La esposa de un mafioso (Capitulo 27) (30/06/14)(+18)

El aliento se esfumó de mi garganta, como algo inimaginable. No sabía qué pensar, como reaccionar o siquiera, que decir. Simplemente no habían palabras, para las miles de sensaciones, entre ellas una muy identificable, solo puedo decir: Frustración.  Fue un largo segundo, en que mi corazón se detuvo ante la desesperación… ¿Por qué? ¿Solo a nosotros?, desde hace ya más de una semana que no había podido verla, sentirla, tomar su fría mano contra la mía, para regresar, con la peor noticia. Se la han llevado.

Escuché a todos gritar, movimientos agiles, tan rápidos y lentos… En realidad todo pasó rápido, pero lo veía en cámara lenta, Shikamaru corría a mi izquierda, sus mejillas de inflaron al gritar solo una palabra “Corre”, dijo. Entonces, en menos de un segundo, Kiba estaba frente a mí, el cual me empujó a la contraria tan fuerte a como seguramente pudo. Mi clavícula ardió ante el golpe, pero eso no fue todo. Los peor, es que el auto donde se suponía que debía estar Sakura, explotó al instante.

El impulso fue tanto, que mi cuerpo salía disparado junto con Kiba hacía otra ambulancia a nuestras espaldas. Golpeé contra el metal del auto tan dura, después, caí al suelo con Kiba sobre mí. Pestañé, y descubrí que un trozo de metal se había clavado en mi pecho, más bien, entre unas costillas. Lo siguiente, fue ver medio borroso a mis padres correr hacia mí, y a lo lejos, entre tantos gritos y alborotos, vi a Madara, en un auto negro deportivo. Después, caí desmayado completamente cansado.





La cabeza me dolía, sin mencionar las vueltas que daba la habitación a mí alrededor. A lo lejos, escuchaba el pitido de la maquina que seguramente estaba conectada a mi cuerpo, la muñeca me ardía con la aguja en su interior. Una alarma comenzó a resonar por toda la habitación, poco a poco mis ojos se adaptaron al brillo grisáceo del lugar. Segundos seguidos, llegó mi madre, para abrazarme con tanta fuerza.

Su abrazo dolió, ligero en un punto pequeño y fijo de mi cuerpo: Mi costilla. Solté un quejido y ella, aun con mis dolorosos quejidos, no se separó hasta que mi padre llegó y la alejó susurrando un “Lo lastimas”.  Acto seguido, Sasuke entró junto con Karin e Ino. Todos con un rostro cansado, irritado, triste y molesto ¿Y quién no?, nadie dijo que sería fácil, ser un mafioso.

--Vi a…
--Madara—Me interrumpió Sasuke, recargando su peso en la pared--. Mando una nota hace tres días…

Abrí los ojos a la par… ¿Había escuchado bien? ¿Tres días?

--Si—Afirmó como leyendo mis pensamientos--. Estuviste dormido por cuatro días desde la explosión. Tuviste suerte, el pedazo de metal de la ambulancia que exploto frente a ti no atravesó ningún órgano vital, curó fácil pero tu cuerpo necesitaba un descanso amigo.
--¿Descanso?—Mi voz sonó más débil de lo que quería--. ¡Mi esposa esta…!  ¡Ni siquiera sé donde mierda está!  ¡Puede morir! ¡Pueden pasar muchas malditas cosas! y tú me pides… ¿Qué descanse?

Negué con la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente. Con mis manos jalé la sábana blanca que curia mi cuerpo a punto de levantarme. Con el único propósito de marcharme a como sea.

--Naruto… --Susurró Ino, vendada del cuerpo, Shikamaru la sostenía de un hombro--. ¿Crees que es fácil para todos? ¿Qué no te entendemos? ¡Sakura es mi mejor amiga!, pero las cosa son…
--¡Todos debieron cuidarla!—Grité, finalmente. Exploté--. ¡Todos debieron cuidarla!, fue… Fue lo único que les pedí. Ella lo es todo… ella… Ella quería un bebé.

Silencio, un silencio se apoderó de toda la habitación. No mire a nadie a los ojos y sé que nadie me miró por la ira que estos transmitían, pero no estaba enojado con todos, estaba enojado solo conmigo, después de todo, es mi esposa, era mi problema, son mis enemigos. Yo debí simplemente, ser más fuerte… Y no tan débil.

Me levanté, aunque mi costilla ardía tanto que me torcía el torso, mis pies temblaban y seguramente me costaría pararme bien si no reposaba. Pero rendirme o quedare allí no sería de mucha ayuda.

--¡Uzumaki Naruto!—Di un pequeño brinco al escuchar la voz de mi madre, tan fuerte y molesta--.  ¡Vuelve a la cama en este momento!
--Pero… ¡Mamá ya no soy un niño al que…!
--¡A la cama, ahora! serás un maldito mafioso al que todo el mundo teme—Ella se acercó a mí y me empujó hacía la cama con tanta fuerza, que me asombré--.Pero como ahora estás hasta un niño te puede vencer… ¿Te sientes culpable? ¡Todos nos sentimos así!, pero ya sucedió. Hijo, querido, es hora de olvidar eso, y pensar la manera de rescatarla.
--¿Pero y si la mato…?
--Madara no la mataría—Susurró Sasuke--. La habría matado frente a ti si esa fuera su intención, creo saber… Seguro quiere que vayas por ella.

Madara… ¿Qué sabía de Madara?, un tipo conocido bajo el agua, cualquier “honesto” desconocería ese nombre, sin embargo, la sociedad es más negra que blanca, a tal grado, que el nombre es más famoso al de una diva en pleno éxito. Pero, el tratar con Madara era otra cosa, hablarle y comunicarte con él se clasifica aun más imposible que con el mismo Rey de Inglaterra. Guardias, protección, supongo que mucho mayor… ¿Contactos?, seguramente muchos entre la policía, los asociados políticos. Simplemente Imposible ir solo a su casa y pedirle de la manera más atenta que me devuelva a mi esposa. Solo me quedaba idealizar un plan, atacar con fuerza e ir por ella. Y para eso necesitaba recuperarme.

--¿¡Qué se supone que pasó!?—Dijo Tsunade…

Ella entró en la habitación a gritos, sus labios temblaban de rabia, sus ojos irradiaba rabia. Toda ella era rabia en forma de mujer. Detrás de ella, estaba Jiraiya, lleno de cajas y bolsos tratando de no caer, tropezar o simplemente morir aplastado. Tsunade portaba un traje muy normal, una larga gabardina delgada color gris y pantalones pegados negro, discreta, con un sombrero francés y el cabello suelo bien acomodado.

--¡¿Dónde está mi pequeña, Sakura?!—Agregó mirando alrededor--. ¿¡Donde?!
--M-Mi amor… Y-Ya te lo dije, desapareció en el auto…
--¿COMO QUE DESAPARECIO? ¿QUE NO LA CUIDABAN?
--Bueno… --Jiraiya suspiró e irguió el cuerpo, mirando fijamente a su esposa--. Mi amor, no está…Madara, seguramente la tiene.
--¿Y qué esperan para ir por ella? ¿Qué Madara les dé una maldita invitación o que mierda?

Encogí mis hombros… Era verdad, ¿Qué esperaba? ¿Una invitación a su casa para platicar un rato con una tacita de café?, tonterías… Debía levantarme.

--De echo… --Susurró Ino bajando la mirada--. Madara mandó una invitación exclusiva con Naruto…Quiere platicar contigo en su pent-house, en París en tres días, este sábado.  

La respiración se me acortó un poco… ¿Irónico? ¿O estúpido?

--Iré contigo—Dijo rápidamente Tsunade.
--¡Pero mi amor!
--¡Dije que iré!—Gruñó mirándome, con una sonrisa--. Ella es como una hija… No la dejaré—Ella se giró y miró a Jiraiya depositando un ligero beso en sus labios--. Iremos, así que vete preparando.

Con la misma velocidad, en la que Tsunade entró, salió de la habitación y tras ella, Jiraiya, soltando algunos suspiros resignatarios y suaves.

Tal vez, ir con Jiraiya no sea tan malo… Ni con Tsunade, uno fue mi maestro y otro, bueno, el de Sakura y ella es muy buena para las armas.

--¿Y Obito?—Pregunté al instante.
--Descansando, desde la explosión no hemos hablado con él, al parecer su esposa ya dará a luz, y no queremos molestarlo… Ya sabes, hizo un muy buen trabajo con Nagato.
--¿Ya dará luz?—Pregunté casi en un susurro para mí mismo.

Un bebé… Las palabras, en mi boca y en mis recuerdos, sonaban como algo muy lejano. Aun la recuerdo a ella susurrándome con su sonrisa “quiero un bebé”, en aquel momento sus palabras eran lo que menos prestaba atención, realmente no era lo primordial, solo quería salvarla, no ver tanta sangre. Pero ahora, ahora deseaba que nada hubiera pasado y en un momento más oportuno y mejor, que ella me susurrara esas palabras. Por qué pensándolo bien, yo también quería uno.

Los días siguientes fueron predecibles. Comer, dormir más de ocho horas y salir el resto de mi tiempo a caminar, correr y estirar el cuerpo recuperando mi fuerza. La herida en mi costilla estaba cocida, los puntos se veían firmes, pero en cualquier momento podría abrirse, aun así, los ejercicios de recuperación eran los primordiales. Mis padres estuvieron presentes, Sasuke y Karin también, bueno, casi… Realmente se escondían por algún motivo en el que no pensaré, en el armario del hospital durante un largo tiempo.

Saltando eso, finalmente llega el sábado.

--Si quieres te acompaño—Dijo Sasuke, mirándome en el marco de la habitación--. Eres un idiota, me necesitas.
--¿Dos idiotas juntos?—Bufé con una sonrisa y falsa modestia--. Bien, suena a algo potente contra Madara.

Me puse un traje gris, rayado con finas líneas elegantes color blanco, mi cabello húmedo ante la ducha matutina contrastaba y se enredaba alocadamente. Me sentía más ligero, por alguna razón volver a verme como lo que era me recordaba los tiempos en que me sentía seguro de mi fuerza y mi potencia. Rápidamente tomé mi portafolio que en el avión pasaría por artículos de trabajos, cuando realmente está lleno de armas y balas. Sasuke se vistió de lo más sencillo y juntos emprendimos el camino hacia el aeropuerto.

El frio viento en parís arribaba, mi bufanda gris colgaba y se arrastraba por el viento suave. Tsunade y Jiraiya tomaron otro vuelo con un retraso de dos horas, mientras Sasuke figuró no conocerme y mirar como cualquier turista, con un traje llamativo y una cámara tomando fotos. Pronto, una camioneta negra, grande y reforzada, se estacionó por detrás de mí: Dos hombres discretos, bajaron y se recargaron al verde de una rejilla en la cera, entonces, en un movimiento velos, me tomaron del cuerpo y cubrieron mi cabeza, evitando mi vista, tras susurrar “Pronto veras a Madara”





No sé cuánto tiempo pasó, una hora o tal vez menos, solo sentía mi cuerpo ser movido de un lado a otro por varios transportes. Finalmente, retiraron aquel saco sobre mi cabeza permitiéndome ver la gran mansión de Madara.

Grande, con pastizales y rosas llenas de espinas en cada pasillo, una fuente de piedra al fondo de una mujer llorando sobre el suelo, una gran entrada de madera, y una casa grande, de cristal con cada ventanal grande. Toda una mansión. Rápidamente, esposaron mis manos a mi espalda y me adentraron con fuerza hasta llegar a una gran habitación, con una gran alcoba frente a las puertas de cristal iluminando perfectamente el espacio. Los sillones negros y las paredes blancas, una barra pequeña de licor al fondo color carmesí oscuro, y brillante. Me senté en el sillón.

--Es un gusto verte --Dijo firmemente una voz a mi espalda.

No volteé, me dediqué a escuchar sus pasos en el firme suelo brilloso blanco, dos guardias vigilaban apuntándome en cada segundo disimuladamente desde la puerta por la que seguramente entré, segundos después, lo vi… Caminando, un traje negro lo cubría y una rosa resaltaba en su lado derecho, el cabello oscuro y largo y los ojos negros profundos. Lo que me recuerda, tiempo atrás decía que los ojos de Madara se tornaban rojos al quitar una vida… ¿Será eso cierto?, supongo que no.

--Naruto—Agregó, formando una sonrisa en sus labios y dirigiendo su cuerpo al mini bar en la esquina--. Han hablando mucho de ti. Demasiado, eres… Algo parecido a lo más de moda.
--¿Enserio?—Pregunté incrédulo--. Vaya, de usted no he escuchado mucho. Lamento no decir lo mismo.

Él soltó una carcajada fría y sin gracia.

--Vamos chico… Dejemos las idioteces y hablemos bien, no te mataré por lo que pienses.
--En ese caso—Dije mirándolo--. Me parece cobarde que me tenga rodeado por guardias y esposado, diciendo que no me matara. Es estúpido e ilógico.

Madara tomó una copa de un líquido verde reluciente, un poco cristalino, la cual bebió sin despegar sus penetrantes ojos de mí, entonces, alzó la mano y la sacudió indicando que todos se marcharan. Me desposaron y cada guardia desapareció de la habitación tan rápido que ni lo note.

--Te he invitado, porque de una u otra manera sabía que vendrías—Dijo finalmente con una voz ronca y tensa--. Solo que ahora, te daré una oportunidad.
--¿Una oportunidad?—Pregunte seriamente.
--Naruto Uzumaki, eres excelente, has destruido Akatsuki en menos tiempo de lo que se formó, has derrotado a mis mejores candidatos, y lo he pensado. El mundo es un lugar idiota lleno de idiotas que hacen idioteces, las leyes solo son un juego tonto para fingir el orden inexistente, que obviamente sabemos es imposible. Siempre habrá alguien que robe, mate o si quiera, no siga las leyes…

Negué con la cabeza soltando una risa amenazante, sincera y un tanto estúpida.

--¿Y a qué quiere llegar con eso?—Pregunté
--Simple… Naruto, quiero que seas mi mano derecha.

Mi carcajada salió tan natural, burlona y fuerte que yo mismo me sorprendí de lo ridículo que me había parecido… ¿Cómo es qué Madara se atreve siquiera a decir eso?, después de todo, él se llevó a mi esposa, él arruinó muchos aspectos de mi vida en un solo segundo. Simplemente era estúpido creer que seriamos socios, que juntaríamos fuerzas y todos felices. Inevitablemente, sentí un odio hacía él y hacía toda la mafia.

--No es broma—Bufó frunciendo el seño--. No eres idiota, y solo un idiota se atrevería a si quiera intentar detenerme. Además, sabes que no estás con la libertad de rechazarme.

Cualquier indicio de comodidad o ligerees en el ambiente, desapareció en los próximos diez segundos.  Mi sonrisa se había borrado completamente, incluso las ganas de sonreí. Entendía perfectamente de lo que hablaba Madara. Él tenía a mi esposa, no podía darme la libertad de rechazarlo.  

No respondí ante ello, solo me levanté del sillón suave y lo miré desafiante para decirle:

--¿Dónde la tienes?
--¿A quién?—Me preguntó él, formando una sonrisa--. ¿A tu esposa?, regresará a tus aposentos, solo si aceptas unirte a mí.

Ser parte de Madara, imposible. Perder a mi esposa… Más que imposible.

--Ultima vez, que lo peguntó antes de Matarte… ¿Dónde la tienes?
--¡Wow!, tu seguridad me gusta, me agrada esos tipos… Sabes que morirás y aun así te atreves a levantarme la voz—Madara soltó una carcajada--. Pronto la veras, y ya que sé que no te unirás a mí, no tengo por qué insistir. Salúdame a tu querida esposa.

Fueron solo segundos… Madara soltó su copa de cristal y para cuando el frio sonido de los cristales rompiéndose contra el suelo se escuchara, ya tenía un arma apuntándome y disparándola tan rápido. Apeas y pude saltar bajo el sillón y rodar a la contraria. Las balas cruzaron el sillón y una rosó mi mejilla. Un pulsante dolor y ardor me rodeo el cual ignore, la sangre me escurrió por la mejilla. Rápidamente me levante y disparé al mini bar. Madara soltó una carcajada amenazante y sicópata, disparando por detrás de la barra metálica del bar.

En menos de un minuto su bar y su sillón estaban atravesados por cientos de balas y en ese instante, entre diez o  quince hombres entraron a la habitación apuntándome con metralletas y acorralándome contra el cristal y el balcón. Mi primer pensamiento fue salta y huir, después de todo ya obtuve lo que quería: La ubicación de su escondite. Sasuke ya debió haberla encontrado. Pero todo eso se borró, cuando Madara me empujó contra la barra del bar a mi espalda y me apunto con su arma. Ahora estaba contra el mini bar en la esquina, con diez hombres apuntándome y frente a mí, desde la ventana gigantesca de cristal, Madara, sonriendo y sangrando de su labio, un poco de sangre escurría de su mano, lo que me decía que mi arma le roso al igual que a mí. Eso me dio un poco de satisfacción. Tenía que encontrar un modo de salir de esto.

--Eres un incrédulo, te convenía entrar a mi equipo—Gritó Madara con una sonrisa victoriosa--. Ahora haré que veas a tu esposa morir, y luego te mataré a ti.  ¡Ahora muérete idiota!

Ignoré sus palabras, mis pensamientos solo estaba en un solo punto: Tal vez si golpeaba al tipo a mi derecha y corría al estante de madera, podre darle a los demás y aventarme contra el cristal hacía afuera. Una vez fuera, me las arreglaría para atraparme de algo y huir.

--¡Esto te dolerá, Idiota!--Gritó apuntando su arma a punto de destaparme.

Y entonces, en un acto fugas, inesperado… Alguien vestido de negro entró por el cristal, rompiéndolo con un fuerte golpe. Giró sobre el suelo disminuyendo su velocidad y cayendo justo detrás de Madara, para alzar sus manos y apuntarle directo a la cabeza por detrás con su arma grande de doble cañón.

--¡Suelta el arma, o te mato ahora mismo!—Grito el tipo de negro…

No, no era un hombre… Y yo reconocía esa voz…Yo… yo si la reconocía.

De repente, tres hombres a mi lado se giraron y le apuntaron a los demás, colocándose a mi lado. Me quedé helado, un tanto confundido.  Y fue cuando se quitaron las mascaras negras que cubrían sus rostros. Y abrí los ojos…

Gaara, Temari y Kankuro…

--¡¿Quién eres?!—Gritó Madara alzando las manos, frustrado y molesto.

Y entonces, ella se quitó la máscara, mostrando su fino rostro alegre, con una radiante sonrisa en sus labios rosados.

--Sakura… --Susurré atónito.

--Hola cariño—Me dijo sonriéndome y enviando un beso cariñoso, después miró a Madara y gritó de la manera más aterradora--. ¡Dejaras a mi esposo, ahora! o te elimino.