Sobre amor y guerra [+18] [Capitulo IV] [08/08/14]

Fuera del minúsculo detalle de la incorporación de la nueva alumna, la mañana transcurrió con una tranquilidad alarmante. Como de costumbre, durante el transcurso de la clase me la pase entre risa y risa con Chouji y Shikamaru. Estar junto a ellos me divertía bastante, especialmente en clase,  que era el momento del día donde se suponía que tenía que quedarme quieto y prestar atención, lo cual por cierto se me hacía realmente difícil ya que jamás lograba seguir del todo las clases de Iruka. No porque fuera un mal profesor, sino que mi interés se encontraba en otras cosas. Ya saben, esas cosas de adolescentes que tanto se alejan de las matemáticas y todas esas doctrinas aburridas.

Cuando la clase por fin llego a su tan esperado final, todos salieron a una velocidad excepcional del aula, como si estuviesen apresurados por llegar a sus casas. Todos a excepción de tres alumnos: Shikamaru, yo y la nueva alumna, quien desde su llegada ni siquiera le había expresado un mísero monosílabo a nadie.

—Bueno, creo que ya es hora de retirarnos. Iremos a comer algo por ahí con Chouji. ¿Te vienes? —  Pregunto Shikamaru mientras se encaminaba hacia la salida sin ninguna clase de entusiasmo.

—Lo siento, pero creo que esta vez pasaré. Hablamos mañana— Conteste casi sin dudarlo.

Sin hacerse mucho problema por mi contestación, Shikamaru asintió con su cabeza para luego marcharse. Cuando se fue del todo, recuerdo haberme levantado de mi asiento mientras expresaba mi cansancio en un largo suspiro. Lo cierto es que tenía muchísimo sueño, así que no veía la hora de llegar a mi casa para poder descansar aunque fuera un poco ya que desde hacía algunos días atrás no había podido conciliar el sueño por las noches debido a una injustificada ansiedad que me encontraba experimentando.
Justo cuando llegué a la puerta del salón, un sollozo me hizo volver a girarme. Se trataba de la chica nueva, que aún permanecía sentada sobre su banco, inmóvil, como si estuviese esperando desaparecer.

—Oye… ¿te encuentras bien? — Sentí la necesidad de preguntárselo. Fue una pregunta retorica puesto que las lágrimas que rodaban por sus mejillas me indicaban que no estaba precisamente feliz.

Cuando se percato de mi presencia se levanto en un santiamén del banco. Se limpió las lágrimas usando sus mangas, y luego, dejo caer todo el peso de sus angelicales ojos jade sobre mí. Durante un instante, sentí que sus ojos me pedían auxilio a gritos.

—Sí, estoy bien —Afirmo de forma ridícula.

Estaba claro que su respuesta era una mentira que ni siquiera se esforzaba en serlo. Pero aún así, podría haber aceptado esa respuesta e irme a mi casa en paz. En lugar de eso, por alguna razón elegí caminar hasta ella. Recién cuando estuvimos frente a frente, me decidí a hablar una vez más.

—Cuando tienes esa cara larga, significa que estás mal. Al menos en Konoha — Bromee al respecto mientras le enseñaba una sonrisa y continúe hablando — Vamos, seca esas lagrimas. Te enseñaré el pueblo.

—Umh…Esta bien— La muchacha pareció contagiarse de mi entusiasmo ya que sonrió justo después de que yo lo hiciera, aunque su sonrisa era un poco más débil. Quizás se trataba de un simple gesto de cortesía, de esos que los de la clase alta te obligan a utilizar en situaciones donde es apropiado sonreír.

En cualquier caso, le di mi nombre y finalmente nos largamos juntos de la academia. La gente que se encontraba a sus alrededores parecía mirarnos demasiado, especialmente a mi pues varios de ellos me conocían y les sorprendía que estuviese caminando junto a una chica. Ciertamente, a mí también me sorprendía.

Durante nuestro recorrido le enseñe varios puntos del pueblo que me resultaban fascinantes pero que aun así veo irrelevantes mencionar. Ella también parecía haber quedado maravillada con los sitios que le había enseñado, estaba claro que estaba divirtiéndose pues ya llevábamos mucho tiempo caminando y no la había oído quejarse. Al menos no se quejo hasta que oscureció.  Recuerdo que cuando la conversación inició, nos encontrábamos descansando sobre el puente colgante.

—Oh, diablos. Parece que el sol ya se escondió—Comento percatándose bastante tarde de que la noche había llegado.

—Sí, creo que perdimos la noción del tiempo—Ella no parecía ser consciente de todas las horas que acabábamos de pasar juntos. Resultaba bastante extraño, apenas la conocía y habíamos estado hablando durante aproximadamente cuatro horas. Aunque claro, nuestra conversación había tocado únicamente puntos triviales. Nada personal, supongo.

—Sí, tus padres deben estar preocupados por ti. ¿Verdad? —Me preguntó con una leve sonrisa, posiblemente pensaba que alguien me estaba esperando en casa.

—Ellos murieron— Hice una pausa y luego continué- Son héroes de guerra.

Luego de mi confesión, un silencio aterrador se apodero de la situación. Y es que no hacía falta aclarar mucho más al respecto. Eran tiempos difíciles para todos los países, tiempos donde cosas como la guerra eran fantasmas que aún continuaban rondando cerca, esperando poder presentarse ante la posibilidad de un trágico futuro.

En el pasado, había tenido lugar la gran guerra de las naciones. Fue una guerra extremadamente larga que cobro millones de vidas, entre ellos, estaban mis padres. Afortunadamente, cuando la guerra acabo, la paz se asentó en el mundo una vez más. Sin embargo, comenzaban a escucharse rumores de que la situación entre el país del viento y el país del fuego se estaba caldeando cada vez más. Se decía, que en cualquier momento, podía volver a estallar la guerra. Tal como había sucedido en el pasado y por supuesto, todos teníamos miedo de que eso volviese a pasar.

—Lamento muchísimo oír eso, mis respetos para tus padres—Pareció que se lo había estado pensando mucho, pero finalmente decidió brindarme sus condolencias.

—Yo también lo lamento—No quería deprimirla, así que decidí que cambiaría rápidamente el tema de la conversación— ¿Y qué hay de tus padres?

—Son unos idiotas—Su respuesta fue tan rápida, que casi no me dio tiempo a procesarla.
La verdad es que quería saber a qué se debía su aparente desprecio por sus padres y realmente estaba a punto de preguntárselo. Pero algo sucedió.

—Así que aquí estabas, Sakura—La fría voz de un tercero nos alarmo tanto a ambos que rápidamente giramos la cabeza hacia la dirección de la que provenían aquellas palabras.

Se trataba de Sasuke Uchiha, el estudiante con las calificaciones más altas de mi salón.  Era un niño bastante odioso, que durante nuestros años en la academia había demostrado que se creía superior a mí. Por aquel entonces, la verdad es que no lo conocía demasiado, lo único que sabía de él era que le sobraba vanidad.

Pude notar que los ojos de Sakura se sorprendieron al verle, estaba desconcertada. Estaba más que claro que no se esperaba encontrarse con él, o más bien quería evitar hacerlo.

—Vámonos de aquí—Ordeno el recién aparecido, imperativo.

La muchacha, aún sin palabras, desvió su mirada hacia el suelo y se levanto de su posición. Aunque de forma lenta, comenzó a caminar hacia Sasuke. Fue en ese instante cuando pude notar cómo, una vez más, una que otra lagrima volvía a rodar por su mejilla. Se la veía abatida, despojada de su voluntad, diferente a lo que era hacía unos instantes atrás cuando la única presencia a su lado era la mía.

Tanto Sakura como Sasuke se marcharon sin despedirse. La primera parecía haber olvidado hacerlo, mientras que el segundo, más bien no quería. Aunque recuerdo que justo antes de que se perdieran del todo de mi incrédula vista, se giro para clavar una mirada asesina sobre mí.

En cualquier caso, tenía pensado llevar a mi nueva amiga a comer ramen. Por desgracia, debido a su imprevista desaparición decidí que sería buena idea ir yo solo. De todas formas la noche aún era joven y oficialmente iba a padecer de insomnio una vez más.

Durante la noche, no podía dejar de preguntarme qué clase de relación mantenía Sakura con Sasuke, así como tampoco podía olvidar sus lágrimas durante la mañana y su extraña forma de comportarse frente al vanidoso Uchiha.