"El Guardian de los Cinco Elementos" (+15) Capitulo 7 (17/12/16)

Los gritos de victoria no se hicieron esperar en el campo de batalla. Kaguya había sido derrotada, por fin eran libres del Tsukuyomi Infinito. No más guerra, no más muertes…
No muy lejos de allí, una kunoichi de cabellos rosados intentaba parar la hemorragia que brotaba de los brazos de sus dos compañeros de quipo. Su rostro reflejaba seriedad, preocupación y concentración.


- Sakura-chan…-
- Calla Naruto, no hables…- le respondió a su rubio amigo.
- Sakura…-
- Silencio, Uchiha…-


Una vez que se detuvo la hemorragia, dejó de hacer fluir su chakra médico. Sacó un par de vendas de su estuche y comenzó a vendar los brazos amputados. Pudo ver de reojo como su antiguo maestro los observaba en silencio, acercándose lentamente hasta quedar a su altura.


- Kakashi-sensei, ayúdeme a levantarlos…- se acercó a Naruto y pasó su brazo sano por sus hombros, posando su otra mano en su pecho-
- Sakura-chan estoy bien, de veras…-
- Naruto dije que no hablaras, aun estas muy débil…-


El peligris hizo lo mismo con Sasuke, y así, el antiguo equipo siete comenzó a caminar lentamente hacia el campamento médico. El rubio y el azabache cruzaron miradas, y de pronto Naruto comenzó a reír, Sasuke apenas sonrío y negó con la cabeza. Por fin, después de tanto esfuerzo, el joven Uzumaki pudo cumplir con su promesa… su amigo había vuelto.


- ¡Sakura-chan! ¡Por fin lo hice! ¡Cumplí con…!- pero se detuvo al observar el rostro de su amiga. Estaba seria, con la mirada fija en el frente. Parecía molesta, muy molesta… y eso bastó para que su sonrisa desapareciera y se enfocara en seguir caminando. Ya hablarían después…


Estaba agotado… No lo había notado al principio, pero a medida que se acercaban al campamento, el cansancio y dolor comenzaron a hacerse presentes en su cuerpo. Quería dormir… ¡por los dioses! Cómo ansiaba descansar en una suave y tibia cama. Observó al Uchiha y pudo notar que el cansancio también se reflejaba en su rostro.
Una vez que llegaron, Naruto se dio cuenta que a pesar de haber terminado la guerra, aún quedaban muchas cosas por hacer. Los ninjas médicos corrían de un lado al otro; sanaban a los heridos de mayor urgencia primero, y los que presentaban heridas leves eran ayudados por sus propios compañeros. Otro grupo de shinobis se ocupaba de los fallecidos… quizás la tarea más difícil de todas. Tener que reconocer el cuerpo de un amigo, padre, hermano, tío… no debía de ser nada fácil.
Entre todo el alboroto, el rubio divisó a varios de sus amigos y se alegró que estuvieran sanos y salvos.


- ¡Shizune-sempai! -exclamó la pelirrosa al ver a la morena acercarse rápidamente- Necesitamos ayuda…
- ¡¿Por Kami-sama, pero qué les pasó?!- cuestionó asustada al ver los brazos de Naruto y Sasuke-
- Te lo contaremos después Shizune… por ahora, estos dos necesitan atención médica cuento antes…- dijo tranquilamente Kakashi.
- Kakashi… tu ojo…- lo observo sorprendida.
- Lo sé… gracias a Naruto… - sonrío bajo su máscara y observó a su alumno, el cual le devolvió una leve sonrisa.
- Entiendo… -sonrío también- Vengan por aquí, hay una tienda disponible… iré a buscar a Tsunade-sama!-


El equipo siete siguió caminando hasta la tienda que les indico la morena; Sakura ayudó al rubio a sentarse en una camilla, mientras que su maestro hacia lo mismo con Sasuke. A los pocos minutos Shizune regresó, esta vez acompañada de Tsunade. La rubia se acercó y le sonrió orgullosa a su joven alumna.


- Haz hecho un trabajo excelente, Sakura… me enorgulleces…-
- Gracias, sensei… -la pelirrosa sonrió a su maestra y volvió a enfocarse en su compañero de equipo- logré detener la hemorragia pero… no los revise completamente…
- Hiciste bien… ahora descansa un poco, yo me ocupare de estos dos…-
- Estoy bien, sensei… me ocupare de Naruto ahora-
- Pero Sakura-ch…- el rubio cerró la boca inmediatamente al ver el rostro de su amiga y un escalofrío le recorrió la espalda-
- Muy bien, entonces yo me ocupo de Sasuke…-


Ambas kunoichi comenzaron a curar las heridas de los dos shinobis, mientras Shizune se encargaba de revisar a Kakashi en caso de que este presentara alguna herida… por suerte, solo eran mínimas, algunos raspones y uno que otro corte. En el caso de Naruto y Sasuke, tenían desde cortes hasta fracturas en diversas partes del cuerpo, además de la evidente amputación de sus brazos. Realmente era sorprendente ver cómo a pesar de todas sus heridas, ambos habían sido capaces de ponerse en pie, aunque con ayuda, y de haber caminado hasta el campamento.

Después de haberlos examinado, curado y vendado, el rubio y el azabache recibieron el discurso de sus vidas una vez que Tsunade estuvo al tanto de su “maravillosa” idea de resolver sus problemas. Mientras Naruto temía por su vida y sonreía nerviosamente al ver a la rubia tan cabreada, Sasuke parecía no haberse inmutado en lo más mínimo. Lo que nadie sabía, era que por dentro estaba temblando de miedo, y que gracias a su orgullo como Uchiha, jamás dejaría que nadie viera.


- … ¡Y la próxima vez que se les ocurra algo tan “magnifico” como esto, yo misma me asegurare de amputarles los brazos restantes! ¡¿Han entendido?!-
- ¡Si, Tsunade-oba… digo, Tsunade-sama!- respondió el rubio, blanco como un papel-
- Si… -susurró el azabache, apenas audible-
- ¡No te escuche, Uchiha!-
- Si, Tsunade-sama… -la observó con algo de miedo, abriendo un poco sus ojos, aunque a los pocos segundos volvió a poner aquella mirada fría y seria-
- Bien, ahora si me disculpan… tengo otros asuntos que atender, la guerra terminó, pero hay trabajo de hacer… vamos Shizune-
- ¡Hai! -
- Sakura, descansa un poco, lo digo en serio…-
- Esta bien, sensei…-


La rubia salió y Shizune la siguió, al igual que Kakashi, alegando que ayudaría a los demás shinobis en sus tareas. Y así se quedaron solos, el azabache, el rubio y la pelirrosa, el quipo siete original…
Se hizo un silencio incómodo, ninguno se atrevía a hablar, dar el primer paso… había mucho que decir, pero las palabras parecían no querer fluir. Sakura comenzó a caminar lentamente hacia un banco y lo acercó hasta la camilla donde se encontraba recostado Naruto, y sin siquiera mirarlo o dirigirle la palabra, acomodó su cabeza y sus brazos sobre la camilla, cerrando los ojos.


- ¿Sakura-chan, qué…?- la observó algo confundido, pero decidió guardar su comentario al verla profundamente dormida. Si que estaba cansada…
- Aún no lo entiendes, ¿verdad dobe…?- susurró Sasuke con un poco de burla-
- ¿De qué hablas…?-
- Si que eres lento…-
- ¡Ya deja los misterios, teme! Si tienes algo que decir, dilo claramente…-susurro algo frustrado-
- Estas tan preocupado en que ella este conmigo… que no te has dado cuenta que sus sentimientos cambiaron…-
- ¿Que estás diciendo…? Si ella dijo…-
- Si, me amaba… tiempo pasado, dobe… además no creo que eso pueda llamarse amor… creo que solo estaba obsesionada conmigo…- se acomodó en la camilla como pudo y cerró los ojos, durmiéndose, dejando aún mas confundido al rubio-
- “¿Será verdad lo que dijo Sasuke…?” -miro a la pelirrosa dormida a su lado- “¿Ya no estás enamorada de él, Sakura-chan…?”-


Naruto se acomodó en la camilla y cerró los ojos, intentando despejar las dudas de su cabeza, hasta que el cansancio lo obligó a dormirse… pensando que quizás… tan solo quizás, lo que su amigo dijo fuera cierto…






Continuará…

Capítulo 2


Naruto y Sasuke durmieron cuatro días enteros, y durante esos días, Sakura no se separo de ellos en ningún momento. Constantemente los revisaba y les cambiaba las vendas, pero se enfocaba principalmente en los brazos que habían sido amputados. Cada vez que observaba aquellas heridas, los miraba con tristeza, pero en especial al rubio…


-“Esto es mi culpa… de no ser por mi estúpida promesa, ambos estarían bien… Naruto no habría perdido su brazo… por mi culpa no podrá ser Hokage…”- pensaba mientras se acercaba a la camilla del rubio y lo miraba con los ojos humedecidos por las lágrimas-


Fue entonces cuando sintió que algo tomaba su mano suavemente, bajo la mirada y se encontró con la del kitsune. La observaba preocupado, triste y confundido.

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Había dormido como nunca y ya comenzaba a sentirse mejor, estaba contento y sobre todo tenía muchas ganas de hablar con su amiga pelirrosa, pero en cuanto abrió los ojos, se dio cuenta de que ella lloraba… ¿Por qué?
Inmediatamente pensó que nuevamente el Uchiha se había ido, y rápidamente dirigió su mirada a la camilla que se encontraba frente a él: el azabache seguía dormido… ¿Entonces por qué? ¿Por qué o quién lloraba?


- Sakura-chan, ¿Por qué lloras?-
- No es nada Naruto, no te preocupes…- trato de ponerle una leve sonrisa pero no había funcionado-
- Sabes que puedes contarme lo que sea… somos amigos ¿o no?-


La pelirrosa lo miró y suspiró, haciendo un esfuerzo por sonreírle a su rubio amigo. Él la miraba fijamente, esperando una respuesta.


-Por supuesto que somos amigos Naruto…-
-¿Entonces por qué lloras Sakura-chan?-
-Es solo… que todo es mi culpa…-


Esa última oración dejo confundido al joven. ¿Por qué Sakura se sentía culpable? Ella no le había arrancado el brazo, ni lo había lastimado… a no ser, que se estuviera refiriendo…


- Sakura-chan, si es por lo de ese “Te amo” que me dijiste…-
-No solo es por eso Naruto, es por todo lo que te hice en este tiempo… comenzando por esa estúpida promesa… -nuevamente, la pelirrosa sentía como las lagrimas amenazaban por salir-
-Escucha, Saku…-
-No, escúchame tú a mí…-lo miró fijamente- Fui una egoísta… porque en ese momento solo estaba pensando en mi… y sin darme cuenta, te hice muchísimo daño. Puse una carga sobre tus hombros que era innecesaria… teniendo en cuenta todo el peso que ya cargabas… -a este paso, las lagrimas habían comenzado a deslizarse por sus mejillas- estaba tan ciega… y termine lastimando a la única persona que siempre estuvo ahí para mi… todo es culpa mía…-
-Sakura…-
-Déjame terminar…-se secó algunas de sus lágrimas con sus manos- Jamás te agradecí… todo lo que hiciste por mí. El haberme salvado tantas veces, tratando de animarme con tus tonterías a pesar de que sabias que te golpearía… -una pequeña risa escapo de sus labios- pero que al final terminabas por sacarme una sonrisa… yo no merezco un amigo así, Naruto… no después de todo lo que hice…


El rubio se había quedado anonadado, no podía creer lo que escuchaba. Sakura, su Sakura-chan se estaba disculpando por todo lo que lo había hecho sufrir… pero lo que ella ignoraba es que él nunca la culparía de nada. Por más palizas que le diera o por más dolor que le hiciera sentir al pensar que ella quería a su amigo… él la amaba tal y como era. Quizás sí, si era algo masoquista de su parte, pero después de todo, estamos hablando de Naruto Uzumaki.


- Ahora escúchame tú a mí, Sakura-chan…-susurró con una voz extrañamente calmada, que hizo que la pelirrosa se sorprendiera un poco y lo mirara fijamente- Yo no puedo perdonarte…
-Lo entiendo… -susurró la kunoichi y agachó su mirada, dándose la vuelta con la intención de marcharse lo más pronto posible de la carpa… pero algo la detuvo, y cuando se giró para ver que era, se dio cuenta que la mano del rubio la sujetaba suavemente del antebrazo-
-No puedo perdonarte porque no hay nada que perdonar… -y fue ahí cuando le sonrió, con aquella sonrisa tan característica del joven rubio- jamás te he culpado de nada, Sakura-chan… y sobre la promesa, no lo hice solo por ti, tambien por mi… por el equipo siete… -soltó lentamente su brazo y limpio las lagrimas que se deslizaban por el rostro de la chica- deja de culparte… ¿sí? Porque yo nunca lo he hecho…
-Naruto… ¿Por qué…? ¿Por qué eres así conmigo…? -lo sabía perfectamente, pero necesitaba oírlo de sus labios-
-Porque yo… yo…-
-Miren nada mas, que bonita escena… -se escuchó una voz burlona proveniente del otro lado de la carpa-



Tanto Naruto como Sakura se sonrojaron al instante, dirigiendo sus miradas a la camilla de Sasuke, donde el azabache los observaba con una sonrisa bastante burlona.

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El Uchiha se había despertado prácticamente al mismo tiempo que el rubio; estuvo a punto de levantarse… cuando escuchó a la pelirrosa llorar y entendió que ellos necesitaban hablar, y al ser incapaz de moverse de la camilla, optó por hacerse el dormido. Mientras los escuchaba hablar, solo pensaba “Me alegro que maduraras, Sakura… y que te dieras cuenta…” “Dobe, no arruines esta oportunidad…”. Aunque al final pensó… “Esto se está volviendo muy cursi y aburrido… y lo último que necesito es que se pongan a hacerlo aquí mismo…”. Y así, fue que puso en práctica una de sus mejores especialidades: molestar a Naruto y avergonzarlo como nunca.


-Así que… ¿Para cuándo la boda? O es que aún no le dijiste…-fue interrumpido cuando de la nada, una almohada voló a su cara-
-¡Teme idiota! ¡Estaba a punto de hacerlo hasta que hablaste!- el rubio observaba completamente rojo al azabache-
-¡¿Qué rayos, dobe!? ¡A mí nadie me tira una almohada a la cara!- el Uchiha apartó el almohadón de su cara y fulminó con la mirada a su amigo-
-¡¿A si?! ¡¿Y qué vas a hacer, eh?!- se levantó de la camilla de un salto y alzó su mano, formando un puño-
-¡Ahora lo vas a ver!- hizo lo mismo que Naruto y se acercó, chocando sus cabezas, prácticamente lanzándose rayos con las miradas, ambos dispuestos a terminar lo que supuestamente había acabado ya en el Valle del Fin… cuando sintieron que algo los jalaba fuertemente de las orejas.


Y ese algo, no eran nada más y nada menos que las manos de una pelirrosa kunoichi que los observaba con tal furia, que parecía que sus ojos estaban encendidos con fuego. ¿Es que sus idioteces nunca terminarían? Pero bueno… ¿que podía esperar de un rubio hiperactivo y baka como Naruto, y de un azabache frio y calculador como Sasuke? Parecía que lo único que existía en la cabeza de aquellos dos era pelear hasta la muerte, aun por las cosas más pequeñas y absurdas del mundo, como por ejemplo… una almohada en la cara.


-¡¿Qué les dijo Tsunade-sama acerca de volver a pelear?!-
-¡Itteee! ¡Sakura-chan, eso duele!- el rubio observó a la pelirrosa con unos lagrimones, intentando soltarse-
-Agh… Sakura, de verdad duele…-susurro el azabache, haciendo una mueca-
-¡Les va a doler peor a la próxima que se les ocurra volver a pelear por semejante tontería!-
-¡Esta bien, está bien! Ya suéltanos, Sakura-chan… ¡No siento mi oreja!-
-¡De acuerdo…! Ya no vamos a pelear… ¡Solo suéltanos!-
-Les juro… que si no los hubiera visto pelear… ¡diría que son los shinobis más imbéciles del mundo! -y con eso, los soltó, no sin antes dirigirles una mirada de mil demonios y darse vuelta, para que evitaran ver su sonrojo- “Maldita sea, Sasuke… ¡estaba por decirme algo importante!”-


Una vez que sintió que el calor en sus mejillas se había dispersado, se dio vuelta y los observó, ambos hacían una mueca sentados en el suelo y se frotaban las orejas. Suspiró profundamente, relajándose, y ayudó a ambos a ponerse en pie, sentándolos en las camillas. Momentos después, una pequeña risa escapó de sus labios, que luego fue intensificándose, haciendo que sus dos compañeros de equipo la miraran confundidos. El rubio fue el siguiente en empezar a reír, contagiándose de su amiga pelirrosa… e incluso el azabache dejó escapar una pequeña carcajada, no pasando desapercibida por sus amigos. Cuando las risas terminaron, tanto Naruto como Sakura se limpiaban las lágrimas que les habían salido después de tanto reír. Se miraron entre sí, los tres sonriendo. Ahora si…nuevamente… el equipo siete estaba completo… porque no serían el equipo siete sin un Uzumaki y un Uchiha peleando por tonterías, y una Haruno tratando de ponerlos en su lugar con un buen golpe…


Continuara…

Capitulo 3:



Los pasos apresurados del capitán Hatori no se hicieron esperar, resonando por los pasillos del oscuro palacio. Habían sido liberados del Genjutsu… entonces, eso quería decir que Kaguya había sido derrotada… por lo cual, en teoría… ¡Si, ÉL debía de haber despertado ya!
Comenzó a caminar rápidamente, llegando a una enorme habitación, completamente a oscuras, a excepción de dos grandes ventanales que, aun estando cubiertos por pesadas cortinas de color pardo, dejaban pasar algunos rayos de luz.
Allí, en medio del cuarto, se erguía una estatua… representaba la clara figura de un hombre, que era todo menos humano. Su rostro reflejaba ira, con sus brazos alzados por encima de su cabeza, arrodillado sobre el pedestal en donde se encontraba apoyado. Aun siendo de piedra, se podía sentir la oscuridad que emanaba de esta.
Hatori se acercó, con pasos lentos, decepcionado de que su teoría no se hubiese hecho realidad. Revolvió sus cabellos castaños con frustración, acercándose a la estatua.


-No es posible… ya debería de haber despertado… todos estos años, alimentándose de la crueldad y la violencia humana… ¡no lo entiendo!-


En ese mismo momento, con ese último grito, la estatua comenzó a brillar. Toda la habitación tembló, los cuadros que se encontraban colgados cayeron al suelo, los vidrios de los ventanales comenzaron a quebrarse, el suelo bajo la estatua se agrietó… y de pronto nada. El hombre de piedra dejó de brillar y el capitán lo observaba sorprendido, retrocedió un par de metros cuando un aura negra rodeó la estatua. Justo después se escuchó una explosión, y todo se volvió negro.
Cuando despertó, Hatori notó que la estatua ya no estaba, pero en su lugar había una figura… la figura de un hombre arrodillado, con la cabeza mirando hacia el suelo, los puños cerrados, al igual que sus ojos…


-Mi señor…- susurró, y eso bastó para que la figura se levantara a toda velocidad y tomara al joven capitán por el cuello, cortando su respiración.
-¡¿Quién eres tú?!- exclamó, su voz casi sonando como un rugido; sus ojos rojos analizando a su víctima de arriba abajo.
-M-Mi… nom-bre… - dijo apenas, llevando ambas manos a su cuello, intentando apartar aquellos fríos dedos de su garganta, que le impedía respirar con normalidad- Ha-Hatori…
-¿Hatori?… eso me suena… familiar…-
-Sa-Saiko… Hatori… le sirvió…a-a… usted, m-mi señor…-


Cuando finalmente lo soltó, el capitán comenzó a toser con fuerza, intentado recuperar algo de aire. Se incorporó lentamente, temblando un poco, y observó detenidamente al hombre que casi lo mata. Para su asombro, aquel hombre parecía casi tan joven como él, inclusive un poco más, aunque no podía dejarse engañar… después de todo, llevaba cientos de años dormido, encerrado en aquel cuerpo de piedra. Notó que tenía el cabello negro, sus ojos rojos que lo estudiaban, su piel pálida y lisa… era bastante alto y delgado, pero también robusto.
Una armadura negra y roja adornaba su pecho, con algunos detalles dorados, una camisa negra debajo de esta y unos pantalones negros rasgados, unas botas oscuras y brillantes, y en cada muñeca unos brazaletes de plata.
Fácilmente podría intimidar a cualquier hombre, mujer o niño, pero lo que más asustaba de aquel extraño ser no era su tamaño, ni su vestimenta, ni sus ojos… era la oscuridad que transmitía. Bastaba solamente estar cerca de aquel hombre para sentir miedo, terror, rogar porque su vida no fuese exterminada…


-Si… Saiko… -susurró caminando tranquilamente por la habitación, observando cada detalle de aquel lugar- Lo recuerdo… pero tú…- volvió a mirar al capitán- tú no eres Saiko…
-No, mi señor… Saiko era mi tataratataratatarabuelo… yo soy Akira…
-Y dime, Akira… ¿cuántos años han pasado? Si dices que Saiko… es tu antepasado… -se acercó lentamente, quedando a unos pocos centímetros del capitán- ¿Cuánto tiempo llevo dormido…?
-Bueno… -de pronto su garganta se sintió seca, y casi no pudo respirar nuevamente- aproximadamente…doscientos años, mi señor…
-Ya veo… -dijo después de algunos minutos de silencio-


Se alejó del joven castaño, que lo observaba nervioso, comenzando a caminar nuevamente por aquella habitación. Doscientos… ¡Doscientos años atrapado en aquella maldita estatua! Maldijo por lo bajo el día en que aquel guerrero de blanca armadura apareció y lo sentenció a vivir en aquella prisión de piedra… Pero se vengaría, si… lo encontraría y lo destrozaría con sus propias manos. Aunque, si había pasado tanto tiempo, entonces ya debería de haber muerto…
Maldijo nuevamente, acercándose a uno de los ventanales, observando los jardines de aquel palacio, y más allá, intentando ver por sobre las grandes montañas rocosas que rodeaban y ocultaban su ubicación.
Reflexionó unos momentos, y sonrió sádicamente para sí mismo, dejando que dos de sus colmillos se asomaran por la curvatura de sus labios. Si no podía matar a aquel guerrero, entonces desquitaría su ira con sus descendientes… pero nuevamente un problema… ¿Cuál era su apellido? Recordaba que al momento de enfrentarlo, el muy idiota le había dicho su nombre completo… pero ahora no lo recordaba, tan solo un par de ojos azules y una cabellera blanca llegaron a su mente… pero el nombre jamás.
Quizás con el tiempo, aquel nombre llegaría a su memoria… por el momento, necesitaba ponerse al tanto de la situación, y por sobre todo, necesitaba recuperarse, necesitaba… su espada…


-Akira… ¿Dónde está mi espada?-
-¿Su… espada, mi señor…?- el castaño lo miró confundido, pero a la vez con temor por lo que su respuesta causaría en su amo-
-Si… mi espada, ¿Dónde está?-
-No… no lo sé, mi señor… cuando Saiko lo trajo aquí… a su palacio, no trajo ninguna espada… solo a usted, mi señor…-
-Me estás diciendo… ¡¿Qué la perdieron?!
-¡N-No! ¡Es… que simplemente no-no estaba!-


Era imposible, recordaba perfectamente que su espada estaba a su lado en el momento…en el momento que fue atrapado por aquel Jutsu. Entonces… solo había una respuesta… aquel guerrero la había tomado. ¡Su espada! ¡En manos de aquella escoria!
Debía encontrarla, si es que no había sido destruida ya…
Una extraña sensación comenzó a recorrerle el cuerpo ante aquel pensamiento, pero inmediatamente la desecho. No, no había sido destruida… pues era prácticamente indestructible. Además, la sentía… la fuente de todo su poder estaba cerca, pero no sabía donde, en qué lugar comenzar a buscar.
Se acerco al capitán y jalándolo por un pliegue de su armadura lo aproximo a su rostro, con sus ojos rojos clavados en los del joven.


-¡Quiero un equipo de búsqueda! ¡Pero ya!-
-¡S-Si señor! ¡D-De inmediato!-


Akira salió disparado por los pasillos, agradecido de al fin estar lejos de aquel ser oscuro, pero a su vez, nervioso y asustado por lo que sucedería si no encontraban aquella bendita espada. Inmediatamente contacto a sus mejores rastreadores y espero por su llegada.


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Todos en el reino comenzaban a despertar. Los que ya llevaban un buen rato fuera de aquel Genjutsu ayudaban a los demás aldeanos a ponerse en pie; varios guardias reales se acercaron a socorrer a las personas, trayéndoles agua y algo de comida para que se recuperaran. Dentro del castillo, era el mismo caos. Sirvientes y mucamas corrían por todos lados, algunos confundidos, otros asustados, pero al igual que la mayoría, felices de que todo hubiese terminado ya.
El gobernante de aquellas tierras también estaba contento. Ahora solo aguardaba que sus más leales ninjas, que habían prestado sus servicios a la Alianza Shinobi, volvieran sanos y salvos a su hogar; pues él no era como cualquier rey… no, no era egoísta, avaro o codicioso… y siempre trataba a sus súbditos y a sus ninjas con el mismo respeto con que lo trataban a él. Le preocupaba tener que darles alguna mala noticia a las familias de aquellos jóvenes…
De pronto un escalofrió le recorrió la columna, y una fuerte puntada le atravesó las sienes; fue tanto el dolor, que tuvo que arrodillarse para no desplomarse en el suelo de su habitación.


-No… no puede ser…-
-¡Soun!-


El grito por parte de su esposa lo hizo salir de sus pensamientos. Sintió sus delicadas manos posarse en sus hombros, ayudándolo a ponerse en pie. Cuando su esposo volteo, su expresión la asustó. Terror puro era lo que reflejaba el rostro de su marido, sus ojos negros parecían turbados y noto que comenzaba a sudar. Lo ayudó a sentarse en la cama de ambos y posando sus dos manos en sus mejillas, hizo que la mirara. Sus ojos azules chocaron con los negros de Soun, hasta que el por fin pareció salir de su letargo y la miro.


-Querido… ¿Qué sucede?-
-Él… él despertó…- observó a su esposa, que lo miraba confundida-
-¿Quién, Soun? ¿Quién despertó…?-
-Akuma… Akuma despertó… y busca su espada…-


El rostro de su esposa comenzó a reflejar el mismo miedo que sintió él unos minutos atrás; intento calmarla y deposito un suave beso en sus cabellos dorados. La abrazo contra su pecho. Luego de estar unos minutos abrazados, Soun se levanto de un salto y miró a su esposa.


-Miyuki… llama al capitán de la guardia inmediatamente… necesitamos reforzar el castillo…-
-Pero querido… ¿qué pasara con…?-
-Por eso mismo… hay que reforzar el santuario a toda costa… -paseó por su habitación, nervioso ante tal pensamiento- Si esa espada vuelve a manos de Akuma… la humanidad será destruida… y todo el esfuerzo de la Alianza por proteger nuestro mundo será en vano…


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-¡¿Por qué tardan tanto, Akira?!- rugió furioso, acercándose al castaño capitán, quien comenzó a temblar-
-Y-Ya llegaran… m-mi señor…-


Minutos después, cuatro figuras aparecieron de entre las sombras y se arrodillaron ante Akuma y Akira, sus rostros cubiertos por mascaras blancas y negras, todos con vestimenta similar: unos pantalones azul oscuro, camisas negras y chalecos grises, porta- kunais a cada lado de sus cinturas, y en cada espalda, una espada de diferente forma y tamaño.


-Mi señor…- susurraron los cuatro hombres al unísono-
-Hasta que llegan, banda de incompetentes… -los cuatro se miraron entra si, nerviosos y temerosos- ¡Ya, levántense!


Cuando se pusieron de pie, el pelinegro se acercó, estudiándolos, caminando lentamente de un lado al otro. Luego se detuvo, quedando en medio de la habitación, sonriendo siniestramente.


-Quiero que busquen mi espada… pero ustedes no podrán encontrarla si no saben cómo…-
-P-Pero… ¿entonces qué…?- se atrevió a preguntar uno de ellos, y segundos después el hombre se encontró estampado contra la pared más cercana.
-Jutsu de Oscuridad: Sello Maldito…-susurró Akuma tranquilamente-


El hombre se retorció del dolor, sintiendo que algo quemaba en su pecho.
Apartó su chaleco y su camisa rápidamente, y pudo comprobar que ahora había una especie de sello marcado en su piel. Levantó su mirada y vio directamente a aquellos ojos rojos, que ahora lo observaban, sonriendo con burla. Aquel hombre ni se había movido de su posición, tenía un brazo levantado, con la palma de su mano brillando, apuntando en su dirección.


-Solo así encontraran mi espada… cuando estén cerca de ella, el sello en tu pecho se tornara rojo…- se acercó lentamente al resto de los hombres, que observan estupefactos a su compañero- ¡Ahora retírense! ¿O es que alguno desea que también les coloque el sello?-


Temblorosos, pero a toda velocidad, los cuatro ninjas desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Mas les valía encontrar aquella espada, porque si volvían con las manos vacías… no querían ni imaginarse de lo que aquel ser era capaz de hacerles.
El pelinegro se tambaleo un poco y Akira se acerco a toda velocidad para socorrerlo. Aquel sello le había quitado demasiado chakra… ¡odiaba sentirse así de débil! Aparto al castaño de un empujón y le dirigió una mirada de pura rabia. El capitán retrocedió y ya no intentó acercarse a su amo. Camino hasta el centro de la habitación, en donde un enorme trono de madera se había alzado; se sentó tranquilamente y se relajo.


-Si esos inútiles no encuentran mi espada… pagaran con sus vidas… y tambien con la tuya, capitán… ahora, déjame solo-


Ese comentario basto para que Akira se quedara en shock. Comenzó a sudar frio y con pasos lentos se dirigió fuera del cuarto hacia su alcoba, rogando porque aquellos cuatro idiotas encontraran la maldita espada…





Continuará…

Capitulo 4 (Parte 1):



Tres días; era lo que habían tardado tanto él como Sasuke en recuperarse de sus heridas. Aunque no estuviesen completamente sanos, se sentían lo suficientemente fuertes como para regresar a Konoha sin ninguna complicación, todo gracias a los constantes cuidados de Sakura y Tsunade.
Mientras esperaba que sus compañeros y amigos terminaran de desmontar las carpas, Naruto decidió caminar por los alrededores. El aburrimiento lo estaba matando; pero quizás lo que lo tenía más inquieto era la conversación que tenía pendiente con su pelirrosa amiga. Desde la “maravillosa” interrupción de su amigo Uchiha, no habían vuelto a estar solos, ya sea porque a Sakura la necesitaban para ayudar con los heridos, o por las constantes visitas de sus amigos.
Suspiró profundamente y pateó un par de rocas en frustración.

De un momento a otro, el joven ninja de ojos azules alzo su vista rápidamente y la enfocó en la cadena montañosa que se encontraba a varios metros frente a él.
De nuevo aquella extraña sensación lo recorrió de pies a cabeza y frunció un poco el ceño; la había sentido desde el primer día en que la guerra acabó, pensando que al principio solo se trataba del cansancio jugándole una mala pasada…
Cuando la volvió a sentir al segundo día, lo primero que llegó a pensar era que quizás Madara no estaba muerto… pero abandonó ese pensamiento rápidamente, pues se sentía diferente…
Aquella presencia era mucho más oscura y siniestra, más poderosa inclusive…
Caminó un par de metros en esa dirección y se detuvo… sentía que alguien lo llamaba a lo lejos. Y en efecto, así era. Observó a su compañera de equipo correr en su dirección, y cuando finalmente lo alcanzó, Naruto se dio que cuenta de que parecía algo molesta.


-¡Baka, hace horas que te estoy llamando! Ya nos vamos…-
-Lo siento Sakura-chan, me distraje un poco…-susurró y volteó su mirada, volviendo a observar las montañas-
-¿Naruto…?- la pelirrosa pudo notar la seriedad en el rostro del rubio y eso la preocupó- ¿Qué pasa…? ¿Qué tienes…? –Colocó una de sus manos en su hombro derecho-
-Nada, nada… -soltó una pequeña risa, frotando su nuca nerviosamente- creo que son solo imaginaciones mías, no me hagas caso…-
-¿Seguro…?- susurró observándolo detenidamente-
-Sí, si… anda, vamos… ya tengo ganas de irme de aquí… -rió un poco y luego sonrió, comenzando a caminar-


La pelirrosa lo siguió momentos después, no sin antes echar un vistazo rápido en la dirección en la que anteriormente su rubio amigo se encontraba mirando. Frunció un poco el ceño y sacudió lentamente su cabeza, alcanzando a su compañero.
Se colocó a su lado y llevó sus manos a su espalda, entrelazándolas. Se inclinó un poco y observó al rubio unos momentos, preocupada. Llevaban casi cinco minutos en silencio; si conocía lo suficiente a Naruto, era extraño verlo tan callado… parecía distante, alejado de toda realidad.


-“Quizás esta molesto porque no hemos podido hablar…”- reflexionó para sí misma- “Aunque no es culpa de ninguno de los dos… quizás, ahora que estamos solos…”-
-Sakura-chan… -murmuró el joven shinobi, sacando de sus pensamientos a su amiga pelirrosa-
-¿Si, Naruto…?-susurró algo sorprendida-
-Sobre la conversación del otro día…- se sonrojó levemente-
-Lo sé, lo mismo te iba a decir…- susurró, sonrojándose al igual que el rubio-
-Quizás ahora podamos…-
-¡Naruto, Sakura! ¡Hasta que llegan! ¡Estuvimos a punto de dejarlos!- exclamó cierta rubia de cabello largo y ojos celestes, interrumpiendo la charla de aquella pareja, algo fastidiada por su tardanza-
-¡Ino! ¡No hace falta ser tan escandalosa!- exclamó la ojiverde, igual de molesta-


Nuevamente, alguien interrumpía su charla con Naruto. Simplemente, parecía casi imposible de creer… como si Kami-sama no quisiera que aquellos dos terminasen de hablar.
A este paso, pensó, nunca llegaría a aclarar aquellos sentimientos que comenzaban a surgir en su interior, ni tampoco sería capaz de despejar sus dudas. Suspiró profundamente y lo observó, como queriendo decir: “Disculpa, ya hablaremos…”. El rubio simplemente le sonrió; y así, los ninjas de Konoha emprendieron su largo camino a casa.


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Un par de ojos rojos escudriñaban las montañas que se alzaban al fondo del valle; algo le había llamado la atención, una extraña sensación… como si… como si alguien lo estuviese mirando…
No, no podía ser… habían pasado doscientos años. No debería estar vivo… ¡un simple mortal como él no podría haber sobrevivido tanto tiempo! Pero aun así aquella presencia… era la misma… de eso estaba seguro.
Apartó su mirada de las montañas solamente cuando sintió que Akira se acercaba. El joven capitán se veía agitado; se apoyó un momento en sus rodillas, intentando recuperar el aliento.


-Habla ya, Hatori… y más te vale que sean buenas noticias- susurró tranquilamente, al tiempo que sonría de forma siniestra-
-Los rastreadores… encontraron su espada, mi señor…- comenzó diciendo, con sus ojos negros clavados en la tierra-
-¡Excelente…!- exclamó, pero fue interrumpido antes de acabar la frase-
-… pero hay un problema, Lord Akuma…- tragó en seco y poco a poco levantó su mirada, encontrándose frente a frente con aquellos ojos rojos que ahora lo observaban con furia-
-¿Qué clase… de problema…?- dio un paso hacia adelante, y luego otro, y otro más, hasta quedar a solo unos pocos centímetros de Akira, que ahora lucia indefenso-
-S-Su espada… no está… d-donde debería estar…-
-¡Acabas de decirme que la habían…!- dijo alzando su voz poco a poco-
-¡E-Es que el sello…! ¡El sello b-brilló! Pero al inspeccionar la zona… no estaba…-


Eso era imposible… ¡su sello no brillaría por nada si la espada no estuviera cerca! Debía estar, no había margen de error… a menos… ¡a menos que aquel guerrero le hubiese tendido una trampa!
Dejó escapar un grito de frustración y de ira, asustando al joven que se encontraba arrodillado frente a él.
Lo levantó por los pliegues de su armadura y lo miro fijamente a los ojos, enseñando sus colmillos; lo alzó de tal manera que sus pies no llegaban a tocar el suelo, la expresión en su rostro era de terror puro, casi implorando con sus ojos que no lo matara en ese momento.


-¡Quiero que busquen en un perímetro de quince metros a la redonda, desde donde el sello comenzó a brillar, ahora! ¿¡Entendido!?-
-¡S-Si! ¡De i-inmediato, señor!-


El capitán salió corriendo hacia el palacio, dejando a un Akuma bastante furioso e impotente. Si tan solo tuviera sus poderes...
Comenzó a acumular una pequeña cantidad de chakra en una de sus manos, formando una pequeña flama; pero había algo diferente… su chakra era negro. Siguió acumulándolo hasta que la flama adquirió una tamaño bastante significativo y, desquitando la rabia que sentía en esos momentos, la arrojó contra un grupo de arboles que se encontraban a unos metros.
En el instante que en el que aquella flama hizo contacto con los troncos, estos comenzaron a pudrirse, a degradarse… como si aquel chakra les consumiera la vitalidad… hasta que finalmente, de aquellos árboles solo quedo una especie de polvillo negro…
Akuma cayó de rodillas, agitado y agotado; su vista comenzó a nublarse, se mareó… y luego se desplomó en la tierra.
Un recuerdo saltó en su cabeza…


-“Tu era de terror y destrucción llego a su fin, Akuma…”-
-“¿Y quién se atreve a desafiarme…?” –
-“Nada más y nada menos… que un humilde ninja… Shiro Uzu…”-


Abrió sus ojos de golpe. El nombre, por fin estaba recordando. Ahora solo faltaba el apellido. Poco a poco su memoria se iría restableciendo, y cuando ese momento llegara…
Sonrió para sí mismo y comenzó a reír, su risa demente y macabra resonando en todo el jardín…

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Llevaban caminando aproximadamente seis horas, y ya estaba comenzando a anochecer. Se habían internado en un espeso bosque, donde los arboles fácilmente superaban los veinte metros de altura, de troncos gruesos y oscuros.
Tsunade, que iba al frente junto con Kakashi y Yamato, alzó una de sus manos, indicándole a los demás ninjas que se detuvieran. Una vez que todos pararon, la rubia se dirigió a ellos.

-Descansaremos aquí, por la mañana continuaremos…-

Los ninjas suspiraron profundamente, contentos de haberse detenido. Algunos comenzaron a armar tiendas, otros simplemente desenrollaban sus sacos de dormir; un grupo se dedicó a recoger leña, otro a reunir provisiones, tanto agua como las frutas que crecían en los arboles. Además, se habían designado tres grupos de guardia.


Cierto de grupo de shinobis se encontraba hablando animadamente, hasta que el ninja de cabellos plateados se acercó para asignarle a cada uno una tarea.
Naruto observó como el equipo InoShikaChou se despedía y tomaba su posición en uno de los árboles, puesto que les tocaba el primer turno de guardia, junto a otros cuatro grupos de tres ninjas cada uno. El equipo de Kiba, Shino y Hinata tomaría el segundo turno, junto a Lee, TenTen y Sai, por lo cual los cinco se retiraron a descansar un momento.

Y al final, el equipo siete original volvió a quedar solo… pero poco tiempo después, la pelirrosa fue requerida por Shizune, ya que el equipo médico haría un chequeo de todos los ninjas para ver como seguían sus heridas, y para eso necesitarían todas las manos posibles. Sakura se despidió sus compañeros y salió corriendo tras la pelinegra.

El rubio suspiró. Adiós a su oportunidad para poder hablar con la pelirrosa.
El Uchiha lo observó detenidamente un momento y luego se despidió de su amigo, alegando que estaba muy cansado y que se iría a dormir, pidiendo explícitamente no ser molestado hasta el día siguiente.    
Al quedarse solo, Naruto aprovechó la oportunidad para recorrer los alrededores, sin alejarse demasiado, buscando algún tranquilo lugar donde meditar…
Caminó unos pocos metros entre los árboles y finalmente salió hacia un pequeño claro; era bastante tranquilo, con un hermoso lago en medio de este, y el campo cubierto de flores blancas.


-Perfecto…-susurró con una sonrisa y se dirigió hacia el lago, sentándose cerca de un viejo tronco que le servía de apoyo.


Sin darse cuenta, poco a poco comenzó a recostarse en el suelo, relajándose… sentía los párpados pesados, hasta que finalmente se durmió.


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-Naruto… Naruto… ¡Baka, despierta!- exclamó la pelirrosa-

El rubio se despertó de un salto y se incorporó rápidamente, mirando hacia todos lados, hasta que finalmente enfocó su vista en Sakura, quien se encontraba sentada frente a él, con el ceño ligeramente fruncido.
 

-¿Sakura-chan…? -murmuró, frotando sus ojos con su brazo-
-Baka, estaba buscándote… me preocupaste…-
-¿Cómo me encontraste…?-
-Shikamaru vio cuando te dirigías hacia aquí y me avisó…- el rubio asintió y miro a su alrededor.
-¿Qué hora es…?- preguntó al observar la oscuridad que los rodeaba y las millones de estrellas habían aparecido en el cielo-
-Naruto, son casi doce y media… llevas más de tres horas dormido-
-Lo siento, creo que me deje llevar por la tranquilidad del lugar… -rió un poco y se frotó la nuca nerviosamente-


La pelirrosa suspiro y sonrió, negando con su cabeza lentamente, sentándose a su lado.
Se mantuvieron en silencio unos minutos. Ahora que por fin estaban solos, ninguno de los dos sabía por dónde empezar… que decir…
Luego de otros dos minutos, fue Sakura quien finalmente rompió el silencio y, preparándose mentalmente para la charla que iban a tener a continuación, giró su rostro y observó al rubio.


-Naruto… -susurró, provocando que el joven shinobi la mirara atentamente, algo confundido- ahora que estamos solos… por favor dime lo que ibas a decirme aquella vez… necesito escucharlo de ti…
-Bueno… yo… Sakura-chan, yo…-







Continuara…