[TP]Su hija me gusta

En la pequeña Konoha, un rubio de ojos como unos zafiros, de tal vez unos 19 o 20 años, miraba muy nervioso la puerta de la casa de su novia, Sakura Haruno.

En esos momentos ella no se encontraba en casa, muy claro lo tenia el, pues quería hablar con el padre de la chica, para pedirle lo que ningún padre esta dispuesto a darle a otro hombre...

-Vamos Naruto, tu puedes, solo toca la puerta y ya- se dijo así mismo el rubio, mientras los nervios no le dejaban ni mover ni un solo músculo de su cuerpo.

-Solo hay que tocar la puerta con los nudillos no es nada difícil- se recordó tratando de subir su nudillo a la altura necesaria para tocar la puerta.





Mientras el rubio luchaba consigo mismo, la puerta de la casa se abrió, mientras que el único hombre que vivía en ella salió, mirando al rubio con cara de pocos amigos puesto que aquel rubio no le agradaba del todo.

El chico se tensó al ver al hombre parado frente a el, trató de darle la mano pero esta tomo el sentido contrario llegando hasta la parte de atrás de su cabeza mientras la rascaba y una sonrisa nerviosa aparecía en su rostro.

-Ho-Hola Señor Haruno- dijo alfin el rubio mirando al hombre frente a el.

-¿Qué haces aquí? Sabes que Sakura no se encuentra en casa a estas horas de la mañana- acuso el hombre mientras se cruzaba de brazos.

-Yo… Yo vine a hablar con usted Señor- se acuso el rubio mientras luchaba contra la mirada de odio del hombre.

-Bien, pasa y siéntate- dijo aquel hombre mientras invitaba al rubio a que pasara.

El rubio bajó la cabeza y paso a la sala de la casa, sentándose en uno de los muebles individuales de esta, mientras el hombre se sentó frente a el mirándole directamente a los nerviosos ojos zafiro que ya decían todo con solo una pequeña mirada.





El chico miró nuevamente al hombre, que no paraba de mirarle haciendo que los nervios se hicieran más grandes a cada segundo. El hombre a pesar de presentir lo que el chico diría, estaba dispuesto a dar pelea para que no lo hiciese y se fuera de una sola vez, pero no sabia que aquel chico llamado Naruto Namikaze Uzumaki, nunca se daba por vencido, mucho menos cuando se trataba de algo tan especial como su “Sakura-chan”.

-Bueno Uzumaki, ¿De qué quieres hablar?- dijo el hombre sin despegar su mirada de el.

-Bueno… Yo… Em… Yo Señor…-tartamudeo el rubio como pudo, pero ninguna palabra en las que había pensado quería salir de su boca.

-Vamos chico, no tengo todo el día para esto- regaño el hombre mientras ya se veía victorioso, al pensar que el rubio se iría.

-Esta…Esta bien señor- dijo el rubio dando un suspiro, mientras sus manos pasaban por sus desordenados cabellos- Es sobre Sakura Señor Haruno…

-¡¿Qué le hiciste?!- grito el hombre temiéndose lo peor del asunto.

-Na-nada Señor, yo no seria capas de hacerle algo a Sakura-chan- se defendió el rubio rápidamente.

-¿Entonces que es lo que pasa con ella?- pregunto el hombre mientras su adrenalina bajaba.





El rubio subió su mirada, tomando todas las fuerzas del mundo que tenia a su poder para hablarle al padre de su amada, mientras este aun esperaba que el rubio se fuera con sus palabras en la boca, pero el estaba más que equivocado.

-Señor… Sakura y yo, hemos estado saliendo desde hace 3 años y medio, usted esta muy consciente de eso, y sabe muy bien que yo la amo con toda mi alma, y estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ella; hasta a enfrentarme a usted, y he venido a pedirle con todo respeto la mano de su hija- dijo el rubio con toda seriedad, recordando las palabras que su padre y su abuelo le sugirieron usar, dejando al hombre frente a el en blanco totalmente.




El hombre proceso lentamente cada palabra, mirando al chico que ahora estaba nervioso pero por la respuesta que el hombre le podía dar.

-Ustedes son aun muy jóvenes, y aunque sean ya mayores de edad, no saben nada de la vida. Dentro de unos años se cansaran y terminaran separándose, esto seria solo una pequeña aventura- Acuso el hombre, incrédulo de lo que pasaba.

-No Señor, se que somos jóvenes, pero quiero pasar cada minuto de mi vida con Sakura-chan, y le aseguro que no es una aventura- dijo el rubio muy seguro de sus palabras, haciendo que el hombre se alterara un poco más.

-Mi hija aun es muy pequeña como para casarse- dijo el hombre sin defensa alguna.

-Señor Haruno, le juro que la cuidaré tanto como usted lo hace- dijo el rubio sonriendo un poco, mientras esperaba convencer al hombre.






El rubio veía que el hombre no respondía, parecía atrapado en sus propios pensamientos, o en estado de shock, talvez cuando trató de hacer la petición más seria y amable en su casa, no pensó en la opción de que el padre de su amada podría quedar en estado de shock y solo por unas palabritas.

-¿Señor?, Señor, por favor entienda. Yo amo a Sakura-chan como a nadie, me haría la persona más feliz de este mundo si me dejara casarme con ella- dijo el rubio tratando de hacer que el hombre volviera en sí pero parecía no funcionar.






En momentos como ese, al hombre ya no le quedaba nada, más que aceptar, pero aun así las palabras de “Esta bien” o “Muy bien” como respuesta de aquella pregunta que el rubio le había hecho, no podían pasar por sus cuerdas vocales. Solo le quedaba preguntar hasta el punto que un simple “si” pudiera hacer que todo eso terminara aunque le doliera de todo corazón hacerlo.

-¿Y como vas a lograr mantenerla si se ella se llegase a em…em…embarazar?- logró preguntar el hombre con mucha dificultad.

-Trabajaría día y noche si fuese necesario- respondió el rubio muy serio.

-¿Y como le darías un nuevo hogar?- pregunto el hombre aun nervioso por aquellas respuestas que no quería pronunciar.

-Haría cualquier cosa por conseguirle la más bella casa de todas, pero con tal de que nuestra familia se forme allí y ambos estemos felices… Seria el hogar perfecto- respondió el rubio con una enorme sonrisa.

Tras el que hombre le preguntara todo lo que estaría dispuesto a hacer por su pequeña, y el que rubio respondiera todo con las más adecuadas respuestas, la mente del hombre llegó a una sola conclusión.

-“Vamos no puedes decir entregársela a el así de fácil”- le dijo su parte paternal al hombre- “Pero el ya ganó”- se respondió a si mismo el hombre.


-Tienes todas mis bendiciones para casarte con ella- dijo el hombre mientras el rubio se llenaba de felicidad.






Tras unas horas después de que el rubio le agradeciera al hombre, este esperó afuera a su hermosa pelirrosa, mientras que el hombre le miraba desde adentro de la casa.

Cuando al fin la pelirrosa llegó, el hombre miró por una de las ventanas, y vio al rubio arrodillado frente a la pelirrosa, mostrándole una pequeña cajita que contenía dentro de ella una sortija.

El hombre vio que el rubio le hablaba a la pelirrosa, pero no pudo escuchar que le estaba diciendo, hasta que vio que su hija miro detenidamente hasta donde el estaba y le sonreía mientras el se volteaba para no ver como frente de sus propios ojos, su pequeña, era llevada en brazos de otro hombre, uno que la amaba tanto o más que el mismo.

Mientras el hombre se alejaba de la ventana, la pelirrosa se abalanzaba a brazos del rubio mientras lloraba de felicidad.

Y así, meses después, el mismo hombre ahora llevaba a aquella pelirrosa al altar, donde aquel rubio la esperaba a un lado de un sacerdote, que los uniría para el resto de sus vidas, y alejaría a aquella pequeña de su padre.

Pero... ¿Acaso hay alguna forma de que ella dejara de ser su hija y el su padre?...

Realmente no...

Solo que ahora había otro hombre a quien ella amaba, tal vez más que a su padre, y solo pensar en eso, rompía en pedazos el corazón de aquel hombre.



FIN