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los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
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moi-06yoyo
lucy-nyu-chan
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NaruSaku v2.0 :: :: Fan Fic :: FF Cerrados
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los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
hola bueno soy mala escribiendo pero aqui les pondre un libro muy lindo llamado los juegos del hambre lo modifique para que sea narusaku el credito de esta obra no es para mi es para la escritora suzanne collins que escribio esta obra espero que sea de su agrado que empiese el show una cosa mas seran los 3 libros completos sin quitarle cosas ni nada asi que seran laaaaaaargos los capitulos y tardara en acabar pero valdra la pena leer esto
prologo
¿podrias sobrevivir tu solo en la naturaleza salvaje rodeado de quienes quieren asegurarse de que no vives para ver el siguiente amanecer?
un pasado de guerra ha dejado a los 12 distritos que dividen konoha bajo el poder tiranico del capitolio sin libertad y en la pobreza nadie puede salir de los limites de su distrito. Solo una chica de 16 años, sakura haruno osea desafiar las normas para consegir comida
sus principios se pondran a prueba con "los juegos del hambre" espetaculo televisado que el capitolio organiza para humillar ala poblacion cada año dos representantes de cada distrito estan obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo sobreviviente
cuando su hermana pequeña es eleguida para participar sukura no duda en ocupar su lugar resuelta a demostrar con su actitud firme y decidida que aun en la situaciones mas desesperadas hay lugar para el amor y el respeto
primera parte de los juegos del hambre: los triburos
prologo
¿podrias sobrevivir tu solo en la naturaleza salvaje rodeado de quienes quieren asegurarse de que no vives para ver el siguiente amanecer?
un pasado de guerra ha dejado a los 12 distritos que dividen konoha bajo el poder tiranico del capitolio sin libertad y en la pobreza nadie puede salir de los limites de su distrito. Solo una chica de 16 años, sakura haruno osea desafiar las normas para consegir comida
sus principios se pondran a prueba con "los juegos del hambre" espetaculo televisado que el capitolio organiza para humillar ala poblacion cada año dos representantes de cada distrito estan obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo sobreviviente
cuando su hermana pequeña es eleguida para participar sukura no duda en ocupar su lugar resuelta a demostrar con su actitud firme y decidida que aun en la situaciones mas desesperadas hay lugar para el amor y el respeto
primera parte de los juegos del hambre: los triburos
- 1:
- Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los
dedos buscando el calor de hina, pero no encuentro más que la basta
funda de lona del colchón. Seguro que ha tenido pesadillas y se ha metido
en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha.
Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra
algo de luz, así que puedo verlas. Mi hermana pequeña, hina, acurrucada
a su lado, protegida por el cuerpo de mi madre, las dos con las mejillas
pegadas. Mi madre parece más joven cuando duerme; agotada, aunque no
tan machacada. La cara de hina es tan fresca como una gota de agua, tan
encantadora como la prímula que le da nombre. Mi madre también fue muy
guapa hace tiempo, o eso me han dicho.
Sentado sobre las rodillas de hina, para protegerla, está el gato más
feo del mundo: hocico aplastado, media oreja arrancada y ojos del color de un calabacín podrido. hina le puso kiuby porque, según ella, su caracter tan salvaje tenía el mismo caracter que aquel dios de fuego, el kiuby. El
gato me odia o, al menos, no confía en mí. Aunque han pasado ya algunos
años, creo que todavía recuerda que intenté ahogarlo en un cubo cuando
hina lo trajo a casa; era un gatito escuálido, con la tripa hinchada por las
lombrices y lleno de pulgas. Lo último que yo necesitaba era otra boca que
alimentar, pero mi hermana me suplicó mucho, e incluso lloró para que le
dejase quedárselo. Al final la cosa salió bien: mi madre le libró de los
parásitos, y ahora es un cazador de ratones nato; a veces, hasta caza
alguna rata. Como de vez en cuando le echo las entrañas de las presas,
ha dejado de bufarme.
Entrañas y nada de bufidos: no habrá más cariño que ése entre
nosotros.
Me bajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y
suave se ha adaptado a mis pies. Me pongo también los pantalones y una
camisa, meto mi larga trenza rosada en una gorra y tomo la bolsa que
utilizo para guardar todo lo que recojo. En la mesa, bajo un cuenco de
madera que sirve para protegerlo de ratas y gatos hambrientos, encuentro
un perfecto quesito de cabra envuelto en hojas de albahaca. Es un regalo
de hina para el día de la cosecha; cuando salgo me lo meto con cuidado
en el bolsillo.
Nuestra parte del Distrito 12, a la que solemos llamar la Veta, está
siempre llena a estas horas de mineros del carbón que se dirigen al turno
de mañana. Hombres y mujeres de hombros caídos y nudillos hinchados,
muchos de los cuales ya ni siquiera intentan limpiarse el polvo de carbón
de las uñas rotas y las arrugas de sus rostros hundidos. Sin embargo, hoy
las calles manchadas de carboncillo están vacías y las contraventanas de
las achaparradas casas grises permanecen cerradas. La cosecha no
empieza hasta las dos, así que todos prefieren dormir hasta entonces... si
pueden.
Nuestra casa está casi al final de la Veta, sólo tengo que dejar atrás
unas cuantas puertas para llegar al campo desastrado al que llaman la
Pradera. Lo que separa la Pradera de los bosques y, de hecho, lo que
rodea todo el Distrito 12, es una alta alambrada metálica rematada con
bucles de alambre de espino. En teoría, se supone que está electrificada
las veinticuatro horas para disuadir a los depredadores que viven en los
bosques y antes recorrían nuestras calles (jaurías de perros salvajes,
pumas solitarios y osos). En realidad, como, con suerte, sólo tenemos dos
o tres horas de electricidad por la noche, no suele ser peligroso tocarla.
Aun así, siempre me tomo un instante para escuchar con atención, por si oigo el zumbido que indica que la valla está cargada. En este momento
está tan silenciosa como una piedra. Me escondo detrás de un grupo de
arbustos, me tumbo boca abajo y me arrastro por debajo de la tira de
sesenta centímetros que lleva suelta varios años. La alambrada tiene otros
puntos débiles, pero éste está tan cerca de casa que casi siempre entro en
el bosque por aquí.
En cuanto estoy entre los árboles, recupero un arco y un carcaj de
flechas que tenía escondidos en un tronco hueco. Esté o no electrificada,
la alambrada ha conseguido mantener a los devoradores de hombres fuera
del Distrito 12. Dentro de los bosques, los animales deambulan a sus
anchas y existen otros peligros, como las serpientes venenosas, los
animales rabiosos y la falta de senderos que seguir. Pero también hay
comida, si sabes cómo encontrarla. Mi padre lo sabía y me había
enseñado unas cuantas cosas antes de volar en pedazos en la explosión
de una mina. No quedó nada de él que pudiéramos enterrar. Yo tenía once
años; cinco años después, muchas noches me sigo despertando gritándole
que corra.
Aunque entrar en los bosques es ilegal y la caza furtiva tiene el peor
de los castigos, habría más gente que se arriesgaría si tuviera armas. El
problema es que hay pocos lo bastante valientes para aventurarse
armados con un cuchillo. Mi arco es una rareza que fabricó mi padre, junto
con otros similares que guardo bien escondidos en el bosque, envueltos
con cuidado en fundas impermeables. Mi padre podría haber ganado
bastante dinero vendiéndolos, pero, de haberlo descubierto los
funcionarios del Gobierno, lo habrían ejecutado en público por incitar a la
rebelión. Casi todos los agentes de la paz hacen la vista gorda con los
pocos que cazamos, ya que están tan necesitados de carne fresca como
los demás. De hecho, están entre nuestros mejores clientes. Sin embargo,
nunca permitirían que alguien armase a la Veta.
En otoño, unas cuantas almas valientes se internan en los bosques
para recoger manzanas, aunque sin perder de vista la Pradera, siempre lo
bastante cerca para volver corriendo a la seguridad del Distrito 12 si
surgen problemas.
--El Distrito 12, donde puedes morirte de hambre sin poner en peligro
tu seguridad --murmuro; después miro a mi alrededor rápidamente porque,
incluso aquí, en medio de ninguna parte, me preocupa que alguien me
escuche.
Cuando era más joven, mataba a mi madre del susto con las cosas
que decía sobre el Distrito 12 y la gente que gobierna nuestro país,
konoha, desde esa lejana ciudad llamada el Capitolio. Al final comprendí que aquello sólo podía causarnos más problemas, así que aprendí a
morderme la lengua y ponerme una máscara de indiferencia para que
nadie pudiese averiguar lo que estaba pensando. Trabajo en silencio en
clase; hago comentarios educados y superficiales en el mercado público; y
me limito a las conversaciones comerciales en el ichiraku, que es el
mercado negro donde gano casi todo mi dinero. Incluso en casa, donde
soy menos simpática, evito entrar en temas espinosos, como la cosecha,
los racionamientos de comida o los Juegos del Hambre. Quizás a hina se
le ocurriera repetir mis palabras y ¿qué sería de nosotras entonces?
En los bosques me espera la única persona con la que puedo ser yo
misma: sasuke. Noto que se me relajan los músculos de la cara, que se me
acelera el paso mientras subo por las colinas hasta nuestro lugar de
encuentro, un saliente rocoso con vistas al valle. Un matorral de arbustos
de bayas lo protege de ojos curiosos. Verlo allí, esperándome, me hace
sonreír; nunca sonrío, salvo en los bosques.
--Hola, cereza --me saluda sasuke.
En realidad me llamo sakura, como la flor la flor de cerezo, pero, cuando se lo dije por primera vez, mi voz no era más que un
susurro, así que creyó que le decía Cereza,. Después,
cuando un lince loco empezó a seguirme por los bosques en busca de
sobras, se convirtió en mi nombre oficial. Al final tuve que matar al lince
porque asustaba a las presas, aunque era tan buena compañía que casi
me dio pena. Por otro lado, me pagaron bien por su piel.
--Mira lo que he cazado.
sasuke sostiene en alto una hogaza de pan con una flecha clavada en el
centro, y yo me río. Es pan de verdad, de panadería, y no las barras
planas y densas que hacemos con nuestras raciones de cereales. Lo cojo,
saco la flecha y me llevo el agujero de la corteza a la nariz para aspirar
una fragancia que me hace la boca agua. El pan bueno como éste es para
ocasiones especiales.
--Ummm, todavía está caliente --digo. Debe de haber ido a la
panadería al despuntar el alba para cambiarlo por otra cosa--. ¿Qué te ha
costado?
--Sólo una ardilla. Creo que el anciano estaba un poco sentimental
esta mañana. Hasta me deseó buena suerte.
--Bueno, todos nos sentimos un poco más unidos hoy, ¿no?
--comento, sin molestarme en poner los ojos en blanco--. hina nos ha
dejado un queso --digo, sacándolo.
--Gracias, hina --exclama sasuke, alegrándose con el regalo--. Nos
daremos un verdadero festín. --De repente, se pone a imitar el acento del Capitolio y los ademanes de shisune, la mujer optimista hasta la
demencia que viene una vez al año para leer los nombres de la cosecha--.
¡Casi se me olvida! ¡Felices Juegos del Hambre! --Recoge unas cuantas
moras de los arbustos que nos rodean--. Y que la suerte... --empieza,
lanzándome una mora. La cojo con la boca y rompo la delicada piel con los
dientes; la dulce acidez del fruto me estalla en la lengua.
--¡... esté siempre, siempre de vuestra parte! --concluyo, con el mismo
brío.
Tenemos que bromear sobre el tema, porque la alternativa es morirse
de miedo. Además, el acento del Capitolio es tan afectado que casi todo
suena gracioso con él.
Observo a sasuke sacar el cuchillo y cortar el pan; podría ser mi
hermano:, piel aceitunada, incluso tenemos los mismos
ojos verdes . Pero no somos familia, al menos, no cercana ademas mi pelo es de un color rosado. Casi todos los
que trabajan en las minas tienen un aspecto similar, como nosotros.
Por eso mi madre , con su cabello rubio y sus ojos azules e hina con sus cabellos azules y ojos perlas,
siempre parecen fuera de lugar; porque lo están. Mis abuelos maternos
formaban parte de la pequeña clase de comerciantes que sirve a los
funcionarios, los agentes de la paz y algún que otro cliente de la Veta.
Tenían una botica en la parte más elegante del Distrito 12; como casi
nadie puede permitirse pagar un médico, los boticarios son nuestros
sanadores. Mi padre conoció a mi madre gracias a que, cuando iba de
caza, a veces recogía hierbas medicinales y se las vendía a la botica para
que fabricaran sus remedios. Mi madre tuvo que enamorarse de verdad
para abandonar su hogar y meterse en la Veta. Es lo que intento recordar
cuando sólo veo en ella a una mujer que se quedó sentada, vacía e
inaccesible mientras sus hijas se convertían en piel y huesos. Intento
perdonarla por mi padre, pero, para ser sincera, no soy de las que
perdonan.
sasuke unta el suave queso de cabra en las rebanadas de pan y coloca
con cuidado una hoja de albahaca en cada una, mientras yo recojo bayas
de los arbustos. Nos acomodamos en un rincón de las rocas en el que
nadie puede vernos, aunque tenemos una vista muy clara del valle, que
está rebosante de vida estival: verduras por recoger, raíces por escarbar y
peces irisados a la luz del sol. El día tiene un aspecto glorioso, de cielo
azul y brisa fresca; la comida es estupenda, el pan caliente absorbe el
queso y las bayas nos estallan en la boca. Todo sería perfecto si
realmente fuese un día de fiesta, si este día libre consistiese en vagar por
las montañas con sasuke para cazar la cena de esta noche. Sin embargo,
tendremos que estar en la plaza a las dos en punto para el sorteo de los nombres.
--¿Sabes qué? Podríamos hacerlo --dijo sasuke en voz baja.
--¿El qué?
--Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. Tú y yo podríamos hacerlo.
--No sé cómo responder, la idea es demasiado absurda--. Si no
tuviésemos tantos niños --añadió él rápidamente.
No son nuestros niños, claro, pero para el caso es lo mismo. Los dos
hermanos pequeños de sasuke y su hermana, y hina. Nuestras madres
también podrían entrar en el lote, porque ¿cómo iban a sobrevivir sin
nosotros? ¿Quién alimentaría esas bocas que siempre piden más?
Aunque los dos cazamos todos los días, alguna vez tenemos que cambiar
las presas por manteca de cerdo, cordones de zapatos o lana, así que hay
noches en las que nos vamos a la cama con los estómagos vacíos.
--No quiero tener hijos --digo.
--Puede que yo sí, si no viviese aquí.
--Pero vives aquí --le recuerdo, irritada.
--Olvídalo.
La conversación no va bien. ¿Irnos? ¿Cómo iba a dejar a hina, que es
la única persona en el mundo a la que estoy segura de querer? Y sasuke
está completamente dedicado a su familia. Si no podemos irnos, ¿por qué
molestarnos en hablar de eso? Y, aunque lo hiciéramos..., aunque lo
hiciéramos..., ¿de dónde ha salido lo de tener hijos? Entre sasuke y yo nunca
ha habido nada romántico. Cuando nos conocimos, yo era una niña
flacucha de doce años y, aunque él sólo era dos años mayor, ya parecía
un hombre. Nos llevó mucho tiempo hacernos amigos, dejar de regatear
en cada intercambio y empezar a ayudarnos mutuamente.
Además, si quiere hijos, sasuke no tendrá problemas para encontrar
esposa: es guapo, lo bastante fuerte como para trabajar en las minas y
capaz de cazar. Por la forma en que las chicas susurran cuando pasa a su
lado en el colegio, está claro que lo desean. Me pongo celosa, pero no por
lo que la gente pensaría, sino porque no es fácil encontrar buenos
compañeros de caza.
--¿Qué quieres hacer? --le pregunto, ya que podemos cazar, pescar o
recolectar.
--Vamos a pescar en el lago. Así dejamos las cañas puestas mientras
recolectamos en el bosque. Cogeremos algo bueno para la cena.
La cena. Después de la cosecha, se supone que todos tienen que
celebrarlo, y mucha gente lo hace, aliviada al saber que sus hijos se han
salvado un año más. Sin embargo, al menos dos familias cerrarán las
contraventanas y las puertas, e intentarán averiguar cómo sobrevivir a las dolorosas semanas que se avecinan.
Nos va bien; los depredadores no nos hacen caso, porque hoy hay
presas más fáciles y sabrosas. A última hora de la mañana tenemos una
docena de peces, una bolsa de verduras y, lo mejor de todo, un buen
montón de fresas. Descubrí el fresal hace unos años y a sasuke se le ocurrió
la idea de rodearlo de redes para evitar que se acercasen los animales.
De camino a casa pasamos por el ichiraku, el mercado negro que
funciona en un almacén abandonado en el que antes se guardaba carbón.
Cuando descubrieron un sistema más eficaz que transportaba el carbón
directamente de las minas a los trenes, el ichiraku fue quedándose con
el espacio. Casi todos los negocios están cerrados a estas horas en un día
de cosecha, aunque el mercado negro sigue bastante concurrido.
Cambiamos fácilmente seis de los peces por pan bueno y los otros dos por
sal. rukia(perdon estuve corta de imaguinacion de nombres) la Grasienta, la anciana huesuda que vende cuencos de sopa
caliente preparada en un enorme hervidor, nos compra la mitad de las
verduras a cambio de un par de trozos de parafina. Puede que nos
hubiese ido mejor en otro sitio, pero nos esforzamos por mantener una
buena relación con rukia, ya que es la única que siempre está dispuesta a
comprar carne de perro salvaje. A pesar de que no los cazamos a
propósito, si nos atacan y matamos un par, bueno, la carne es la carne.
«Una vez dentro de la sopa, puedo decir que es ternera», dice rukia la
Grasienta, guiñando un ojo. En la Veta, nadie le haría ascos a una buena
pata de perro salvaje, pero los agentes de la paz que van al ichiraku
pueden permitirse ser un poquito más exigentes.
Una vez terminados nuestros negocios en el mercado, vamos a la
puerta de atrás de la casa del alcalde para vender la mitad de las fresas,
porque sabemos que le gustan especialmente y puede permitirse el precio.
La hija del alcalde, ino, nos abre la puerta; está en mi clase del colegio.
Podría pensarse que, por ser la hija del alcalde, es una esnob, pero no,
sólo es reservada, igual que yo. Como ninguna de las dos tiene un grupo
de amigos, parece que casi siempre acabamos juntas en clase. Durante la
comida, en las reuniones, cuando se hacen grupos para las actividades
deportivas... Apenas hablamos, lo que nos va bien a las dos.
Hoy ha cambiado su soso uniforme del colegio por un caro vestido
blanco, y lleva el pelo rubio recogido con un lazo rosa; la ropa de la
cosecha.
--Bonito vestido --dice sasuke.
ino lo mira fijamente, mientras intenta averiguar si se trata de un
cumplido de verdad o de una ironía. En realidad, el vestido es bonito,
aunque nunca lo habría llevado un día normal. Aprieta los labios y sonríe.--Bueno, tengo que estar guapa por si acabo en el Capitolio, ¿no?
Ahora es sasuke el que está desconcertado: ¿lo dice en serio o está
tomándole el pelo? Yo creo que es lo segundo.
--Tú no irás al Capitolio --responde sasuke con frialdad. Sus ojos se
posan en el pequeño adorno circular que lleva en el vestido; es de oro
puro, de bella factura; serviría para dar de comer a una familia entera
durante varios meses--. ¿Cuántas inscripciones puedes tener? ¿Cinco? Yo
ya tenía seis con sólo doce años.
--No es culpa suya --intervengo.
--No, no es culpa de nadie. Las cosas son como son --apostilla sasuke.
--Buena suerte, sakura --dice ino, con rostro inexpresivo,
poniéndome el dinero de las fresas en la mano.
--Lo mismo digo --respondo, y se cierra la puerta.
Caminamos en silencio hacia la Veta. No me gusta que sasuke la haya
tomado con ino, pero tiene razón, por supuesto: el sistema de la
cosecha es injusto y los pobres se llevan la peor parte. Te conviertes en
elegible para la cosecha cuando cumples los doce años; ese año, tu
nombre entra una vez en el sorteo.
A los trece, dos veces; y así hasta que llegas a los dieciocho, el último
año de elegibilidad, y tu nombre entra en la urna siete veces. El sistema
incluye a todos los ciudadanos de los doce distritos de kanoha.
Sin embargo, hay gato encerrado. Digamos que eres pobre y te estás
muriendo de hambre, como nos pasaba a nosotras. Tienes la posibilidad
de añadir tu nombre más veces a cambio de teselas; cada tesela vale por
un exiguo suministro anual de cereales y aceite para una persona.
También puedes hacer ese intercambio por cada miembro de tu familia,
motivo por el que, cuando yo tenía doce años, mi nombre entró cuatro
veces en el sorteo. Una porque era lo mínimo, y tres veces más por las
teselas para conseguir cereales y aceite para hina, mi madre y yo. De
hecho, he tenido que hacer lo mismo todos los años, y las inscripciones en
el sorteo son acumulativas. Por eso, ahora, a los dieciséis años, mi
nombre entrará veinte veces en el sorteo de la cosecha. sasuke, que tiene
dieciocho y lleva siete años ayudando o alimentando el solo a una familia
de cinco, tendrá cuarenta y dos papeletas.
No cuesta entender por qué se enciende con ino, que nunca ha
corrido el peligro de necesitar una tesela. Las probabilidades de que el
nombre de la chica salga elegido son muy reducidas si se comparan con
las de los que vivimos en la Veta. No es imposible, pero sí poco probable
y, aunque las reglas las estableció el Capitolio y no los distritos ni, sin
duda, la familia de ino, es difícil no sentir resentimiento hacia los que no tienen que pedir teselas.
sasuke es consciente de que su rabia no debería ir contra ino.
Algunas veces, cuando estamos en lo más profundo del bosque, lo he
oído despotricar contra las teselas, diciendo que no son más que otro
instrumento para fomentar la miseria en nuestro distrito, una forma de
sembrar el odio entre los trabajadores hambrientos de la Veta y los que no
suelen tener problemas de comida, y, así, asegurarse de que nunca
confiemos los unos en los otros. «Al Capitolio le viene bien que estemos
divididos», me diría, si no hubiese nadie más que yo escuchándolo, si no
fuese día de cosecha, si una chica con un alfiler de oro y sin teselas no
hubiese hecho lo que seguramente ella consideraba un comentario
inofensivo.
Mientras caminamos, lo miro a la cara, todavía ardiendo debajo de su
expresión glacial; su ira me parece inútil, aunque no se lo digo. No es que
no esté de acuerdo con él, porque lo estoy, pero ¿de qué sirve despotricar
contra el Capitolio en medio del bosque? No cambia nada, no hace que la
situación sea más justa y no nos llena el estómago. De hecho, asusta a las
posibles presas. Sin embargo, lo dejo gritar; mejor hacerlo en el bosque
que en el distrito.
sasuke y yo nos dividimos el botín, lo que nos deja con dos peces, un
par de hogazas de buen pan, verduras, un puñado de fresas, sal, parafina
y algo de dinero para cada uno.
--Nos vemos en la plaza --le digo.
--Ponte algo bonito --me responde, sin humor.
En casa, encuentro a mi madre y a mi hermana preparadas para salir.
Mi madre lleva un vestido elegante de sus días de boticaria y hina viste mi
primer traje de cosecha: una falda y una blusa con volantes. A ella le
queda un poco grande, pero mi madre se lo ha sujetado con alfileres; aun
así, la blusa se le sale de la falda por la parte de atrás.
Me espera una bañera llena de agua caliente. Me restriego para
quitarme la tierra y el sudor de los bosques, e incluso me lavo el pelo. Veo,
sorprendida, que mi madre me ha sacado uno de sus encantadores
vestidos, una suave cosita azul con zapatos a juego.
--¿Estás segura? --le pregunto, porque intento evitar seguir
rechazando su ayuda.
Antes estaba tan enfadada con ella que no le dejaba hacer nada por
mí. Sin embargo, se trata de algo especial, porque le da mucho valor a la
ropa de su pasado.
--Claro que sí, y también me gustaría recogerte el pelo --me responde.
Le dejo secármelo, trenzarlo y colocármelo sobre la cabeza. Apenas me reconozco en el espejo agrietado que tenemos apoyado en la pared.
--Estás muy guapa --dice hina, en un susurro.
--Y no me parezco en nada a mí --respondo.
La abrazo, porque sé que las horas que nos esperan serán terribles
para ella. Es su primera cosecha, aunque está lo más segura posible, ya
que su nombre sólo ha entrado una vez en la urna; no le he dejado pedir
ninguna tesela. Sin embargo, está preocupada por mí, le preocupa que
ocurra lo inimaginable.
Protejo a hina de todas las formas que me es posible, pero nada
puedo hacer contra la cosecha. La angustia que noto en el pecho siempre
que mi hermana sufre amenaza con asomar a la superficie. Me doy cuenta
de que se le ha salido de nuevo la blusa por detrás y me obligo a mantener
la calma.
--Arréglate la cola, patito --le digo, poniéndole de nuevo la blusa en su
sitio.
--Cuac --responde hina, soltando una risita.
--Eso lo serás tú --añado, riéndome también; ella es la única que
puede hacerme reír así--. Vamos, a comer --digo, dándole un besito rápido
en la cabeza.
Decidimos dejar para la cena el pescado y las verduras, que ya se
están cocinando en un estofado, y guardamos las fresas y el pan para la
noche, diciéndonos que así será algo especial; de modo que bebemos la
leche de la cabra de hina, Lady, y nos comemos el pan basto que
hacemos con el cereal de la tesela, aunque, de todos modos, nadie tiene
mucho apetito.
A la una en punto nos dirigimos a la plaza. La asistencia es
obligatoria, a no ser que estés a las puertas de la muerte. Esta noche los
funcionarios recorrerán las casas para comprobarlo. Si alguien ha mentido,
lo meterán en la cárcel.
Es una verdadera pena que la ceremonia de la cosecha se celebre en
la plaza, uno de los pocos lugares agradables del Distrito 12. La plaza está
rodeada de tiendas y, en los días de mercado, sobre todo si hace buen
tiempo, parece que es fiesta. Sin embargo, hoy, a pesar de los banderines
de colores que cuelgan de los edificios, se respira un ambiente de tristeza.
Las cámaras de televisión, encaramadas como águilas ratoneras en los
tejados, sólo sirven para acentuar la sensación.
La gente entra en silencio y ficha; la cosecha también es la
oportunidad perfecta para que el Capitolio lleve la cuenta de la población.
Conducen a los chicos de entre doce y dieciocho años a las áreas
delimitadas con cuerdas y divididas por edades, con los mayores delante y los jóvenes, como hina, detrás. Los familiares se ponen en fila alrededor
del perímetro, todos cogidos con fuerza de la mano. También hay otros,
los que no tienen a nadie que perder o ya no les importa, que se cuelan
entre la multitud para apostar por quiénes serán los dos chicos elegidos.
Se apuesta por la edad que tendrán, por si serán de la Veta o
comerciantes, o por si se derrumbarán y se echarán a llorar. La mayoría se
niega a hacer tratos con los mañosos, salvo con mucha precaución; esas
mismas personas suelen ser informadores, y ¿quién no ha infringido la ley
alguna vez? Podrían pegarme un tiro todos los días por dedicarme a la
caza furtiva, pero los apetitos de los que están al mando me protegen; no
todos pueden decir lo mismo.
En cualquier caso, sasuke y yo estamos de acuerdo en que, si
pudiéramos escoger entre morir de hambre y morir de un tiro en la cabeza,
la bala sería mucho más rápida.
La plaza se va llenando, y se vuelve más claustrofóbica conforme
llega la gente. A pesar de su tamaño, no es lo bastante grande para dar
cabida a toda la población del Distrito 12, que es de unos ocho mil
habitantes. Los que llegan los últimos tienen que quedarse en las calles
adyacentes, desde donde podrán ver el acontecimiento en las pantallas, ya
que el Estado lo televisa en directo.
Me encuentro de pie, en un grupo de chicos de dieciséis años de la
Veta. Intercambiamos tensos saludos con la cabeza y centramos nuestra
atención en el escenario provisional que han construido delante del Edificio
de Justicia. Allí hay tres sillas, un podio y dos grandes urnas redondas de
cristal, una para los chicos y otra para las chicas. Me quedo mirando los
trozos de papel de la bola de las chicas: veinte de ellos tienen escrito con
sumo cuidado el nombre de sakura haruno.
Dos de las tres sillas están ocupadas por el alcalde sarutobi (el
padre de Madge, un hombre alto de calva incipiente) y shisune, la
acompañante del Distrito 12, recién llegada del Capitolio, con su aterradora
sonrisa blanca, el pelo rosáceo y un traje verde primavera. Los dos
murmuran entre sí y miran con preocupación el asiento vacío.
Justo cuando el reloj da las dos, el alcalde sube al podio y empieza a
leer. Es la misma historia de todos los años, en la que habla de la creación
de konoha, el país que se levantó de las cenizas de un lugar antes llamado
japon. Enumera la lista de desastres, las sequías, las tormentas,
los incendios, los mares que subieron y se tragaron gran parte de la tierra,
y la brutal guerra por hacerse con los pocos recursos que quedaron. El
resultado fue konoha, un reluciente Capitolio rodeado por trece distritos,
que llevó la paz y la prosperidad a sus ciudadanos. Entonces llegaron los Días Oscuros, la rebelión de los distritos contra el Capitolio. Derrotaron a
doce de ellos y aniquilaron al decimotercero. El Tratado de la Traición nos
dio unas nuevas leyes para garantizar la paz y, como recordatorio anual de
que los Días Oscuros no deben volver a repetirse, nos dio también los
Juegos del Hambre.
Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la
rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una
chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se
encierran en un enorme estadio al aire libre en la que puede haber
cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una
vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un
periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.
Coger a los chicos de nuestros distritos y obligarlos a matarse entre
ellos mientras los demás observamos; así nos recuerda el Capitolio que
estamos completamente a su merced, y que tendríamos muy pocas
posibilidades de sobrevivir a otra rebelión. Da igual las palabras que
utilicen, porque el verdadero mensaje queda claro: «Mirad cómo nos
llevamos a vuestros hijos y los sacrificamos sin que podáis hacer nada al
respecto. Si levantáis un solo dedo, os destrozaremos a todos, igual que
hicimos con el Distrito 13».
Para que resulte humillante además de una tortura, el Capitolio exige
que tratemos los Juegos del Hambre como una festividad, un
acontecimiento deportivo en el que los distritos compiten entre sí. Al último
tributo vivo se le recompensa con una vida fácil, y su distrito recibe
premios, sobre todo comida. El Capitolio regala cereales y aceite al distrito
ganador durante todo el año, e incluso algunos manjares como azúcar,
mientras el resto de nosotros luchamos por no morir de hambre.
--Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias --recita el
alcalde.
Después lee la lista de los habitantes del Distrito 12 que han ganado
en anteriores ediciones. En setenta y cuatro años hemos tenido
exactamente dos, y sólo uno sigue vivo: hatake kakashi, un flacucho
de mediana edad que, en estos momentos, aparece berreando algo
ininteligible, se tambalea en el escenario y se deja caer sobre la tercera
silla. Está borracho, y mucho. La multitud responde con su aplauso
protocolario, pero el hombre está aturdido e intenta darle un gran abrazo a
shisune, que apenas consigue zafarse.
El alcalde parece angustiado. Como todo se televisa en directo, ahora
mismo el Distrito 12 es el hazmerreír de konoha, y él lo sabe. Intenta
devolver rápidamente la atención a la cosecha presentando a shisune.La mujer, tan alegre y vivaracha como siempre, sube a trote ligero al
podio y saluda con su habitual:
--¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre
de vuestra parte!
Seguro que su pelo rosa es una peluca, porque tiene los rizos algo
torcidos después de su encuentro con kakashi. Empieza a hablar sobre
el honor que supone estar allí, aunque todos saben lo mucho que desea
una promoción a un distrito mejor, con ganadores de verdad, en vez de
borrachos que te acosan delante de todo el país.
Localizo a sasuke entre la multitud, y él me devuelve la mirada con la
sombra de una sonrisa en los labios. Para ser una cosecha, al menos
estaba resultando un poquito divertida. Pero, de repente, empiezo a
pensar en sasuke y en las cuarenta y dos veces que aparece su nombre en
esa gran bola de cristal, y en cómo la suerte no está siempre de su parte,
sobre todo comparado con muchos de los chicos. Y quizá él esté
pensando lo mismo sobre mí, porque se pone serio y aparta la vista.
«No te preocupes, hay mil papeletas», desearía poder decirle.
Ha llegado el momento del sorteo. dice lo de siempre,
«¡las damas primero!», y se acerca a la urna de cristal con los nombres de
las chicas. Mete la mano hasta el fondo y saca un trozo de papel. La
multitud contiene el aliento, se podría oír un alfiler caer, y yo empiezo a
sentir náuseas y a desear desesperadamente que no sea yo, que no sea
yo, que no sea yo.
shisune vuelve al podio, alisa el trozo de papel y lee el nombre
con voz clara; y no soy yo.
Es hinata haruno
Re: los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
mmm interesante y me casi robas mi idea pero veo que lo tuyos es un cross over y bueno
soy fan de la trilogía y tengo los libros así que te estará vigilando
soy fan de la trilogía y tengo los libros así que te estará vigilando
moi-06yoyo- Sennin
- Mensajes : 1677
Edad : 33
cuarto de sakura en su cama con ella
102064
Re: los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
yo igual e leido los libros y te lo mirare con lupa xDD
lo de que parezca una columna el escrito es por algun error???
lo de que parezca una columna el escrito es por algun error???
Hawk- Genin
- Mensajes : 175
Edad : 30
defendiendo el abismo de helm con Gimli..Llevo 25!!!
1900
Posesiones :
Re: los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
.... GENIAL.
Me encanta los juegos del hambre, y en versión Naruto mas.
El fic promete, y mucho.
Espero la continuación con ansias.~
Sigue escribiendo.
Matte ne~~
Me encanta los juegos del hambre, y en versión Naruto mas.
El fic promete, y mucho.
Espero la continuación con ansias.~
Sigue escribiendo.
Matte ne~~
Re: los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
Fue interesante el inicio!
Tengo muchas ganas de ver como continuas la historia y la verdad no habia pasado por mi cabeza el que alguien hiciera un FF de los juegos del hambre.
Espero el proximo capitulo!
Atte
Alice
Tengo muchas ganas de ver como continuas la historia y la verdad no habia pasado por mi cabeza el que alguien hiciera un FF de los juegos del hambre.
Espero el proximo capitulo!
Atte
Alice
alice272- Jounin
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En un pasillo perdida
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Re: los juegos del hambre, en llama, sinsajo [tp] [capi 1] [30-11-12]
No es exactamente un fanfic, se está reproduciendo literalmente una obra protegida por derechos de autor, cambiando los nombres de los protagonistas.
Lo siento pero tengo que cerrarlo. Hacer una adaptación está bien, pero no copiar y pegar palabra por palabra.
Cualquier duda o queja, hablamos por mp.
Lo siento pero tengo que cerrarlo. Hacer una adaptación está bien, pero no copiar y pegar palabra por palabra.
Cualquier duda o queja, hablamos por mp.
Layla- Consejo de escritores
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