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Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
+2
Leon
kumiko
6 participantes
NaruSaku v2.0 :: :: Fan Fic :: FF Cerrados
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Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
bueno este fic es de -princessakura- espero que le guste no me gusta que una historia tan buena como esta se pierda y pues solo les pido que leean y le den una oportunidad les a seguro que los atrapara como me atrapo a mi
Bajo La Luna
Capitulo 1
Oscura Existencia
Hombre o bestia, sin ser su conjunción Aunque de ambos soy consecuencia
La bestia siempre habitará en mi esencia El Hombre, en las ruinas de mi corazón...
La bestia, criatura de lo horrendo El hombre, una cáscara vacía Aguarda la salvación que no llega
Vive en los fuegos del infierno eterno...
Mi anhelo, ver el sol una vez más
Al igual que un amoroso abrazo ansío Pero, el amor nunca será mío
y el sol jamás calentará mi faz ...
Destinado a deambular la oscuridad Solitaria es mi oscura existencia
Busco saciar mi oscura apetencia Aunque es hambre de amor y claridad...
Ahogado en un océano de soledad y amarga desesperación, Naruto Uzumaki permanecía sentado frente a la enorme chimenea, con la vista fija en el fuego. Las llamas voraces crepitaban vividamente en brillantes tonos de rojo y amarillo, con deslumbrantes matices azules y verdes. Distinguía claramente cada llama danzante, cada sutil sombra y matiz. El fuego, su mayor enemigo, junto con la dorada luz del día.
Luz del fuego, luz del sol, ambas tenían el poder de destruirlo.
Un suave suspiro le broto de los labios. Cada vez mas cansado de su existencia, tan, tan harto. Cada noche era igual a la anterior. La vida, tal cual la conocía, había perdido el brillo, ya no quedaba sorpresas, tan solo un viejo instinto de supervivencia.
Mientras miraba como se contorsionaban las llamas, se preguntaba por que habría que preocuparse. No tenia ninguna razón suficiente para seguir adelante. Podía inspirar pasión pero no amor, exigir obediencia pero no afecto. Era capaz de cambiar de forma a voluntad, moverse con increíble velocidad, desafiar la ley de la gravedad, disolverse en tenue bruma o desaparecer totalmente. Aun así, en esa fría noche de octubre, sus poderes sobrenaturales no significaban nada.
La noche. Miro a través de la ventana cubierta de plomo, más allá de la oscuridad. Había visto la luna salir por más de trescientos años, pero había sido privado de la belleza majestuosa de la luz del amanecer.
Quizás haya llegado el momento de observar el nacimiento de un último día por última vez.
Se levanto, camino a través de los pasillos angostos y oscuros de la casa donde había residido durante la mayor parte de los últimos cincuenta años. Era una casa amplia ubicada en una tranquila calle de una zona residencial de la ciudad. La había remodelado en dos ocasiones; la primera, por estar cansado de los alrededores y simplemente desear un cambio; la segunda, con intención de venderla y mudarse.
Recorrió cada habitación, despidiéndose de los tesoros que había acumulado durante el curso de su existencia preternatural (que excede las capacidades de la naturaleza humana).
Se detuvo y deslizo las manos sobre aquellas cosas que había atesorado por una u otra razón: una talla de marfil de Venus, un zorro de nueve colas cincelado en una sola pieza de secuoya, un unicornio de onix… se detuvo frente a su pintura favorita, la que representaba un amanecer sobre un cristalino lago de montaña rodeado de un bosque de pinos. La observo durante varios minutos intentando recordar la sensación de tibieza del sol en el rostro. Se traslado hacia la biblioteca, permaneció de pie frente a los estantes que cubrían las paredes del suelo al techo. Apenas aprendió a leer, amo los libros y paso años recorriendo el mundo para coleccionar lo que ahora estaba en los estantes. Muchas eran primeras ediciones autografiadas por los autores. Algunos eran tan antiguos que corrían el peligro de desintegrarse. Otros eran antiquísimos, como el de los salmos medievales del siglo XIV, una hermosa pieza de arte cuidadosamente escrita e ilustrada a mano. Su colección también incluía una Biblia manuscrita por monjes de la cual cada página era una obra de arte. Poseía libros y manuscritos que eran realmente incunables. Algunos de ellos estaban escritos en corteza de árbol de bambú, en lienzo o seda. Uno en particular había sido tallado en placas de metal.
Otro, un <>, era un libro plegable que mediante escritura e ilustraciones relataba la vida de buda.
Tantos libros. Ningún mortal común podría vivir lo suficiente para coleccionarlos y menos aun leerlos. Pero el los había leído todos por lo menos una vez, y en algunos casos, varias veces. Y esta era una de las muchas estanterías de libros que había en la casa. De unos de los estantes inferiores, extrajo un grueso volumen titulado “historia antigua, mitos, realidad o ficción”. Se desplomo en una de las sillas, hojeo rápidamente las páginas y miro las imágenes hasta que se detuvo en una que capto su atención. Era un pequeño dibujo en blanco y negro de una mujer en una hoguera rodeada por una furiosa turba que agitaban antorchas sobre sus cabezas.
La reseña decía <>. Examino la imagen que lo cautivaba por que la mujer tenía un extraño parecido con kotoko, su amada kotoko. Cerró los ojos durante unos instantes y recordó a la única mujer a la que había amado: kotoko quien había muerto a los veintiún años, al dar a luz a su pequeño hijo. No había vuelto a conocer el amor desde su muerte, y no esperaba hacerlo, no ahora, que sufria la maldición del oscuro truco.
cap2
Aparto los recuerdos y presto de nuevo atención al libro que reposaba en su regazo. La historia trataba sobre sakura haruno, quien había sido vista en repetidas ocasiones danzando y cantando desnuda a la luz de la luna. Según lo declarado por los vecinos, en una de ellas habían caído docenas de sapos en el cielo. Según contaban, en otra ocasión los rayos habían surcado el cielo e incendiado varias viviendas y, dos días más tarde, había aparecido muerto un vecino a quien le había reclamado por el cerdo que hurgaba en su jardín. Se sabía que le vendían a los lugareños pócimas mágicas y hechizos de variado tipo, desde pasiones para el amor, hasta las que prometían la cura del esparavan. Algunas mujeres aseguraban a verla visto volar en el cielo.
Finalmente, la gente llego al límite de la tolerancia.
Ante el temor de que la brujería se apoderara de la villa, como había sucedido con los pueblos vecinos, sakura haruno fue arrestada y sentenciada todo en la misma noche. Durante el acelerado juicio se le exigió que identificara al espirito maligno con el que estaba vinculada, y que confesara si había establecido contacto con el diablo. Negó rotundamente cualquier nexo con el maligno pero sus suplicas fuero desoídas. Fue declarada culpable de brujería. Si bien las brujas de suna fueron ahorcadas, en este caso, los lugareños no querían dejar rastros de las bruja, por lo que sakura haruno fue quemada en la hoguera y sus cenizas diseminadas en un lago de montaña.
Con el ceño fruncido observo el cuadro una vez más. Por supuesto, no era una fotografía tan solo una ilustración de lo ocurrido un simple bosquejo en blanco y negro en el que se le percibía viva de alguna manera. Podía sentir su terror como un trozo de hielo en el estomago al igual que el calor de las voraces llamas lamiéndole los tobillos.
Se puso de pie, busco su nombre en los libros cuyos títulos figuraban en las referencias. No aparecía dato disponible, aunque encontró abúndate información respecto a la caza de brujas en konoha: de junio a septiembre del mismo año, 19 hombres y mujeres habían sido sentenciados por brujería y colgados.
Sin acobardarse Naruto, encendió el ordenador. Sabia que muchos de los viejos vampiros se negaban a adoptar la tecnología moderna, no alcanzaban a comprender los beneficios de las nuevas herramientas y rehusaban a aceptar algo que había sido inventado después de que recibieran el Oscuro Don.
Naruto no era uno de ellos. Pasaba contables horas navegando en la Web.
Entro a Internet, escribió <> en un buscador y en un instante apareció información del caso que no agregaba nada nuevo, salvo la reproducción de un retrato de una mujer, considerado genuino y cuyo autor, según información adicional, se había arrojado por un acantilado al enterarse de la muerte de la mujer.
Naruto observo hinoptizado el retrato a color en el que el parecido con kotoko era aun más evidente.
La imagen de Sakura Haruno poseía una belleza singular: de un cabello rosa como seda derretida, hermosos ojos verdes como el más fino jade, ojos que escondían una profunda tristeza del alma, mentón pequeño pero desafiante, nariz de finas proporciones, cejas perfectamente arqueadas y labios que suplicaban ser besados. Vestía con una vaporosa túnica blanca estaba sentada en una silla con la espalda erguida. Un gran gato negro con ojos amarillos estaba acorrucado en su regazo.
Indudablemente típico de una bruja, pensó burlonamente mientras imprimía la imagen. Un gato aparecía invariablemente en todas las películas de hechiceras e historias de brujería. En realidad, en ese momento, el único recuerdo que surgía en su memoria era la película campana, libro y vela.
Según ciertas creencias el gato como encarnación del demonio permitiría a las brujas cumplir su cometido.
Al continuar con la lectura pudo saber que se les adjudicaba a las brujas el poder de adoptar nueve veces la forma de un gato.
Le resultaron interesantes los pasajes referentes a los animales generalmente mas relacionados con las brujas: gatos, hurones, perros, y pájaros. Otra sección que profundizaba al respecto contaba que si un perro gruñía a la nada era considerado como la advertencia de la presencia de un fantasma. En Persia, por ejemplo, cualquiera que poseyese un perro podía ser acusado de brujería ya que se los asociaba a la magia negra y se los consideraba responsables de enfermedades. En el antiguo Egipto, se creía que los gatos poseían alma. Así también al enterrar un gallo en la intersección de tres afluentes o de tres rutas servia para contrarrestar el poder del demonio.
Sintió un extraño escalofrió recorrerle al descubrir la fecha en la que sakura haruno había muerto la misma de su propio nacimiento: noche de hallowen de 1692, cuando, supuestamente, el velo entre el bien y el mal, el pasado y el presente, resultaría más permeable.
Permaneció largo tiempo observando la imagen hasta que una tenue brisa, señal de la llegada del nuevo día, le provoco esa especie de hormigueo en cada una de las fibras del cuerpo que le advertía la inminencia del amanecer. Sensación que había experimentado cada noche durante los últimos trescientos años, como exhortación que lo conminaba a buscar un lugar para descansar.
Miro a través de la ventana que se estaba iluminando. Hoy seria su último día.
Hoy pondría fin a su maldita existencia.
Abandonaría la protección de su casa para observar la salida del sol en el valle lejano. Caminaría a la luz del día por última vez, sentiría su dorado calor en la carne fría hasta que el olvidado placer se tornase en la agonía que lo destruiría. Al igual que sakura, encontraría el final en las llamas. Seria, pensó, una apropiada introducción al fuego inconmensurable del infierno que seguramente lo aguardaba.
Se puso de pie, dejo el libro y se encamino a la puerta principal. Bajo los escalones y dispenso una ultima mirada a la casa donde había vivido por casi medio siglo. Era una casa grande, con amplias habitaciones y cielos abovedados. Había sido el lugar favorito de los que ocupo durante su larga existencia.
Girando hacia el este, elevo la mirada hacia el horizonte, sobrecogido al ver como el sol naciente pintaba los cielos de azul intenso con brillantes pinceladas rosas, lavanda y acres.
Parecía apropiado que su ultimo amanecer resultara el mas bello que había visto.
bueno espero que les haya encanto como a mi
Bajo La Luna
Capitulo 1
Oscura Existencia
Hombre o bestia, sin ser su conjunción Aunque de ambos soy consecuencia
La bestia siempre habitará en mi esencia El Hombre, en las ruinas de mi corazón...
La bestia, criatura de lo horrendo El hombre, una cáscara vacía Aguarda la salvación que no llega
Vive en los fuegos del infierno eterno...
Mi anhelo, ver el sol una vez más
Al igual que un amoroso abrazo ansío Pero, el amor nunca será mío
y el sol jamás calentará mi faz ...
Destinado a deambular la oscuridad Solitaria es mi oscura existencia
Busco saciar mi oscura apetencia Aunque es hambre de amor y claridad...
Ahogado en un océano de soledad y amarga desesperación, Naruto Uzumaki permanecía sentado frente a la enorme chimenea, con la vista fija en el fuego. Las llamas voraces crepitaban vividamente en brillantes tonos de rojo y amarillo, con deslumbrantes matices azules y verdes. Distinguía claramente cada llama danzante, cada sutil sombra y matiz. El fuego, su mayor enemigo, junto con la dorada luz del día.
Luz del fuego, luz del sol, ambas tenían el poder de destruirlo.
Un suave suspiro le broto de los labios. Cada vez mas cansado de su existencia, tan, tan harto. Cada noche era igual a la anterior. La vida, tal cual la conocía, había perdido el brillo, ya no quedaba sorpresas, tan solo un viejo instinto de supervivencia.
Mientras miraba como se contorsionaban las llamas, se preguntaba por que habría que preocuparse. No tenia ninguna razón suficiente para seguir adelante. Podía inspirar pasión pero no amor, exigir obediencia pero no afecto. Era capaz de cambiar de forma a voluntad, moverse con increíble velocidad, desafiar la ley de la gravedad, disolverse en tenue bruma o desaparecer totalmente. Aun así, en esa fría noche de octubre, sus poderes sobrenaturales no significaban nada.
La noche. Miro a través de la ventana cubierta de plomo, más allá de la oscuridad. Había visto la luna salir por más de trescientos años, pero había sido privado de la belleza majestuosa de la luz del amanecer.
Quizás haya llegado el momento de observar el nacimiento de un último día por última vez.
Se levanto, camino a través de los pasillos angostos y oscuros de la casa donde había residido durante la mayor parte de los últimos cincuenta años. Era una casa amplia ubicada en una tranquila calle de una zona residencial de la ciudad. La había remodelado en dos ocasiones; la primera, por estar cansado de los alrededores y simplemente desear un cambio; la segunda, con intención de venderla y mudarse.
Recorrió cada habitación, despidiéndose de los tesoros que había acumulado durante el curso de su existencia preternatural (que excede las capacidades de la naturaleza humana).
Se detuvo y deslizo las manos sobre aquellas cosas que había atesorado por una u otra razón: una talla de marfil de Venus, un zorro de nueve colas cincelado en una sola pieza de secuoya, un unicornio de onix… se detuvo frente a su pintura favorita, la que representaba un amanecer sobre un cristalino lago de montaña rodeado de un bosque de pinos. La observo durante varios minutos intentando recordar la sensación de tibieza del sol en el rostro. Se traslado hacia la biblioteca, permaneció de pie frente a los estantes que cubrían las paredes del suelo al techo. Apenas aprendió a leer, amo los libros y paso años recorriendo el mundo para coleccionar lo que ahora estaba en los estantes. Muchas eran primeras ediciones autografiadas por los autores. Algunos eran tan antiguos que corrían el peligro de desintegrarse. Otros eran antiquísimos, como el de los salmos medievales del siglo XIV, una hermosa pieza de arte cuidadosamente escrita e ilustrada a mano. Su colección también incluía una Biblia manuscrita por monjes de la cual cada página era una obra de arte. Poseía libros y manuscritos que eran realmente incunables. Algunos de ellos estaban escritos en corteza de árbol de bambú, en lienzo o seda. Uno en particular había sido tallado en placas de metal.
Otro, un <
Tantos libros. Ningún mortal común podría vivir lo suficiente para coleccionarlos y menos aun leerlos. Pero el los había leído todos por lo menos una vez, y en algunos casos, varias veces. Y esta era una de las muchas estanterías de libros que había en la casa. De unos de los estantes inferiores, extrajo un grueso volumen titulado “historia antigua, mitos, realidad o ficción”. Se desplomo en una de las sillas, hojeo rápidamente las páginas y miro las imágenes hasta que se detuvo en una que capto su atención. Era un pequeño dibujo en blanco y negro de una mujer en una hoguera rodeada por una furiosa turba que agitaban antorchas sobre sus cabezas.
La reseña decía <
cap2
Aparto los recuerdos y presto de nuevo atención al libro que reposaba en su regazo. La historia trataba sobre sakura haruno, quien había sido vista en repetidas ocasiones danzando y cantando desnuda a la luz de la luna. Según lo declarado por los vecinos, en una de ellas habían caído docenas de sapos en el cielo. Según contaban, en otra ocasión los rayos habían surcado el cielo e incendiado varias viviendas y, dos días más tarde, había aparecido muerto un vecino a quien le había reclamado por el cerdo que hurgaba en su jardín. Se sabía que le vendían a los lugareños pócimas mágicas y hechizos de variado tipo, desde pasiones para el amor, hasta las que prometían la cura del esparavan. Algunas mujeres aseguraban a verla visto volar en el cielo.
Finalmente, la gente llego al límite de la tolerancia.
Ante el temor de que la brujería se apoderara de la villa, como había sucedido con los pueblos vecinos, sakura haruno fue arrestada y sentenciada todo en la misma noche. Durante el acelerado juicio se le exigió que identificara al espirito maligno con el que estaba vinculada, y que confesara si había establecido contacto con el diablo. Negó rotundamente cualquier nexo con el maligno pero sus suplicas fuero desoídas. Fue declarada culpable de brujería. Si bien las brujas de suna fueron ahorcadas, en este caso, los lugareños no querían dejar rastros de las bruja, por lo que sakura haruno fue quemada en la hoguera y sus cenizas diseminadas en un lago de montaña.
Con el ceño fruncido observo el cuadro una vez más. Por supuesto, no era una fotografía tan solo una ilustración de lo ocurrido un simple bosquejo en blanco y negro en el que se le percibía viva de alguna manera. Podía sentir su terror como un trozo de hielo en el estomago al igual que el calor de las voraces llamas lamiéndole los tobillos.
Se puso de pie, busco su nombre en los libros cuyos títulos figuraban en las referencias. No aparecía dato disponible, aunque encontró abúndate información respecto a la caza de brujas en konoha: de junio a septiembre del mismo año, 19 hombres y mujeres habían sido sentenciados por brujería y colgados.
Sin acobardarse Naruto, encendió el ordenador. Sabia que muchos de los viejos vampiros se negaban a adoptar la tecnología moderna, no alcanzaban a comprender los beneficios de las nuevas herramientas y rehusaban a aceptar algo que había sido inventado después de que recibieran el Oscuro Don.
Naruto no era uno de ellos. Pasaba contables horas navegando en la Web.
Entro a Internet, escribió <
Naruto observo hinoptizado el retrato a color en el que el parecido con kotoko era aun más evidente.
La imagen de Sakura Haruno poseía una belleza singular: de un cabello rosa como seda derretida, hermosos ojos verdes como el más fino jade, ojos que escondían una profunda tristeza del alma, mentón pequeño pero desafiante, nariz de finas proporciones, cejas perfectamente arqueadas y labios que suplicaban ser besados. Vestía con una vaporosa túnica blanca estaba sentada en una silla con la espalda erguida. Un gran gato negro con ojos amarillos estaba acorrucado en su regazo.
Indudablemente típico de una bruja, pensó burlonamente mientras imprimía la imagen. Un gato aparecía invariablemente en todas las películas de hechiceras e historias de brujería. En realidad, en ese momento, el único recuerdo que surgía en su memoria era la película campana, libro y vela.
Según ciertas creencias el gato como encarnación del demonio permitiría a las brujas cumplir su cometido.
Al continuar con la lectura pudo saber que se les adjudicaba a las brujas el poder de adoptar nueve veces la forma de un gato.
Le resultaron interesantes los pasajes referentes a los animales generalmente mas relacionados con las brujas: gatos, hurones, perros, y pájaros. Otra sección que profundizaba al respecto contaba que si un perro gruñía a la nada era considerado como la advertencia de la presencia de un fantasma. En Persia, por ejemplo, cualquiera que poseyese un perro podía ser acusado de brujería ya que se los asociaba a la magia negra y se los consideraba responsables de enfermedades. En el antiguo Egipto, se creía que los gatos poseían alma. Así también al enterrar un gallo en la intersección de tres afluentes o de tres rutas servia para contrarrestar el poder del demonio.
Sintió un extraño escalofrió recorrerle al descubrir la fecha en la que sakura haruno había muerto la misma de su propio nacimiento: noche de hallowen de 1692, cuando, supuestamente, el velo entre el bien y el mal, el pasado y el presente, resultaría más permeable.
Permaneció largo tiempo observando la imagen hasta que una tenue brisa, señal de la llegada del nuevo día, le provoco esa especie de hormigueo en cada una de las fibras del cuerpo que le advertía la inminencia del amanecer. Sensación que había experimentado cada noche durante los últimos trescientos años, como exhortación que lo conminaba a buscar un lugar para descansar.
Miro a través de la ventana que se estaba iluminando. Hoy seria su último día.
Hoy pondría fin a su maldita existencia.
Abandonaría la protección de su casa para observar la salida del sol en el valle lejano. Caminaría a la luz del día por última vez, sentiría su dorado calor en la carne fría hasta que el olvidado placer se tornase en la agonía que lo destruiría. Al igual que sakura, encontraría el final en las llamas. Seria, pensó, una apropiada introducción al fuego inconmensurable del infierno que seguramente lo aguardaba.
Se puso de pie, dejo el libro y se encamino a la puerta principal. Bajo los escalones y dispenso una ultima mirada a la casa donde había vivido por casi medio siglo. Era una casa grande, con amplias habitaciones y cielos abovedados. Había sido el lugar favorito de los que ocupo durante su larga existencia.
Girando hacia el este, elevo la mirada hacia el horizonte, sobrecogido al ver como el sol naciente pintaba los cielos de azul intenso con brillantes pinceladas rosas, lavanda y acres.
Parecía apropiado que su ultimo amanecer resultara el mas bello que había visto.
bueno espero que les haya encanto como a mi
Última edición por kumiko el Vie Oct 31, 2014 1:57 pm, editado 26 veces
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
bueno que les puedo decir soy muy insistente y a pesar que no hay ni un comentario se que mas de uno lo estan leyendo y pues me agrada que lo leean
Capitulo 3
La belleza del amanecer fue rápidamente opacada por la luz del sol que lo cegó, le abrasó los ojos y le ampolló la piel. El dolor fue mucho peor de lo que había imaginado, y gritó agonizante mientras su ropa comenzó a humear y se le empezó a quemar la piel.
Cerró los ojos y recordó la imagen de Sakura Haruno Emitió un grave gemido, consciente de que ella debió haber sentido lo mismo cuando las llamas comenzaron a lamerle la carne tierna.
—¡Sakura! —Su nombre era un grito de agonía en los labios, una súplica, una oración.
Cerró los puños. ¿Qué locura era esa? No podía destruirse a sí mismo, no ahora. No le importaba qué pudiera suceder con la casa o los muebles, pero no había previsto nada respecto de su colección de libros. No quería que fuese rematada o quizás algo peor, vendida por unos miserables dólares en una venta de garaje. Le había llevado décadas reunirla. Merecía ser enviada a un museo donde fuese debidamente apreciada y compartida con otros que reconociesen su valor.
¿Y qué pasaría con Sakura Haruno? ¿Cómo podría descansar en paz cuando todavía no sabía lo suficiente sobre ella? Apenas había escarbado la superficie. Quería descubrir algo más, quería saber todo lo que fuese posible. Regresó rápidamente a su casa, cerró la puerta dando un portazo contra la deslumbrante luminosidad del nuevo día.
Permaneció de pie en la entrada por un momento y luego, con un grito estrangulado, se derrumbó en el suelo sosteniéndose con las manos y las rodillas. Con la cabeza colgando, jadeando fatigosamente, se arrastró por el pasillo hacia la angosta puerta que conducía a su refugio. Construida de la misma madera y diseño que la pared, la puerta no alcanzaba los tres pies de alto. Conducía a una habitación rectangular subterránea que tenía una pared lindante con el sótano y otra con una puerta que conectaba a un muro de tierra. Era el refugio de Naruto que, de ser necesario, le permitiría acceder a la superficie a través de la tierra.
Debilitado por el sol naciente y el acuciante dolor que lo dominaba, golpeó la pequeña palanca que abría la puerta secreta e ingresó sin dificultad, descendió la sinuosa escalera hasta que, sin aliento, llegó al final.
Se recostó, demasiado débil para moverse. A pesar de sus poderes sobrenaturales, apenas tuvo fuerza para cerrar la puerta al final de la escalera, luego entornó los ojos con un grave gruñido, y se rindió a la oscuridad que lo arrastró a la bendita inconsciencia.
Se levantó con el crepúsculo, curadas las quemaduras del día anterior gracias al poder de recuperación del Sueño Oscuro.
Durante las dos semanas siguientes, Naruto dedicó cada momento de vigilia a la búsqueda de mayor información sobre la mujer de la fotografía: Sakura Haruno.
Escudriñó cuanta biblioteca y museo se encontraba en un radio de mil millas, rastreó cada buscador de la Web, guardando cada fragmento de información que encontró, aunque la verdad sea dicha, lo que estaba disponible era lastimosamente exiguo.
Nadie sabía con seguridad dónde había nacido, aunque se suponía que había sido en Konoha. No se había casado. Supuestamente, ni siquiera había conocido el amor, había vivido una solitaria vida y muerto virgen, jamás tocada por hombre alguno.
—¿Quién fuiste en realidad, Sakura Haruno? —preguntó en voz alta— ¿Por qué tu vida fue tan solitaria?
Entonces, sentado frente al hogar en su silla favorita de alto respaldo lo invadió la pena por la muchacha que, a pesar de ser tan joven y encantadora, había sufrido un destino tan horrible. Miró fijamente las llamas crepitando en el hogar que le recordaban como el calor del sol le había quemado la piel. La agonía que la llevó a la muerte debió haber sido mucho más larga e infinitamente más dolorosa.
Se inclinó hacia adelante, apoyó los codos en las rodillas y entrelazó los dedos. Le gustara o no, fuese o no posible, la necesidad de encontrarla, de conocerla, lo estaba obsesionando. Era una criatura sobrenatural, capaz de proezas más allá de los poderes y capacidades meramente humanos. Podía cambiar de forma. Era capaz de moverse con una rapidez imposible de detectar por el ojo humano. Poseía la fuerza de veinte hombres mortales. Con tan sólo cerrar los ojos lograba transportarse a voluntad de un lugar a otro, sin importar la distancia.
—¿Si puedo transportarme alrededor del mundo, porque no hacerlo hacia el pasado? —meditó en voz alta. El pasado de ella, por supuesto. Y, de lograr el retorno,— ¿Sería capaz de cambiar el futuro de alguna manera?
La idea de trasladarse al pasado le resultó fascinante y compró cuanto libro pudo encontrar sobre la materia, tanto de ficción como no, y en el transcurso de la semana y media siguiente, los había leído a todos.
De acuerdo con Einstein, el espacio era curvo, el tiempo relativo, y el viaje a través del tiempo, posible.
Las hipótesis de Stephen Hawking respecto de las leyes de física desestimaban la posibilidad de construir una máquina del tiempo fundamentándose en que la inexistencia de seres provenientes del futuro en la actualidad, permitía inferir que el viaje a través del tiempo era imposible.
Carl Sagan había esbozado teorías interesantes en la materia. La primera relacionada con la posibilidad de construir una máquina del tiempo que pudiese viajar hacia el futuro, no hacia el pasado. Su segunda teoría que señalaba que aun siendo posible viajar al pasado, cuanto más lejano resultaría más costoso, y ese costo prohibitivo sería el motivo por el cual los seres del futuro no se aventurarían a regresar más allá del siglo veintiuno. La tercera teoría de Sagan infería que de resultar posible trasladarse del futuro hacia el pasado, sería probable que no se pudiese retornar hasta más allá del momento en que la máquina del tiempo fuese inventada, razón por la cual los viajeros del tiempo no podrían acceder a nuestra época, ya que todavía no ha sido creada.
Sagan avanzó en sus especulaciones respecto de viajeros en el tiempo que ya pudiesen estar aquí, sólo que resultarían imposibles de ver por coberturas que los hacían invisibles o que, de ser vistos, serían considerados algo distinto, tal vez como fantasmas, duendes o alienígenas. Sagan también señaló que, de ser factible la posibilidad de viajar en el tiempo, requeriría de un avance portentoso de nuestra tecnología, vaticinando que la civilización se auto destruiría antes de estar en condiciones de inventar la máquina del tiempo.
Había menciones respecto de la existencia de agujeros negros y agujeros blancos en el espacio, y agujeros «gusano» los que, si había logrado comprender lo leído, serían teorías hipotéticas sobre la conexión entre los dos primeros.
Un libro proponía la teoría de que el pasado estaba totalmente definido, lo que significaría que todo lo que ya había pasado o se suponía sucedería estaba marcado a fuego y no podía ser cambiado o deshecho. El autor infería en consecuencia que si un hombre viajase al pasado y tratase de matar a su abuelo, una sucesión de obstáculos le impediría hacerla, y así el futuro se mantendría intacto.
Una segunda teoría sostenía que si un hombre regresase al pasado y asesinara a su abuelo, crearía inmediatamente un nuevo universo cuántico que en esencia sería un universo paralelo dónde el abuelo nunca había existido y el hijo jamás había nacido. El universo original permanecería igual.
Otra teoría presumía que el hombre no podía retornar a un tiempo en el pasado en el que no había existido.
Aunque Naruto no planeaba utilizar una máquina del tiempo, cuanto más leía sobre el tema, más fascinante le parecía. Vio varias películas sobre viajes en el tiempo: Kate y Leopold, La máquina del tiempo, Contacto, escrita por Carl Sagan, y En algún lugar del tiempo. Esta última definitivamente su favorita, quizás porque el héroe de la película se enamoraba de una mujer de una fotografía. No era porque estuviese enamorado de Sakura Haruno. Los vampiros no se enamoran de mortales. Sería el colmo de la estupidez. Ningún vampiro en su sano juicio se revelaría como tal, si valorase en algo su existencia.
No, no estaba enamorado de Sakura Haruno. Nunca se enamoraría nuevamente, pero le había brindado un nuevo interés en la vida, un objetivo, aunque fuese imposible de lograr, y tan sólo ese deseo era algo que no había tenido desde hacía mucho tiempo. Tan sólo por eso, le salvaría la vida, si pudiese.
Pero antes de intentar algo que para los mortales sería posible, necesitaba estar en la plenitud de su capacidad preternatural, es decir, necesitaba alimentarse.
Abandonó la casa, deambuló como un fantasma a través de la oscuridad, como un ruido o movimiento imperceptibles para los que pasaban junto a él, hasta que llegó a su lugar favorito de caza en la ciudad. Cuando era un joven vampiro, solía cazar entre los pobres y excluidos. Escondido en los matorrales, había acechado a la escoria de la humanidad. Pero siendo más viejo y más sabio, abandonó los barrios pobres y optó por la caza entre los ricos, la elite, los que cenaban en costosos restaurantes y frecuentaban clubes exclusivos.
Conducían lujosos automóviles o paseaban en imponentes limusinas. Vivían en mansiones millonarias tras cercos y muros electrificados y se consideraban protegidos del resto del mundo.
Era tan fácil violar sus débiles defensas mortales, penetrar sus mentes mientras dormían, lograr que respondieran a su llamada. Sometidos a su hechizo, abandonaban sus lujosas alcobas. Impelidos por su voz eran incapaces de resistir su poder, iban hacia él, se le ofrecían voluntariamente para que pudiese satisfacer su insaciable sed. La sangre del rico era mucho más dulce que la del pobre. La piel de los adinerados olía a jabón, no a vómito, su cabello estaba limpio, no pegoteado con mugre, su aliento era dulce y fresco, no agrio por el vino barato.
La casa que eligió esa noche era similar a las del resto de la calle, grande y cuidada, protegida tras una pared de piedra. Saltó sobre el muro sin esfuerzo y se dirigió a la parte trasera de la casa. Una mujer de mediana edad dormía sola en una habitación de la planta baja. Una sirvienta quizás. Suavemente, se introdujo en su mente para averiguar su nombre, luego la exhortó a que fuese hacia él.
Instantes más tarde, una mujer alta, esbelta, con los pies descalzos que asomaban debajo del camisón de algodón, caminaba en dirección a él. Con los ojos abiertos sin ver, emprendió la marcha hacia dónde se encontraba.
El olor a sangre lo excitó, le crecieron los colmillos mientras ella se acercaba. No ofreció resistencia cuando la envolvió en sus brazos. Su cuerpo era tibio y dócil cuando le reclinó la espalda sobre el brazo.
—No tengas miedo, Orihime —susurró— No te lastimaré.
Le apartó la cabellera hacia un costado, le deslizó la punta de los dedos suavemente por la garganta, luego descendió la cabeza hasta su cuello. Su dulzura le llenó la boca mientras le clavaba los colmillos en la carne tierna.
Al principio, cuando supo en lo que se había convertido, pensaba que alimentarse así le resultaría repugnante, había temido que terminaría optando por la muerte antes de sucumbir a la voracidad que lo obligaba a esa conducta tan repulsiva. ¡Cuán equivocado había estado!
Bebió hasta sentirse satisfecho, borró todo recuerdo de memoria de la mujer, y le ordenó volver a la cama.
Después de abandonar la propiedad, deambuló las horas siguientes en las profundas sombras de la noche, escuchando sonidos que los mortales jamás habían oído, el susurro de una araña al hilar su red, el suspiro de la tierra al girar, el quejido somnoliento de un árbol al extender sus ramas hacia el cielo.
Era algo hermoso, la noche con vida y alma propias.
Había errado por el mundo bajo la luz de la luna, asombránose con tantas maravillas modernas, la gran pirámide de Giza, la Esfinge, antiguos castillos, catedrales y puentes construidos por el hombre y que, con el paso del tiempo, se habían convertido en cenizas. Había presenciado los inventos modernos más notables: coches y aeroplanos, ordenadores y satélites, bombas capaces de exterminar todo rastro de civilización.
Tantas cosas que en su época habían sido imposibles, ni siquiera soñadas o imaginadas. Cuando recorrió el planeta como un simple mortal, no había tenido tiempo ni capacidad de pensar en ninguna otra cosa salvo trabajar por el sustento diario. Había ovejas y ganado que cuidar, semillas que sembrar, malezas que limpiar, cultivos que regar y cosechar. En aquellos días, había trabajado arduamente desde el amanecer hasta el anochecer, junto a su padre para proveer de comida a su madre. Había tenido poco tiempo para otras cosas, hasta que encontró a Kotoko.
Abandonó sus cavilaciones, con un hormigueo que le recorrió todo el cuerpo advirtiéndole la proximidad del amanecer.
Era hora de regresar a su refugio.
La imagen de Sakura Haruno permanecía en su mente mientras se preparaba para descansar. No era demasiado extraño, ya que la había tenido constantemente presente en sus pensamientos, aunque le desconcertaba que su imagen le perdurase aun atrapado en el letargo de muerte en el que se sumergía.
No había vuelto a soñar desde la noche en que le introdujeron en el Oscuro Don. Y así, en un santiamén, pasaba de estar despierto a una oscura inconsciencia de muerte donde permanecía sumergido hasta que se ponía el sol; y cuando se despertaba tenía cabal conocimiento de lo que lo rodeaba.
hasta la próxima
Capitulo 3
La belleza del amanecer fue rápidamente opacada por la luz del sol que lo cegó, le abrasó los ojos y le ampolló la piel. El dolor fue mucho peor de lo que había imaginado, y gritó agonizante mientras su ropa comenzó a humear y se le empezó a quemar la piel.
Cerró los ojos y recordó la imagen de Sakura Haruno Emitió un grave gemido, consciente de que ella debió haber sentido lo mismo cuando las llamas comenzaron a lamerle la carne tierna.
—¡Sakura! —Su nombre era un grito de agonía en los labios, una súplica, una oración.
Cerró los puños. ¿Qué locura era esa? No podía destruirse a sí mismo, no ahora. No le importaba qué pudiera suceder con la casa o los muebles, pero no había previsto nada respecto de su colección de libros. No quería que fuese rematada o quizás algo peor, vendida por unos miserables dólares en una venta de garaje. Le había llevado décadas reunirla. Merecía ser enviada a un museo donde fuese debidamente apreciada y compartida con otros que reconociesen su valor.
¿Y qué pasaría con Sakura Haruno? ¿Cómo podría descansar en paz cuando todavía no sabía lo suficiente sobre ella? Apenas había escarbado la superficie. Quería descubrir algo más, quería saber todo lo que fuese posible. Regresó rápidamente a su casa, cerró la puerta dando un portazo contra la deslumbrante luminosidad del nuevo día.
Permaneció de pie en la entrada por un momento y luego, con un grito estrangulado, se derrumbó en el suelo sosteniéndose con las manos y las rodillas. Con la cabeza colgando, jadeando fatigosamente, se arrastró por el pasillo hacia la angosta puerta que conducía a su refugio. Construida de la misma madera y diseño que la pared, la puerta no alcanzaba los tres pies de alto. Conducía a una habitación rectangular subterránea que tenía una pared lindante con el sótano y otra con una puerta que conectaba a un muro de tierra. Era el refugio de Naruto que, de ser necesario, le permitiría acceder a la superficie a través de la tierra.
Debilitado por el sol naciente y el acuciante dolor que lo dominaba, golpeó la pequeña palanca que abría la puerta secreta e ingresó sin dificultad, descendió la sinuosa escalera hasta que, sin aliento, llegó al final.
Se recostó, demasiado débil para moverse. A pesar de sus poderes sobrenaturales, apenas tuvo fuerza para cerrar la puerta al final de la escalera, luego entornó los ojos con un grave gruñido, y se rindió a la oscuridad que lo arrastró a la bendita inconsciencia.
Se levantó con el crepúsculo, curadas las quemaduras del día anterior gracias al poder de recuperación del Sueño Oscuro.
Durante las dos semanas siguientes, Naruto dedicó cada momento de vigilia a la búsqueda de mayor información sobre la mujer de la fotografía: Sakura Haruno.
Escudriñó cuanta biblioteca y museo se encontraba en un radio de mil millas, rastreó cada buscador de la Web, guardando cada fragmento de información que encontró, aunque la verdad sea dicha, lo que estaba disponible era lastimosamente exiguo.
Nadie sabía con seguridad dónde había nacido, aunque se suponía que había sido en Konoha. No se había casado. Supuestamente, ni siquiera había conocido el amor, había vivido una solitaria vida y muerto virgen, jamás tocada por hombre alguno.
—¿Quién fuiste en realidad, Sakura Haruno? —preguntó en voz alta— ¿Por qué tu vida fue tan solitaria?
Entonces, sentado frente al hogar en su silla favorita de alto respaldo lo invadió la pena por la muchacha que, a pesar de ser tan joven y encantadora, había sufrido un destino tan horrible. Miró fijamente las llamas crepitando en el hogar que le recordaban como el calor del sol le había quemado la piel. La agonía que la llevó a la muerte debió haber sido mucho más larga e infinitamente más dolorosa.
Se inclinó hacia adelante, apoyó los codos en las rodillas y entrelazó los dedos. Le gustara o no, fuese o no posible, la necesidad de encontrarla, de conocerla, lo estaba obsesionando. Era una criatura sobrenatural, capaz de proezas más allá de los poderes y capacidades meramente humanos. Podía cambiar de forma. Era capaz de moverse con una rapidez imposible de detectar por el ojo humano. Poseía la fuerza de veinte hombres mortales. Con tan sólo cerrar los ojos lograba transportarse a voluntad de un lugar a otro, sin importar la distancia.
—¿Si puedo transportarme alrededor del mundo, porque no hacerlo hacia el pasado? —meditó en voz alta. El pasado de ella, por supuesto. Y, de lograr el retorno,— ¿Sería capaz de cambiar el futuro de alguna manera?
La idea de trasladarse al pasado le resultó fascinante y compró cuanto libro pudo encontrar sobre la materia, tanto de ficción como no, y en el transcurso de la semana y media siguiente, los había leído a todos.
De acuerdo con Einstein, el espacio era curvo, el tiempo relativo, y el viaje a través del tiempo, posible.
Las hipótesis de Stephen Hawking respecto de las leyes de física desestimaban la posibilidad de construir una máquina del tiempo fundamentándose en que la inexistencia de seres provenientes del futuro en la actualidad, permitía inferir que el viaje a través del tiempo era imposible.
Carl Sagan había esbozado teorías interesantes en la materia. La primera relacionada con la posibilidad de construir una máquina del tiempo que pudiese viajar hacia el futuro, no hacia el pasado. Su segunda teoría que señalaba que aun siendo posible viajar al pasado, cuanto más lejano resultaría más costoso, y ese costo prohibitivo sería el motivo por el cual los seres del futuro no se aventurarían a regresar más allá del siglo veintiuno. La tercera teoría de Sagan infería que de resultar posible trasladarse del futuro hacia el pasado, sería probable que no se pudiese retornar hasta más allá del momento en que la máquina del tiempo fuese inventada, razón por la cual los viajeros del tiempo no podrían acceder a nuestra época, ya que todavía no ha sido creada.
Sagan avanzó en sus especulaciones respecto de viajeros en el tiempo que ya pudiesen estar aquí, sólo que resultarían imposibles de ver por coberturas que los hacían invisibles o que, de ser vistos, serían considerados algo distinto, tal vez como fantasmas, duendes o alienígenas. Sagan también señaló que, de ser factible la posibilidad de viajar en el tiempo, requeriría de un avance portentoso de nuestra tecnología, vaticinando que la civilización se auto destruiría antes de estar en condiciones de inventar la máquina del tiempo.
Había menciones respecto de la existencia de agujeros negros y agujeros blancos en el espacio, y agujeros «gusano» los que, si había logrado comprender lo leído, serían teorías hipotéticas sobre la conexión entre los dos primeros.
Un libro proponía la teoría de que el pasado estaba totalmente definido, lo que significaría que todo lo que ya había pasado o se suponía sucedería estaba marcado a fuego y no podía ser cambiado o deshecho. El autor infería en consecuencia que si un hombre viajase al pasado y tratase de matar a su abuelo, una sucesión de obstáculos le impediría hacerla, y así el futuro se mantendría intacto.
Una segunda teoría sostenía que si un hombre regresase al pasado y asesinara a su abuelo, crearía inmediatamente un nuevo universo cuántico que en esencia sería un universo paralelo dónde el abuelo nunca había existido y el hijo jamás había nacido. El universo original permanecería igual.
Otra teoría presumía que el hombre no podía retornar a un tiempo en el pasado en el que no había existido.
Aunque Naruto no planeaba utilizar una máquina del tiempo, cuanto más leía sobre el tema, más fascinante le parecía. Vio varias películas sobre viajes en el tiempo: Kate y Leopold, La máquina del tiempo, Contacto, escrita por Carl Sagan, y En algún lugar del tiempo. Esta última definitivamente su favorita, quizás porque el héroe de la película se enamoraba de una mujer de una fotografía. No era porque estuviese enamorado de Sakura Haruno. Los vampiros no se enamoran de mortales. Sería el colmo de la estupidez. Ningún vampiro en su sano juicio se revelaría como tal, si valorase en algo su existencia.
No, no estaba enamorado de Sakura Haruno. Nunca se enamoraría nuevamente, pero le había brindado un nuevo interés en la vida, un objetivo, aunque fuese imposible de lograr, y tan sólo ese deseo era algo que no había tenido desde hacía mucho tiempo. Tan sólo por eso, le salvaría la vida, si pudiese.
Pero antes de intentar algo que para los mortales sería posible, necesitaba estar en la plenitud de su capacidad preternatural, es decir, necesitaba alimentarse.
Abandonó la casa, deambuló como un fantasma a través de la oscuridad, como un ruido o movimiento imperceptibles para los que pasaban junto a él, hasta que llegó a su lugar favorito de caza en la ciudad. Cuando era un joven vampiro, solía cazar entre los pobres y excluidos. Escondido en los matorrales, había acechado a la escoria de la humanidad. Pero siendo más viejo y más sabio, abandonó los barrios pobres y optó por la caza entre los ricos, la elite, los que cenaban en costosos restaurantes y frecuentaban clubes exclusivos.
Conducían lujosos automóviles o paseaban en imponentes limusinas. Vivían en mansiones millonarias tras cercos y muros electrificados y se consideraban protegidos del resto del mundo.
Era tan fácil violar sus débiles defensas mortales, penetrar sus mentes mientras dormían, lograr que respondieran a su llamada. Sometidos a su hechizo, abandonaban sus lujosas alcobas. Impelidos por su voz eran incapaces de resistir su poder, iban hacia él, se le ofrecían voluntariamente para que pudiese satisfacer su insaciable sed. La sangre del rico era mucho más dulce que la del pobre. La piel de los adinerados olía a jabón, no a vómito, su cabello estaba limpio, no pegoteado con mugre, su aliento era dulce y fresco, no agrio por el vino barato.
La casa que eligió esa noche era similar a las del resto de la calle, grande y cuidada, protegida tras una pared de piedra. Saltó sobre el muro sin esfuerzo y se dirigió a la parte trasera de la casa. Una mujer de mediana edad dormía sola en una habitación de la planta baja. Una sirvienta quizás. Suavemente, se introdujo en su mente para averiguar su nombre, luego la exhortó a que fuese hacia él.
Instantes más tarde, una mujer alta, esbelta, con los pies descalzos que asomaban debajo del camisón de algodón, caminaba en dirección a él. Con los ojos abiertos sin ver, emprendió la marcha hacia dónde se encontraba.
El olor a sangre lo excitó, le crecieron los colmillos mientras ella se acercaba. No ofreció resistencia cuando la envolvió en sus brazos. Su cuerpo era tibio y dócil cuando le reclinó la espalda sobre el brazo.
—No tengas miedo, Orihime —susurró— No te lastimaré.
Le apartó la cabellera hacia un costado, le deslizó la punta de los dedos suavemente por la garganta, luego descendió la cabeza hasta su cuello. Su dulzura le llenó la boca mientras le clavaba los colmillos en la carne tierna.
Al principio, cuando supo en lo que se había convertido, pensaba que alimentarse así le resultaría repugnante, había temido que terminaría optando por la muerte antes de sucumbir a la voracidad que lo obligaba a esa conducta tan repulsiva. ¡Cuán equivocado había estado!
Bebió hasta sentirse satisfecho, borró todo recuerdo de memoria de la mujer, y le ordenó volver a la cama.
Después de abandonar la propiedad, deambuló las horas siguientes en las profundas sombras de la noche, escuchando sonidos que los mortales jamás habían oído, el susurro de una araña al hilar su red, el suspiro de la tierra al girar, el quejido somnoliento de un árbol al extender sus ramas hacia el cielo.
Era algo hermoso, la noche con vida y alma propias.
Había errado por el mundo bajo la luz de la luna, asombránose con tantas maravillas modernas, la gran pirámide de Giza, la Esfinge, antiguos castillos, catedrales y puentes construidos por el hombre y que, con el paso del tiempo, se habían convertido en cenizas. Había presenciado los inventos modernos más notables: coches y aeroplanos, ordenadores y satélites, bombas capaces de exterminar todo rastro de civilización.
Tantas cosas que en su época habían sido imposibles, ni siquiera soñadas o imaginadas. Cuando recorrió el planeta como un simple mortal, no había tenido tiempo ni capacidad de pensar en ninguna otra cosa salvo trabajar por el sustento diario. Había ovejas y ganado que cuidar, semillas que sembrar, malezas que limpiar, cultivos que regar y cosechar. En aquellos días, había trabajado arduamente desde el amanecer hasta el anochecer, junto a su padre para proveer de comida a su madre. Había tenido poco tiempo para otras cosas, hasta que encontró a Kotoko.
Abandonó sus cavilaciones, con un hormigueo que le recorrió todo el cuerpo advirtiéndole la proximidad del amanecer.
Era hora de regresar a su refugio.
La imagen de Sakura Haruno permanecía en su mente mientras se preparaba para descansar. No era demasiado extraño, ya que la había tenido constantemente presente en sus pensamientos, aunque le desconcertaba que su imagen le perdurase aun atrapado en el letargo de muerte en el que se sumergía.
No había vuelto a soñar desde la noche en que le introdujeron en el Oscuro Don. Y así, en un santiamén, pasaba de estar despierto a una oscura inconsciencia de muerte donde permanecía sumergido hasta que se ponía el sol; y cuando se despertaba tenía cabal conocimiento de lo que lo rodeaba.
hasta la próxima
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Naruto es un vampiro y pudiera parecer que lo tiene todo, sin embargo no tienen nada o al menos nada que valga la pena para soportar una existencia eterna pero llena de soledad, perdió a su amada Kotoko y a su hijo, creo y ha deambulado por el mundo hasta ahora que encontró un motivo para su existencia...
Sakura Haruno una doncella acusada de brujería y condenada por ello, que guarda una semejanza con su amada y que curiosamente murió el día que él vio la luz del sol por primera vez, casualidad?
Muy interesante historia, llena de misterio y eso sin contar que para Naruto tal vez viajar en el tiempo no sea una locura, sino algo que es posible, por cierto como es qué se convirtió en un vampiro?
Sakura Haruno una doncella acusada de brujería y condenada por ello, que guarda una semejanza con su amada y que curiosamente murió el día que él vio la luz del sol por primera vez, casualidad?
Muy interesante historia, llena de misterio y eso sin contar que para Naruto tal vez viajar en el tiempo no sea una locura, sino algo que es posible, por cierto como es qué se convirtió en un vampiro?
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Que bien, esta historia esta genial, ya me la lei como 5 veces y me gusto bastante, ahora que esta aqui pues creo que me la volvere a leer.
Naruto el vampiro y sakura la bruja, si, recuerdo muy bien como va la historia, espero que puedas subir los demas capitulos, un saludo, nos vemos.
Naruto el vampiro y sakura la bruja, si, recuerdo muy bien como va la historia, espero que puedas subir los demas capitulos, un saludo, nos vemos.
ShinseinaUzumaki- Chunnin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
bueno gracias por su comentario y leon a medida que los capitulo van ha basando te resolverán tus preguntan y ShinseinaUzumaki me alegro que te haya leído te gustaría una segunda temporada jejeje bueno yo no diré nada pero tengo una sorpresa y a mis lectores que sigan leyendo
Capitulo 4
No había vuelto a soñar desde la noche en que le introdujeron en el Oscuro Don. Y así, en un santiamén, pasaba de estar despierto a una oscura inconsciencia de muerte donde permanecía sumergido hasta que se ponía el sol; y cuando se despertaba tenía cabal conocimiento de lo que lo rodeaba.
Pero esa noche, por primera vez desde que recibiera el Oscuro Don, soñó. Pudo darse cuenta de ese milagro aun cuando las imágenes se iban desvelando en su mente. Se veía de pie fuera de un círculo formado por árboles siempre verdes. En el medio del bosque divisó una esbelta joven de cabello rabiosamente rosado y profundos ojos verdes. Al observarla, ella inició una lenta danza sensual, cubierta tan sólo por la cabellera que le caía por la espalda y los hombros hasta la cintura brillando como velos de seda nacar bajo la luz plateada de la luna llena. Un collar de ámbar y azabache le rodeaba la esbelta garganta. Elevó el rostro hacia el cielo, los ojos brillaban como invaluables gemas. La risa brotó de su garganta, con tal regocijo y exuberancia que, aun atrapado en el Sueño Oscuro, le arrancó una sonrisa de los labios.
Se movió hacia ella, oscuridad a la luz.
Ella detuvo la danza mientras él se aproximaba. Silenciosamente, apareció un gran gato negro que se le refregó contra las piernas.
Naruto se detuvo a un brazo de distancia. La mirada de la mujer encontró la suya, osada y sin temor, con los labios curvados en una sonrisa.
—Eres tú —suspiró.
Sorprendido ante sus palabras, se acercó con el brazo extendido.
—¿Me conoces? ¿Cómo es posible?
Pero la respuesta se perdió al ser arrastrado a las profundidades del Sueño Oscuro, sumergiéndolo cada vez más y más en el olvido.
Al despertarse, su cuadro fue la primera cosa que buscó. Miró fijamente sus ojos. Ojos verdes. Algo rasgados, como de gata.
«Eres tú».
Le repiqueteaba el sonido de su voz en la cabeza, suave y grave, con un matiz enronquecido, increíblemente sexy.
Se dirigió a la biblioteca, buscó en los estantes hasta que encontró un libro sobre brujería que versaba sobre hechizos y Magia paranormal herbácea, magia de los cirios, magia animal y magia de los elementos.
Algunos tipos de magia paranormal resultaban más efectivos durante alguna fase particular de la luna. Hacía referencia a rituales y cánticos; y a altares adornados con flores secas o frescas, caracoles, cristales, fotos e incienso.
Algunos encantamientos podían ser conjurados con palabras, otros con música. Siguió leyendo, en particular sobre un cántico cuyo propósito era ayudar a la bruja a concentrarse en lo que deseaba.
También servía para provocar la energía necesaria para conjurar el hechizo. La danza era otra manera de incrementar la energía. Recordó las declaraciones de aquellos que la habían visto bailar desnuda bajo la luz de la luna. Otra sección estaba dedicada a las herramientas utilizadas por las brujas. En... este sentido, utilizaban un cuchillo de hierro o acero para marcar un círculo o invocar ciertos hechizos. El acero o hierro no podía ser utilizado para cortar hierro o acero, razón por la cual las brujas poseían también un cuchillo a fin hecho de cobre o plata. Por supuesto, ninguna bruja podía llevar a cabo su obra sin un caldero que utilizaban para mezclar ingredientes crudos para cocinar algo nuevo. La mayoría de las brujas poseían una taza especial para ciertos rituales, hecha de plata, madera o arcilla.
El libro también mencionaba estrellas de cinco puntas, collares y varas. Y escobas. No se imaginaba a las brujas volando en palos de escoba. De acuerdo con el libro, las escobas eran utilizadas para barrer la energía negativa antes de conjurar un hechizo.
Cuando llegó al capítulo sobre los signos de la luna, su curiosidad se agudizó, después de todo, la luna jugaba un rol importante en su vida. De acuerdo con el autor, la luna creaba diferentes tipos de energía que afectaban la vida diaria. En Aries significaba un buen momento para emprender cosas nuevas. Lo iniciado en Tauro perduraría, en cambio, lo emprendido en Géminis sería fácilmente cambiado por influencias externas; Cáncer propendía al crecimiento y la nutrición, favorable para atender necesidades domésticas. El énfasis de Leo era sobre uno mismo. Virgo protegía la salud.
Libra era favorable para la amistad y los vínculos. Escorpio potenciaba el poder físico; Sagitario favorecía los vuelos de la fantasía y de la imaginación. Capricornio preservaba las tradiciones. Acuario era propicio para modificar los hábitos. Piscis potenciaba las impresiones ensoñadoras y psíquicas.
Cada día de la semana estaba influenciado no sólo por un planeta sino también por los colores. La luna predominaba en lunes, conllevando paz y salud; los colores asociados eran el gris y plata; lavanda y blanco.
Marte dominaba en martes en lo relacionado con la pasión y el coraje, y sus colores eran los asociados con la guerra, como el rojo, blanco negro y gris. Mercurio influenciaba los miércoles, potenciando lo relacionado con el estudio y los viajes; sus colores eran pálidos, durazno y amarillo, blanco y marrón. Júpiter regía en jueves, propiciando la expansión y la prosperidad; los colores eran exuberantes: turquesa y blanco, verde y violeta. El viernes pertenecía a Venus e implicaba amor, belleza y amistad; los colores asociados eran tenues: rosa, durazno y blanco. Resopló suavemente. Si mal no recordaba, había nacido un viernes justo antes de medianoche. ¿Cómo se podría relacionar al amor y la belleza y los colores de las rosas con un hombre que deambulaba en las sombras de la noche acechando las vidas de otros? Con seguridad ningún otro color podría asociarse con vida de un vampiro más que el rojo oscuro de la sangre.
Con un movimiento de cabeza, Naruto continuó la lectura. El sábado estaba regido por Saturno, fomentando la longevidad, el hogar y los desenlaces; los colores eran índigo oscuro, marrón, azul y gris. Por supuesto, el domingo estaba regido por el sol, proveyendo salud y espiritualidad, fuerza y rotección; los colores eran suaves: dorado y anaranjado, durazno y amarillo.
Hojeó el resto del libro, donde aparecían los nombres e brujas famosas tanto en la historia como en las leyendas.
Hécate, la diosa verde de las brujas, adorada en la oscuridad de la luna en lugares donde confluyen tres caminos. Sus tres cabezas, de caballo, serpiente y perro, le permitían ver en tres direcciones al mismo tiempo.
Morgan Le Fey, considerada discípula de Merlín, el mago. Nimue, conocida como la Dama del Lago. Circe, en una isla mágica en el medio del mar. Medea, la diosa de las serpientes. También aparecían datos sobre una bruja del siglo xv conocida como Madre Shipton, quien supuestamente poseía el poder de curar y hechizar. Le pareció interesante el que fuese considerada una vidente quien predijo algunos inventos de la vida moderna como los aviones y automóviles. Anne Boleyn, segunda esposa de Enrique VIII, sospechosa de bruja por tener un sexto dedo en una mano.
Otro capítulo trataba sobre hechizos. Se suponía que una almohadilla rellena con romero, tomillo y salvia era efectiva para atraer el amor. También había un conjuro para el dinero: la bruja debía cortar doce trozos de papel del tamaño de una nota bancaria y colocarlos en una caja esparciendo tomillo entre cada trozo. La caja debía ser atada con un hilo con treinta y un nudos y enterrada a no más de siete pulgadas de profundidad. Si se hacía apropiadamente, la caja contendría dinero real cuando fuese desenterrada exactamente un año después.
Leyó que la madera de aliso era utilizada para convocar a espíritus del otro mundo. Acomodándose, meditó sobre ello. Quizás podría encontrar una bruja que invocara la esencia de Sakura Haruno, pero, en realidad, quería algo más que su espíritu.
Cerró el libro, y pensó en su propia bruja. Sakura Haruno. Incluso su nombre le atraía. Lo murmuró en voz alta, disfrutando de su sonido.
Era la hora.
Cogió la imagen del cuadro nuevamente y abandonó la casa.
De pie en el jardín trasero, ciñendo la imagen de significativo parecido, dejó que la noche lo envolviera con su oscuridad, inmerso en la oscuridad de su alma, escondiéndolo del resto del mundo.
Miró fijamente la imagen, se concentró en el rostro mientras repetía el nombre en una letanía, una y otra vez, imaginándose a sí mismo retrocediendo en el tiempo, cada inhalación, cada segundo, retrotrayéndose del mundo que conocía, más cerca del de ella.
Repentinamente, el pensamiento se volvió realidad y el deseo se convirtió en destino.
Estaba viajando a través de un largo túnel negro. Vio como pasaban los años, retrocediendo las centurias hasta que el mundo moderno descorrió las lúgubres nubes del pasado.
El siglo veinte, saturado de guerras y rumores de guerra, con inventos que la gente jamás había soñado: televisores, ordenadores, CDs, microondas, jets, teléfonos móviles, comida congelada, penicilina, ametralladoras y la bomba atómica.
El siglo diecinueve, que había introducido en el mundo la locomoción a vapor, la imprenta, máquinas de escribir, teléfonos, ascensores, bicicletas, la Coca Cola, máquinas de caer, y la Guerra Civil.
El siglo dieciocho con la creación del piano, el bote a Yapor, la desgranadora, el extintor, el sextante, el submarino, el paracaídas y la Revolución Francesa.
El siglo diecisiete, que trajo al mundo la bomba de aire, la turbina a vapor, el telescopio, los relojes de bolsillo y las
cacerolas a presión, el champagne Don Perignon, los juicios y las brujas.
Cerró los ojos al sentir un cese abrupto de movimiento, seguido de un vertiginoso mareo.
Cuando abrió los ojos, la casa y el jardín habían desaparecido y se encontraba de pie frente a un círculo de nudosos robles.
A lo lejos, vio una casa pequeña con techo de paja. Una espiral de humo se elevaba de la chimenea. La luz amarillenta del candelabro brillaba en la ventana.
Pero fue la mujer bailando a la luz de la luna lo que capturó y prendió su mirada. Una mujer de cabellera color rosa nacar y vivaces ojos verdes. Una mujer desnuda, salvo por el velo brillante de su cabello y un collar de ámbar y azabache.
La examinó durante varios segundos, incapaz de creer lo que veía. Era más hermosa de lo que cualquier pintor podría haber reflejado. Su piel era inmaculada, su esbelta figura perfectamente formada. Bailando en el centro de un círculo formado por velas blancas, se movía con la flexible gracia, sensual e inconsciente, de una mujer que no ha conocido las caricias de un hombre. La luz de la luna combinada con la de las velas la bañaba de un halo de plata. El cabello le caía sobre los hombros y la espalda como un río de rosa seda derretida.
Cautivado, sólo pudo permanecer de pie, observando como elevaba los brazos al cielo, luego giraba graciosamente, cantando.
—Luz de la noche, escucha mi canción, tráeme mi amor, cuanto antes por favor.
Su voz lo envolvió, cálida e hipnotizadora con el mismo matiz había escuchado en su mente mientras dormía, un sonido que le recordaba la luz del hogar sobre el terciopelo en una noche de invierno.
—Sakura —susurró su nombre con el ardor de un deseo que jamás había experimentado.
Al escuchar su nombre, Sakura dejó de bailar. Repentinamente, giró en dirección a él escudriñando las sombras de la noche.
—¿Quién es? —retrocedió un paso, sin tener en cuenta su desnudez— ¿Rock Lee, eres tú? Muéstrate si te atreves.
Aguardó durante un momento, pero no escuchó nada.
Imaginando que probablemente lo había imaginado, estaba por alejarse cuando divisó un atisbo de movimiento entre dos árboles. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras una forma oscura se apartó de las sombras.
Lo primero que pensó fue que había invocado al mismísimo demonio, ya que la criatura que caminaba hacia ella parecía parte de la noche misma que la rodeaba. Alto y esbelto, con poderosos hombros y largas piernas. El cabello rubio como el sol. Aun en la oscuridad, pudo notar que sus ojos eran color azul mar, bajo rectilíneas cejas rubias. Su piel era un poco pálida aunque no tenía aspecto enfermizo. Más del tipo de un hombre adinerado que pasa poco tiempo al sol.
Tembló cuando sus osados ojos encontraron los suyos.
—¿Quién eres? —inquirió— ¿Qué haces acechando en las sombras a altas horas de la madrugada?
—Vine a verte a ti, Sakura Haruno.
Aunque suave, su voz era imperiosa. Su tono le provocó un temblor que le recorrió todo el cuerpo.
—¿Cómo sabes quién soy?
—Sé todo sobre ti.
Levantó una delicada ceja con expresión de desconfianza.
—¿Cómo puede ser así, señor, si jamás nos hemos visto?
Él sonrió débilmente.
Ella notó la blancura de sus dientes.
—Quizás es tu magia la que me ha invocado.
Su voz, ¿Qué tenía su voz que le inducía pensamientos que discurrían por caminos que ninguna mujer soltera deberia ni siquiera considerar?
—¿Realmente?
Dio un paso cauteloso hacia él, entrecerrando los ojos para luego abrirlos ante el sorprendente reconocimiento.
—¡Eres tú! —retrocedió un paso con presteza, cubriéndose el corazón con la mano.
Naruto asintió. Quizás no habían sido sus poderes los que lo trajeron a este tiempo y lugar. Quizás había sido producto
de brujería forjada a la luz de luna llena
Capitulo 4
No había vuelto a soñar desde la noche en que le introdujeron en el Oscuro Don. Y así, en un santiamén, pasaba de estar despierto a una oscura inconsciencia de muerte donde permanecía sumergido hasta que se ponía el sol; y cuando se despertaba tenía cabal conocimiento de lo que lo rodeaba.
Pero esa noche, por primera vez desde que recibiera el Oscuro Don, soñó. Pudo darse cuenta de ese milagro aun cuando las imágenes se iban desvelando en su mente. Se veía de pie fuera de un círculo formado por árboles siempre verdes. En el medio del bosque divisó una esbelta joven de cabello rabiosamente rosado y profundos ojos verdes. Al observarla, ella inició una lenta danza sensual, cubierta tan sólo por la cabellera que le caía por la espalda y los hombros hasta la cintura brillando como velos de seda nacar bajo la luz plateada de la luna llena. Un collar de ámbar y azabache le rodeaba la esbelta garganta. Elevó el rostro hacia el cielo, los ojos brillaban como invaluables gemas. La risa brotó de su garganta, con tal regocijo y exuberancia que, aun atrapado en el Sueño Oscuro, le arrancó una sonrisa de los labios.
Se movió hacia ella, oscuridad a la luz.
Ella detuvo la danza mientras él se aproximaba. Silenciosamente, apareció un gran gato negro que se le refregó contra las piernas.
Naruto se detuvo a un brazo de distancia. La mirada de la mujer encontró la suya, osada y sin temor, con los labios curvados en una sonrisa.
—Eres tú —suspiró.
Sorprendido ante sus palabras, se acercó con el brazo extendido.
—¿Me conoces? ¿Cómo es posible?
Pero la respuesta se perdió al ser arrastrado a las profundidades del Sueño Oscuro, sumergiéndolo cada vez más y más en el olvido.
Al despertarse, su cuadro fue la primera cosa que buscó. Miró fijamente sus ojos. Ojos verdes. Algo rasgados, como de gata.
«Eres tú».
Le repiqueteaba el sonido de su voz en la cabeza, suave y grave, con un matiz enronquecido, increíblemente sexy.
Se dirigió a la biblioteca, buscó en los estantes hasta que encontró un libro sobre brujería que versaba sobre hechizos y Magia paranormal herbácea, magia de los cirios, magia animal y magia de los elementos.
Algunos tipos de magia paranormal resultaban más efectivos durante alguna fase particular de la luna. Hacía referencia a rituales y cánticos; y a altares adornados con flores secas o frescas, caracoles, cristales, fotos e incienso.
Algunos encantamientos podían ser conjurados con palabras, otros con música. Siguió leyendo, en particular sobre un cántico cuyo propósito era ayudar a la bruja a concentrarse en lo que deseaba.
También servía para provocar la energía necesaria para conjurar el hechizo. La danza era otra manera de incrementar la energía. Recordó las declaraciones de aquellos que la habían visto bailar desnuda bajo la luz de la luna. Otra sección estaba dedicada a las herramientas utilizadas por las brujas. En... este sentido, utilizaban un cuchillo de hierro o acero para marcar un círculo o invocar ciertos hechizos. El acero o hierro no podía ser utilizado para cortar hierro o acero, razón por la cual las brujas poseían también un cuchillo a fin hecho de cobre o plata. Por supuesto, ninguna bruja podía llevar a cabo su obra sin un caldero que utilizaban para mezclar ingredientes crudos para cocinar algo nuevo. La mayoría de las brujas poseían una taza especial para ciertos rituales, hecha de plata, madera o arcilla.
El libro también mencionaba estrellas de cinco puntas, collares y varas. Y escobas. No se imaginaba a las brujas volando en palos de escoba. De acuerdo con el libro, las escobas eran utilizadas para barrer la energía negativa antes de conjurar un hechizo.
Cuando llegó al capítulo sobre los signos de la luna, su curiosidad se agudizó, después de todo, la luna jugaba un rol importante en su vida. De acuerdo con el autor, la luna creaba diferentes tipos de energía que afectaban la vida diaria. En Aries significaba un buen momento para emprender cosas nuevas. Lo iniciado en Tauro perduraría, en cambio, lo emprendido en Géminis sería fácilmente cambiado por influencias externas; Cáncer propendía al crecimiento y la nutrición, favorable para atender necesidades domésticas. El énfasis de Leo era sobre uno mismo. Virgo protegía la salud.
Libra era favorable para la amistad y los vínculos. Escorpio potenciaba el poder físico; Sagitario favorecía los vuelos de la fantasía y de la imaginación. Capricornio preservaba las tradiciones. Acuario era propicio para modificar los hábitos. Piscis potenciaba las impresiones ensoñadoras y psíquicas.
Cada día de la semana estaba influenciado no sólo por un planeta sino también por los colores. La luna predominaba en lunes, conllevando paz y salud; los colores asociados eran el gris y plata; lavanda y blanco.
Marte dominaba en martes en lo relacionado con la pasión y el coraje, y sus colores eran los asociados con la guerra, como el rojo, blanco negro y gris. Mercurio influenciaba los miércoles, potenciando lo relacionado con el estudio y los viajes; sus colores eran pálidos, durazno y amarillo, blanco y marrón. Júpiter regía en jueves, propiciando la expansión y la prosperidad; los colores eran exuberantes: turquesa y blanco, verde y violeta. El viernes pertenecía a Venus e implicaba amor, belleza y amistad; los colores asociados eran tenues: rosa, durazno y blanco. Resopló suavemente. Si mal no recordaba, había nacido un viernes justo antes de medianoche. ¿Cómo se podría relacionar al amor y la belleza y los colores de las rosas con un hombre que deambulaba en las sombras de la noche acechando las vidas de otros? Con seguridad ningún otro color podría asociarse con vida de un vampiro más que el rojo oscuro de la sangre.
Con un movimiento de cabeza, Naruto continuó la lectura. El sábado estaba regido por Saturno, fomentando la longevidad, el hogar y los desenlaces; los colores eran índigo oscuro, marrón, azul y gris. Por supuesto, el domingo estaba regido por el sol, proveyendo salud y espiritualidad, fuerza y rotección; los colores eran suaves: dorado y anaranjado, durazno y amarillo.
Hojeó el resto del libro, donde aparecían los nombres e brujas famosas tanto en la historia como en las leyendas.
Hécate, la diosa verde de las brujas, adorada en la oscuridad de la luna en lugares donde confluyen tres caminos. Sus tres cabezas, de caballo, serpiente y perro, le permitían ver en tres direcciones al mismo tiempo.
Morgan Le Fey, considerada discípula de Merlín, el mago. Nimue, conocida como la Dama del Lago. Circe, en una isla mágica en el medio del mar. Medea, la diosa de las serpientes. También aparecían datos sobre una bruja del siglo xv conocida como Madre Shipton, quien supuestamente poseía el poder de curar y hechizar. Le pareció interesante el que fuese considerada una vidente quien predijo algunos inventos de la vida moderna como los aviones y automóviles. Anne Boleyn, segunda esposa de Enrique VIII, sospechosa de bruja por tener un sexto dedo en una mano.
Otro capítulo trataba sobre hechizos. Se suponía que una almohadilla rellena con romero, tomillo y salvia era efectiva para atraer el amor. También había un conjuro para el dinero: la bruja debía cortar doce trozos de papel del tamaño de una nota bancaria y colocarlos en una caja esparciendo tomillo entre cada trozo. La caja debía ser atada con un hilo con treinta y un nudos y enterrada a no más de siete pulgadas de profundidad. Si se hacía apropiadamente, la caja contendría dinero real cuando fuese desenterrada exactamente un año después.
Leyó que la madera de aliso era utilizada para convocar a espíritus del otro mundo. Acomodándose, meditó sobre ello. Quizás podría encontrar una bruja que invocara la esencia de Sakura Haruno, pero, en realidad, quería algo más que su espíritu.
Cerró el libro, y pensó en su propia bruja. Sakura Haruno. Incluso su nombre le atraía. Lo murmuró en voz alta, disfrutando de su sonido.
Era la hora.
Cogió la imagen del cuadro nuevamente y abandonó la casa.
De pie en el jardín trasero, ciñendo la imagen de significativo parecido, dejó que la noche lo envolviera con su oscuridad, inmerso en la oscuridad de su alma, escondiéndolo del resto del mundo.
Miró fijamente la imagen, se concentró en el rostro mientras repetía el nombre en una letanía, una y otra vez, imaginándose a sí mismo retrocediendo en el tiempo, cada inhalación, cada segundo, retrotrayéndose del mundo que conocía, más cerca del de ella.
Repentinamente, el pensamiento se volvió realidad y el deseo se convirtió en destino.
Estaba viajando a través de un largo túnel negro. Vio como pasaban los años, retrocediendo las centurias hasta que el mundo moderno descorrió las lúgubres nubes del pasado.
El siglo veinte, saturado de guerras y rumores de guerra, con inventos que la gente jamás había soñado: televisores, ordenadores, CDs, microondas, jets, teléfonos móviles, comida congelada, penicilina, ametralladoras y la bomba atómica.
El siglo diecinueve, que había introducido en el mundo la locomoción a vapor, la imprenta, máquinas de escribir, teléfonos, ascensores, bicicletas, la Coca Cola, máquinas de caer, y la Guerra Civil.
El siglo dieciocho con la creación del piano, el bote a Yapor, la desgranadora, el extintor, el sextante, el submarino, el paracaídas y la Revolución Francesa.
El siglo diecisiete, que trajo al mundo la bomba de aire, la turbina a vapor, el telescopio, los relojes de bolsillo y las
cacerolas a presión, el champagne Don Perignon, los juicios y las brujas.
Cerró los ojos al sentir un cese abrupto de movimiento, seguido de un vertiginoso mareo.
Cuando abrió los ojos, la casa y el jardín habían desaparecido y se encontraba de pie frente a un círculo de nudosos robles.
A lo lejos, vio una casa pequeña con techo de paja. Una espiral de humo se elevaba de la chimenea. La luz amarillenta del candelabro brillaba en la ventana.
Pero fue la mujer bailando a la luz de la luna lo que capturó y prendió su mirada. Una mujer de cabellera color rosa nacar y vivaces ojos verdes. Una mujer desnuda, salvo por el velo brillante de su cabello y un collar de ámbar y azabache.
La examinó durante varios segundos, incapaz de creer lo que veía. Era más hermosa de lo que cualquier pintor podría haber reflejado. Su piel era inmaculada, su esbelta figura perfectamente formada. Bailando en el centro de un círculo formado por velas blancas, se movía con la flexible gracia, sensual e inconsciente, de una mujer que no ha conocido las caricias de un hombre. La luz de la luna combinada con la de las velas la bañaba de un halo de plata. El cabello le caía sobre los hombros y la espalda como un río de rosa seda derretida.
Cautivado, sólo pudo permanecer de pie, observando como elevaba los brazos al cielo, luego giraba graciosamente, cantando.
—Luz de la noche, escucha mi canción, tráeme mi amor, cuanto antes por favor.
Su voz lo envolvió, cálida e hipnotizadora con el mismo matiz había escuchado en su mente mientras dormía, un sonido que le recordaba la luz del hogar sobre el terciopelo en una noche de invierno.
—Sakura —susurró su nombre con el ardor de un deseo que jamás había experimentado.
Al escuchar su nombre, Sakura dejó de bailar. Repentinamente, giró en dirección a él escudriñando las sombras de la noche.
—¿Quién es? —retrocedió un paso, sin tener en cuenta su desnudez— ¿Rock Lee, eres tú? Muéstrate si te atreves.
Aguardó durante un momento, pero no escuchó nada.
Imaginando que probablemente lo había imaginado, estaba por alejarse cuando divisó un atisbo de movimiento entre dos árboles. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras una forma oscura se apartó de las sombras.
Lo primero que pensó fue que había invocado al mismísimo demonio, ya que la criatura que caminaba hacia ella parecía parte de la noche misma que la rodeaba. Alto y esbelto, con poderosos hombros y largas piernas. El cabello rubio como el sol. Aun en la oscuridad, pudo notar que sus ojos eran color azul mar, bajo rectilíneas cejas rubias. Su piel era un poco pálida aunque no tenía aspecto enfermizo. Más del tipo de un hombre adinerado que pasa poco tiempo al sol.
Tembló cuando sus osados ojos encontraron los suyos.
—¿Quién eres? —inquirió— ¿Qué haces acechando en las sombras a altas horas de la madrugada?
—Vine a verte a ti, Sakura Haruno.
Aunque suave, su voz era imperiosa. Su tono le provocó un temblor que le recorrió todo el cuerpo.
—¿Cómo sabes quién soy?
—Sé todo sobre ti.
Levantó una delicada ceja con expresión de desconfianza.
—¿Cómo puede ser así, señor, si jamás nos hemos visto?
Él sonrió débilmente.
Ella notó la blancura de sus dientes.
—Quizás es tu magia la que me ha invocado.
Su voz, ¿Qué tenía su voz que le inducía pensamientos que discurrían por caminos que ninguna mujer soltera deberia ni siquiera considerar?
—¿Realmente?
Dio un paso cauteloso hacia él, entrecerrando los ojos para luego abrirlos ante el sorprendente reconocimiento.
—¡Eres tú! —retrocedió un paso con presteza, cubriéndose el corazón con la mano.
Naruto asintió. Quizás no habían sido sus poderes los que lo trajeron a este tiempo y lugar. Quizás había sido producto
de brujería forjada a la luz de luna llena
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Un encuentro o tal vez un reencuentro, magia o destino ¿Qué tienen frente a frente a Naruto y Sakura?. Para él, ella se ha convertido en una obsesión, ha buscado arduamente la forma de conocerla y tal vez lo logro y quizá para ella, él no es un desconocido.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
espero que le guste, bueno que les diré mañana montare dos cap de seguido porque la otra semana tengo parcial y ya saben como es la U y de pronto no tendré tiempo asi que trato de recompensar
Capitulo 5
Ella lo miró durante un momento, luego dio la vuelta y corrió hacia su casa, tan rápido como un ciervo sorprendido, cerró la pesada puerta de madera con un portazo tras de sí.
Naruto la observó antes de seguirla. Después de viajar a través de cinco centurias para encontrarla, no permitiría que… Sakura Haruno desapareciera de su vista tan rápidamente.
Su cabaña estaba ubicada en un claro del bosque. Era pequeña, de estructura cuadrada, construida en madera añosa y piedra. Salía humo de una chimenea baja. La única ventana estaba cubierta por una cortina blanca. Había un pozo de agua a la izquierda de la casa.
Al llegar a la puerta, golpeó suavemente y esperó. No hubo respuesta.
Golpeó nuevamente, maldiciendo por lo bajo el impedimento sobrenatural por el cual le estaba vedado ingresar a una casa sin haber sido invitado por alguno de los moradores, o permanecer en ella si se le pedía que se retirase.
Golpeó por tercera vez, más fuerte.
—Sé que está ahí, Sakura Haruno. No me iré, así que bien podrías contestarme.
—¿Qué quiere? —preguntó, con la voz atenuada por la gruesa puerta de madera que los separaba.
—Sólo quiero hablar con usted.
—¿Sobré qué? ¿Quién lo envió aquí?
—Nadie me envió.
—¿Entonces qué está haciendo aquí?
—Vine a salvarle la vida.
Ella rió burlonamente.
—Entonces está perdiendo el tiempo, señor. Como seguramente podrá ver, no estoy en peligro.
—Usted está en más peligro de lo que cree. ¿Por qué no me deja entrar para que le explique todo?
Ella permaneció en silencio durante un momento, seguramente reflexionando. Después de un largo minuto, la puerta se abrió y Sakura Haruno apareció de pie en el umbral vistiendo un delantal blanco sobre un largo vestido gris. Descalza.
—Entre. Retrocedió cediéndole el paso para que ingresara a su hogar.
Sintió un hálito de energía al cruzar el umbral de su morada. Era, por cierto, un lugar diminuto. La sala en la que permanecía de pie estaba amueblada con casi nada, tan sólo un par de sillas y una pequeña mesa redonda. Un gato negro estaba acurrucado en una de las sillas. Con las orejas hacia atrás, el animal siseó, moviendo la cola. Había velas por todas partes, la mayoría, apagadas. El fuego crepitaba alegremente en un pequeño hogar de piedra. Un pequeño caldero negro pendía de un trípode de hierro. Las hierbas crecían en cajas angostas sobre el alfeizar de la ventana. Había una escoba apoyada junto al fuego. Varias alfombras coloridas cubrían los rústicos tablones del piso. Pudo ver la esquina de una cama a través de la puerta entreabierta.
Él miró hacia el hogar nuevamente. Según lo que había leído, las brujas que deseaban mantener su poder oculto, a menudo utilizaban la repisa de la chimenea como altar. En la de Sakura Haruno había varias canastas y jarras junto con una taza, una campanilla, un par de velas blancas, un incensario y un cuchillo de empuñadura negra.
Ella lo estudió durante un momento antes de indicarle una silla.
—Siéntese entonces, y dígame cómo sabe quién soy y por qué piensa que mi vida está en peligro.
—Soy Naruto Uzumaki —dijo retirando una de las sillas junto a la mesa— Encontré su retrato en un libro...
—Eso no es posible.
A pesar de saber que no sería capaz de explicárselo, lo intentó. ¿Cómo le haría entender que había encontrado su retrato en un libro hallado en Internet? ¿Cómo podría explicarIe lo que era un ordenador a alguien que vivía en la época de las carretas?
—Era un cuadro pintado por Rock Lee. Sus ojos se abrieron.
—¿Quién se lo dijo?
—Nadie. Es tal cual le digo. Encontré el cuadro en un libro.
—No le creo. Es imposible.
—¿Imposible? En el cuadro, usted lleva puesto un vestido blanco —miró al gato durmiendo en la silla—. Y tiene un gato negro sobre el regazo.
—¿Cómo puede saber eso? —Caminó a lo largo de la habitación y se detuvo frente a él, entrecerrando los ojos— Nadie sabe sobre la pintura. Y aunque lo supiese, ¿Por qué alguien querría ponerla en un libro? Un libro. —movió la cabeza— No, es imposible. No lo creeré a menos que yo misma lo vea.
Naruto extrajo del bolsillo la impresión del cuadro y se la alcanzó.
Ella miró fijamente el papel durante un momento. Era una réplica del retrato que Rock Lee había pintado, aunque mucho más pequeña.
—¿Qué clase de hechicería es ésta? —preguntó en voz baja y asustada.
Él rió.
—Usted es la bruja, no yo.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Quién le dijo que yo era una bruja?
—Nadie. Lo leí en un libro.
—¿Un libro? ¿Qué libro? Muéstremelo.
—No lo tengo aquí. —Temiendo dejar algún rastro de su visita al pasado, recuperó el papel de su mano, lo dobló y lo guardó nuevamente en el bolsillo del abrigo—. ¿Qué día es hoy?
Ella frunció el ceño, obviamente confundida por la abrupta pregunta.
—Hoy es trece de Octubre.
Naruto gruñó suavemente.
—No tenemos mucho tiempo entonces —dijo, tamborileando los dedos en el brazo de la silla.
—¿Qué quiere decir? ¿Por qué no tenemos mucho tiempo? ¿Tiempo para qué?
—Para ayudarle a escapar antes de que sea demasiado tarde.
—Sus palabras parecen un acertijo, señor Uzumaki. Por favor, hable claramente, o retírese.
—Usted va a morir mañana. En vísperas del día de Todos los Santos —dijo abruptamente—. Quemada en la hoguera por ser una bruja.
Ella lo miró fijamente, empalideciendo, empalideció, y luego negó con la cabeza.
—No, no le creo.
—Será mejor que me crea —dijo él— Su vida depende de ello.
Levantando al gato de la silla, se sentó. El animal trepó inmediatamente al regazo de la mujer clavando una mirada centellante en Naruto, sin siquiera parpadear sus ojos amarillos.
—¿Alguna vez hizo que llovieran sapos? —preguntó Naruto.
—¿Quién le dijo semejante tontería?
El no le presto atención.
—¿Se quejó porque uno de los cerdos de su vecino hurgaba en su jardín?
—¿Sabe eso también? —preguntó con una voz que resultó apenas un suspiro.
—El hombre murió pocos días después ¿No es así?
—Estaba débil del corazón. En la villa todos sabían que estaba enfermo.
—Si le pido que me prepare una poción ¿podría hacerla?
Encogió los hombros.
—Quizás.
—Las mujeres de Suna fueron colgadas por menos.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Él vio el temblor que ella trató de ocultar.
Naruto gruñó suavemente. Finalmente, había dicho algo que la hizo detenerse a pensar. La cacería de brujas a solo Suna, y todo debido a la conjunción de extrañas circunstancias encadenadas inicialmente por la conducta anormal de una joven que corría sin dirección por toda la casa, se escondía bajo los muebles y se quejaba de tener fiebre.
Pero esta situación no guardaba relación con lo sucedido en Suna ya que las cosas se habían tranquilizado para la fecha en que Sakura moriría.
Sakura respiró profundamente.
—Gracias por advertirme —dijo ella, con un extraño temblor en la voz. Y luego frunció el ceño— ¿Es usted un hechicero?
—No.
—¿Entonces cómo sabe estas cosas?
—Es una larga historia. Y no tendría tiempo para contársela, aunque quisiese. —Podía oler el amanecer en el horizonte.
Lo miró fijamente, con el ceño fruncido, los ojos suspicaces.
—¿Quién es usted? —preguntó.
—Me temo que no tengo tiempo para explicárselo —dijo al tiempo de ponerse de pie. Pero no era sólo el amanecer lo que le urgía a abandonar la casa. Era la cercanía de la mujer, el encanto de su sangre. Lo atraía, acelerando su hambre. Compeliéndolo a saciar su infernal sed.
Con temor a no poder resistir el canto de sirenas de su sangre, se despidió y se dirigió apresuradamente hacia la oscuridad para buscar una presa y un lugar seguro donde refugiarse durante las horas del día.
Sakura siguió con la mirada al extraño, perpleja por su acelerada partida, preocupada por su advertencia. ¿Podría ser cierto? ¿Podría estar en peligro su vida? Fue hasta la ventana y escudriñó la oscuridad. Tendría que haberlo considerado un demente; realmente, aun ahora, no estaba segura de su cordura. Pero él sabía sobre la pintura, algo que nadie más conocía, salvo ella y Rock Lee. No sólo sabía sobre el retrato, sino que de alguna manera, lo había copiado en un pedazo de papel, el más blanco y fino que hubiese visto jamás.
¿Quién era?
¿De dónde venía?
¿Cómo la había encontrado?
¿Cómo un retrato que sólo ella y el artista conocían había aparecido en un libro, y cómo podía el extraño tener una copia?
Fue de un lugar a otro de la casa afanada en colocar una arra en la puerta, cerrar la única ventana y apagar las velas.
Con un suave aullido, Morgana trepó a la cama, dio cuatro vueltas y se ovilló sobre la almohada.
Sakura se desvistió, se colocó la muda de dormir y se deslizó bajo el cobertor.
Usualmente, no tenía problema para dormirse, pero cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen del extraño, su cabello era tan rubio como el sol; sus ojos azules, profundos y misteriosos. Había negado ser un hechicero, pero su instinto le advertía que no era un ser mortal.
Después de dar vueltas en la cama durante una hora, se levantó y se colocó una bata. Con un suave conjuro, el fuego del hogar cobró vida. Encendió un par de velas blancas como protección y luego llenó el caldero con agua. Cuando el agua se aquietó, rozó la superficie con la mano.
—Muéstrame al extraño que apareció ante mi puerta, y por qué siento que lo he visto antes, dime si es un hechicero o un brujo, ánima o vampiro, muéstrame la verdad para no equivocarme.
Respiró profundamente, escudriñó el caldero con la mente desprovista de todo pensamiento que no fuese lo que deseaba ver. Una bruma comenzó a girar en espiral sobre la superficie del agua, cuando se aquietó, divisó la imagen de Naruto Uzumaki reflejada en la superficie espejada. Estaba sentado frente a un escritorio en una habitación amplia, de altos techos y paredes blancas. Inclinado hacia delante, miraba algo parecido a una pequeña ventana. Incluso pudo ver los extraños gestos que hacia con la mano y de pronto, su propia imagen apareció en la ventana, sin embargo, no pudo leer las palabras escritas debajo.
Cuando él movió la mano nuevamente un trozo de papel salió de un objeto extraño que estaba junto a la ventana. Y nuevamente, estaba su retrato.
Se inclinó hacia delante, entrecerró los ojos y pudo ver a Naruto salir de la casa apretujando el retrato en la mano.
Observó su figura, pudo advertir qué hermoso era, repentinamente, lo envolvió una bruma gris plata. Cuando se disipó, él había desaparecido también.
Se tambaleó hacia atrás con una mano apoyada sobre el corazón.
—¿Qué magia oscura es esta? —exclamó suavemente. Fuera lo que fuese, era algo más que brujería, más poderoso que cualquiera de los hechizos que conocía. Ella podía preparar pociones, conjurar hechizos y hasta, algunas veces, predecir el futuro. Pero desaparecer en un torbellino brumoso..., agitó la cabeza perpleja.
Se inclinó hacia delante para examinar la superficie otra vez pero, evidentemente, el hechizo se había roto.
A la mañana siguiente le resultó difícil aceptar lo visto la noche anterior. Quizás había soñado con el misterioso Naruto Uzumaki. Quizás había imaginado todo.
Trató de no pensar en él mientras preparaba la comida pero, una y otra vez, rondaba en su mente la imagen de su semblante. No sabía qué o quién era, pero estaba segura de que no era un simple mortal. Y si no era un hechicero ¿Qué era entonces?
Le había advertido que su vida estaba en peligro. ¿Debía creerle? ¿Cómo podía saber si no había sido enviado para engañarla de alguna manera, para hacerla confesar que en realidad era una bruja?
Quemada en la hoguera, el sólo pensarlo le producía un escalofrío de terror que le recorría la espalda. Era una manera horrible de morir.
Apartó el pensamiento. No estaba en ningún peligro.
Sus vecinos no le temían. ¿O sí? Frunciendo el ceño, se abocó a hacer la cama. Los habitantes de la villa acudían a ella cuando necesitaban ayuda para encontrar algún objeto perdido o pociones contra el mal de ojo. Buscaban su asistencia para provocar lluvia en tiempos de sequía o para protegerse de cualquier tipo de desastre. Recurrían a sus hechizos en busca de matrimonio o fertilidad y a sus amuletos para la buena suerte, prosperidad o buena salud. La consideraban una sanadora. ¿O no? Jamás había escuchado que la tildaran de bruja.
Preocupada, se dirigió al pozo. ¿Y si el extraño tuviera razón? ¿Y si su vida estuviese en peligro? Bajó la cubeta y la llenó de agua, luego regresó a la casa. Morgana la siguió como una pequeña sombra negra entre los tobillos.
Con el entrecejo fruncido, Sakura llenó la tetera y la colocó sobre el fuego para calentarla, las palabras del extraño salpicaban en su mente mientras se afanaba en las tareas diarias. Y a medida que pasaba el tiempo, crecía la sensación de mal presagio. Mal augurio ¿O simplemente ansiedad acrecentada por la advertencia del extraño?
Varias veces durante la mañana, escudriñó la ventana en su búsqueda, sin poder desentrañar si sentía alivio o desilusión al no verlo llegar.
Cerca del mediodía, fue a desmalezar y regar el jardín.
Cultivaba rosas, violetas, lavandas, verbenas y romero para las pociones de amor. Menta, salvia, ajo, ruda y oxálida para realizar curaciones; artemisa, milenrama y aquilea para adivinar. Cultivaba en abundancia hierbas protectoras como eneldo, muérdago, albaca, hinojo, lino, serbal y trébol para colocarlas en almohadillas o coronas.
Al regresar a la casa, se dirigió a su lugar de trabajo, donde guardaba el mortero y el almirez y comenzó a moler las hojas de tomillo y lavanda en una vasija, junto con un puñado de hierbas. Era un conjuro de amor para el hijo menor de Rukya Momomiya, Yoshi, quien estaba locamente enamorado de la hija menor del herrero.
Morgana se frotó contra los tobillos de Sakura ronroneando dócilmente, luego se sentó a sus pies mientras ella trabajaba canturreando suavemente, la música era otro ingrediente del hechizo al igual que los pétalos de una flor rosada, el color del amor y del afecto y de su cabello.
Los colores desempeñaban un rol vital en los conjuros y los hechizos. El color verde favorecía la fertilidad y la prosperidad; el rojo era propicio a la pasión y el vigor, además de mejorar la salud; el anaranjado se usaba para incrementar la potencia sexual y el azul para brindar paz y tranquilidad al alma; el amarillo servía para estimular el intelecto; el marrón era útil para la magia con animales; y el negro, para curar enfermedades y romper hechizos. Sakura se rodeaba de color púrpura para incrementar sus poderes mágicos.
Capitulo 5
Ella lo miró durante un momento, luego dio la vuelta y corrió hacia su casa, tan rápido como un ciervo sorprendido, cerró la pesada puerta de madera con un portazo tras de sí.
Naruto la observó antes de seguirla. Después de viajar a través de cinco centurias para encontrarla, no permitiría que… Sakura Haruno desapareciera de su vista tan rápidamente.
Su cabaña estaba ubicada en un claro del bosque. Era pequeña, de estructura cuadrada, construida en madera añosa y piedra. Salía humo de una chimenea baja. La única ventana estaba cubierta por una cortina blanca. Había un pozo de agua a la izquierda de la casa.
Al llegar a la puerta, golpeó suavemente y esperó. No hubo respuesta.
Golpeó nuevamente, maldiciendo por lo bajo el impedimento sobrenatural por el cual le estaba vedado ingresar a una casa sin haber sido invitado por alguno de los moradores, o permanecer en ella si se le pedía que se retirase.
Golpeó por tercera vez, más fuerte.
—Sé que está ahí, Sakura Haruno. No me iré, así que bien podrías contestarme.
—¿Qué quiere? —preguntó, con la voz atenuada por la gruesa puerta de madera que los separaba.
—Sólo quiero hablar con usted.
—¿Sobré qué? ¿Quién lo envió aquí?
—Nadie me envió.
—¿Entonces qué está haciendo aquí?
—Vine a salvarle la vida.
Ella rió burlonamente.
—Entonces está perdiendo el tiempo, señor. Como seguramente podrá ver, no estoy en peligro.
—Usted está en más peligro de lo que cree. ¿Por qué no me deja entrar para que le explique todo?
Ella permaneció en silencio durante un momento, seguramente reflexionando. Después de un largo minuto, la puerta se abrió y Sakura Haruno apareció de pie en el umbral vistiendo un delantal blanco sobre un largo vestido gris. Descalza.
—Entre. Retrocedió cediéndole el paso para que ingresara a su hogar.
Sintió un hálito de energía al cruzar el umbral de su morada. Era, por cierto, un lugar diminuto. La sala en la que permanecía de pie estaba amueblada con casi nada, tan sólo un par de sillas y una pequeña mesa redonda. Un gato negro estaba acurrucado en una de las sillas. Con las orejas hacia atrás, el animal siseó, moviendo la cola. Había velas por todas partes, la mayoría, apagadas. El fuego crepitaba alegremente en un pequeño hogar de piedra. Un pequeño caldero negro pendía de un trípode de hierro. Las hierbas crecían en cajas angostas sobre el alfeizar de la ventana. Había una escoba apoyada junto al fuego. Varias alfombras coloridas cubrían los rústicos tablones del piso. Pudo ver la esquina de una cama a través de la puerta entreabierta.
Él miró hacia el hogar nuevamente. Según lo que había leído, las brujas que deseaban mantener su poder oculto, a menudo utilizaban la repisa de la chimenea como altar. En la de Sakura Haruno había varias canastas y jarras junto con una taza, una campanilla, un par de velas blancas, un incensario y un cuchillo de empuñadura negra.
Ella lo estudió durante un momento antes de indicarle una silla.
—Siéntese entonces, y dígame cómo sabe quién soy y por qué piensa que mi vida está en peligro.
—Soy Naruto Uzumaki —dijo retirando una de las sillas junto a la mesa— Encontré su retrato en un libro...
—Eso no es posible.
A pesar de saber que no sería capaz de explicárselo, lo intentó. ¿Cómo le haría entender que había encontrado su retrato en un libro hallado en Internet? ¿Cómo podría explicarIe lo que era un ordenador a alguien que vivía en la época de las carretas?
—Era un cuadro pintado por Rock Lee. Sus ojos se abrieron.
—¿Quién se lo dijo?
—Nadie. Es tal cual le digo. Encontré el cuadro en un libro.
—No le creo. Es imposible.
—¿Imposible? En el cuadro, usted lleva puesto un vestido blanco —miró al gato durmiendo en la silla—. Y tiene un gato negro sobre el regazo.
—¿Cómo puede saber eso? —Caminó a lo largo de la habitación y se detuvo frente a él, entrecerrando los ojos— Nadie sabe sobre la pintura. Y aunque lo supiese, ¿Por qué alguien querría ponerla en un libro? Un libro. —movió la cabeza— No, es imposible. No lo creeré a menos que yo misma lo vea.
Naruto extrajo del bolsillo la impresión del cuadro y se la alcanzó.
Ella miró fijamente el papel durante un momento. Era una réplica del retrato que Rock Lee había pintado, aunque mucho más pequeña.
—¿Qué clase de hechicería es ésta? —preguntó en voz baja y asustada.
Él rió.
—Usted es la bruja, no yo.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Quién le dijo que yo era una bruja?
—Nadie. Lo leí en un libro.
—¿Un libro? ¿Qué libro? Muéstremelo.
—No lo tengo aquí. —Temiendo dejar algún rastro de su visita al pasado, recuperó el papel de su mano, lo dobló y lo guardó nuevamente en el bolsillo del abrigo—. ¿Qué día es hoy?
Ella frunció el ceño, obviamente confundida por la abrupta pregunta.
—Hoy es trece de Octubre.
Naruto gruñó suavemente.
—No tenemos mucho tiempo entonces —dijo, tamborileando los dedos en el brazo de la silla.
—¿Qué quiere decir? ¿Por qué no tenemos mucho tiempo? ¿Tiempo para qué?
—Para ayudarle a escapar antes de que sea demasiado tarde.
—Sus palabras parecen un acertijo, señor Uzumaki. Por favor, hable claramente, o retírese.
—Usted va a morir mañana. En vísperas del día de Todos los Santos —dijo abruptamente—. Quemada en la hoguera por ser una bruja.
Ella lo miró fijamente, empalideciendo, empalideció, y luego negó con la cabeza.
—No, no le creo.
—Será mejor que me crea —dijo él— Su vida depende de ello.
Levantando al gato de la silla, se sentó. El animal trepó inmediatamente al regazo de la mujer clavando una mirada centellante en Naruto, sin siquiera parpadear sus ojos amarillos.
—¿Alguna vez hizo que llovieran sapos? —preguntó Naruto.
—¿Quién le dijo semejante tontería?
El no le presto atención.
—¿Se quejó porque uno de los cerdos de su vecino hurgaba en su jardín?
—¿Sabe eso también? —preguntó con una voz que resultó apenas un suspiro.
—El hombre murió pocos días después ¿No es así?
—Estaba débil del corazón. En la villa todos sabían que estaba enfermo.
—Si le pido que me prepare una poción ¿podría hacerla?
Encogió los hombros.
—Quizás.
—Las mujeres de Suna fueron colgadas por menos.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Él vio el temblor que ella trató de ocultar.
Naruto gruñó suavemente. Finalmente, había dicho algo que la hizo detenerse a pensar. La cacería de brujas a solo Suna, y todo debido a la conjunción de extrañas circunstancias encadenadas inicialmente por la conducta anormal de una joven que corría sin dirección por toda la casa, se escondía bajo los muebles y se quejaba de tener fiebre.
Pero esta situación no guardaba relación con lo sucedido en Suna ya que las cosas se habían tranquilizado para la fecha en que Sakura moriría.
Sakura respiró profundamente.
—Gracias por advertirme —dijo ella, con un extraño temblor en la voz. Y luego frunció el ceño— ¿Es usted un hechicero?
—No.
—¿Entonces cómo sabe estas cosas?
—Es una larga historia. Y no tendría tiempo para contársela, aunque quisiese. —Podía oler el amanecer en el horizonte.
Lo miró fijamente, con el ceño fruncido, los ojos suspicaces.
—¿Quién es usted? —preguntó.
—Me temo que no tengo tiempo para explicárselo —dijo al tiempo de ponerse de pie. Pero no era sólo el amanecer lo que le urgía a abandonar la casa. Era la cercanía de la mujer, el encanto de su sangre. Lo atraía, acelerando su hambre. Compeliéndolo a saciar su infernal sed.
Con temor a no poder resistir el canto de sirenas de su sangre, se despidió y se dirigió apresuradamente hacia la oscuridad para buscar una presa y un lugar seguro donde refugiarse durante las horas del día.
Sakura siguió con la mirada al extraño, perpleja por su acelerada partida, preocupada por su advertencia. ¿Podría ser cierto? ¿Podría estar en peligro su vida? Fue hasta la ventana y escudriñó la oscuridad. Tendría que haberlo considerado un demente; realmente, aun ahora, no estaba segura de su cordura. Pero él sabía sobre la pintura, algo que nadie más conocía, salvo ella y Rock Lee. No sólo sabía sobre el retrato, sino que de alguna manera, lo había copiado en un pedazo de papel, el más blanco y fino que hubiese visto jamás.
¿Quién era?
¿De dónde venía?
¿Cómo la había encontrado?
¿Cómo un retrato que sólo ella y el artista conocían había aparecido en un libro, y cómo podía el extraño tener una copia?
Fue de un lugar a otro de la casa afanada en colocar una arra en la puerta, cerrar la única ventana y apagar las velas.
Con un suave aullido, Morgana trepó a la cama, dio cuatro vueltas y se ovilló sobre la almohada.
Sakura se desvistió, se colocó la muda de dormir y se deslizó bajo el cobertor.
Usualmente, no tenía problema para dormirse, pero cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen del extraño, su cabello era tan rubio como el sol; sus ojos azules, profundos y misteriosos. Había negado ser un hechicero, pero su instinto le advertía que no era un ser mortal.
Después de dar vueltas en la cama durante una hora, se levantó y se colocó una bata. Con un suave conjuro, el fuego del hogar cobró vida. Encendió un par de velas blancas como protección y luego llenó el caldero con agua. Cuando el agua se aquietó, rozó la superficie con la mano.
—Muéstrame al extraño que apareció ante mi puerta, y por qué siento que lo he visto antes, dime si es un hechicero o un brujo, ánima o vampiro, muéstrame la verdad para no equivocarme.
Respiró profundamente, escudriñó el caldero con la mente desprovista de todo pensamiento que no fuese lo que deseaba ver. Una bruma comenzó a girar en espiral sobre la superficie del agua, cuando se aquietó, divisó la imagen de Naruto Uzumaki reflejada en la superficie espejada. Estaba sentado frente a un escritorio en una habitación amplia, de altos techos y paredes blancas. Inclinado hacia delante, miraba algo parecido a una pequeña ventana. Incluso pudo ver los extraños gestos que hacia con la mano y de pronto, su propia imagen apareció en la ventana, sin embargo, no pudo leer las palabras escritas debajo.
Cuando él movió la mano nuevamente un trozo de papel salió de un objeto extraño que estaba junto a la ventana. Y nuevamente, estaba su retrato.
Se inclinó hacia delante, entrecerró los ojos y pudo ver a Naruto salir de la casa apretujando el retrato en la mano.
Observó su figura, pudo advertir qué hermoso era, repentinamente, lo envolvió una bruma gris plata. Cuando se disipó, él había desaparecido también.
Se tambaleó hacia atrás con una mano apoyada sobre el corazón.
—¿Qué magia oscura es esta? —exclamó suavemente. Fuera lo que fuese, era algo más que brujería, más poderoso que cualquiera de los hechizos que conocía. Ella podía preparar pociones, conjurar hechizos y hasta, algunas veces, predecir el futuro. Pero desaparecer en un torbellino brumoso..., agitó la cabeza perpleja.
Se inclinó hacia delante para examinar la superficie otra vez pero, evidentemente, el hechizo se había roto.
A la mañana siguiente le resultó difícil aceptar lo visto la noche anterior. Quizás había soñado con el misterioso Naruto Uzumaki. Quizás había imaginado todo.
Trató de no pensar en él mientras preparaba la comida pero, una y otra vez, rondaba en su mente la imagen de su semblante. No sabía qué o quién era, pero estaba segura de que no era un simple mortal. Y si no era un hechicero ¿Qué era entonces?
Le había advertido que su vida estaba en peligro. ¿Debía creerle? ¿Cómo podía saber si no había sido enviado para engañarla de alguna manera, para hacerla confesar que en realidad era una bruja?
Quemada en la hoguera, el sólo pensarlo le producía un escalofrío de terror que le recorría la espalda. Era una manera horrible de morir.
Apartó el pensamiento. No estaba en ningún peligro.
Sus vecinos no le temían. ¿O sí? Frunciendo el ceño, se abocó a hacer la cama. Los habitantes de la villa acudían a ella cuando necesitaban ayuda para encontrar algún objeto perdido o pociones contra el mal de ojo. Buscaban su asistencia para provocar lluvia en tiempos de sequía o para protegerse de cualquier tipo de desastre. Recurrían a sus hechizos en busca de matrimonio o fertilidad y a sus amuletos para la buena suerte, prosperidad o buena salud. La consideraban una sanadora. ¿O no? Jamás había escuchado que la tildaran de bruja.
Preocupada, se dirigió al pozo. ¿Y si el extraño tuviera razón? ¿Y si su vida estuviese en peligro? Bajó la cubeta y la llenó de agua, luego regresó a la casa. Morgana la siguió como una pequeña sombra negra entre los tobillos.
Con el entrecejo fruncido, Sakura llenó la tetera y la colocó sobre el fuego para calentarla, las palabras del extraño salpicaban en su mente mientras se afanaba en las tareas diarias. Y a medida que pasaba el tiempo, crecía la sensación de mal presagio. Mal augurio ¿O simplemente ansiedad acrecentada por la advertencia del extraño?
Varias veces durante la mañana, escudriñó la ventana en su búsqueda, sin poder desentrañar si sentía alivio o desilusión al no verlo llegar.
Cerca del mediodía, fue a desmalezar y regar el jardín.
Cultivaba rosas, violetas, lavandas, verbenas y romero para las pociones de amor. Menta, salvia, ajo, ruda y oxálida para realizar curaciones; artemisa, milenrama y aquilea para adivinar. Cultivaba en abundancia hierbas protectoras como eneldo, muérdago, albaca, hinojo, lino, serbal y trébol para colocarlas en almohadillas o coronas.
Al regresar a la casa, se dirigió a su lugar de trabajo, donde guardaba el mortero y el almirez y comenzó a moler las hojas de tomillo y lavanda en una vasija, junto con un puñado de hierbas. Era un conjuro de amor para el hijo menor de Rukya Momomiya, Yoshi, quien estaba locamente enamorado de la hija menor del herrero.
Morgana se frotó contra los tobillos de Sakura ronroneando dócilmente, luego se sentó a sus pies mientras ella trabajaba canturreando suavemente, la música era otro ingrediente del hechizo al igual que los pétalos de una flor rosada, el color del amor y del afecto y de su cabello.
Los colores desempeñaban un rol vital en los conjuros y los hechizos. El color verde favorecía la fertilidad y la prosperidad; el rojo era propicio a la pasión y el vigor, además de mejorar la salud; el anaranjado se usaba para incrementar la potencia sexual y el azul para brindar paz y tranquilidad al alma; el amarillo servía para estimular el intelecto; el marrón era útil para la magia con animales; y el negro, para curar enfermedades y romper hechizos. Sakura se rodeaba de color púrpura para incrementar sus poderes mágicos.
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Naruto logró su cometido, advirtió a Sakura de los sucesos que están por venir, pero ciertamente no es fácil creer en las palabras de un desconocido, pero no creo que todo se resuelva tan fácil.
Por su parte Naruto quedo encantado con Sakura, sobre con el olor de su sangre y ella quedo muy impresionada con él.
Por su parte Naruto quedo encantado con Sakura, sobre con el olor de su sangre y ella quedo muy impresionada con él.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
espero que les guste este cap y gracias por los comentarios y agradezco a que ya persona que leen este fanfic
Capitulo 6
En las últimas horas de la tarde, recibió la visita de Rock Lee. Era un joven alto y delgado con melena de greñas oscuras como el ébano, y tristes ojos negros. Tan tímido que hasta le resultaba penoso hablar. Creía estar enamorado de ella y quizás lo estuviese, pero ella sólo sentía amistad por él, y lástima.
Ese día había ido a verla para pedirle un conjuro que le curase una quemadura en la palma de la mano.
Sonriendo, lo invitó a entrar en la casa.
Tartamudeó un «gracias» y la siguió hasta el interior de la cabaña, estrujando permanentemente su deslucida gorra.
Se sentó junto al fuego con la gorra firmemente aferrada en el regazo mientras observaba cada movimiento que ella hacía al mezclar un poco de cebo de oveja con corteza de árbol añoso, preparación que luego hirvió en una pequeña vasija de plata.
Cuando el unguento estuvo listo, lo retiró del fuego.
—¿Cómo se ha hecho esto? —preguntó mientras esperaba que el unguento se enfriara.
Lee encogió los hombros.
—Me quemé con el mango de... de una sartén. —El rubor le tiñó las mejillas—. No me di cuenta de que estaba caliente.
Ella movió la cabeza y le aplicó una gruesa capa del unguento en la palma, luego le envolvió la mano con una limpia venda de algodón.
—Estará curada en un día o dos.
—¿Me quedará cicatriz?
—No.
Poniéndose de pie, se colocó la gorra y extrajo tres huevos marrones del bolsillo de su abrigo.
—Gracias.
Ella cogió los huevos y los apoyó sobre la mesa. Los que acudían por su ayuda raramente le pagaban con dinero.
—De nada, señor Lee.
Apartó la mirada de la de ella.
—¿Querría usted... ? —se aclaró la garganta— ¿Querría usted salir a caminar esta noche?
—No creo que sea una buena idea —replicó gentilmente. La última vez que había salido a caminar con él, la había besado. Fue su primer beso. Suponía que también lo había sido para el señor Lee. Un beso algo torpe y desagradable, una experiencia que no tenía interés en repetir.
Su rubor se acentuó.
—Que tenga usted un buen día.
—Buen día, señor Lee.
Permaneció en la ventana observando cómo se alejaba.
Alguna que otra vez, en momentos de debilidad, había considerado casarse con Rock Lee, no porque lo amara, sino por que anhelaba un hijo, una hija con quien compartir su don, de la misma manera en que de niña lo había hecho la abuela Haruno con ella. Pero era tan sólo un sueño tonto. El casamiento no había provocado más que miseria y servidumbre a las mujeres de su familia. Desde hacía mucho tiempo, se había jurado que ningún hombre la gobernaría.
Sakura permaneció en el umbral con una mano apoyada en el quicio de la puerta mientras observaba como se ocultaba el sol tras las distantes montañas, una llamarada de tonos carnesí, ocre y lavanda.
Parpadeó y frente a ella apareció Naruto Uzumaki en pie en el jardín. Atónita dio un paso atrás, con la mano en alto como si el gesto pudiese contrarrestar lo sobrenatural, porque no podría ser otra cosa, que apareciese así, repentinamente de la nada. Y si no fuese un hechicero, entonces...
—¿Qué clase de hombre es usted? —preguntó, molesta por el tono medroso que traslucía su voz.
Levantó una ceja burlonamente.
—¿Qué clase de saludo es ese, señorita Haruno?.
—¡Conteste o retírese, señor!
Naruto miró hacia atrás.
—¿Era el joven Lee quien se alejaba?
—Quizás.
—No sobrevivirá su muerte.
—¿Qué quiere decir? —preguntó alarmada por sus palabras. Aunque no estaba enamorada de Rock Lee, le tenía afecto, se sentía halagada por su amor obsesivo y, además, reconocía su talento.
—Se va a suicidar el día posterior a su muerte. —Abrió la boca pero no pudo articular palabra—. La debe amar mucho.
No supo qué contestar, por lo que no dijo nada. Naruto la observó intensamente. Existía la posibilidad de que Lee igualmente se arrojara del acantilado aunque ella simplemente desapareciese. Era un riesgo que estaba dispuesto a correr ya que el joven no significaba nada para él. Si el destino de Rock Lee era suicidarse, que así fuese. Era la vida de Sakura Haruno lo que le importaba. Ahora que la había visto, no podía permitir que muriese.
—¿Quién es usted? —preguntó ella finalmente.
—Ya se lo dije. Naruto Uzumaki.
—¿Qué es usted?
Por un momento consideró si sería más conveniente la verdad que una mentira, decidió que no.
—Un amigo —contestó— No tengo intención de hacerle daño.
—No lo considero mi amigo. Y pienso que usted tampoco —dicho eso, se adelantó un paso y cerró la puerta con firmeza tras de sí.
—¡Sakura, espere!
—¡Váyase, no es bienvenido aquí!
—Sakura, vengo del futuro.
—Eso es imposible.
—Nada en este mundo es imposible —replicó— Usted debería saberlo.
—¿Cuán lejos del futuro?
—Cuando me fui, era el año dos mil nueve.
Aun a través de la puerta, pudo escuchar su resoplido de descreimiento.
—¿Qué clase de magia lo trajo hasta aquí?
—No estoy seguro. Pero aquí estoy. Y deseo llevarla conmigo antes de que sea demasiado tarde.
Sus propias palabras lo sorprendieron, pero una vez dichas, la decisión estaba tomada. No tenía intención de vivir a otra vez en esa época tan primitiva, ni tampoco pensaba abandonar a Sakura para que sufriera las plagas y pobreza que vendrían, con el tiempo.
Sakura se recostó contra la puerta y cerró los ojos.
¿Debería creerle? ¿Y si dijese la verdad, si realmente su ida estuviese en peligro y él fuese el único que podía salvarla?
Lo había constatado con sus propios ojos en el espejo de agua, había visto el retrato que nadie sabía que existía, solo ella y Rock Lee. Aunque lo negase, Naruto Uzumaki debía de ser un poderoso hechicero.
¿Debía creerle?
¡No! No ahora. No lo invitaría a entrar en su cabaña después de la caída del sol, cuando la magia negra de un brujo era más poderosa. Si realmente podía viajar a través del tiempo, su magia era más poderosa que la de ella. Y mucho temía que si él dominaba las artes de la oscuridad, como lo sospecha, no podría defenderse de él.
—Vuelva mañana —dijo ella— cuando podamos hablar a la luz del día.
—No puedo hacer eso. Debemos abandonar este lugar ahora, esta noche. Mañana será demasiado tarde.
—¿Creé que soy una estúpida, e irme con un hombre que no conozco?
—Me conoce ¿Por qué no confía en mí?
—No lo conozco —negó vehementemente.
—Usted me reconoció al verme. Dijo: «Eres tú».
Tragando con dificultad, cerró los ojos. Era verdad.
Había soñado con él la noche anterior, un sueño tenebroso lleno de violencia, sangre y muerte.
Sangre de él. Muerte de ella.
Abrió los ojos, sobrecogida por un sentimiento de temor y malos presagios. Sabía que si se iba con él, moriría con seguridad, no en la hoguera, sino por su mano.
Naruto se paseó frente a la puerta, preguntándose cómo podía hacer para que confiara en él. No podía arrasar la casa ya que ella le había revocado su previa autorización; debía convencerla para que saliera.
Concentrándose, dejó que sus pensamientos flotaran a través de la noche. Si no podía ir hasta ella, entonces debía lograr que ella fuera hacia él. Su mente se introdujo en la de ella pero, para su asombro, logró rechazarlo.
Naruto maldijo por lo bajo. En todos sus años de vampiro, jamás había encontrado a nadie, hombre o mujer, que tuviese la capacidad de bloquearlo. Realmente ¡Sakura Haruno era una mujer notable! Y si no podía convencerla de su sinceridad, ella moriría antes del amanecer.
—¡Sakura! ¡Maldición, mujer, escúcheme! ¡Debemos abandonar ahora mismo este lugar!
—¡Váyase a no ser que quiera que lo convierta en un sapo!
Con una maldición contuvo la respiración, luchando por no reír. De veras, ¡Un sapo!
Una vez más, se concentró en su poder preternatural.
—Ven a mí, Sakura Haruno —la llamó suavemente. —Caminemos juntos bajo la luna y compartamos nuestros pensamientos y secretos.
—¡No! —se negó— ¡Váyase!
Maldiciendo entre dientes, se paseó de un lugar a otro lado de la cabaña. ¿Qué podía decir que sedujese a la mujer para que saliera, o mejor aún, para que le permitiese entrar?
¿Cuánto tiempo tendrían antes de que la turba llegara para llevársela?
Sakura... Frunció el entrecejo, dominado por un deseo repentino de alejarse a saltos, encontrar un lirio de agua en un hermoso arroyo y capturar moscas.
Se rió con ganas.
—No funcionará, bruja —dijo en voz alta— No puedo convertirme en una rana o un tritón.
Escuchó un golpe dentro de la casa y sonrió burlonamente al darse cuenta de que debía de haber arrojado algo contra la pared.
—Ven a mí, Sakura Haruno —intentó seducirla—. Es lo que deseas.
Sakura lanzó un suspiro mientras comenzó a barrer la taza rota. ¿Por qué habría fracasado el conjuro? Le había retado incontables veces. Era un hechizo inofensivo, sólo duraba un par de horas. ¿Por qué era tan apuesto y su voz era tan seductora?
Aun ahora, la seguía escuchando en su mente, una voz profunda, oscura que prometía placeres incomparables si tan solo doblegase su voluntad a la de él.
Pero ella no podía. ¡No debía dejar su vida en manos de el, no se atrevía a confiar en ese oscuro extraño de voz hipnotizadora e insondables ojos azules como el mar. Brujo o hechicero ¡no le abriría la puerta esta noche!
Durante la hora siguiente, la llamó implorándole que le acompañase antes de que fuese demasiado tarde. Hasta intentó coaccionarla con la seguridad de su casa, ella conjuró docenas de hechizos para alejarlo, la furia y la frustración crecieron con cada fracaso.
Espió por la ventana. Pudo ver a la luz de la luna su silueta oscura que parecía parte de la noche, parte de la oscuridad misma
Se movía con gracia como si flotase en el aire en vez de caminar sobre suelo firme.
Caminaba a la luz de la luna llena y no proyectaba sombra.
Estaba intentando entender esa señal de brujería cuando vio el destello de unas luces que se movían en el bosque, más allá de la cabaña.
A medida que se acercaban, pudo escuchar el sonido de las voces.
Voces de hombres cargadas de furia y de temor.
—¡Sakura, no tenemos más tiempo! —Con esas palabras, desapareció de su vista.
Se apartó de la ventana con el corazón latiéndole en el pecho con fuerza mientras la voz de un hombre exigía su presencia. Un gruñido grave surgió de la garganta de Morgana mientras se frotaba contra los tobillos de Sakura.
—¡Sal, bruja! ¡Y trae a tu pariente contigo!
—¡Sí, sal y enfrenta tu destino, bruja!
En medio de alaridos e imprecaciones, los hombres comenzaron a aporrear la puerta. Con un chillido como el de una mujer sufriente, la puerta explotó arrojando hacia el interior una lluvia de astillas. Manos toscas la sujetaron y la sacaron a rastras.
Pateando y arañando, Sakura intentó liberarse desesperadamente. Con el corazón latiéndole aceleradamente por el terror, vio como partían las ramas de un árbol. Gritó cuando la amarraron al tronco y colocaron las ramas a sus pies junto con un puñado de leña.
Miró los rostros de hombres que conocía, hombres a quienes había curado en el pasado. Ellos evitaron su mirada. A la luz de las antorchas, los rostros parecían grotescos, demoníacos.
Luchó contra las ataduras que la sujetaban mientras la pila de madera crecía. Se le agitó el estómago de miedo y el terror la sofocó hasta que apenas pudo respirar.
¿Por qué no se había ido con Naruto? ¿Dónde estaba ahora que lo necesitaba? ¿Por qué, oh, no lo había escuchado?
Gritó con más fuerza cuando los hombres la rodearon e encendieron la madera con las antorchas. Los miró fijamente, con morbosa fascinación, mientras las pequeñas llamas se extendían a su alrededor. Rápidamente le lamerían los tobillos, alcanzándole el bajo del vestido. ¿Cuándo tiempo tardaría en morir quemada?
Parpadeó con lágrimas en los ojos.
¡Oh, Señor, esto no podía estar sucediendo!
Pero así era. Con el estómago revuelto por las náuseas, se sentía mareada como si fuese a desmayarse, y rogó por desfallecer, por estar inconsciente cuando el fuego la consumiese.
Los hombres se apiñaron frente a ella haciendo gestos para evitar el mal de ojo que podría echarles antes de que la muerte la reclamara.
El calor le abrasaba la piel. Pronto las llamas la alcanzarían.
Estaba sollozando. El humo acre le llenaba la nariz. Gritó más fuerte cuando la primera llama le quemó la piel
—¡Deténgase! ¡Oh, por favor! ¡Deténgase! —repetía, rogando la súplica una y otra vez. Tenía que ser una pesadilla, no podía morir así no aquí, no ahora.
Los hombres la miraban fijamente, con los ojos muy abiertos. Uno de ellos cantaba algo. ¿Una plegaria por su alma? ¿Un conjuro para apartar al demonio?
Gritó aterrada cuando el calor del fuego le abrasó la parte posterior de las piernas. Pronto sentiría las llamas hambrientas devorándole la piel. Abrió la boca para gritar pero sintió la respiración atrapada en la garganta, fue entonces cuando vislumbró una bruma de motas plateadas brillar a la luz de la luna, y Naruto Uzumaki apareció repentinamente, interponiéndose entre ella y la turba.
El poder crepitaba en el aire de la noche como el chisporroteo en la atmósfera antes de una tormenta.
Cuando los hombres que blandían las antorchas notaron su presencia se suscitó un abrupto silencio.
—¿Quién es usted? —inquirió Ryu Momomiya con osadía.
—Tu peor pesadilla. —Naruto ocultó una sonrisa irónica al repetir la línea escuchada en una película.
Miró torvamente las llamas que lentamente acortaban la distancia a los pies y las piernas de Sakura, tembló al imaginarse el fuego expandiéndose en su propio cuerpo. La carne preternatural era particularmente vulnerable al fuego. Si quería salvarla sin inmolarse en el intento, tenía que ser ahora.
Irguiéndose cuánto pudo, lanzó un rugido; a velocidad preternatural se colocó detrás de Sakura, sus dedos desanudaron las gruesas sogas que la amarraban como si fueran de papel. El fuego le abrasó las manos y le escaldó la piel de los brazos.
Sujetándola en los brazos contra su pecho, se alejó del humo, del fuego y de la turba.
Sakura continuaba en brazos de Naruto cuando el mundo dejó de girar. Miró a su alrededor y notó que estaban en la profundidad del corazón de los bosques que se extendían al oeste de su cabaña. Reconoció inmediatamente el lugar donde solía juntar hierbas y plantas. Allí estuvo también para celebrar la luna nueva y realizar algunos de sus hechizos.
—¿Estás bien? —preguntó Naruto depositándola en el suelo.
No lo miró, el cuerpo todavía le temblaba por haber estado tan cerca de la muerte.
—S... sí. Creo que sólo me quemé un poco las piernas. ¿Estás herido?
Movió la cabeza. Si fuese mortal las quemaduras no tendrían consecuencias de gravedad, pero no lo era. El calor de las llamas le había ampollado la piel de las piernas y brazos y le había quemado las palmas de las manos.
— ¡Morgana! —exclamó ella—. La matarán.
Agitó la cabeza sin poder creerlo.
—¿Estás preocupada por una gata?
—No es sólo una gata. Es mi amiga.
—Tu pariente, querrás decir.
—También —contestó ingenuamente—. No puedo dejar que la maten.
Naruto la cogió del brazo para evitar que se dirigiese hacia la cabaña.
—Espera. No te salvé la vida y me enfrenté a las llamas para que vuelvas al fuego.
Le apartó la mano.
—Iré.
—Te quedas aquí. Iré yo a buscar a la maldita gata.
No esperó su respuesta. Se disolvió en bruma y regresó a la cabaña, o a lo que quedaba de ella. Los hombres la habían incendiado, en la hoguera no quedaban más que cenizas.
Naruto se materializó y buscó a la gata.
—Morgana —llamó suavemente— ven conmigo.
Un suave maullido llamó su atención. Siguiendo el sonido, la encontró en una bolsa que colgaba de un árbol. Aparentemente, la turba la había dejado para que muriera de hambre, si no se asfixiaba antes.
Apoyó la bolsa en el suelo, se debatió entre abrirla o no, luego decidió que sería más rápido y seguro no hacerlo.
La gata siseó y clavó las garras en la bolsa hasta que encontraron a Sakura. Naruto la apoyó en el suelo y desató el cordel.
La gata saltó hacia los brazos de Sakura maullando con todas sus fuerzas, sin duda en protesta por el brutal trato recibido. Luego, ronroneó y lamió el rostro de su dueña.
—Entonces, Sakura Haruno —dijo Naruto— ¿Me crees ahora?
Capitulo 6
En las últimas horas de la tarde, recibió la visita de Rock Lee. Era un joven alto y delgado con melena de greñas oscuras como el ébano, y tristes ojos negros. Tan tímido que hasta le resultaba penoso hablar. Creía estar enamorado de ella y quizás lo estuviese, pero ella sólo sentía amistad por él, y lástima.
Ese día había ido a verla para pedirle un conjuro que le curase una quemadura en la palma de la mano.
Sonriendo, lo invitó a entrar en la casa.
Tartamudeó un «gracias» y la siguió hasta el interior de la cabaña, estrujando permanentemente su deslucida gorra.
Se sentó junto al fuego con la gorra firmemente aferrada en el regazo mientras observaba cada movimiento que ella hacía al mezclar un poco de cebo de oveja con corteza de árbol añoso, preparación que luego hirvió en una pequeña vasija de plata.
Cuando el unguento estuvo listo, lo retiró del fuego.
—¿Cómo se ha hecho esto? —preguntó mientras esperaba que el unguento se enfriara.
Lee encogió los hombros.
—Me quemé con el mango de... de una sartén. —El rubor le tiñó las mejillas—. No me di cuenta de que estaba caliente.
Ella movió la cabeza y le aplicó una gruesa capa del unguento en la palma, luego le envolvió la mano con una limpia venda de algodón.
—Estará curada en un día o dos.
—¿Me quedará cicatriz?
—No.
Poniéndose de pie, se colocó la gorra y extrajo tres huevos marrones del bolsillo de su abrigo.
—Gracias.
Ella cogió los huevos y los apoyó sobre la mesa. Los que acudían por su ayuda raramente le pagaban con dinero.
—De nada, señor Lee.
Apartó la mirada de la de ella.
—¿Querría usted... ? —se aclaró la garganta— ¿Querría usted salir a caminar esta noche?
—No creo que sea una buena idea —replicó gentilmente. La última vez que había salido a caminar con él, la había besado. Fue su primer beso. Suponía que también lo había sido para el señor Lee. Un beso algo torpe y desagradable, una experiencia que no tenía interés en repetir.
Su rubor se acentuó.
—Que tenga usted un buen día.
—Buen día, señor Lee.
Permaneció en la ventana observando cómo se alejaba.
Alguna que otra vez, en momentos de debilidad, había considerado casarse con Rock Lee, no porque lo amara, sino por que anhelaba un hijo, una hija con quien compartir su don, de la misma manera en que de niña lo había hecho la abuela Haruno con ella. Pero era tan sólo un sueño tonto. El casamiento no había provocado más que miseria y servidumbre a las mujeres de su familia. Desde hacía mucho tiempo, se había jurado que ningún hombre la gobernaría.
Sakura permaneció en el umbral con una mano apoyada en el quicio de la puerta mientras observaba como se ocultaba el sol tras las distantes montañas, una llamarada de tonos carnesí, ocre y lavanda.
Parpadeó y frente a ella apareció Naruto Uzumaki en pie en el jardín. Atónita dio un paso atrás, con la mano en alto como si el gesto pudiese contrarrestar lo sobrenatural, porque no podría ser otra cosa, que apareciese así, repentinamente de la nada. Y si no fuese un hechicero, entonces...
—¿Qué clase de hombre es usted? —preguntó, molesta por el tono medroso que traslucía su voz.
Levantó una ceja burlonamente.
—¿Qué clase de saludo es ese, señorita Haruno?.
—¡Conteste o retírese, señor!
Naruto miró hacia atrás.
—¿Era el joven Lee quien se alejaba?
—Quizás.
—No sobrevivirá su muerte.
—¿Qué quiere decir? —preguntó alarmada por sus palabras. Aunque no estaba enamorada de Rock Lee, le tenía afecto, se sentía halagada por su amor obsesivo y, además, reconocía su talento.
—Se va a suicidar el día posterior a su muerte. —Abrió la boca pero no pudo articular palabra—. La debe amar mucho.
No supo qué contestar, por lo que no dijo nada. Naruto la observó intensamente. Existía la posibilidad de que Lee igualmente se arrojara del acantilado aunque ella simplemente desapareciese. Era un riesgo que estaba dispuesto a correr ya que el joven no significaba nada para él. Si el destino de Rock Lee era suicidarse, que así fuese. Era la vida de Sakura Haruno lo que le importaba. Ahora que la había visto, no podía permitir que muriese.
—¿Quién es usted? —preguntó ella finalmente.
—Ya se lo dije. Naruto Uzumaki.
—¿Qué es usted?
Por un momento consideró si sería más conveniente la verdad que una mentira, decidió que no.
—Un amigo —contestó— No tengo intención de hacerle daño.
—No lo considero mi amigo. Y pienso que usted tampoco —dicho eso, se adelantó un paso y cerró la puerta con firmeza tras de sí.
—¡Sakura, espere!
—¡Váyase, no es bienvenido aquí!
—Sakura, vengo del futuro.
—Eso es imposible.
—Nada en este mundo es imposible —replicó— Usted debería saberlo.
—¿Cuán lejos del futuro?
—Cuando me fui, era el año dos mil nueve.
Aun a través de la puerta, pudo escuchar su resoplido de descreimiento.
—¿Qué clase de magia lo trajo hasta aquí?
—No estoy seguro. Pero aquí estoy. Y deseo llevarla conmigo antes de que sea demasiado tarde.
Sus propias palabras lo sorprendieron, pero una vez dichas, la decisión estaba tomada. No tenía intención de vivir a otra vez en esa época tan primitiva, ni tampoco pensaba abandonar a Sakura para que sufriera las plagas y pobreza que vendrían, con el tiempo.
Sakura se recostó contra la puerta y cerró los ojos.
¿Debería creerle? ¿Y si dijese la verdad, si realmente su ida estuviese en peligro y él fuese el único que podía salvarla?
Lo había constatado con sus propios ojos en el espejo de agua, había visto el retrato que nadie sabía que existía, solo ella y Rock Lee. Aunque lo negase, Naruto Uzumaki debía de ser un poderoso hechicero.
¿Debía creerle?
¡No! No ahora. No lo invitaría a entrar en su cabaña después de la caída del sol, cuando la magia negra de un brujo era más poderosa. Si realmente podía viajar a través del tiempo, su magia era más poderosa que la de ella. Y mucho temía que si él dominaba las artes de la oscuridad, como lo sospecha, no podría defenderse de él.
—Vuelva mañana —dijo ella— cuando podamos hablar a la luz del día.
—No puedo hacer eso. Debemos abandonar este lugar ahora, esta noche. Mañana será demasiado tarde.
—¿Creé que soy una estúpida, e irme con un hombre que no conozco?
—Me conoce ¿Por qué no confía en mí?
—No lo conozco —negó vehementemente.
—Usted me reconoció al verme. Dijo: «Eres tú».
Tragando con dificultad, cerró los ojos. Era verdad.
Había soñado con él la noche anterior, un sueño tenebroso lleno de violencia, sangre y muerte.
Sangre de él. Muerte de ella.
Abrió los ojos, sobrecogida por un sentimiento de temor y malos presagios. Sabía que si se iba con él, moriría con seguridad, no en la hoguera, sino por su mano.
Naruto se paseó frente a la puerta, preguntándose cómo podía hacer para que confiara en él. No podía arrasar la casa ya que ella le había revocado su previa autorización; debía convencerla para que saliera.
Concentrándose, dejó que sus pensamientos flotaran a través de la noche. Si no podía ir hasta ella, entonces debía lograr que ella fuera hacia él. Su mente se introdujo en la de ella pero, para su asombro, logró rechazarlo.
Naruto maldijo por lo bajo. En todos sus años de vampiro, jamás había encontrado a nadie, hombre o mujer, que tuviese la capacidad de bloquearlo. Realmente ¡Sakura Haruno era una mujer notable! Y si no podía convencerla de su sinceridad, ella moriría antes del amanecer.
—¡Sakura! ¡Maldición, mujer, escúcheme! ¡Debemos abandonar ahora mismo este lugar!
—¡Váyase a no ser que quiera que lo convierta en un sapo!
Con una maldición contuvo la respiración, luchando por no reír. De veras, ¡Un sapo!
Una vez más, se concentró en su poder preternatural.
—Ven a mí, Sakura Haruno —la llamó suavemente. —Caminemos juntos bajo la luna y compartamos nuestros pensamientos y secretos.
—¡No! —se negó— ¡Váyase!
Maldiciendo entre dientes, se paseó de un lugar a otro lado de la cabaña. ¿Qué podía decir que sedujese a la mujer para que saliera, o mejor aún, para que le permitiese entrar?
¿Cuánto tiempo tendrían antes de que la turba llegara para llevársela?
Sakura... Frunció el entrecejo, dominado por un deseo repentino de alejarse a saltos, encontrar un lirio de agua en un hermoso arroyo y capturar moscas.
Se rió con ganas.
—No funcionará, bruja —dijo en voz alta— No puedo convertirme en una rana o un tritón.
Escuchó un golpe dentro de la casa y sonrió burlonamente al darse cuenta de que debía de haber arrojado algo contra la pared.
—Ven a mí, Sakura Haruno —intentó seducirla—. Es lo que deseas.
Sakura lanzó un suspiro mientras comenzó a barrer la taza rota. ¿Por qué habría fracasado el conjuro? Le había retado incontables veces. Era un hechizo inofensivo, sólo duraba un par de horas. ¿Por qué era tan apuesto y su voz era tan seductora?
Aun ahora, la seguía escuchando en su mente, una voz profunda, oscura que prometía placeres incomparables si tan solo doblegase su voluntad a la de él.
Pero ella no podía. ¡No debía dejar su vida en manos de el, no se atrevía a confiar en ese oscuro extraño de voz hipnotizadora e insondables ojos azules como el mar. Brujo o hechicero ¡no le abriría la puerta esta noche!
Durante la hora siguiente, la llamó implorándole que le acompañase antes de que fuese demasiado tarde. Hasta intentó coaccionarla con la seguridad de su casa, ella conjuró docenas de hechizos para alejarlo, la furia y la frustración crecieron con cada fracaso.
Espió por la ventana. Pudo ver a la luz de la luna su silueta oscura que parecía parte de la noche, parte de la oscuridad misma
Se movía con gracia como si flotase en el aire en vez de caminar sobre suelo firme.
Caminaba a la luz de la luna llena y no proyectaba sombra.
Estaba intentando entender esa señal de brujería cuando vio el destello de unas luces que se movían en el bosque, más allá de la cabaña.
A medida que se acercaban, pudo escuchar el sonido de las voces.
Voces de hombres cargadas de furia y de temor.
—¡Sakura, no tenemos más tiempo! —Con esas palabras, desapareció de su vista.
Se apartó de la ventana con el corazón latiéndole en el pecho con fuerza mientras la voz de un hombre exigía su presencia. Un gruñido grave surgió de la garganta de Morgana mientras se frotaba contra los tobillos de Sakura.
—¡Sal, bruja! ¡Y trae a tu pariente contigo!
—¡Sí, sal y enfrenta tu destino, bruja!
En medio de alaridos e imprecaciones, los hombres comenzaron a aporrear la puerta. Con un chillido como el de una mujer sufriente, la puerta explotó arrojando hacia el interior una lluvia de astillas. Manos toscas la sujetaron y la sacaron a rastras.
Pateando y arañando, Sakura intentó liberarse desesperadamente. Con el corazón latiéndole aceleradamente por el terror, vio como partían las ramas de un árbol. Gritó cuando la amarraron al tronco y colocaron las ramas a sus pies junto con un puñado de leña.
Miró los rostros de hombres que conocía, hombres a quienes había curado en el pasado. Ellos evitaron su mirada. A la luz de las antorchas, los rostros parecían grotescos, demoníacos.
Luchó contra las ataduras que la sujetaban mientras la pila de madera crecía. Se le agitó el estómago de miedo y el terror la sofocó hasta que apenas pudo respirar.
¿Por qué no se había ido con Naruto? ¿Dónde estaba ahora que lo necesitaba? ¿Por qué, oh, no lo había escuchado?
Gritó con más fuerza cuando los hombres la rodearon e encendieron la madera con las antorchas. Los miró fijamente, con morbosa fascinación, mientras las pequeñas llamas se extendían a su alrededor. Rápidamente le lamerían los tobillos, alcanzándole el bajo del vestido. ¿Cuándo tiempo tardaría en morir quemada?
Parpadeó con lágrimas en los ojos.
¡Oh, Señor, esto no podía estar sucediendo!
Pero así era. Con el estómago revuelto por las náuseas, se sentía mareada como si fuese a desmayarse, y rogó por desfallecer, por estar inconsciente cuando el fuego la consumiese.
Los hombres se apiñaron frente a ella haciendo gestos para evitar el mal de ojo que podría echarles antes de que la muerte la reclamara.
El calor le abrasaba la piel. Pronto las llamas la alcanzarían.
Estaba sollozando. El humo acre le llenaba la nariz. Gritó más fuerte cuando la primera llama le quemó la piel
—¡Deténgase! ¡Oh, por favor! ¡Deténgase! —repetía, rogando la súplica una y otra vez. Tenía que ser una pesadilla, no podía morir así no aquí, no ahora.
Los hombres la miraban fijamente, con los ojos muy abiertos. Uno de ellos cantaba algo. ¿Una plegaria por su alma? ¿Un conjuro para apartar al demonio?
Gritó aterrada cuando el calor del fuego le abrasó la parte posterior de las piernas. Pronto sentiría las llamas hambrientas devorándole la piel. Abrió la boca para gritar pero sintió la respiración atrapada en la garganta, fue entonces cuando vislumbró una bruma de motas plateadas brillar a la luz de la luna, y Naruto Uzumaki apareció repentinamente, interponiéndose entre ella y la turba.
El poder crepitaba en el aire de la noche como el chisporroteo en la atmósfera antes de una tormenta.
Cuando los hombres que blandían las antorchas notaron su presencia se suscitó un abrupto silencio.
—¿Quién es usted? —inquirió Ryu Momomiya con osadía.
—Tu peor pesadilla. —Naruto ocultó una sonrisa irónica al repetir la línea escuchada en una película.
Miró torvamente las llamas que lentamente acortaban la distancia a los pies y las piernas de Sakura, tembló al imaginarse el fuego expandiéndose en su propio cuerpo. La carne preternatural era particularmente vulnerable al fuego. Si quería salvarla sin inmolarse en el intento, tenía que ser ahora.
Irguiéndose cuánto pudo, lanzó un rugido; a velocidad preternatural se colocó detrás de Sakura, sus dedos desanudaron las gruesas sogas que la amarraban como si fueran de papel. El fuego le abrasó las manos y le escaldó la piel de los brazos.
Sujetándola en los brazos contra su pecho, se alejó del humo, del fuego y de la turba.
Sakura continuaba en brazos de Naruto cuando el mundo dejó de girar. Miró a su alrededor y notó que estaban en la profundidad del corazón de los bosques que se extendían al oeste de su cabaña. Reconoció inmediatamente el lugar donde solía juntar hierbas y plantas. Allí estuvo también para celebrar la luna nueva y realizar algunos de sus hechizos.
—¿Estás bien? —preguntó Naruto depositándola en el suelo.
No lo miró, el cuerpo todavía le temblaba por haber estado tan cerca de la muerte.
—S... sí. Creo que sólo me quemé un poco las piernas. ¿Estás herido?
Movió la cabeza. Si fuese mortal las quemaduras no tendrían consecuencias de gravedad, pero no lo era. El calor de las llamas le había ampollado la piel de las piernas y brazos y le había quemado las palmas de las manos.
— ¡Morgana! —exclamó ella—. La matarán.
Agitó la cabeza sin poder creerlo.
—¿Estás preocupada por una gata?
—No es sólo una gata. Es mi amiga.
—Tu pariente, querrás decir.
—También —contestó ingenuamente—. No puedo dejar que la maten.
Naruto la cogió del brazo para evitar que se dirigiese hacia la cabaña.
—Espera. No te salvé la vida y me enfrenté a las llamas para que vuelvas al fuego.
Le apartó la mano.
—Iré.
—Te quedas aquí. Iré yo a buscar a la maldita gata.
No esperó su respuesta. Se disolvió en bruma y regresó a la cabaña, o a lo que quedaba de ella. Los hombres la habían incendiado, en la hoguera no quedaban más que cenizas.
Naruto se materializó y buscó a la gata.
—Morgana —llamó suavemente— ven conmigo.
Un suave maullido llamó su atención. Siguiendo el sonido, la encontró en una bolsa que colgaba de un árbol. Aparentemente, la turba la había dejado para que muriera de hambre, si no se asfixiaba antes.
Apoyó la bolsa en el suelo, se debatió entre abrirla o no, luego decidió que sería más rápido y seguro no hacerlo.
La gata siseó y clavó las garras en la bolsa hasta que encontraron a Sakura. Naruto la apoyó en el suelo y desató el cordel.
La gata saltó hacia los brazos de Sakura maullando con todas sus fuerzas, sin duda en protesta por el brutal trato recibido. Luego, ronroneó y lamió el rostro de su dueña.
—Entonces, Sakura Haruno —dijo Naruto— ¿Me crees ahora?
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Que emocionante capítulo, Sakura estuvo a punto de morir y cumplir con su destino, pero Naruto lo impidió. ¿Qué pasará ahora, Sakura viajará al futuro? Y que fue ese sueño de Sakura donde ella moría a manos de Naruto...
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Hola aquí les dejo el siguiente cap espero que les guste
Capitulo 7
Sakura respiró profundamente. ¿Cómo podía dudarlo ahora? Sin importar de dónde hubiese venido, la había salvado de un final terrible.
—¿Te has quemado mucho? —preguntó Naruto.
—No tanto. ¿Y tú?
—Me recuperaré.
Sakura asintió y se arrodilló junto a una gran planta verde con largas hojas puntiagudas cuyas bondades le habían sido reveladas años atrás por un viajante. Cortó un trozo de hoja por la mitad y se frotó suavemente las quemaduras con la fría sustancia gelatinosa de su interior.
Cuando terminó, miró con ojos interrogantes a Naruto. Él sacudió la cabeza. Aunque le produjeran dolor, las quemaduras sanarían en pocos días.
—Te calmará el dolor —dijo ella.
Naruto frunció el entrecejo. Desde hacía siglos no confiaba en ningún tipo de medicina humana.
—Hazlo —dijo.
Levantó una pierna del pantalón chamuscado, frunció el ceño y comenzó a untar el frío gel sobre la piel ampollada. Era extraño que sus quemaduras fueran más profundas habiendo tenido los tobillos cubiertos por los pantalones y las botas, a diferencia de los de ella, que habían estado desnudos.
Los pantalones. Nunca había visto algo similar, ni palpado ese tipo de material.
No pudo dejar de notar el sistema extraño para ajustarlos...
Sintió calor en las mejillas y se abocó a la otra pierna, luego a la piel de los antebrazos y de las manos.
—¿No te sientes mejor así? —preguntó sin mirarlo a los ojos.
Naruto asintió.
—Gracias.
—De... de nada.
Estaba temblando ahora, sobrecogida al tomar conciencia de lo cerca que estuvo de morir. Si no hubiese sido por ese hombre, estaría muerta.
—Vamos —dijo abrazándola—. Estás bien ahora. Todo pasó.
Levantó la vista hacia él, el cuerpo le temblaba sin poderse controlar.
—Tú... tú salvaste mi vida. Y la de Morgana. Gra... gracias.
La estrechó con más fuerza.
—Me alegra poder ayudar —dijo trivialmente.
Pero sabía que nunca podría olvidar la imagen de Sakura amarrada en la hoguera, las llamas lamiéndole los tobillos, la mirada de terror en los ojos.
Miró fijamente detrás de ella, preguntándose cuál debía ser el paso siguiente. Había cumplido el cometido que se había impuesto al venir. Sakura estaba a salvo, al menos por ahora. Durante un momento, contempló la posibilidad de ver a su familia. Iba a nacer esa noche. Si fuese a la casa de su padre, ¿podría verse a sí mismo como un bebé recién nacido? Aunque estaba tentado de hacerlo, no le pareció prudente. Miró a Sakura, preguntándose que diría sobre ella el libro Mitos y leyendas antiguas ahora que él había cambiado el curso de su vida.
—Todo lo que necesitamos ahora —señaló él— es un lugar donde pasar la noche.
Ella se retorció tratando de liberarse de sus brazos.
—Podría quedarme con Rock Lee.
—No —descartó la idea de plano— ¿Hay algún otro lugar dónde puedas ir?
Pero al formular la pregunta sabía que no debía confiar en nadie más para cuidarla. ¿A qué lugar podría llevarla entonces, donde ambos estuviesen a salvo?
Meditó durante un momento, realmente había una sola opción.
—Te llevaré a mi casa. —Se preguntó interiormente si podría lograr que ambos se transportasen al futuro—. Supongo que, además, querrás llevar a la gata.
—Sí. —Sakura cogió a Morgana en los brazos—. ¿Tu casa está cerca?
—No lo suficiente —murmuró.
Ella jadeó cuando él la envolvió en los brazos otra vez.
—¿Qué haces?
—Llevándote a mi casa, espero.
—Pero...
—Quédate quieta, mujer, necesito concentrarme.
Cerró los ojos y se concentró en la imagen de su casa tal como se veía bajo la luz de la luna cuando la había dejado. Concentró toda su energía en ella, en el jardín y en su deseo ferviente de estar allí, y mientras lo hacía, se imaginó a sí mismo propulsado en el tiempo y en el espacio, acercándose con cada inhalación a su refugio.
Al igual que la vez anterior, se sintió transportado a través de un túnel negro, adelantándose en el tiempo, girando a través de cada centuria, observando los logros y fracasos de la humanidad que se esforzaba en aprender más del mundo en que vivía y de la gente con quien lo compartía.
Al igual que la vez anterior, sintió un detenimiento brusco del movimiento, seguido de un mareo vertiginoso.
Cuando abrió los ojos, estaba de pie en el jardín delantero de su casa. Sakura se aferraba a él, con los ojos cerrados y el corazón latiéndole con fuerza, La gata abrió los ojos y siseó, luego se liberó de los brazos de Sakura.
—¿Sakura?
Lentamente, ella abrió los ojos y miró a su alrededor.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde estamos? Vi cosas... —Sacudió la cabeza, con los ojos llenos de confusión y duda.
—Bienvenida al futuro, Sakura Haruno.
Lo miró fijamente con escepticismo, y luego se desmayó.
Naruto sacudió la cabeza y la llevó hasta la escalera del porche mientras la gata le rondaba entre los talones sin dejar de sisear.
Con poder mental abrió la gran puerta principal y entró con Sakura, subió la serpenteante escalera y caminó por el pasillo hasta llegar al único dormitorio que estaba amueblado. Era una amplia habitación, con una chimenea de mármol en una esquina. Tres de las paredes tenían ventanales cubiertos con pesados cortinajes drapeados azul oscuro. La cama era enorme y antigua, tenía el dosel apoyado en cuatro pilares y estaba cubierta con un acolchado en tonos de azul, marrón y gris. La cómoda donde guardaba sus camisetas, calcetines y ropa interior estaba ubicada frente a la cama; los pantalones, camisas y abrigos estaban colgados en el armario; los zapatos, en el piso. La habitación tenía una sala de estar anexa y un baño al que se podía acceder tanto desde el dormitorio como desde el pasillo.
Apartó las mantas y colocó a Sakura sobre el colchón. Morgana saltó sobre la cama maullando fuertemente, dio dos vueltas y se acurrucó junto a su ama, miró a Naruto sin parpadear, con un grave gruñido atrapado en la garganta.
Naruto levantó una ceja al mirar con el ceño fruncido a la gata. Uno puede engañar a las personas, pero no a los animales. Ellos sabían lo que era.
Sakura se despertó un momento después, con los ojos muy abiertos y algo asustada mientras observaba la habitación; las ventanas, los asientos junto a ellas, los techos altos, el empapelado rayado.
—¿Dónde estoy?
—En mi alcoba.
Miró la habitación nuevamente. Podría ubicar toda su cabaña en esta alcoba y aún quedaría espacio.
Y luego tomó conciencia de las implicaciones de sus palabras.
—¡Tu alcoba! —Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta antes de terminar de hablar.
Resbaló al detenerse profiriendo un grito al llegar a la puerta y ver que Naruto se interponía, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Cálmate ¡Sakura!.
Se apartó de él y siguió retrocediendo hasta que se topó con el borde de la cama.
—¿Quién eres?
—No te haré daño.
—¿Quién eres? —repitió.
Dio un paso hacia ella con la mano extendida.
El temor por su vida la había vuelto descuidada. No estaba segura de que su magia fuese efectiva cuando estaba tan asustada. Los hechizos conjurados aceleradamente habían tenido efectos contraproducentes en el pasado, pero era un riesgo que estaba dispuesta a correr. Dominando el temor y la furia, Sakura apuntó con un dedo en dirección a Naruto, y murmuró una rápida letanía.
Morgana siseó, y se le erizaron los pelos del lomo. Naruto lanzó una maldición cuando el hechizo de Sakura lo sacudió, haciéndolo retroceder. Gruñó al golpear el hombro contra el marco de la puerta. Sintió el poder de Sakura chisporroteándole la piel inmovilizándolo en el lugar. Y luego se dirigió hacia ella nuevamente, con grandes zancadas.
Sakura jadeó. Cualquier mortal se habría rendido totalmente ante su conjuro. Antes de que pudiese reunir el poder necesario para intentado nuevamente, él estaba junto a ella.
La miró fijamente, le sujetó los brazos contra el cuerpo.
—No lo hagas de nuevo —gruñó cada palabra.
—Déjame ir.
La sacudió hasta que le rechinaron los dientes.
—Maldición, mujer, no te haré daño.
Le señaló las manos que le aferraban los brazos, clavadas en su carne. Él suavizó la presión cuánto pudo, pero no la dejó ir.
Lo miró fijamente, levantó el mentón, rehusándose a retroceder una pulgada aunque él sabía que estaba asustada. La esencia de su miedo, mezclada con un dejo de olor a sangre, inflamó su hambre. Bajó la mirada hasta la suave piel de su cuello, más abajo aun, hasta el nacimiento y curva de sus senos.
Sus ojos se agrandaron, se le agitó la respiración bajo su mirada.
—Déjame ir. —No era una orden ahora, era una súplica.
—Sakura...
—Por favor.
Con un profundo suspiro, cerró los ojos para ocultar el hambre escondida en la profundidad de su interior. No quería asustarla más de lo que ya estaba. Sintió las punzadas de sus colmillos contra la lengua, sabía que estaba peligrosamente cerca de perder no sólo el control de su deseo, sino el control sobre la bestia que yacía en su interior.
Había sido un error traerla aquí.
Con un gruñido, la apartó de un empujón, sacudió con fuerza la puerta y salió erguida mente sin mirar atrás. El sonido del cerrojo retumbó en sus oídos.
La casa era demasiado pequeña para contener el caudal de emociones que le embargaban. Necesitaba irse, poner distancia entre él y Sakura Haruno, pero se conocía demasiado bien, sabía que si no se iba ahora, no sería capaz de contener el hambre, y cuando estaba fuera de control, la gente moría.
Murmurando una soez imprecación, se paseó a lo largo del pasillo entre el salón y la parte trasera de la casa. El hambre lo desbordaba, dominando todo pensamiento, toda necesidad, a la vez que le estrujaba los órganos vitales, enturbiándole la visión con una bruma de sangre.
No tenía que salir. Había una víctima fresca en la planta alta. Una mortal proveniente de otro siglo. Podía tomada a su antojo, saborear cada gota mientras le succionaba la sangre, la vida. Podía deshacerse fácilmente del cuerpo. Nadie la buscaría, ni la extrañaría.
Ah, pensó. Había un problema, él extrañaría a su pequeña bruja.
¿Qué tenía Sakura Haruno que lo atraía tanto? Sería que, de no ser por ella, no sería más que cenizas antiguas, sus restos esparcidos por un viento indiferente. Una mirada a su retrato lo había cautivado. En la situación límite de buscar la muerte, había sabido que no podía acabar con su existencia hasta que supiese más sobre ella. Sin importar a qué precio, tenía que encontrarla.
Golpeó el puño contra la pared tratando de apaciguar su ira. Había viajado en el tiempo para salvarla de una muerte horrible. ¿Estaba agradecida por ello? ¡No! Tenía miedo de él, le había cerrado la puerta. ¡Estúpida mujer! ¡Como si un cerrojo y un insignificante tabique le pudiesen detener!
Rió, el áspero sonido de su risa hizo eco en las paredes de la tranquila casa. Debía estar asustada. Tenía la vida de ella en las manos.
Con una maldición, giró y se dirigió hacia las escaleras, y se detuvo a medio camino. Miró hacia arriba, sus sentidos preternaturales le trajeron la esencia de su sangre, del latir acelerado de su corazón, el hedor de su miedo incrustado en la piel.
Apretó los puños y luchó contra el ansia de derribar la puerta que le había cerrado en la cara, todavía sintiendo el susurro del hambre en su oído.
«Dulce —decía el susurro—. Será aun más dulce por el temor recorriéndole las venas. Sabes que la deseas. ¡Tómala! Es tuya, tuya para que la tomes».
—¡No! —rugió mientras giraba sobre los talones, aferrando la capa negra, huyó de la casa.
Alguien moriría esa noche, pero no sería Sakura Haruno.
Impulsado por la urgente necesidad de cazar, merodeó por las calles oscuras, temblándole todo el cuerpo por el hambre insaciable que lo dominaba implacablemente. Había sido un vampiro durante doscientos ochenta y seis años y en todo ese tiempo había sido incapaz de dominar por completo a la bestia que yacía en su interior. Aunque había intentado luchar contra ella, tarde o temprano, el hambre demoníaca prevalecía, dominando cualquier mínimo atisbo de auto control que creyese haber logrado, demostrándole en cada ocasión que seguía siendo esclavo de las oscuras apetencias que yacían en su interior.
gracias por leer
Capitulo 7
Sakura respiró profundamente. ¿Cómo podía dudarlo ahora? Sin importar de dónde hubiese venido, la había salvado de un final terrible.
—¿Te has quemado mucho? —preguntó Naruto.
—No tanto. ¿Y tú?
—Me recuperaré.
Sakura asintió y se arrodilló junto a una gran planta verde con largas hojas puntiagudas cuyas bondades le habían sido reveladas años atrás por un viajante. Cortó un trozo de hoja por la mitad y se frotó suavemente las quemaduras con la fría sustancia gelatinosa de su interior.
Cuando terminó, miró con ojos interrogantes a Naruto. Él sacudió la cabeza. Aunque le produjeran dolor, las quemaduras sanarían en pocos días.
—Te calmará el dolor —dijo ella.
Naruto frunció el entrecejo. Desde hacía siglos no confiaba en ningún tipo de medicina humana.
—Hazlo —dijo.
Levantó una pierna del pantalón chamuscado, frunció el ceño y comenzó a untar el frío gel sobre la piel ampollada. Era extraño que sus quemaduras fueran más profundas habiendo tenido los tobillos cubiertos por los pantalones y las botas, a diferencia de los de ella, que habían estado desnudos.
Los pantalones. Nunca había visto algo similar, ni palpado ese tipo de material.
No pudo dejar de notar el sistema extraño para ajustarlos...
Sintió calor en las mejillas y se abocó a la otra pierna, luego a la piel de los antebrazos y de las manos.
—¿No te sientes mejor así? —preguntó sin mirarlo a los ojos.
Naruto asintió.
—Gracias.
—De... de nada.
Estaba temblando ahora, sobrecogida al tomar conciencia de lo cerca que estuvo de morir. Si no hubiese sido por ese hombre, estaría muerta.
—Vamos —dijo abrazándola—. Estás bien ahora. Todo pasó.
Levantó la vista hacia él, el cuerpo le temblaba sin poderse controlar.
—Tú... tú salvaste mi vida. Y la de Morgana. Gra... gracias.
La estrechó con más fuerza.
—Me alegra poder ayudar —dijo trivialmente.
Pero sabía que nunca podría olvidar la imagen de Sakura amarrada en la hoguera, las llamas lamiéndole los tobillos, la mirada de terror en los ojos.
Miró fijamente detrás de ella, preguntándose cuál debía ser el paso siguiente. Había cumplido el cometido que se había impuesto al venir. Sakura estaba a salvo, al menos por ahora. Durante un momento, contempló la posibilidad de ver a su familia. Iba a nacer esa noche. Si fuese a la casa de su padre, ¿podría verse a sí mismo como un bebé recién nacido? Aunque estaba tentado de hacerlo, no le pareció prudente. Miró a Sakura, preguntándose que diría sobre ella el libro Mitos y leyendas antiguas ahora que él había cambiado el curso de su vida.
—Todo lo que necesitamos ahora —señaló él— es un lugar donde pasar la noche.
Ella se retorció tratando de liberarse de sus brazos.
—Podría quedarme con Rock Lee.
—No —descartó la idea de plano— ¿Hay algún otro lugar dónde puedas ir?
Pero al formular la pregunta sabía que no debía confiar en nadie más para cuidarla. ¿A qué lugar podría llevarla entonces, donde ambos estuviesen a salvo?
Meditó durante un momento, realmente había una sola opción.
—Te llevaré a mi casa. —Se preguntó interiormente si podría lograr que ambos se transportasen al futuro—. Supongo que, además, querrás llevar a la gata.
—Sí. —Sakura cogió a Morgana en los brazos—. ¿Tu casa está cerca?
—No lo suficiente —murmuró.
Ella jadeó cuando él la envolvió en los brazos otra vez.
—¿Qué haces?
—Llevándote a mi casa, espero.
—Pero...
—Quédate quieta, mujer, necesito concentrarme.
Cerró los ojos y se concentró en la imagen de su casa tal como se veía bajo la luz de la luna cuando la había dejado. Concentró toda su energía en ella, en el jardín y en su deseo ferviente de estar allí, y mientras lo hacía, se imaginó a sí mismo propulsado en el tiempo y en el espacio, acercándose con cada inhalación a su refugio.
Al igual que la vez anterior, se sintió transportado a través de un túnel negro, adelantándose en el tiempo, girando a través de cada centuria, observando los logros y fracasos de la humanidad que se esforzaba en aprender más del mundo en que vivía y de la gente con quien lo compartía.
Al igual que la vez anterior, sintió un detenimiento brusco del movimiento, seguido de un mareo vertiginoso.
Cuando abrió los ojos, estaba de pie en el jardín delantero de su casa. Sakura se aferraba a él, con los ojos cerrados y el corazón latiéndole con fuerza, La gata abrió los ojos y siseó, luego se liberó de los brazos de Sakura.
—¿Sakura?
Lentamente, ella abrió los ojos y miró a su alrededor.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde estamos? Vi cosas... —Sacudió la cabeza, con los ojos llenos de confusión y duda.
—Bienvenida al futuro, Sakura Haruno.
Lo miró fijamente con escepticismo, y luego se desmayó.
Naruto sacudió la cabeza y la llevó hasta la escalera del porche mientras la gata le rondaba entre los talones sin dejar de sisear.
Con poder mental abrió la gran puerta principal y entró con Sakura, subió la serpenteante escalera y caminó por el pasillo hasta llegar al único dormitorio que estaba amueblado. Era una amplia habitación, con una chimenea de mármol en una esquina. Tres de las paredes tenían ventanales cubiertos con pesados cortinajes drapeados azul oscuro. La cama era enorme y antigua, tenía el dosel apoyado en cuatro pilares y estaba cubierta con un acolchado en tonos de azul, marrón y gris. La cómoda donde guardaba sus camisetas, calcetines y ropa interior estaba ubicada frente a la cama; los pantalones, camisas y abrigos estaban colgados en el armario; los zapatos, en el piso. La habitación tenía una sala de estar anexa y un baño al que se podía acceder tanto desde el dormitorio como desde el pasillo.
Apartó las mantas y colocó a Sakura sobre el colchón. Morgana saltó sobre la cama maullando fuertemente, dio dos vueltas y se acurrucó junto a su ama, miró a Naruto sin parpadear, con un grave gruñido atrapado en la garganta.
Naruto levantó una ceja al mirar con el ceño fruncido a la gata. Uno puede engañar a las personas, pero no a los animales. Ellos sabían lo que era.
Sakura se despertó un momento después, con los ojos muy abiertos y algo asustada mientras observaba la habitación; las ventanas, los asientos junto a ellas, los techos altos, el empapelado rayado.
—¿Dónde estoy?
—En mi alcoba.
Miró la habitación nuevamente. Podría ubicar toda su cabaña en esta alcoba y aún quedaría espacio.
Y luego tomó conciencia de las implicaciones de sus palabras.
—¡Tu alcoba! —Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta antes de terminar de hablar.
Resbaló al detenerse profiriendo un grito al llegar a la puerta y ver que Naruto se interponía, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Cálmate ¡Sakura!.
Se apartó de él y siguió retrocediendo hasta que se topó con el borde de la cama.
—¿Quién eres?
—No te haré daño.
—¿Quién eres? —repitió.
Dio un paso hacia ella con la mano extendida.
El temor por su vida la había vuelto descuidada. No estaba segura de que su magia fuese efectiva cuando estaba tan asustada. Los hechizos conjurados aceleradamente habían tenido efectos contraproducentes en el pasado, pero era un riesgo que estaba dispuesta a correr. Dominando el temor y la furia, Sakura apuntó con un dedo en dirección a Naruto, y murmuró una rápida letanía.
Morgana siseó, y se le erizaron los pelos del lomo. Naruto lanzó una maldición cuando el hechizo de Sakura lo sacudió, haciéndolo retroceder. Gruñó al golpear el hombro contra el marco de la puerta. Sintió el poder de Sakura chisporroteándole la piel inmovilizándolo en el lugar. Y luego se dirigió hacia ella nuevamente, con grandes zancadas.
Sakura jadeó. Cualquier mortal se habría rendido totalmente ante su conjuro. Antes de que pudiese reunir el poder necesario para intentado nuevamente, él estaba junto a ella.
La miró fijamente, le sujetó los brazos contra el cuerpo.
—No lo hagas de nuevo —gruñó cada palabra.
—Déjame ir.
La sacudió hasta que le rechinaron los dientes.
—Maldición, mujer, no te haré daño.
Le señaló las manos que le aferraban los brazos, clavadas en su carne. Él suavizó la presión cuánto pudo, pero no la dejó ir.
Lo miró fijamente, levantó el mentón, rehusándose a retroceder una pulgada aunque él sabía que estaba asustada. La esencia de su miedo, mezclada con un dejo de olor a sangre, inflamó su hambre. Bajó la mirada hasta la suave piel de su cuello, más abajo aun, hasta el nacimiento y curva de sus senos.
Sus ojos se agrandaron, se le agitó la respiración bajo su mirada.
—Déjame ir. —No era una orden ahora, era una súplica.
—Sakura...
—Por favor.
Con un profundo suspiro, cerró los ojos para ocultar el hambre escondida en la profundidad de su interior. No quería asustarla más de lo que ya estaba. Sintió las punzadas de sus colmillos contra la lengua, sabía que estaba peligrosamente cerca de perder no sólo el control de su deseo, sino el control sobre la bestia que yacía en su interior.
Había sido un error traerla aquí.
Con un gruñido, la apartó de un empujón, sacudió con fuerza la puerta y salió erguida mente sin mirar atrás. El sonido del cerrojo retumbó en sus oídos.
La casa era demasiado pequeña para contener el caudal de emociones que le embargaban. Necesitaba irse, poner distancia entre él y Sakura Haruno, pero se conocía demasiado bien, sabía que si no se iba ahora, no sería capaz de contener el hambre, y cuando estaba fuera de control, la gente moría.
Murmurando una soez imprecación, se paseó a lo largo del pasillo entre el salón y la parte trasera de la casa. El hambre lo desbordaba, dominando todo pensamiento, toda necesidad, a la vez que le estrujaba los órganos vitales, enturbiándole la visión con una bruma de sangre.
No tenía que salir. Había una víctima fresca en la planta alta. Una mortal proveniente de otro siglo. Podía tomada a su antojo, saborear cada gota mientras le succionaba la sangre, la vida. Podía deshacerse fácilmente del cuerpo. Nadie la buscaría, ni la extrañaría.
Ah, pensó. Había un problema, él extrañaría a su pequeña bruja.
¿Qué tenía Sakura Haruno que lo atraía tanto? Sería que, de no ser por ella, no sería más que cenizas antiguas, sus restos esparcidos por un viento indiferente. Una mirada a su retrato lo había cautivado. En la situación límite de buscar la muerte, había sabido que no podía acabar con su existencia hasta que supiese más sobre ella. Sin importar a qué precio, tenía que encontrarla.
Golpeó el puño contra la pared tratando de apaciguar su ira. Había viajado en el tiempo para salvarla de una muerte horrible. ¿Estaba agradecida por ello? ¡No! Tenía miedo de él, le había cerrado la puerta. ¡Estúpida mujer! ¡Como si un cerrojo y un insignificante tabique le pudiesen detener!
Rió, el áspero sonido de su risa hizo eco en las paredes de la tranquila casa. Debía estar asustada. Tenía la vida de ella en las manos.
Con una maldición, giró y se dirigió hacia las escaleras, y se detuvo a medio camino. Miró hacia arriba, sus sentidos preternaturales le trajeron la esencia de su sangre, del latir acelerado de su corazón, el hedor de su miedo incrustado en la piel.
Apretó los puños y luchó contra el ansia de derribar la puerta que le había cerrado en la cara, todavía sintiendo el susurro del hambre en su oído.
«Dulce —decía el susurro—. Será aun más dulce por el temor recorriéndole las venas. Sabes que la deseas. ¡Tómala! Es tuya, tuya para que la tomes».
—¡No! —rugió mientras giraba sobre los talones, aferrando la capa negra, huyó de la casa.
Alguien moriría esa noche, pero no sería Sakura Haruno.
Impulsado por la urgente necesidad de cazar, merodeó por las calles oscuras, temblándole todo el cuerpo por el hambre insaciable que lo dominaba implacablemente. Había sido un vampiro durante doscientos ochenta y seis años y en todo ese tiempo había sido incapaz de dominar por completo a la bestia que yacía en su interior. Aunque había intentado luchar contra ella, tarde o temprano, el hambre demoníaca prevalecía, dominando cualquier mínimo atisbo de auto control que creyese haber logrado, demostrándole en cada ocasión que seguía siendo esclavo de las oscuras apetencias que yacían en su interior.
gracias por leer
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Sakura ya esta en la época de Naruto, cientos de años después de que ella murió, eso traerá cambios, al menos para Naruto que esta loco de sed y tal vez de deseo, deseo por su sangre, por su piel, por todo ese enigma que encierra a Sakura Haruno...
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
bueno como ya sali de parciales y me fue super bien creo jeje bueno en fin montare mas seguido los cap leon gracias por tu comentario y sin mas aqui esta el sigueinte cap y no dejen de leerlo
Capitulo 8
Sabiendo que estaba próximo a su punto límite, huyó de la ciudad y se dirigió a las zonas excluidas donde los zares de la droga y los proxenetas hacían sus negocios. Toda ciudad tenía un lugar así, donde se apiñaban los más desprotegidos. Aunque solía cazar en zonas más agradables, recurría a este lugar cuando su débil control se quebraba y el hambre no podía ser desoída. La muerte no era desconocida allí. Era frecuente en la lucha cotidiana por el poder.
El sonido de susurros furiosos atrajo la atención de Naruto. Se detuvo, levantó la cabeza para oler el aire, su nariz, saturada por la esencia a codicia y a Sake.
Allí. Al final del callejón cruzando la calle.
La capa ondeó tras él como la sombra de la muerte mientras seguía el rastro de la esencia de su víctima, vibrándole todo el cuerpo con una necesidad que no sería por más tiempo negada.
Sakura apoyó la oreja contra la puerta tratando de escuchar algún sonido que le permitiese saber dónde se encontraba Naruto. Al principio no escuchó nada y luego, un portazo. Supo de inmediato que él había abandonado la casa, y no tan sólo por el ruido de la puerta. Al percibir esa repentina sensación de vacío en la casa, supo que se había ido. El hecho de que pudiese notar su ausencia la asustaba más que cualquier otra cosa.
Por enésima vez se encontró preguntándose quién era. Qué era. No era mortal, de eso estaba segura. Pero si no era mortal, ¿qué era? Había crecido entre cuentos de criaturas no terrenales. La abuela Haruno había creído en toda clase de seres sobrenaturales: hadas y ogros, gnomos y duendes, hombres lobo y vampiros, y en una horda de ejemplares aterrorizantes. Sakura se había negado a creer en tales seres. ¿Si existían, dónde estaban? ¿Por qué nunca los había visto? Pero la abuela estaba convencida y, a menudo, se planteaba esta hipótesis: «Si las brujas y hechiceros existen, ¿Por qué no abrían de existir los hombres lobo y otros personajes fantasiosos? Era otra forma de magia, después de todo».
A excepción de su propia madre y de su abuela materna, Sakura jamás había conocido otro ser mágico o místico. No sabía qué tipo de criatura podía ser Naruto Uzumaki, pero en lo profundo de su alma, sabía que no era como ningún otro hombre que había conocido.
Mordiéndose el interior del labio inferior, evaluó la conveniencia de aventurarse fuera de la alcoba. Un suspiro le hizo temblar todo el cuerpo. Su alcoba. Su cama. ¿Cuál habría sido su intención? ¿Por qué la habría llevado allí? Ni siquiera la conocía. ¿Por qué había viajado a través del tiempo para encontrarla?
Tantas preguntas inquietantes; preguntas para las que, no tenía respuestas.
Pero algo sí sabía: no podía quedarse aquí, en su casa…
—… su alcoba. —Susurró
—Ven, Morgana.
Abrió la puerta y, después de mirar a ambos lados del pasillo, bajó rápidamente las escaleras, salió de la casa, y siguió por el largo camino que guiaba a un elaborado y enorme portón de hierro forjado incrustado a un muro de piedra. No se sorprendió al encontrarlo cerrado con llave.
Levantándose el bajo del vestido para no mojarlo con el césped húmedo, Sakura siguió a lo largo del muro de piedra para encontrar otra salida. Morgana la seguía entre los talones maullando suavemente.
Sakura nunca había visto una finca tan inmensa en toda su vida. La casa, mucho más grande que cualquiera de las que había visto, parecía eclipsada por el predio que la circundaba. Había árboles y arbustos por todas partes. En la parte de atrás, encontró un laberinto y extraños árboles cortados en formas de animales, tanto reales como místicos.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado antes de que emprendiera el retorno hacia el frente de la casa. Examinó el portón, preguntándose si podría utilizar la magia para abrirlo. Llamó a Morgana, la sostuvo en los brazos mientras intentaba invocar un simple hechizo de revocación, y luego uno de anulación, pero ninguno sirvió. Sakura pateó el suelo y frunció el ceño ante el terrible pensamiento que le cruzó por la mente. ¿Sería posible que su magia no fuese efectiva en este tiempo y lugar? No podía ser. Su magia había actuado contra él antes. ¿Habría utilizado su propia magia para frustrarle cualquier intento de huída? ¿Necesitaría quizás su vara para ayudarla a concentrarse?
Una cosa era cierta. No quería estar aquí cuando él regresase. Miró a su alrededor buscando un lugar dónde esconderse. Si se agazapara tras los arbustos podría arrastrarse sin que lo notase cuando él regresara, si bien el pensamiento le cruzó la mente, sabía que no funcionaría.
Sintió una presión en la vejiga, miró alrededor del jardín preguntándose dónde estaría el privado. No recordaba haber visto uno en el jardín trasero, pero seguramente en una casa tan grande como ésta, ¡algún tipo de provisión se habría armado! Depositó a Morgana en el suelo, rodeó la casa por segunda vez, y sin poder soportarlo más, se escondió tras un arbusto. Morgana la siguió, mirándola fijamente con sus inmensos ojos amarillos.
Se arregló la ropa, alzó la gata y se encaminó hacia el frente de la casa. Cuando depositó a Morgana en el suelo, la gata huyó inmediatamente hacia las sombras, sin duda en busca de una presa. Era una osada cazadora y la pesadilla de pájaros, ratones, y conejos.
—¡Morgana, regresa aquí! ¡Morgana!
Sakura comenzó a seguirla y luego, se encogió de hombros, entró a la casa dejando la puerta entreabierta para cuando volviese la gata.
Sin tener nada que hacer, Sakura exploró las habitaciones del primer piso. El lugar no se parecía en nada a los que había visto en su vida, y no sólo por el tamaño, sino por las extrañas cosas que contenía, cosas de las cuales no sabía el nombre. Cosas que no se animaba a tocar por temor a que Naruto se enojara al encontrarla merodeando en su gran mansión. Por supuesto, si él no quería que fisgoneara, ¡no debería haberla traído, en primer lugar, ni dejar que debiese ingeniárselas por sí sola!
Una de las habitaciones tenía numerosos aparadores.
Había una pequeña mesa redonda y dos sillas. Debía ser la cocina, pensó, aunque no se parecía a las que conocía. Como si estuviese fisgoneando, tal vez era lo que estaba haciendo, abrió los armarios. Todos estaban vacíos. Quizás en este extraño mundo nuevo, la gente guardaba la comida en otro lugar.
Espió varias habitaciones: una sala; una biblioteca con estanterías que cubrían tres de las paredes de piso a techo; otra habitación que estaba vacía salvo por más estantes con libros. Tenía más libros de los que ella jamás había soñado, podían existir. Se preguntó por qué tendría tantos. ¡Era imposible que los hubiese leído a todos!
Y luego se encontró con la habitación que había visto en su sueño. En el gran escritorio estaba esa especie de ventana cuadrada tan peculiar donde había visto su propia imagen. Sólo que la ventana estaba negra ahora. ¿Entonces, sería un hechicero? Ese extraño vidrio negro, ¿serviría para adivinar al igual que su espejo de agua? Acercándose, lo espió detenidamente, pero no sintió que irradiara ningún poder, ninguna vibración de energía mágica.
Se dirigió hacia arriba y recorrió habitación por habitación. Supuso que habría más dormitorios, ya que todos estaban vacíos salvo por las estanterías con libros que cubrían todas las paredes por completo y una cómoda silla. El único dormitorio amueblado era el de él.
Finalmente, no tenía ningún lugar donde ir o esconderse. Ni armas para luchar, salvo su magia. La cual, lo sabía, no era lo suficientemente fuerte. ¿Cómo podría luchar contra él si con sus hechizos no podía ni siquiera abrir un simple portón?
Regresó al dormitorio, echó el cerrojo, se subió a la cama, totalmente vestida a excepción de los zapatos. Se cubrió hasta el mentón y cerró los ojos, pero en cuanto lo hizo, aparecieron en su mente las imágenes de hombres rodeándola con antorchas. Hombres que pertenecían a familias que había conocido toda su vida. Los rostros parecían grotescos iluminados por las antorchas mientras encendían el fuego a sus pies. Sintió la punzada del humo en los orificios de la nariz. Las llamas le lamían la piel. Si Naruto no hubiese aparecido como lo hizo, habría muerto devorada por el fuego...
Al abrir los ojos, las imágenes se le desdibujaron de la mente.
Estaba todavía despierta cuando él regresó. Aunque no escuchó ningún sonido, supo cuando cruzó la puerta. Sentada en la cama, «su» cama, miró fijamente hacia la puerta. La puerta que había cerrado con llave para protegerse de él.
La puerta que ahora estaba abierta, dejando ver a Naruto de pie en el pasillo. Apareció en el umbral, una sombra alta y oscura envuelta en una larga capa negra que le llegaba a los tobillos.
Sujetando las mantas contra el pecho, se encogió contra la cabecera de la cama mientras él entraba a la alcoba. Tenía un brillo rojizo en la piel que no le había visto antes.
—Bueno —dijo calmadamente—. Todavía estás aquí.
Lo miró.
—No estaría aquí si no hubieses cerrado el portón con llave.
La observó largamente. Su mirada penetrante le hizo sentir incómoda pero no apartó la vista. Silenciosamente, enderezó los hombros y alzó el mentón.
Él sonrió burlonamente, con una expresión que demostraba claramente que sabía que ella tenía miedo.
—Quiero volver a casa —dijo ella—. A mi época. —Se reprendió al escucharse hablar como una niña asustada por la oscuridad.
—¿Realmente? Deseas volver a la hoguera, ¿no es así?
Tembló ante los recuerdos cuyas imágenes había visualizado tan sólo hacía unos instantes.
—Por supuesto que no. Iré a cualquier otro lugar, otro pueblo, a cualquier lugar donde nadie sepa quién soy.
No quería permanecer allí donde todo le resultaba extraño. No quería quedarse con él. La asustaba de una manera que no alcanzaba a comprender.
Retrocedió cuando él se sentó a los pies de la cama.
—Maldición, basta con eso —dijo irritado—. No te hare daño.
—No te creo. ¿Por qué me buscaste? ¿Por qué me trajiste aquí?
—Porque quiero.
Aun siendo una doncella, podía reconocer el calor del deseo en su voz. Ah, su voz, tan oscura como la noche, rotunda como la eternidad. Le recordaba el sake casero de la abuela Haruno, que la calentaba por dentro.
—Me salvaste la vida —dijo con ese tono cálido y suave que le recordaba el sake.
Sus palabras la sorprendieron tanto que, por un momento, se olvidó de sus temores.
—¿Cómo pude haber hecho eso?
—Estaba a punto de terminar con mi existencia —dijo él—. Sentía que no tenía nada por lo que vivir, ninguna razón para seguir adelante. Y fue entonces, cuando vi tu cuadro...
—¿El que estaba en ese libro del que me hablaste?
Él asintió pensando que debía buscar el libro para ver qué decía ahora sobre Sakura.
—Vi tu cuadro y quise saber más de ti. Esa fue motivación suficiente para que me sobrepusiera. Y luego comencé a preguntarme si habría alguna manera de encontrarte. Leí docenas de libros sobre la posibilidad de viajar en el tiempo. Me pregunté si sería factible y decidí intentarlo —meneó la cabeza—. No estaba seguro de si funcionaría, pero me concentré en tu imagen y —se encogió de hombros— ...de repente estaba en el campo viéndote bailar.
Sintió el calor arrebatarle las mejillas. La había visto bailar bajo la luna, desnuda.
—¡Oh! —se ruborizó aun más al recordar el cántico que entonaba en ese momento: «Luz de la noche, escucha mi canción, tráeme mi amor, cuanto antes por favor».
Había soñado con este hombre, había pensado en él mientras conjuraba el hechizo. «Tráeme mi amor». ¡Por favor! ¿Sería posible que el conjuro lo hubiese invocado, que él fuese, realmente, su verdadero amor?
Sacudió la cabeza. No podía ser, sin embargo, ¿qué otra explicación podría haber? De alguna forma, a través del tiempo y el espacio, su magia se había conectado con la de él para unirlos.
Capitulo 8
Sabiendo que estaba próximo a su punto límite, huyó de la ciudad y se dirigió a las zonas excluidas donde los zares de la droga y los proxenetas hacían sus negocios. Toda ciudad tenía un lugar así, donde se apiñaban los más desprotegidos. Aunque solía cazar en zonas más agradables, recurría a este lugar cuando su débil control se quebraba y el hambre no podía ser desoída. La muerte no era desconocida allí. Era frecuente en la lucha cotidiana por el poder.
El sonido de susurros furiosos atrajo la atención de Naruto. Se detuvo, levantó la cabeza para oler el aire, su nariz, saturada por la esencia a codicia y a Sake.
Allí. Al final del callejón cruzando la calle.
La capa ondeó tras él como la sombra de la muerte mientras seguía el rastro de la esencia de su víctima, vibrándole todo el cuerpo con una necesidad que no sería por más tiempo negada.
Sakura apoyó la oreja contra la puerta tratando de escuchar algún sonido que le permitiese saber dónde se encontraba Naruto. Al principio no escuchó nada y luego, un portazo. Supo de inmediato que él había abandonado la casa, y no tan sólo por el ruido de la puerta. Al percibir esa repentina sensación de vacío en la casa, supo que se había ido. El hecho de que pudiese notar su ausencia la asustaba más que cualquier otra cosa.
Por enésima vez se encontró preguntándose quién era. Qué era. No era mortal, de eso estaba segura. Pero si no era mortal, ¿qué era? Había crecido entre cuentos de criaturas no terrenales. La abuela Haruno había creído en toda clase de seres sobrenaturales: hadas y ogros, gnomos y duendes, hombres lobo y vampiros, y en una horda de ejemplares aterrorizantes. Sakura se había negado a creer en tales seres. ¿Si existían, dónde estaban? ¿Por qué nunca los había visto? Pero la abuela estaba convencida y, a menudo, se planteaba esta hipótesis: «Si las brujas y hechiceros existen, ¿Por qué no abrían de existir los hombres lobo y otros personajes fantasiosos? Era otra forma de magia, después de todo».
A excepción de su propia madre y de su abuela materna, Sakura jamás había conocido otro ser mágico o místico. No sabía qué tipo de criatura podía ser Naruto Uzumaki, pero en lo profundo de su alma, sabía que no era como ningún otro hombre que había conocido.
Mordiéndose el interior del labio inferior, evaluó la conveniencia de aventurarse fuera de la alcoba. Un suspiro le hizo temblar todo el cuerpo. Su alcoba. Su cama. ¿Cuál habría sido su intención? ¿Por qué la habría llevado allí? Ni siquiera la conocía. ¿Por qué había viajado a través del tiempo para encontrarla?
Tantas preguntas inquietantes; preguntas para las que, no tenía respuestas.
Pero algo sí sabía: no podía quedarse aquí, en su casa…
—… su alcoba. —Susurró
—Ven, Morgana.
Abrió la puerta y, después de mirar a ambos lados del pasillo, bajó rápidamente las escaleras, salió de la casa, y siguió por el largo camino que guiaba a un elaborado y enorme portón de hierro forjado incrustado a un muro de piedra. No se sorprendió al encontrarlo cerrado con llave.
Levantándose el bajo del vestido para no mojarlo con el césped húmedo, Sakura siguió a lo largo del muro de piedra para encontrar otra salida. Morgana la seguía entre los talones maullando suavemente.
Sakura nunca había visto una finca tan inmensa en toda su vida. La casa, mucho más grande que cualquiera de las que había visto, parecía eclipsada por el predio que la circundaba. Había árboles y arbustos por todas partes. En la parte de atrás, encontró un laberinto y extraños árboles cortados en formas de animales, tanto reales como místicos.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado antes de que emprendiera el retorno hacia el frente de la casa. Examinó el portón, preguntándose si podría utilizar la magia para abrirlo. Llamó a Morgana, la sostuvo en los brazos mientras intentaba invocar un simple hechizo de revocación, y luego uno de anulación, pero ninguno sirvió. Sakura pateó el suelo y frunció el ceño ante el terrible pensamiento que le cruzó por la mente. ¿Sería posible que su magia no fuese efectiva en este tiempo y lugar? No podía ser. Su magia había actuado contra él antes. ¿Habría utilizado su propia magia para frustrarle cualquier intento de huída? ¿Necesitaría quizás su vara para ayudarla a concentrarse?
Una cosa era cierta. No quería estar aquí cuando él regresase. Miró a su alrededor buscando un lugar dónde esconderse. Si se agazapara tras los arbustos podría arrastrarse sin que lo notase cuando él regresara, si bien el pensamiento le cruzó la mente, sabía que no funcionaría.
Sintió una presión en la vejiga, miró alrededor del jardín preguntándose dónde estaría el privado. No recordaba haber visto uno en el jardín trasero, pero seguramente en una casa tan grande como ésta, ¡algún tipo de provisión se habría armado! Depositó a Morgana en el suelo, rodeó la casa por segunda vez, y sin poder soportarlo más, se escondió tras un arbusto. Morgana la siguió, mirándola fijamente con sus inmensos ojos amarillos.
Se arregló la ropa, alzó la gata y se encaminó hacia el frente de la casa. Cuando depositó a Morgana en el suelo, la gata huyó inmediatamente hacia las sombras, sin duda en busca de una presa. Era una osada cazadora y la pesadilla de pájaros, ratones, y conejos.
—¡Morgana, regresa aquí! ¡Morgana!
Sakura comenzó a seguirla y luego, se encogió de hombros, entró a la casa dejando la puerta entreabierta para cuando volviese la gata.
Sin tener nada que hacer, Sakura exploró las habitaciones del primer piso. El lugar no se parecía en nada a los que había visto en su vida, y no sólo por el tamaño, sino por las extrañas cosas que contenía, cosas de las cuales no sabía el nombre. Cosas que no se animaba a tocar por temor a que Naruto se enojara al encontrarla merodeando en su gran mansión. Por supuesto, si él no quería que fisgoneara, ¡no debería haberla traído, en primer lugar, ni dejar que debiese ingeniárselas por sí sola!
Una de las habitaciones tenía numerosos aparadores.
Había una pequeña mesa redonda y dos sillas. Debía ser la cocina, pensó, aunque no se parecía a las que conocía. Como si estuviese fisgoneando, tal vez era lo que estaba haciendo, abrió los armarios. Todos estaban vacíos. Quizás en este extraño mundo nuevo, la gente guardaba la comida en otro lugar.
Espió varias habitaciones: una sala; una biblioteca con estanterías que cubrían tres de las paredes de piso a techo; otra habitación que estaba vacía salvo por más estantes con libros. Tenía más libros de los que ella jamás había soñado, podían existir. Se preguntó por qué tendría tantos. ¡Era imposible que los hubiese leído a todos!
Y luego se encontró con la habitación que había visto en su sueño. En el gran escritorio estaba esa especie de ventana cuadrada tan peculiar donde había visto su propia imagen. Sólo que la ventana estaba negra ahora. ¿Entonces, sería un hechicero? Ese extraño vidrio negro, ¿serviría para adivinar al igual que su espejo de agua? Acercándose, lo espió detenidamente, pero no sintió que irradiara ningún poder, ninguna vibración de energía mágica.
Se dirigió hacia arriba y recorrió habitación por habitación. Supuso que habría más dormitorios, ya que todos estaban vacíos salvo por las estanterías con libros que cubrían todas las paredes por completo y una cómoda silla. El único dormitorio amueblado era el de él.
Finalmente, no tenía ningún lugar donde ir o esconderse. Ni armas para luchar, salvo su magia. La cual, lo sabía, no era lo suficientemente fuerte. ¿Cómo podría luchar contra él si con sus hechizos no podía ni siquiera abrir un simple portón?
Regresó al dormitorio, echó el cerrojo, se subió a la cama, totalmente vestida a excepción de los zapatos. Se cubrió hasta el mentón y cerró los ojos, pero en cuanto lo hizo, aparecieron en su mente las imágenes de hombres rodeándola con antorchas. Hombres que pertenecían a familias que había conocido toda su vida. Los rostros parecían grotescos iluminados por las antorchas mientras encendían el fuego a sus pies. Sintió la punzada del humo en los orificios de la nariz. Las llamas le lamían la piel. Si Naruto no hubiese aparecido como lo hizo, habría muerto devorada por el fuego...
Al abrir los ojos, las imágenes se le desdibujaron de la mente.
Estaba todavía despierta cuando él regresó. Aunque no escuchó ningún sonido, supo cuando cruzó la puerta. Sentada en la cama, «su» cama, miró fijamente hacia la puerta. La puerta que había cerrado con llave para protegerse de él.
La puerta que ahora estaba abierta, dejando ver a Naruto de pie en el pasillo. Apareció en el umbral, una sombra alta y oscura envuelta en una larga capa negra que le llegaba a los tobillos.
Sujetando las mantas contra el pecho, se encogió contra la cabecera de la cama mientras él entraba a la alcoba. Tenía un brillo rojizo en la piel que no le había visto antes.
—Bueno —dijo calmadamente—. Todavía estás aquí.
Lo miró.
—No estaría aquí si no hubieses cerrado el portón con llave.
La observó largamente. Su mirada penetrante le hizo sentir incómoda pero no apartó la vista. Silenciosamente, enderezó los hombros y alzó el mentón.
Él sonrió burlonamente, con una expresión que demostraba claramente que sabía que ella tenía miedo.
—Quiero volver a casa —dijo ella—. A mi época. —Se reprendió al escucharse hablar como una niña asustada por la oscuridad.
—¿Realmente? Deseas volver a la hoguera, ¿no es así?
Tembló ante los recuerdos cuyas imágenes había visualizado tan sólo hacía unos instantes.
—Por supuesto que no. Iré a cualquier otro lugar, otro pueblo, a cualquier lugar donde nadie sepa quién soy.
No quería permanecer allí donde todo le resultaba extraño. No quería quedarse con él. La asustaba de una manera que no alcanzaba a comprender.
Retrocedió cuando él se sentó a los pies de la cama.
—Maldición, basta con eso —dijo irritado—. No te hare daño.
—No te creo. ¿Por qué me buscaste? ¿Por qué me trajiste aquí?
—Porque quiero.
Aun siendo una doncella, podía reconocer el calor del deseo en su voz. Ah, su voz, tan oscura como la noche, rotunda como la eternidad. Le recordaba el sake casero de la abuela Haruno, que la calentaba por dentro.
—Me salvaste la vida —dijo con ese tono cálido y suave que le recordaba el sake.
Sus palabras la sorprendieron tanto que, por un momento, se olvidó de sus temores.
—¿Cómo pude haber hecho eso?
—Estaba a punto de terminar con mi existencia —dijo él—. Sentía que no tenía nada por lo que vivir, ninguna razón para seguir adelante. Y fue entonces, cuando vi tu cuadro...
—¿El que estaba en ese libro del que me hablaste?
Él asintió pensando que debía buscar el libro para ver qué decía ahora sobre Sakura.
—Vi tu cuadro y quise saber más de ti. Esa fue motivación suficiente para que me sobrepusiera. Y luego comencé a preguntarme si habría alguna manera de encontrarte. Leí docenas de libros sobre la posibilidad de viajar en el tiempo. Me pregunté si sería factible y decidí intentarlo —meneó la cabeza—. No estaba seguro de si funcionaría, pero me concentré en tu imagen y —se encogió de hombros— ...de repente estaba en el campo viéndote bailar.
Sintió el calor arrebatarle las mejillas. La había visto bailar bajo la luna, desnuda.
—¡Oh! —se ruborizó aun más al recordar el cántico que entonaba en ese momento: «Luz de la noche, escucha mi canción, tráeme mi amor, cuanto antes por favor».
Había soñado con este hombre, había pensado en él mientras conjuraba el hechizo. «Tráeme mi amor». ¡Por favor! ¿Sería posible que el conjuro lo hubiese invocado, que él fuese, realmente, su verdadero amor?
Sacudió la cabeza. No podía ser, sin embargo, ¿qué otra explicación podría haber? De alguna forma, a través del tiempo y el espacio, su magia se había conectado con la de él para unirlos.
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Así que tal vez aquel conjuro de amor sea la razón por la cual Naruto viajó en el tiempo y encontró a Sakura, quizá el destino conspiro para que se conocieran y se amaran.
Que pasará ahora, primero Sakura deberá dejar de lado ese miedo que siente por Naruto, tal vez lo haga después de lo que le ha contado Naruto y de su conclusión del porque Naruto la encontró y ahora que sigue para Naruto, su motivación de seguir en este mundo era conocer a Sakura y ya lo hizo.
Que pasará ahora, primero Sakura deberá dejar de lado ese miedo que siente por Naruto, tal vez lo haga después de lo que le ha contado Naruto y de su conclusión del porque Naruto la encontró y ahora que sigue para Naruto, su motivación de seguir en este mundo era conocer a Sakura y ya lo hizo.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
es un poco corto pero espero que le guste
Capitulo 9
—¿Quién eres? —preguntó en un tono quedo de voz… casi un suspiro.
Naruto se inclinó hacia Sakura y sostuvo su mirada.
Era una pregunta que le había formulado en varias ocasiones, y que se había negado a contestar.
—¿Realmente quieres saberlo?
Ella asintió, con las manos fuertemente aferradas a las mantas y los nudillos emblanquecidos. Él podía escuchar los latidos de su corazón, oler su miedo.
Respiró profundamente. Ningún mortal había conocido su secreto y vivido para contarlo. ¿Debía confiar en ella? Después de considerarlo por unos instantes, sin más se lo dijo.
—Soy un vampiro.
Ella lo miró fijamente, el color le había desaparecido del rostro
—La abuela Haruno tenía razón —murmuró.
—¿Razón sobre qué?
—Sobre todo. Era bruja y fue quien me enseñó a mí la brujería. Me contaba cuentos de hadas cuando yo era pequeña. Y cuando le dije que no existían cosas como hombres lobo o vampiros, me replicó que si existían las brujas, también podían existir duendes, hadas y seres fantasiosos de todo tipo. Ahora me doy cuenta que tenía razón.
Él asintió.
—¿Vas a... ? —Se señaló con un dedo tembloroso el cuello.
Siguió el movimiento de su mano y sintió como se disparaban sus ansias ante la visión del pulso latirle en la garganta.
—No lo sé. —Levantó una ceja— ¿Te importaría?
Era una pregunta tonta. Los ojos de ella se agrandaron y, aunque él le hubiese dicho que era imposible, ella se apartó aun más de él y apoyó la espalda contra la cabecera de la cama.
—Sakura, escúchame. No te lastimaré. No haré nada que tú no quieras.
—¿Me lo prometes?
—Sí —dijo y sonrió burlonamente—. Y te estarás preguntando si puedes confiar en la palabra de un vampiro.
Ella asintió, con los profundos ojos verdes llenos de dudas y suspicacia.
Él sacudió la cabeza.
—Si hubiese querido matarte, ¿Por qué me habría preocupado de salvarte de las llamas? ¿O de traerte?
—¿Una cena de medianoche?
La observó por un momento y luego, realmente divertido, prorrumpió en una sonora carcajada.
—Una buena idea —aceptó— pero como te he dicho, no haré nada que tú no quieras.
Recapacitó sobre ello durante largo tiempo. El miedo en sus ojos se atenuó.
—¿De verdad eres un vampiro?
—¿Tengo que demostrártelo?
Sakura sacudió la cabeza vigorosamente.
—Me basta tu palabra. ¿Cuánto tiempo has sido vampiro?
—Doscientos ochenta y seis años.
No eran demasiados años para un vampiro. Conocía muchos otros más viejos. Aunque en comparación con el promedio de vida mortal, realmente era una edad considerable.
—¿Cómo sucedió?
Sonrió débilmente ante el recuerdo.
—Una mujer, por supuesto. Era hermosa y encantadora, y yo estaba a punto para ser atrapado.
Estaba aún de duelo por las muertes simultáneas de su esposa e hijo. Si bien ya habían pasado tres años desde el parto que costó la vida de Kotoko y del bebé, su dolor por la pérdida no se había mitigado, parecía que apenas hubiesen pasado tres días. Pero aun así era un hombre, con sus necesidades y deseos.
—Me sedujo una noche y, antes de que pudiese darme cuenta de lo que estaba sucediendo, me inició en el Oscuro Truco. Al despertar a la mañana siguiente era un vampiro recién convertido.
—¿No te atemorizó ser un vampiro?
—Al principio. Ella no se molestó en explicarme lo que me esperaba, sólo me transformó y me abandonó. No me di cuenta de nada hasta que desperté esa noche y pude ver al mundo como jamás lo había visto antes.
—¿Qué quieres decir? ¿En qué era diferente?
—Todo se veía... —Se detuvo tratando de encontrar las palabras apropiadas para explicarlo—. Los colores eran más brillantes, más vívidos. Podía ver todo con sumo detalle, cada hebra de mi abrigo, cada brizna de césped, cada hoja de los árboles, cada gota de agua que fluía en el río. Pero no sólo mi vista se había aguzado. Podía oír los pensamientos de la gente y sonidos que jamás había escuchado. —Se humedeció los labios—. El latido de miles de corazones llamándome.
Recordó que le llevó meses aprender a desechar los sonidos no deseados, la cacofonía de voces que no quería oír.
—La luz del día me fue privada para siempre —continuó— y me convertí en una criatura de la oscuridad que merodea la noche. En permanente búsqueda de la presa, el sonido de los latidos de los corazones era como un canto de sirenas que no podía resistir ni ignorar.
En aquellos días, había cazado implacablemente con la sensación de que nunca podría saciar su espantosa sed.
—¿Y bebes... sangre para sobrevivir?
Él asintió.
Una mirada de aversión se agitó en sus ojos.
—¿Cómo puedes? ¿No te repugna?
Suspiró profundamente.
—Pensé que lo haría, pero no es así. Al contrario, el elixir de la vida era cálido, dulce y rico.
Al principio, cada vez que la bebía, deseaba más. Aun después de haber bebido hasta saciarse, buscaba su siguiente víctima, temiendo que ese último sabor, fuese realmente el último.
—¿Duermes aquí, en esta cama?
—No.
Tembló como si tuviese un escalofrío y ciñó aun más la manta.
—¿Entonces de verdad duermes en un ataúd?
—Lo hice, al principio. Odié dormir en esa caja cuadrada, pero me lo impuse como castigo y expiación por aquello en lo me había convertido, por lo que hacía para sobrevivir. Después de aproximadamente veinte años, deseché la maldita cosa y compré una cama king-size con un firme colchón, sábanas de seda y un edredón de plumas. Si tenía que pasar las horas del día durmiendo el sueño de los que no mueren, ¡al menos que fuese en algo cómodo!
—¿Y ahora? —preguntó ella con curiosidad.
—Creo que una cama es mucho más cómoda.
—¿Pero en esta cama no? —frunció el entrecejo—. ¿Dónde duermes entonces?
—No es necesario que lo sepas.
Ya le había contado demasiado. Años atrás, había cometido la tontería de revelarle a una mujer dónde dormía. Ella había jurado que lo amaba, prometido que nunca lo traicionaría, y aunque él no la quería, estaba desesperado por tener una compañía, tan desesperado que cuando ella le exigió saberlo como prueba de su amor, se lo dijo. Al día siguiente, vino con el padre y dos hermanos a destruirlo, sin saber que podía despertar del Sueño Oscuro cuando los sentidos preternaturales le advertían que su vida estaba en peligro. Los mató y huyó de la ciudad. Nunca más reveló donde descansaba.
—¿Realmente eres inmortal?
—No. A los que son inmortales no se los puede matar.
Observó cómo asimilaba la información, vio el interrogante en sus ojos.
—Sí —dijo él— se nos pueden matar de varias maneras.
—¿Realmente? ¿Hay otras formas entonces, además de una estaca en el corazón?
—Varias.
Tembló y subió la manta hasta el mentón.
—No quiero saber cuáles son.
—No iba a decírtelo —dijo con sonrisa burlona.
—Bueno —dijo ella, molesta por la respuesta— Ahora eres tú quien no confía en mí.
Él sonrió y ella le devolvió la sonrisa. La calidez fluyó entre ellos, el primer atisbo de amistad mezclada con una inconfundible atracción y deseo.
Recordó la noche que la había visto por primera vez, bailando desnuda bajo la luz de la luna. La había deseado entonces, la deseaba ahora. Pero tenía que ir lentamente. Ella era joven e inocente, y no había necesidad de apurarse.
Un rubor le cubrió las mejillas al percatarse de ello y apartó su mirada de la de él.
Él se alejó y apoyó el hombro contra el poste de la cama.
—¿Cómo te convertiste en una bruja?
Se encogió de hombros.
—Todas las mujeres de mi familia son brujas.
—Y bien —dijo con una sonrisa— ¿Eres una bruja buena o una mala?
—Una buena, por supuesto. —Fijó la mirada en él— ¿Y tú? —preguntó ella— ¿Eres un vampiro bueno o uno malo?
Consideró la pregunta por un momento, luego sacudió la cabeza.
—No estoy seguro de que haya buenos.
Esa no era la respuesta que ella deseaba. Una sombra de duda surgió en sus ojos y se movió inquieta en la cama, dirigiendo rápidamente la mirada hacia la puerta, la esperanza de libertad.
Capitulo 9
—¿Quién eres? —preguntó en un tono quedo de voz… casi un suspiro.
Naruto se inclinó hacia Sakura y sostuvo su mirada.
Era una pregunta que le había formulado en varias ocasiones, y que se había negado a contestar.
—¿Realmente quieres saberlo?
Ella asintió, con las manos fuertemente aferradas a las mantas y los nudillos emblanquecidos. Él podía escuchar los latidos de su corazón, oler su miedo.
Respiró profundamente. Ningún mortal había conocido su secreto y vivido para contarlo. ¿Debía confiar en ella? Después de considerarlo por unos instantes, sin más se lo dijo.
—Soy un vampiro.
Ella lo miró fijamente, el color le había desaparecido del rostro
—La abuela Haruno tenía razón —murmuró.
—¿Razón sobre qué?
—Sobre todo. Era bruja y fue quien me enseñó a mí la brujería. Me contaba cuentos de hadas cuando yo era pequeña. Y cuando le dije que no existían cosas como hombres lobo o vampiros, me replicó que si existían las brujas, también podían existir duendes, hadas y seres fantasiosos de todo tipo. Ahora me doy cuenta que tenía razón.
Él asintió.
—¿Vas a... ? —Se señaló con un dedo tembloroso el cuello.
Siguió el movimiento de su mano y sintió como se disparaban sus ansias ante la visión del pulso latirle en la garganta.
—No lo sé. —Levantó una ceja— ¿Te importaría?
Era una pregunta tonta. Los ojos de ella se agrandaron y, aunque él le hubiese dicho que era imposible, ella se apartó aun más de él y apoyó la espalda contra la cabecera de la cama.
—Sakura, escúchame. No te lastimaré. No haré nada que tú no quieras.
—¿Me lo prometes?
—Sí —dijo y sonrió burlonamente—. Y te estarás preguntando si puedes confiar en la palabra de un vampiro.
Ella asintió, con los profundos ojos verdes llenos de dudas y suspicacia.
Él sacudió la cabeza.
—Si hubiese querido matarte, ¿Por qué me habría preocupado de salvarte de las llamas? ¿O de traerte?
—¿Una cena de medianoche?
La observó por un momento y luego, realmente divertido, prorrumpió en una sonora carcajada.
—Una buena idea —aceptó— pero como te he dicho, no haré nada que tú no quieras.
Recapacitó sobre ello durante largo tiempo. El miedo en sus ojos se atenuó.
—¿De verdad eres un vampiro?
—¿Tengo que demostrártelo?
Sakura sacudió la cabeza vigorosamente.
—Me basta tu palabra. ¿Cuánto tiempo has sido vampiro?
—Doscientos ochenta y seis años.
No eran demasiados años para un vampiro. Conocía muchos otros más viejos. Aunque en comparación con el promedio de vida mortal, realmente era una edad considerable.
—¿Cómo sucedió?
Sonrió débilmente ante el recuerdo.
—Una mujer, por supuesto. Era hermosa y encantadora, y yo estaba a punto para ser atrapado.
Estaba aún de duelo por las muertes simultáneas de su esposa e hijo. Si bien ya habían pasado tres años desde el parto que costó la vida de Kotoko y del bebé, su dolor por la pérdida no se había mitigado, parecía que apenas hubiesen pasado tres días. Pero aun así era un hombre, con sus necesidades y deseos.
—Me sedujo una noche y, antes de que pudiese darme cuenta de lo que estaba sucediendo, me inició en el Oscuro Truco. Al despertar a la mañana siguiente era un vampiro recién convertido.
—¿No te atemorizó ser un vampiro?
—Al principio. Ella no se molestó en explicarme lo que me esperaba, sólo me transformó y me abandonó. No me di cuenta de nada hasta que desperté esa noche y pude ver al mundo como jamás lo había visto antes.
—¿Qué quieres decir? ¿En qué era diferente?
—Todo se veía... —Se detuvo tratando de encontrar las palabras apropiadas para explicarlo—. Los colores eran más brillantes, más vívidos. Podía ver todo con sumo detalle, cada hebra de mi abrigo, cada brizna de césped, cada hoja de los árboles, cada gota de agua que fluía en el río. Pero no sólo mi vista se había aguzado. Podía oír los pensamientos de la gente y sonidos que jamás había escuchado. —Se humedeció los labios—. El latido de miles de corazones llamándome.
Recordó que le llevó meses aprender a desechar los sonidos no deseados, la cacofonía de voces que no quería oír.
—La luz del día me fue privada para siempre —continuó— y me convertí en una criatura de la oscuridad que merodea la noche. En permanente búsqueda de la presa, el sonido de los latidos de los corazones era como un canto de sirenas que no podía resistir ni ignorar.
En aquellos días, había cazado implacablemente con la sensación de que nunca podría saciar su espantosa sed.
—¿Y bebes... sangre para sobrevivir?
Él asintió.
Una mirada de aversión se agitó en sus ojos.
—¿Cómo puedes? ¿No te repugna?
Suspiró profundamente.
—Pensé que lo haría, pero no es así. Al contrario, el elixir de la vida era cálido, dulce y rico.
Al principio, cada vez que la bebía, deseaba más. Aun después de haber bebido hasta saciarse, buscaba su siguiente víctima, temiendo que ese último sabor, fuese realmente el último.
—¿Duermes aquí, en esta cama?
—No.
Tembló como si tuviese un escalofrío y ciñó aun más la manta.
—¿Entonces de verdad duermes en un ataúd?
—Lo hice, al principio. Odié dormir en esa caja cuadrada, pero me lo impuse como castigo y expiación por aquello en lo me había convertido, por lo que hacía para sobrevivir. Después de aproximadamente veinte años, deseché la maldita cosa y compré una cama king-size con un firme colchón, sábanas de seda y un edredón de plumas. Si tenía que pasar las horas del día durmiendo el sueño de los que no mueren, ¡al menos que fuese en algo cómodo!
—¿Y ahora? —preguntó ella con curiosidad.
—Creo que una cama es mucho más cómoda.
—¿Pero en esta cama no? —frunció el entrecejo—. ¿Dónde duermes entonces?
—No es necesario que lo sepas.
Ya le había contado demasiado. Años atrás, había cometido la tontería de revelarle a una mujer dónde dormía. Ella había jurado que lo amaba, prometido que nunca lo traicionaría, y aunque él no la quería, estaba desesperado por tener una compañía, tan desesperado que cuando ella le exigió saberlo como prueba de su amor, se lo dijo. Al día siguiente, vino con el padre y dos hermanos a destruirlo, sin saber que podía despertar del Sueño Oscuro cuando los sentidos preternaturales le advertían que su vida estaba en peligro. Los mató y huyó de la ciudad. Nunca más reveló donde descansaba.
—¿Realmente eres inmortal?
—No. A los que son inmortales no se los puede matar.
Observó cómo asimilaba la información, vio el interrogante en sus ojos.
—Sí —dijo él— se nos pueden matar de varias maneras.
—¿Realmente? ¿Hay otras formas entonces, además de una estaca en el corazón?
—Varias.
Tembló y subió la manta hasta el mentón.
—No quiero saber cuáles son.
—No iba a decírtelo —dijo con sonrisa burlona.
—Bueno —dijo ella, molesta por la respuesta— Ahora eres tú quien no confía en mí.
Él sonrió y ella le devolvió la sonrisa. La calidez fluyó entre ellos, el primer atisbo de amistad mezclada con una inconfundible atracción y deseo.
Recordó la noche que la había visto por primera vez, bailando desnuda bajo la luz de la luna. La había deseado entonces, la deseaba ahora. Pero tenía que ir lentamente. Ella era joven e inocente, y no había necesidad de apurarse.
Un rubor le cubrió las mejillas al percatarse de ello y apartó su mirada de la de él.
Él se alejó y apoyó el hombro contra el poste de la cama.
—¿Cómo te convertiste en una bruja?
Se encogió de hombros.
—Todas las mujeres de mi familia son brujas.
—Y bien —dijo con una sonrisa— ¿Eres una bruja buena o una mala?
—Una buena, por supuesto. —Fijó la mirada en él— ¿Y tú? —preguntó ella— ¿Eres un vampiro bueno o uno malo?
Consideró la pregunta por un momento, luego sacudió la cabeza.
—No estoy seguro de que haya buenos.
Esa no era la respuesta que ella deseaba. Una sombra de duda surgió en sus ojos y se movió inquieta en la cama, dirigiendo rápidamente la mirada hacia la puerta, la esperanza de libertad.
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Un poco de verdad y un poco de confianza entre ambos, pero aún hay dudas y miedos en Naruto y Sakura, diferentes pero existen, normal supongo.
Esperemos haber como se desarrolla su relación, como maduran sus sentimientos y como el deseo termina por nublar la razón.
Esperemos haber como se desarrolla su relación, como maduran sus sentimientos y como el deseo termina por nublar la razón.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
bueno lo monte un poco temprano ya que de pronto en la tarde no podre espero que le guste
Capitulo 10
Esa no era la respuesta que ella deseaba. Una sombra de duda surgió en sus ojos y se movió inquieta en la cama, dirigiendo rápidamente la mirada hacia la puerta, la esperanza de libertad.
—No te haré daño, Sakura.
—Pero no me dejarás ir.
—No. El mundo está totalmente cambiado respecto del que conocías. Estás más segura aquí que fuera, créeme.
Ella alisó uno de los pliegues de la manta.
—Traté de conjurar dos hechizos en tu portón —dijo inocentemente—. Ninguno de ellos funcionó. Temo que mi magia es ineficaz aquí.
—No hay nada malo con tu magia. El cerrojo ya tiene, creo que podríamos llamados hechizos, en la cerradura —dijo él—. Tendrías que haber revertido el primero y quitado el segundo para abrir el portón.
—¿Entonces eres un brujo además de vampiro? —preguntó.
—No, pero tengo ciertos poderes sobrenaturales. La casa tiene otros seguros además del portón.
—¿Para mantenerme dentro? —preguntó con un dejo de amargura.
—No, querida, para mantener a los intrusos fuera.
—Ya veo. Porque eres vulnerable mientras duermes.
—Sí. La precaución se ha convertido en un hábito muy arraigado con los años. Aunque muy pocas personas creen actualmente en los vampiros, todavía quedan algunos decididos a cazados, hombres como Sasori y Deidara, quienes han pasado buena parte de su vida viajando alrededor del mundo, persiguiendo y destruyendo a los que no mueren.
Naruto había tomado contacto con uno o dos cazadores de vampiros en su época. Eran una raza aparte, dedicados por completo a la cacería.
—¿Hay otros vampiros por aquí? —peguntó Sakura.
—Algunos.
—¿Son amigos?
Él negó con un suave bufido.
—No.
Ladeó la cabeza con un gesto que él había empezado a reconocer.
—¿Por qué no? Supuse que se buscarían unos a otros.
—Los vampiros son depredadores que marcan territorio, no criaturas sociales.
—Oh.
El silencio cayó entre ellos. Naruto supuso que Sakura querría bañarse por la mañana, y seguramente necesitaría usar el baño antes de que él despertase.
—Ven —dijo él—. Hay algunas cosas que necesito mostrarte.
Lo miró suspicazmente.
—¿Qué clase de cosas?
Con un suspiro de exasperación, le cogió la mano y la empujó gentilmente fuera de la cama. Lo siguió dubitativa mientras la guiaba hasta el baño.
Observó lo que la rodeaba, frunció el ceño ante lo que parecía ser una gran pileta frente a la puerta. ¡Con seguridad no guardaría un caballo en la casa!
—Este es el baño —dijo Naruto—. Ese es el lavabo. Le mostró cómo abrir y cerrar los grifos, cómo usar el tapón, cómo ajustar la temperatura.
Sakura observó con detenimiento el agua corriente, agrandó los ojos al ver el vapor del agua caliente. ¿Sería algún tipo de bomba? Nunca había visto una bomba de agua dentro de una casa, ni siquiera había oído que existiera una que expeliera agua caliente. Maravilla entre las maravillas, se dio cuenta de que ésta habitación era similar a una que había visto abajo. ¡Qué lujo, tener dos habitaciones provistas de agua caliente!
—¿Adónde va? —preguntó observando el agua que desaparecía por un pequeño orificio al fondo del lavabo.
—Baja por una cañería de drenaje y llega hasta el océano. Esta es una tina, para bañarse. —Nuevamente, le enseñó cómo abrir y cerrar los grifos, cómo ajustar la temperatura, así como también a abrir y cerrar la ducha.
—Puedes negarlo cuánto quieras —murmuró—, pero todavía sigo pensando que eres un hechicero, y uno poderoso.
—No has visto nada aún —replicó, pensando en todas las maravillas del mundo moderno que le quedaban por ver.
—¿Y esto qué es? —preguntó señalando un extraño artefacto que se parecía vagamente a una silla.
Él levantó la tapa, descubriendo un recipiente de agua.
—Es un retrete.
—¿Re... trete? ¿Para qué sirve?
Para su diversión, ella se ruborizó cuando le explicó, lo más delicadamente que pudo, para qué se usaba un retrete y la función del papel higiénico.
Señaló las toallas y el jabón, y le mostró dónde guardaba el champú.
Asintió, y bostezó tapándose la boca con la mano.
—Es tarde —dijo él—. Deberías dormir un poco.
—¿Volveré a despertarme?
Él meneó la cabeza con desesperación mientras caminaba hacia la puerta de la alcoba. Lo miró alejarse preocupada mientras se metía bajo la manta, su miedo se evidenciaba en cada línea tensa de su cuerpo y en la expresión de sus ojos.
—Ve a dormir, Sakura —habló calmadamente, sosteniéndole la mirada, envolviéndola con la voz como hebras de seda, robándole la voluntad.
Con un tenue suspiro, el cuerpo agotado, derrumbó la cabeza sobre la almohada. Un momento después, dormía plácida y profundamente.
—Perdóname, Sakura —murmuró—. Pero necesitas descansar.
La miró detenidamente. Tenía una inocencia que no tenía nada que ver con su edad sino con la pureza del corazón y del alma. Impulsivamente le alisó un rizo que le caía sobre la frente, luego se inclinó y le rozó las mejillas con los labios. Su piel era cálida y suave. Dirigió la mirada a la garganta.
Mascullando una maldición, apartó la mirada y abandonó la habitación.
Ella estaría hambrienta cuando despertara en la mañana. Tendría que abastecer los estantes antes de ir a descansar.
Con ese pensamiento en la mente, se dirigió al supermercado más cercano, sorprendido por la cantidad de gente que hacía compras tan tarde en la noche. La mayoría eran mujeres solas, entre los veinte y los treinta años, aunque también había algunas de más edad. Registró la información, pensando que había encontrado otro coto de caza, uno dónde podía acechar en los pasillos como un león merodeando en la jungla en busca de su presa.
Apartó el pensamiento bruscamente y examinó el lugar. Nunca había estado en un supermercado antes. Solía comprar los escasos artículos de uso personal que necesitaba en el kiosco más cercano.
Examinó la abundante variedad exhibida: pequeñas manzanas rojas, racimos de plátanos, perfumadas naranjas, uvas, lechuga, apio, zanahorias, patatas y cebollas. Cuando era un simple mortal su familia criaba o cultivaba todo lo que necesitaba. Había amado el trabajo del campo. Podía recordar el perfume de la tierra arada, la sensación al tocarla, la satisfacción que sentía cuando veía los primeros brotes verdes. Aunque ya no necesitaba cultivar su comida, jamás había perdido el amor por la tierra. Salvo por algunos robles añosos, él mismo había plantado todos los árboles y arbustos que crecían rofusamente alrededor de su casa.
Fue al otro pasillo, sacudió la cabeza debido a lo que vio. Nada se sabía de comidas congeladas o envasadas cuando había recorrido la tierra como mortal, tampoco de cortes de carne envasadas prolijamente, ni de la leche envasada en recipientes plásticos, ni de huevos en cartones.
Las brillantes luces del supermercado le lastimaron los ojos mientras conducía el inestable carrito por las góndolas. Aunque nunca había probado nada de lo que estaba juntando en la cesta, las había visto en propagandas de la televisión. Sonrió al coger del estante una caja de copos de arroz peguntándose si realmente serían crujientes. El cereal deshidratado era tan extraño para él como para su huésped. Con esa idea, compró una caja de avena pensando que a Sakura podría resultarle más familiar. Compró manteca, pan y queso, pues si bien no eran exactamente iguales a los que ella conocía, tampoco le resultarían extraños.
Compró harina, sal y pimienta, latas de maíz y de zanahorias, duraznos y jabón, una bolsa de arroz, y un surtido de bebidas. Aunque tenía jabón en su casa, compró algunos perfumados que podían gustarle. Llevó todo aquello que supuso podía gustarle a Sakura, incluso cuatro sabores de helado y varias golosinas.
Esbozó una mueca cuando llegó al pasillo donde vendían artículos de Halloween a mitad del precio. Además de numerosas bolsas de dulces y calabazas de utilería, había muñecas parlantes vestidas como Frankenstein y la Momia. Y, por supuesto, Drácula, con colmillos sangrientos. Incapaz de resistirlo, pulsó el cordel de la muñeca vampiro, y sonrió al escuchar una débil voz decir «El Monstruo Enamorado».
Dejando los pasillos de comida, cogió varias ollas y sartenes, cuchillos de plástico, tenedores y cucharas, servilletas, toallas de papel y jabón en polvo. Se detuvo frente a la sección de alimentos para mascotas, sacudiendo la cabeza, eligió una bolsa de comida para gatos y la colocó en el carro. Al pasar frente a la caja, vio exhibidos algunos libros de cocina, eligió uno, pensando que Sakura podría encontrarlo de utilidad.
Al terminar las compras, había gastado una pequeña fortuna. Con un movimiento de cabeza, dirigió el carro hasta su automóvil. Después de disponer las cosas en el baúl y en el asiento trasero del Volvo, se colocó al volante y condujo hasta su hogar.
Cuando terminó de guardar todo estaba ya casi ameneciendo. Los artefactos de cocina eran adquisiciones recientes, comprados tan sólo unos meses atrás cuando había pensado vender la casa y encontrar un lugar nuevo para vivir.
Sonrió débilmente mientras abandonaba la cocina para dirigirse a su refugio. Mañana por la noche llevaría a Sakura Haruno a comprar ropa, y a pasear para mostrarle el mundo que no había visto aún.
Se detuvo en el pasillo, giró a la derecha y entró en la biblioteca. Extrajo el libro de mitos y leyendas antiguas y buscó la página.
—Logré cambiar la historia —musitó mientras colocaba el libro nuevamente en el estante y se dirigió hacia su refugio.
Ya no se hacía mención al hecho de que Sakura Haruno hubiese sido quemada en la hoguera. En realidad, no había mención alguna sobre ella.
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Capitulo 10
Esa no era la respuesta que ella deseaba. Una sombra de duda surgió en sus ojos y se movió inquieta en la cama, dirigiendo rápidamente la mirada hacia la puerta, la esperanza de libertad.
—No te haré daño, Sakura.
—Pero no me dejarás ir.
—No. El mundo está totalmente cambiado respecto del que conocías. Estás más segura aquí que fuera, créeme.
Ella alisó uno de los pliegues de la manta.
—Traté de conjurar dos hechizos en tu portón —dijo inocentemente—. Ninguno de ellos funcionó. Temo que mi magia es ineficaz aquí.
—No hay nada malo con tu magia. El cerrojo ya tiene, creo que podríamos llamados hechizos, en la cerradura —dijo él—. Tendrías que haber revertido el primero y quitado el segundo para abrir el portón.
—¿Entonces eres un brujo además de vampiro? —preguntó.
—No, pero tengo ciertos poderes sobrenaturales. La casa tiene otros seguros además del portón.
—¿Para mantenerme dentro? —preguntó con un dejo de amargura.
—No, querida, para mantener a los intrusos fuera.
—Ya veo. Porque eres vulnerable mientras duermes.
—Sí. La precaución se ha convertido en un hábito muy arraigado con los años. Aunque muy pocas personas creen actualmente en los vampiros, todavía quedan algunos decididos a cazados, hombres como Sasori y Deidara, quienes han pasado buena parte de su vida viajando alrededor del mundo, persiguiendo y destruyendo a los que no mueren.
Naruto había tomado contacto con uno o dos cazadores de vampiros en su época. Eran una raza aparte, dedicados por completo a la cacería.
—¿Hay otros vampiros por aquí? —peguntó Sakura.
—Algunos.
—¿Son amigos?
Él negó con un suave bufido.
—No.
Ladeó la cabeza con un gesto que él había empezado a reconocer.
—¿Por qué no? Supuse que se buscarían unos a otros.
—Los vampiros son depredadores que marcan territorio, no criaturas sociales.
—Oh.
El silencio cayó entre ellos. Naruto supuso que Sakura querría bañarse por la mañana, y seguramente necesitaría usar el baño antes de que él despertase.
—Ven —dijo él—. Hay algunas cosas que necesito mostrarte.
Lo miró suspicazmente.
—¿Qué clase de cosas?
Con un suspiro de exasperación, le cogió la mano y la empujó gentilmente fuera de la cama. Lo siguió dubitativa mientras la guiaba hasta el baño.
Observó lo que la rodeaba, frunció el ceño ante lo que parecía ser una gran pileta frente a la puerta. ¡Con seguridad no guardaría un caballo en la casa!
—Este es el baño —dijo Naruto—. Ese es el lavabo. Le mostró cómo abrir y cerrar los grifos, cómo usar el tapón, cómo ajustar la temperatura.
Sakura observó con detenimiento el agua corriente, agrandó los ojos al ver el vapor del agua caliente. ¿Sería algún tipo de bomba? Nunca había visto una bomba de agua dentro de una casa, ni siquiera había oído que existiera una que expeliera agua caliente. Maravilla entre las maravillas, se dio cuenta de que ésta habitación era similar a una que había visto abajo. ¡Qué lujo, tener dos habitaciones provistas de agua caliente!
—¿Adónde va? —preguntó observando el agua que desaparecía por un pequeño orificio al fondo del lavabo.
—Baja por una cañería de drenaje y llega hasta el océano. Esta es una tina, para bañarse. —Nuevamente, le enseñó cómo abrir y cerrar los grifos, cómo ajustar la temperatura, así como también a abrir y cerrar la ducha.
—Puedes negarlo cuánto quieras —murmuró—, pero todavía sigo pensando que eres un hechicero, y uno poderoso.
—No has visto nada aún —replicó, pensando en todas las maravillas del mundo moderno que le quedaban por ver.
—¿Y esto qué es? —preguntó señalando un extraño artefacto que se parecía vagamente a una silla.
Él levantó la tapa, descubriendo un recipiente de agua.
—Es un retrete.
—¿Re... trete? ¿Para qué sirve?
Para su diversión, ella se ruborizó cuando le explicó, lo más delicadamente que pudo, para qué se usaba un retrete y la función del papel higiénico.
Señaló las toallas y el jabón, y le mostró dónde guardaba el champú.
Asintió, y bostezó tapándose la boca con la mano.
—Es tarde —dijo él—. Deberías dormir un poco.
—¿Volveré a despertarme?
Él meneó la cabeza con desesperación mientras caminaba hacia la puerta de la alcoba. Lo miró alejarse preocupada mientras se metía bajo la manta, su miedo se evidenciaba en cada línea tensa de su cuerpo y en la expresión de sus ojos.
—Ve a dormir, Sakura —habló calmadamente, sosteniéndole la mirada, envolviéndola con la voz como hebras de seda, robándole la voluntad.
Con un tenue suspiro, el cuerpo agotado, derrumbó la cabeza sobre la almohada. Un momento después, dormía plácida y profundamente.
—Perdóname, Sakura —murmuró—. Pero necesitas descansar.
La miró detenidamente. Tenía una inocencia que no tenía nada que ver con su edad sino con la pureza del corazón y del alma. Impulsivamente le alisó un rizo que le caía sobre la frente, luego se inclinó y le rozó las mejillas con los labios. Su piel era cálida y suave. Dirigió la mirada a la garganta.
Mascullando una maldición, apartó la mirada y abandonó la habitación.
Ella estaría hambrienta cuando despertara en la mañana. Tendría que abastecer los estantes antes de ir a descansar.
Con ese pensamiento en la mente, se dirigió al supermercado más cercano, sorprendido por la cantidad de gente que hacía compras tan tarde en la noche. La mayoría eran mujeres solas, entre los veinte y los treinta años, aunque también había algunas de más edad. Registró la información, pensando que había encontrado otro coto de caza, uno dónde podía acechar en los pasillos como un león merodeando en la jungla en busca de su presa.
Apartó el pensamiento bruscamente y examinó el lugar. Nunca había estado en un supermercado antes. Solía comprar los escasos artículos de uso personal que necesitaba en el kiosco más cercano.
Examinó la abundante variedad exhibida: pequeñas manzanas rojas, racimos de plátanos, perfumadas naranjas, uvas, lechuga, apio, zanahorias, patatas y cebollas. Cuando era un simple mortal su familia criaba o cultivaba todo lo que necesitaba. Había amado el trabajo del campo. Podía recordar el perfume de la tierra arada, la sensación al tocarla, la satisfacción que sentía cuando veía los primeros brotes verdes. Aunque ya no necesitaba cultivar su comida, jamás había perdido el amor por la tierra. Salvo por algunos robles añosos, él mismo había plantado todos los árboles y arbustos que crecían rofusamente alrededor de su casa.
Fue al otro pasillo, sacudió la cabeza debido a lo que vio. Nada se sabía de comidas congeladas o envasadas cuando había recorrido la tierra como mortal, tampoco de cortes de carne envasadas prolijamente, ni de la leche envasada en recipientes plásticos, ni de huevos en cartones.
Las brillantes luces del supermercado le lastimaron los ojos mientras conducía el inestable carrito por las góndolas. Aunque nunca había probado nada de lo que estaba juntando en la cesta, las había visto en propagandas de la televisión. Sonrió al coger del estante una caja de copos de arroz peguntándose si realmente serían crujientes. El cereal deshidratado era tan extraño para él como para su huésped. Con esa idea, compró una caja de avena pensando que a Sakura podría resultarle más familiar. Compró manteca, pan y queso, pues si bien no eran exactamente iguales a los que ella conocía, tampoco le resultarían extraños.
Compró harina, sal y pimienta, latas de maíz y de zanahorias, duraznos y jabón, una bolsa de arroz, y un surtido de bebidas. Aunque tenía jabón en su casa, compró algunos perfumados que podían gustarle. Llevó todo aquello que supuso podía gustarle a Sakura, incluso cuatro sabores de helado y varias golosinas.
Esbozó una mueca cuando llegó al pasillo donde vendían artículos de Halloween a mitad del precio. Además de numerosas bolsas de dulces y calabazas de utilería, había muñecas parlantes vestidas como Frankenstein y la Momia. Y, por supuesto, Drácula, con colmillos sangrientos. Incapaz de resistirlo, pulsó el cordel de la muñeca vampiro, y sonrió al escuchar una débil voz decir «El Monstruo Enamorado».
Dejando los pasillos de comida, cogió varias ollas y sartenes, cuchillos de plástico, tenedores y cucharas, servilletas, toallas de papel y jabón en polvo. Se detuvo frente a la sección de alimentos para mascotas, sacudiendo la cabeza, eligió una bolsa de comida para gatos y la colocó en el carro. Al pasar frente a la caja, vio exhibidos algunos libros de cocina, eligió uno, pensando que Sakura podría encontrarlo de utilidad.
Al terminar las compras, había gastado una pequeña fortuna. Con un movimiento de cabeza, dirigió el carro hasta su automóvil. Después de disponer las cosas en el baúl y en el asiento trasero del Volvo, se colocó al volante y condujo hasta su hogar.
Cuando terminó de guardar todo estaba ya casi ameneciendo. Los artefactos de cocina eran adquisiciones recientes, comprados tan sólo unos meses atrás cuando había pensado vender la casa y encontrar un lugar nuevo para vivir.
Sonrió débilmente mientras abandonaba la cocina para dirigirse a su refugio. Mañana por la noche llevaría a Sakura Haruno a comprar ropa, y a pasear para mostrarle el mundo que no había visto aún.
Se detuvo en el pasillo, giró a la derecha y entró en la biblioteca. Extrajo el libro de mitos y leyendas antiguas y buscó la página.
—Logré cambiar la historia —musitó mientras colocaba el libro nuevamente en el estante y se dirigió hacia su refugio.
Ya no se hacía mención al hecho de que Sakura Haruno hubiese sido quemada en la hoguera. En realidad, no había mención alguna sobre ella.
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kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Sakura tendrá que acostumbrarse a una época mas contemporánea y que trae consigo comodidades propias de la modernidad, es mundo completamente diferente a su época.
Y si, Naruto cambio la historia y por obvias razones habrá cambios, no se que tan profundos sean éstos pero reescribió la historia. Me gustaría ver a Sakura como compañera de Naruto, que sea convertida, sería de gran ayuda ya que hay cazadores que persiguen a los vampiros y que seguramente harán su aparición en esta historia.
Y si, Naruto cambio la historia y por obvias razones habrá cambios, no se que tan profundos sean éstos pero reescribió la historia. Me gustaría ver a Sakura como compañera de Naruto, que sea convertida, sería de gran ayuda ya que hay cazadores que persiguen a los vampiros y que seguramente harán su aparición en esta historia.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
espero que le guste
Capitulo 11
Sakura despertó repentinamente. Miró fijamente la habitación que la rodeaba, había olvidado dónde estaba. Y luego recordó. Estaba en la casa de Naruto Uzumaki. En su dormitorio. En su cama. Y aunque le había dicho que no dormía en ella, aun así, era su cama.
Vampiro. La palabra era un susurro en su mente. Al crecer, le habían explicado que los vampiros eran monstruos sin alma, despiadadas criaturas depredadoras que bebían la sangre de sus víctimas, o lo que es peor, las convertían en seres iguales a ellos. La abuela Haruno había dicho que eran engendros de la peor calaña.
Por supuesto, Sakura nunca había conocido a ninguno, ni siquiera pensaba que existieran realmente, como tampoco había creído en hombres lobo o duendes ni en ningún otro tipo de personajes de leyendas o mitos antiguos, hasta que encontró a Naruto. Él era real aunque no parecía un monstruo depredador. La había salvado de una muerte de terrible agonía, y le estaría eternamente agradecida. Menos agradecida en realidad de haberla traído aquí, a este tiempo y lugar ¿Por qué simplemente no la había llevado a otra villa, a algún lugar dónde nadie la conociese? ¿Cómo podría encontrar su lugar en este nuevo mundo donde todo y todos le resultaban tan extraños?
La presión en la vejiga le exigió ir al baño. Miró fijamente el retrete antes de juntar valor para subirse las faldas, bajarse la ropa interior y sentarse en ese frío y resbaladizo asiento. ¿Todos tendrían un privado dentro de la casa? ¿Quién pudo haber pensado en algo así? De alguna manera, el que se hallara en el interior del hogar parecía algo bastante indecente. Pero cuando recordó esas frías noches de invierno en que debía abrigarse para salir, pensó que quizás no era tan mala idea después de todo.
Se levantó, se arregló la ropa, e hizo correr el agua del retrete. Dio un respingo ante el ruido, permaneció de pie mirando cómo giraba el agua en el recipiente y luego desaparecía, arrastrando el papel higiénico. Un momento después, el recipiente estaba lleno de agua limpia.
¡Sorprendente!
Un fuerte ruido en el estómago le recordó que no había comido desde ayer, y ese día había sido trescientos treinta años atrás. ¡Con razón estaba hambrienta!
Se deslizó los dedos por el cabello, que estaba terriblemente enmarañado, e intentó alisar las arrugas del vestido. Una mirada a través de la ventana mostró el sol en lo alto del cielo. Aunque pareciera imposible, había dormido toda la mañana, ella, que siempre se había levantado al amanecer.
Sacudió la cabeza, destrabó el cerrojo de la puerta y bajó las escaleras. Decidió que no había razón para ser precavida o silenciosa. Ya que como el sol estaba en lo alto, Naruto Uzumaki indudablemente estaría durmiendo el sueño de los muertos.
Apartó el espantoso pensamiento de la mente al tiempo que su estómago evidenciaba su insatisfacción.
Se detuvo al pie de la escalera, llenándose la nariz de un aroma delicioso. Siguiéndolo, se encontró con la habitación de las alacenas. Había un extraño artefacto sobre la encimera, y frente a él, una gran taza y una cuchara. Levantó la cuchara y la blandió estudiándola. Brillante y blanca, no se parecía a ninguna de las que había visto antes.
Levantó el recipiente de vidrio, llenó la taza. Pensando que era té, bebió un sorbo. Definitivamente, no era té. Era más fuerte, más amargo. Con una mueca lo hizo a un lado, peguntándose como algo que olía tan bien podía saber tan mal.
Dio un vistazo a la habitación y notó que una de las alacenas estaba abierta. Cuando fue a cerrarla, advirtió con sorpresa, que los estantes que el día anterior estaban vacíos, ahora estaban surtidos con una buena cantidad de cajas y bolsas extrañas.
Las examinó una por una: copos de maíz, Rice Krispies, avena, pan, sal y pimienta, fideos, salsa Spaghetti, azúcar pura de caña, cien por cien queso sardo rallado, mermelada de mora, harina Bisquick y Gold Medal Flour, mantequilla de maní Skippy Creamy Peanut Butter. Algunas de estas palabras eran peculiares y no tenían sentido para ella aunque podía reconocer otras.
Estudió las cajas durante varios minutos, el estómago no dejaba de gruñirle. No estaba segura de lo que eran la mayoría de los artículos, pero consideró que Naruto debió de haberlos comprado para ella, ya que él no comía.
Convencida de que él no se despertaría por varias horas, recorrió la cocina tocando todo. Había un fregadero parecido al del baño de arriba, y junto a él, una bolsa con una imagen de un gato sonriente y las palabras «Comida para gatos Atkatsuki».
Sonrió ante el gesto considerado de Naruto aunque se preguntaba que podría pensar Morgana sobre comida embolsada.
Cuando Sakura encontró una gran puerta doble, abrió una, inhaló con sorpresa cuando sintió el aire frío contra el rostro. Husmeó en el interior y pudo ver más cajas de formas extrañas. Una que decía leche, otra decía huevos y otra manteca. Tocó la que decía leche, sorprendiéndose de lo fría que estaba. Abrió el cajón de abajo y encontró manzanas y lechuga, patatas, cebollas, tomates y pepinos.
Cerró la puerta y abrió la otra. Aire aún más frío le rozó la mejilla. Esta alacena congelada contenía helado de crema y paquetes diminutos muy extraños. Cogió uno tan duro como hielo. La etiqueta decía «pechugas de pollo». Otro decía «chuleta New York». Y otro decía «corte central de chuletas de cerdo».
Sakura frunció el ceño. Nunca había visto carne como ésta.
Sacudió la cabeza, continuó explorando. En una de las alacenas, descubrió un paquete que decía «platos de papel» junto con paños de papel y pequeños envoltorios que tenían escrito «cuchillos de plástico», «cucharas de plástico» y «tenedores de plástico». Estaban hechos del mismo extraño material que la taza. Encontró recipientes y cacerolas en una de las alacenas inferiores.
Cada vez más hambrienta, abrió el paquete de pan, untó dos rebanadas con manteca y buscó el frasco que decía jalea. Después de varios intentos, logró abrirlo y cubrió el pan con una gruesa capa. Echó el contenido de la taza en el fregadero, y luego la llenó con leche.
Rápidamente devoró las dos rebanadas de pan y bebió la leche, que no se parecía en nada a la que estaba acostumbrada.
Apaciguada el hambre, vagó por la casa nuevamente, deslizando las manos sobre el sofá y la silla, maravillada por el delicado material, por la gruesa alfombra verde que cubría el piso de pared a pared. Hundió los talones en esa suavidad, pensando en cuánto mejor se sentía que el piso rústico de la choza.
Subió la escalera, fue al baño y abrió el grifo de la bañera. Vio como se llenaba de agua caliente, pensando nuevamente en que era un milagro maravilloso.
Sonriendo expectante, se quitó el delantal, dejó caer el vestido y la ropa interior al suelo. Cogió el champú del gabinete, lo colocó cerca, dónde pudiese alcanzarlo, y se metió en la bañera, suspirando mientras el agua se arremolinaba alrededor de sus tobillos. Se sentó y dejó que la bañera se llenara con agua, cerró el grifo, se recostó y cerró los ojos.
Despertó temblando y descubrió que el agua se había enfriado. Rápidamente, se lavó el cabello y el cuerpo, se enjuagó y salió con cuidado de la bañera, que estaba bastante resbaladiza.
Cogió una toalla del estante, se envolvió el cabello.
Luego se colocó otra alrededor del cuerpo e, inclinándose frente a la tina, lavó sus ropas. Escurrió el agua, llenó nuevamente la bañera y enjuagó las prendas. Frunciendo el entrecejo miró en busca de un lugar donde colgarlas. Finalmente, las plegó y las colgó de la barra. Se quitó la toalla de la cabeza, sacudió la cabellera, y se peinó con los dedos lo mejor que pudo.
Volvió a la alcoba y permaneció de pie en el centro.
Hasta que su ropa se secara, no tenía nada que ponerse, a menos que... ¿Se atrevería?
Mordiéndose el labio inferior, se dirigió a la cómoda que estaba frente a la cama y hurgó en los cajones hasta que encontró una prenda grande blanca con cuello redondo y manga corta. Cuando se la apoyó contra el cuerpo, el bajo le llegaba a la mitad de las pantorrillas. De todas formas, era mejor que usar una toalla. Se la pasó por la cabeza y sintió un fresco aroma a limpio, y un delicado perfume masculino que reconoció como el de Uzumaki. La tela le resultaba suave y cálida sobre la piel desnuda.
Se dirigió escaleras abajo, a la habitación de los libros, los examinó hasta que encontró una Biblia, similar a la que ella tenía. La llevó consigo, se sentó y comenzó a leer, agradecida una vez más de que la abuela Haruno supiese leer y hubiese insistido en que Sakura también aprendiese.
Leyó por un momento, luego fue a la cocina. Extrajo una manzana de la alacena fría, se sirvió un poco de leche y llevó ambas cosas al jardín. Se sentó en un banco de piedra, admiró los arbustos, los diferentes árboles, el césped suave. Se preguntó si Naruto cuidaría del jardín, aunque no podía imaginárselo cortando el césped en plena noche. No se correspondía con el carácter de un vampiro tener un jardín tan cuidado.
Era más fácil imaginárselo viviendo en una casa ruinosa rodeada de árboles raquíticos y arbustos marchitos.
Los pájaros revoloteaban de rama en rama, su trino le levantó el ánimo. Mordisqueó la manzana fresca y dulce. Levantó la taza y bebió un sorbo, pensando nuevamente que sabía distinto a la de su hogar. Pero en este extraño mundo todo era diferente.
Dio un lento paseo por los jardines y luego volvió a la habitación de los libros. Después de abrir las cortinas, se sentó en una silla y comenzó a leer nuevamente, serenada por los pasajes líricos de los Salmos. Más tarde, Morgana entró en la habitación.
—¿Dónde has estado, Morgana? —preguntó Sakura mientras la gata saltaba sobre su regazo.
La gata parpadeó, arqueó la espalda y se acurrucó para dormir.
En algún lugar distante, un reloj dio la hora. Cuatro de la tarde. Dejó la Biblia, acarició a la gata y sintiéndose adormilada, apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y cerró los ojos.
Y así las encontró Naruto cuando se levantó una hora más tarde.
Al observar a Sakura, se sorprendió de la pálida belleza de su piel, de la manera en que su cabello caía sobre la camiseta como una cascada de seda rosa brillante. Se veía increíblemente cálida y atractiva acurrucada en la silla, y al mismo tiempo, inocente y vulnerable. Era una combinación excitante, que despertaba su deseo, su maldita sed y una necesidad imperiosa de protegerla, todo al mismo tiempo. Ella se desperezó, emitiendo un somnoliento sonido gutural. Él gruñó suavemente mientras las fosas nasales se le llenaron con el aroma a jabón y a cálida y perfumada esencia de mujer.
A presa.
Se imaginó inclinándose sobre ella, apartando el cabello del esbelto cuello, clavando los colmillos en la carne suave y dulce, justo debajo de la oreja.
Estaba tan absorto en luchar contra sus ansias que no se dio cuenta de que ella se había despertado y lo miraba fijamente, repentinamente pálida y con los ojos agrandados de terror.
Se alejó de ella, con las manos apretadas mientras luchaba contra el hambre y el deseo. Le supuso gran esfuerzo evitar abrazarla, seducirla lentamente hasta que estuviese bajo su hechizo, con la voluntad totalmente sometida a la suya. Sólo el miedo a provocar su odio, y el temor aún mayor, de que una vez satisfecho el deseo de su carne, no pudiese resistir el ansia de su sangre, lo contuvo para no convertir su fantasía en realidad.
Cuando giró hacia ella, todas sus ansias estaban nuevamente bajo control.
Ella seguía mirándolo fijamente. Dio un paso hacia ella.
Levantó una mano y le advirtió.
—Aléjate de mí.
Naruto sacudió la cabeza.
—No pasemos por esto nuevamente. ¿Cuántas veces debo decirte que no te haré daño para que me creas?
—No lo sé. Quizás cuando te mire y no vea tus colmillos o el hambre en tus ojos.
Él levantó las manos en un gesto de rendición.
—Estás perfectamente a salvo.
Lo miró escéptica
—¿Por qué no subes y te vistes? Debemos ir de compras.
—¿Compras?
—Ropa. La moda ha cambiado en los últimos trescientos años.
Miró a su alrededor.
—También las viviendas. — Él le sonrió.
—Sí. Mejor te enseño cómo funcionan las cosas.
Lo estudió por un momento, luego asintió.
La miró irse, notando el suave balanceo de sus caderas, la forma en que la camiseta le marcaba el cuerpo a pesar de ser varias tallas mayor que la suya.
Al entrar en la sala, su imagen permanecía vívida en su mente. Tenía coraje, su pequeña bruja. Si bien el temor que él le infundía era algo palpable, estaba dispuesta a enfrentado.
Sintió sus pisadas en la escalera, y luego estaba allí, caminando hacia él, el cabello sobre los hombros en una maraña gloriosa. Se dio cuenta de que había olvidado comprarle un cepillo y un peine, así como también un cepillo de dientes. Tendría que remediarlo esa noche.
Frunció el entrecejo al ver que llevaba el vestido sobre el brazo.
—Lavé mi ropa antes —dijo ella—. Todavía está húmeda.
Con un ademán, él encendió el fuego. Trajo dos sillas de la cocina a la sala, apoyó el vestido sobre el respaldo de una, la ropa interior en la otra.
—Te mostraré la casa mientras la ropa se seca, entonces —musitó— ¿Por dónde empezamos? —Miró a su alrededor—. Aquí —dijo—. Este es el televisor.
Lo miró con recelo.
Naruto cogió el control remoto.
—Lo enciendes así —dijo, mostrándole qué botón presionar.
Agrandó los ojos cuando en la pantalla apareció un episodio de Hechizada.
—¿Qué clase de brujería es ésta? —preguntó queda¬mente—. ¿Cómo has capturado a toda esa gente en una caja tan pequeña? —Se acercó—. ¿Has capturado sus almas? ¿Por qué todo está en blanco y negro?
—Y cambias los canales así.
Abrió aun más los ojos mientras él cambiaba los canales, las imágenes en blanco y negro dieron lugar a las de color. Vaqueros e indios, viejas series cómicas, videos de música country, noticiarios, pronósticos del clima y deportes. Intentó explicarle lo que estaba viendo, la diferencia entre los programas de noticias, que informaban a los televidentes sobre los sucesos del día, y las películas, que eran como largas obras de teatro que no se basaban en hechos reales.
Ella lo miró, enmudecida.
—Lo sé, es bastante asombroso —dijo—. Pero no es magia, al menos no de la que tú conoces. Es sólo tecnología... —Se encogió de hombros sin saber muy bien qué términos usar para que ella comprendiese—. De todas maneras, es una forma de entretenimiento, algo para pasar las horas si no tienes nada que hacer. Prácticamente todos los hogares tienen al menos uno. La mayoría tienen dos o más.
Le enseñó cómo encender y apagar las luces, y permaneció de pie mientras ella jugaba con el interruptor.
La condujo a la cocina y le explicó cómo eran los alimentos congelados, luego le mostró cómo funcionaba la cocina, el microondas, el lavavajillas. Abrió el cajón de los cubiertos y le mostró los utensilios de plástico.
Ella cogió uno de los tenedores.
—Nunca había visto algo así —señaló—. Están hechos de una sustancia extraña. —Torció el mango y se le rompió en la mano— ¡Oh! Lo siento.
—No hay cuidado —dijo, cogiendo los pedazos de su mano y arrojándolos a la basura—. Son desechables. Están hechos para ser usados una sola vez.
—Es un desperdicio. ¿De qué están hechos?
—De plástico —dijo él—. Es bastante común.
La condujo por el resto de la casa, asegurándose de hacerle sentir como en su hogar. Cuando llegaron a su escritorio, ella señaló el ordenador.
—¿Qué es eso?
—Es un ordenador. Encendió el equipo y el monitor.
—Se parece mucho al tele... visor que está en la otra habitación —observó ella sólo que más pequeño.
—Sí, es verdad.
—Lo vi en mi espejo mágico, cuando te vi a ti.
Él asintió. Había leído sobre el antiguo arte de la visua¬lización por medio de espejos cuando buscaba información sobre brujas. Los espejos eran el método preferido, pero un sinfín de otros objetos se había usado a lo largo de los siglos. Los egipcios utilizaban tinta, sangre y otros líquidos oscuros. Los romanos, objetos brillantes y piedras. También el agua fue empleada a tal fin. Los espejos fueron los más usados denominándose «scrying» a esta práctica. La palabra «scrying» deriva del término inglés «descry» que significa «entender sutilmente» o «revelar». Las brujas lo utilizaban para predecir el futuro o para hallar objetos o personas perdidas.
—Aquí es donde encontré tu cuadro. —Se sentó, se conectó y buscó la página de la Web dónde había visto la foto.
Sakura miró fijamente su imagen, preguntándose cómo la pintura de Rock Lee se había abierto camino a través del tiempo y del espacio.
—Escucha esto —dijo Naruto leyendo las palabras que aparecían debajo de la imagen. «Mujer de blanco, pintada por el renombrado artista del siglo XVII, Rock Lee. Esta pintura es una de sus primeras obras. Mucho se ha especulado sobre la identidad de la modelo. Algunos afirman que se trató de una bruja local; otros opinan que ella fue el primer amor de Lee, Sakura Haruno, quien desapareció en circunstancias misteriosas». —La miró—. Creo que no se suicidó después de todo.
Capitulo 11
Sakura despertó repentinamente. Miró fijamente la habitación que la rodeaba, había olvidado dónde estaba. Y luego recordó. Estaba en la casa de Naruto Uzumaki. En su dormitorio. En su cama. Y aunque le había dicho que no dormía en ella, aun así, era su cama.
Vampiro. La palabra era un susurro en su mente. Al crecer, le habían explicado que los vampiros eran monstruos sin alma, despiadadas criaturas depredadoras que bebían la sangre de sus víctimas, o lo que es peor, las convertían en seres iguales a ellos. La abuela Haruno había dicho que eran engendros de la peor calaña.
Por supuesto, Sakura nunca había conocido a ninguno, ni siquiera pensaba que existieran realmente, como tampoco había creído en hombres lobo o duendes ni en ningún otro tipo de personajes de leyendas o mitos antiguos, hasta que encontró a Naruto. Él era real aunque no parecía un monstruo depredador. La había salvado de una muerte de terrible agonía, y le estaría eternamente agradecida. Menos agradecida en realidad de haberla traído aquí, a este tiempo y lugar ¿Por qué simplemente no la había llevado a otra villa, a algún lugar dónde nadie la conociese? ¿Cómo podría encontrar su lugar en este nuevo mundo donde todo y todos le resultaban tan extraños?
La presión en la vejiga le exigió ir al baño. Miró fijamente el retrete antes de juntar valor para subirse las faldas, bajarse la ropa interior y sentarse en ese frío y resbaladizo asiento. ¿Todos tendrían un privado dentro de la casa? ¿Quién pudo haber pensado en algo así? De alguna manera, el que se hallara en el interior del hogar parecía algo bastante indecente. Pero cuando recordó esas frías noches de invierno en que debía abrigarse para salir, pensó que quizás no era tan mala idea después de todo.
Se levantó, se arregló la ropa, e hizo correr el agua del retrete. Dio un respingo ante el ruido, permaneció de pie mirando cómo giraba el agua en el recipiente y luego desaparecía, arrastrando el papel higiénico. Un momento después, el recipiente estaba lleno de agua limpia.
¡Sorprendente!
Un fuerte ruido en el estómago le recordó que no había comido desde ayer, y ese día había sido trescientos treinta años atrás. ¡Con razón estaba hambrienta!
Se deslizó los dedos por el cabello, que estaba terriblemente enmarañado, e intentó alisar las arrugas del vestido. Una mirada a través de la ventana mostró el sol en lo alto del cielo. Aunque pareciera imposible, había dormido toda la mañana, ella, que siempre se había levantado al amanecer.
Sacudió la cabeza, destrabó el cerrojo de la puerta y bajó las escaleras. Decidió que no había razón para ser precavida o silenciosa. Ya que como el sol estaba en lo alto, Naruto Uzumaki indudablemente estaría durmiendo el sueño de los muertos.
Apartó el espantoso pensamiento de la mente al tiempo que su estómago evidenciaba su insatisfacción.
Se detuvo al pie de la escalera, llenándose la nariz de un aroma delicioso. Siguiéndolo, se encontró con la habitación de las alacenas. Había un extraño artefacto sobre la encimera, y frente a él, una gran taza y una cuchara. Levantó la cuchara y la blandió estudiándola. Brillante y blanca, no se parecía a ninguna de las que había visto antes.
Levantó el recipiente de vidrio, llenó la taza. Pensando que era té, bebió un sorbo. Definitivamente, no era té. Era más fuerte, más amargo. Con una mueca lo hizo a un lado, peguntándose como algo que olía tan bien podía saber tan mal.
Dio un vistazo a la habitación y notó que una de las alacenas estaba abierta. Cuando fue a cerrarla, advirtió con sorpresa, que los estantes que el día anterior estaban vacíos, ahora estaban surtidos con una buena cantidad de cajas y bolsas extrañas.
Las examinó una por una: copos de maíz, Rice Krispies, avena, pan, sal y pimienta, fideos, salsa Spaghetti, azúcar pura de caña, cien por cien queso sardo rallado, mermelada de mora, harina Bisquick y Gold Medal Flour, mantequilla de maní Skippy Creamy Peanut Butter. Algunas de estas palabras eran peculiares y no tenían sentido para ella aunque podía reconocer otras.
Estudió las cajas durante varios minutos, el estómago no dejaba de gruñirle. No estaba segura de lo que eran la mayoría de los artículos, pero consideró que Naruto debió de haberlos comprado para ella, ya que él no comía.
Convencida de que él no se despertaría por varias horas, recorrió la cocina tocando todo. Había un fregadero parecido al del baño de arriba, y junto a él, una bolsa con una imagen de un gato sonriente y las palabras «Comida para gatos Atkatsuki».
Sonrió ante el gesto considerado de Naruto aunque se preguntaba que podría pensar Morgana sobre comida embolsada.
Cuando Sakura encontró una gran puerta doble, abrió una, inhaló con sorpresa cuando sintió el aire frío contra el rostro. Husmeó en el interior y pudo ver más cajas de formas extrañas. Una que decía leche, otra decía huevos y otra manteca. Tocó la que decía leche, sorprendiéndose de lo fría que estaba. Abrió el cajón de abajo y encontró manzanas y lechuga, patatas, cebollas, tomates y pepinos.
Cerró la puerta y abrió la otra. Aire aún más frío le rozó la mejilla. Esta alacena congelada contenía helado de crema y paquetes diminutos muy extraños. Cogió uno tan duro como hielo. La etiqueta decía «pechugas de pollo». Otro decía «chuleta New York». Y otro decía «corte central de chuletas de cerdo».
Sakura frunció el ceño. Nunca había visto carne como ésta.
Sacudió la cabeza, continuó explorando. En una de las alacenas, descubrió un paquete que decía «platos de papel» junto con paños de papel y pequeños envoltorios que tenían escrito «cuchillos de plástico», «cucharas de plástico» y «tenedores de plástico». Estaban hechos del mismo extraño material que la taza. Encontró recipientes y cacerolas en una de las alacenas inferiores.
Cada vez más hambrienta, abrió el paquete de pan, untó dos rebanadas con manteca y buscó el frasco que decía jalea. Después de varios intentos, logró abrirlo y cubrió el pan con una gruesa capa. Echó el contenido de la taza en el fregadero, y luego la llenó con leche.
Rápidamente devoró las dos rebanadas de pan y bebió la leche, que no se parecía en nada a la que estaba acostumbrada.
Apaciguada el hambre, vagó por la casa nuevamente, deslizando las manos sobre el sofá y la silla, maravillada por el delicado material, por la gruesa alfombra verde que cubría el piso de pared a pared. Hundió los talones en esa suavidad, pensando en cuánto mejor se sentía que el piso rústico de la choza.
Subió la escalera, fue al baño y abrió el grifo de la bañera. Vio como se llenaba de agua caliente, pensando nuevamente en que era un milagro maravilloso.
Sonriendo expectante, se quitó el delantal, dejó caer el vestido y la ropa interior al suelo. Cogió el champú del gabinete, lo colocó cerca, dónde pudiese alcanzarlo, y se metió en la bañera, suspirando mientras el agua se arremolinaba alrededor de sus tobillos. Se sentó y dejó que la bañera se llenara con agua, cerró el grifo, se recostó y cerró los ojos.
Despertó temblando y descubrió que el agua se había enfriado. Rápidamente, se lavó el cabello y el cuerpo, se enjuagó y salió con cuidado de la bañera, que estaba bastante resbaladiza.
Cogió una toalla del estante, se envolvió el cabello.
Luego se colocó otra alrededor del cuerpo e, inclinándose frente a la tina, lavó sus ropas. Escurrió el agua, llenó nuevamente la bañera y enjuagó las prendas. Frunciendo el entrecejo miró en busca de un lugar donde colgarlas. Finalmente, las plegó y las colgó de la barra. Se quitó la toalla de la cabeza, sacudió la cabellera, y se peinó con los dedos lo mejor que pudo.
Volvió a la alcoba y permaneció de pie en el centro.
Hasta que su ropa se secara, no tenía nada que ponerse, a menos que... ¿Se atrevería?
Mordiéndose el labio inferior, se dirigió a la cómoda que estaba frente a la cama y hurgó en los cajones hasta que encontró una prenda grande blanca con cuello redondo y manga corta. Cuando se la apoyó contra el cuerpo, el bajo le llegaba a la mitad de las pantorrillas. De todas formas, era mejor que usar una toalla. Se la pasó por la cabeza y sintió un fresco aroma a limpio, y un delicado perfume masculino que reconoció como el de Uzumaki. La tela le resultaba suave y cálida sobre la piel desnuda.
Se dirigió escaleras abajo, a la habitación de los libros, los examinó hasta que encontró una Biblia, similar a la que ella tenía. La llevó consigo, se sentó y comenzó a leer, agradecida una vez más de que la abuela Haruno supiese leer y hubiese insistido en que Sakura también aprendiese.
Leyó por un momento, luego fue a la cocina. Extrajo una manzana de la alacena fría, se sirvió un poco de leche y llevó ambas cosas al jardín. Se sentó en un banco de piedra, admiró los arbustos, los diferentes árboles, el césped suave. Se preguntó si Naruto cuidaría del jardín, aunque no podía imaginárselo cortando el césped en plena noche. No se correspondía con el carácter de un vampiro tener un jardín tan cuidado.
Era más fácil imaginárselo viviendo en una casa ruinosa rodeada de árboles raquíticos y arbustos marchitos.
Los pájaros revoloteaban de rama en rama, su trino le levantó el ánimo. Mordisqueó la manzana fresca y dulce. Levantó la taza y bebió un sorbo, pensando nuevamente que sabía distinto a la de su hogar. Pero en este extraño mundo todo era diferente.
Dio un lento paseo por los jardines y luego volvió a la habitación de los libros. Después de abrir las cortinas, se sentó en una silla y comenzó a leer nuevamente, serenada por los pasajes líricos de los Salmos. Más tarde, Morgana entró en la habitación.
—¿Dónde has estado, Morgana? —preguntó Sakura mientras la gata saltaba sobre su regazo.
La gata parpadeó, arqueó la espalda y se acurrucó para dormir.
En algún lugar distante, un reloj dio la hora. Cuatro de la tarde. Dejó la Biblia, acarició a la gata y sintiéndose adormilada, apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y cerró los ojos.
Y así las encontró Naruto cuando se levantó una hora más tarde.
Al observar a Sakura, se sorprendió de la pálida belleza de su piel, de la manera en que su cabello caía sobre la camiseta como una cascada de seda rosa brillante. Se veía increíblemente cálida y atractiva acurrucada en la silla, y al mismo tiempo, inocente y vulnerable. Era una combinación excitante, que despertaba su deseo, su maldita sed y una necesidad imperiosa de protegerla, todo al mismo tiempo. Ella se desperezó, emitiendo un somnoliento sonido gutural. Él gruñó suavemente mientras las fosas nasales se le llenaron con el aroma a jabón y a cálida y perfumada esencia de mujer.
A presa.
Se imaginó inclinándose sobre ella, apartando el cabello del esbelto cuello, clavando los colmillos en la carne suave y dulce, justo debajo de la oreja.
Estaba tan absorto en luchar contra sus ansias que no se dio cuenta de que ella se había despertado y lo miraba fijamente, repentinamente pálida y con los ojos agrandados de terror.
Se alejó de ella, con las manos apretadas mientras luchaba contra el hambre y el deseo. Le supuso gran esfuerzo evitar abrazarla, seducirla lentamente hasta que estuviese bajo su hechizo, con la voluntad totalmente sometida a la suya. Sólo el miedo a provocar su odio, y el temor aún mayor, de que una vez satisfecho el deseo de su carne, no pudiese resistir el ansia de su sangre, lo contuvo para no convertir su fantasía en realidad.
Cuando giró hacia ella, todas sus ansias estaban nuevamente bajo control.
Ella seguía mirándolo fijamente. Dio un paso hacia ella.
Levantó una mano y le advirtió.
—Aléjate de mí.
Naruto sacudió la cabeza.
—No pasemos por esto nuevamente. ¿Cuántas veces debo decirte que no te haré daño para que me creas?
—No lo sé. Quizás cuando te mire y no vea tus colmillos o el hambre en tus ojos.
Él levantó las manos en un gesto de rendición.
—Estás perfectamente a salvo.
Lo miró escéptica
—¿Por qué no subes y te vistes? Debemos ir de compras.
—¿Compras?
—Ropa. La moda ha cambiado en los últimos trescientos años.
Miró a su alrededor.
—También las viviendas. — Él le sonrió.
—Sí. Mejor te enseño cómo funcionan las cosas.
Lo estudió por un momento, luego asintió.
La miró irse, notando el suave balanceo de sus caderas, la forma en que la camiseta le marcaba el cuerpo a pesar de ser varias tallas mayor que la suya.
Al entrar en la sala, su imagen permanecía vívida en su mente. Tenía coraje, su pequeña bruja. Si bien el temor que él le infundía era algo palpable, estaba dispuesta a enfrentado.
Sintió sus pisadas en la escalera, y luego estaba allí, caminando hacia él, el cabello sobre los hombros en una maraña gloriosa. Se dio cuenta de que había olvidado comprarle un cepillo y un peine, así como también un cepillo de dientes. Tendría que remediarlo esa noche.
Frunció el entrecejo al ver que llevaba el vestido sobre el brazo.
—Lavé mi ropa antes —dijo ella—. Todavía está húmeda.
Con un ademán, él encendió el fuego. Trajo dos sillas de la cocina a la sala, apoyó el vestido sobre el respaldo de una, la ropa interior en la otra.
—Te mostraré la casa mientras la ropa se seca, entonces —musitó— ¿Por dónde empezamos? —Miró a su alrededor—. Aquí —dijo—. Este es el televisor.
Lo miró con recelo.
Naruto cogió el control remoto.
—Lo enciendes así —dijo, mostrándole qué botón presionar.
Agrandó los ojos cuando en la pantalla apareció un episodio de Hechizada.
—¿Qué clase de brujería es ésta? —preguntó queda¬mente—. ¿Cómo has capturado a toda esa gente en una caja tan pequeña? —Se acercó—. ¿Has capturado sus almas? ¿Por qué todo está en blanco y negro?
—Y cambias los canales así.
Abrió aun más los ojos mientras él cambiaba los canales, las imágenes en blanco y negro dieron lugar a las de color. Vaqueros e indios, viejas series cómicas, videos de música country, noticiarios, pronósticos del clima y deportes. Intentó explicarle lo que estaba viendo, la diferencia entre los programas de noticias, que informaban a los televidentes sobre los sucesos del día, y las películas, que eran como largas obras de teatro que no se basaban en hechos reales.
Ella lo miró, enmudecida.
—Lo sé, es bastante asombroso —dijo—. Pero no es magia, al menos no de la que tú conoces. Es sólo tecnología... —Se encogió de hombros sin saber muy bien qué términos usar para que ella comprendiese—. De todas maneras, es una forma de entretenimiento, algo para pasar las horas si no tienes nada que hacer. Prácticamente todos los hogares tienen al menos uno. La mayoría tienen dos o más.
Le enseñó cómo encender y apagar las luces, y permaneció de pie mientras ella jugaba con el interruptor.
La condujo a la cocina y le explicó cómo eran los alimentos congelados, luego le mostró cómo funcionaba la cocina, el microondas, el lavavajillas. Abrió el cajón de los cubiertos y le mostró los utensilios de plástico.
Ella cogió uno de los tenedores.
—Nunca había visto algo así —señaló—. Están hechos de una sustancia extraña. —Torció el mango y se le rompió en la mano— ¡Oh! Lo siento.
—No hay cuidado —dijo, cogiendo los pedazos de su mano y arrojándolos a la basura—. Son desechables. Están hechos para ser usados una sola vez.
—Es un desperdicio. ¿De qué están hechos?
—De plástico —dijo él—. Es bastante común.
La condujo por el resto de la casa, asegurándose de hacerle sentir como en su hogar. Cuando llegaron a su escritorio, ella señaló el ordenador.
—¿Qué es eso?
—Es un ordenador. Encendió el equipo y el monitor.
—Se parece mucho al tele... visor que está en la otra habitación —observó ella sólo que más pequeño.
—Sí, es verdad.
—Lo vi en mi espejo mágico, cuando te vi a ti.
Él asintió. Había leído sobre el antiguo arte de la visua¬lización por medio de espejos cuando buscaba información sobre brujas. Los espejos eran el método preferido, pero un sinfín de otros objetos se había usado a lo largo de los siglos. Los egipcios utilizaban tinta, sangre y otros líquidos oscuros. Los romanos, objetos brillantes y piedras. También el agua fue empleada a tal fin. Los espejos fueron los más usados denominándose «scrying» a esta práctica. La palabra «scrying» deriva del término inglés «descry» que significa «entender sutilmente» o «revelar». Las brujas lo utilizaban para predecir el futuro o para hallar objetos o personas perdidas.
—Aquí es donde encontré tu cuadro. —Se sentó, se conectó y buscó la página de la Web dónde había visto la foto.
Sakura miró fijamente su imagen, preguntándose cómo la pintura de Rock Lee se había abierto camino a través del tiempo y del espacio.
—Escucha esto —dijo Naruto leyendo las palabras que aparecían debajo de la imagen. «Mujer de blanco, pintada por el renombrado artista del siglo XVII, Rock Lee. Esta pintura es una de sus primeras obras. Mucho se ha especulado sobre la identidad de la modelo. Algunos afirman que se trató de una bruja local; otros opinan que ella fue el primer amor de Lee, Sakura Haruno, quien desapareció en circunstancias misteriosas». —La miró—. Creo que no se suicidó después de todo.
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Bueno si cambió el destino de Lee, se convirtió en un pintor famoso en vez de suicidarse.
Y que gracioso es ver a Sakura conociendo el nuevo mundo que ha descubierto, parece una recién nacida, pero se adapta rápidamente.
Naruto sigue con ese deseo por Sakura y me pregunto sí algún día puede perder el control y degustar la sangre y carne de su ahora invitada.
Y que gracioso es ver a Sakura conociendo el nuevo mundo que ha descubierto, parece una recién nacida, pero se adapta rápidamente.
Naruto sigue con ese deseo por Sakura y me pregunto sí algún día puede perder el control y degustar la sangre y carne de su ahora invitada.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
buenoooo aquí le traigo la continuación se que me demore un poco pero calculo me tiene mal gracias por su comentario y a mis querido lectores les agradezco que saque un poquito de su tiempo para leer esta historia
Capitulo 12
—Escucha esto —dijo Naruto leyendo las palabras que aparecían debajo de la imagen. «Mujer de blanco, pintada por el renombrado artista del siglo XVII, Rock Lee. Esta pintura es una de sus primeras obras. Mucho se ha especulado sobre la identidad de la modelo. Algunos afirman que se trató de una bruja local; otros opinan que ella fue el primer amor de Lee, Sakura Haruno, quien desapareció en circunstancias misteriosas». —La miró—. Creo que no se suicidó después de todo.
—Tú salvaste dos vidas esa noche —murmuró Sakura—. La mía y la de él.
Naruto gruñó quedamente.
—Eso parece.
—Debo agradecerte por su vida, así como por la mía.
—¿Estabas enamorada de él?
—No.
La observó durante un momento, intentando descubrir la verdad, luego regresó a su propósito inicial.
—Esta es una impresora —dijo indicando un objeto gris junto a la computadora.
Presionó «Imprimir». Sakura dio un pequeño salto cuando la máquina runruneó suavemente y empezó a imprimir la fotografía.
—Aquí tienes. —Le dio la impresión del cuadro.
Miró fijamente la similitud, apenas se podía creer tal magia.
—Es tan... increíble.
Él asintió, preguntándose cómo se sentiría él de haber sido transportado al presente desde el pasado.
—Hay mucho que aprender. Por ejemplo...
Ella sonrió tímidamente cuando el estómago le gruñó sonoramente.
—Mejor te llevo a comer algo ¿Por qué no compruebas si tu ropa está seca? —sugirió—. Te espero aquí.
Su ropa interior estaba seca, el bajo de la falda estaba aun algo húmedo, pero se la puso de todas formas. No tenía otra cosa.
—¿Estás lista? —la llamó.
—Sí.
Tenía el ceño fruncido cuando volvió al salón
—¿Qué sucede?
—Mi vestido —dijo, alisándose la falda—, está horriblemente arrugado.
Él gruñó con suavidad, pero no había nada que pudiera hacerse. Mentalmente agregó una plancha a la lista de cosas que había olvidado.
—No te preocupes por ello —dijo él—. Compraremos algo nuevo para ti.
Le extendió la mano, esperando pacientemente hasta que ella se decidiese a confiar en él. Sintió como si hubiese obtenido un logro importante cuando finalmente ella le cogió la mano extendida. Era pequeña y cálida, palpitante de juventud.
Naruto apagó las luces mientras se dirigían a la entrada. Abrió la puerta principal, luego le cogió la mano nuevamente y la guió al garaje ubicado al costado de la casa. Morgana los siguió entre los tobillos de Sakura, luego desapareció sin duda en busca de una presa.
Naruto apretó la mano de Sakura.
—Espera aquí.
Entró al garaje, se colocó al volante del Volvo, encendió el motor y sacó el coche.
Lo estacionó, abrió la puerta y salió, sólo para encontrar que Sakura había retrocedido hasta el porche. Rió suavemente.
—Ven aquí.
Ella sacudió la cabeza.
—¿Qué es eso?
—Es un automóvil. Un coche. Los has visto en la televisión ¿recuerdas?
—No eran tan grandes. Ni hacían ese ruido espantoso.
Caminó hacia el porche, subió los escalones y le cogió la mano nuevamente.
—Ven, no hay nada que temer.
Renuente, lo siguió escaleras abajo.
Él le abrió la puerta, esperando pacientemente mientras ella echaba una mirada al interior, con visible aprensión en cada músculo de su cuerpo.
—Sakura, tendrás que confiar en esto. Te prometo que no te haré daño, y tampoco permitiré que nada te lastime.
Ella lo miró y él percibió lo joven que era, cuán vulnerable e inocente. La había salvado de una muerte horrible, y al hacerlo la había catapultado a un mundo que ni siquiera había imaginado, un mundo para el cual no estaba preparada.
Aparentemente, decidió confiar en su palabra, ya que se sentó en el lugar del acompañante. Cerró la puerta, rodeó el coche, y se sentó tras el volante.
—Esto es un cinturón de seguridad. —Inclinándose sobre ella, lo ajustó.
Dejó el coche en marcha pero en punto muerto para que pudiese acostumbrase al ruido. Condujo el coche marcha atrás y levantó el portón
—¿Te encuentras bien? —le preguntó.
Ella asintió, con los ojos muy abiertos y las manos apretadas sobre el regazo.
Naruto sonrió, desactivó el sistema de seguridad del portón y salió a la calle. Aunque había sucedido hacía unos años, podía recordar su aprensión la primera vez que se había colocado frente al volante, la repentina sensación de poder cuando había encendido el motor. Si bien podía trasladarse a voluntad al lugar que quisiese, manejar un coche rápido era una experiencia que le resultaba mucho más excitante.
Sakura miraba fijamente a través de la ventanilla cómo las casas y los edificios se desdibujaban a causa de la velocidad. De vez en cuando, miraba a Naruto buscando seguridad, escuchando el tranquilizador sonido de su voz mientras le explicaba lo que hacía. Describiéndole las partes del coche: volante, radio, panel de mandos, palanca de cambio, acelerador, freno. Le enseñó cómo encender la radio y una música que jamás había escuchado invadió el interior del coche.
Un poco después, vio un enorme edificio en el cual podría caber su villa completa con todo su contenido.
—Es un centro comercial —le explicó mientras dio vuelta a la esquina e ingresó en el aparcamiento.
Estacionaron unos instantes más tarde. Le mostró cómo desatar el cinturón de seguridad y abrir la puerta, luego la ayudó a salir del coche.
La cogió y la guió a lo largo de una extensión de suelo negro, no se parecía a ningún suelo que hubiese visto antes. Entraron en el edificio a través de una gran puerta de acero y cristal.
Sakura miró a su alrededor. Había luces brillando por todas partes y para su asombro, árboles. También había una fuente. ¡Y ruido! Tanto ruido. Música que parecía salir de las paredes, el sonido de gente hablando y riendo, bebés llorando. El aire colmado de esencias que no podía identificar.
—Este es un lugar para hacer compras —Naruto le explicó—. Aquí puedes comprar casi cualquier cosa que desees o necesites.
Ella asintió, intentando ver todo al mismo tiempo mientras él leía en voz alta los nombres de los negocios: Mrs. Field's Cookies, Robinson's C&A, Lob, Disney Store, Sears, Liverpool, Bath and Beyond, Max, Palacio de Hierro, Shasa, Waldenbooks.
Ella no podía evitar observar a la gente que pasaba rápidamente a su lado. Ellas con bucles rosados, ellos con el cabello en largas crestas. ¡Y la ropa! Escandalosa. En su tiempo, una mujer en ropa interior era como si estuviese desnuda, ¡Pero estas mujeres! Se les veían los brazos y las piernas, ¡por todos los Santos, mostraban hasta el vientre!
Estaba mirando absorta a un joven que llevaba puesta una camisa sin mangas y los pantalones tan bajos en la cadera que no entendía como no se le caían, cuando Naruto la condujo dentro de uno de los negocios.
Nuevamente, se encontró a sí misma examinando, esta vez, los estantes con zapatos y botas de estilos y colores inimaginables. La guió hasta una escalera que se movía. Dio un respingo hacia atrás cuando él intentó hacer que subiese.
—Vamos —dijo él—. No hay nada que temer. Esto es una escalera mecánica. Es segura. Da un paso cuando yo lo haga. —La sostuvo firmemente del brazo—. ¿Lista?
Asintió dubitativa.
—Vamos.
Ella jadeó cuando puso el pie en el escalón, habría caído si no la hubiese asido del brazo. Antes de que pudiera decidir qué debía hacer con este nuevo modo de transporte, habían llegado a otro nivel, tan atiborrado y ruidoso como el anterior.
—¿No fue tan terrible, no es así? —preguntó Naruto.
Momentos más tarde, la llevó con una mujer alta, vestida con un severo traje negro. Después de instruir a la mujer para que ayudara a Sakura a elegir todo lo que necesitase sin importar el costo, buscó una silla y se sentó a esperar.
Sakura se sintió un tanto avergonzada cuando la mujer le estudió deteniéndose en su vestido arrugado, las botas, el cabello despeinado.
Las dos horas siguientes le resultó algo atemorizantes en un principio. La mujer la llevó de un lugar a otro mostrándole todo tipo de vestimenta, preguntándole cuál le gustaba. Sakura se sintió abochornada cuando le preguntó su talla y no supo qué contestar.
Después de un momento, con los brazos cargados de ropa siguió a la mujer hasta una pequeña habitación. Sakura estaba perpleja al ver su propia imagen mirándola fijamente. Tímidamente colocó la mano sobre el vidrio
—Pierda cuidado, se lo aseguro —dijo la mujer— nadie puede verla del otro lado.
—¿Del otro lado? —Sakura retrocedió un paso, peguntándose si el espejo sería una puerta mágica al más allá.
—Del otro lado del espejo. Conozco algunas mujeres que se sienten incómodas desde que apareció esa historia en la Web sobre probadores con espejos a través de los cuales se las podía ver, le puedo asegurar que no debe preocuparse por eso aquí.
Sin querer evidenciar ignorancia, Sakura guardó silencio. ¿Una historia en la red? ¿Qué tendrían que ver las arañas con los espejos?
Mientras Sakura seguía intentando desvelar el misterio, la mujer comenzó a desabotonarle el vestido. Era una experiencia nueva, el que una mujer la ayudara mientras se probaba una prenda íntima. Nueva pero necesaria, pensó mientras la mujer la ayudaba a colocarse algo llamado sostén, y luego le alcanzó algo llamado braguitas. Sakura quedó maravillada no sólo por el color azul tan brillante, sino también por la sedosa textura.
—Son preciosas, ¿no es así? —le preguntó la mujer sonriendo.
—Sí, por cierto pero... ¿esto es todo? —Sakura las sostuvo en alto—. Quiero decir, no cubre demasiado.
Ella se sonrojó cuando la mujer rió asegurando que las pequeñas, realmente pequeñas, también cubrían todo lo que era necesario.
Sakura se probó pantalones, blusas y atuendos de noche, vestidos y faldas, combinaciones largas y cortas, asombrada por la variedad de colores, ricas texturas y bordados de cada prenda. ¡Su ropa parecía deslucida en comparación con estas galas!
Naruto estaba esperándola cuando salió del probador. Permaneció de pie, vistiendo un par de vaqueros y un lindo jersey verde oscuro, esperando su reacción, se sorprendió al descubrir que le importaba lo que él pensara. Nunca antes había usado pantalones. Le iban ajustados y los sentía algo extraños, pero le habían gustado apenas los vio. Aun así, no podía evitar mirar alrededor, peguntándose si la gente la estaría observando, escandalizada por cómo le marcaban las piernas y el trasero a la vista de todos, pero nadie parecía prestarle atención, nadie salvo Naruto. Avergonzada por su mirada penetrante, bajó la vista a los pies. Nunca había usado zapatos tan livianos, se sentía casi como estar descalza.
Cuando levantó la vista nuevamente, Naruto le sonrió.
—Estás increíble —dijo con voz ronca—. Hermosa.
Sus palabras la llenaron de placer.
—Me siento algo extraña.
—¿Conseguiste todo lo que necesitas?
Miró hacia donde estaba la vendedora, cargada con toda la ropa.
—Creo que tengo más de lo que necesito.
—Espera, debo pagar —dijo él riendo.
—¿Con qué le vas a pagar?
—Con dinero, por supuesto.
Sostenía algo que parecía un pequeño trozo de papel duro.
—Es una tarjeta de crédito. Les doy esta tarjeta y ellos me entregan una factura por la cantidad correspondiente.
Ella asintió. Rara vez había visto dinero. Apenas algunos chelines de tanto en tanto, una vez un rial español. En su hogar, no necesitaba dinero. Ella canjeaba sus pociones por comida y otras cosas que necesitaba.
Naruto siguió a la mujer hasta un gran escritorio y le extendió la tarjeta de crédito. Ella le dio un trozo de papel que él firmó, y luego le devolvió la tarjeta.
Sakura miró cómo la mujer doblaba todo y lo colocaba en unas bolsas hechas de un extraño material. Sakura observó a Naruto especulativamente.
—Debes ser muy rico.
—Tengo lo suficiente para mantenerme —dijo juntando las bolsas—. ¿Lista para irnos?
Ella asintió.
—¿Quieres ver o hacer algo más? —Naruto preguntó mientras caminaban por el centro comercial.
—Creo que no.
—¿Tienes hambre?
—Sí.
Naruto miró a su alrededor. Si había algo sobre lo cual era totalmente ignorante era la clase de comida que ofrecían en lugares como McDonald’s y Burger King. Había un lugar que vendía pollo y otro pizza entera o en porciones.
—¿Qué quieres comer? —preguntó él mareado por la mezcla de olores de tanta comida preparada en un lugar tan pequeño.
Ella miró a su alrededor, evidentemente tan confundida como él.
—No sé.
—Bien, vamos —dijo mientras se encaminaba hacia otro lugar que vendía hamburguesas y perritos calientes. Compró uno de cada clase, una ración de patatas fritas, un batido de chocolate y un vaso de agua, luego buscó una mesa vacía.
Sakura examinó la comida que estaba en la bandeja y miró a Naruto.
—¿Esperas que coma todo esto?
—No sabía cuál te gustaría, por eso... —Señaló cada uno de los platos, explicándole lo que eran. —Prueba todos, hasta que encuentres el que te agrade y deja el resto. Si ninguno te gusta, iremos a otro lugar.
Cogió la hamburguesa y le dio un mordisco, lo masticó concienzudamente, lo tragó y mordió otro.
Terminó la hamburguesa, el batido, las patatas fritas y mitad del perrito caliente, luego se reclinó con un suspiro.
—Creo que te gustó todo —musitó Naruto burlonamente.
—Estaba muy rico, especialmente el batido.
Gruñó suavemente. Chocolate. Le gustaba a la mayoría de las mujeres, aunque no tenía la menor idea de por qué.
Recorrieron otros negocios antes de abandonar el centro comercial. Le dejó elegir un peine y un cepillo. También le compró pasta de dientes, un tostador, una plancha, y le explicó para qué se usaba cada cosa. Además, compró artículos de cubertería, suponiendo que ella estaría cansada de usar los de plástico.
Ella se le colgó del brazo mientras bajaban por la escalera mecánica hasta el primer piso.
Sakura estaba más tranquila en el coche camino a casa. Le hizo numerosas preguntas, la mayoría sobre la gente y las costumbres de la época. Al llegar, Morgana los estaba esperado en el porche delantero.
Naruto metió los paquetes y encendió el televisor, pensando que era la mejor manera para que aprendiera sobre la vida del presente siglo.
Tan pronto como Sakura se sentó, Morgana saltó a su regazo maullando vivamente.
Sakura la acarició hasta que la gata se quedó quieta, luego se concentró en las imágenes de la pantalla. Observó todo ávidamente, con los ojos bien abiertos, mientras Naruto cambiaba de un canal a otro y le explicaba lo mejor que podía lo que estaba viendo: aviones y autobuses, trenes y motocicletas, teléfonos y aspiradoras, lavavajillas y secadoras, móviles y mini ordenadores portátiles. Después de recorrer los canales durante un momento, dejó una película reciente suponiendo que la ayudaría a entender como vivía la gente en la actualidad.
Después de un rato, Sakura perdió interés en las imágenes que estaba viendo. En cambio, se descubrió mirando furtivamente a Naruto. Tenía rasgos fuertes, severos y masculinos.
Se preguntó si le gustaría ser un vampiro. Le había dicho que no tenía amigos vampiros. No parecía probable que tuviese amigos mortales. ¿Pasaría todo el tiempo solo?
No sabía mucho de eso, no se podía imaginar cómo sería vivir sin amigos ni familia durante cientos de años. Una existencia tan solitaria. Se preguntaba por qué alguien querría vivir así.
—¿Sakura? —Su voz interrumpió lo que estaba pensando y se dio cuenta de que lo había estado mirando fijamente—. ¿Algo anda mal?
—Todo —contestó ella—. No pertenezco a esta época ni a este lugar. —Acarició la cabeza de la gata—. No creo que llegue a pertenecer nunca.
—Lo harás, seguramente. Quizás te lleve un tiempo acostumbrarte, pero eres joven. Aprenderás.
Una lágrima le rodó por la mejilla y cayó en la cabeza de la gata.
—Ah, Sakura chan. —Se acercó y la cogió en sus brazos. Al principio, ella intentó mantenerse alejada, pero luego, con un suspiro, cayó contra su pecho. Con un suave siseo, Morgana se alejó y se acurrucó frente a la chimenea.
Las lágrimas de Sakura le humedecieron la camisa. Su perfume le llenó los orificios de la nariz, no el olor de su sangre sino la esencia de su piel de su pena. Le acarició el cabello, le deslizó la mano por la espalda, sintió su temblor en respuesta a su caricia. Colocándole un dedo en el mentón, le inclinó la cabeza hacia atrás, las miradas se encontraron.
A pesar de su inocencia respecto de los hombres, su mirada reveló que reconocía la razón de la fogosidad en los de él.
Sacudió la cabeza mientras él se inclinaba sobre ella.
—No.
—¿No?
—Besar —dijo ella con una mueca—. No me gusta.
—¿De veras? —Le cogió la cabeza entre las manos—. Quizás podría lograr que cambies de opinión —murmuró él— atrapándole los labios con los suyos.
Con los ojos abiertos, Sakura le colocó las manos en los hombros, preparada para empujarlo, pero apenas sintió la caricia de su boca, toda idea de alejarlo desapareció. Sus labios eran fríos y, aun así, el calor le inundó todo el cuerpo, provocándole un aleteo en el estómago que jamás había sentido, y la indujo a apretarse contra él.
Cerrando los ojos, le envolvió los brazos alrededor de la cintura, deseando aferrarlo más cerca, más fuerte. Se fundió contra él, deseando que el beso nunca terminara, y una parte de ella intentaba discernir por qué el beso de Rock Lee no la había inundado con ese fuego líquido que le provocaba Naruto. Pero fue un pensamiento fugaz. Al profundizar el beso Naruto, le rozó el labio inferior con la lengua. Ella jadeó ante la emoción por el placer que le embargaba, gimió suavemente, mientras él repetía el gesto.
Estaba casi sin aliento cuando él apartó los labios. Perdida en un mundo de sensaciones, su cabeza aún tambaleante, lo miró fijamente.
—Más —susurró.
—Pensé que no te gustaba besar.
—Nunca fui besada así. —Sintiéndose repentinamente osada, le deslizó la mano por la nuca—. Bésame otra vez.
Estaba feliz de complacerla. Era suave y dulce, estaba ansiosa por explorar los placeres sensuales nuevos para ella. Sin apartar la boca de la de ella, se recostó en el sofá, llevándola con él hasta que quedaron uno al lado del otro. Pudo sentir como brotaba su pasión virginal al apretarse contra él, sentir moldeando su cuerpo al suyo.
Con las manos, le recorrió los hombros, bajó hasta las nalgas, ciñéndola contra él, dejándola sentir la evidencia de su creciente deseo.
Ella gimió suavemente, un sonido ronco mezcla de ansia y agitación. Estaba yendo muy rápido para ella, lo sabía, pero no podía detenerse. La deseaba, aquí y ahora, con los ojos muy abiertos y algo asustada, devorada por sus besos.
—¿Sakura... ?
Podría haberla seducido con su poder preternatural, pero no la quería de esa manera. La deseaba cálida y dispuesta en sus brazos, en su cama.
Parpadeó al mirarlo, los ojos nublados de deseo.
—¿Quieres que me detenga?
Lo pensó por un momento, y luego asintió.
No estaba sorprendido, pero no pudo evitar sentirse contrariado. Aunque ya no era mortal, era todavía un hombre, con sus necesidades. Viviendo sólo, sin estar dispuesto a confiar en nadie por temor a ser traicionado, solía mantener solamente relaciones de una noche. No tenía inconvenientes para conseguirlas. Las mujeres se sentían atraídas hacia él sin saber por qué. Por supuesto, siempre había bares como el Nocturno que reunía a aquellos que se consideraban criaturas de la noche. Las mujeres usaban largos vestidos negros, lápiz labial negro y abundante sombra oscura en los ojos. Algunas de ellas usaban colmillos falsos. Los hombres lucían abrigos de cuero negro y una actitud desafiante. El Nocturno era uno de sus cotos de caza preferido. Uno de los pocos lugares donde podía ser él mismo.
La besó una vez más, luego inhalando profundamente, y se puso de pié.
—Es tarde —dijo—. Debes dormir un poco.
Ella se sentó, sin mirarlo a los ojos.
—Estás enojado conmigo.
—No.
Le ofreció la mano, sintió cómo le subía un calor por el cuerpo cuando apoyó la mano en la de él y le permitió que la ayudara a ponerse de pié.
Sin soltarle, la condujo escaleras arriba hasta el dormitorio, donde no pudo evitar besarla otra vez. Ella no se apartó cuando dejó de besarla, sólo permaneció de pie, viéndose algo confundida. Con un quedo gruñido, le dio un suave empellón haciéndola entrar a la alcoba, luego cerró la puerta tras ella.
Era pasada medianoche. Hora de cenar.
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Capitulo 12
—Escucha esto —dijo Naruto leyendo las palabras que aparecían debajo de la imagen. «Mujer de blanco, pintada por el renombrado artista del siglo XVII, Rock Lee. Esta pintura es una de sus primeras obras. Mucho se ha especulado sobre la identidad de la modelo. Algunos afirman que se trató de una bruja local; otros opinan que ella fue el primer amor de Lee, Sakura Haruno, quien desapareció en circunstancias misteriosas». —La miró—. Creo que no se suicidó después de todo.
—Tú salvaste dos vidas esa noche —murmuró Sakura—. La mía y la de él.
Naruto gruñó quedamente.
—Eso parece.
—Debo agradecerte por su vida, así como por la mía.
—¿Estabas enamorada de él?
—No.
La observó durante un momento, intentando descubrir la verdad, luego regresó a su propósito inicial.
—Esta es una impresora —dijo indicando un objeto gris junto a la computadora.
Presionó «Imprimir». Sakura dio un pequeño salto cuando la máquina runruneó suavemente y empezó a imprimir la fotografía.
—Aquí tienes. —Le dio la impresión del cuadro.
Miró fijamente la similitud, apenas se podía creer tal magia.
—Es tan... increíble.
Él asintió, preguntándose cómo se sentiría él de haber sido transportado al presente desde el pasado.
—Hay mucho que aprender. Por ejemplo...
Ella sonrió tímidamente cuando el estómago le gruñó sonoramente.
—Mejor te llevo a comer algo ¿Por qué no compruebas si tu ropa está seca? —sugirió—. Te espero aquí.
Su ropa interior estaba seca, el bajo de la falda estaba aun algo húmedo, pero se la puso de todas formas. No tenía otra cosa.
—¿Estás lista? —la llamó.
—Sí.
Tenía el ceño fruncido cuando volvió al salón
—¿Qué sucede?
—Mi vestido —dijo, alisándose la falda—, está horriblemente arrugado.
Él gruñó con suavidad, pero no había nada que pudiera hacerse. Mentalmente agregó una plancha a la lista de cosas que había olvidado.
—No te preocupes por ello —dijo él—. Compraremos algo nuevo para ti.
Le extendió la mano, esperando pacientemente hasta que ella se decidiese a confiar en él. Sintió como si hubiese obtenido un logro importante cuando finalmente ella le cogió la mano extendida. Era pequeña y cálida, palpitante de juventud.
Naruto apagó las luces mientras se dirigían a la entrada. Abrió la puerta principal, luego le cogió la mano nuevamente y la guió al garaje ubicado al costado de la casa. Morgana los siguió entre los tobillos de Sakura, luego desapareció sin duda en busca de una presa.
Naruto apretó la mano de Sakura.
—Espera aquí.
Entró al garaje, se colocó al volante del Volvo, encendió el motor y sacó el coche.
Lo estacionó, abrió la puerta y salió, sólo para encontrar que Sakura había retrocedido hasta el porche. Rió suavemente.
—Ven aquí.
Ella sacudió la cabeza.
—¿Qué es eso?
—Es un automóvil. Un coche. Los has visto en la televisión ¿recuerdas?
—No eran tan grandes. Ni hacían ese ruido espantoso.
Caminó hacia el porche, subió los escalones y le cogió la mano nuevamente.
—Ven, no hay nada que temer.
Renuente, lo siguió escaleras abajo.
Él le abrió la puerta, esperando pacientemente mientras ella echaba una mirada al interior, con visible aprensión en cada músculo de su cuerpo.
—Sakura, tendrás que confiar en esto. Te prometo que no te haré daño, y tampoco permitiré que nada te lastime.
Ella lo miró y él percibió lo joven que era, cuán vulnerable e inocente. La había salvado de una muerte horrible, y al hacerlo la había catapultado a un mundo que ni siquiera había imaginado, un mundo para el cual no estaba preparada.
Aparentemente, decidió confiar en su palabra, ya que se sentó en el lugar del acompañante. Cerró la puerta, rodeó el coche, y se sentó tras el volante.
—Esto es un cinturón de seguridad. —Inclinándose sobre ella, lo ajustó.
Dejó el coche en marcha pero en punto muerto para que pudiese acostumbrase al ruido. Condujo el coche marcha atrás y levantó el portón
—¿Te encuentras bien? —le preguntó.
Ella asintió, con los ojos muy abiertos y las manos apretadas sobre el regazo.
Naruto sonrió, desactivó el sistema de seguridad del portón y salió a la calle. Aunque había sucedido hacía unos años, podía recordar su aprensión la primera vez que se había colocado frente al volante, la repentina sensación de poder cuando había encendido el motor. Si bien podía trasladarse a voluntad al lugar que quisiese, manejar un coche rápido era una experiencia que le resultaba mucho más excitante.
Sakura miraba fijamente a través de la ventanilla cómo las casas y los edificios se desdibujaban a causa de la velocidad. De vez en cuando, miraba a Naruto buscando seguridad, escuchando el tranquilizador sonido de su voz mientras le explicaba lo que hacía. Describiéndole las partes del coche: volante, radio, panel de mandos, palanca de cambio, acelerador, freno. Le enseñó cómo encender la radio y una música que jamás había escuchado invadió el interior del coche.
Un poco después, vio un enorme edificio en el cual podría caber su villa completa con todo su contenido.
—Es un centro comercial —le explicó mientras dio vuelta a la esquina e ingresó en el aparcamiento.
Estacionaron unos instantes más tarde. Le mostró cómo desatar el cinturón de seguridad y abrir la puerta, luego la ayudó a salir del coche.
La cogió y la guió a lo largo de una extensión de suelo negro, no se parecía a ningún suelo que hubiese visto antes. Entraron en el edificio a través de una gran puerta de acero y cristal.
Sakura miró a su alrededor. Había luces brillando por todas partes y para su asombro, árboles. También había una fuente. ¡Y ruido! Tanto ruido. Música que parecía salir de las paredes, el sonido de gente hablando y riendo, bebés llorando. El aire colmado de esencias que no podía identificar.
—Este es un lugar para hacer compras —Naruto le explicó—. Aquí puedes comprar casi cualquier cosa que desees o necesites.
Ella asintió, intentando ver todo al mismo tiempo mientras él leía en voz alta los nombres de los negocios: Mrs. Field's Cookies, Robinson's C&A, Lob, Disney Store, Sears, Liverpool, Bath and Beyond, Max, Palacio de Hierro, Shasa, Waldenbooks.
Ella no podía evitar observar a la gente que pasaba rápidamente a su lado. Ellas con bucles rosados, ellos con el cabello en largas crestas. ¡Y la ropa! Escandalosa. En su tiempo, una mujer en ropa interior era como si estuviese desnuda, ¡Pero estas mujeres! Se les veían los brazos y las piernas, ¡por todos los Santos, mostraban hasta el vientre!
Estaba mirando absorta a un joven que llevaba puesta una camisa sin mangas y los pantalones tan bajos en la cadera que no entendía como no se le caían, cuando Naruto la condujo dentro de uno de los negocios.
Nuevamente, se encontró a sí misma examinando, esta vez, los estantes con zapatos y botas de estilos y colores inimaginables. La guió hasta una escalera que se movía. Dio un respingo hacia atrás cuando él intentó hacer que subiese.
—Vamos —dijo él—. No hay nada que temer. Esto es una escalera mecánica. Es segura. Da un paso cuando yo lo haga. —La sostuvo firmemente del brazo—. ¿Lista?
Asintió dubitativa.
—Vamos.
Ella jadeó cuando puso el pie en el escalón, habría caído si no la hubiese asido del brazo. Antes de que pudiera decidir qué debía hacer con este nuevo modo de transporte, habían llegado a otro nivel, tan atiborrado y ruidoso como el anterior.
—¿No fue tan terrible, no es así? —preguntó Naruto.
Momentos más tarde, la llevó con una mujer alta, vestida con un severo traje negro. Después de instruir a la mujer para que ayudara a Sakura a elegir todo lo que necesitase sin importar el costo, buscó una silla y se sentó a esperar.
Sakura se sintió un tanto avergonzada cuando la mujer le estudió deteniéndose en su vestido arrugado, las botas, el cabello despeinado.
Las dos horas siguientes le resultó algo atemorizantes en un principio. La mujer la llevó de un lugar a otro mostrándole todo tipo de vestimenta, preguntándole cuál le gustaba. Sakura se sintió abochornada cuando le preguntó su talla y no supo qué contestar.
Después de un momento, con los brazos cargados de ropa siguió a la mujer hasta una pequeña habitación. Sakura estaba perpleja al ver su propia imagen mirándola fijamente. Tímidamente colocó la mano sobre el vidrio
—Pierda cuidado, se lo aseguro —dijo la mujer— nadie puede verla del otro lado.
—¿Del otro lado? —Sakura retrocedió un paso, peguntándose si el espejo sería una puerta mágica al más allá.
—Del otro lado del espejo. Conozco algunas mujeres que se sienten incómodas desde que apareció esa historia en la Web sobre probadores con espejos a través de los cuales se las podía ver, le puedo asegurar que no debe preocuparse por eso aquí.
Sin querer evidenciar ignorancia, Sakura guardó silencio. ¿Una historia en la red? ¿Qué tendrían que ver las arañas con los espejos?
Mientras Sakura seguía intentando desvelar el misterio, la mujer comenzó a desabotonarle el vestido. Era una experiencia nueva, el que una mujer la ayudara mientras se probaba una prenda íntima. Nueva pero necesaria, pensó mientras la mujer la ayudaba a colocarse algo llamado sostén, y luego le alcanzó algo llamado braguitas. Sakura quedó maravillada no sólo por el color azul tan brillante, sino también por la sedosa textura.
—Son preciosas, ¿no es así? —le preguntó la mujer sonriendo.
—Sí, por cierto pero... ¿esto es todo? —Sakura las sostuvo en alto—. Quiero decir, no cubre demasiado.
Ella se sonrojó cuando la mujer rió asegurando que las pequeñas, realmente pequeñas, también cubrían todo lo que era necesario.
Sakura se probó pantalones, blusas y atuendos de noche, vestidos y faldas, combinaciones largas y cortas, asombrada por la variedad de colores, ricas texturas y bordados de cada prenda. ¡Su ropa parecía deslucida en comparación con estas galas!
Naruto estaba esperándola cuando salió del probador. Permaneció de pie, vistiendo un par de vaqueros y un lindo jersey verde oscuro, esperando su reacción, se sorprendió al descubrir que le importaba lo que él pensara. Nunca antes había usado pantalones. Le iban ajustados y los sentía algo extraños, pero le habían gustado apenas los vio. Aun así, no podía evitar mirar alrededor, peguntándose si la gente la estaría observando, escandalizada por cómo le marcaban las piernas y el trasero a la vista de todos, pero nadie parecía prestarle atención, nadie salvo Naruto. Avergonzada por su mirada penetrante, bajó la vista a los pies. Nunca había usado zapatos tan livianos, se sentía casi como estar descalza.
Cuando levantó la vista nuevamente, Naruto le sonrió.
—Estás increíble —dijo con voz ronca—. Hermosa.
Sus palabras la llenaron de placer.
—Me siento algo extraña.
—¿Conseguiste todo lo que necesitas?
Miró hacia donde estaba la vendedora, cargada con toda la ropa.
—Creo que tengo más de lo que necesito.
—Espera, debo pagar —dijo él riendo.
—¿Con qué le vas a pagar?
—Con dinero, por supuesto.
Sostenía algo que parecía un pequeño trozo de papel duro.
—Es una tarjeta de crédito. Les doy esta tarjeta y ellos me entregan una factura por la cantidad correspondiente.
Ella asintió. Rara vez había visto dinero. Apenas algunos chelines de tanto en tanto, una vez un rial español. En su hogar, no necesitaba dinero. Ella canjeaba sus pociones por comida y otras cosas que necesitaba.
Naruto siguió a la mujer hasta un gran escritorio y le extendió la tarjeta de crédito. Ella le dio un trozo de papel que él firmó, y luego le devolvió la tarjeta.
Sakura miró cómo la mujer doblaba todo y lo colocaba en unas bolsas hechas de un extraño material. Sakura observó a Naruto especulativamente.
—Debes ser muy rico.
—Tengo lo suficiente para mantenerme —dijo juntando las bolsas—. ¿Lista para irnos?
Ella asintió.
—¿Quieres ver o hacer algo más? —Naruto preguntó mientras caminaban por el centro comercial.
—Creo que no.
—¿Tienes hambre?
—Sí.
Naruto miró a su alrededor. Si había algo sobre lo cual era totalmente ignorante era la clase de comida que ofrecían en lugares como McDonald’s y Burger King. Había un lugar que vendía pollo y otro pizza entera o en porciones.
—¿Qué quieres comer? —preguntó él mareado por la mezcla de olores de tanta comida preparada en un lugar tan pequeño.
Ella miró a su alrededor, evidentemente tan confundida como él.
—No sé.
—Bien, vamos —dijo mientras se encaminaba hacia otro lugar que vendía hamburguesas y perritos calientes. Compró uno de cada clase, una ración de patatas fritas, un batido de chocolate y un vaso de agua, luego buscó una mesa vacía.
Sakura examinó la comida que estaba en la bandeja y miró a Naruto.
—¿Esperas que coma todo esto?
—No sabía cuál te gustaría, por eso... —Señaló cada uno de los platos, explicándole lo que eran. —Prueba todos, hasta que encuentres el que te agrade y deja el resto. Si ninguno te gusta, iremos a otro lugar.
Cogió la hamburguesa y le dio un mordisco, lo masticó concienzudamente, lo tragó y mordió otro.
Terminó la hamburguesa, el batido, las patatas fritas y mitad del perrito caliente, luego se reclinó con un suspiro.
—Creo que te gustó todo —musitó Naruto burlonamente.
—Estaba muy rico, especialmente el batido.
Gruñó suavemente. Chocolate. Le gustaba a la mayoría de las mujeres, aunque no tenía la menor idea de por qué.
Recorrieron otros negocios antes de abandonar el centro comercial. Le dejó elegir un peine y un cepillo. También le compró pasta de dientes, un tostador, una plancha, y le explicó para qué se usaba cada cosa. Además, compró artículos de cubertería, suponiendo que ella estaría cansada de usar los de plástico.
Ella se le colgó del brazo mientras bajaban por la escalera mecánica hasta el primer piso.
Sakura estaba más tranquila en el coche camino a casa. Le hizo numerosas preguntas, la mayoría sobre la gente y las costumbres de la época. Al llegar, Morgana los estaba esperado en el porche delantero.
Naruto metió los paquetes y encendió el televisor, pensando que era la mejor manera para que aprendiera sobre la vida del presente siglo.
Tan pronto como Sakura se sentó, Morgana saltó a su regazo maullando vivamente.
Sakura la acarició hasta que la gata se quedó quieta, luego se concentró en las imágenes de la pantalla. Observó todo ávidamente, con los ojos bien abiertos, mientras Naruto cambiaba de un canal a otro y le explicaba lo mejor que podía lo que estaba viendo: aviones y autobuses, trenes y motocicletas, teléfonos y aspiradoras, lavavajillas y secadoras, móviles y mini ordenadores portátiles. Después de recorrer los canales durante un momento, dejó una película reciente suponiendo que la ayudaría a entender como vivía la gente en la actualidad.
Después de un rato, Sakura perdió interés en las imágenes que estaba viendo. En cambio, se descubrió mirando furtivamente a Naruto. Tenía rasgos fuertes, severos y masculinos.
Se preguntó si le gustaría ser un vampiro. Le había dicho que no tenía amigos vampiros. No parecía probable que tuviese amigos mortales. ¿Pasaría todo el tiempo solo?
No sabía mucho de eso, no se podía imaginar cómo sería vivir sin amigos ni familia durante cientos de años. Una existencia tan solitaria. Se preguntaba por qué alguien querría vivir así.
—¿Sakura? —Su voz interrumpió lo que estaba pensando y se dio cuenta de que lo había estado mirando fijamente—. ¿Algo anda mal?
—Todo —contestó ella—. No pertenezco a esta época ni a este lugar. —Acarició la cabeza de la gata—. No creo que llegue a pertenecer nunca.
—Lo harás, seguramente. Quizás te lleve un tiempo acostumbrarte, pero eres joven. Aprenderás.
Una lágrima le rodó por la mejilla y cayó en la cabeza de la gata.
—Ah, Sakura chan. —Se acercó y la cogió en sus brazos. Al principio, ella intentó mantenerse alejada, pero luego, con un suspiro, cayó contra su pecho. Con un suave siseo, Morgana se alejó y se acurrucó frente a la chimenea.
Las lágrimas de Sakura le humedecieron la camisa. Su perfume le llenó los orificios de la nariz, no el olor de su sangre sino la esencia de su piel de su pena. Le acarició el cabello, le deslizó la mano por la espalda, sintió su temblor en respuesta a su caricia. Colocándole un dedo en el mentón, le inclinó la cabeza hacia atrás, las miradas se encontraron.
A pesar de su inocencia respecto de los hombres, su mirada reveló que reconocía la razón de la fogosidad en los de él.
Sacudió la cabeza mientras él se inclinaba sobre ella.
—No.
—¿No?
—Besar —dijo ella con una mueca—. No me gusta.
—¿De veras? —Le cogió la cabeza entre las manos—. Quizás podría lograr que cambies de opinión —murmuró él— atrapándole los labios con los suyos.
Con los ojos abiertos, Sakura le colocó las manos en los hombros, preparada para empujarlo, pero apenas sintió la caricia de su boca, toda idea de alejarlo desapareció. Sus labios eran fríos y, aun así, el calor le inundó todo el cuerpo, provocándole un aleteo en el estómago que jamás había sentido, y la indujo a apretarse contra él.
Cerrando los ojos, le envolvió los brazos alrededor de la cintura, deseando aferrarlo más cerca, más fuerte. Se fundió contra él, deseando que el beso nunca terminara, y una parte de ella intentaba discernir por qué el beso de Rock Lee no la había inundado con ese fuego líquido que le provocaba Naruto. Pero fue un pensamiento fugaz. Al profundizar el beso Naruto, le rozó el labio inferior con la lengua. Ella jadeó ante la emoción por el placer que le embargaba, gimió suavemente, mientras él repetía el gesto.
Estaba casi sin aliento cuando él apartó los labios. Perdida en un mundo de sensaciones, su cabeza aún tambaleante, lo miró fijamente.
—Más —susurró.
—Pensé que no te gustaba besar.
—Nunca fui besada así. —Sintiéndose repentinamente osada, le deslizó la mano por la nuca—. Bésame otra vez.
Estaba feliz de complacerla. Era suave y dulce, estaba ansiosa por explorar los placeres sensuales nuevos para ella. Sin apartar la boca de la de ella, se recostó en el sofá, llevándola con él hasta que quedaron uno al lado del otro. Pudo sentir como brotaba su pasión virginal al apretarse contra él, sentir moldeando su cuerpo al suyo.
Con las manos, le recorrió los hombros, bajó hasta las nalgas, ciñéndola contra él, dejándola sentir la evidencia de su creciente deseo.
Ella gimió suavemente, un sonido ronco mezcla de ansia y agitación. Estaba yendo muy rápido para ella, lo sabía, pero no podía detenerse. La deseaba, aquí y ahora, con los ojos muy abiertos y algo asustada, devorada por sus besos.
—¿Sakura... ?
Podría haberla seducido con su poder preternatural, pero no la quería de esa manera. La deseaba cálida y dispuesta en sus brazos, en su cama.
Parpadeó al mirarlo, los ojos nublados de deseo.
—¿Quieres que me detenga?
Lo pensó por un momento, y luego asintió.
No estaba sorprendido, pero no pudo evitar sentirse contrariado. Aunque ya no era mortal, era todavía un hombre, con sus necesidades. Viviendo sólo, sin estar dispuesto a confiar en nadie por temor a ser traicionado, solía mantener solamente relaciones de una noche. No tenía inconvenientes para conseguirlas. Las mujeres se sentían atraídas hacia él sin saber por qué. Por supuesto, siempre había bares como el Nocturno que reunía a aquellos que se consideraban criaturas de la noche. Las mujeres usaban largos vestidos negros, lápiz labial negro y abundante sombra oscura en los ojos. Algunas de ellas usaban colmillos falsos. Los hombres lucían abrigos de cuero negro y una actitud desafiante. El Nocturno era uno de sus cotos de caza preferido. Uno de los pocos lugares donde podía ser él mismo.
La besó una vez más, luego inhalando profundamente, y se puso de pié.
—Es tarde —dijo—. Debes dormir un poco.
Ella se sentó, sin mirarlo a los ojos.
—Estás enojado conmigo.
—No.
Le ofreció la mano, sintió cómo le subía un calor por el cuerpo cuando apoyó la mano en la de él y le permitió que la ayudara a ponerse de pié.
Sin soltarle, la condujo escaleras arriba hasta el dormitorio, donde no pudo evitar besarla otra vez. Ella no se apartó cuando dejó de besarla, sólo permaneció de pie, viéndose algo confundida. Con un quedo gruñido, le dio un suave empellón haciéndola entrar a la alcoba, luego cerró la puerta tras ella.
Era pasada medianoche. Hora de cenar.
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kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Seguramente a Sakura le va costar adaptarse a un época tan distinta y con tantos cambios en relación a la suya, pero va muy bien. Y descubrió que lo besos si le gustan o mejor dicho los besos de Naruto, por supuesto no se puede comparar un beso robado de un neófito a los besos de un ser que seguramente a lo largo de cientos de años se ha perfeccionado en las artes amatorias.
Y Naruto cada vez esta mas ligado emocionalmente a Sakura, ella le brinda la calidez que quizá no siente en siglos donde ha estado acompañado de soledad y desconfianza.
Y Naruto cada vez esta mas ligado emocionalmente a Sakura, ella le brinda la calidez que quizá no siente en siglos donde ha estado acompañado de soledad y desconfianza.
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
lo se es un poco corto para los próximos capitulo la historia se pondrá bastante densa
Capitulo 13
Naruto deambuló por las calles oscuras, escuchando los sordos sonidos de la noche: el zumbido de las alas de la mariposa nocturna, el susurro de la oronda araña gris trepando la pared de ladrillo resquebrajada, el distante ladrido de un perro.
Se podría haber transportado al lugar de destino. Podría haber cogido el Volvo, pero disfrutaba de caminar sólo, tarde en la noche, mientras el resto de la ciudad dormía.
En su paseo, vio un viejo borracho salir del callejón, más adelante una joven pareja en un coche aparcado, abrazados, la ventanilla empañada.
Un coche de policía avanzaba lentamente, a la par suya. El policía sentado en el asiento del acompañante le echó una mirada, luego giró la cabeza hacia su compañero para decirle algo, el coche aceleró la velocidad, desapareciendo a la vuelta de la esquina.
Naruto gruñó suavemente. Solía ser detenido e interrogado por la policía. Tendían a sospechar de alguien caminando en la calle a esas horas de la noche. Estos dos oficiales lo conocían, ya lo habían detenido un año atrás, interrogado, y chequeado su identificación. Cuando le preguntaron sobre la hora tan peculiar de su caminata, Naruto adujo que sufría de insomnio. Le advirtieron que fuera precavido y lo dejaron ir. Seguía siendo detenido ocasionalmente, cuando había un policía nuevo patrullando.
Continuó su marcha, con los sentidos atentos a todo lo que le rodeaba, sus pensamientos se dirigían hacia Sakura como manipulados por hilos invisibles. ¿Qué haría con ella ahora que la tenía aquí? Era totalmente dependiente de él, para su asombro, la idea le resultaba agradable. Pero ella tenía una mente despierta; no le llevaría mucho tiempo acostumbrase a las cosas del siglo veintiuno, y aunque no había mucha demanda de brujas en estos días, estaba seguro de que podría encontrar la forma de ganarse la vida, si eso era lo que quería, aunque no tenía necesidad de trabajar. Podía mantenerla si decidiese quedarse con él. Y si ella quería irse... ¿entonces qué?
No la retendría en su casa en contra de su voluntad, aunque la idea lo tentara más de lo que debería. La podría convertir en su criatura, mantenerla a su lado, hechizarla para saciar sus ansias, beber su dulzura toda vez que lo desease... ¡Oh, sí! la idea era ciertamente tentadora. En el pasado, cuando las mujeres eran poco más que un objeto para él, habría hecho justamente eso, no solamente para satisfacer sus deseos, sino incluso para salvar a una joven mujer cuyo marido había abusado de ella, tanto verbal como físicamente, hasta resultar poco más que una temerosa cáscara de mujer. Naruto se había hecho cargo del hombre, y luego había puesto a la joven bajo su protección. Le había buscado un lugar seguro para vivir, la había alimentado, vestido y cuidado hasta que falleció.
—Tenten —compartió su nombre con la noche. No había pensado en ella por más de un siglo.
Encontró a su presa saliendo de un club nocturno ubicado en una exclusiva zona de la ciudad. Era de cabello rubio y cuerpo escultural, con profundos ojos verdes y piel acaramelada. Vestía ropas costosas: un ceñido jersey negro escote en «V», un par de ajustados pantalones blancos, y una chaqueta de cuero del mismo color.
Le dirigió una mirada complice.
—Lo siento, dulzura —ronroneó—, pero es tarde y estoy camino a casa.
—Te acompaño —dijo ajustando el paso al de ella.
—No voy a pie.
Extrajo un llavero del pequeño bolso negro y abrió la puerta de un lujoso coche último modelo.
Naruto miró a su alrededor. Podía tomarla, aquí y ahora, en el coche, pero siempre existía la posibilidad de ser visto. Sería mejor llevarla a casa, donde no habría riesgos de ser descubierto.
—Seré tu chofer por esta noche.
—No será necesario, Yo... —Lo miró a los ojos, arrastró las palabras como si le dominase la mente. Sonrió hipnotizada. —Sí, por supuesto.
—Con mucho gusto.
Le cogió las llaves de la mano, la escoltó hasta la puerta del acompañante, la abrió y le sostuvo la mano mientras subía. Regresó al lugar del conductor, se acomodó detrás del volante y colocó las llaves de encendido. El coche arrancó con un tenue gruñido.
—¿Dónde vives? —preguntó saliendo del estacionamiento.
Le dio la dirección, se recostó en el asiento con las manos en el regazo y los ojos perdidos mientras él le leía la mente.
En el camino, descubrió que era una conocida modelo, divorciada hacía poco de un famoso actor; y que era el único soporte de sus hermanos y de su abuela inválida.
Una buena chica, musitó Naruto mientras aparcaba el coche.
Vivía en el último piso de un alto edificio. El ascensor los llevó rápidamente hasta su apartamento. Las paredes eran de un blanco sobrio y los muebles de cuero negro. Algunos objetos de un rojo subido eran los únicos detalles de color: un florero de color rojo sangre sobre la repisa de la chimenea, un par de cojines rojos, un pájaro de cristal rojo tallado.
La mujer, su nombre era Temari, encendió las luces, se quitó la chaqueta de los hombros y se sentó en el sofá, esperando.
Naruto se sentó junto a ella, deslizándole el brazo alrededor de los hombros. La confusión brilló en los ojos de la mujer.
—No me harás daño, ¿no es así?
Echó una ojeada al pulso latiendo en el hueco de su garganta. Aspiró profundamente el olor a vida vibrante.
—No, Temari, en absoluto. —Le acarició la mejilla—. Cierra los ojos querida. No sentirás nada.
El sonido de su voz la calmó. Cerró los ojos. Recostó la cabeza en su brazo, exponiendo la esbelta curva del cuello.
Deslizó la punta de los dedos sobre su piel, luego se inclinó, lamiéndole la piel sensible debajo de la oreja.
Ella suspiró al sentir los dientes clavarse en su piel. Gimió de placer mientras él tomaba lo que necesitaba, hizo un suave sonido de protesta cuando él levantó la cabeza.
—No te detengas. —Le colocó la mano detrás de la cabeza, acercándola hacia ella nuevamente—. No te detengas.
Cerró los ojos, luchando contra la urgencia de tomar lo que ella le ofrecía, de beberle la vida, totalmente. Pasado, presente y futuro. Beber y beber hasta estar satisfecho, saciado.
Pero ella era el único soporte de su familia. Privarla de la vida significaría condenar a sus hermanos y a la abuela a una vida de pobreza. Conocía demasiado bien lo que era eso.
—Esta noche no, querida —musitó—. Ahora dormirás. Te olvidarás de mí. Olvidarás todo lo que ha sucedido.
Elevó los ojos llenos de tristeza.
—No quiero olvidarte.
—Lo sé.
Atrapó su mirada, con el poder de su mente seleccionó los recuerdos que la mujer tenía de la última media hora.
—Pero olvidarás —dijo quedamente.
Una lágrima le rodó por la mejilla y luego su expresión se puso en blanco. Un momento después, estaba dormida.
Naruto se puso de pie y abandonó el edificio. Cuando la mujer despertara, no habría ni rastro de él en su memoria, ni de cualquier otra cosa que hubiese sucedido después de que dejara el club nocturno.
Silbando suavemente, regresó a casa.
Se detuvo en los peldaños de la entrada, elevó el rostro para mirar las estrellas que se arremolinaban sobre su cabeza. La eternidad yacía allí, más allá de la Vía Láctea. ¿Cuántas veces había permanecido de pie así, contemplando el más allá, preguntándose qué le aguardaba si la muerte lo encontrase? Durante el curso de su existencia, había matado incontables veces, algunas en defensa propia, otras porque la tentación de beber hasta saciarse era mayor de lo que podía soportar. ¿Debería responder por las vidas que había quitado porque había sido demasiado débil para resistir? ¿Ardería en los fuegos del infierno inmisericordioso durante toda la eternidad, o aun alguien como él podría ser redimido? No había solicitado el Oscuro Don. ¿Debería ser castigado por lo que había hecho para sobrevivir?
Lanzó un suspiro. Lamentaba las vidas que había quitado. No hacía mucho, había considerado terminar con su existencia, pero luego había encontrado a Sakura. Ella le había otorgado significado y brillo a su vida, le había dado algo que desear cuando la luna ahuyentaba al sol del cielo.
Un cambio de viento le trajo su aroma. Giró hacia su ventana. Una brisa errante le acercaba la fragancia de su cabello, de su piel, de su ser.
Un pensamiento lo arrastró a lado de su cama. Dormía de espaldas, ocultándole el rostro. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, cubriéndole el rostro de luces y sombras. Era la criatura más hermosa que había visto en siglos. Y estaba aquí, en su casa, en su cama. Para que la tomase...
Aunque acababa de alimentarse, la bestia se removió en lo profundo de su ser. Reclinándose, separó con suavidad un rizo de cabello de su cuello. Pudo ver el pulso latiendo allí, lento y constante. Lo acarició con la yema del dedo, sintió cómo su corazón latía al compás del de ella.
Se le hizo agua la boca.
Le crecieron los colmillos con el discurrir de sus pensamientos.
Sólo un poco. ¿Qué daño le haría?
Deslizó la lengua por la sedosa tibieza de su piel, cerró los ojos con placer sensual, y luego, maldiciéndose por lo bajo, perforó la carne tierna. Fue el más suave de los mordiscos, apenas un rasguño produciendo sólo unas gotas de sangre. Pero fue suficiente. Suficiente para descubrir que nunca la dejaría ir.
Cerró la herida con una caricia de la lengua y luego, murmurando una maldición soez, se dio la vuelta y huyó de la habitación antes de rendirse al demonio que moraba en su interior.
Capitulo 13
Naruto deambuló por las calles oscuras, escuchando los sordos sonidos de la noche: el zumbido de las alas de la mariposa nocturna, el susurro de la oronda araña gris trepando la pared de ladrillo resquebrajada, el distante ladrido de un perro.
Se podría haber transportado al lugar de destino. Podría haber cogido el Volvo, pero disfrutaba de caminar sólo, tarde en la noche, mientras el resto de la ciudad dormía.
En su paseo, vio un viejo borracho salir del callejón, más adelante una joven pareja en un coche aparcado, abrazados, la ventanilla empañada.
Un coche de policía avanzaba lentamente, a la par suya. El policía sentado en el asiento del acompañante le echó una mirada, luego giró la cabeza hacia su compañero para decirle algo, el coche aceleró la velocidad, desapareciendo a la vuelta de la esquina.
Naruto gruñó suavemente. Solía ser detenido e interrogado por la policía. Tendían a sospechar de alguien caminando en la calle a esas horas de la noche. Estos dos oficiales lo conocían, ya lo habían detenido un año atrás, interrogado, y chequeado su identificación. Cuando le preguntaron sobre la hora tan peculiar de su caminata, Naruto adujo que sufría de insomnio. Le advirtieron que fuera precavido y lo dejaron ir. Seguía siendo detenido ocasionalmente, cuando había un policía nuevo patrullando.
Continuó su marcha, con los sentidos atentos a todo lo que le rodeaba, sus pensamientos se dirigían hacia Sakura como manipulados por hilos invisibles. ¿Qué haría con ella ahora que la tenía aquí? Era totalmente dependiente de él, para su asombro, la idea le resultaba agradable. Pero ella tenía una mente despierta; no le llevaría mucho tiempo acostumbrase a las cosas del siglo veintiuno, y aunque no había mucha demanda de brujas en estos días, estaba seguro de que podría encontrar la forma de ganarse la vida, si eso era lo que quería, aunque no tenía necesidad de trabajar. Podía mantenerla si decidiese quedarse con él. Y si ella quería irse... ¿entonces qué?
No la retendría en su casa en contra de su voluntad, aunque la idea lo tentara más de lo que debería. La podría convertir en su criatura, mantenerla a su lado, hechizarla para saciar sus ansias, beber su dulzura toda vez que lo desease... ¡Oh, sí! la idea era ciertamente tentadora. En el pasado, cuando las mujeres eran poco más que un objeto para él, habría hecho justamente eso, no solamente para satisfacer sus deseos, sino incluso para salvar a una joven mujer cuyo marido había abusado de ella, tanto verbal como físicamente, hasta resultar poco más que una temerosa cáscara de mujer. Naruto se había hecho cargo del hombre, y luego había puesto a la joven bajo su protección. Le había buscado un lugar seguro para vivir, la había alimentado, vestido y cuidado hasta que falleció.
—Tenten —compartió su nombre con la noche. No había pensado en ella por más de un siglo.
Encontró a su presa saliendo de un club nocturno ubicado en una exclusiva zona de la ciudad. Era de cabello rubio y cuerpo escultural, con profundos ojos verdes y piel acaramelada. Vestía ropas costosas: un ceñido jersey negro escote en «V», un par de ajustados pantalones blancos, y una chaqueta de cuero del mismo color.
Le dirigió una mirada complice.
—Lo siento, dulzura —ronroneó—, pero es tarde y estoy camino a casa.
—Te acompaño —dijo ajustando el paso al de ella.
—No voy a pie.
Extrajo un llavero del pequeño bolso negro y abrió la puerta de un lujoso coche último modelo.
Naruto miró a su alrededor. Podía tomarla, aquí y ahora, en el coche, pero siempre existía la posibilidad de ser visto. Sería mejor llevarla a casa, donde no habría riesgos de ser descubierto.
—Seré tu chofer por esta noche.
—No será necesario, Yo... —Lo miró a los ojos, arrastró las palabras como si le dominase la mente. Sonrió hipnotizada. —Sí, por supuesto.
—Con mucho gusto.
Le cogió las llaves de la mano, la escoltó hasta la puerta del acompañante, la abrió y le sostuvo la mano mientras subía. Regresó al lugar del conductor, se acomodó detrás del volante y colocó las llaves de encendido. El coche arrancó con un tenue gruñido.
—¿Dónde vives? —preguntó saliendo del estacionamiento.
Le dio la dirección, se recostó en el asiento con las manos en el regazo y los ojos perdidos mientras él le leía la mente.
En el camino, descubrió que era una conocida modelo, divorciada hacía poco de un famoso actor; y que era el único soporte de sus hermanos y de su abuela inválida.
Una buena chica, musitó Naruto mientras aparcaba el coche.
Vivía en el último piso de un alto edificio. El ascensor los llevó rápidamente hasta su apartamento. Las paredes eran de un blanco sobrio y los muebles de cuero negro. Algunos objetos de un rojo subido eran los únicos detalles de color: un florero de color rojo sangre sobre la repisa de la chimenea, un par de cojines rojos, un pájaro de cristal rojo tallado.
La mujer, su nombre era Temari, encendió las luces, se quitó la chaqueta de los hombros y se sentó en el sofá, esperando.
Naruto se sentó junto a ella, deslizándole el brazo alrededor de los hombros. La confusión brilló en los ojos de la mujer.
—No me harás daño, ¿no es así?
Echó una ojeada al pulso latiendo en el hueco de su garganta. Aspiró profundamente el olor a vida vibrante.
—No, Temari, en absoluto. —Le acarició la mejilla—. Cierra los ojos querida. No sentirás nada.
El sonido de su voz la calmó. Cerró los ojos. Recostó la cabeza en su brazo, exponiendo la esbelta curva del cuello.
Deslizó la punta de los dedos sobre su piel, luego se inclinó, lamiéndole la piel sensible debajo de la oreja.
Ella suspiró al sentir los dientes clavarse en su piel. Gimió de placer mientras él tomaba lo que necesitaba, hizo un suave sonido de protesta cuando él levantó la cabeza.
—No te detengas. —Le colocó la mano detrás de la cabeza, acercándola hacia ella nuevamente—. No te detengas.
Cerró los ojos, luchando contra la urgencia de tomar lo que ella le ofrecía, de beberle la vida, totalmente. Pasado, presente y futuro. Beber y beber hasta estar satisfecho, saciado.
Pero ella era el único soporte de su familia. Privarla de la vida significaría condenar a sus hermanos y a la abuela a una vida de pobreza. Conocía demasiado bien lo que era eso.
—Esta noche no, querida —musitó—. Ahora dormirás. Te olvidarás de mí. Olvidarás todo lo que ha sucedido.
Elevó los ojos llenos de tristeza.
—No quiero olvidarte.
—Lo sé.
Atrapó su mirada, con el poder de su mente seleccionó los recuerdos que la mujer tenía de la última media hora.
—Pero olvidarás —dijo quedamente.
Una lágrima le rodó por la mejilla y luego su expresión se puso en blanco. Un momento después, estaba dormida.
Naruto se puso de pie y abandonó el edificio. Cuando la mujer despertara, no habría ni rastro de él en su memoria, ni de cualquier otra cosa que hubiese sucedido después de que dejara el club nocturno.
Silbando suavemente, regresó a casa.
Se detuvo en los peldaños de la entrada, elevó el rostro para mirar las estrellas que se arremolinaban sobre su cabeza. La eternidad yacía allí, más allá de la Vía Láctea. ¿Cuántas veces había permanecido de pie así, contemplando el más allá, preguntándose qué le aguardaba si la muerte lo encontrase? Durante el curso de su existencia, había matado incontables veces, algunas en defensa propia, otras porque la tentación de beber hasta saciarse era mayor de lo que podía soportar. ¿Debería responder por las vidas que había quitado porque había sido demasiado débil para resistir? ¿Ardería en los fuegos del infierno inmisericordioso durante toda la eternidad, o aun alguien como él podría ser redimido? No había solicitado el Oscuro Don. ¿Debería ser castigado por lo que había hecho para sobrevivir?
Lanzó un suspiro. Lamentaba las vidas que había quitado. No hacía mucho, había considerado terminar con su existencia, pero luego había encontrado a Sakura. Ella le había otorgado significado y brillo a su vida, le había dado algo que desear cuando la luna ahuyentaba al sol del cielo.
Un cambio de viento le trajo su aroma. Giró hacia su ventana. Una brisa errante le acercaba la fragancia de su cabello, de su piel, de su ser.
Un pensamiento lo arrastró a lado de su cama. Dormía de espaldas, ocultándole el rostro. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, cubriéndole el rostro de luces y sombras. Era la criatura más hermosa que había visto en siglos. Y estaba aquí, en su casa, en su cama. Para que la tomase...
Aunque acababa de alimentarse, la bestia se removió en lo profundo de su ser. Reclinándose, separó con suavidad un rizo de cabello de su cuello. Pudo ver el pulso latiendo allí, lento y constante. Lo acarició con la yema del dedo, sintió cómo su corazón latía al compás del de ella.
Se le hizo agua la boca.
Le crecieron los colmillos con el discurrir de sus pensamientos.
Sólo un poco. ¿Qué daño le haría?
Deslizó la lengua por la sedosa tibieza de su piel, cerró los ojos con placer sensual, y luego, maldiciéndose por lo bajo, perforó la carne tierna. Fue el más suave de los mordiscos, apenas un rasguño produciendo sólo unas gotas de sangre. Pero fue suficiente. Suficiente para descubrir que nunca la dejaría ir.
Cerró la herida con una caricia de la lengua y luego, murmurando una maldición soez, se dio la vuelta y huyó de la habitación antes de rendirse al demonio que moraba en su interior.
kumiko- Aprendiz
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
Que excitante vida lleva Naruto, salir a la luz de la luna, hechizar a una mujer cuya bella es fascinante y probar su carne y su sangre...
Pero ahora Sakura se convirtió en la mas sublime de las adicciones, ya probo su sangre y la quiere solo para él, quizá para toda la eternidad!
Pero ahora Sakura se convirtió en la mas sublime de las adicciones, ya probo su sangre y la quiere solo para él, quizá para toda la eternidad!
Leon- Sennin
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Re: Bajo La Luna(+17)- capitulo29/30/10/14
¿Que hará ahora naruto que probo la fruta prohibida?, por que sakura despierta muchas cosa en el, cosa que quizás creía superadas o perdidas.
esperemos que sakura, no descubra el pequeño pecado de naruto.
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