Theodore [One-shot]

El médico dejó caer pesadamente el informe sobre la mesa. Dejó que el zumbido del sistema de climatización llenara el silencio, mientras él buscaba las fuerzas para continuar.

—De verdad lo siento, Theodore... Pero estas pruebas no hacen más que confirmar el diagnóstico. —el hombre sentado frente a él asentía lentamente, con la vista perdida. Se levantó, despacio. Aunque el médico trató de retenerlo para darle ánimos, él rehusó gentilmente excusándose en que a fin de cuentas ya se había puesto en lo peor. Lo que necesitaba ahora, simplemente era poner en orden algunos asuntos.
Mentira.


Esa mentira fue la que lo llevó a la puerta de uno de sus más recientes amigos, Antoine. También era médico, o lo fue tiempo atrás, antes de que le retiraran la licencia para ejercer la medicina debido a sus estrambóticos experimentos. Sin embargo, esos experimentos se convirtieron en el pilar central de su amistad con Theodore.

—Creo que no es una buena señal verte por aquí tan de mañana. —apreció Antoine al abrirle la puerta. Theodore apenas asintió, mientras entraba en el local. Un local viejo y oscuro, que servía a la vez de vivienda y laboratorio a Antoine.

—Es definitivo. Me quedan unos tres meses. —anunció con total serenidad. Su amigo se acercó a él y apoyó con calidez una mano sobre su hombro.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Después de todo son tres meses, y yo no puedo prometerte algo mejor…

—Completamente seguro. Yo no tengo familia, ni trabajo… Todo lo que me queda es la esperanza de una segunda oportunidad. Y eso si me lo puede dar alguien, eres tú. Ya hay circunstancias en que no puedo valerme por mí mismo, no dejes que me consuma hasta la muerte Antoine, no si eres mi amigo.

El médico se alejó unos pasos de espaldas a Theodore, frotándose las manos con nerviosismo. La idea de poder experimentar con un humano después de tanto tiempo hacía que la sangre entrara en ebullición en sus venas. Pero, la sola posibilidad de acabar con la ya de por sí débil existencia de la única persona que creía ahora en él, le taladraba la cabeza. Finalmente se convenció: su amistad era precisamente la razón para intentarlo. Se giró hacia él y proclamó:

—Hoy, a las 8.


Antoine pasó toda la tarde con los preparativos. A las 8 y diez minutos, Theodore ya se encontraba amarrado a la camilla, rodeado de cables, herramientas y algunos productos del mercado negro que nada tienen que ver con un médico tradicional.

—Sabes que estarás muerto unos minutos. Tampoco puedo garantizarte en qué estado regresarás, si lo haces…

—Estaría muerto de todas formas... Y de ahí, a ciencia cierta no despertaría. —Antoine asintió con firmeza y le ciñó la mascarilla para anestesiarlo. Sabía que cualquier cosa dicha desde ese momento, estaría de más.

En las siguientes horas de trabajo, vagaban por el laboratorio algunos de los ensayos de Antoine. El perro que perdió la facultad de respirar y dormir y aun así, se mantenía con vida. La rata que quedó ciega. El conejo que se volvió no sólo carnívoro, sino increíblemente voraz y agresivo... Pero vivos, al fin y al cabo.


Ya amanecía de nuevo cuando Theodore empezó a despertarse. Junto a él, Antoine lo miraba con los ojos rojos e hinchados, incapaz apenas de pestañear en toda la noche.
Theodore se sentó sobre la camilla, frotándose la cara con ambas manos como quien despierta de un sueño muy profundo.

—¿Cómo estás…?

—Estoy… —Theodore retiró entonces las manos de la cara, dejando ver unos dientes más afilados de lo normal y unos ojos que se habían tornado completamente blancos. Ante el estupor de Antoine, con una sonrisa y una voz particularmente siniestras, respondió:—Estoy mejor que nunca.

FIN