Las Cuatro Plumas [Capítulo 15: 09/10/13]

Naruto empezaba a estar algo molesto con el ritmo que llevaban. No descansaban casi nada, pero tampoco avanzaban demasiado rápido para no resultar sospechosos. Y cada atardecer, a no ser que encontraran un escondite muy bueno, se desviaban a algún pueblo cercano para hacer noche en él.

Pero Naruto estaba más ansioso cuanto más cerca estaban del Sonido. Y Gaara tenía que obligarlo a menudo a tranquilizarse para no estropear sus planes. Cada noche Gaara lo oía dar vueltas incapaz de dormir, notaba su frustración por estar en una mullida cama mientras sus amigos podrían estar corriendo un grave peligro.
Así que el pelirrojo tomó la costumbre de hacerle pequeñas confesiones cuando notaba que su aliado empezaba a ponerse nervioso.
Le contó un montón de cosas que él mismo siempre había deseado compartir con alguien más: siempre fue considerado la oveja negra de la familia, desde que su madre murió al darle a luz, y fue poco menos que repudiado por su familia y por extensión, por gran parte de la villa. Sospechó de los tratos de su padre por pequeños detalles,  intentó investigar por su cuenta, hasta que se acercó tanto en el momento oportuno que oyó de sus propios labios lo que estaba haciendo. Intentó hablar con su padre, pero nunca lo escucharía solo a él, así que trató de buscar a alguien de confianza para ayudarlo. No solo no tuvo éxito, sino que llegó a oídos de su padre lo que estaba haciendo y lo expulsó de la villa, clasificándolo como traidor a Sunagakure. Gaara, herido de gravedad en su orgullo y sus sentimientos, decidió que seguiría intentándolo fuera. E hizo lo único que está al alcance de cualquier persona: comenzar un rumor. Seguro que nadie lo creería de primeras, pero al menos no sería algo ajeno para la gente de la villa, la sombra de la duda estaría sobre ese tema.
Naruto, agradecido por la confianza e interesado en los relatos de Gaara, concentraba en él toda su atención. Y enseguida empezó él mismo a compartir algunas confidencias con él. Sobre Sakura, sobre sus amigos, sobre su renuncia.

—Tranquilo. — trató de animar Gaara, cuando Naruto habló de las reacciones de sus seres queridos ante su renuncia. — Después de esto, cuando vuelvas nadie tendrá ninguna duda de que no tenías miedo.

—Pero Gaara… —murmuró Naruto, sorprendido. —Claro que tenía miedo. ¡Pánico! Me aterraba la idea de pasar tanto tiempo lejos de casa, lejos de mi familia… pero sobre todo lejos de Sakura. Sé que la quiero y que pase lo que pase, la querré siempre. Y tampoco he dudado nunca de sus sentimientos, pero sé que no sería lo mismo. No sería igual de feliz sabiendo que he escogido una vida que implica pasar la mayoría de mi tiempo lejos de ella.

—Pero ahora has elegido estar lejos de ella.

—No… esto es diferente. La vida de mis amigos estaba en juego.

—A partir de cierto nivel… un nivel que tú superaste hace tiempo, —aclaró Gaara— en cada misión hay vidas en juego. Y a juzgar por tu sociabilidad, seguro que consideras amigo tuyo a medio mundo.

—Si creo que puedo ayudar, lo haré… Incluso si creo que no puedo, seguramente lo intente. No soy ningún héroe, simplemente no podría quedarme sentado en casa pensando en lo que podría estarles pasando. Tampoco me creo el centro del mundo, quizá consiga algo esta vez, quizá no… Pero creo en mis amigos, y te aseguro que quitando la ventaja que puede darme el factor sorpresa, no hay prácticamente nada que yo pudiera hacer que no puedan hacer ellos mismos. No soy indispensable… y eso me gusta. Me permite elegir mi propio camino.

—Solo intento hacerte pensar, no cambiar de opinión. No necesitas darme tantas explicaciones.

—No lo hago porque crea que tenga que hacerlo.

—¿Entonces?

—Dijiste que seguramente considero amigo mío a medio mundo —dijo con una pequeña sonrisa. —Puede que sea verdad —Gaara abrió bastante los ojos al comprender que Naruto acababa de autoproclamarse como el primer amigo que había tenido jamás. El pelirrojo se quedó unos momentos en silencio, con la vista perdida.

—¿Ésa es tu manera de cambiar de tema?  

—No, no era mi intención. — río Naruto.

—Creo que tienes razón…. No eres un ninja. — el rubio lo miró muy serio. —Nunca has querido realmente serlo. Quieres ser reconocido, no ser solo el hijo del Hokage… pero sobre todo, quieres poder proteger a la gente que quieres y tu villa… Pero eso es todo.

—¿Eso significaría que he llegado hasta aquí para nada? —dijo Naruto, en tono de broma. Gaara entendió muy bien que se refería a “aquí”, a haber pasado toda una vida de preparación ninja. Pero decidió hacer un juego de palabras.

—Estás aquí para proteger a tus amigos. —esbozando una de las pocas sonrisas que Naruto le había visto. —Después… ya veremos. Creo que todo esto puede hacerte cambiar de idea…

—Puede ser… —Naruto dibujó una gran sonrisa en su rostro. — Gracias, Gaara. —el pelirrojo lo miró extrañado. —Eres en el único amigo que me ha dado la oportunidad de explicarme… Y créeme, lo necesitaba.

Gaara bufó algo sobre que se dejara de mariconadas, y se tumbó en la cama. Naruto rió y esta vez sí durmió como un tronco.


Por primera vez en bastante tiempo Naruto se despertó notando que realmente había descansado. Ese pequeño gesto de confianza que había tenido Gaara con él había bastado para relajarlo un poco.

Tomaron un desayuno fuerte en una cafetería del pueblo en el que estaban, y reemprendieron la marcha.

—Quizá lleguemos hoy, ¿verdad? — preguntó animado Naruto.

—No lo sé… Pero es probable que no lleguemos hasta mañana. Además, no debemos ser descuidados ahora, cuando estamos tan cerca…

—Claro que no… No voy a arriesgarlo todo ahora.

Siguieron su camino durante varias horas, pero ya pasando el mediodía notaron algo. Hicieron una pequeña expedición y localizaron una especie de caseta. Antes de acercarse Gaara murmuró que había dos ninjas dentro. El pelirrojo era bastante buen sensor.

—Podemos con dos. — susurró Naruto. Gaara asintió algo exageradamente, parecía decir “si no, ¿qué estamos haciendo aquí?”.

Se acercaron sigilosamente y se apoyaron contra la pared de la caseta de madera. Localizaron la puerta y se pusieron frente a ella. Con un movimiento de su brazo Gaara hizo una ráfaga de viento que abrió la puerta de golpe. Naruto saltó dentro mientras la puerta aún se abría, y lanzó unos pinchos cortantes de viento que dejaron a ambos shinobis clavados a la pared.
Gaara entró y se fue a por el que estaba más alejado. Le dio un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. Entonces deshizo las agujas de viento de Naruto para que el ninja cayera al suelo.

—¿Qué haces? — preguntó Naruto.

—Atarlo. Para lo que queremos, es suficiente con uno.

Naruto asintió y fue a por el otro, que trataba de deshacerse lo suficiente de sus agarres como para utilizar algún sello.

—Yo no sé nada…. —musitó el ninja.

—Entonces no deberías tener nada que temer. —replicó serio Gaara.

—Es cierto. —asintió Naruto. —Además, no quiero hacerte daño… en realidad, no quiero hacer daño a nadie. Solo busco a mis amigos. —el ninja lo miró de arriba abajo: les habían atacado con técnicas básicas, como de gennin, y no llevaban bandanas. Le habían parecido sumamente precisos, pero podrían haber sido imaginaciones suyas, al haberlos pillado por sorpresa. En realidad, solo parecía tratarse de dos civiles.

—Si te digo lo que sepa de ellos… ¿nos dejarás ir a mi hermano y a mí? —preguntó nervioso.

—Por supuesto. —contestó rápidamente Naruto.

—¿Cómo… se llaman tus amigos?

—Shikamaru Nara, Kiba Inuzuka… y Sasuke Uchiha. —el ninja tragó saliva con fuerza al oír los nombres, e intentó apartar la mirada. —¿¡Qué sabes!?

—De los dos primeros… no sé nada. Pero… sé que han tomado varios prisioneros últimamente… Puede que estén... en los calabozos del Sonido.

—¿Y… Sasuke?

—El… Uchiha… Son solo rumores… Se dice que un Uchiha colaboraba con Orochimaru pero… era un traidor. Se suspendió la ejecución pública por él…

—¿Para… matarlo? —preguntó titubeante Naruto.

—No lo sé… Pero dicen… que es para algo más que eso… dicen que será el próximo contenedor del cuerpo de Orochimaru.

—¿Qué estás diciendo?

—Me lo temía. —suspiró Gaara, ganándose la atención de Naruto. —Esa serpiente esta podrida… busca la vida eterna, o algo así… Utiliza cuerpos con habilidades que le interesen como contenedores… pero debe cambiar de vez en cuando. Y parece que el siguiente es tu amigo.

—No. No va a utilizar a Sasuke. —Naruto agarró al ninja que seguía contra la pared, clavándose sus propias agujas de chakra. —¡¿Cuándo y dónde pretende hacerlo?!

—No sé cuándo… Pero… Nosotros esperábamos un cargamento de material de laboratorio personal de Orochimaru-sama… y cambiaron nuestras órdenes porque… él cambió su rumbo… hacia el Paso Naname.

—¿Sabes dónde está eso? —preguntó Naruto enfadado.

—Yo sí… —intervino Gaara, parecía bastante sorprendido. —No está lejos de Sunagakure… ¡No puedo creer que hayan llegado tan lejos como para cederles ese paso!

Naruto asintió. Realmente era la pelea de los dos. Ataron al otro ninja, Gaara decidió dejarlo también inconsciente, aunque esos métodos nunca gustaron a Naruto. Salieron de la cabaña y se quedaron unos momentos en silencio.

—Entonces… vamos antes allí. —dijo serio Naruto.

—No podemos hacer eso. —repuso Gaara. —En cuanto se supiera que estás ahí, o Sasuke escapase… u Orochimaru muriera… Ejecutarían a los presos. Quizá no a todos, pero a tus amigos seguro que sí. Sería más obvio que nunca que son una amenaza.

—Maldita sea… -se quedó pensativo unos momentos-. Es la única manera, ¿verdad? Tenemos que estar en los dos sitios a la vez… -su amigo asintió.

—Tememos que separarnos… Te ayudaré a acercarte al Paso Naname. Es difícil para alguien que no ha vivido en el desierto… Y después iré lo más rápido que pueda al Sonido para asegurarme de que tus amigos están bien.

—¿Por qué… haces esto?

—Uno solo no puede matar a Orochimaru y rescatar a tu amigo… Y si fuera yo… creo que no podría mantener nuestro trato.

—De acuerdo. —Naruto se puso serio y asintió. No había más que hablar, tenía que evitar que Sasuke se convirtiera en el siguiente juguete de Orochimaru. —Yo… también cumpliré. Cuando los rescatemos, te ayudaré a…

—Lo sé. —interrumpió Gaara. Puso una mano sobre su hombro, no era persona de muchas palabras. —Ahora, vamos.

Continuará.