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[Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
3 participantes
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[Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
En esta edición, no son duelos eliminatorios, sino que todos los participantes escribirán sobre la misma temática en cada ronda, acumulando los puntos que consigan en cada fase.
Segunda ronda: Género: terror y/o misterio (con motivo de Halloween) / Mundo real en la actualidad / Personajes originales.
Recordad que se puede seguir participando, y sigue habiendo posibilidades de ganar, a pesar de no entregar en todas las rondas.
A los participantes, recordad que debéis enviar vuestros votos por privado.
Sistema de votación: Hay 8 relatos, dad de 6 a 1 punto a los seis que más os hayan gustado.
Plazo de votación: Hasta el 11 de noviembre, incluido.
- SHOT 1: RESURRECCIÓN:
“[…] (los muertos) se levantarán y se juntarán con los que estemos vivos […]” (Apocalipsis, 19-12)
Abrí los ojos y solo vi la asfixiante oscuridad que lo impregnaba todo.
Tenía la sensación de acabar de despertarme. El nebuloso sueño que había vivido desapareció y ahora me encontraba con la oscuridad. Hasta que me di cuenta de eso, pasó algo de tiempo, aunque no sabría decir cuánto, porque, realmente, ¿qué era el tiempo?
Estaba mareado. Era la misma sensación que había experimentado otras veces tras dormir una larga siesta y despertar ya oscurecido. Mis ojos intentaban acostumbrarse a esa oscuridad que hacía aumentar mi agobio. Quizás pudiera ser por la posición. Me intenté mover. Me fue imposible, estaba encajonado.
Palpé con mis torpes manos. El tacto era aterciopeladamente reconfortante. Realicé un par de movimientos con ellas. Flexioné los dedos intentando que recuperase su agilidad, la agilidad que habían demostrado ante cientos de auditorios al interpretar en el piano a Mozart, Liszt o Beethoven entre otros muchos. Las tenía adormecidas. Podía sentir el incómodo hormigueo que tanto molesta cuando se te duerme una parte del cuerpo, aunque siendo francos, todo en mí me hacía sentir así. No conseguía recordar exactamente cómo había llegado a aquel lugar.
Intenté gritar auxilio, pero de mi garganta solo salieron escupidos algunos balbuceos y gruñidos inconexos. No quise reconocerlos como míos; no se parecían en nada a aquella voz que años atrás cuando estudiaba me permitiera ganarme la vida cantando al piano en los cafés de París. ¿Cuánto tiempo había estado sin usarla? ¿Qué significaba aquello?
Mi adormecida mente comenzó a hilar, tan bien como pudo dada su falta de agilidad, los distintos detalles que hasta el momento habían recabado mis sentidos. La oscuridad me rodeaba. No tenía frío, pero sentía una cierta humedad que calaba mis huesos. Estaba encerrado en algo. Todo mi cuerpo parecía comportarse de una forma ruda, torpe y sin responder a lo que estaba pensando. Volví a repetirme aquella secuencia una y otra vez hasta que mis ojos viajaron en el tiempo y pude ver los focos del coche que circulaba en sentido contrario a toda velocidad.
Fue inexplicable. Mi cuerpo pareció sentir el accidente en aquel momento. Me convulsioné violentamente. Mis manos y piernas golpearon violentamente el techo de mi estrecho habitáculo. Un accidente, sí, de coche.
Volví a hilar aquella secuencia de lo que sentía y de lo que había recordado, obligando, en esta ocasión a que mi mente trabajara con rapidez y fluidez. Una y otra vez me obligué a encontrar la respuesta que se hacía de esperar. Noche lluviosa, a la mañana siguiente tenía un concierto en el Liceo de Barcelona y había pasado el fin de semana en Mataró, en casa de mis padres, comarcal en malas condiciones. Vehículo en sentido contrario. Nada. Abrir los ojos. Oscuridad… Y una vez más me insté a encontrar el nexo de causalidad entre todo eso y mi habitáculo y la encontré: había muerto…
Sin embargo, los muertos no podían pensar. De pequeño mi madre me obligaba a asistir a los sermones del padre Xavier, un anciano de pelo cano y mirada severa que pasaba más tiempo codearse con el alcalde que con el pueblo, aunque fue él quien me encontró un padrino que pagara mis primeros estudios en la Ciudad Condal. A pesar de ello, no creía que existiera un Dios, un cielo o un infierno, pero, ¿y si venía de ahí y no lo recordaba? Era de los que pensaban que solo había una vida y que tras la muerte no nos esperaba sino la nada.
¡Dios mío! Estaba en un ataúd. En aquella ocasión, mi cuerpo sí que respondió a mi situación de pánico y golpeó con furia el techo. Estaba enterrado, probablemente a diez metros bajo el suelo, en el cementerio de… ¿Barcelona o Mataró? ¿Cuánto hacía que había muerto? ¿Mucho? ¿Por eso todas mis sensaciones? ¿El adormecimiento de mi mente? ¿La torpeza de mis extremidades? Y de ser así, ¿por qué estaba pensando? ¿Por qué estaba vivo? Necesitaba encontrar respuestas y para ello pensar y la oscuridad del ataúd no me dejaba pensar.
Hete aquí lo curioso. Estaba torpe y falto de reflejos, tenía que obligarme a pensar con la lucidez que años atrás había devorado pentagramas, notas y silencios y, sorprendentemente, tenía una fuerza descomunal. Golpeé con fuerza la tapa de mi tumba. No me detuve en mi empeño. Una y otra vez mis manos hicieron uso de su fuerza. Quería salir. No podía quedarme allí encerrado a esperar… ¿la nada de la que había vuelto?
La madera, imagino que sería alguna cara pues mis padres debían haber amasado una fortuna con mi herencia, empezó a ceder. El momento de mi muerte fue rápido, al menos, tuve suerte en eso. Supongo que el coche debió quedar en siniestro total, pues no me recuerdo luchando contra la muerte en algún quirófano. No obstante, aún me sentía demasiado “muerto” como para pensar con la claridad suficiente para reconstruir los hechos.
Finalmente la madera cedió y conseguí romper la tapa, Mis manos tocaron la tierra húmeda que se filtraba por el agujero. Me moví con violencia usando mis extremidades para terminar de abrir la tapa. Un aluvión de tierra, humus y raíces cayó sobre mí. Tuve miedo de quedar asfixiado y volver a la incómoda nada. Sin embargo, nada de eso sucedió.
Mis manos siguieron agitándose y comenzaron a cavar, de cara a la superficie. Reptando como una serpiente, ciego como un topo e inmundo como un gusano, ascendí. En aquellos momentos no sabía si mi cuerpo respondía a mis impulsos de encontrar una forma de escapar o si, por el contrario, mi cuerpo no respondía más que a sus propios impulsos Quería creer que lo primero.
Mis uñas arañaron la tierra seca y pude sacar una pequeña parte de mi mano. Mi piel sintió el frío de la noche y la humedad de la niebla condensada. Aquel frío que desprendía la fragancia del mar Mediterráneo en otoño era más acogedor que el frío y nihilista abrazo de la muerte. Durante unos momentos arrugué lentamente los dedos, como si pudiera acariciar el aire.
Saqué la otra mano y me dejé embriagar por aquella sensación de libertad que tanto demandaba mi cuerpo. Disfruté de aquella sensación, aunque solo fuera por unos segundos. Hice acopio de todas mis fuerzas y empecé a salir. Sentí cómo mi cabeza emergía de la tierra y me pregunté si aquella sensación de vitalidad era la que experimenté en su tiempo al nacer.
Mis ojos se vieron cegados por la tenue luz de una luna en cuarto creciente que se recortaba difusamente debido a la neblina en una noche oscura sin estrellas. Estaba nublado, la luna se encajaba en el hueco entre dos noches. Debía de haber llovido, probablemente, hasta no hace mucho. Perfectamente podría tratarse de la escenografía perfecta para alguna serie o película de zombis…
¡Dios mío, yo era un zombi! Ahora la realidad superaba la ficción.
El silencio sepulcral y reverencial que se esperaría en un cementerio era interrumpido por quejosos gruñidos. No era el único que había despertado. Junto a mí, arrastrando los pies, pasó otro que había dejado la vida tiempo atrás. Éste debía haberlo hecho mucho antes que yo. Mis ojos creyeron detectar un mayor grado de descomposición. Sin embargo, no estaba seguro en mi estado. Aunque iba recuperando la conciencia y mi mente iba despertándose, no podría afirmar nada.
Cuando por fin pude escapar de aquel lugar, me erguí y miré alrededor de mí. Efectivamente, no era el único que había despertado. Al igual que yo, otros cuerpos habían escapado de sus tumbas. Curiosamente, no llevaban los brazos levantados como siempre habían mostrado las películas. ¿Estarían ellos también experimentando lo mismo que yo?
Mi cuerpo comenzó a andar, pesado y sin responder a mi voluntad. También era cierto, siendo sinceros, no sabía qué quería hacer. Estaba demasiado ocupado intentando recomponer mis recuerdos, fragmentados, inconexos y difuminados por una niebla incolora. No me importaba a dónde me guiaran aquellos lentos pasos tan llenos de hastío y pesadumbre, sólo intentaba explicar por qué razón me había levantado de entre los muertos, si es que había alguna.
Caminé durante horas, hasta que la luna se puso en el oeste y por el este comenzó a despertar el alba. Sería mi primer amanecer como no muerto. El día iba a despertar nublado. Mejor, mis ojos tenían que acostumbrarse todavía a la vida. Me uní a más que como yo caminaban sin rumbo aparente.
Seguí andando y, a medida que lo hacía, sentía hambre. Mis entrañas, vacías y entregadas a la descomposición durante tanto tiempo, ahora me pedían comida. Recorrimos las calles de aquella ciudad, que no sabía si era mi natal Mataró o alguna de las del trayecto Mataró-Barcelona. No reconocía ningún edificio, comercio o plaza que pudiera ver, pero bien podía ser porque aquella parte de mi memoria aún no hubiese despertado.
Las calles estaban desiertas. No había alma alguna que transitara… o, al menos, alma viva. Muchos coches estaban arrancados, con las luces puestas y el motor carburando. Los semáforos, programados, cambiaban periódicamente de color, pero no había peatones o vehículos a los que ordenar. Las persianas y ventanas estaban echadas a cal y canto, como si de un muro se tratasen. No había más ruido en la calle que los gruñidos de los que habíamos despertado.
Mi estomago rugía de hambre y no sabía qué comer. Era extraño. Imaginando que los otros cadáveres también tuvieran hambre, ninguno de nosotros nos habíamos dirigido a alguna de las tiendas de alimentación que íbamos dejando atrás. Sólo andábamos sin saber hacia dónde queríamos ir, o al menos, conscientemente. Cuanto más volvía a vivir, más me daba cuenta que nuestra conciencia estaba disociada de nuestro cuerpo y que, irremediablemente, éramos esclavos de estos, si alguna vez la conciencia había podido ser libre de los impulsos del cuerpo.
Mis oídos percibieron entre aquel mar de quejidos una voz gritando de terror que destacó como una soprano en el aria de la reina de la noche de Mozart. La busqué entre la multitud y pude distinguir a una chica joven, de no más de veinte años de apariencia. Olía a vida, como si la vida pudiese oler a algo. Sorprendentemente, estar muerto había perfeccionado mi sentido del olfato. Su fragancia era tan evocadora…
Mi boca empezó a salivar, al igual que los perros de Pavlov. De repente, comprendí, aterrorizado, cuál era el alimento que había estado buscando tan desesperadamente. Yo iba de los primeros. Mientras que yo quería correr a defenderla, mi cuerpo se encaminaba hacia ella.
La chica estaba aterrada y atrapada entre un callejón sin salida y nosotros, que comenzamos a dirigirnos hasta ella con nuestro lento paso. Empezó a gritar: “auxili”. Da igual que gritara en catalán, en inglés, en latín o en arameo. Nadie podría ayudarla. Su destino estaba escrito. Me pregunté si se uniría a nosotros después del festín que estábamos por darnos.
Sacó de su bolso un pequeño frasco, seguramente sería un spray de pimienta. Aquello no le serviría de nada frente a la turba que se le echaba encima. Derramó aquel gas lacrimógeno sobre los primeros de nosotros que quedaron cegados, aunque su intento resultó tan desesperado como inútil.
Pronto, una marea de muerte la cubrió por completo. Yo formaba parte de aquella marea de cuerpos reanimados que no obedecían a la conciencia de sus dueños. Nuestros hambrientos cuerpos comenzaron a arañar su cuerpo. Hincamos nuestros dientes en ella. Saboreamos su carne, su sangre cálida y llena de vida. Comimos con voracidad acompañados de una sórdida sinfonía de gruñidos y gritos que iban en diminuendo a medida que le arrebatábamos la carne y, con ello, la vida.
Cuando no quedó nada que comer, nos dimos la vuelta. Nuestros estómagos no estaban satisfechos. Seguíamos hambrientos. Aquella chica había sido solo un pequeño aperitivo, una ridícula aceituna del que sería un gran festín. A pesar de mi horror, mi cuerpo se sentía satisfecho, pletórico, agradecido por aquella segunda e inexplicable oportunidad.
La noche llegó con la misma lentitud que había llegado el alba. No hacíamos otra cosa que caminar, infatigable y, paradójicamente, hambrientos. Habíamos ido encontrando otras víctimas. Algunas incluso se habían armado para defenderse, algo que yo mismo hubiera hecho de verme en esa situación. Sin embargo, nosotros éramos más y cuando uno de los nuestros caía, dos más ocupaban su puesto.
Anduvimos, incansablemente, durante toda la noche. En lugar de dividirnos en pequeños grupos para buscar alimento, a nosotros se unían otros: los que despertaban de sus tumbas o los que se alzaban una vez devorados por nosotros. No teníamos una ruta fija, sólo deambulábamos errantes, buscando incautas presas que nos alimentaran. Las encontrábamos. La devorábamos y, de nuevo, volvíamos a emprender nuestra marcha sin destino.
Mis recuerdos se fueron restaurando poco a poco. Pude reconocer las calles de mi amada Barcelona (donde supuse que debieron enterrarme), ahora desierta y a merced de los que como yo, tiempo atrás, se encontraran alimentando a la tierra con su descomposición. Me preguntaba si esto había pasado en otras partes de España, de Europa, del mundo; en qué época del año había pasado, si se estaría organizando una defensa contra nosotros o, si por el contrario, era el fin de la raza humana, al menos, como la habíamos conocido en vida. El miedo de devorar a alguno de mis conocidos estaba siempre presente mientras que les fagocitaba.
Errábamos y nadie nos detenía. El mundo se postraba a nuestros pies.
A pesar de estar vivo, la felicidad de volver a respirar pronto se esfumó de entre mis sensaciones. El miedo y la rabia por la impotencia iban ocupando un puesto más destacado en mi corazón. El padre Xavier alguna vez leyó en misa el Apocalipsis y en él se hablaba de que los muertos en Cristo resucitarían y vivirían plenos en el reino milenario. Sin embargo, aquello no parecía ser cierto.
Nunca me planté que haría en caso de resucitar. Para mí, la muerte era el final y empezaba a creer que así había sido. Sin embargo, si tenía la oportunidad de volver a vivir, ¿por qué no podía hacer lo que quería en lugar de ser esclavo de un cuerpo autómata? Me hubiera gustado tanto poder reencontrarme con mis padres, si todavía seguían vivos. ¿Y si habían muerto y ahora eran uno de nosotros? Pensaba en todos mis seres queridos y había tantas posibilidades de que estuvieran vivos como de que fuesen uno de los míos.
Nuestro errática marcha nos condujo hasta el mar, una masa indeterminada gris. Al igual que los días anteriores, seguía nublado, por lo que la iluminación era tan tétrica que hacía juego con nuestro bordón de gemidos y gruñidos. Nos perdimos por las estrechas calles de la Barceloneta. A nuestro paso no encontrábamos nada. A aquellas alturas, los vecinos debían haber abandonado aquel humilde y auténtico barrio barcelonés.
Mis recuerdos fueron recomponiendo poco a poco a Mar. Mi amada Mar, de rizos castaños, de ojos grandes que no se cansaban de fijarse en mis manos cuando tocaba el piano para ella, de nariz respingona que la hacía encantadora cuando se arrugaba, de su juguetona peca en la comisura izquierda de la boca que escondía unos dientes algo irregulares y que ofrecían, para mí, la sonrisa más bonita del mundo.
Escuché unos disparos y cómo nos injuriaban. Al igual que otros, retorcí mi cuello con lentitud, mis articulaciones se habían entumecido, quizás para siempre. Alcé la vista, buscando entre los tejados, entre las ventanas y en las paredes algún lugar desde el que fuéramos atacados. Realmente, me era indiferente, si no podía ser libre de hacer lo que quisiera y sólo iba a deambular de un lado para otro como alma en pena, descuartizando a todo ser vivo que se interpusiera en mi camino… quizás no debería haber despertado.
—¡Andreu!—escuché mi nombre. Sí, me llamaba Andreu, o así me había llamado cuando era un ser humano y no un monstruo. Ese Andreu, el Andreu que había nacido en un humilde barrio de Mataró había estudiado piano en Barcelona y París gracias a don Xavier, había vuelto de París y había conocido a Mar, me parecía ya muy lejano, aunque sus recuerdos acudieran a mi mente.
Busqué con la mirada y pude reconocer aquella juguetona sonrisa. Incluso con la expresión contraída en una mueca de terror y repulsa, me pareció atractiva. Mi querida Mar que siempre olía como la brisa marina que entraba por la ventanita de su pequeño apartamento en la Barceloneta. Mi Mar, que se reía con su voz cristalina y me alegraba el día solo al escuchar su risa.
Quizás fue la reconstrucción de su recuerdo lo que me dio fuerzas o quizás pasó porque tenía que pasar, pero el siguiente paso que di lo di yo y no mi cuerpo. El siguiente paso también decidí darlo yo y lentamente comencé a retomar el control sobre mi cuerpo. Quise detenerme y así sucedió. Quise abrir la boca y hablar, pero me fue imposible. Sentí que mi garganta quería emitir algún tipo de sonido que se pareciera a mi voz, sin embargo, solo obtuve una suerte de gimiente sonido que quería aproximarse a mi voz diciendo: soy yo.
Sin embargo, ante mi llamada, solo obtuve una respuesta. Un ensordecedor disparo desde lo alto de su balcón entre aquel coro de quejidos y después, el frío abrazo de la muerte. Cuando una bala del revólver de Mar me atravesó la cabeza sentí tristeza, miedo y tranquilidad a partes iguales. Solo deseaba que al menos esta segunda muerte me trajera descanso para mi cuerpo y libertad para mi alma.
- SHOT 2: LA PESADILLA:
- Desperté mucho más tarde de lo que debía, demasiado tarde para llegar a la universidad. No supe si el despertador no había sonado o si yo mismo lo apagué sin darme cuenta, pero eso era lo de menos. Estaba empapado en sudor, igual que mis sábanas. Y una terrible angustia se agarraba a mi pecho y mi garganta, convirtiendo el respirar un algo complicadísimo.
Cuando fui ligeramente dueño de mi propio cuerpo, salí de la cama de un salto y corrí a la habitación de mis padres. No había nadie allí, pero las sábanas estaban algo revueltas, ya que siempre salían con prisa y rara vez llegaban a hacer la cama antes del trabajo. Suspiré. Habían dormido allí, habían ido a trabajar. Estaban bien.
Sin embargo, necesitaba terminar de comprobarlo. Avancé hacia el salón, que estaba limpio y ordenado. Nada, no había nada. Ya notaba que el alivio deshacía el nudo de mi garganta, cuando recordé que debía realizar una última comprobación. Abría la puerta de la habitación de mi hermano pequeño, y la congoja se apoderó de mí de nuevo. La habitación ante mí no era la de mi hermanito, sino un estudio. Estudio que de hecho, conocía perfectamente. De pronto, me empezó a doler la cabeza…, cuando caí en la cuenta de que yo no tenía hermanos.
Retrocedí y me senté en un sillón. Mi subconsciente debía de haberme jugado una mala pasada. No acababa de presenciar cómo asesinaban a mi familia. Mis padres habían ido a trabajar con normalidad, la casa estaba en orden y mi hermano… bueno, esa personita ni siquiera existía.
Todo estaba bajo control y sin embargo, no lo estaba.
Aquella pesadilla no fue un incidente aislado, sino que desde que apareció la primera vez, se repetía de vez en cuando.
El cuchillo se hundió con facilidad. A pesar de que todo ocurría en muy pocos segundos, podía notar cómo la hoja penetraba rápido al principio y más lentamente al después. Cuando lo veía salir, teñido de rojo, de entre las costillas de mi madre, sabía que ya había muerto. Y había visto cómo mi padre y mi hermano morían antes que ella. Los tres yacían inertes en el suelo del salón, sobre una incipiente alfombra de sangre. Lo último que vi fueron los ojos apagados de mi madre, antes de sentir un dolor atroz yo mismo en el estómago.
Las primeras veces no entendía que ese malestar que notaba en el estómago al despertar era parte de la pesadilla. En mi esfuerzo por ignorarlo, tardé algunas semanas en darme cuenta de que ese horrible dolor se debía a mi propia muerte. Yo también moría en mi pesadilla. Era eso lo que hacía que despertara siempre en el mismo momento.
Al principio no le di importancia, pero se fue haciendo cada vez más frecuente, empezó a ser raro que no tuviera aquella pesadilla al menos una vez por semana. Y cuando me descubrí a mí mismo sintiendo auténtico miedo ante la idea de ir a dormir, decidí que había llegado la hora de hablar con mis padres.
A pesar de que no era muy dado a las bromas, y menos aún a las del tipo macabro, mis padres decidieron tomarlo como una broma, o como una exageración fruto de tantas horas de cine, series y videojuegos. Sin embargo, estuvieron más atentos a mi comportamiento durante los siguientes días, y advirtieron que estaba genuinamente angustiado.
Estuvieron pendientes de oír cómo me levantaba sobresaltado por las noches y enseguida venían conmigo para tratar de calmarme, pero en pocas semanas decidieron a su pesar que era un problema real, uno que necesitaría de ayuda profesional. Así fue cómo acabé visitando al doctor Sanchidrián los lunes, miércoles y viernes después de clase, con la promesa suplicada por mis padres de esforzarme y de ser totalmente sincero con el psiquiatra.
Cumpliendo con mi palabra, respondí honestamente a todo cuanto me preguntaba el doctor. Me asustaba pensar que hubiera algo malo en mi cabeza, pero desde luego yo era el primer interesado en que se arreglara y pudiera salir de aquella situación. Durante las dos primeras semanas, el doctor no hizo otra cosa que buscar indicios de estrés o ansiedad. Por supuesto que había indicios de estrés y ansiedad por todas partes, ¡me lo estaba generando esa pesadilla! Y a pesar de ello, el doctor solo quiso escucharla una vez, hizo un par de preguntas absurdas al respecto, y volvió a la ardua tarea de buscar traumas de la infancia. Lógicamente, el loquero buscaba trazas de locura. Pero yo no estaba loco. Estaba cagado de miedo.
Un día, al volver a casa después de un de aquellas sesiones, mis padres me estaban esperando. Estaban sentados en el sofá con las manos entrelazadas, en cuanto me vieron clavaron su vista en mí y una sonrisa se dibujó en los labios de ambos. Me di cuenta en ese momento de que hasta entonces me había relajado en el horror de mi rutina. Había estado preocupado, sí, pero seguramente estuviera un poco loco y nada más. Pero al ver así a mis padres, el terror me sobrecogió por completo, como la primera vez que tuve la pesadilla.
Luchando por mantener el corazón dentro de mi pecho, solo acerté a decir:
—Estás embarazada.
Ellos lo confirmaron, exultantes de felicidad. De hecho, lo veían como algo positivo incluso para mí.
—Tendrás que ayudarnos mucho —dijo mi padre—, así que no vas a tener tiempo para preocuparte por pesadillas.
—Vas a estar bien —añadió mi madre, apoyando una mano sobre mi mejilla con cariño—. Y vas a tener un hermanito del que cuidar.
Y ahí, tenía que reconocer que tenían razón.* * *Desde que me enteré de que mi hermano iba a ser una realidad, el terror se filtró en todos mis sentidos, pero poco a poco también lo hizo la determinación. Cada vez tenía más claro que no se trataba de una pesadilla, sino de una visión. Tenía en mi mano la posibilidad de cambiar nuestro terrible destino.
Sin embargo, no tenía ni idea de por dónde empezar a investigar todo aquello. Acostumbrado como estaba a ser honesto con el doctor Sanchidrián, me sinceré con él, buscando consejo sobre la clarividencia. Al fin y al cabo, es un fenómeno que tiene que ver con la mente y la ciencia. Pero al oírme hablar de ello, el doctor decidió que estaba empeorando, que tenía delirios paranoides y que habría que mantenerme vigilado y seguramente, empezar a medicarme, más allá de las pastillas que me ayudaban a conciliar el sueño cuando el miedo me lo impedía.
Me preocupó la idea de acabar atado con correas en una habitación acolchada y sobre todo, me preocupó que aquella persona, lejos de ayudarme, me pudiera hacer perder un tiempo que iba a necesitar desesperadamente. Si la ciencia no iba a ayudarme, tenía que deshacerme de ella para avanzar. Así que durante las siguientes semanas, fui el mejor de los mentirosos. Con no poco esfuerzo, convencí a mis padres de que estaba mejorando, de que la idea de tener un hermano pequeño estaba haciendo que me centrara, de que la pesadilla era cada vez menos frecuente y de que lo único que me estaba generando ansiedad en ese punto, era precisamente la terapia. Para aquel entonces, en realidad la pesadilla se repetía cada dos días, pero yo me había hecho bueno disimulando y como ellos tenían mucho que hacer y querían creer que todo eso era cierto, me creyeron. Para cuando mi madre dio a luz, ya había dejado de visitar al doctor Sanchidrián.
Poco después dejé de ir a la universidad. Había estado yendo intermitentemente, solo por salir de casa de vez en cuando, desde que empezó todo, pero en ese punto corté del todo. Necesitaba esas horas para investigar sin levantar sospechas. En la biblioteca encontré algunas referencias, pero no eran de especial ayuda. Buscando por Internet, pude contactar con algunos médiums y grupos de gente en contacto con lo sobrenatural. Algunos arrojaron algo de luz, había personas que habían experimentado visiones que los habían preparado y, llegado el momento, pudieron evitar que se cumplieran.* * *Pocos meses después yo me sentía listo, pero sabía que mis padres debían estarlo también. Así que les empecé a decir que la pesadilla, que en realidad ya se manifestada a diario, estaba regresando. Se preocuparon, pero ante mi insistencia en que me encontraba bien, solo me pidieron que les informara de cualquier cosa. Y eso hice.
Lo que más mantiene alerta a las personas es el miedo, así que un día, mientras estábamos tranquilamente sentados viendo una película, empecé sin más a relatar la pesadilla, con todo lujo de detalles. Mi madre, horrorizada, se llevó a mi hermanito en brazos a su dormitorio, aquel que hasta hace poco había sido un despacho. Mi padre me regañó, pero con tristeza, cansancio y preocupación.
No podía pasarme eso, no podían apartarlo como si el problema fuera solo mío. Tenía que seguir. Tenía que hacerles comprender.
Volví a contarlo al día siguiente, durante la comida. Al siguiente, les dejé notas por toda la casa recordándoselo. Pero seguían preocupados y molestos conmigo, en vez de percatarse de la amenaza que se cernía sobre ellos. Si no lo remediábamos, iban a ser asesinados, y ellos no se preocupaban por eso. Pero yo lo sabía. El aspecto de mi hermanito ya era idéntico al que tenía en mi pesadilla desde antes incluso de que él existiera. No quedaba tiempo.* * *Al día siguiente, estaba ayudando a mis padres a preparar la cena, a pesar de que ellos me miraban con ansiedad. Empecé a relatar la pesadilla de nuevo mientras cocinaba, y esa vez mi padre me agarró del brazo de golpe y me llevó al salón. Me sacudió con algo de fuerza y me exigió que dejara aquello. Yo le acusé de que sería el culpable de la muerte de todos y él, enfurecido, gritó que estaba loco y que volvería a visitar al doctor Sanchidrián. Se volvió, diciendo que iba a buscar la tarjeta del psiquiatra en ese mismo momento, y me apresuré a alcanzarle. No podía hacer eso. Era culpa suya. Todo era culpa suya.
El grito atrajo a mi madre, que llegó corriendo con mi hermanito en brazos. Me miró horrorizada, justo cuando el cuchillo que aún llevaba en la mano salía del cuerpo de mi padre y éste se desplomaba. Caminé decidido hacia ella y le arranqué violentamente al pequeño de entre los brazos. Susurré que cómo podían haber sido tan negligentes, cómo podían haber arriesgado la vida de todos así sin hacerme el menor caso. Solo el grito de mi madre me hizo caer en la cuenta de que mi hermano ya no respiraba, y lo dejé caer. Y entonces, la pesadilla se repitió. Ella trató de forcejear, logró hacerme un corte profundo en el estómago, en el lugar donde siempre me dolía al despertar. Pero yo sabía que todo eso tenía que pasar. Siempre lo había sabido.
Cuando todo acabó, me senté en mitad del incipiente charco de sangre y no pude evitar una ligera risa sarcástica.
—¿Lo veis? Os dije que os iban a asesinar. Debisteis haberme creído. Debisteis hacerlo…
Aliviado por fin, cuando todo había terminado, solo quería recuperar el sueño perdido durante tanto tiempo. Y allí mismo, me tumbé junto a mi familia y dejé que el sueño por fin, me llevara con calma.FIN
Última edición por Layla-chan el Dom Nov 02, 2014 5:15 am, editado 1 vez
Layla- Consejo de escritores
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Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
- Shot 3: 100 almas:
Caminó por sobre la cinta amarilla que advertía el límite de paso para los civiles, con un cigarrillo entre sus labios sacó de su bolsillo un yesquero, accionándolo para lograr encender la llama y dar una larga calada antes de dirigirse a los agentes policiales.
—¿Qué tienen para mí? —preguntó con cierto desinterés.
—Detective Laurent, soy el oficial Hutch —se presentó un hombre regordete que vestía la típica vestimenta azul policial, el detective no hizo ningún gesto, así que el policía continuó hablando con un poco de mala gana—. Hace tres días nos llamaron para reportar la desaparición de dos adolescentes de sus hogares.
—Eso no es nada fuera de lo común —comentó el hombre dejando salir el humo oloroso a nicotina de entre sus labios—. Los adolescentes hacen eso todo el tiempo, al cabo de una semana siempre terminan regresando.
—Lo sabemos —concordó—, sin embargo los familiares afirman que ellos nunca han sido de los que se van por tanto tiempo, son traviesos pero nunca tanto.
—Sigue sin sorprenderme —el detective tomó el cigarro con sus dedos para poder hablar mejor—. ¿Qué ha encontrado que le hizo consultarme, oficial?
—Esto —le entregó una cinta.
—¿Una grabación de casete? ¿No conocen la tecnología de los Android?
—Escúchela, nosotros seguiremos con la investigación, y le aconsejo que lo haga desde su auto —sin más, el oficial se retiró.
El detective Laurent suspiró mal encarado, odiaba las historias de terror y aquella mansión abandonada tenía una muy pintoresca que relataba que todo aquel que entrara a sus anchas, encontraría las puertas del infierno y no podría volver nunca más, el cuento decía que una madre habría sacrificado a su hijo en ese mismo lugar por no haber sido lo suficientemente perfecto para ella, y como castigo su alma había sido condenada al diablo por la eternidad, sin embargo, en un pacto, había logrado que su infierno no fuera tan malo si lograba obtener almas de niños. Patrañas. Ignorando la sugerencia del oficial entró a una estancia cerca de la puerta principal, era un recibidor, tomó asiento en un mueble individual y sacando una libreta junto a un lápiz, accionó la grabación.
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—¡Erick, espera! —casi sin voz ella corría detrás de él.
—¡Vamos, no seas tan niña! —respondió él con emoción en su voz.
—¡¡Soy una chica, idiota!! —le gritó de forma despectiva acelerando el paso.
Erick Witmore y Angélica Evans eran mejores amigos desde el momento en que se habían conocido, con tan solo 16 años se habían metido juntos en muchos problemas de los cuales, casi siempre salían ilesos, y ese día no sería la excepción a su espíritu aventurero.
—Llegamos —prácticamente jadeó al encontrarse frente a una enorme mansión, con una sonrisa entusiasta plasmada en su joven rostro—. Hay que entrar Ann.
—Creo que no es una muy buena idea —le respondió con algo de duda.
—¡Vamos! ¿No creerás en cuentos de fantasmas o sí?
—No es bueno meterse con el más allá idiota —le respondió la chica con obvia molestia, seguido de un golpe seco.
—¡Ay! Ann ¿por qué demonios me golpeas? —se quejó mientras se sobaba la nuca.
—Será mejor que nos vayamos —respondió ella ignorando su pregunta y comenzando a caminar de regreso.
—¿Es que tienes miedo? —sonrió con malicia al ver que ella se detenía en seco, sabía perfectamente como provocarla.
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El detective paró la grabación suspirando fastidiado, sentía que le estaban haciendo perder el tiempo con el típico caso de dos niños que sencillamente tenían las hormonas alborotadas y se perdían por un tiempo a experimentar. Adelantó un poco la cinta y volvió a accionarla.
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—Está muy oscuro aquí dentro —su voz sonó como un eco entre las solitarias paredes.
—Sacaré las linternas —Erick bajó de sus hombros el bolso que llevaba a cuestas y sacó dos linternas, las prendieron y tuvieron una visión un poco mejor del pasillo donde se encontraban—. Esto es bastante normal a decir verdad.
—No llevamos ni cinco minutos acá —le respondió Angélica con sarcasmo adelantándose un poco abriendo una puerta rechinante y observando el interior
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El detective se aburrió con extrema facilidad, decidió acomodarse en el sillón más amplio y dejó correr la cinta durante unos largos quinte minutos, que fue cuando lo que oía comenzó a llamarle la atención.
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Un extraño sonido se escuchó al fondo.
—¿Qué es eso? —preguntó Angélica al percatarlo, Erick le hizo un gesto con los dedos para indicarle que hiciera silencio.
Ambos callaron y afinaron el oído, hasta que él logró identificar qué era.
—¿Un bebé? —se observaron con curiosidad y avanzaron por donde el llanto se hacía cada vez más fuerte—. Por acá —los guio acelerando el paso.
Los quejidos del bebé se hacían cada vez más intensos a medida que se acercaban a su origen, pero a su vez se volvían más desesperantes, casi como si estuviera sufriendo una terrible agonía. Llegaron finalmente al lugar de donde provenía, una puerta blanca con un arcoíris adornándola, que contrastaba con la seriedad del cedro con el que las demás estaban talladas.
Sin pensarlo demasiado Erick tomó el pomo de la puerta y la abrió, encontrándose entonces con la habitación de un bebé totalmente decorada y lista para malcriar a uno, con todo lo que alguna vez podría llegar a necesitarse. Vieron al lugar que ocupaba la cuna, recostado sobre la almohada se encontraba un muñeco que asemejaba un bebé, de ahí provenían los llantos.
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Un grito sobresaltó al detective, quien puso entonces más atención a lo que escuchaba.
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—Es un gato Ann —Erick se burló un poco de su mejor amiga que se había sobresaltado cuando un gato negro había caído repentinamente sobre la cuna, mostrándose arisco y algo agresivo al enseñarles los dientes y las garras.
—¡¿De dónde demonios ha salido?! —exclamó mientras sentía cómo su corazón latía de forma desenfrenada y pequeñas gotas de sudor comenzaban a correr por su frente.
—Solo estás asustada porque le temes a la oscuridad —comenzó a picarla el chico con gusto, mientras sacaba el teléfono y le tomaba una foto al animal.
—¡Cierra la boca! ¡Solo me ha tomado por sorpre…! —sus quejidos se vieron interrumpidos con una mueca que pasó de la molestia al horror.
—No vas a engañarme con esa vieja táctica —el joven se negó a creerle en primera instancia, sin embargo que soltara un grito ahogado le provocó un escalofrío por lo que decidió volverse, primero de forma disimulada para que ella no creyera que había caído, pero al ver lo que su amiga veía, cayó en cuenta—. ¿Sangre?Si...
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—¿Qué? —el detective miraba fijamente el reproductor que reproducía la grabación como si frente a sus ojos se estuviera reproduciendo una horrible imagen que nunca se borraría de sus ojos.
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—¡Puaj! —se quejó Erick en voz alta— ¿Qué huele así?
—¡ERICK! —Angélica gritó señalando la cama con horror, había un pequeño cuerpo en descomposición que les daba una vista grotesca, con el sonido del aleteo de las moscas por doquier y gran cantidad de gusanos.
Lo que había sido una vez el hermoso cuarto de un bebé ahora era lúgubre y polvoriento, las paredes desteñidas y el tapiz con agujeros y pedazos por el suelo agrietado, las telarañas se encontraban en prácticamente todos lados y las cucarachas caminaban con confianza entre sus pies.
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—Detective —el aludido prácticamente saltó en su sitio y con apuro pausó la grabación.
—Oficial Hutch —respondió tratando de calmarse.
—Me temo que nosotros hemos terminado con nuestras pesquisas y nos iremos de este lugar, le sugiero que haga lo mismo —con una leve inclinación de cabeza el oficial se marchó por donde había venido.
El detective Laurent se sintió tentado a hacerlo, sin embargo lo único que sucedió luego de unos minutos en silencio, fue que volvió a accionar la grabación.
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Ambos salieron entre trompicones y gritos, Angélica no lo soportó por mucho y al cerrar la puerta con fuerza fue a la primera esquina que encontró y devolvió todo el contenido que había en su estómago a medio digerir, poco después escuchó como su amigo hacía lo mismo al otro lado. Cuando hubo terminado dejó su frente perlada en sudor recostada contra la pared mientras intentaba normalizar el latir de su corazón; un pequeño cosquilleo en su brazo que se fue extendiendo rápidamente interrumpió su meditación y la obligó a abrir los ojos.
—¡Ann quítate el bolso! —le gritó Erick y ella al enfocar una cucaracha y comprender que era eso lo que había sentido, sacudió su extremidad con violencia y se quitó el bolso inmediatamente sintiendo como muchas patas comenzaban a caminar por su cuerpo.
—¡QUÍTAMELAS ERICK! ¡POR FAVOR! —gritó con exasperación mientras movía violentamente todo su cuerpo, pronto sintió las manos de su amigo sacudir a los insectos para ayudarla y se dio cuenta que él estaba en las mismas condiciones que ella por lo que hizo lo mismo hasta que quedaron libres— ¿Qué demonios fue eso? —preguntó con un hilo de voz a punto de reventar a llorar.
—No lo sé —murmuró Erick con el ceño fruncido, todos los insectos se habían ido repentinamente del lugar donde se encontraban, se acercó a los bolsos y los abrió lanzando un improperio al aire—. Se ha podrido toda la comida que hemos traído.
—¿De qué hablas? ¡Estaba nueva! —negó ella con la cabeza, quedando atónita al comprobar que era cierto—. Esto no es normal —su amigo la escuchó a duras penas pero no dijo nada, solo vio a su alrededor y ella notó que algo andaba mal— ¿Qué sucede?
—Este no es el pasillo donde estábamos —tomó la linterna con fuerza en su mano mientras se ponía de pie.
Angélica volteó sus ojos y constató lo que Erick acababa de decir, al llegar, ellos se habían encontrado con un pasillo totalmente recto, ahora la puerta blanca envejecida se encontraba en una esquina y donde se suponía que estaba el lugar por el que habían llegado, ahora había una pared. La chica sintió que un nudo se formaba en su garganta mientras las lágrimas inundaban sus ojos.
—Vamos, hay que buscar la forma de salir de acá —dijo el muchacho suavemente mientras le tomaba de la mano y volvían a caminar sin un rumbo determinado, ella solo asintió tomando su linterna por igual.No saldrán jamás.
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El detective tomó rápidamente la cinta entre sus manos y la devolvió, juraría que había escuchado una voz extraña de fondo, sin embargo cuando la dejó correr luego de que el joven Witmore alentara a su amiga a seguir caminando, no escuchó más nada.
Aquello estaba dejando de ser normal.
De ahí en más puso más atención a los detalles sin lograr captar nada, estuvo un buen rato en silencio solo escuchando los sollozos de la joven junto con alguna que otra maldición dicha por el chico al no haber logrado encontrar la salida, o eso suponía él.
Tuvo que esperar un largo rato antes de que ellos volvieran a hablar, tuvo que adelantar de a poco la cinta hasta que logró escuchar algo.
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—Tengo mucha hambre —murmuró Erick con la voz evidentemente agotada.
—Yo también —asintió Angélica con la voz ronca, estaba muy cansada y asustada.
Vengan…
—¿Hueles eso? —Angélica se paró de repente, olisqueando un poco.
—¿Qué cosa? —Erick la observó con las cejas arqueadas e hizo lo mismo, hasta que logró captarlo —¡Lo huelo!.
—¡Es comida! —avanzaron a paso veloz siguiendo el delicioso aroma de la comida, encontrando un estar con una mesa totalmente llena de todo tipo de aperitivos, comidas principales, postres y bebidas. La boca se les hizo agua al instante.
Coman…
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—¡NO! Maldita sea —el detective se encontraba desesperado, gritándole a un artefacto sin ningún tipo de vida ni habilidad para responderle.
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Adelante…
Los chicos se acercaron con sus estómagos rugiendo, hipnotizados ante el delicioso aroma que expedía la suculenta comida, se sentían un poco incapaces de razonar.
—Huele… tan bien —susurró Angélica, acercándose a la mesa casi como zombi, tomando un trozo de pollo con un tenedor y acercándolo lentamente a su boca.
Estando a milímetros de poder degustarlo, sintió un arañazo en su mano que la hizo soltar el cubierto, luego un maullido molesto.
—¿Qué sucede contigo gato? —preguntó Erick con molestia, tomando un vaso de agua para lanzárselo— ¡Largo! —el felino sin embargo no se apartó demasiado tratando de evitar a toda costa que ellos comieran.
Tarde notó el animal que le habían tendido una trampa, y al enfocarse en espantar a Erick, Angélica tomó un trozo de comida y se lo llevó a la boca. El gato se quedó repentinamente paralizado, el muchacho aprovechó entonces de comer también y ambos sonrieron victoriosos. La alegría les duró poco al ver como el felino parecía atragantarse con algo.
—Debe ser una bola de pelos —aseguró el chico sin preocuparse demasiado, pero pronto comenzó a salir de la trompa del animal un líquido.
De color rojo rotulante y a borbotones la sangre comenzó a abandonar el pequeño cuerpo de cuatro patas ante la horrorizada visión de ambos adolescentes que soltaban leves gritos de miedo.
Son míos…
Se quedaron en silencio absoluto luego de que el cuerpo de negro pelaje quedara tendido en el suelo inerte, caquéxico y sin vida, no tuvieron tiempo de hacer algo más antes de que un calor insoportable los inundara a través de su tracto digestivo. Buscaron con desesperación un poco de agua, pero sin importar todo lo que tomaran esta no cedía, más bien iba en aumento.
—¡Me quemo! —exclamó Angélica angustiada, en eso notó una figura— ¿Quién eres? ¿Por qué nos graba? —sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, no obtuvo respuesta.
—¡Salgamos de aquí! —Erick la tomó de la mano y corrieron con desesperación por los pasillos de la mansión, gritando de agonía, hasta abrieron una puerta de sopetón y lo vieron.
—¡Ayuda! ¡Por favor ayúdenos!
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La puerta se abrió con un azote y las cosas empezaron a caerse sin motivo aparente, el corazón del detective Laurent comenzó a latir desbocado, entre la desesperación de lo que oía y lo que por su salud mental de negaba a creer que estaba pasando.
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—¡Por favor señor!
—Nos quema…mos… —ambos chicos cayeron al suelo tratando de agarrar la gabardina del hombre que se había levantado con cara de espanto de la silla con los ojos bien abiertos.
Sintieron como sus bocas se fueron secando, como si les drenaran poco a poco sus líquidos, sus ojos se secaron y sintieron la sangre espesa. Hasta que no vieron más.
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La cinta terminó, el hombre estaba sudando frío y sintió que le faltaba el aire, cualquiera que lo viera pensaría que habría visto el inframundo, y cuando creyó que finalmente todo había acabado notó en el suelo un teléfono, uno de esos táctiles, lo tomó temblando y pudo ver que en él, estaba la imagen de una persona extremadamente demacrada, con la desesperación en sus ojos, atrás, la cuna donde una figura negra y pútrida descansaba.
Dejó caer el móvil, el reproductor se activó reproduciendo la cinta al revés.
—Oh, sí, finalmente soy libre… le di a Madame 100 almas de niños a cambio de la liberación de la mía, me ha tomado muchos años y ese maldito gato que logró ahuyentar a unos cuantos… de no haber sido por él lo habría logrado hace mucho… pero mi Madame debe estar muy feliz con los nuevos regalos que le envié, esas almas eran muy buenas sin duda alguna… es hora de que regrese a casa y… ¿qué es esto? No… no… no puede ser —la desesperación en la voz que se escuchaba puso en alerta todos los sentidos del detective—, no se suponía que fuera de esta forma… ¡NO! ¡UN MALDITO GATO! —un maullido furioso se escuchó a la vez que un gato negro saltó rompiendo una vasija.
—¡LARGO! ¡DEMONIO DEL MAL! —el detective, enloquecido, salió del lugar corriendo fuera de sí y sin volver a mirar atrás.
Cuentan que más nunca se supo de él, jamás regresó a trabajar ni a contactarse con su familia, ni siquiera su novia y prometida supo qué fue de su existencia. Muchos se apoyan en la teoría de que se volvió loco ante lo que pudo haber vivido en aquel lugar si bien nunca se supo exactamente qué, y tras aquella carga emocional, se había quitado la vida.
Otros, no tan pesimistas y algo escéptivos, pensaron que solo es un mito más para agregarle a la historia de aquella misteriosa casa.
Los cuerpos de los adolescentes nunca fueron encontrados, pero sin evidencia física alguna, ni siquiera la cinta, no pudieron hacer nada para dar consuelo a las dolidas familias que lloraban la pérdida de sus miembros.
Y en las cercanías de la estructura, siempre se puede ver un gato de negro pelaje que maúlla con dolor, alejando por todos los medios que podía a cualquier criatura inocente que quisiera curiosear en los alrededores de la misma.
Entren…
- shot 4: the murderer of dreams:
- Caminaba por aquel lúgubre bosque con el corazón en un puño. Hacía frío y la espesa niebla me impedía ver nada, solo lograba divisar aquello que tenía cerca. Constantemente escuchaba crujidos y el rechinar de unas botas al andar, y a pesar de que ese lugar no era muy frecuentado por la gente a lo largo del día, la sensación de que alguien me seguía era constante. Comenzó a oscurecer y la niebla se disipó mostrando la luna llena tornada de un color rojo sangre. Un escalofrío recorrió mi espalda haciendo recordar todos y cada unos de los temores que creía ya olvidados. A cada uno de mis pasos escuchaba el romperse de las hojas secas a mis pies, y no se si por alucinaciones o por propia realidad pero veía en cada esquina unos ojos rojos que me observaban, atentos a mis movimientos. Mientras que buscaba la salida un olor a sangre seca llegó a mi nariz y con ella, unos minutos después de estar caminando la visión de una pila de cadáveres no muy alejados de mi. Me di rápidamente la vuelta dispuesto a correr sin ni siquiera mirar atrás, quizás, por temor a quien pudiera perseguirme.
Ese temor se esfumó dejando paso a la histeria y verdadero pavor al encontrarme, probablemente al causante de aquella atrocidad. Aquel gigante de cabeza cubierta me observaba con aquellos penetrantes y oscuros ojos, y como espejo del alma, dejándome ver la maldad de aquel ser, pues no podía siquiera considerarse persona.
Vestido únicamente con una sudadera negra y unos vaqueros, que al igual que sus manos estaban bañados en la sangre de aquellos cuerpos que ahora yacían en el suelo. Ninguno de nosotros se movía, solo estábamos allí parados, mirándonos fijamente. Debido a la oscuridad, su rostro no era visible para mi, solo su mirada relucía en aquella sombría noche.Desde el primer momento en que le vi... Mi vida fue sentenciada.
Empezó a llover y con ella una tormenta comenzó a sonar. Los relámpagos y truenos iluminaban el cielo y con ello, bajo esa luz, pude ver algo que sinceramente desearía nunca haber visto. Su rostro fue descubierto a través de la pura luz del cielo dejando ver unos dientes afilados como puñales, rasgos un tanto primitivos y una mirada incompleta pues le faltaba un ojo, dejando ver en su lugar un hueco vacío de carne y vasos sanguíneos... No se como no vomité.
Frente a mi confusión aprovecho para acercarse a mi con espada en mano y susurrar algo que no llegué a escuchar claramente pero quizá dijo... ¿Cacería? Un segundo, no, no puede ser...Soy su presa.
Salí corriendo lo más rápido que pude. Corrí y corrí, no se cuanto estuve así pero sabía que nunca estaría a salvo. Estaba en las últimas y no me quedaban ya casi fuerzas. No le divisaba en los alrededores por lo que jadeante me acerque a un árbol y me senté a su sombra. Había amanecido, la tormenta cedió y el sol resplandecía, podría decirse que era un hermoso día... para morir...
Sentí en mi cuello la fría cuchilla de la katana que aquel asesino portaba y poco a poco le vi caminando hasta ponerse delante de mí, había estado todo el tiempo detrás de mí... esperando...
Sonrió de soslayo preparándose para decapitarme y casi al borde del llanto cerré fuertemente los ojos y resonando una y otra vez sus palabras antes de terminar con mi vida – Te cacé.Todo estaba en mi cabeza... o tal vez él realmente existía...
No lo supe en aquel entonces y no lo se ahora, pero si sé algo...
Siempre, da igual lo que hagas o cuanto corras... Siempre te cazará.
Fue entonces que desperté bruscamente, con las lágrimas saltadas pues aquello fue muy intenso. Suspiré aliviado pues todo había sido una pesadilla, y dispuesto a concebir de nuevo el sueño. Una extraña sensación me incomodó y girándome en la cama abrí brevemente mis ojos, y allí estaba él, sonriendo con aquella cara de loco. Me tapó la boca pues iba a gritar presa del pánico.
-No grites pequeño, solo vé... Al descanso eterno.
- shot 5: más allá de una apariencia:
Noche de Halloween, ¿qué era lo habitual? Buscar la casa más aterradora de todo el pueblo característica de una película de terror, un tópico de manual que es conocido en estas fechas, y hacer una prueba de valor. Hasta el tiempo se mostraba oscuro, y no podían faltar, los truenos de las narices.
─Quita esa cara de amargado, haz el favor.
─Déjame en paz. ─mi enfado se reflejó en los brazos, que estaban completamente tensos, con ganas de estamparse contra cualquier objeto.
La muchacha que me acompañaba, entre muchas otras, rodó los ojos agobiada. Sabían que no me gustaba esta tontería y aun así me obligaron a venir para hacer un estúpido juego en una casa abandonada. Aquí, como mucho, se nos aparece una araña, o un gato perdido.
─¿Quién entra primero? ─el grupo de amigos parecía cagado, únicamente me diferenciaba porque ni la mitad de ahí me caían bien.
─¿Por qué no lo hace Joel? Ya que es tan valiente... ─fulminé con la mirada al chico, se hacía llamar mi mejor amigo, mas no lo veía así.
─Bien, si necesitas volver a casa para cambiarte el pañal, iré adelantándote el trabajo. ─me acerqué a la puerta oyendo sus gruñidos y maldiciones tras de mí.
Valiéndose de mi cuerpo como escudo, entraron en fila a la casa. La puerta, como era de esperar, provocó un ruido espantoso a la hora de abrirse. Completamente predecible. El interior estaba bastante sucio, era lógico sabiendo que ya no vivía nadie. Aun así, me la imaginaba con más telarañas.
La entrada se cerró de golpe encerrándonos en el sitio, los gritos de mis compañeras, no tardaron en taladrarme los oídos. Intenté poner calma mas no funcionó de nada.
─Basta, callaos un poco. ─tomé el pomo de la puerta, ésta no se abría─. Debe estar atascada.
─¡O los fantasmas no te dejan abrirla! ─la teoría provocó que gritasen más, dejándome peor el oído que antes.
─¿En serio Alazne? Si tienes miedo, ¿para qué vienes?
─¡Por lo mismo que tú!
─Ah, ¿te han obligado?
─Basta, si solo peleamos no llegaremos a ningún sitio. ─menos mal, alguien que intentaba poner algo de sentido común al lugar─. ¿Qué podemos hacer Joel?
─¿Por qué me lo preguntas?
─Odias estos días y pareces el más tranquilo de todos, seguro que tú, más que nadie, tiene ganas de volver a su casa.
─Donde debería estar a esta hora, no haciendo juegos tontos por ahí.
─¡Qué amargado eres! ─nuevamente, el chico de cabellera oscura y ojos claros como el mar, entró en la conversación. Rodé los ojos al recordar otra vez que decía ser mi mejor amigo.
La casa comenzó a emitir crujidos, la gente empezaba a asustarse de verdad, yo me sostenía en la teoría de que simplemente había alguien arriba. Me parecía lo más lógico tras comprobar que el sonido iba desplazándose.
─Adentrémonos más. ─no me gustan las historias de terror porque me aburren, solo creo en lo que veo. Sin embargo, investigar me apasiona, quiero saber de dónde viene el ruido.
─E-espera, ¡no nos dejes atrás!~~~~~~
Bajo la cortina hecha jirones, encontré una vieja fotografía prácticamente destrozada, apenas se podía diferenciar algo. El polvo recopilado en las estanterías, que a mí parecer (como dije en la entrada) era bien poco. Siendo una casa abandonada, el lugar debería hacer competencia, y salir victorioso, con un vertedero.
Mis dedos se deslizaron por el lomo de cada libro que necesitaba limpiar para ver su título, posteriormente, me frotaba las manos contra la chaqueta. Ninguno parecía de gran interés, dejé aquella sala para seguir inspeccionando. A mis amigos ya les había perdido la pista hace mucho.
─¿Y esto? ─en el piso de arriba, se encontraba una habitación intacta. Parecía de una niña pequeña.
Completamente rosa, la cama estaba decorada por un velo que caía sobre ella, parecía ser de la propia manta. Muñecas de cerámica poblaban el escritorio, el aroma a cerezos era estremecedor. Lo único que me escamaba era el hecho de que no hubiese ninguna foto colgada por la pared.
Miento, en la mesita de noche pude ver una, de lejos, no se apreciaba nada, así que tuve la necesidad de acercarme. Y lo que vi no me gusto nada, una persona sujetaba un peluche. El rostro de la misma estaba tapado por la propia foto, desgastada del tiempo. Lo más inquietante fue el muñeco, estaba bañado en sangre.
O tal vez en kétchup, la cuestión era que tenía las mejillas empapadas de un líquido carmesí. Quien le acompañaba en el retrato, le abrazaba posesivamente, como si no quisiera separarse de él.
De reojo, una luz roja captó mi atención. Me giré rápidamente esperando cualquier cosa, la imagen de ese peluche no me dejó buen cuerpo, es más, sonaba como si estuviera viendo a alguien conocido.
Desde una abertura del armario, una esfera brillante me apuntaba. Armándome de valor, abrí el mueble con brutalidad. Allí estaba, el muñeco deteriorado. Los años le habían sentado muy mal. Unos de sus ojos brillaba por el reflejo del espejo que estaba al lado.
Era un oso de peluche, que seguramente fue adorable en su momento, salvo que lo vendiesen así de buenas a primeras. Seguramente alguien le tuneó para hacer bromas en Halloween. Las garras eran demasiado largas y los dientes muy afilados, surcos de pintura roja cruzaban ambas mejillas.
Al tomarlo en brazos para observarlo mejor, el suelo se manchó de gotas, primero observé el techo, ¿habría alguna gotera? Después, comprobé si acababan de pintarlo. Igual era un truco de mis amigos que solo quieren meterse conmigo.
No... estaba llorando, brotaba de sus ojos. Toqué el líquido sintiéndolo caliente, hasta el olor mareaba.
─Sangre... ─¡no podía ser! Realmente deliraba.
Una mano sobre mi hombro terminó por rematarme la noche, grité como nunca antes lo había hecho consiguiendo otro berrido de una chica. Cuando me giré, una joven me recibió con miedo.
Era morena, con algún toque de color en el cabello. Sus ojos, oscuros como misteriosos, carecían de brillo. ¿O serían imaginaciones mías?
─Perdona... no sabía que estabas aquí...
─Lo siento, no quise asustarte... ─el muchacho sonrió tratando de tranquilizarla.
─¿Necesitas algo?
─Sí, solo quería preguntarte si vivías aquí.
─Para nada, he venido para hacer una supuesta prueba de valor.
─Yo también, pero mis amigas me abandonaron... y me he perdido. Tengo pésimo sentido de la orientación.
─¿Quieres que te acompañe hasta la salida? Ya me están entrando ganas de salir de aquí.
─¿Me harías ese favor? Te estaría muy agradecida, me asusta este lugar.
─En ese caso vámonos ya. ─dejé el peluche donde estaba, era raro, a pesar de haberlo soltado, no se despegó de mis brazos─. Corre.
─S-sí...~~~~~~
─Mi nombre es Joel.
─Garazi, encantada.
─Un nombre muy bonito.
─Muchas gracias, que amable. ─nos detuvimos en una intersección─. ¿Ahora para donde?
─No lo sé, me extraña que la casa sea un laberinto, desde fuera parece enana.
─Sí, no me gusta nada. ¿Para qué haría caso yo a mis amigas? Con lo bien que se está tumbado en la cama.
─¿Verdad? Por fin alguien que piensa de manera normal. ─ambos no sonreímos, hasta que una mano posada en mi espalda volvió a sobresaltarme.
¿¡Todos piensan venir contra mí!?
─¿Qué hacéis aquí jóvenes? ─era una señora mayor, de unos sesenta años, con el cabello recogido en un moño y portando ropa muy holgada.
─Lo sentimos, ¿es su casa?
─En parte, ¿os puedo ayudar en algo?
─Verá...~~~~~~
Los cafés recién hechos olían muy bien, la mujer se sentó frente a nosotros. Fue muy amable al invitar a gente que no conocía de nada a su casa, la cual se situaba al lado de la terrorífica. Hasta a mí me costaba mantenerme sereno en ese lugar. Suerte tuvimos al encontrarla, ella nos ayudó a salir de allí.
─Muchas gracias.
─A vosotros, muchos chicos vienen aquí a lo mismo, no os tenéis que preocuparos.
─Pensé que era una casa abandonada.
─Y lo es.
─¿No dijo antes...?
─La heredé de parte de mi hermana. ─cortó mis palabras, fruncí el ceño enfadado─. A quien le pertenecía era a mi sobrina, pero murió.
─Pobre... ¿Con cuántos años? ─preguntó la muchacha con tristeza reflejada en su rostro.
─15. Nunca llegué a conocerla en persona.
─¿Por?
─Era una chica muy rara, nunca salió de casa. Siempre pensé que sufría de autismo , no hablaba, no dejaba que se le acercase nadie... Ni siquiera su madre.
─¿Cómo sabe eso si nunca la vio? ─alcé una ceja mirándola directamente.
─Me lo contó mi hermana.
─¿Qué pasó con esa familia? ─Garazi se cruzó de piernas, necesité desviar la vista para no incomodar a la chica.
─El padre fue inteligente y huyó, la madre murió al de unos días. Se rumoreaba por el pueblo de que fue la niña. ─¿ah sí? Jamás había escuchado eso, aunque, con la sinceridad por delante, cuando hablan de estos temas, suelo hacer oídos sordos.
─¿Tienen pruebas para decir eso?
─No, nadie estuvo en ese momento, entró la policía al recibir varias llamadas de los vecinos ya que se escucharon muchos ruidos.
─Supongo que allí darían con el cadáver. ─me senté correctamente pensando en lo relatado, sonaba a patética película de terror.
─Sí, y con su hija aferrada a ese muñeco espantoso que, al parecer, arrastraba por todos lados.
─¿Cuál? ─observé a la joven, ¿no lo vio? Lo tenía en brazos cuando me di la vuelta y la encaré.
─Mira. ─estirando el brazo, tomó el marco que tenía dentro de unos cajones, en ella, salía el objeto previamente mencionado pero no la joven─. Me la envió mi hermana hace meses.
─¿Por qué está solo él?
─La chica no quiso sacarse la foto, antes de que se disparase el flash ya había huido a su cuarto. Por eso digo que debía tener algún problema, no es normal. Aunque lo entiendo, ese peluche desquiciaría a cualquiera.
─¿Si no te gusta por qué no lo tiras? ─pregunté intrigado.
─Créeme, lo he intentado.
─¿Me estás diciendo que no se puede? ─esto ya era un chiste, ¿Halloween le come el cerebro a todo el mundo?
─Te digo la verdad, ni esta foto ni la casa, lleva en venta más de cinco años, y nadie llama por ella.
─Normal, con la fama que tiene... ─respondió la chica analizando sus palabras─. Es lógico que no quieran vivir ahí.
─Ya... eso pensé yo.
Ajusté la vista al retrato, tomándolo entre mis manos, lo lancé por la ventana. A ver si ahora va a tener problemas a la hora de volver a verlo.
─Listo, se acabó. ¿Ha vuelto?
─¿Podéis marcharos ya? ─la mujer se mostró más sombría que antes─. Tengo cosas que hacer.
─Sí, gracias por la conversación. ─Garazi se levantó haciendo una reverencia─. Un café buenísimo.
─Os recomendaría no ir por esa casa, la próxima vez puede que no esté ahí.
Su explicación me ayudó a encajar el hecho de porque no estaba tan sucio, la mujer se pasaba una vez por mes para adecentarlo. Yo lo haría semanalmente para que no se acumulase la mierda.
─Lo tendremos en cuenta, cuídese. ─la joven tiró de mí, pues, supondría que no iría a salir como estirasen la charla.
─Adiós.
Una vez en la calle, un rayo inundó el cielo.
─La tormenta no para.
─Espero que para mañana se haya detenido.
─Claro que sí. ─le sonreí─. No te preocupes.
Un grito nos sobresaltó, hoy no ganaba para sustos. Nos asomamos a la ventana de la casa, encontrándonos con la señora berreando como una posesa mientras señalaba la fotografía que se encontraba sobre la mesa. Observaba directamente a nuestra posición.
─¿Esa no era...?
─Sí, la que he tirado. ─intenté cerrar los ojos para concentrarme mejor─. Obviamente, debía tener otra igual y nos estará gastando una broma.
─Pues... yo no veo ninguna por aquí. ─la chica observaba el suelo, donde supuestamente, debería haber aterrizado la foto.
─Déjame ayudarte. ─tras buscar un rato, la joven se pegó a mí, alcé una ceja extrañado─. ¿Estás bien?
─La ventana... ─abrí los ojos impactado al ver el marco tras el cristal de la casa. ¿¡Antes no estaba en la mesa de la sala!? Los ojos del muñeco parecían más brillantes─. Joel, marchémonos por favor.
─Sí, vamos.~~~~~~
Aquella imagen la tenía grabada a fuego. Siempre supe que no existía lo fantástico, creía que solo lo que vemos es real. Tenía mis dudas... Aunque mi alma detectivesca vencía en la batalla, había llamado a un amigo para que mirase los registros de muertos en este lugar.
Si la madre murió en la casa, algún informe debería haber. La policía tiene que dar parte a sus superiores mediante escritos. Mas no encontró nada, era como si nunca hubiera existido. Él tiene mi edad así que era imposible que hubiera estado presente cuando irrumpieron en el hogar.
─Buenas, siempre te veo aquí.
─Hola Garazi. ─sonreí sintiéndome más liberado, me tranquilizaba su cercanía─. Ven, siéntate.
─Gracias. ¿Qué tal todo?
─Ando algo despistado. ─la muchacha se había convertido en alguien parecido a un amigo, solo la conocía de dos días y aun así quedábamos siempre para ir a la casa encantada. Rara vez nos atrevíamos a entrar al cuarto del muñeco.
Mis amigo ya la habían conocido y estuvieron encantados con ella, era alguien que se hacía querer e infundía mucha tranquilidad. Muchos de ellos insinuaron que intentaba ligármela.
─¿Por el tema de la casa?
─No, por otra cosa.
─Joel...
─Vale, sí... tengo curiosidad por saber cómo ocurrió todo.
─Sigo creyendo que deberíamos alejarnos. Siendo hoy, el día de los difuntos.
─¿Crees en esa bobada?
─Soy algo supersticiosa. ─me observó sonriente─. Por cierto, antes tampoco pensaba que las fotografías se movían.
─Te repito que fue una broma de la mujer.
─Me preocupa, no la he vuelto a ver y eso que paso todos los días por ahí.
─Estará ocupada.
─En serio Joel, deberías alejarte de eso, o te acabará enloqueciendo.
─Tú no te preocupes por mí, ¿hacemos algo ahora? Si estas libre, claro...
─¿Por qué no? No tengo planes.
─Perfecto. ─tomé su mano para guiarla por el lugar, la chica sonrió débilmente.~~~~~~
Al amanecer todo sucedió como siempre, sabía que el día de los difuntos era otra estratagema del mercado para vendernos productos. Lo único que me pareció extraño fue el comportamiento de Garazi, se notaba ausente e, incluso, me obsequió con un collar.
En él venía grabado una pequeña inscripción, parecía hecho a encargo para entregárselo a alguien."Aunque desaparezca de tu vida, recuérdame por favor"
Aquellas palabras me provocaba más jaqueca que la propia historia de la familia encantada. Suspiré tratando de canalizar mis pensamientos y bajé a desayunar. Mientras comía, llamé a Garazi, mas nadie atendió.
A pesar de insistir, no me cogían nunca. Empecé a molestarme, ¿y si le había pasado algo malo? Al abrir la puerta me encontré con Daniel, un amigo de mi cuadrilla.
─Oh, hola, iba a salir ahora.
─Ya veo, ¿a dónde?
─A buscar a Garazi, no me responde.
─¿A quién?
─A Garazi, una amiga.
─¡Anda! ¿Ya te has echado novia? ¿Por qué no me la has presentado?
─¿Cómo? Si la conociste antes de ayer.
─¿En serio? A mí no me suena.
─Fue tras la prueba de valor, la encontré allí.
─¿En la casa? Si no fue nada, la recorrimos entera sin encontrar fantasmas como decía Alazne.
─¿¡Qué dices!? ¡Si os perdí la pista!
─¿Cuándo? ¡Salimos todos juntos!
─¿Te estás burlando de mí? ─busqué una fotografía de la chica en mi móvil, ayer mismo nos sacamos una─. Qué raro...
─¿Qué pasa?
─No encuentro la foto de ella.
─¿Qué cenaste anoche? Te sentó fatal, ya te dije que no debías haberte comido tres pizzas.
─¿De qué hablas? Cené en casa de Garazi.
─¿¡Pero quién es esa!? ¡¡Ayer estuviste con nosotros!! ─esto ya terminó con mi paciencia, cerré la puerta enfadado y salí del jardín─. ¿A dónde vas?
─A buscar a una persona.~~~~~~
En su casa, había otra familia, que ni siquiera le sonaba ese nombre. Cuando fui a hablar con la mujer heredera de la mansión, tampoco me quiso contar nada. Puesto que, argumentaba, no conocerme de nada, era la primera vez que me veía, según ella.
A pesar de señalarle la foto, no me reconoció. Mi única pista era el lugar de encuentro con ella, entré en el lugar con rapidez. No pudo haber desaparecido de la faz de la tierra, así, de golpe.
Para mi terror, o ¿alegría? La foto borrada que se situaba debajo de la cortina (efectivamente, ni se movió) estaba inmaculada. Y la chica que se mostraba era Garazi. Aterrado subí al cuarto comprobando el lugar, la cara deteriorada, había vuelto. Mostraba a mi amiga.
Esto no podía estar pasando, el miedo me agarró del pecho impidiéndome respirar, andando torpemente, apoyé mi mano en el escritorio tirando consigo la foto situada ahí, ésta se rompió al chocar contra el suelo. En su lugar, había un collar idéntico al que me regaló, con otra inscripción."Si ves a mi peluche, huye, o te matará como a mí"
Grité como nunca, y esta vez de verdad, al ver el ojo sangrante del oso en la entrada de la habitación. ¿Cómo había escapado del armario? ¿Realmente pudo asesinar a Garazi? ¿Entonces todo este tiempo estuve con una muerta y el muñeco estaba vivo?
Lo último que vi fue su enorme boca abalanzándose sobre mí, después, vino oscuridad. Con una sensación de cómo me arrancaban a sangre fría el corazón.~~~~~~
Estoy harto, no puedo dejar de mirar la habitación de Garazi desde la abertura del armario. Con el reflejo del espejo apuntando a mi ojo, el cual no para de sangrar. No puedo moverme, ni hablar, solo pensar. Desde aquí, veo mi cuerpo muerto.
Ansío la sangre, tengo sed de ella. No paro de pensar en lo placentero que me resulta ver el líquido carmesí cayendo desde el centro de mi pecho, en el cual, hay un agujero negro. Mi corazón sin vida a un lado de mi rostro y el collar empapado en sangre de Garazi.
¿En qué me he convertido? Soy un asesino... soy... el peluche.
Última edición por Layla-chan el Dom Nov 02, 2014 11:04 am, editado 1 vez
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Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
- shot 6: El Secreto del Espejo – Volumen I:
¿Qué secreto me estas ocultando? ¿Por qué cada vez que subo siempre me susurras? ¿Quieres que vea algo? ¿Qué quieres que haga y porque solo a mí? No lo sé, supongo porque eres el único amigo que tengo y el único que me escucha pero aun así quiero saber más de ti y de esas palabras que tanto me dices, yo solo…quiero saberlo.
Lo único que encuentro es mi reflejo, el reflejo de una chica afroamericana de cabello rizado, con una mirada muy triste y que estaba desconectada del mundo, esa soy yo, mi nombre es Melinda Harris y tengo 22 años, hija de un policía y de una doctora, tengo una hermana menor llamada Marina de solo 15 años, así que eso es lo más relevante de mi vida, una vida asquerosa y llena de odio a mi persona, es por eso que estoy aquí, sola en el ático en medio de la oscuridad de la noche con solo una lámpara en mano y este gran espejo, una antigua reliquia de familia, este espejo me he estado hablando en los últimos días y mi curiosidad me llevo a ver qué era lo que tenía que decirme, el espejo sin duda era grande y era viejo, apenas y podía ver mi reflejo en el pero aun así había algo en él, quería hablar conmigo.
Sin duda era hermoso y a la vez era triste verlo así, arrumbado a esta parte de la casa, unos bordes muy detallados en oro combinándose con la madrea más fina de todas, a pesar del tiempo que ha pasado ahí arriba está en buenas condiciones, supongo que a ti también te dejaron abandonado, comprendo tu dolor y sé que me comprendes, sino no me estarías hablando, consolándome, escuchando mis llantos por toda mi persona. ¿Quién te hizo? De seguro te ha de extrañar, pues nadie se desharía de ti porque eres un bello espejo y estoy seguro que tú tendría un hogar…como quisiera ser tú, como quisiera ser querida, pero yo sé que eso no pasara.
Te visito cada noche para que podamos conversar y sé que contigo puedo encontrar el apoyo que necesito, eres el único que comprende el dolor que siento e incluso me das tu reflejo para verme y preguntarme ¿Qué hice mal? ¿Qué hice para tener ese odio? Incluso mi propia familia me odia, me desprecia y me hace a un lado como si yo no existiera. No fue muy culpa lo que paso hace dos años, no yo…lo hice y ellos me señalan como un monstruo, todos lo hacen y no puedo soportarlo, me tratan de una forma tan miserable que quiera no haber nacido pero tú me susurras y me dices que debo soltar ese dolor, dejarlo ir y tener paz contigo. Lo entiendo, cada vez que toco mi reflejo veo todo, las calamidades que me han pasado desde ese día: Mis padres comenzaron a aislarme de mis amigos, decían rumores de mí y me decía loca estúpida ¡Su propia hija!, me encerraban en mi propio cuarto con poca comida y sin darme mucho el sol, a veces olvidaba los días en los que estaba encerrada, no pasaban más de dos días pero aun así era una eternidad para mi, mi piel cada vez era más blanca como la nieve. Podía ver en tu reflejo todos los insultos de mi mamá, antes ella me quería como su gran orgullo y ahora me ignora como si fuera una cualquiera y eso me duele más, la indiferencia. Con mi padre las cosas eran peores, si hacía algo mal me pegaba aunque no era mi culpa, pero ellos me dejaron a un lado, como si fuera un fantasma
En la escuela las cosas eran peores, cada vez que asistía a clases escuchaba como todos me insultaban e incluso en mi propia cara, a cada momento e incluso las personas que eran mis amigos me ignoraron y dejaron de hablarme, los rumores que mis propios padres inventaron estaban destruyendo mi vida social y escolar, los profesores me ignoraban cuando yo hablaba pero eso era común en ellos ignorar a los estudiantes sino era algo de la clase, las cosas no eran de lo mejor fuera de la escuela, poca gente conocía dichos rumores y eso no me preocupaba, así era mi vida después de hace dos años y ahora el único amigo que tenia, el único que me comprendía eras tú, puedes ver mi dolor y mi agonía sin parar, mis padres no tardarían en regresar de sus trabajos o bueno solo mi madre, por lo cual tenía que estar abajo en mi cuarto, es mejor irme, no sin antes escuchar unas palabras que vinieron de ti…”Libera tu pena”
Hoy se cumplía un año más, 30 de Octubre, el día que todo paso y que término con mi vida, tenía que salir, para darme algo del brillo del sol además de un examen, me vestí con lo primero que encontrar, ropa ya desgarrada y percudida, el día estaba nublando y se veía una gran tormenta, me puse una chaqueta de mezclilla para evitar la lluvia, una playera morada pantalón negro algo ajustado y unos tenis, no tenia ganar de arreglarme, quería terminar este día y ya, mis padres salieron a sus trabajos respectivos únicamente dejándome una nota en el refrigerador “Ni se te ocurra hacer nada loca”, esas palabras me dolieron en toda el alma, yo no lo hice y me cuesta creer que piensen que si, no desayune como se debía y salí de casa esperando a que algo pasara en esta vida llena de mierda, el viento estaba fuerte y caminando con clama llegue a la escuela a tiempo para el examen, el pasillo estaba lleno de gente y palabrería, solo los que fueron “engañados” por mis padres de los rumores se callaron al verme y se me quedaron viendo, no esperaba decir algo y solo me concentre para realizar bien el examen.
No pasaron más de treinta minutos y era la primera en terminar el examen, la verdad es que no era difícil, el profesor lo recibió sin ganas y me dejo salir, fui al baño para encontrarme con la desgracia de ver a Tina, porrista, cuadro de honor, deseada por los hombres y sobre todo una chica muy presumida, ella siempre me odio desde el primer día y más con las “verdades” de mis padres, ella se encargaría de hacerme la vida miserable., Tina se estaba preparando para su práctica de porristas y me vio acercarme al lavamanos, una risa burlona era apenas el primer paso de ella.
-Pero miren quien está aquí, ¿no tienes que ir a maltratar animales?- Su lenguaje era muy sarcástico y muy burlón, normalmente no me importaba las cosas que decía ella de mí, solo la ignoraba, hoy no era la excepción pero era muy insistente.
-Sabes, no te culpo querida, yo también me pondría así si eso me pasara a mi o a mi familia…pero como no soy tu y doy gracias a Dios por eso, entonces no me tengo que preocupar.- Tina sin duda era conocida como una víbora en toda la expresión de la palabra, solo suspire y me lave las manos para volver a clase, Tina no me dejaría en paz.
-Sinceramente te creí alguien cuerda, incluso pudiste haber sido porrista y una de las mejores, pero con lo que hiciste…debiste ser expulsada de la escuela… ¿Dejar que violaran a tu hermana menor y dejar que se la llevaran? Eso es horrendo y sádico, sin duda eres una persona muy despreciable, me sorprende que tus padres mantengan a un…monstruo como tú, sabes que…mejor me voy, no quiero asquearme con tu rostro, loca sádica- Tina se dispuso a salir del baño, yo solo me quede pensando dejando el agua acumularse. Mi hermana, mi pequeña Aridai…no, no quiero volver a pensar en eso, su mirada de terror, sus gritos, como me pedía ayuda y yo…no pude hacer algo, me sentí de lo peor y lo que hacía mi vida una miseria era ver que Tina se burlaba de eso, desgraciada y sin alguna esencia moral, fue entonces que escuche una voz en el baño, el aire era frio y podía reconocer el ambiente que se estaba presentando…eras tú, mi único amigo, la única persona que entendía mi dolor y me comprendía, me sentía tranquila cuando te apareciste mi fiel amigo y tus palabras fueron…
“HAZLO, POR TU BIEN”
-Ya basta.- la habitación comenzó a verse oscura, sola con mi alma y a Tina pero parecía que ella no estaba atenta, un impulso me fue suficiente…tome a Tina del cabello, queriéndoselo arrancar y la lleve al lavamanos, comenzó a manotear con fuerza y la sumergí al agua con mis propias manos, Tina comenzó a patalear y a gritar debajo del agua, mi fuerza se lo impedía y continúe así por unos largos minutos, me sentía…diferente, sentía como si un peso en mi desaparecía, eventualmente los pataleos y manoteos fueron menores y al final…se acabó, Salí del baño como si nada, únicamente para ver Tina ahí, con su cabeza sumergida en el agua, su cuerpo estaba inerte y toda su ropa de porrista estaba manchado de agua, su uniforme rojo con bordes dorados, antes de salir le di mis últimas palabras.
-Tu piel necesitaba refrescarse, espero que te haya ayudado…perra desalmada- Salí como si nada, los pasillos estaban vacíos y me encomendé a caminar con mi único amigo, recordando que él, siempre estará conmigo en las buenas y las malas….
- shot 7: de la muerte a la tierra:
- Cuando uno muere, no sube al cielo o se hunde en el infierno por las acciones en vida. Tampoco aparece una luz brillante y cegadora, o escuchas ángeles cantar acompañados de una sensación infinita de felicidad. Tampoco se parte la tierra para arrastrarte en la más ardiente tierra infernal llena de sufrimiento.
No. Realmente, es mucho peor……
Guardo silencio. A duras penas escucho el delicado y ligero sonido que producen mis dientes al rechinar--diría el sonido de mi respiración, pero cuando uno muere, ya no respira—mis manos están más que heladas, temblando aun cuando las junto y las presiono contra mi cuerpo. Cierro los ojos por un instante, mis ojos que arden ligeramente en cada parpadeo. Me oculto, entre las rocas filosas y llenas de humedad, tensando los músculos hasta doler. Hasta sentir como se destruyen ante tanto estrés, aun a pesar de estar muerta.
Estar muerto no significa no sentir, simplemente no respirar.
--¿Crees que ya se hayan ido?—Me susurra la persona detrás de mí. Acurrucada en mi espalda y temblando como nunca antes vi temblar a alguien.
--No—Contesto con sinceridad, mirando sobre la roca--. Aun nos buscan.
Me encuentro en un mundo horrible; ni el mismo infierno podría semejarse a la tortura después de la muerte. Lleno de días secos y ardientes, con cielos rojos opacos y nublados por capas de polvo que sólo el viento arrastra con tanta potencia. Y noches húmedas, frías, más cómodas y acogedoras, pero aun así, terroríficas. Los paisajes son grises, marchitos y/o extraños. Por la noche todo toma un color brillante y oscuro y por el día, descolorido sin vida. Lleno de rocas: muchas de ellas preciosas y filosas—como en la que estoy escondida ahora—como las esmeraldas o el rubí. Otras, son sólo húmedas y solidad cómo cualquier otra de tamaños majestuosos para la vista. Hay cuevas profundas que te hunden en la profundidad de la tierra. Y hay montañas y bosques marchitos. También mares… llenos de sangre.
Tu cuerpo es un harapo de piel, de rastro de que alguna vez viviste. Y aun con hoyos, con las mejillas hundidas y los huesos a la vista, aun así, tienes sangre corriendo por venas visibles. Por mi parte, uso un vestido negro muy roto, y mis pies descalzos siempre sufren los filosos clavos que hay en el suelo, tan dolorosos como en vida—y a cada paso dejo huellas de sangre. Mis ojos son grises, ya muertos sin almas que miran el nuevo mundo en el que desperté. Mi cabello es una enredadera de cabellos horribles, polvorientos y rotos. Mi cuerpo, es una combinación entre carne, huesos y mugre. Soy un saco de restos humanos putrefactos.
Pero nadie dijo que los muertos son lindos.
--Ya quiero irme…--Dice la chica detrás de mí. Ella usa un harapo blanco que aduras penas cubre los huesos de sus costillas. Tiene un agujero en el estómago, y huele a carne podrida y mierda--. Queda poco tiempo. No lo soporto.
Parpadeo un par de veces y niego.
Cuando mueres despiertas en otro mundo. Otra dimensión. Despiertas sin poder respirar, asustado, con dolor de cabeza y cuerpo ardiente. Despiertas sin recuerdos, perdido en un suelo asqueroso lleno de basura: restos de animales y mutilaciones del cuerpo. El olor es penetrante, horrible, lleno de un fuerte golpe potente para la nariz. El cuerpo es una masa pudriéndose, un saco de huesos.
--Me voy… --Dice, con desesperación, la chica atrás de mí--. Queda poco tiempo, sólo son dos días… Esto es horrible. Esto es horrible.
Ella se levanta y sale corriendo a toda velocidad hacia el norte. Las rocas gigantescas de tono verdoso cubren mi vista. La chica de nombre desconocida—la encontré kilómetros atrás—corre en silencio con agilidad. Sus piernas largas se estiran y su piel blanca manchada de polvo deja un rastro de sangre a cada paso. Gotas y gotas. Porque una cualidad espantosa de los muertos, es su extraña capacidad para desangrarse a cada momento y jamás desmayarte. Ni morir, porque ya estás muerto. Literalmente.
Contengo con firmeza mis ganas de seguirla. Para no sentir esa pesada soledad, asentándose en mi cuerpo como hierro masivo, de seguir un camino. Me repito una y otra vez, “aún hay tiempo”, y permanezco oculta en esa roca. Escucho los huesos y las ramitas secas crujir bajo sus pasos, y los sonidos de su boca temerosa. Hecho un vistazo: Una combinación entre campo de sangre y restos, y una zona montañosa de rocas preciosas con una gigantesca luna rota. Una luna cerca, brillosa y fraccionada en varios pedazos.
Atrás de la chica—entre los veinte y veinticinco años—surge otro individuo. Un hombre mayor, sin una pierna. Sus ojos son dos agujeros negros rodeados por sangre seca. El hombre se sujeta de un bastón y corre velozmente detrás de la chica.
Vuelvo a sentir la necesidad de correr con ellos, de sentirme en un grupo más fiable que mi estúpida soledad, con ese miedo latente en mi pecho (en ese corazón sin latir). Pero entonces, ellos salen.
Ellos son… repugnantes. Son seres—vivos/muertos—desagradables. Su sola presencia te hace temblar. Espantosos. Son los cazadores, los carroñeros, los que limpian este mundo extraño tras la muerte, de nosotros. Los que alguna vez estuvimos vivos.
. “Ellos”, son delgados con las extremidades más largas de lo normal. Tienen dientes delgados, largos y filosos, tupidos, que arrancan la poca piel que tocan, destrozan los huesos y, peor aún, disfrutan de todo eso. Tienen un tono blanco, la piel les cuelga de dónde sea y no tienen labios, ni nariz. Sólo ojos sumidos en una gruesa capa de carne arrugada como sí sus ojos fueran sumidos a la fuerza por pequeños agujeros. Corren como animales, gritan como animales. Cazan como animales.
Lo veo todo. Ellos salen de la nada, rápidamente, soltando gritos agudos espantosos. Corren a largando las manos y los pies torcidos, tras las personas. Escucho gritos, suplicas y ese ligero sonido de los cuerpos siendo arrastrados por el suelo. Por la tierra muerta quebradiza llena de manos mutiladas, ojos podridos y, peor aún, fetos, niños, bebés.
Lo he visto mil veces: Primero los arrastran hasta una roca, y luego se comen la poca carne que los rodea. Es horripilante imaginar, que mientras te comen, miras y sientes. Lo peor de este estúpido mundo, es la ironía de sentir sin estar vivo, de oler sin respirar y de ver, lo que no existe con normalidad. Pero así es… Un día mueres para despertar en otro mundo, peor o igual del que te marchaste.
Escucho los gritos de las personas siendo comidas. Escucho el sonido de los dientes de ellos arrancando lo poco, y masticando el resto. Desconozco lo que pasa cuando ellos te comen, te destroza, sólo se, que no quiero saberlo. Y me siento perdida, siento miedo, pánico. Un mar de miedo que me rodean, me cubren en un caparazón de parálisis mental. No hago más que temblar y suplicar a dios—sí es que hay un dios—que me ayude a llegar a mi destino. Que me de la fuerza de continuar sin desmoronarme entre los restos, de rodillas, horrorizada del mundo. Sólo me queda esperar. Esperar. Esperar.
Espero oculta un buen rato. En este mundo, desconozco la validez del tiempo, a veces amanece en menos de tres minutos, y luego, horas. Hay momentos en que las noches duran días, un infinito de oscuridad.
Cuando por fin miro sobre la roca, un lugar vacío y silencioso, tomo el coraje que me queda, aprieto los puños y me levanto a correr en la misma dirección. Al norte. A correr a todo lo que mi cuerpo mutilado y roto da.
Todos nosotros—las “almas” vagando en este mundo—corren esperanzados con llegar al norte. ¿Qué hay allí?, un sinfín de promesas, un mar de alivio y una oportunidad de huir de este asqueroso mundo. Dicen, que cada año, se abren por dos días las puertas de este mundo para encontrar el camino de regreso a casa. Para salir e irte, a dónde sea que tengas que irte, pero lejos de este lugar. Y aunque desconozco su veracidad, es una oportunidad. Y cada año, las “almas” corren al norte con el peligro de ser comidos por ellos. Pero con el sueño se irse.
A mi espalda, escucho gritos, rasguños, suplicas. Los escucho a ellos rascando el suelo y masticando almas con diversión en los labios—sí tuvieran labios—Siento mi cuerpo doler. Sin embargo, es más fuerte la necesidad de huir, que incluso con miedo, corro. En mi camino encuentro a otros: Unos no tiene brazos, otras son esqueletos quemados más no pulverizados, e incluso lo más triste de todo, es ver a los niños correr llorando de miedo. Los pequeños, más perdidos de la realidad de lo que una chica como yo estaría.
Lloro. Las lágrimas surgen de mis ojos apagados. El sentimiento de enojo, furia y tristeza me invaden, como melancolía depresiva. Siento odio por ellos, y por todo, una frustración e impotencia que sólo hacen que aumente mi paso.
Entonces… de repente. Un ejército de ellos surge entre las rocas, como plagas carroñeras, salvajes y temibles, para correr tras nosotros como si fuéramos presas de juego. Siento que mis músculos se tensan mientras miro atrás, y los veo perseguirme entre dos o más, corriendo rápidamente, con los gestos hambrientos y los dientes listos para arrancarme lo que sea.
Chillo, suelto un grito fuerte de miedo y frustración al mismo tiempo que aumento la velocidad de mis pies. Mis pies lleno de agujeros causado por los clavos en el suelo, por las espinas y por la áspera tierra y rocas. Cada paso duele, no obstante, las ganas de marcharme del infierno es más fuerte.
Muchas “almas” corren a mi lado. Todos gritan, todos con gestos petrificados o congelados, llenos de miedo. Aumento mi velocidad y miro al frente. A lo lejos, veo un agujero, decorado con velas pequeñas e iluminantes. El ambiente se espesa y veo como las personas desesperadas se avientan al agujero sin importar lo que es. Siento la esperanza, me hundo en la idea de conseguirlo.
Sólo unos metros. Unos pocos pasos más. Ignora los gritos, los llantos… Ignora el dolor.
Caigo al suelo de repente, y algo me sujeta de las piernas y me arrastra entre los horrores del suelo ¡Dios!, entro en pánico. Giro mi cuerpo y uno de ellos me tiene, me muerde el brazo derecho y grito más fuerte pidiendo ayuda. Sin embargo nadie te ayuda en un momento así. Dejo que mis ojos chillen y saco el miedo a gritos y a golpes brutales, poco letales, con desesperación. El dolor me llena, me hace contraer el cuerpo y morder los labios hasta sangrar. Mi brazo derecho ha desaparecido, hundiéndose entre los filosos dientes de uno de ellos. Vuelvo a gritar y tomo lo primero que mi mano entera pueda tomar. Una roca. La sujeto, como la última esperanza, y la golpeo contra la cabeza redonda y pelona de él.
Algunas gotas de sangre salpican a mi rostro, gotas que arden y ya no sé sí es mía, o de él. No me importa, vuelvo a golpear. Una y otra vez. Y otra… Y otra, hasta que mis brazos duelan y mis gritos se escuchen más que los rugidos espantosos de él.
No me detengo a ver sí ha muerto o lo que sea que les pase, en cuanto me suelta, me levanto hecha un desastre de miedo y desesperación y corro de nuevo al agujero rodeado de velas y pétalos de flores amarillas.
Oh esa flor de muerto…
Mi brazo sangra a chorros y mis pies se vuelven pesados. Cierro los ojos, las lágrimas limpian mis mejillas llenas de polvo y me aviento al agujero, sin importarme sí es peor… ¿Es que algo puede ser peor?No. Nada…
Al final, cruzo el agujero.…
Parpadeo un par de veces acostumbrándome a la luz de la luna. Todo tiene color… ¡Oh vendito calor!, envuelve mi cuerpo como una manta. El viento golpea mis mejillas y mi cabello se mueve, la brisa del roció me causa cosquillas. Me siento viva, a salvo. Me siento yo…
Me desconcierta ver la luna entera y tan hermosa como cuando estaba viva. Me confunde verme entera, con el tono rosado de la piel llena de sangre, y el vestido completo. El aroma asqueroso se ha marchado, dejando uno, delicioso y natural. Ese aroma a flores amarillas: La flor de muerto.
Desconozco mi rumbo ahora, pero dónde sea que esté, no estoy sola. Hay un montón de personas con los rostros más humanos, cada uno, rodeado por pétalos de flores amarillas. Incluso yo, estoy rodeada por un camino de pétalos amarillos de aroma natural, y esos pétalos me guían en un camino a lo desconocido: uno nublado. Sin embargo, ya no hay gritos, ya no hay rugidos ni feos aromas. Al contrario, hay voces suaves y conocidas. La voz de mi madre, susurros de mi padre y de mi hermano. Y aroma a chocolate.
Camino, floto, vuelo… En dirección en esas flores entre la neblina y la luz de la luna. No tardo mucho, cuando al final entro y los recursos me llenan. La melancolía, la tristeza y la ternura.
Entro a mi casa…
Mis ojos se llenan de lágrimas, cuando veo a mi padre, a mi madre y mi hermano, decorando un altar. Mi foto resaltando en el centro, y una mesa llena de postres, de chocolate caliente. Lleno de flores y humo con aroma natural que me arrastra al centro. Cierro los ojos, pesados que ahora gotean lágrimas y sollozo cuando me invade la necesitad de abrazarlos.
Los amo, los adoro… Los extraño.
Llega a mí el recuerdo del día de mi muerte: esa mañana de primavera, cuando regresaba del colegio. El cabello negro sujeto en un moño y los labios pintados de rosa. Mi mochila pesaba un poco, llena de cosméticos, de libros y lapiceros e incluso, tareas. Caminaba entre los callejones más estrechos de mi ciudad, contenta por la fiesta de ese mismo fin de semana. Era un día cualquiera, soleado con el viento más cálido que he presenciado. Ni por mi mente había pasado el morir… El tener cuidado si quiera, ni nada.
De repente, en menos de un segundo, mueres. Mi muerte fue lenta, primero me violaron y posteriormente, me mataron. Mi cuerpo se hundió en un poso lejano de la ciudad, allá por dónde las personas no buscan. Dolorosamente, fue mi vecino el causante de mi muerte, ¿Pero quién pensaría que te harían eso?, no tomaba, no fumaba, ni iba a fiestas cada semana. Pero así fue. Un loco que decidió no dejarme vivir.
Nuevamente lloro, sin embargo es diferente, ahora mis lágrimas parecen vaciar todo el dolor de los recuerdos y llenarme con un cálido abrazo imaginario. Toco las flores y siento su textura liza, huelo el chocolate, y siento como sí bebiera grandes sorbos. Por primera vez, me siento completa, tranquila. En paz… Veo un poco más a mí alrededor y me doy cuenta, que justo hoy, es el día de muertos. Me rio ante la ironía de la vida, y la muerte: mueres y te hundes en otro mundo y la única manera de ser libre realmente, es el día de muertos, cuando tus seres amados de dejan un camino de regreso a casa con pétalos, incienso y tu comida favorita…
Finalmente… Hecho un vistazo a mi familia recordándome como algo hermoso, una vida que llegó y se fue como todo. La chica sonriente. La preciosa hija, hermana y amiga. Luego, llega el momento de irse…¿Adónde?.
No lo sé.
¿Es mejor que de dónde vengo?
Algo me dice que sí.
¿Cómo lo sé?
Lo siento, en mi corazón sin latir
- shot 8: acorralados (+18):
-¿Porque me sucede esto a mí? ¿Que hice para merecer esto?- Gritaba sin consuelo y con las lágrimas en los ojos mientras se arrastraba por el húmedo césped para poder salvar su vida y dejar de ser una presa más. El miedo lo consumía y la escapatoria se hacía cada vez más difícil. Así que solo hundió su rostro en sus el suelo a esperar su final… mientras recordaba cómo había comenzado todo esa misma mañana.
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El viento mecía las copas de los árboles levemente, al igual que las plantas que florecían festejando la llegada de la primavera. El sol tenía una tenue intensidad que al chocar contra la piel un moreno de tez pálida que provocaba una sensación de gusto y tibieza.
Mientras sus pasos en la acera eran pausados pero contantes, la leve brisa jugaba con sus cabellos despeinándolos un poco, pero sin hacer que se pierda la forma que el joven le daba luego de peinarse con su flequillo a un costado. Aunque a decir verdad, eso era de lo menos que se percataba, puesto que tenía sus audífonos en cada oreja escuchando su música de rock favorita y asintiendo con la cabeza a modo de aprobación y gusto de lo que estaba oyendo.
-¡¡Mertens!!- Se escucha una voz femenina alertando a alguien. Pero sin recibir respuesta alguna. Al segundo se oye un derrape de un auto muy fuerte y también el sonido de un metal chocando contra algo. Ese algo era una persona, quien se hallaba en el asfalto frente a una camioneta.
-¡Ay dios mío! Esto no está sucediendo- Exclamaba una voz masculina, mientras se veía como el propietario de la misma se bajaba del coche y se acercaba al joven con el fin de ayudarlo a recomponerse o lo que pudiera hacer para ayudarle.
-Carajo... Me duele todo- Exclamó el moreno sin hacer muchos movimientos a causa del dolor. Pero en pocos segundos un agudo dolor se apoderaba de él al sentir unos brazos alrededor de su cuello y cuerpo apretándolo con fuerza.
-¿Cómo vas a ser tan descuidado?- Regañaba la muchacha sin dejar de abrazarlo con fuerza, derramando lágrimas a mares de sus ojos marrones como el café y mojando algunos cabellos rubios que se encontraban tapando su rostro.
-¡Lo siento! Mil disculpas jovencito- Rogaba un hombre mayor, ya fuera de su automóvil y tomándose la cabeza con ambas manos y una mirada de preocupación absoluta.
-No se preocupe señor. Fue mi culpa- Respondió el moreno entrecortado mientras se recomponía de la situación- Y Malva… me estas lastimando si me abrazas tan fuerte- Respondiendo a la preocupación de la chica que lo soltó en el acto pidiendo disculpas a la vez que lo ayudaba a levantarse.
Pero era inútil, Mertens se había lastimado su tobillo y no podía caminar. A pesar de que el insistía con que estaba bien, sin poder demostrarlo al renguear mientras caminaba.
-Déjame llevarte a un hospital por lo menos para compensar lo que te he hecho jovencito- Se ofreció el hombre mayor con gentileza y abriendo la parte de atrás de su camioneta e invitándolos a entrar con sus brazos apuntando hacia adentro.
-No creo que sea conveniente entrar allí Malva- Susurro el lisiado con desconfianza.
-Pero debes ir a un hospital y vas a ir a un hospital- Respondió en el mismo tono –Muchas gracias señor, aceptamos su ayuda- Culminó Malva con una sonrisa de oreja a oreja subiendo a la camioneta y ayudando a Mertens a subir a ella.
-Pónganse cómodos- Sugería el propietario del vehículo, cerrando la puerta trasera -Será un viaje cansador- Sonriendo complacido, como si hubiera recibido un regalo inesperado.
El hombre sube a su camioneta y emprende su camino con ambos muchachos en la parte trasera, donde buscaban como estar lo más cómodo posible, encontrándose con unos asientos cubiertos por una manta negra.
-Vamos a sentarnos allí Mertens- Sugirió la rubia ayudando a moverse al moreno y apoyándolo sobre el asiento. Pero al segundo el supuesto asiento comienza a moverse bruscamente provocando el alarido de Malva y la caída al suelo de Mertens.
-Pero que dem…- Dijo Mertens a medias, al haber removido la tela negra y divisando a tres personas atadas y amordazadas con lágrimas en los ojos. Sus pupilas se dilataron y el terror se apodero del lugar. Los alaridos ya no eran solo de Malva, sino que de Mertens también, ambos fueron hasta la puerta de la camioneta y trataron de abrirla sin éxito… esta estaba cerrada y no pareciera que fuera fácil de abrirse.
-¡Te dije que no debíamos confiar en él!- Gritaba Mertens tomándose la cabeza desesperado por la situación.
-¡¿Y yo que iba a pensar que tendría a tres personas amordazadas aquí atrás?!- Se defendía la rubia con lágrimas en sus ojos.
-Mierda… esto es malo, muy malo- Dijo el moreno consternado- Deberíamos desatarlos, podrían ser de ayuda para escapar- Acercándose lentamente a los cuerpos y comenzando a liberarlos uno por uno, mientras Malva solo miraba expectante y secándose las lágrimas -¡Listo!- sentándose en el suelo, mirando a los ahora liberados.
-Veo que no fuimos los únicos que pidieron un aventón…- Dijo uno de los tres irónicamente, mientras se refregaba las muñecas con sus manos -Mi nombre es Smith- Culminó rascando su nuca cubierta por sus bellos marrones, y mirando fijo a Mertens con sus ojos negros como la noche.
-Yo Marta- Acompañó, la morena de ojos miel y única mujer, la presentación cruzando sus piernas en el suelo.
-Y yo Kevin- Levantándose del suelo un pelirrojo de ojos verdes, bastante alto y presentándose al último -¿Ustedes?- Preguntó rápidamente.
-Yo soy Mertens y ella Malva- Sentenció el moreno, seco y distante, con su mirada de desconfianza.
-¿También son viajeros?- Preguntó Smith, acercándose a ambos.
-No, pasa que el tipo este atropello a mi novio y se ofreció a llevarlo al hospital, porque tenía dañado su tobillo- Respondió Malva con pesar en sus palabras porque recordaba en que situación se encontraban.
-No hay tiempo de presentaciones, estamos atrapados por si no lo recuerdan- Culminó Mertens comenzando a golpear la puerta que les prohibía su libertad.
Todos asintieron y comenzaron a golpear la misma puerta cada vez con más insistencia y más fuerza, pero solo era un gasto de energía sin sentido. La puerta no se movía ni un milímetro y la desesperación se apoderaba del lugar.
-Nos vamos a morir todos- Susurraba Kevin en posición fetal, en un rincón y con los ojos llenos de lágrimas a causa de la resignación.
De a poco fueron resignándose a seguir golpeando esa puerta, a pesar de que se habían dado cuenta que se había detenido el vehículo, pero nadie había abierto la puerta. Solo Smith seguía golpeándola con insistencia.
-Vamos Smith… No sigas, es inútil- Dijo Marta mirándolo sin entender cómo podía seguir creyendo que podría salir de allí.
-¡Nunca! Yo no me voy a rendir… ustedes hagan lo que…- Y en ese mismo instante la puerta de abre de golpe luego de escuchar cómo se destrababa la misma y al pasar solo unos segundos se divisa al mismo hombre que atropelló a Mertens apuntar al medio del estómago de Smith con una escopeta y sin algún tipo de remordimiento o culpa jalo el gatillo y dejo un hueco en el lugar apuntado, atravesándolo por completo.
Esta vez no hubo gritos o llantos. Solo miradas atónitas y petrificadas del miedo de solo pensar que lo que estaban viendo era real. Acababan de asesinar a sangre fría a alguien en sus propias narices. Smith no tuvo tiempo ni de sufrir, cayó al suelo de la camioneta inundándola de sangre tanto de sus órganos desparramados por el lugar, como de su pérdida de sangre a causa del disparo. Todos los demás quedaron impregnados de la sangre, esta había salpicado para todos lados sin discriminar a nadie.
-Y ya saben que le espera al próximo que no me deje dormir- Exclamó el asesino con furia y cerro nuevamente la puerta, sin sacar el cuerpo de Smith de ahí adentro. Al pasar unos segundos, Marta fue la primera en acercarse al difunto Smith y comenzar a sollozar mientras lo abrazaba y besaba sin consuelo alguno.
-¡Yo te amaba! ¡Debí habértelo dicho antes! ¿¡Porque fui tan cobarde!?- Gritaba desgarrando su garganta del dolor y comenzó a derramar todas sus lágrimas de tristeza y desolación en el cuerpo tieso y frío de Smith que ya no podía oírla.
Malva también lloraba al ver esa escena, pero decidió tomar valor y acercarse a Marta para consolarla a pesar de los escalofríos que le daba ver el cuerpo de Smith sin vida y lleno de sangre. Pero su abrazo fue correspondido y su hombro se inundó de lágrimas a causa del dolor de la morena.
Kevin estaba aún peor que antes, parecía un desquiciado murmurando cosas que a veces ni siquiera se entendían. Parecía que estaba perdido, en su mundo, solo esperando el final.
Y Mertens no podía sacarse de la cabeza la imagen del gatillazo y los órganos de Smith desparramándose en la camioneta para luego caer sin vida en el suelo. No entendía como podía estar sucediendo esto. Ni el porqué, hasta que la puerta empezó a sonar nuevamente para volverse a abrir y mostrar la imagen del viejo con su escopeta otra vez.
-Muy bien… al fin me dejaron dormir tranquilo muchachos- Dijo con una sonrisa macabra en su rostro y observando el terror en los ojos de cada uno de los que quedaban vivos-¿Disfrutaron al compañía de su amiguito muerto?- Preguntó irónicamente, pero al divisar a Kevin. Noto el pavor que tenía con tan solo verlo -¿Qué te pasa muchacho?¿Estas asustado? – Pregunto el hombre, sin recibir respuesta alguna -¡Respóndeme cuando te hablo!- Grito tomando su escopeta y disparándole a un brazo, volándoselo de su cuerpo a Kevin, provocando un fuerte alarido del joven, que solo sentía dolor y miedo en ese momento -Gritas mucho… será mejor que te lleve ahora- Culminó tomando al joven del pie y arrastrándolo mientras se oía al pelirrojo sollozar de dolor mientras pasaba por al lado del cadáver, pensando que ese era su destino también.
Nadie movió un pelo, hasta que se cerró la puerta de nuevo, haciendo un ambiente cada vez más tenso y con menos gente.
Marta ya solo lloraba y se lamentaba como hacia Kevin antes de que se lo llevaran. Malva tomaba su teléfono celular, para pedir ayuda o auxilio, pero estaba en una zona donde no había señal alguna, haciendo que sus esfuerzos sean en vano y Mertens solo pensaba y pensaba.
-Definitivamente tenemos que huir- Dijo el Moreno, poniéndose de pie lentamente y acercándose a las chicas.
-¿Pero cómo?- Retrucaba Malva, con algo de impotencia y abrazándose fuerte a Mertens, mientras temblaba del miedo.
-Debemos conseguir una distracción y escapar, no queda de otra chicas- Dijo Mertens con pura convicción en su mirada, convenciendo de esto a ambas chicas, aunque ellas no estaban tan convencidas como él.
Así comenzaron a idear un plan, hablando entre ellos con voz baja, haciendo señas con las manos. Especialmente Mertens, quien estaba más que convencido de que su plan no podía fallar. Era su única posibilidad y no la podían desperdiciar.
Las horas pasaron y sucedió lo esperado. La puerta se volvió a abrir, pero para su sorpresa, no se veía a nadie. El viejo asomo su pistola primero y luego su cabeza, pero en ese mismo instante el cuerpo de Smith le cae encima abruptamente, como si se lo hubieran arrojado. Y así mismo fue, se lo habían arrojado y eso provocó que el viejo callera al suelo, los tres aprovecharon para escapar.
Pero para su desgracia su víctima se recompuso rápidamente y solo se quedó parado en su lugar, apunto y disparó. Con solo eso, consiguió darle a Marta justo en el centro de la cabeza haciendo que se desplomara en el suelo sin derecho alguno a replica. Su cuerpo simplemente cayo inerte al suelo.
-Mierda- Susurro Mertens corriendo como podía por su tobillo lastimado. Hasta que vio como el hombre empezó a subirse a su camioneta, la encendió y comenzó a andar a toda velocidad. Pero ya desde lejos apunto a la pierna del joven y termino de hacerlo caer al suelo ya con una pierna menos.
-¡Mertens!- Grito Malva desesperada al ver eso y fue corriendo hacia él a socorrerlo, mientras también miraba como se acercaba la camioneta.
-¡No! ¡Vete!- Grito Mertens con lágrimas en los ojos -Sálvate tú, yo solo sería un estorbo, ve a buscar a la policía o a ponerte a salvo- Culminó ocultando su rostro antes de que viera como se arrepentía de sus palabras, al sentensiar su muerte.
La joven volvió a derramar mil lagrimas al darse cuenta que él tenía razón. Se le partía el alma y el corazón al dejarlo asi, moribundo, solo y frente a la muerte. Pero él mismo lo dijo, solo seria dificultar las cosas.
-Te amo… ¡TE AMO!- Grito con todas sus fuerzas la rubia dándose la vuelta y corriendo a toda velocidad con las más lágrimas de lo común, al pensar lo que estaba haciendo.
Mertens solamente susurro -Yo también te amo- Mirando al suelo conteniendo las lágrimas que de todos modos se escurrían de sus ojos y caían al césped.
Pero para su sorpresa, nunca sintió el gatillo en su espalda, o cabeza para terminar con esta tortura de una buena vez. Sino que sintió como el viento que producía la camioneta al pasar por al lado suyo despeinaba sus cabellos. Y al levantar la vista vio como la camioneta comenzaba a perseguir a Malva.
-¡Noooooo!- Gritaba con impotencia el moreno al ver como su plan era arruinado totalmente, y como su chica no iba a poder salvarse, a pesar de ya haberla perdido de vista. Él solo rogaba que se salvara y que ese maniaco fuera arrestado. Pero era tan difícil pensar en eso…
Al término de una hora aproximadamente, se ve como una figura viene caminando. Era el hombre y tenía una bolsa a sus espaldas. Parecía muy tranquilo, caminando sin preocupaciones, como si nunca hubiera hecho nada malo en su vida, a decir verdad recién en ese momento pudo apreciar bien el rostro del asesino… con pelo corto al estilo militar, ojos celestes y un físico bien cuidado para su edad, que aprecia de unos 60 años.
Todo esto se borró de su mente al ver que pasaba a su lado con una sonrisa de satisfacción, y con la bolsa en su hombro del cual se escapa un mechón rubio, haciendo que Mertens entre en pánico y reconozca ese mechón… era Malva ¿Estaba muerta? ¿No lo consiguió?¿Todo ese esfuerzo fue en vano? El moreno ya solo estaba aterrado con la situación, sentía que la muerte estaba cada vez más cerca.
-¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Qué hice para merecer esto?- Gritaba sin consuelo y con las lágrimas en los ojos mientras se arrastraba por el húmedo césped para poder salvar su vida y dejar de ser una presa más. El miedo lo consumía y la escapatoria se hacía cada vez más difícil. Así que solo hundió su rostro en sus el suelo a esperar su final... Hasta que escucha un par de disparos y gritos en dirección a donde se había ido el lunático con su amada en su hombro como si fuera un saco de patatas.
Al darse vuelta, solo las lágrimas caían de su rostro, era la policía, habían conseguido atrapar al hombre que tanto los hizo sufrir. Pero ¿Cómo? Seguramente una de las tantas llamadas que hizo Malva habían surtido efecto y la policía supo localizarlos, además de que seguramente sus familias habían estado buscándolos. Todo había terminado, cuando parecía el peor final, pero su mirada se enfocó a una bolsa en el suelo con el mechón rubio salido hacia afuera… no pudo evitar ser inundado de tristeza.
Decidió ir arrastrándose hasta la bolsa, sabía que lo que iba a ver sería lo peor, pero él debía hacerlo, él quería saber que le hicieron, luego de un corto tramo de empujar con sus brazos su cuerpo para poder llegar hasta ella, consiguió llegar a la bolsa, abrirla un poco y mirar cómo había quedado su amada, solo pudo llorar y maldecir. Él estaba vivo, pero el amor de su vida ya no.
Al joven lo llevaron a un hospital, lo sanaron de sus heridas y le hicieron hacer una rehabilitación. Él mismo fue como testigo de esa masacre. En la corte donde sentenciaron a cadena perpetua al psicópata que había realizado tal crueldad. Sus heridas se curaron, pero su corazón jamás pudo sanar por completo, tal vez consiga otra pareja y tenga hijos y termine una buena vida, pero… su vida ya no sería la misma sin ella a su lado.
FIN
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¡MUCHA SUERTE A TODOS!
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Layla- Consejo de escritores
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Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
SIENTO LAS MOLESTIAS, sobre todo por la persona que escribió el shot.
¡VOTACIONES ABIERTAS!
Layla- Consejo de escritores
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Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
Buenas!
Disculpen, tengo una duda :/ ¿Le doy puntuación a los 6 o 7 historias que más me hayan gustado? O puedo dar a 2 historias la misma cantidad de puntos?
Gracias!
Disculpen, tengo una duda :/ ¿Le doy puntuación a los 6 o 7 historias que más me hayan gustado? O puedo dar a 2 historias la misma cantidad de puntos?
Layla-chan escribió:
Sistema de votación: Hay 8 relatos, dad de 6 a 1 punto a los siete que más os hayan gustado.
Gracias!
Rei-chan- Novato
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En las nubes xD
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Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
Perdona, cuando vi tu comentario pensé que la cita era la respuesta... xD Sí que voy despistada. Tienes razón, eso hacen SEIS shots en cada votación.
Se vota a los seis que más hayan gustado, pero no se puede dar la misma.puntuación a dos. Así:
Shot A: 6 puntos
Shot B: 5 puntos
Shot C: 4 puntos
Shot D: 3 puntos
Shot E: 2 puntos
Shot F: 1 punto
Ampliamos el plazo a mañana para que si alguien tenía esa duda aún pueda votar.
Se vota a los seis que más hayan gustado, pero no se puede dar la misma.puntuación a dos. Así:
Shot A: 6 puntos
Shot B: 5 puntos
Shot C: 4 puntos
Shot D: 3 puntos
Shot E: 2 puntos
Shot F: 1 punto
Ampliamos el plazo a mañana para que si alguien tenía esa duda aún pueda votar.
Layla- Consejo de escritores
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Posesiones :
Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
Shot 1 (Resurrección): 6 puntos
Shot 7 (De la muerte a la tierra): 5 puntos
Shot 2 (La pesadilla): 4 puntos
Shot 5 (Más allá de una apariencia): 3 puntos
Shot 4 (The murderer of dreams): 2 puntos
Shot 8 (Acorralados): 1 punto
Shot 7 (De la muerte a la tierra): 5 puntos
Shot 2 (La pesadilla): 4 puntos
Shot 5 (Más allá de una apariencia): 3 puntos
Shot 4 (The murderer of dreams): 2 puntos
Shot 8 (Acorralados): 1 punto
vikinguilla94- Clan Genbu
- Mensajes : 5
0
Re: [Votaciones Segunda Ronda] IV Torneo de Escritores
Buenas,
Dejo mis votos.
Shot 7: +6
Shot 5: +5
Shot 1: +4
Shot 4: +3
Shot 3: +2
Shot 8: +1
Sldos.
Dejo mis votos.
Shot 7: +6
Shot 5: +5
Shot 1: +4
Shot 4: +3
Shot 3: +2
Shot 8: +1
Sldos.
Rei-chan- Novato
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En las nubes xD
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