Mi dulce cerezo

Solo el recuerdo de sus ojos me produce una gran ternura, hace que mi corazón lata nervioso, quizá sea por el tremendo amor que mi corazón le proceso. Aquel día que te encontré bajo aquel hermoso cerezo supe que eras diferente, que eras especial. Te consolé bajo el relucir de las estrellas, lloraste en mi pecho hasta que no hubo más lágrima reprimida en esos bellos jades. Después de aquello no volví a verte en mucho tiempo, no obstante siempre estuviste en mi pensamiento... hasta que la conocí a ella. Nubló mi razón y obligó a mi corazón a ocultar tu recuerdo en lo más profundo de mi ser.

Pasaron varios meses hasta que el destino quiso reencontrarnos pues era momento de recordar todo lo vivido, de revivir tu sonrisa. En el mismo lugar en el que nos conocimos te encontré ¿o tal vez tu andabas buscándome? No quise darle importancia pues el tiempo era reducido y muchas eran las cosas que tenía que contarte. Nos pasamos horas charlando, se me hizo muy corto pues todo terminó en el momento que te conté sobre mi prometida. Tu rostro al momento se tornó triste, en un segundo pasaste de la extrema felicidad y aquella hermosa sonrisa que iluminaba mi corazón cambió a ser triste incluso noté la melancolía en ella ¿pero porque? Me habías dicho que estabas enamorada y que querías contarle de tu amor, en aquel momento no entendí porque sentí celos, malditos y mal infundados celos y no me di cuenta de que tus palabras, venidas todas ellas de tu corazón me definían a mí.
Te marchaste de allí deseándome lo mejor y me dio la impresión de que llorabas ¿porque demonios estuve tan ciego? Ahora lamento aquello, te perdí y no supe luchar por tí.

El día de la boda espere que vinieras, necesitaba ver tu sonrisa aunque fuera una última vez más no fue así, no apareciste, el alma se me partió en dos pues no volvería a verte... ¿o tal vez sí?
El momento de decir “Acepto” nunca llegó, salí de la iglesia al momento justo para no cometer el momento de mi vida. Puede que me odies... Ino... pero no podía hacerlo, mi corazón no te pertenecía, nunca lo hizo. Ahora me encuentro buscándote, aunque mi búsqueda se basa en esperarte en aquel banco, el que unió nuestros destinos.

Es 25 de Junio, hace un calor insoportable y yo estoy aquí esperando que un milagro ocurra, seguramente no quieras volver a pasar por aquí pues te hice daño, tu corazón se hizo pedazos aquel día ¿no es así... Sakura? Sin darme cuenta estaba pensando en voz alta puesto que sentí unas cálidas manos tapar mis ojos, no se si me asusté o si mi corazón se aceleró, la verdad es que en aquel segundo perdí completamente el norte y no entendí lo que pasaba, hasta que escuche una dulce voz susurrarme al oído “Por mucho que dañes mi corazón o rechaces mis sentimientos siempre te voy a amar, mi querido ángel guardián”
Con extrema delicadeza de no dañar sus níveas manos pero con gran impaciencia por verla las aparte de mis ojos. Ahí estabas, con aquella dulce sonrisa que conquisto mi corazón y enterneció mi alma.

Te abracé con urgencia pues necesitaba sentir tu calor después de tanto tiempo, deseaba gritarte todo lo que mi corazón guardaba con extremo recelo pero me lo guarde para lo que más adelante vendría. Tus ojos se llenaron de lágrimas, eran de felicidad pues tus ojos brillaban como dos luceros. Había muchos sentimientos y palabras que querían salir de nuestros labios mas preferimos expresar ese enorme amor que nos procesábamos fundiéndonos en tierno y dulce beso.
Han pasado 3 años desde aquello y aún sigo viniendo a este parque que nos unió y fue testigo de nuestro amor, salvo que ahora es el lugar de recreo de mis angelitos.

Todo se lo debo al destino, ¿o tal vez a mi locura? En cualquier caso, nunca olvidaré aquel cerezo, arigato, Sakura, por aparecer en mi vida, gracias... “mi dulce cerezo”.