La suicida del cuarto 206 [+18] Capítulo II ACTUALIZADO [06/03/14]

—Jóvenes, ¿dudas? —preguntó el profesor Anatomía. Nadie se animó a responder—. Perfecto, nos vemos en la próxima clase para el examen. Estudien.

Los estudiantes despidieron al tutor y prontamente comenzaron a desocupar el salón de clases, desesperados por salir del lugar y llegar pronto a sus casas, ya que las lluvias continuaban azotando a la ciudad. Sakura vio la oportunidad indicada para acercarse el hermético profesor, así que indicó a Ino que le esperara a afuera y ella, cogió la mochila café para acercarse al escritorio del sujeto.

—Profesor —llamó cautelosa.

El nombrado continuó guardando los documentos de la clase en el maletín de manera metódica, mirando apenas a la chica.

—Señorita, ya no atiendo dudas —contestó fríamente, ignorándola.

Ella sonrió media forzosa sin rendirse. Cambió de posición y volvió a intentarlo.

—Lo sé, sólo quería preguntarle sobre mi carta de aceptación, ¿recuerda? —preguntó con suavidad, si quería obtener buenas relaciones interpersonales y más con el sujeto, debía irse con cuidado.

Kabuto acomodó los anteojos antes de mirar a la fémina. Después le sonrió.

—Ah, Haruno. Sí, la carta —asintió con la cabeza—. La directora del hospital pronto tendrá la respuesta a tu petición, pero tranquila, creo que vas por buen camino —agregó, mientras descolgaba el abrigo en el respaldo de la silla—, yo te daré aviso apenas lo sepa.

Ante la respuesta, la chica suspiró complacida y no tardó en agradecerle por la dedicación (además de ayuda) al hombre que ahora la despedía con un movimiento ligero de cabeza. Ya animada Sakura cogió el paraguas púrpura en la mano y salió del salón flotando en una nube, unos pasos más allá terminó por encontrándose con Ino y unos compañeros de clases, con los que solía estudiar para los exámenes. Entre ellos estaba la tímida Hinata Hyuuga que le sonrió amable al verla acercarse radiante de alegría.

—Sakura-san —saludó—, no tuve la oportunidad de hablarte antes. ¿Irás el sábado? —preguntó amable, esperando por una respuesta afirmativa.

La aludida devolvió la mueca y asintió, mientras acomodaba la bufanda en su cuello. La de cabello azulado realizó una reverencia de agradecimiento, muy típico en ella. Siempre cortés, elegante y sofisticada.

—¡Tiene que ir!, ¿no, frente? —Yamanaka la abrazó por el cuello cariñosamente. Los demás rieron por el desorbitado apretón—. Vamos a ir a la cafetería de la otra cuadra, ¿te apuntas? tenemos que hablar dónde estudiaremos para los exámenes que vienen. ¡Ugh, terrible!

Como si los recuerdos de hace dos días atrás le cayeran del cielo, la fémina recordó súbitamente el desastroso evento que ella mismo protagonizó hace días pasado. El muchacho y el monedero había sido suficiente problema como para causarle un colapso mental que le llevó tomar dos aspirinas y un vaso de agua. No. No podía volver aún a la cafetería. No todavía. Sakura reaccionó ante las insistencias sonriendo nerviosa y buscó una excusa de manera rápida que no levantara sospechas en la cotilla e insistente Ino (quien jamás permitía un no por respuesta), lo pensó cuidadosamente en menos de un segundo: «mis padres vendrán a visitarme mañana, debo asear el departamento» fue lo que salió de sus labios después de exprimir cada neurona al máximo, tan buena actriz que hasta se mostró desilusionada de no poder acompañarlos.

—Lo siento, para la próxima —encogió los hombros, disculpándose.

Tenten frunció el ceño enigmático, pero no dijo nada. En cambio sí reclamó la rubia.

—¡Vamos, es tu lugar preferido! —dio un pequeño brinco que hizo resonar el taco de las elegantes botas de cuero. Ella siempre vestía de la más reciente temporada. Abrigos ajustados, boinas de colores y maquillaje perfecto—, será sólo un ratito... así pequeñito —achicó los dedos, dando énfasis.

Pese a estar tentada, no salió de su convicción.

—No, cerda. —Le sacó la lengua—, esta vez no puedo. Y ya debo irme o perderé el bus de las siete —añadió preocupada, observando la hora en el celular.

—¿Dónde harás la práctica? —preguntó Tenten antes que se marchara—, oí que pediste una solicitud en el Hospital público Konoha.

La aludida le guiñó un ojo, situando los guantes verdes en sus manos.

—Así es, me interesa realizar práctica allí, mi madre que dijo que la directora era una persona extraordinaria —comentó ilusionada de poder ser aceptada.

Hinata al escuchar el nombre del hospital llevó un dedo a su mentón, pensativa.

—Creo que...

Ino cortó la frase, interrumpiendo.

—¡Chicos, se hace tarde! —exclamó metiendo las manos dentro del abrigo, entumecida por el frío— y llueve como nunca.

Finalmente todos se despidieron, la chica prometió no volver a faltar. La atractiva rubia aceptó el trato y le besó la mejilla sonoramente, corriendo después tras el grupo que amenazaba con dejarla atrás si no se apresuraba, Hinata se volvió antes de desaparecer y movió ligeramente la mano, sonriéndole afable como lo hacía a menudo, la de cabello rosáceo imitó el ademán en tanto pensaba que la chica era realmente simpática. Aunque la conociera nada más por ser del grupo de estudio, no era íntima amiga.

El caer de la lluvia le alertó que debía apresurarse o quedaría atrapada ahí.

Buscó el gorro de lana que le había tejido Tenten (verde como el color de sus ojos) y lo caló hasta abajo, dejando las puntas del cabello al aire. Después abrochó el último botón de la gabardina oscura, esperando no llegar empapada al hogar donde nadie le esperaría con una sopa caliente y un cambio de ropa como antes, una verdadera lástima. Mientras recordaba la agradable conversación que sostuvo con su madre durante la mañana (que estaba en Okinawa, la ciudad natal), agradeció internamente que ésta le enviara una botas de agua para sobrevivir a los ríos de agua que se formaban en la calles de la ciudad, todo producto de una mala construcción y financiamiento. Con las botas nada podía detenerla si tenía que sumergirse como un submarino para cruzar lagunas.

Finalmente salió de la Universidad cuando la oscuridad se hacía presente.

Caminó protegida bajo la sombrilla púrpura, evitando chocar con otros transeúntes que aparecían. Pocos, pero habían, sobre todo trabajadores y estudiantes como ella saliendo recién de clases.

La lluvia inclemente chocaba contra el material plástico del paraguas, haciendo parecer que el cielo se estaba deshaciendo en miles de pedazos. Sin notarlo, el trote la guió por la vereda donde estaba ubicada la entrada a la Universidad de Arquitectura, en este instante unos cuantos muchachos salían fumando y otros corrían hacia los autos que les esperaban estacionados en la calle, junto a la parada de autobuses repleta de gente. Oficinistas, mujeres con bolsas de compras, alumnos.

"Está lleno, ¡mierda!" —pensó la fémina fastidiada. No podía caminar porque terminaría calada hasta los huesos, además, eran alrededor de veinte cuadras. No llegaría jamás al menos que tuviera canoa.

Así que con una expresión de "maldita sea, ni me toques" se paró (o eso intentó) bajo el techo de la parada aguardando por el autobús que le dejaría cerca del hogar, lo único que deseaba era la suave cama y una sopa caliente, una con fideos y verduras cocidas. Se saboreó mentalmente el suculento platillo en tanto observaba distraídamente la tormenta caer sobre las calles, espantando a la gente y comerciantes de las periferias.

De pronto, el tráfico comenzó a ir más lento.

—¡Hey, Naruto! —gritó una voz chillona, masculina, pero chillona—, ¿vas a ir en autobús? ¡Sasuke puede llevarnos a todos! Esto es un jodido diluvio, viejo.

Se oyeron risas masculinas después y el coro de bocinas de automóviles, pitando por avanzar.

Sakura frunció el ceño y miró curiosa hacia el lado derecho, justo cuando un coche negro pasaba a toda velocidad por la calle salpicándole un poco de agua a ella y los demás que se escondían en el paradero, maldijo entre dientes, con unas ganas urgentes de partirle el rostro al desconsiderado conductor. Volvió a mirar por donde había pasado el automóvil repleto de jóvenes inquietos, pero apenas realizó la acción se encontró de cara a cara con un muchacho alto, rubio y de orbes celestes caminando hacia el paradero, él llevaba una capucha sobre la cabeza con felpudo blanco en el borde lo que no permitía verle con claridad. Sin embargo la chica pudo reconocerlo a la perfección, sobre todo cuando la luz del anuncio de publicidad instalado en el paradero le iluminó el abigotado rostro.

Varonil y de color tostado.

La estudiante se derritió ahí mismo presa del pánico.

El corazón le latió eufórico. Más cuando el chico despegó la mirada de la pantalla del celular y la observó, por simple despiste, a los ojos. De manera inmediata, el desconocido detuvo unos segundos el caminar sin apartar la vista de la pequeña figura que le veía de la misma forma. Con sorpresa. Sakura entreabrió los labios desconcertada (jamás creyó que volvería a encontrarlo) y luego, pegándose una bofetada mental deshizo el contacto visual deseando que no la hubiera reconocido por nada del mundo y que siguiera caminando hasta el otro extremo de la parada, lejos de ella. Y fue exactamente así.

Pasó por al frente… ignorándola.

Sakura aprovechó de pestañear estupefacta, calmando los inquietos latidos del corazón.

Cuando logró salir del estupor regresó la mirada a la calle y trató de esconderse todavía más bajo el paraguas rojo, rogando para que el autobús indicado hiciera apareciera como salvavidas y le llevara lejos de la zona, muy lejos. Mordió su propio labio de nerviosismo puro, manteniendo recta y tensa.

Pasaron diez minutos. Terribles diez minutos con el frío, lluvia, quejas de los demás y el chico rubio de la cafetería deambulando por ahí.

El autobús de numeración distinta a la que requería estacionó para llevarse una gran cantidad de personas, dejando media vacía la zona. No se asustó. Esperó tranquilamente por el próximo transporte que llegó unos minutos después, pero tampoco era el indicado. Cada vez iban quedando menos personas en la parada y ella ya comenzaba a tener una crisis nerviosa, la simple idea de quedarse a solas en el apartado lugar le causaba pavor. Ya no podía caminar hasta el departamento, no tenía dinero suficiente para pagar un taxi y sus amigos o compañeros no vivían cerca, no conocía a nadie más que podía ayudarle a salir del problema.

Sakura miró para todos lados y decidió hacer parar el bus que se aproximaba sin importarle el número.

—¿Cuál es el horario del A203? ¿Usted pasa por los barrios?—preguntó sin necesidad de entrar, aún estaba parada en el borde de la acera—. ¡Estoy hace una hora aquí! —reclamó media desesperada.

El hombre frunció el ceño, medio irritado.

—No recorro los barrios especiales y no sé el horario, niña, no me reclames a mí. ¿Vas a subir? —preguntó a punto de echar a andar la máquina.

Sakura gruñó por la escasa consideración del trabajador hacia los que esperaban.

—¡No, idiota! —gritó a todo pulmón, apartándose y dando un paso hacia atrás para no seguir mojándose con la lluvia.

El bus partió sin más preámbulos, abandonando a unas cincos personas a la total suerte. Ya se hacían cerca de las ocho, la ruta que necesitaba estaba tardando más de lo común. Y la lluvia continuaba cayendo con la misma intensidad, incluso, aumentó considerablemente.

Respirando de forma agitada, la fémina se quitó la boina de la nuca bruscamente, desordenándose las hebras rosadas y desparramándolas.

—Ese recorrido siempre demora —informó una voz desde atrás. La aludida dio un respingo y giró el cuerpo, extrañada.

El de antes, el idiota del café, estaba sentado tranquilamente en la banca aún con el celular en mano, observándola a través de la capucha. Sakura entorpeció un poco los movimientos, pero no lo demostró.

—Nunca tanto —replicó cortante. Debió callar. Debió.

Naruto tecleó una respuesta, una en el whatsapp al parecer (por el sonido característico) y contestó sin necesidad de elevar el rostro del teclado.

—A veces he esperado dos horas' ttebayo —mencionó distraído.

Sakura le examinó críticamente y bufó con sonoridad, haciéndole ver la disconformidad del comentario.

—Mi café —recriminó de la nada, curvando los labios en una mueca adorable.

El joven arrugó el ceño y apartó la atención de lo que hacía en el teléfono celular, lo bloqueó y lo guardó en el bolsillo de la chaqueta oscura. Después la contempló sin comprender la razón del comentario.

—¿Café? —preguntó, trazado una minúscula sonrisita boba que ella deseó borrar con su mal humor.

Desesperada, la estudiante movió las manos en el aire. Dando énfasis—. Sí, mi café de vainilla y sin azúcar. Te lo llevaste tú.

Él lo meditó unos segundos y achicó los orbes, tratando de recordar. Apenas logró hacerlo, lo ocurrido hace días atrás, la apuntó con el dedo índice.

—¡Ah, sí, eres la del monedero! —rió de pronto, rascándose la mejilla—, me divertí viéndote —mencionó erróneamente. Error. Porque la fémina abrió la boca, indignada.

—¿Te da risa ver la desesperación de los demás? —consultó sin poder creerlo—, ¡vaya! —apretó los puños.

Arrepentido, él intentó deshacer oración.

—¡No, no iba a eso... digo...!

Sakura le miró de mala gana, un gesto que le advertía que cerrara la boca y se volvió hacia el frente con los brazos cruzados.

Oyó la risa contenida del hombre, media disimulada.

Otro autobús que no le servía paró, llevándose al resto de personas que quedaban. Quedaron solamente ellos dos, Sakura aún le daba la espalda, haciéndose la indignada.

Él pasó una mano por su barbilla y decidió a hablarle, rompiendo la tensión de la escena.

—¿Y... estudias cerca? —preguntó. La aludida no se molestó en responder—, podría apostar que en la facultad de Enfermería, allí van todas las chicas.

Sakura giró el cuerpo de nuevo, atraída por el diálogo—. ¿Cómo sabes eso?

El muchacho rubio la miró divertido y arrogante.

—A veces, cuando el baño de mi Universidad está lleno o en reparación, voy al de ustedes —confesó en un murmullo, aumentando la sonrisa.

Asombrada por las palabras, la fémina no pudo evitar lanzar una carcajada. Natural y fresca. Que a los oídos del joven fue el bálsamo indicado para el día infernal que tuvo, la expresión juvenil de la chica le hechizó por completo, seduciéndolo a observarle más de la cuenta. Con los orbes azules ávidos.

Ella ni lo notó en el minuto, pero sí cuando la risa fue descendiendo y contempló para responderle una tontería, se percató que él bajo la capucha le arrojaba una mirada más seria y adulta de lo que parecía. Sakura tragó saliva y le contestó en un silencioso gesto: descendió la vista hacia el suelo del paradero, manteniéndola ahí el tiempo suficiente y luego cuando creía que el muchacho había desistido de verla, volvió a elevarla con cierta timidez nada propia de ella.

Contra todo pronóstico... ambas miradas volvieron a encontrarse. Ella erguida, él sentado. El aguacero cayendo por los costados.

Y repentinamente la bocina del autobús acercándose, los interrumpió. Haruno agudizó la vista para descifrar el número.

—Es el A203 —informó Naruto, colocándose de pie para acercarse al borde de la vereda. Sakura lloró de la emoción. El alivio fue inmediato.

El transporte se detuvo, abrió las puertas a los pasajeros y ella no dudó en subir rápidamente hasta la primera escalinata, mas antes de continuar giró hacia él. No estaba siguiéndola.

—¿No te sirve? —preguntó sin liento, alzando ambas cejas.

Naruto curvó la boca hacia arriba y negó, alargando la mano derecha para quitarse la capucha felpuda de su cabeza.

—No, mi autobús pasó hace rato ya —explicó rápidamente—, pero cuando noté que estabas desesperada decidí esperar a que pasara el tuyo. Es peligroso que una chica ande sola a estas horas' ttebayo —añadió con sinceridad. Una que se le notaba hasta en el brillo de los ojos azules.

La inaudita declaración provocó un ahogo repentino y una agonía neuronal en la chica, otra vez sintió el calor encenderle las mejillas. Se le quedó viendo fijamente a la cara y con los labios semi abiertos, estática en el primer escalón, sin reaccionar a pesar que el chófer comenzaba a quejarse por la demora que estaban ocasionando.

Sakura salió del trance para preguntarle antes que fuera tarde.

—Y cómo... —balbuceó, pero las puertas se cerraron en el preciso momento y evitó el culmine de la frase. Su mano quedó pegada en el vidrio de la compuerta, porque por simple inercia la estiró hacia él. En un acto reflejo. Movió los dedos para apartar el vapor del cristal y mirarle con claridad.

Naruto a la vez, la observó al otro lado del vidrio mojado, dio un paso hacia atrás y la máquina partió a toda velocidad...

El teléfono celular sonó en el interior del bolsillo, él lo sacó y contempló el número de la llamada entrante.

Un número que le forzó a recapacitar y arrepentirse por su reciente actuar.