el papel: una fragancia suave y fresca que le produjo un fuerte dolor porque ella debería estar allí. Debería estar con él. Cada día que pasaba, el dolor que provocaba su ausencia se agudizaba, como si a su vida le faltara algo vital. Era intolerable.
Se pasó la hoja de papel por la cara, buscando consuelo en el hecho de saber que ella la había tocado y que se la había enviado personalmente. ¿Cómo podía hacerle eso? ¿Sabía ella... ? No, claro que no. Se repitió que ella no podía saberlo. No debía enfadarse con ella porque, al fin y al cabo, todavía no le había conocido. En cuanto lo hiciera, Sakura sabría hasta qué punto sus vidas en común serían algo perfecto.
Probablemente sentía lástima por esos asquerosos Terumí e intentaría dar un toque de clase a sus ordinarias vidas. Por muy valerosa que fuera Sakura, sus esfuerzos serían en vano. Daría lo mejor de sí, e insistiría hasta que se le rompiera el corazón en cuanto se diera cuenta de cuán fútiles resultaban sus esfuerzos.
De hecho, él conocía a los Terumí ya que, después de todo, los negocios eran los negocios. Sin embargo, nunca había estado en su casa. Quizá ya era hora de que les hiciera una visita. No sería difícil conseguir una invitación. Se prodigaban en fiestas y cenas de gusto propio de un vodevil, como si no tuvieran la menor idea del placer que proporcionaba la soledad o la quietud.
Visitar a los Terumí era una idea maravillosa. Así podría ver a Sakura de cerca puesto que, sin duda, ella estaría a cargo de la supervisión del evento. Quizá incluso se la presentaran. Normalmente nadie presentaba el servicio a los invitados, pero Mei Terumí era lo suficientemente torpe para hacer algo así. Y no es que Sakura fuera una empleada común. A su modo era toda una reina, pero el mundo sobre el que gobernaba siempre estaba entre bastidores. Merecía poder gobernar sobre el mundo de él en vez de ocuparse de aquel monumento a la vulgaridad.
Por el propio bien de Sakura, por no mencionar el suyo propio, tenía que sacarla de allí. Tenía que actuar, y cuanto antes mejor. Pero debía andarse con mucho cuidado, y eso requería planificación y mucha cabeza, además de gran pericia. Esperaba con ansia enfrentarse a ese reto.
Las personas eran criaturas de costumbres. Llevaban la esclavitud de sus rutinas impregnada en la tela de sus vidas. Luego seguían fieles a sus rutinas porque hacerlo era más fácil que salir de ellas. Según los psicólogos, estaba demostrado que mucha gente prefería lo conocido, aunque fuera horrible, a la incertidumbre de lo desconocido. Las mujeres seguían viviendo con maridos que las maltrataban, y no porque conservaran algún resquicio de fe, sino porque temían demasiado quedarse solas. Era el gran desconocido. Sólo las almas valientes, o las desesperadas, decidían romper con sus rutinas.
La gente tendía a seguir los mismos patrones día tras día, semana tras semana. La misma gente estaba siempre en el mismo lugar casi a la misma hora. Naruto no esperaba que el hombre de la fotografía apareciera y utilizara el mismo teléfono público a la misma hora de la noche, pero quizá, sólo quizá, hubiera alguien en La Galleria que tenía la costumbre de estar allí en aquel momento y que también había estado allí la noche en que el juez Sarutobi había sido asesinado, y había visto... ¿qué? Algo. Cualquier cosa.
Ninguno de los dependientes de la tienda había visto nada, aunque habían sido adiestrados para vigilar lo que ocurría dentro de las tiendas, no lo que tenía lugar en el vestíbulo del centro comercial. Pero ¿y la gente que estaba sentada en los bancos, los que paseaban, el grupito de adolescentes con la risita en los labios que intentaban actuar como adultos, la joven que empujaba lentamente un cochecito de bebé adelante y atrás con el pie mientras se comía un bollo de canela? ¿Estaban allí todas las noches? ¿Todos los miércoles por la noche? ¿Cuál era su rutina?
A la misma hora en que había sido hecha la llamada, y siguiendo su corazonada, Naruto fue a La Galleria y detuvo a todos los compradores que encontró en la zona cercana a aquel teléfono público específico y les mostró la fotografía. ¿Había algo en aquel hombre que les dijera algo? ¿Conocían a alguien que se pareciera a él? ¿Era posible que le hubieran visto antes allí, en La Galleria?
Recibió un montón de miradas de extrañeza, noes y sacudidas de cabeza. Algunos se limitaban a echar un vistazo a la foto antes de decir «no» y seguir caminando. Otros se tomaron su tiempo para estudiarla con detenimiento antes de devolvérsela. No, lo sentían, pero no les decía nada. Naruto no cejó en su empeño. Nada irrumpía en el caso. No había ni un solo rumor, nadie soltaba la menor pista que llevara a alguien... nada. El muro contra el que habían topado era alto y grueso. Habían conseguido la posta que había matado al juez, pero no el cargador. No tenían ninguna huella que coincidiera con las que constaban en los archivos del AFIS. No tenían el arma del crimen. No tenían ningún testigo. No tenían el móvil. No tenían nada. Naruto estaba empezando a enfadarse. Nadie debería poder cometer un asesinato y salir indemne de ello. Ocurría, pero le ofendía en un nivel muy profundo, en esa parcela interna que hacía de él un policía.
Detuvo a un tipo de veintitantos años que llevaba colgada del brazo a una chica con los labios pintados de negro como un aparato de aire acondicionado pegado a una ventana. Ambos adoptaron una postura estudiada, aunque de todos modos miraron la fotografía.
—No sé —dijo el tipo, frunciendo un poco el ceño—. Me recuerda a alguien, pero no sabría decir exactamente a quién.
Naruto mantuvo la voz y su actitud relajadas. Podía comportarse como un cretino cuando lo creía preciso, pero esa noche había decidido deliberadamente mostrarse relajado, para que si alguien tenía algo que decir, se sintiera cómodo hablando con él.
—¿Se trata de alguien a quien ha visto antes en La Galleria?
—No, no es eso. ¡Ah, ya sé! ¡Se parece a mi banquero!
—¿A tu banquero?
—Sí... ¡William Teller!
Se alejaron entre risas.
—Qué gracia —murmuró Naruto, girándose y conteniéndose para no responder al listillo, aunque, si estaba metido en algo de lo que pudiera arrepentirse, ya podía irse con cuidado y rezar para que no volvieran a encontrarse... y por su aspecto no era difícil imaginar que era la clase de tipo que a buen seguro no tenía un historial inmaculado.
Naruto siguió interrogando a los clientes hasta que los altavoces anunciaron que el centro comercial estaba a punto de cerrar. Estaba ante otro callejón sin salida, pero si seguía volviendo y continuaba enseñando la fotografía quizá, antes o después, algo saldría. La casa estaba a oscuras cuando llegó. Se sentó durante un minuto en el camino que entraba por el jardín y se quedó observando atentamente las ventanas.
—Mierda —murmuró. Nunca le había preocupado regresar a una casa a oscuras, pero en ese momento tuvo ganas de darle un puñetazo a algo porque no le hacía la menor gracia. En sólo un par de semanas se había acostumbrado tanto a tener a Sakura con él que no encontrarla en casa hacía que se sintiera casi tan mal como cuando rompió con Hinata.
Maldición. En cierto modo era incluso peor. No había echado de menos a Hinata.
Descubrir que había estado por ahí siéndole infiel había podido con todo lo que sentía por ella excepto con la rabia. Sin embargo, echaba de menos a Sakura. Era un dolor constante. Podía olvidado mientras estaba trabajando, pero no lograba borrar de lo más profundo de su mente que ella no iba a estar en casa a su regreso, y esa certeza parecía esperar a que el dejara de estar ocupado para golpearle en el estómago.
Por fin salió de la camioneta y entró. Encendió las luces, también la televisión, y se preparó una copa. Era su rutina habitual, y no era suficiente. El vacío de la casa le puso furioso.
Sakura había pasado con él la noche del sábado, y el sexo entre ambos había sido tan fogoso que había creído que le iba a estallar la cabeza. Con ella nunca tenía bastante y eso le aterraba. Sakura era abierta y sinceramente sensual, se entregaba con plena libertad y se deleitaba en su cuerpo con tanta intensidad como él con el suyo. A veces casi le daba miedo observar hasta qué punto la sintonía entre ambos era perfecta, tanto en la cama como fuera de ella.
Naruto desconfiaba cuando algo parecía ser perfecto, pero la forma en que él y Sakura encajaban era... perfecta. Incluso cuando discutían, sabía que no la intimidaba. Dios, ni siquiera estaba seguro de algo pudiera llegar a intimidada. Y eso era perfecto. No tenía que manejarla con guantes de seda. El sexo entre ambos era ardiente y morboso: perfecto. Se hacían reír uno al otro: perfecto. Quizás era debido a que ella provenía de una familia de militares, pero parecía entenderle como ninguna otra mujer lo había hecho: perfecto.
Lo que no era perfecto era que Sakura no estuviera con él.
Odiaba que viviera en aquel maldito bungalow. Lo odiaba con una inquina que intentaba mantener oculta. Había sido muy razonable en cuanto a la carrera de Sakura; maldición, si hasta se había mostrado sensible al respecto. Cuando ella le había dicho que había aceptado el empleo y que viviría en la casa, él no había respondido con un «¡Y una mierda! ¡Por encima de mi cadáver!», que era justo lo que deseaba decir. Ser razonable era un fastidio. Sin embargo, lo que realmente le enojaba era que no tenía el menor derecho a discutirlo con ella.
Eran amantes, nada más. Nunca había dicho nada que fuera más allá de frases tipo «veamos adónde nos lleva esto». No se había comprometido ni tampoco le había pedido a ella que lo hiciera, aunque creía que había quedado claro por ambas partes que ninguno de los dos iba a salir con nadie más. Ahora, esa falta de compromiso le estaba royendo las entrañas. Debería haber dicho algo antes, y no sabía si decirlo ahora iba a servir de algo. Sakura había estado de acuerdo con las cláusulas y había firmado un contrato y, conociéndola, ni siquiera intentaría modificar los términos del acuerdo, no por irse a vivir can un amante.
También eso le llevaba a mal traer. No quería ser «sólo» algo para ella. Quería ser su centro. Sakura era una persona con la que resultaba muy fácil convivir, aunque Naruto siempre había sido consciente de que tenía una rigurosa serie de valores personales. Eso era parte de lo que tanto le atraía de ella. Si Sakura decía que iba a hacer algo, o bien lo llevaba a cabo o hacía todo lo humanamente posible para mantener su palabra. Si se comprometía a algo, mantenía su compromiso hasta el final. El día que se casara, su marido no tendría nunca que preocuparse de que le fuera infiel. Podría darle una patada en el trasero y divorciarse de él, pero jamás le engañaría, y sólo un idiota la engañaría a ella.
Las dos semanas de sexo intenso y sin compromiso habían sido fantásticas, pero había sido un idiota creyendo que con eso la retendría a su lado. La dedicación de Sakura a su trabajo en casa de los Sarutobi no había disminuido ni un ápice, como tampoco había dejado de acudir a entrevistas para conseguir un nuevo empleo. Naruto había supuesto que no tenía prisa por encontrarlo y que podrían pasar más tiempo juntos.
¿Para qué? La conclusión habría sido la misma. Tanto si Sakura pasaba con él dos semanas o dos meses, seguiría buscando un nuevo trabajo. Supuestamente tenía que sentirse agradecido porque hubiera encontrado un nuevo puesto tan rápido, porque si hubiera seguido buscando podría haber empezado a ampliar el área de búsqueda y haber terminado trabajando en Atlanta o incluso más lejos, y eso habría sido un verdadero fastidio.
Si hubiera querido retenerla a su lado, tendría que haber levantado la barrera, la barrera del compromiso. Pero, Dios, lo único que habría logrado frenarla habría sido una propuesta de matrimonio y la mera idea de casarse otra vez le daba sudores fríos. Quizá pudieran vivir un largo compromiso.
No, Sakura no tardaría nada en ver sus intenciones. Y eso asumiendo que aceptara una propuesta así. Ella tenía su gran plan, que consistía en viajar por el mundo, y estaba poniendo todo de su parte para hacer realidad esa ambición. Realmente quería llevarlo adelante y había estructurado su vida para conseguirlo, manteniéndose libre y evitando cualquier lastre. Naruto no sabía cómo funcionaría ese plan dentro de la estructura de un matrimonio, en caso de que funcionara, ni si ella estaba dispuesta a casarse antes de hacerlo realidad o si insistiría en que esperaran hasta después.
Lo único que Sakura no le había dicho era que le amaba. Maldición, él sabía que ella le amaba, pero no había hecho nada al respecto, no había solidificado ni formalizado su relación; se había mantenido felizmente al margen, a la espera de «ver adónde llevaba eso», y ahora lo estaba pagando. Y muy caro.
Sakura no era una mujer a la que tomarse a la ligera, ni alguien a quien podía darse por hecho. Naruto no creía haber cometido ninguno de esos dos delitos, pero tampoco le había demostrado lo importante que ella era para él.
Podía dejar que las cosas siguieran como estaban. Pasarían los fines de semana juntos, y eso ya era más de lo que podían decir muchas parejas. Podía hablar con ella por teléfono, quizá incluso almorzar juntos si sus horarios se lo permitían. Y la tendría para él los fines de semana.
No era suficiente. Quería estar con ella todas las noches. Quería sentarse a la mesa con ella y hablar del día que habían tenido mientras cenaban. Quería compartir con ella el periódico de la mañana y pelearse por quién leía primero la portada. Quería volver a disfrutar de las sesiones de lucha cuerpo a cuerpo. Sakura no tenía ninguna posibilidad de vencerle dada la diferencia de peso entre ambos, pero sí era lo bastante rápida para compensar esa diferencia. Y ya fuera kárate, kick—boxing o lucha a cuerpo desnudo, la sesión siempre había terminado en sexo duro y explosivo. Ya no podía entrenarse sin tener una erección. La fragancia de Sakura, el olor a sexo y los recuerdos de lo que habían hecho y de la frecuencia con que lo habían hecho, impregnaba el gimnasio del sótano.
Maldición, hasta la mesa del desayuno le traía recuerdos.
La echaba de menos.
Echó un rápido vistazo a la hora, descolgó el teléfono y marcó su número.
—Hola —dijo cuando ella contestó.
—¿Qué tal?
Naruto casi pudo oír la sonrisa en su voz. —¿Te he despertado?
Sakkura no acostumbraba a quedarse despierta hasta tarde. Solía levantarse temprano, por lo que normalmente se acostaba a las diez como muy tarde, y a veces incluso a las nueve. Se había arriesgado llamándola a esa hora.
—No. Estoy en la cama, pero me he quedado leyendo.
—¿Qué llevas puesto?
Sakura se echó a reír. —¿Esta es una de esas llamadas en las que el tipo en cuestión se pone a respirar profundo sin decir nada?
—Podría ser.
—Llevo un pijama de algodón. Ya sabes cuál.
—¿Sí?
No recordaba que ella llevara nada puesto en la cama, ni siquiera una de sus camisetas.
—La primera vez que nos vimos. Seguro que te acuerdas de cuándo fue. Estaba sentada en las escaleras, se había ido la luz y dos tipos malos estaban tumbados en el suelo.
—Ah, sí, lo recuerdo vagamente. Creí que eras la calientacamas del juez Sarutobi.
—¿Qué? —soltó Skuara, evidentemente ofendida.
—Jovencita caliente y buenorra viviendo con un anciano. ¿Qué otra cosa iba a pensar un policía?
—Mm, ¿quizá que era una mayordomo como había dicho?
—Los policías no se creen nada de buenas a primeras. Después de haber hablado contigo durante unos minutos, supe que decías la verdad.
—Muy acertado por tu parte no haberme dicho nada en ese momento.
—Tonto no soy. Te echo de menos, Sakura.
Ella esperó unos instantes antes de hablar.
—Yo también. Pero no hay nada que podamos hacer.
—Ahora mismo no. Pero tenemos que pensar en algún sistema para mejorar un poco esta situación, alguna manera de arreglar las cosas para que podamos pasar más tiempo juntos. Lo hablaremos este fin de semana.
—No puedo pasar el sábado contigo. Los Terumí dan una fiesta y tengo que estar aquí. Tendré libres el domingo y el lunes.
Naruto apretó los dientes. Eso les robaba un día porque él tenía que trabajar el lunes, aunque al menos podría despertarse con ella.
—De acuerdo. Entonces te veré el domingo, a menos que quieras venir el sábado después de la fiesta.
—Será tarde. Muy tarde. Probablemente terminaré el domingo a primera hora de la mañana.
—Me da igual. Despiértame.
—Lo haré —dijo Sakura.









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Mensaje por aduzumaki Lun Sep 30, 2013 4:17 pm

Onion wall baka naruto porque no te le declaraste a sakura a tiempo ahora el obsesivo hara acto de presencia y quien sabe que pueda hacerle a sakura espero el proximo cap Onion bye 
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