[Votaciones cerradas] III Torneo de Escritores. Duelo 7 - Ronda 1

Las cosas no eran sencillas para el azabache que ahora tenía que enfrentar el hablar con su familia, a pesar de ser frio y serio tenía mucho miedo, aunque pensándolo bien. Su única familia eran Obito y Madara.

“Ya dilo de una vez por todas, Sasuke ya pasaron 2 horas, y no nos has dicho nada de nada” – le dijo Madara ya harto de aquella situación, que no aguantada de parte del más joven de su familia, ya casi extinta.

“Está bien, soy gay, sé que en la familia no hay gays pero ya tenía que confesarlo, esta presión ya no podía aguantarla más” – espero que ambos hombres lo regañaran, o lo rechazaran, porque en su vida supo de algún Uchiha gay.

“Hasta que saliste del closet” – dijo alegre Obito, como si ya supiera de su preferencia sexual.

“Ya lo sabíamos, solo esperábamos que tú lo aceptaras” – contesto el mayor y fundador de la aldea.

“Entonces ¿no están enojados conmigo?” – pregunto el azabache menor, y al ver que los mayores negaron, se sintió muy feliz y suspiro con alegría.

Mientras tanto bajo la ventana se escondía Naruto nervioso y ansioso por lo que acabada de escuchar, sabía que Sasuke tenía mula atención para las chicas, pero ahora que había confesado ese secreto; todo tenía sentido, su corazón empezó a acelerar ya que no sabía. Desde cuando Sasuke era gay, si había nacido o se había hecho, si tenía novio o no. O algún pretendiente aunque con lo bello del Uchiha claro que tendría pareja o pretendiente.

Su corazón latió muy fuerte tan solo de pensar en eso, una gran presión que solo sentía cuando pensaba en azabache; que por tantos años siguió sin descanso. Al parecer ese calor y ese latido sin control era Amor, como ya le había advertido el zorro con que compartía cuerpo y compañía

Se sintió observado y por esa mirada penetrante no podían ser otros más que los 3 Uchiha, levanto el rostro un poco y de hecho estaban mirándolo, Madara solo movía la cabeza de un lado a otro en señal de negación, Obito mostrada una sonrisa pícara y Sasuke estaba sorprendido de su presencia. Y muy dentro de él pensaba en que momento el Dobe se había vuelto tan bueno como para ocultar su presencia.

“Sasuke, perdóname por oír tu conversación sé que era privada, pero desde hace semanas que ya no quieres hablarme, ni volteas a verme; aun cuando hago de todo para que voltees. Ahora sé que es porque eres Gay y lo más seguro es que ya tengas una pareja y esta se pone celosa de que seamos amigos, como sea entenderé que ya no quieres que seamos amigos y todo eso pero….” – ya no pudo seguir hablando ya que la boca del azabache se unió a la del rubio.

“Dobe ya deberías saber, que el dueño de mis sueños y mi corazón eres tú” – contesto muy apenado, tratando de ocultar su pena con e fleco de su frente.

“Yo también te quiero Sasuke” – y así terminaron juntos, los amigos que empezaron como rivales y que terminaron como amantes.

FIN.

Y es que era cierto… Por mucho que él se empeñara en decir que no, los enemigos les estaban pisando los talones. Llevaban ya más de dos horas a paso acelerado, saltando de árbol en árbol controlando al milímetro el chakra empleado para agarrarse a las resbaladizas ramas. El aire, cortante y gélido, entumecía todas y cada una de las partes de los shinobi. Ese año el invierno había llegado bien gélido, y el hecho de tener el cuerpo en movimiento no era de gran ayuda para entrar en calor.

– ¡Sakura! Para, quédate quieta.

– ¿Por qué? Si no nos damos más prisa, nos alcanzarán.

– Pero a este ritmo nunca llegaremos a despistarles. Confía en mí – en verdad, era realmente difícil no hacerlo cuando la miraba directamente a los ojos. – Esconde tu chakra y espérame aquí, si no vuelvo en una hora, pide refuerzos, ¿entendido?

No tuvo tiempo ni para asentir ya que el ninja había desaparecido nada más formular la pregunta de la cual no esperaba respuesta alguna. Suspiró. Aquel día se iba haciendo cada vez más largo.

Una vez cumplidas las órdenes y asegurarse de haber borrado toda huella existente, se colocó apoyada en el tronco de un árbol y lo golpeó ligeramente con su cabeza al echarla hacia atrás. En verdad la misión se había complicado más de la cuenta. Si bien en un principio era algo extraña, se había tornado en una cosa totalmente diferente. Sonrió. Realmente había sido extraño.

– La misión que os voy a asignar ahora es de algo riesgo, ¿me habéis entendido? Cualquier mínimo error puede ser crucial y costar la vida – como siempre, la rubia Hokage estaba hablando imperiosamente y con ojos serios. – El enemigo en este caso es uno de los peces gordos del País del Té. Vuestro deber es sonsacarle toda la información posible sobre su red de traficación de esclavas, ¿está claro? Sólo información. No quiero nada de peleas o cosas innecesarias.

– ¿Entonces vamos a ir como espías? – Sakura estaba algo confundida. Aquello de “sonsacar información” no sonaba exactamente a lo que estaba acostumbrada escuchar de boca de Tsunade.

– Sí, pero no vais, sino vas. Sakura, tú te presentarás como una joven mujer interesada en la venta de esclavas para burdeles, y él será tu guardaespaldas. Lo que nos interesa es obtener la máxima información posible sin levantar sospechas. Y con esto quiero decir que tienes que hacer TODO lo que esté en tu mano para conseguirlo.

Aquella aclaración confirmaba todas sus sospechas. Realmente una misión extraña.

En verdad, le hacía gracia recordar todo aquello. No sabía exactamente por qué, pero aquella era la sensación que le daba. Estaba comenzando a sentirse cansada. Arrimó un poco más la espalda al tronco del árbol y dejó nuevamente su cabeza descansar apoyada sobre este.

Había sido realmente fácil entrar en la mansión del traficante. Kazuo Akutagawa, se encontraba delante de ella sonriendo lascivamente mientras fumaba un cigarrillo. Iba vestido con un traje tipo mafia italiana. Sobre la punta de su nariz, en forma de patata sea dicho de paso, llevaba unas gafas al más autentico estilo hippy negras. Qué poco gusto. Mientras observaba a la pelirrosa, vestida con un elegante kimono, de pies a cabeza daba unas caladas a su pitillo ahumando la extravagante estancia.

– Entonces, dice usted señorita, que es del País del Fuego, ¿no es así? – la chica asintió grácilmente, pero no emitió sonido alguno. – ¿Y qué trae a una flor tan bella por estos parajes?

– Señor Akutagawa, sabe usted perfectamente a lo que vengo.

– Es usted muy directa, eso me gusta. Y bien, ¿cuántas quiere?

– Siento que ahora mismo, el directo es usted. Bien, antes de eso, ¿puedo estar segura de la calidad de la mercancía? – era hora de entrar en acción. Se levantó del sofá y seductoramente se sentó en el reposabrazos del sillón en el que el traficante se encontraba mientras comenzaba a jugar con sus dedos en los hombros de Kazuo. – Porque verá, yo no soy una mujer a la que le guste ser manejada por los demás.

Por fin consiguió entender a Ino. Cuando volvió de su primera (y única) misión de esta clase dijo que la repugnancia la sobrepasaba. Y mucha razón tenía, pues seducir a un pervertido no es fácil si se tiene orgullo propio. Seguramente cuando ese cretino la cogió por el mentón y le plantó un húmedo y asqueroso beso se catalogó como el peor momento de su vida. Pero ella era ya una kunoichi lo suficientemente madura como para controlarse, y la cuestión no pasó a mayores. El problema vino luego.

Una vez obtenida la información y habiendo hecho la falsa promesa de regresar a por la mercancía en un mes, salieron al pasillo dispuestos a volver a la aldea. Pero como siempre, el que todo marchara bien era opción… Las luces se apagaron repentinamente, dos golpes secos se escucharon de la nada. Algo apresó a la pelirrosa contra la pared, dificultándole la respiración. Sintió un cosquilleo incómodo en la oreja, alguien se había acercado.

– Señorita, ha tenido usted muy mala suerte – aquella voz le resultaba muy familiar, ¿pero por qué? – Mira que encontrarte justamente conmigo, ¿no me recuerdas? – sus ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad. – Si creías que me habías matado estás muy equivocada.

¡Era uno de los ninjas de la niebla que tuvo que eliminar en su anterior misión. ¿Pero qué estaba haciendo allí? Seguramente lo habrían contratado como guardaespaldas y la habría reconocido. Peor suerte no existía.

– Lo mejor será marcharnos cuanto antes. Ya han dado la voz de alarma – el agarre se había deshecho en un segundo, y el cuerpo inmóvil de su agresor había caído al suelo. Sintió la mano de su compañero cogerla por la muñeca y arrastrarla hasta la salida.

El aire helaba todo, y finos copos de nieve comenzaron a descender suavemente. De pronto, se empezaron a escuchar pasos cada vez más cercanos al lugar. Sus perseguidores habían alcanzado ese punto. Se aseguró de esconder su presencia lo máximo que pudo. No se podía arriesgar a ser descubierta. La fatiga, el frío, y la desventaja en número eran determinantes. No había manera de escapar viva.

Sintió cómo los shinobi se paraban a inspeccionar los alrededores. ¿Habrían descubierto su paradero? Pero, ¿qué la había delatado? ¿Una rama rota quizás? ¿O alguna huella que olvidase esconder? Comenzaba a sentir el acelerado ritmo del latir de su corazón. Mal asunto, eso podía suponer su muerte. Se mordió el labio nerviosamente, no había salida.

Una mano enguantada le tapó la boca por detrás y apresó sus dos manos. Ya estaba, ese era su fin. Ninguna posibilidad de escapar. Intentó zafarse, pero el ninja era demasiado fuerte. Gritar, un intento nulo. El sonido quedaba amortiguado en el tejido antes de poder transmitirse al aire. Inesperadamente, la mano pasó a tapar los ojos de la kunoichi, y sus labios a estar apresados por los de otra persona. Aquello era algo totalmente diferente a la sensación que tuvo cuando Kazuo la besó. Aquel era un beso dulce, suave y rítmico. Sintió sus labios moverse sobe los de ella, atrapar su lengua y mordisquearla ligeramente. Lo más preocupante era el hecho de que la hiciese olvidar el mundo, y responder sin ningún resentimiento. Cuando la otra persona se alejó, la falta de aire comenzó a sentirse cada vez más, y, jadeante, intentó recomponerse.

– Los enemigos ya se han ido. Estamos a salvo – Abrió los ojos, los cuales ya no estaban tapados y, una vez acostumbrada a la luz, observó a su compañero de equipo frente a ella. No había rastro de los shinobi que antes estaban inspeccionando la zona – Deberíamos irnos cuanto antes y así cuando se den cuenta de que no están siguiendo más que a un señuelo nosotros estemos ya lejos de aquí – no se lo podía creer. ¿Acababa de besarla él? ¿El hombre al que más deseaba y con el cual ya se había rendido?

Desconcertada y desorientada alzó la vista hacia el peli plata sin ningún intento de esconder su sorpresa. ¿De verdad aquellos labios escondidos bajo esa inaccesible máscara habían estado sobre los suyos? No, imposible. ¿O sí? ¿Pero qué había pasado?

– Sakura, ¿estás bien? Te veo un poco roja. Espero que no tengas fiebre.

¿Un poco roja? ¡Acababan de robarle un beso! ¡El mejor de su vida! ¡Normal que estuviese roja! No era capaz de articular palabra alguna. Lo sucedido la superaba. Negó enérgicamente con la cabeza para dar a entender que no estaba enferma.

– Vale, entonces mejor volvamos ya – el ninja se puso en pie, pero al ver que la pelirrosa no hacía lo mismo volvió a acuclillarse en frente de ella. Clavó su único ojo visible en la chica. – La próxima vez que la Hokage tenga otra gran idea como esta, no se te ocurra aceptarla. Me ha faltado poco para cortarle el cuello a aquel tipo cuando te agarró – la respiración de la pelirrosa desapareció. ¿Era aquello lo que parecía? ¿De verdad el ninja que tenía delante de ella acababa de confesarse indirectamente? – Respira, Sakura, respira. No nos hemos librado de los enemigos para que ahora mueras así – una sonrisa se asomó por debajo de la máscara del peli plata.

No tuvo tiempo de reaccionar, pues sus labios volvían a estar sobre los de ella, pero esta vez con el tejido áspero de la tela en medio. Aun así, el corto y fugaz beso fue suficiente para derretir a la kunoichi.

– Este será nuestro pequeño secreto, ¿vale? – le besó la frente.

A duras penas, consiguió ponerse en pie sin que sus piernas le fallasen demasiado. Ya no notaba el gélido aire que intentaba abrirse paso hacia ella. No sentía el suave caer de los copos de nieve. Parecía estar en una burbuja. Luchó para volver a la realidad e incorporarse.

– ¿Lista? Nos vamos – observó la ancha espalda del ninja un instante antes de seguirle. Aquello no parecía ser verdad, pero lo era. Tenía al hombre de sus sueños.


FIN.