El Final (TP) 07/01/15

-Naruto –no hablé, tenía mi cabeza enterrada entre mis brazos que estaban encima de la mesa del Hokage intentando descansar un poco, sin embargo, siguieron insistiendo- ¡Naruto!
-Dios, Shikamaru ¿qué quieres? –rendido le respondí, también me volví a sentar derecho en mi asiento- ¿algún problema?
-Son más de las 00:00 ¿y sigues aquí? ¿Por qué no vas con tu familia? -se me pasó por la mente a mi esposa embarazada en casa esperándome. Fruncí el ceño, estaba haciendo que se preocupara-, yo también quiero ir a casa a ver a Temari.
-Oh, sí. Lo siento, no me di cuenta de la hora –antes de levantarme del asiento, pasé mis manos por mi rostro intentando estar más despierto.

Me despedí de Shikamaru y salí del edificio del Hokage. Mientras caminaba, unas cuadras escuché unos sollozos que se me hacían familiares. Preocupado, caminé más rápido y me encontré a una chica de cabello rosa sentada en el suelo con sus manos tapando su rostro, llorando. Me incliné hasta estar a su altura y pasé mi mano por su cabello. Ella levantó su cabeza dejando ver su rostro, sorprendida, se secó las lágrimas rápidamente.

-¿Naruto? –Se limpió la nariz-, ¿qué haces aquí?
-Eso te preguntaría yo. –Le ayudé a levantarse.- ¿Por qué estás en la calle llorando a esta hora?
-Eso no importa.
-Sakura, ¿te pasó algo? ¿Te hizo algo Sasuke?
-¡No! ¡No es eso! –ella se arregló un poco el cabello- simplemente… tú no lo entenderías.
-Recuerda que siempre estoy aquí para ti, Sakura. –Le dije, secando una lagrima que le caía por la mejilla.- Siempre.
-No digas eso, Naruto.
-¿Quieres… que te acompañe a casa?

Ella asintió levemente.
Caminamos un buen rato con un silencio incómodo, ninguno de los dos se atrevía a hablar. Hemos estado alejados un tiempo, hasta el punto de no mantener una buena conversación que dure unos cinco minutos. Ella se detuvo y me miró un momento.

-Hasta aquí, gracias.
-¿No quieres que te acompañe más allá?
-No, Naruto. Gracias. –Ella ha sido un poco cortante conmigo este tiempo, pero ella debe estar teniendo muchos problemas este último tiempo.- Buenas noches.
-Buenas noches, Uchiha-san. –Al decirle eso sentí un gran nudo en mi garganta, combinado con tristeza y confusión. Y es porque algo no estaba bien.

Sus ojos se pusieron de nuevo con un brillo, como si estuviera a punto de llorar. Se dio media vuelta y siguió su camino, ignorándome. Una gran ola de tristeza se inundó en mí haciendo que mis ojos ardieran.
¿Qué? ¿Por qué?
Yo estoy casado, mi esposa está embarazada, vamos a tener un hijo pronto, y estoy completamente enamorad…
.
.
.
No, no es así… ¡No es así! ¡Toda mi maldita vida ha tomado un rumbo diferente! ¡Cuando me casé estuve seguro que mis sentimientos cambiaron!
Desesperadamente me di media vuelta, y miré a Sakura como caminaba con su cabeza agachada. Luego también se giró para mirarme.

Vi su mano, su aniño de compromiso y también… un hilo. Un hilo rojo estaba amarrado en su meñique. Levanté mis manos y ahí estaba, ese hilo estaba en mi dedo también. Estaba enredado en algunas partes, pero no roto.

-Naruto… -dijo acercándose- Naruto, ¿Por qué lloras?
Instantáneamente me limpié el rostro, pero pasó su delicada mano por mi rostro secando mis lágrimas, aunque ella también estaba destrozada.
-Sa… Sakura-chan…
Ella se abalanzó sobre mí y me abrazó fuerte, y en este momento le correspondí ese abrazo. Los dos llorábamos fuerte. Las nubes tapaban las estrellas, y empezaron a caer gotas.

Sin notarlo, ambos estábamos sentados en la calle abrazándonos y dejando que la lluvia se lleve nuestra tristeza. Los dos sabíamos el error que habíamos cometido y que no había vuelta atrás, ya que nos dimos cuenta muy tarde los sentimientos que teníamos el uno al otro.

-Naruto, sé qué ya es muy tarde y no hay vuelta atrás, pero te amo. Te amo a ti. Cometí un gran error, lo sé. Y también sé que por mi orgullo todo terminó así.
-Es mi culpa también y lo sabes.

Ella se separó un poco para mirarme a los ojos, y acercó su rostro al mío. Sentí su respiración tan cerca que me hacía poner ansioso por la corta distancia que teníamos, así que coloqué mis manos en su nuca para atraerla mucho más a mí. Cuando ya estaba seguro de que nos íbamos a dar un beso ella se separó.

-Lo siento mucho –dijo ella tapándose el rostro-, voy a echar a perder tu matrimonio y el mío si lo hago.
-Lo sé. Pero este era uno de mis sueños, ¿sabes?

Y la atraje hacia mi rostro, dándole un largo y dulce beso ella me abrazó por el cuello y sentía como seguía llorando.

El hilo rojo del destino que teníamos ambos se tensó y se enredó en más de una ocasión, pareciera como si estuviera a punto de romperse, pero como dice la leyenda: “A pesar de las circunstancias, el hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca puede romperse.”