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Mensaje por gonmax Lun Ago 05, 2013 8:54 pm

lo mas raro es que naruto es sensible y frio a la ves xD y parece que naruto cree tener un "ego" enorme jajaja..

me gusta mucho el fic. espero la conti pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Sáb Ago 10, 2013 7:38 am

Gracias a todos mis files lectores, en verdad estoy muy feliz, los invito a que me sigan en mi mas reciente fanfinc
¿En Quien Debo Creer? se que les gustara, tanto como a mi al escribirlo...Emocionado
no siendo mas, los dejo con el siguiente capitulo.

Capitulo 12
Quizá, después de todo, Naruto no estuviera tan convencido de su inocencia. La idea la enfrió y la distanció un poco de él, una distancia que, por otro lado, era más que necesaria.
—Conozco al juez... le conocía —rectificó—. Siempre, siempre cerraba las puertas con llave. Todas las noches, antes de irme a dormir, pasaba revista a la casa y jamás dejó ninguna puerta mal cerrada. En él era algo automático. Cuando entraba siempre cerraba con llave la puerta por la que acababa de entrar. Supongo que adquirió la costumbre después de recibir la primera amenaza de muerte, cuando la señora Sarutobi todavía estaba viva. Pero anoche —Dios, hacía sólo una noche y parecía que hubiera pasado una semana—la puerta de entrada no estaba cerrada con llave.
—Podría ser una coincidencia.
—¿Que olvidara cerrar la puerta con llave justo la noche en que un asesino llegó en su busca? —preguntó Sakura, dedicando a Naruto una mirada burlona—. No lo creo. Creo que esa persona llegó a la puerta y el juez le conocía y le dejó entrar. Cuando le encontré, el juez estaba sentado en su sillón reclinable con el reposapiés levantado. Estaba relajado. No se sentía en absoluto en peligro. Es decir, que conocía al tipo.
—¿Por qué estás tan segura de que es un hombre?
La pregunta hizo que Sakura se tomara un respiro.
—Supongo que estoy pensando en términos generales. Es más fácil que decir «el asesino» cada vez. Y los convictos autores de las amenazas de muerte eran todos hombres, de modo que me he quedado con esa idea. Además, probablemente el pirado que me envió el colgante sea un hombre, y lo primero que pensé fue que él había sido el autor del crimen.
—Hm —murmuró Naruto, rascándose la mandíbula, como si estuviera considerando esa posibilidad—. ¿Ha vuelto a ponerse en contacto contigo? ¿Te ha enviado algo más? ¿Has vuelto a tener a algún pirado al teléfono o has recibido alguna llamada extraña?
—No, nada de nada. Sólo el colgante. Un incidente no marca una pauta, ¿no?
—Ya conoces el dicho. Una flor no hace primavera.
—Eso es lo que imaginaba.
Naruto sorteó hábilmente el tráfico que circulaba por la 280.
—Anoche dijiste que fuiste al cine para darle la oportunidad de que te abordara en caso de que te estuviera vigilando.
Sakura había estado en estado de shock la noche anterior, pero creyó recordar que ésas habían sido más o menos sus palabras. Naruto era astuto, muy astuto.
—Es verdad.
Él le echó una mirada.
—¿Qué te hizo pensar que te vigilaba?
—Nada, sólo que el regalo me había dejado demasiado inquieta. No había podido quitármelo de la cabeza. Algo así es... me puso los nervios de punta. Es la única forma que encuentro de describirlo —añadió con un escalofrío—. Cuando pienso que podía estar siguiéndome, vigilándome, me dan escalofríos. Y el hecho de no saber quién es aún lo empeora más, así que pensé en darle la oportunidad de presentarse. Al menos si lo hacía sabría qué aspecto tenía.
—¿Pero nadie te abordó?
—Nadie intentó sentarse a mi lado, nadie me habló, ni siquiera vi a nadie que me mirara dos veces.
—¿Sabes?, si hay alguien obsesionado contigo que además está lo bastante loco para seguirte por ahí, darle una oportunidad como esa no fue una buena idea.
—Probablemente no —admitió Sakura—. Pero si hubiera intentado algo, creo que habría podido pillarle por sorpresa.
—¿Te refieres al karate? ¿Y si él también hubiera estado entrenado?
—En ese caso me habría metido en un lío. De todos modos creía que lo tenía todo a mi favor.
Naruto tamborileó con los dedos sobre el volante.
—No me gusta la idea de que intentes atraer a alguien así. Esa es mi reacción personal. Como policía, mi reacción es: no te busques problemas.
—Lo cual es básicamente lo mismo —dijo Sakura, divertida. —¿Cómo?
—Mira, si pasa algo raro, si crees que te siguen, si recibes otro regalo o una llamada extraña, házmelo saber. Inmediatamente. ¿Vale? De día o de noche.
—No creo que te entusiasmara demasiado que te llamara a las tres de la mañana para decirte que algún borracho se acaba de equivocar de número.
—He dicho que me llames, y lo digo en serio. ¿Quién sabe? Quizá todo lo que tengas que hacer sea darte la vuelta y darme un puñetazo.
Sakura se frotó la frente. ¿Velocidad de la luz? Ahora Naruto se movía a la velocidad del rayo. El mayor problema para Sakura era que eso no le desagradaba en absoluto. Por muy rápido que él avanzara, sus hormonas le seguían el ritmo. Por el bien de su propia cordura, necesitaba que él volviera a considerarla sospechosa de asesinato para así poder frenarse.
De no ser así... no quería ni imaginar lo que podía ocurrir.
Siempre había sido muy cautelosa con lo de salir con hombres y con implicarse en una relación seria. En parte porque en ese momento el compromiso no tenía cabida en sus planes, pero sobre todo porque era una mujer autosuficiente y muy celosa de su privacidad. Abrirse a alguien en el plano romántico no le resultaba fácil, ya que implicaba ceder parte de su control personal. No le costaba hacer amigos, de hecho los hacía con facilidad, quería al juez, le gustaba su familia, pero siempre había existido un nivel de intimidad en el que no había dejado entrar a nadie. Naruto podía llegar a acceder a ese nivel, pensó.
Era un caso de buena química pero de momento inoportuno. No estaba preparada para sentar la cabeza y Naruto se recuperaba de un duro divorcio. Quizá él quisiera una relación, pero Sakura dudaba seriamente de que fuera seguida de la palabra «permanente». Los romances de rebote no eran nunca una buena idea. Quizá si dejaran pasar un año... quizá entonces sí fuera menos arriesgado aventurarse con él. Aunque era imposible saber dónde estaría ella en un año.
Así pues, no era buena idea dejar que aquella historia fuera a más. Naruto le pasó la mano por delante de la cara.
—¿Estás ahí?
Sakura le apartó la mano.
—Estoy pensando.
—Qué alivio. Temía que la idea de dormir conmigo te hubiera puesto en estado catatónico.
Sakura se sorprendió al oírse reír. Era una risa auténtica, sincera.
—Suele pasarte ¿eh?
—En realidad no diría eso, aunque ahora que lo pienso, puede que haya habido un par de veces... —sonrió y se encogió de hombros y Sakura volvió a reír.
—Debe de ser tu enorme encanto.
—Creía que era mi ego.
—Eso también.
Estuvo a punto de preguntar qué otras enormes cualidades tenía, pero se calló a tiempo. Las chanzas sexuales eran siempre divertidas, pero Sakura notaba que con él, y dada la rapidez con la que se movía, la situación podía escapársele de las manos antes de darse cuenta. Naruto podía coger una pulla y utilizarla para llevársela a la cama si bajaba la guardia.Estaba demasiado susceptible a él, pero al menos era consciente de ello.
— Uzamaki...
—Me llamo Naruto. Hay gente que me llama Naru y otros me llaman Zorro. Tú puedes llamarme «cariño».
Un sonido peligrosamente cercano a una carcajada burbujeó en la garganta de Sakura.
—¿Siempre estás tan seguro de ti mismo?
—Ya sabes lo que reza el dicho: un corazón débil jamás se gana las atenciones de una dama. Si no te gusto puedes rechazarme, o simplemente darme una bofetada. Dijiste que la atracción era mutua, así que te tomo la palabra —concluyó girando para entrar en el aparcamiento y metiendo el coche en un espacio vacío, para luego apagar el motor y las luces. La llovizna empezó de inmediato a salpicar el parabrisas, deformando las luces y las imágenes.
—Nunca me meto precipitadamente en una relación, sobre todo con un hombre que acaba de divorciarse y que todavía va por ahí con demasiado equipaje a sus espaldas.
Naruto cambió de postura, angulando la parte superior de su cuerpo hacia ella. Siguió con el brazo izquierdo abrazado al volante y pasó el derecho por detrás del asiento, invitándola a que se acercara a él. ¿Por qué no podía la camioneta tener esos agradables y seguros asientos individuales en vez de un único banco? Además, podría haber jurado que la  camioneta se inclinaba hacia la izquierda, porque estar sentada en su lado resultaba más difícil de lo que debería haber sido.
—El equipaje es el normal—dijo Naruto —. Es lo que hace de nosotros quien somos. Desde luego preferiría no ser un misógino amargado, pero...
Se calló, puesto que Sakura se reía ya abiertamente.
—Bien —dijo, y la expresión de su rostro se suavizó cuando utilizó un dedo para recogerle un mechón de pelo por detrás de la oreja—. Sonaba como si estuvieras convenciéndote de algo con la excusa del equipaje. No le des demasiadas vueltas, Sakura. Veamos adónde nos lleva. Puede que dentro de una semana nos hayamos aburrido uno del otro.
—Ya, seguro —soltó Sakura con un resoplido.
—Cosas más raras han pasado —dijo él. El mismo dedo le tocó la mejilla, acariciándosela levemente. Sin pensar, Sakura giró la cara y la apoyó en la mano de Naruto, y ese simple toque hizo que se le endurecieran los pezones. Él sonrió, como si supiera el efecto que producía en ella—. En cuanto superes ese rechazo a tener sexo animal con un hombre al que apenas conoces, podemos pasarlo en grande.

Sakura saltó de la camioneta y todavía se reía cuando entró en el vestíbulo del hotel, despidiéndose de Naruto con un gesto de espaldas. Se sentía rara al verse riendo con todo lo que había ocurrido en las últimas veinticuatro horas, pero también se sentía bien. La risa no le quitaba la pena, pero ayudaba a llevarla mejor.
De un solo golpe Naruto había conseguido que comiera, la había distraído, la había excitado y la había hecho reír. No había muchos hombres que fueran tan versátiles, pensaba mientras subía en el ascensor. Estaba totalmente asombrada ante el malicioso sentido del humor de Naruto, sobre todo al recordar lo severo que se había mostrado la noche en que la había interrogado sobre el robo. Y eso la dejaba... ¿dónde?
Deseaba con todas sus fuerzas olvidarse de la cautela y del sentido común y tener un ardiente y apasionado affaire con él. El sexo sería... Ni siquiera se atrevía a imaginar el sexo, porque nunca se había sentido atraída así por nadie. Y precisamente ahí estaba el problema.
No en el sexo en sí, sino en cómo se sentía. Podía perder la cabeza antes de darse cuenta y dejar que él le importara demasiado era estar pidiendo que le rompieran el corazón. Lo más inteligente sería empezar a buscar trabajo en otro estado. Quizá Florida, en una de esas inmensas propiedades de Palm Beach. Además, estaría más cerca de sus padres. Siempre quedaba la posibilidad de California o de los Hamptons; no le preocupaba conseguir otro empleo. De todos modos tenía que poner al día su currículum. Ya no tenía ni empleo ni un lugar donde vivir. Hasta ese momento, concentrada como estaba en todo lo ocurrido, no lo había asimilado de verdad, pero la conmoción había remitido un poco y estaba empezando a pensar en todas sus ramificaciones.
Probablemente no gozaría de la opción de tener un ardiente affaire con él, a menos que fuera corto, o que fuera una relación a larga distancia. Pero no tenía la sensación de que Naruto fuera un hombre de distancias largas. De manera que toda esa angustia y esa indecisión eran una pérdida de tiempo. Tenía que enfrentarse a la realidad, y la realidad dictaba que se buscara un empleo. Había elegido un campo laboral muy especializado, lo que significaba que no podía encontrar un puesto en cualquier sitio; su radio de acción se limitaba a las comunidades adineradas como Beverly Hills, Buckhead o Mountain Brook.
Era posible quedarse en Mountain Brook. Ya había tenido una oferta de empleo, aunque dudaba que todavía siguiera en pie, después de que la hubiera rechazado definitivamente.
Eso, por supuesto, suponiendo que le dieran el trabajo. El proceso de entrevistas era una vía de doble sentido. El jefe tenía que sentirse cómodo con ella, pero también ella tenía que sentirse cómoda con su jefe. Al fin y al cabo, tendría que entrar a formar parte de la casa y gestionar la estructura de su rutina y de su confort. En caso de que no le gustara su jefe, le costaría mantener el grado de dedicación que se exigía a sí misma, y terminaría sintiéndose muy infeliz.
Se sentía mejor ahora que se había concentrado en los hechos puros y duros, más que en las seductoras posibilidades de una relación con Naruto; la tierra se había solidificado bajo sus pies. Podía vérselas con él siempre y cuando mantuviera la cabeza fría. De todos modos, en los próximos días tenía cosas más importantes en las que pensar.
Seguía lloviendo al día siguiente, incluso con mayor intensidad. Hacía más frío. El forense entregó el cuerpo del juez Sarutobi a la familia y empezaron a ocuparse de los últimos preparativos. Sakura se ocupó de encargar la esquela en los periódicos y se puso totalmente a disposición de la familia.
Les llevó a la funeraria que habían elegido para ocuparse de la selección del ataúd y de las cuestiones económicas. El juez había deseado que le enterraran junto a su esposa. Incluso había comprado una tumba doble cuando murió su mujer, con su nombre inscrito en ella, así que por lo menos no tenían que pasar por el trago de tener que tomar esa decisión. Sin embargo, se derrumbaron cuando tuvieron que elegir el ataúd. Jiraiya y orochimaru se mantuvieron unidos, pero parecían incapaces de tomar una decisión. No dejaban de mirar a Tsunade y ésta empezó a llorar en silencio.
Sakura se adelantó y la abrazó.
—Lo sé —murmuró, compasiva—. Pero hay que hacerlo.
Tsunade se giró hacia ella, con los ojos velados por las lágrimas.
—¿Cuál te gusta?
La pregunta la apabulló. Perpleja, Sakura miró los ataúdes dispuestos a su alrededor y luego a Jiraiya y a Orochimaru. Ambos la miraban con una especie de súplica desesperada en el rostro. No podía quedar más claro que eran incapaces de lidiar con eso.
Sakura soltó un profundo suspiro.
—Me gusta el de bronce.
Era un ataúd caro, pero podían permitírselo sin ningún problema, y se sentirían mejor pensando que le habrían comprado el mejor a su padre.
—A mí también es el que más me gusta —se apresuró a decir Jiraiya.
Tsunade se secó los ojos.
—¿El de bronce? —preguntó con voz temblorosa. Lo miró—. Es muy bonito, ¿verdad?
—El mejor —intervino el director de la funeraria. Después de todo, el negocio era el negocio.
—Me gusta el color —dijo Tsuande, tomando aire durante unos segundos y girándose de nuevo hacia Sakura—. Creo que tienes razón. Nos quedamos con el de bronce.
De ahí fueron a una floristería a encargar las flores. El servicio iba a celebrarse a las dos de la tarde del domingo, en la enorme iglesia a la que el juez solía asistir. Sakura ya había reservado habitaciones para el resto de la familia de Jiraya, que se pondrían en marcha ese mismo día después de la escuela y del trabajo. Los amigos podrían rendir su último homenaje al difunto en la funeraria durante la noche del sábado y, antes de eso, había que hacer algunas compras.
Sakura había tenido la suficiente entereza para pedir que le trajeran un traje negro y unos zapatos de charol de su armario, pero necesitaba unas medias y otras prendas de color negro. Tsunade entonces decidió que la ropa que llevaba con ella no era en absoluto apropiada, y Asuma confesó entre lágrimas que ni siquiera tenía ropa negra. Anko, la esposa de Orochimaru, también decidió que necesitaba algo distinto. La esposa de Jiraiya era la única que había llegado totalmente preparada para la ocasión.
Lo más lógico era empezar por La Galleria, ya que estaba situada junto al hotel, pero Asuma ya había repasado los dos pisos del centro comercial y no había encontrado nada de su gusto. Tsunade encontró unos zapatos de su gusto en Parisina y Sakura eligió rápidamente las prendas que necesitaba, incluidos varios paraguas negros, ya que todo indicaba que después de todo, tendrían que caminar bajo la lluvia.
Por la noche habían agotado las existencias del Summit y de Brookwood, y Sakura las llevó a todas las boutiques exclusivas que conocía en la zona. Tsunade por fin se decidió por un elegante traje negro con una falda larga y estrecha que, dadas las predicciones meteorológicas, era realmente apropiada. Asuma se decantó por un traje negro. Los funerales eran cosa seria, tanto emocionalmente como en el ámbito de la apariencia. Anko se había mostrado mucho más decidida que las otras dos a la hora de hacer su selección: un vestido azul marino con una chaqueta tipo túnica a juego. Lo había encontrado en la primera tienda del Summit a la que habían entrado.
A Sakura le dolían tanto los pies que casi cojeaba cuando llegó al hotel con las mujeres a su cargo. No había parado de llover durante todo el día, dificultando aún más la compras, ya que se habían visto obligadas a añadir la carga de los paraguas a todo lo demás. Tenía los zapatos mojados, los calcetines húmedos, y, a pesar de la chaqueta Berber, tenía frío. Lo único que quería era darse una ducha caliente y sentarse con los pies en alto. No le había sonado el móvil en todo el día ni tenía ningún mensaje esperándola cuando llegó al hotel. Quizá, pensó, podría descansar.
El teléfono sonó cuando se estaba quitando los calcetines húmedos. Soltó un gruñido y se dejó caer sobre la cama, decidiendo si contestar o no. Pero podía ser alguien de la familia, así que lo cogió cuando sonó por sexta vez.
—Señorita Haruno, soy Greg Holbrook, de la revista News. Me gustaría hacerle una entrevista sobre el trágico asesinato...
—No doy entrevistas —respondió con firmeza—. Adiós.
Desconectó el aparato e inmediatamente llamó a recepción para que le dieran otra habitación, que reservó bajo un nombre falso. Pasó la siguiente hora ocupándose de eso y haciendo que trasladaran sus cosas a otra habitación situada cuatro pisos más abajo.  Tendría que haber pensado antes en la prensa y haber tomado esas mismas precauciones.
Hacía frío en su nueva habitación puesto que llevaba todo el día vacía. Encendió el aire caliente al máximo y, cuando el frío hubo desaparecido, empezó a desnudarse, dispuesta a tomar esa ducha caliente que ahora necesitaba ya desesperadamente. Justo en ese momento, sonó el móvil.
Al menos no parecía probable que fuera alguien de la prensa, aunque si se trataba de algún miembro de la familia del juez, eso quería decir que había ocurrido algo que precisaba de su actuación.
—¿Dónde estás? —preguntó Naruto con voz irritada—. En recepción me han dicho que habías dejado el hotel.
—Benditos sean —dijo Sakura profundamente agradecida—. Me ha llamado un periodista a la habitación, así que me cambié a otra que reservé con otro nombre.
—Bien. ¿Has cenado?
—Hoy he comido, si es eso lo que quieres saber.
—No. Lo que te estoy preguntando es si has cenado.
—En ese caso, no, no he cenado, y no podrías hacerme salir de esta habitación ni con dinamita. He llevado a tres señoras de compras. Me duelen los pies, tengo frío y quiero  darme una ducha caliente. Punto.
—Pobrecita —dijo, y Sakura se dio cuenta de que sonreía—. ¿Cuál es tu número de habitación?
—No pienso decírtelo. No quiero compañía.
—Doy unos masajes en los pies estupendos.
Casi soltó un gemido ante la idea de que le dieran un masaje en los pies. Sin embargo, tuvo la suficiente entereza para responder:
—Vaya cuidarme un poco de los efectos de la lluvia. Estoy exhausta, y lidiar contigo requiere mucha energía. Hoy no me veo con fuerzas.
—Probablemente esas hayan sido las mejores calabazas que me han dado nunca. Vale, te veré mañana. Que duermas bien.
—¿Mañana?
El día siguiente era sábado. Sakura tenía... no tenía nada que hacer, cosa que le resultó tan extraña que la dejó desorientada. Los sábados siempre estaba ocupada. Si se tomaba su medio día libre el sábado, dedicaba las mañanas a programar el día del juez y a ocuparse de que todo quedara perfectamente organizado. Si no se tomaba su medio día libre el sábado era porque algo requería su supervisión. De cualquier modo, los sábados siempre estaba ocupada.
—Tengo que trabajar —dijo Naruto—. Tengo que hacer algunas comprobaciones, pero te veré por la noche en la funeraria.
Bien, la funeraria se le antojaba un lugar lo suficientemente seguro.
—¿Cuándo podremos entrar en la casa?
—Puede que el domingo. Creo que ya hemos hecho ahí todo lo que hemos podido.
—¿Me lo harás saber con antelación? Quiero que limpien la biblioteca antes de que la vea la familia.
—Por supuesto —dijo amablemente, y, antes de colgar, repitió—: Que duermas bien.

El día del funeral amaneció despejado y frío. Soplaba un viento que traspasaba las chaquetas. Probablemente se trataba del último zarpazo del invierno, pensó Sakura: el invierno de las zarzamoras, esa ola de frío que llegaba justo después de que hubieran brotado los arbustos de zarzamoras. Cierto, la predicción meteorológica anunciaba un rápido ascenso de las temperaturas. Supuestamente, el lunes la temperatura iba a rondar los dieciséis grados; veintitrés el martes. Y a finales de la semana se habían anunciado veintiocho grados. La familia había insistido para que Sakura se sentara con ellos en la iglesia. Naruto se sentó en algún sitio detrás de ella. La saludó al entrar, le tocó brevemente la mano y luego se retiró a mirar desde atrás. Sakura no estaba segura del todo de lo que él buscaba, pero no se le escapaba detalle alguno.
Se despidió en silencio del juez. Casi podía sentir su espíritu suspendido cerca de ella, quizá despidiéndose a su vez de sus seres queridos. A Sakura le temblaron los labios al recordar todas las cosas graciosas que el juez le había dicho, el brillo de sus ojos, su alegría de vivir. Perderle era cómo perder a un abuelo, y siempre habría en su vida y en su corazón un pequeño vacío que sólo él podía llenar.
La iglesia estaba llena hasta los topes. Los viejos amigos del juez estaban destrozados por su pérdida y todos parecían más frágiles que hacía sólo unos días, como si también parte de su espíritu se hubiera ido. El aroma de las flores —rosas, claveles, crisantemos y gardenias de invernadero con su obsesivo olor dulzón— cargaba el aire. A buen seguro no quedaban muchas flores en Birmingham, pensó Sakura mirando al enorme muro de ofrendas florales situado detrás del ataúd.
Los funerales sureños resultaban sensibleros y en el fondo reconfortantes, con toda su tradición y ceremonial. Debido a que el juez era veterano de guerra, su división en la asociación de Veteranos de Guerras Extranjeras (VFW) le proporcionó un guardia de honor.
Durante la procesión funeraria hasta el cementerio, todo el tráfico con el que se encontraron se detuvo y la mayoría de la gente encendía las luces como señal de condolencia y se apartaban al arcén del autopista si podían. Había coches de policía bloqueando las intersecciones para que la procesión avanzara sin interrupciones. A Sakura siempre le había llamado la atención la etiqueta que se reservaba al tráfico en un funeral, pero ese día, viéndose en la procesión, agradeció el detalle.
Hubo un breve servicio adicional junto a la tumba. Luego la familia se retiró unos metros y dio comienzo la sombría tarea del entierro. Una vez la fosa se hubo llenado de tierra y fue cubierta con el inmenso mar de flores, Tsunade eligió una rosa perfecta de uno de los arreglos como recuerdo. Jiraiya y Orochimaru parecían incómodos, ya que también ellos deseaban quedarse con una rosa. Pero eran hombres y no se movieron. Prefirieron contenerse a admitir una muestra tal de sentimentalismo. Sin embargo, sus esposas intercambiaron miradas con Tsunade e hicieron sus propias selecciones florales.
Normalmente se servía comida tras un funeral en casa del difunto. Sin embargo, como todavía no podía accederse a la casa del juez, y como de todas formas tampoco parecía correcto tener invitados en la casa donde el juez había sido asesinado, uno de sus amigos había ofrecido la hospitalidad de su casa. Muchos de los asistentes al funeral salieron en tropel para disfrutar de la comida, la bebida y recordar al difunto, pero Sakura se deslizó sin ser vista hasta su 4x4. Entre la muchedumbre había un par de periodistas y quería salir de allí antes de que pudieran pillarla.
Naruto la alcanzó justo cuando se sentaba frente al volante.
—Ya puedes llamar al servicio de limpieza —dijo—. Yo retendré a la familia hasta mañana y así te daré tiempo para que te ocupes de todo.
—Gracias—. Ahora que el funeral había concluido, estaba totalmente desorientada. No había nada más que hacer, aparte de ocuparse de la limpieza de la casa—. ¿Hay algún problema para que saque algunas de mis cosas? —pensaba específicamente en el portátil, para así poder empezar a poner al día su currículum.
Naruto pareció sorprendido. —Puedes quedarte allí si quieres.
Sakura se estremeció al pensarlo. —Ahora no. No hasta que la biblioteca esté limpia.
Naruto asintió, comprensivo, y le dio una tarjeta.
—Esta firma se especializa en manchas difíciles —en otras palabras, sangre y fragmentos de cerebro.
Sakura echó un vistazo al nombre.
—Gracias. Les llamaré a primera hora de la mañana.
—Puedes llamarles ahora; el segundo número de la tarjeta es el del teléfono particular del empresario. Están acostumbrados a las emergencias.
Limpiar restos de asesinatos no debía de ser un gran trabajo. Por otro lado, alguien tenía que hacerlo, y en casos así lo mejor era dejar la penosa tarea en manos de profesionales. Sakura sabía que no podía hacerlo sola, incluso aunque hubiera aprendido todo tipo de métodos para quitar las manchas.
—¿Estarás bien? —preguntó Naruto, con esos ojos azules claros y directos mientras observaba atentamente su rostro cansado. Se movió de manera que sus hombros bloquearan la puerta abierta de la camioneta, dándoles una intimidad ilusoria.
—Tengo que hacer algunas cosas, pero si necesitas compañía...
—No —respondió Sakura tocándole la mano, aunque retirándola en seguida, porque ese breve contacto suponía una gran tentación—. Gracias, pero estoy bien. Yo también tengo algunas cosas de las que ocuparme.
—Entonces te llamaré mañana —concluyó Naruto, apoyándose en el 4x4 y dándole un beso en la mejilla—. Mantén el móvil encendido para que no tenga que buscarte.
—¿Tienes planeado arrestarme?
—Necesitaremos hablar de algunas cosas, tomar algunas decisiones. Te tomaré bajo custodia si lo necesito.
Naruto se alejó, y Sakura fijó la mirada en su ancha espalda mientras pequeños escalofríos le recorrían la columna. Si tenía intención de escapar, necesitaba hacerlo pronto. Muy pronto.
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Mensaje por aduzumaki Sáb Ago 10, 2013 10:04 am

Onion ok Buen cap sakura se sigue resistiendo ante el detective naruto jajaja va caer muy rápido aunque intente alejarse ya veremos como se desenvuelve el asunto espero conti pronto sañudos Onion bye 
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Mensaje por hikari uzumaki Sáb Ago 10, 2013 11:45 am

Vaya Naruto si que sorprende de ser frio y distante, avanzo todo lo que no habia podido por considerar a Sakura sospechosa, pero me encanta esta nueva actitud, y ahora Sakura es la que se resiste, creo que entre mas lo haga peor y no dudo que Naruto la tome bajo custodia, entre otras cosas, hehehehe!
Esto se va a poner mejor, falta ver si termina trabajando con el tipo que esta obsesionado y/o que este aparesca.


Conti!
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Mensaje por gonmax Vie Ago 16, 2013 8:53 pm

y pensar que si el asesino conocia al juez puede haber estado hasta en el entierro..

me gusta como es naruto ahora.. un cambio muy drastico pero bueno.. sakura intenta resistirse pero no creo que aguante ni un capitulo mas jaja..

espero la conti pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Mar Ago 20, 2013 6:35 am

CAPÍTULO 13

Naruto odiaba las cintas de los vídeos de vigilancia. Los ángulos eran raros, la calidad muy dudosa, y sobre todo eran aburridas. Pero resultaban de un valor inestimable en caso de que algo ocurriera dentro de su campo de visión. Hasta el momento no había encontrado nada.
Los teléfonos públicos de La Galleria estaban repartidos por todo el centro comercial, algunos cerca de las zonas de aparcamiento y otros alrededor de las escaleras mecánicas. El teléfono desde el que se había hecho la llamada al juez Sarutobi estaba cerca de una de las escaleras. Si los dioses le hubieran sonreído, La Gallería habría tenido cámaras de vigilancia colocadas en el enorme pasadizo principal, pero no había habido suerte. Se había visto obligado a conformarse con las tiendas cercanas a ese teléfono en particular. Las cámaras de seguridad situadas en las entradas de las tiendas eran las únicas que podían captar el tráfico que utilizaba ese teléfono público.
La mayoría eran un completo desastre. El ángulo era incorrecto; Una cámara se había estropeado y no había mostrado nada en el último par de semanas, lo que daba a Naruto una idea de la asiduidad con la que las revisaban. La mayor parte de las cámaras de seguridad funcionaban en base a un circuito cerrado. Si no las pillabas antes de que se hubiera cerrado el circuito, empezaban a grabar encima de lo que había en el principio. Si esperabas demasiado, todo lo que pertenecía al período de tiempo deseado había desaparecido.
Lo mejor que tenían era que siempre marcaban la fecha y la hora. Naruto tenía la hora exacta en que se había producido la llamada al juez Sarutobi, de manera que no tenía que ver la cinta entera. Dando un margen de discrepancia a los temporizadores, empezaba quince minutos antes de la hora que buscaba, y seguía mirando la cinta otros quince minutos después. Eso suponía media hora con cada cinta, tomando nota de las personas que pasaban frente a las entradas de las tiendas, comparándolas a las de la cinta siguiente y a las de la anterior. Por fin dio con algo interesante: un hombre con un traje claro utilizó ese teléfono en particular y la hora digital que marcaba la cinta señalaba una diferencia de dos minutos respecto a la hora en que, según la compañía telefónica, se había hecho la llamada.
Naruto siguió mirando, y nadie utilizó ese teléfono al menos durante los siguientes cinco minutos. El siguiente usuario fue una jovencita que llevaba unos vaqueros anchos y unas botas enormes y pesadas.
Bingo. El hombre del traje claro era el sospechoso más probable. Esa era la buena noticia. La mala era que el ángulo era terrible y mostraba sólo los dos tercios inferiores de su cuerpo. Naruto volvió al resto de las cintas, intentando ver a un hombre con un traje claro que pasara frente a las tiendas de camino a ese teléfono.
Por fin consiguió una imagen. Era una imagen borrosa y el individuo había girado la cabeza, pero al menos tenía algo. Quizá, cuando mejoraran la calidad de la imagen podrían descubrir algo que les llevara hasta el tipo. Quizá Sakura o alguien de la familia le reconocería.


—Por favor, Sakura, quédate —dijo Tsunade, inclinándose para coger las manos de Sakura entre las suyas. Aunque resultaba casi increíble, estaban solas en el salón de la suite—. Habrá que cerrar la casa y venderla, y ninguno de nosotros puede ahora dedicar tiempo a eso. Lo hemos hablado, y nadie de la familia dispone de tiempo. Hay mucho que hacer respecto a los aspectos legales, Asuma todavía va al colegio, la nieta de Jiraiya tiene que pasar por una operación a corazón abierto... te necesitamos. Conservarás tu sueldo.
SaKura apretó las manos de Tsunade entre las suyas.
—Por supuesto que me quedaré. No tienes que convencerme. Me quedaré hasta que ya no me necesites.
—Has sido una verdadera bendición. No tienes ni idea de hasta qué punto. Si no hubieras estado aquí, no creo que hubiera podido enfrentarme a esto sola.
Tsunade estaba cansada. Tenía la cara arrugada por el dolor, pero no había lágrimas en sus ojos.
—¿Tienes idea de cuánto tiempo...?
—Por lo menos un mes, quizá más. Tenemos que poner en orden sus asuntos, hay que embalar sus efectos personales, almacenar las cosas. No queremos que la casa se quede vacía hasta que se venda. Las casas se deterioran muy deprisa cuando no hay nadie que las habite. Puede que la vendamos enseguida, pero puede que no.
¿Una casa en Briarwood, en la zona de las antiguas fortunas? Habría gente que no estaría dispuesta a comprar una casa en la que había tenido lugar un asesinato, pero la zona y la propia casa probablemente terminarían convenciéndoles. A Sakura le sorprendería que se mantuviera en el mercado durante un mes entero antes de que alguien se hiciera con ella. La verdad, era una situación provisional perfecta para Sakura: podría tomarse su tiempo para buscar un nuevo empleo, pero de esta forma no tendría que tocar sus ahorros. No tendría que recoger sus cosas a toda prisa, sino que podría hacerla gradualmente. En vez de verse abruptamente desarraigada, podría empezar tranquilamente en un nuevo trabajo, una nueva residencia, nuevas responsabilidades.
—Supongo que quieres que la propiedad siga manteniéndose y que la casa se limpie regularmente.
—Oh, sí, claro, será mucho más fácil vender la casa si está bien mantenida. Se me hace tan difícil pensar en venderla —dijo Tsunade, y su voz se apagó—. Vivió aquí casi cincuenta años. Yo crecí aquí. Es una casa maravillosa, llena de recuerdos, y él la cuidó muchísimo. Mamá la diseñó, ¿lo sabías? Es la casa de sus sueños.
—¿No hay ninguna posibilidad de que la familia se quede con ella?
—No lo creo. Ninguno de nosotros quiere volver a vivir aquí, y, por supuesto, los impuestos sobre la propiedad son terribles, aunque los dividamos entre tres. La casa tendrá que venderse para ayudar a pagarlos. Ninguno de nosotros se puede permitir conservar la casa y pagar esa cantidad de impuestos adicionales. Sé que a papá le habría gustado que alguno de nosotros se la quedara, pero tal como están las casas...
Tsunade se encogió de hombros con impotencia y pasó a otro tema.
—Cuando mañana la policía nos deje entrar en la casa, Jiraiya, Orochimaru y yo vamos a seleccionar algunos recuerdos. Naturalmente, Papá dejó instrucciones para las cosas principales, pero hay otros objetos más pequeños que queremos. Jiraiya y Orochimaru pueden llevarse a casa lo que hayan decidido quedarse, ya que vuelven en coche, pero ¿podrías meter lo que yo escoja en una caja y enviármela por correo?
Sakura sacó la pequeña libreta de notas que llevaba siempre en el bolso y anotó el encargo.
—¿Quieres que organice un almuerzo en la casa mañana? La cocinera de tu papa estará más que feliz de prepararos lo que queráis.
Tsunade vaciló y luego sacudió la cabeza.
—No sé a qué hora llegaremos exactamente o cuánto tiempo nos llevará seleccionar lo que queramos llevamos. Ni siquiera sé cuántos seremos.
—Puedo organizar algo —dijo Sakura—. Por lo menos, una buena olla de sopa y unos sandwiches.
—Eso sería fantástico. O podríamos ir todos a Milo's. Konohamaru ya está empezando a quejarse porque todavía no se ha comido ninguna hamburguesa.
Sakura sintió un leve zumbido secreto cuando oyó mencionar Milo's. Quizá llegara el día en que no asociara los besos de Naruto con la hamburguesería, pero en ese momento ambos estaban estrechamente ligados en su cabeza. De repente sintió unas ganas tremendas de comerse una hamburguesa.
Si se quedaba en Mountain Brook no había duda de que volvería a verle. No sabía si eso era bueno o malo, pero reconocía que la idea le resultaba definitivamente excitante. Tsunade no lo sabía, pero en ese preciso instante la patrulla de limpieza estaba en la casa. La tarifa por el servicio de limpieza un domingo por la noche era más alta que durante la semana, pero Sakura decidió que valía la pena si con ella la familia del juez podía entrar en la casa lo más temprano posible al día siguiente, ya que Tsunade y su prole volaban de regreso a Dallas a media tarde. En cuanto saliera del Wynfrey, Sakura planeaba ir a la casa y comprobar que las labores de limpieza eran satisfactorias, pero luego pensaba volver a su hotel y pasar allí la noche. A pesar de que sus dependencias estaban totalmente separadas del resto de la casa, no estaba preparada para quedarse allí sola. Se dio cuenta de que volver a la casa no iba a ser nada fácil.
No, no lo era. La patrulla de limpieza ya se había ido cuando a últimas horas de esa noche Sakura llegó a la casa y tuvo que obligarse a entrar, cruzar el vestíbulo y mirar en la biblioteca. Una fuerte sensación de «deja vu» se adueñó de ella justo al llegar a la puerta de la sala de lectura, dejándola helada. ¿Seguiría el juez sentado en su sillón reclinable con la sangre y los fragmentos de masa cerebral esparcidos por la pared del fondo y sobre la alfombra cuando mirara dentro? ¿Seguiría ahí aquel olor? No, el olor había desaparecido. Desde donde estaba podía perfectamente saber si todavía se percibía. ¿O no? El olor había sido penetrante y se había colado por el pasillo hasta la sala de desayuno, incluso hasta la cocina. Ahora, lo único que notó fue un olor a limpio y a cítrico.
Se acorazó contra lo que podía venir y entró en la biblioteca. El servicio de limpieza había hecho un buen trabajo con la alfombra y con la pared. Evidentemente habían limpiado la alfombra en toda la habitación, de manera que era imposible saber dónde habían estado las manchas. El sillón no estaba. Sakura no tenía la menor idea de dónde había ido a parar.
Quizá lo tuviera la policía, aunque le costaba imaginar para qué podían quererlo. O quizá el servicio de limpieza lo había retirado de la sala por alguna razón. Quizá había sido imposible eliminar el olor del cuero.
Esperaría al día siguiente para averiguar qué había sido del sillón reclinable. Quizá estuviera en el garaje, pero no pensaba ir a buscarlo esa noche. Salió despacio de la habitación, apagando la luz y cerrando la puerta al salir. No podía imaginar volver a entrar en aquella sala, por ningún motivo.
No había recogido el correo desde el miércoles, aunque alguien, probablemente Naruto, lo había llevado a la casa y lo había dejado sobre el office de la cocina. Naturalmente, Naruto habría revisado el correo para ver si contenía algo sospechoso, cualquier correspondencia que mereciera ser supervisada. Hojeó el fajo de cartas. Si había algo sospechoso, Naruto se lo había llevado, porque lo único que vio fue las facturas habituales, catálogos y revistas.
Dejó el correo en el office y subió a sus dependencias. Todo parecía sutilmente fuera de lugar, desordenado. Alguien había registrado cada centímetro, de modo que supuso que debía sentirse agradecida por el relativo orden. Al menos no habían tirado al suelo el contenido de los cajones. Volvió a poner los libros en la estantería, ordenó las pocas revistas y las plantas, retocó un jarrón y algunas fotos.
Al llegar al dormitorio vio que le habían quitado las sábanas de la cama. Recogió las sábanas del suelo para meterlas en la lavadora y luego fue al cuarto de baño y empezó metódicamente a ordenarlo. No podía volver a recuperar su vida tal cómo la había dejado, pero sí podía reconstruir su entorno más inmediato.
Cambió las toallas y ordenó sus cosméticos como a ella le gustaba tenerlos. De nuevo en el dormitorio, volvió a hacer la cama y a continuación abrió las puertas dobles del armario y se puso a colgar su ropa, de tal modo que tuviera a mano las prendas que solía utilizar más a menudo. Los zapatos eran un caos. Los sacó todos del armario y luego se sentó en el suelo y los fue uniendo por pares para volver después a meterlos en el armario, ordenados en pulcras filas.
Odiaba profundamente que alguien hubiera registrado el cajón donde guardaba la ropa interior. Era un poco maniática respecto a su ropa interior, cortesía de dos hermanos a los que les encantaba escondérsela para hacerla rabiar o que solían atar sus sujetadores a una rama doble para hacer con ellos un tirachinas. Los hermanos mayores eran una verdadera cruz. En ese momento deseó tener un vídeo de cuando Sasori se puso en la cabeza sus primeras bragas de encaje. Le encantaría enseñárselo a sus amigos Marines. Sus hermanos nunca habían tratado así a Karin, aunque si lo hubieran hecho ella se habría echado a llorar y eso no tenía nada de divertido. Sakura les había perseguido con chispas de furia en los ojos y con ganas de asesinarles. Si les hubiera pillado, se habría derramado sangre.
No le había quedado más remedio que esconder la ropa interior durante años, metiéndola en lugares insospechados para que ni Gaara, ni Sasori la encontraran. Siempre doblaba todas sus prendas con máximo cuidado, y las de encaje y las más provocativas tenían su propio cajón. No las ordenaba por colores —su sentido del orden no llegaba a tanto— pero le molestaba terriblemente ver cómo sus pulcros montoncitos estaban hechos un caos y habían sido mezclados unos con otros.
Probablemente Naruto había registrado personalmente el cajón donde guardaba sus prendas íntimas. Tenía todo el aspecto de ser el tipo de hombre que disfrutaba con algo así. Podía imaginarle con unas bragas negras de encaje en la mano... Oh, sí, podía imaginarle perfectamente. Una oleada de calor la recorrió. Supo que estaba en un lío cuando la idea de que él registrara su ropa interior la excitaba en vez de enojarla.
Quizá debía dejar de ser tan cauta y lanzarse de cabeza. Nunca se había comprometido en ninguna relación, pero quizá Naruto fuera alguien a quien de verdad pudiera querer. Quizá entre ambos pudiera darse algo real y permanente y estaba en peligro de perderlo porque no podía dejar de escuchar lo que le decía la cabeza en vez de dejar hablar al corazón. Sí, él acababa de salir de un terrible divorcio y un año no bastaba para recuperarse emocionalmente, él mismo lo había admitido. Sí, había muchas posibilidades de que Naruto no fuera una buena apuesta. Pero a veces la suerte se alía con nosotros y nos premia por apostar por lo que aparentemente cuenta con menos probabilidades.
Es decir, la verdadera cuestión era si tenía las agallas para darse del todo y dejar de contenerse. Siempre había utilizado el Plan como excusa para huir de sus relaciones antes de que éstas pudieran concretarse en algo. La excusa era real, porque verdaderamente deseaba ejecutar el Plan, pero la otra parte de sus motivos era que amar a alguien significaba ceder parte de su control personal, y ella siempre había valorado eso por encima de cualquier hombre con el que estuviera saliendo.
Si terminaba implicándose emocionalmente con Naruto, quizá en algún momento pudiera dejarle, pero no lo haría con el corazón intacto. Naruto podía hacerle daño. Sospechaba que podía amarle como jamás había amado a ningún hombre si ella le dejaba acercarse. Decidiera lo que decidiera, había riesgos... grandes riesgos. Podía arriesgarse a quererle y a perderle, o a dejar escapar al amor de su vida por miedo, y a Sakura no le gustaba considerarse cobarde, en ningún aspecto.

—¿Reconocen a este hombre? —preguntó Naruto a la mañana siguiente, sacando una fotografía borrosa de un sobre grande y poniéndola encima de la mesa. La fotografía había sido ampliada y limpiada, y todavía seguía teniendo una calidad ínfima. Sin embargo, era todo lo que tenía.
Sakura miró la fotografía y sacudió la cabeza con decisión. Jiraiya, Tsunade y Orochimaru se apiñaron alrededor de la imagen y la observaron atentamente.
—No, creo que no —dijo Jiraiya dubitativo—. No a menos que pueda verle la cara. Aunque no me suena. ¿Por qué?
—Fue él quien hizo la última llamada a su padre desde un teléfono público de La Gallería.
Tsunade se echó hacia atrás como si algo la hubiera picado.
—¿Quiere decir que podría ser el asesino?
—No puedo asumir tal cosa —dijo Naruto, imparcial—. Me gustaría, pero no puedo. Pero puede que su padre le haya dicho a este hombre algo sobre alguna visita a la que estuviera esperando, o algún otro detalle que podría sernos de ayuda. Definitivamente me gustaría hablar con este tipo.
Todos volvieron a mirar la fotografía, como si la concentración fuera a despertar algún recuerdo esquivo en sus cabezas. El hombre de la foto era elegante, llevaba un traje de color claro, cabello oscuro y bien cortado, quizá negro o castaño oscuro. Había girado la cabeza, de manera que la cámara sólo captaba el perfil de su mandíbula y mejillas izquierdas. A menos que se conociera bien a aquel hombre, resultaba imposible identificarle en la fotografía.
Sakura dio a Naruto una taza de café y ladeó la cabeza para echarle una nueva mirada a la foto.
—Lleva traje —dijo—. Y el miércoles no hacía frío.
Tanto Jiraiya como Orochimaru levantaron la mirada, atentos.
—Hacía demasiado calor para llevar chaqueta —dijo Jiraiya—, a menos que tuvieras que llevar traje para ir al trabajo.
Tsunade parecía confundida. —¿Y qué?
—Trabaja en una oficina —explicó Naruto—. Es un profesional.
Tsunade suspiró.
—Todos los amigos de papá son profesionales que trabajan en oficinas.
—Retirados —intervino Sakura—. Este hombre no está jubilado.
—En ese caso es más joven que papá, pero para eso sólo hace falta ver la fotografía. O eso o se ha estirado la cara —dijo Tsunade señalando la barbilla firme del rostro del desconocido.
—Partamos de lo que ya sabemos —les pidió Naruto—. Es mucho más joven que su padre, es decir, que no tendrá más de treinta o treinta y cinco años, profesional. Probablemente el pelo sea negro, o de un castaño oscuro. Está en buena forma, elegante, metro ochenta u ochenta y cinco. ¿No se les ocurre nadie?
Todos sacudieron la cabeza, pesarosos.
—Bueno, si se les ocurre algo, háganmelo saber —dijo Naruto, volviendo a meter la foto en el sobre—. No concentren su atención en los amigos íntimos del juez, sino en alguien al que pudiera conocer superficialmente.
—Sakura sería de más ayuda que cualquiera de nosotros —dijo Orochimaru—. Llevamos años viviendo lejos de la zona, así que no conocemos a nadie que papá haya podido conocer recientemente —añadió poniendo mala cara—. Y cuando digo «recientemente» me refiero a los últimos diez años como mínimo.
—Más aún —suspiró Tsunade—. Dan y yo nos mudamos a Dallas antes de que naciera Asuma y ya tiene quince años. Dejémoslo en dieciséis años. Me temo que no seremos de ninguna ayuda, detective. Sakura es su única esperanza.
Todos miraron a Sakura, que sacudió la cabeza.
—Conocía a mucha gente. No paraba de saludar y luego decía que no se acordaba del nombre de la persona con la que acababa de cruzarse, pero sí recordaba que trabajaba con éste o con aquél. En realidad nunca hablaba de nadie excepto de su círculo de amigos más íntimos.
—En ese caso, a menos que este tipo —empezó Naruto dando unos golpecitos en el sobre— vuelva a llamar, estamos en un callejón sin salida.
—Eso me temo, al menos en lo que a mí respecta. Puede que alguno de los vecinos le reconozca, o podría intentado con los amigos del juez. Eran un grupo muy unido.
—Eso haré —dijo Naruto y miró a los demás—. Tengo que volver al trabajo, pero ¿hay algo que pueda hacer por ustedes aquí?
Tsunade le sonrió. La suya era una sonrisa triste y amable.
—Estamos empaquetando fotografías y efectos personales que queremos conservar. Gracias por todo lo que ha hecho y por sus consejos. Sé qué hará todo lo que esté en su mano para encontrar al asesino de papá.
—Sí, señora, lo haré —dijo Naruto mirando a Sakura—. ¿La acompaño al coche, señorita Haruno?
Hacía menos frío que el día anterior, pero todavía lo suficiente para que Sakura cogiera una chaqueta al salir. Hacía un sol espléndido que resaltaba los colores frescos y brillantes de la primavera: el rosa de las azaleas, el verde joven de las hojas nuevas, las cornejas blancas y rosas. Sakura entrecerró los ojos ante tanta claridad y se los protegió con la mano.
—¿Qué pasa, detective Uzumaki?
—No mucho, sólo quería estar a solas contigo un minuto. ¿Qué planes tienes? Van a vender la casa, ¿verdad? ¿Qué vas a hacer?
—De momento me quedaré aquí. Todos tienen que irse esta tarde así que me encargaré de embalar las cosas y de prepararlo todo para que la casa pueda ponerse a la venta.
—¿Te quedas aquí? ¿En la casa?
—Puedo cuidar mejor de todo si sigo aquí, controlándolo todo.
—¿No te molestará quedarte aquí sola?
—Lo que me molesta es que el juez haya muerto. Me molesta entrar en la biblioteca porque sigo viendo ahí su cuerpo, y todavía huelo... cosas. Pero no me molesta quedarme sola. Creo que lo que ocurrió le tenía a él como único objetivo, aunque no tengo la menor idea de por qué. Así que no corro peligro—. Hizo una pausa al ver una fugaz expresión en el rudo rostro de Naruto —. ¿No? ¿Hay algo que no me hayas dicho?
—No, nada. Creo que estás a salvo. Es sólo que tienes más agallas que la mayoría de la gente. Conozco a muchos hombres que no querrían quedarse aquí solos.
—¿Y quién dice que los hombres tienen más agallas que las mujeres? .
Naruto sonrió al notar el reto en su voz.
—Nadie. Los hombres sólo tienden a hacer estupideces por puro orgullo. Ahora que he reconocido que somos todos idiotas, ¿cenarás conmigo esta noche?
—¿Cómo? ¿Salir con un idiota?
—Piensa en lo que te vas a divertir.
—Bien dicho —dijo Sakura, sonriéndole—. En ese caso, creo que me gustaría. ¿A qué hora y dónde?
—A las seis y media, e iremos a algún sitio informal, si te parece bien.
—Me parece bien lo de informal.
Naruto le guiñó un ojo y se metió en el coche.
—Te veré a las seis y media.
Sentía el corazón más ligero cuando volvió a entrar en la casa. Todavía estaba apenada, pero la vida continuaba. Lo terrible de los clichés era que normalmente llevaban razón. El profundo dolor y la depresión habían desaparecido, y Sakura ya miraba hacia delante, concentrándose en el futuro. Tenía muchas tareas de las que ocuparse, asuntos que poner en orden, y tenía que encontrar trabajo. Pero lo más inmediato era la cita con Naruto.
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Mensaje por LimaAxG Mar Ago 20, 2013 7:22 am

Que Relación tan sexy la de estos dos jajaja me encanta de verdad, té iba a dejar un comentario y justo actualizaste... Aunque ahora me toca esperar bastante para el próximo capítulo espero que puedas montarlo pronto, me gusta mucho de verdad
Matta Ne!
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Mensaje por hikari uzumaki Mar Ago 20, 2013 11:41 am

Si ya comenzaran con las citas y a salir, espero que Sakura termine decidiendose por lo que le dice el corazon y no la cabeza.
Al menos ya hay algo para el caso. Quien sera este hombre tan misterioso. Y que valor el de Sakura de quedarse en esa casa y sola.

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Mensaje por Hana-Sakura Mar Ago 20, 2013 2:56 pm

waoooo me encanta tu historia,me encanta la relacion que se da entre naruto y sakura,me entristecio la muerte de sarutobi Onion D:  ESPERO LA CONTI MUY ANCIOSAAA Onion kuku jajaja saludos besos ja ne!! Onion bye 
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Mensaje por aduzumaki Miér Ago 21, 2013 7:37 pm

Onion *o* que lindo naruto ya empezó a invitar a citas a sakura espero la conti ansiosa a ver como les va saludos Onion bye 
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Mensaje por SALAMANDRAHANSUKO Jue Ago 22, 2013 8:59 am

¡Nueva lectora!

Vaya que me dejas perpleja ante la historia (muy buena por cierto), drama, acción, asesinato y romance (todo lo que me gusta que tengan los relatos) (Es triste que Sarutobi Hiruzen no este pero con él se inicia los eventos presentes y futuros, espero saber a quien elegiste como el maniatico asesino acosador de Sakura el típico Sasuke o a Itachi). Lo otro fue la manera en que Naruto "abordo" el tema del interes que siente por Sakura (fue muy brusco mas que un burro en celo o.o) el efecto "domino" narusaku es atrayente (con ello decir domino es a que Naruto se saldra con la suya con su acción de tira y afloja)

Espero el siguiente capítulo.


Onion bye 
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Mensaje por gonmax Jue Ago 22, 2013 5:57 pm

muy buena historia.. me interesa cada ves mas.. los hijos hombres del viejo se ve que serian buenos detectives. en un segundo dedujeron por que el traje. al igual que sakura xD

me gusta mucho la relacion narusaku.. espero con lo continues pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Lun Sep 02, 2013 7:57 am

CAPÍTULO 14

—No adivinarías nunca —fue su saludo cuando le abrió la puerta esa noche—lo que ha llegado hoy con el correo.
Naruto tensó el cuerpo. —¿Otro regalo?
—Una cosa casi peor —refunfuñó Sakura—. Dos ofertas de empleo.
Sus cejas rubias y rectas dibujaron un nudo. —¿Qué hay de malo en eso?
—Llevan fecha del sábado. Esa gente debe de haber escrito las cartas casi inmediatamente después de haberse enterado de lo del juez.
—Repito. ¿Qué hay de malo en eso?
Sakura le miró con impaciencia.
—Buitres. Es como la gente que lee las esquelas y llaman a la esposa del difunto para pedirle una cita justo después del funeral.
—A mí me parece inteligente, si quieren que trabajes para ellos. Si son los primeros en hacerte una oferta, puede que la aceptes antes de que te hagan otras.
—Demasiado tarde, ya que recibí la primera hace dos semanas, justo después del reportaje en televisión.
—Pero ellos no lo sabían. Yo habría hecho lo mismo —dijo, razonablemente— Te veo, te deseo, doy el paso e intento eliminar a cualquier otro que piense lo mismo que yo.
Sakura resopló mientras se ponía la chaqueta.
—Desde luego, menuda comparación, Naruto. Tú me viste y te echaste a correr.
—¿No gano puntos extras por haber logrado reunir el suficiente valor para volver?
—No. Aquí no vale el sistema de puntos.
—En ese caso supongo que tendré que confiar en la coacción física.
Naruto cogió la parte delantera de la chaqueta de Sakura con el puño y la atrajo hacia él. Ella levantó la cabeza para recibir su beso. Sólo cuando la boca de Naruto tocó la suya Sakura se dio cuenta de lo mucho que necesitaba volver a sentir eso, de que él la abrazara. Las lenguas de ambos se enzarzaron en un combate lento, deslizándose, tanteándose, trenzándose. Ni él ni ella tenían ninguna prisa.
Naruto apartó la boca lo suficiente para murmurar: —¿Ya te he coaccionado?
—Todavía no. Sigue intentándolo.
En la boca de él se dibujó una sonrisa y apoyó su frente en la de Sakura.
—No quiero sobrepasar mis límites. Dame algunas normas de comportamiento. Si me vuelvo pendenciero y se me va la mano, ¿en qué punto me darás una bofetada? El truco es saber parar justo antes de llegar a eso.
Sakura arqueó las cejas.
—Yo no doy bofetadas. Doy patadas en el culo.
—Vaya. Eso suena interesante. ¿Con los pantalones bajados o puestos?
Sakura hundió la cara en la chaqueta de él, riendo disimuladamente.
—Debería haber imaginado que eras un pervertido.
—Un niño sólo quiere divertirse —dijo Naruto, acariciándole la espalda con un movimiento nervioso con el que le comunicó que no le gustaba tener que contenerse, aunque de todos modos lo estaba hacienda—. Y si no nos vamos, puede que reciba una patada en el culo. Nunca se me ha dado demasiado bien saber cuándo parar.
Por el contrario, sabía hacer del cortejo todo un arte, por lo menos con ella. Había dejado claro que Sakura le atraía, pero no se mostraba ni demasiado ardiente ni demasiado pesado, teniendo en cuenta que estaban empezando a conocerse. Sakura estaba realmente encantada con su retorcido sentido del humor, más de lo que quería dejarle saber. Si Naruto se la jugaba, pensó, probablemente acabaría en la cama con él, Y apreciaba sinceramente que él se contuviera porque sospechaba que sabía exactamente lo encantada que estaba. Naruto era un tipo listo.

—¿Alguna de las ofertas de empleo parecía interesante? —preguntó cuándo le abrió la puerta de su camioneta.
—No, las dos querían que empezara inmediatamente y eso es imposible. Estaré aquí por lo menos un mes más. Dudo que la familia quiera seguir pagándome para que me quede en mis dependencias con los brazos cruzados cuando la casa esté lista para salir a la venta, de manera que no espero que se alargue más de un mes, pero hasta entonces no estaré libre.
—¿No crees que las ofertas seguirán en pie? No me parece que haya demasiados mayordomos por la zona.
Sakura se encogió de hombros. —Puede que sí o puede que no. Creo que sólo me quieren por el factor «celebridad», y eso no me hace demasiada gracia.
—¿Acaso el hecho de que también seas guardaespaldas significa que sólo estudiarás las ofertas que incluyan ese requisito?
—Eso estaría bien —dijo Sakura irónica—. Pagan mucho más. Pero, no, hay que tener en cuenta muchas cosas. En primer lugar, si me gusta la familia. Si hay ofertas que incluyan el puesto de mayordomo y de guardaespaldas, tendría que considerar a qué parte del país tendría que trasladarme... cosas así.
—¿Hay zonas del país que no te gustan?
—No es eso. Soy hija de militares. Estoy acostumbrada a vivir en cualquier parte, pero mis padres y mi hermana viven en Florida y me gusta vivir en algún lugar desde donde sea fácil visitarles.
—¿Estás muy unida a tu familia?
—Hablamos mucho por teléfono. No puedo verles todo lo que quisiera, quizá tres o cuatro veces al año, pero sí, diría que estamos muy unidos. A pesar de que mis dos hermanos están en el ejército y viajan por todo el mundo, nos las arreglamos para hablar por teléfono. ¿Y tú?
—Bueno, somos de esta zona, de manera que tengo tíos, tías y primos repartidos por todo el centro de Alabama. Mi hermana Ino vive en Redneck Riviera, es decir, Gulf Shores para los que no son de la zona, y mi hermano, Deidara, vive en Montgomery, es policía estatal, así que lleva el uniforme de los que hacen el bien. Entre los dos me han hecho tío tres veces. Ino es la menor, con dos años de diferencia. Por cierto, tengo treinta.
—¿No tienes hijos?
—No, gracias a Dios. Es lo único bueno de mi divorcio, que no tuvimos hijos a los que destrozarles la vida. El resto de la familia siempre me consideró un holgazán por no tener descendencia, aunque ahora también ellos se alegran.
—¿Y tus padres?
—También ellos me consideraban un gandul.
Sakura le dio un puñetazo en el hombro. —Granuja.
Naruto sonrió y luego frunció un poco el ceño y se frotó el brazo. —Vaya, menudo golpe.
—Y me he contenido. Eres un quejica—. Venga ya, pensó Sakura. Naruto tenía el brazo tan duro que podría haberse destrozado los nudillos—. ¿Y tus padres? —le apremió.
—Viven en Kentucky. Se mudaron allí por alguna razón, aunque no sé cuál.
—¿Qué tiene de malo Kentucky?
—Nieva.
—¿Qué tiene de malo la nieve?
—Recuerda que he trabajado en un coche patrulla. ¿Has visto alguna vez lo que ocurre por aquí cuando nieva?
Sakura se echó a reír, ya que un centímetro de nieve podía convertir el tráfico, y de hecho así era, en un verdadero caos. Los sureños no se llevaban bien con la nieve; suponía un terrible dolor de cabeza para los coches patrulla a causa de los accidentes. Para alguien que había pasado un memorable invierno al norte del estado de Nueva York, la alarma provocada por una tormenta de nieve en los estados del sur resultaba irrisoria.
De pronto, Sakura se dio cuenta de que se iban hacia el sur, alejándose de la ciudad.
—¿Adónde vamos?
—¿Qué te parece un poco de béisbol en el instituto?
Sakura no respondió de inmediato.
—¿Es una pregunta retórica o estás diciéndome algo?
—Un primo mío juega esta noche, a doble partido. Nos perderemos el primer partido, pero mientras cenamos y llegamos al campo, deberíamos llegar ahí justo a tiempo para el segundo. Iruka juega de Shortstop.
Evidentemente Iruka era su primo.
—Me gusta el béisbol, pero no creo que esta chaqueta sea lo bastante abrigada para sentarme a la intemperie durante dos horas con este frío.
—Tengo una manta detrás del asiento, una manta gruesa de lana. Podemos acurrucamos en la grada y si nos tapamos con la manta nadie se dará cuenta de que te sobo de vez en cuando.
—Yo sí me daré cuenta.
—Dios, eso espero. Si no es así, eso significa que he perdido el tacto o la puntería.
Quizá un sitio público fuera el lugar más seguro para estar con él.
—Vale —dijo Sakura—. Incluso podemos comprar un perrito caliente en el campo si quieres llegar antes de que termine el primer partido.
—Sabía que eras buena gente —dijo Naruto feliz.
Lo de sentarse en una grada fría en una noche helada, rodeados de padres, hermanos, algunos profesores y grupitos de estudiantes que no paraban de chillar, reír y charlar resultó mucho más divertido de lo que Sakura recordaba de los días en que Gaara y Sasori jugaban al baloncesto. Por un lado, porque los primos de Naruto —había unos diez en el campo— estaban todos locos. Sakura tuvo que preguntarse si el sentido del humor era un rasgo propio de la familia. Por otro, parque acurrucarse bajo la manta con él resultaba... más que divertido.
La manta de tamaño cama de matrimonio era, como Naruto había prometido, de lana gruesa. Naruto envolvió a ambos con ella antes incluso de que se sentaran, de manera que les protegía las piernas del frío. El calor corporal de él y la manta se combinaban para mantenerla agradablemente caliente, a pesar de que la noche de abril era tan fría que se les helaba el aliento. Naruto tenía pegado el cuerpo a su costado izquierdo, frotando su mano contra la de ella, y seguía con el brazo derecho alrededor de su cuello, excepto en los momentos en que se ponía en pie de un salto e insultaba a gritos al árbitro, que resultó ser otro de sus primos.
Unas cuantas veces logró incluso algún toqueteo. La caricia fue sutil, sólo su pulgar rozándole el pecho derecho, pero era un gesto intencionado y ella lo sabía. La primera vez que ocurrió, Sakura le lanzó una dura mirada y le encontró mirando inocentemente el partido, mientras una leve sonrisa jugueteaba en las comisuras de sus labios. Ella se vengó deslizando su mano izquierda por el muslo de Naruto, muy despacio, deteniéndose justo al sur del ojo de buey. Naruto tensó el cuerpo, dejó de sonreír y, aunque siguió mirando el partido, había en sus ojos esa mirada desenfocada que a Sakura le dejó bien claro que se había desentendido por completo de lo que ocurría en el campo.
Sakura se sentía terriblemente traviesa haciendo esas cosas en público, a pesar de que estaban envueltos como momias en aquella maravillosa manta y nadie podía darse cuenta de nada. Deseó dejar de provocarle e ir a por todas con un gesto que a Naruto le hiciera entornar los ojos. Deseó girarse un poco para que la mano de él le sujetara el pecho completamente.
No tuvo que girarse. Naruto se las ingenió a la perfección sin su ayuda. Sakura contuvo el aliento cuando sintió la cálida presión de su mano y la caricia del pulgar sobre su pezón. Daba igual que la triple capa de sostenes, camisa y chaqueta le protegiera la piel de su tacto. Se le endurecieron los pechos, los pezones se convirtieron en pequeños guisantes duros y todo su cuerpo respondió tensándose.
—¿Estás bien? —preguntó Naruto con un tono casual, como si le estuviera preguntando si tenía frío. Sakura deseaba ardientemente agarrarle bien, pero apretar los genitales de un hombre en la primera cita no iba con ella. Se contentó con meterle la mano derecha por debajo de la camisa y tirarle del vello del pecho. Naruto no pudo reprimir una mueca de dolor.
—Tengo un poco de calor —dijo ella, con el mismo tono casual—. Quizá podríamos abrir un poco la manta.
—Buena idea —dijo Naruto, que sonaba ahora un poco sofocado, y ambos se sacudieron la manta de encima hasta que les cubrió sólo las piernas hasta la cintura. Recurrieron al café para entrar en calor durante el resto del partido.
Naruto tenía que trabajar al día siguiente, así que, después del partido, llevó a Sakura directamente a casa. Cuando le dio un beso de buenas noches, ella fue lo bastante lista para sujetarle las manos mientras la besaba. Cuando Naruto levantó la cabeza sonreía.
—No me habían vuelto a sujetar las manos mientras besaba desde el instituto.
—Tampoco a mí me habían toqueteado en un partido de béisbol desde el instituto.
—Ha sido divertido, ¿no?
Sakura se sorprendió sonriendo.
—Sí.
—¿Tienes planes para mañana por la noche? ¿Y para todas las noches de esta semana?
—¿Me estas pidiendo que salga contigo todas las noches?
—Tengo que agotarte. ¿Cómo, si no, vaya llegar a la segunda base si no consigo pasar de la primera? Esta es la agenda para la semana: mañana por la noche iremos a jugar a bolos...
—¿A jugar a bolos?
—Bolos cósmicos. Es divertidísimo.
Sakura ni se molestó en preguntar qué era eso de los bolos cósmicos.
—¿y el miércoles?
—Al cine.
—¿El jueves?
—Un concierto.
De lo ridículo a lo sublime. Sakura sacudió la cabeza, perpleja. Al menos no se aburriría.
—¿Y el viernes?.
—Espero que a esas alturas ya hayamos pasado al sexo salvaje de los primates.
Sakura se echó a reír de buena gana, y él sonrió, apoyándose en el marco de la puerta.
—¿Tenemos una cita? ¿O varias citas?
—Hasta el viernes.
—Ya veremos —respondió Naruto, mientras se alejaba silbando hacia su camioneta. Sin duda era un gran maquiavélico.
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Mensaje por hikari uzumaki Lun Sep 02, 2013 8:55 am

Hehehehehe! Ese Narutin si resulto pervertidillo, aunque Sakura no se queda atras, se nota la gran tension entre esos dos. Me pregunto si aguantaran tanto.

Y de quienes serian las otras dos propuestas de trabajo?

Conti!
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Mensaje por LimaAxG Lun Sep 02, 2013 1:26 pm

Jajaja Naruto lo tiene todo fríamente calculado... Yo pienso que caerán antes jajaja espero con muchas ansias el próximo capítulo
Matta Ne!
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Mensaje por aduzumaki Lun Sep 02, 2013 4:08 pm

Onion ok excelente ha naruto pervertidillo y sakura no se queda atrás Oigh  ya quiero ver que pasa con las citas y si descubrirán alguna pista sobre el asesinato del juez sarutobi todavía no lo supero Onion D: espero conti pronto Onion bye 
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Mensaje por gonmax Lun Sep 02, 2013 8:22 pm

e veo, te deseo, doy el paso e intento eliminar a cualquier otro que piense lo mismo que yo.
no enteindo como despues de pensar eso. no penso en la posibilidad de que el primer llamado tenga algo que ver con la muerte. o por lo menos con el colgante..

naruto me hace reir demaciado xDD todo un pervertido. asi me gusta!

espero la conti pronto. suerte y cuidate Very Happy
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Mensaje por mariland Sáb Sep 07, 2013 12:45 pm

CAPÍTULO 15


El martes por la mañana apareció un artículo en el periódico con un titular que rezaba: «La falta de pruebas obstaculiza la labor de la policía en el asesinato de Mountain Brook». Naruto gruñó, asqueado, mientras leía el artículo: El departamento de policía de Mountain Brook no ofrece más información que «sin comentarios» sobre su investigación acerca del asesinato del juez retirado Hizuren Sarutobi. La investigación parece haber llegado a un punto muerto y los ciudadanos, preocupados, se preguntan si el Departamento, que no ha investigado ningún asesinato en los últimos cinco años, tiene la suficiente experiencia para enfrentarse a un caso de estás características.
—Menuda gilipollez —gruñó, tirando el periódico encima del escritorio. Todos los investigadores de la división de detectives echaban chispas. El lugarteniente echaba chispas. De hecho, todo el mundo echaba chispas. Era cierto que la investigación estaba en punto muerto, pero eso nada tenía que ver con la incompetencia o con la falta de experiencia. Si el idiota que había escrito ese artículo hubiera investigado como debía, se habría enterado de que el departamento de Mountain Brook era de primera y que incluía a gente excelente, además de estar excelentemente equipado. El técnico de pruebas en jefe se había encargado de reunir las pruebas, y lo había hecho correctamente. El propio Naruto había hecho una visita de inspección con el Departamento de Policía de Birmingham, donde las investigaciones de asesinatos eran mucho más comunes. Todos los detectives contaban con mucha experiencia. Sabían cómo llevar adelante una investigación, pero no podían inventarse pruebas que no existían.
El problema seguía siendo la ausencia de móvil. Cuando el juez Sarutobi había sido asesinado, no iba caminando por la calle y había sido víctima de un tiroteo desde un coche.
En otras palabras, no se trataba de un asesinato sin otro móvil que el del mero placer por matar. Su asesinato había sido deliberado, planificado y ejecutado con precisión. Es decir, había sido un homicidio. El autor del crimen sabía que aquél era el día libre de Sakura y que el juez estaría solo en la casa.
La misteriosa llamada recibida desde el teléfono público de La Galleria era la única pista que tenían, pero hasta el momento nadie había reconocido nada del hombre de la fotografía. Habían hablado con amigos del juez, con los vecinos y la familia, y seguían sin tener nada. La vía fácil no había resultado. Las cosas habrían sido mucho más sencillas si el juez Sarutobi hubiera recibido un disparo al abrir la puerta o mientras iba hacia su coche. En ese caso, podría haberse barajado la posibilidad de la venganza. En cambio, Naruto volvía una y otra vez a la inevitable conclusión de que el juez conocía a su asesino y de que le había permitido entrar por propia decisión a la casa.
Y eso llevaba de nuevo a Naruto al misterioso hombre de la foto.
La hora de la llamada era correcta. Alguien a quien el juez conocía, quizá de fuera de la ciudad, que había llamado y había dicho: «Hola, estoy cerca de tu casa». Y el juez le había invitado a su casa y el tipo le había matado. Ese era el escenario al que llevaban las circunstancias. Pero ¿quién? Y ¿por qué? Ahí estaba el viejo truismo: encuentra el porqué y descubrirás quién. Desgraciadamente, Naruto no tenía la menor idea.
Se frotó la cara con las manos. No había conseguido quitarse de encima la mala espina que le daba e! caso. La respuesta estaba ahí fuera, pero no se estaban acercando a ella y Naruto temía que no llegaran a descubrirla nunca. El caso iba a archivarse con la etiqueta de «sin resolver>>. Odiaba cualquier tipo de delito no resuelto, pero un asesinato podía con él.
Ya de niño los rompecabezas le volvían loco, y no podía parar hasta que los completaba. El maldito cubo de Rubik le había hecho subirse por las paredes hasta que por fin descubrió como solucionarlo. En una escala del uno al diez, el cubo de Rubik estaría en un cinco, y un asesinato estaría en los diez mil millones. Así de mal lo llevaba. Si no se andaba con  cuidado podía fácilmente obsesionarse con este caso.
El caso era más personal de lo que debía, porque había afectado a Sakura. Si ella hubiera estado en la casa en vez de haber ido al cine, también podría haber muerto. Sakura se sentía culpable porque creía que podía haberlo impedido, pero a Naruto se le cerraba el estómago cada vez que pensaba que podía haber estado en la casa con un asesino dentro. Se habría ido a sus dependencias y habría dejado a los dos... ¿amigos? ¿Conocidos? hablando en la biblioteca del juez. Quizá ni siquiera habría oído el disparo, si había sido hecho con silenciador. Luego, como ella le había visto, el asesino habría subido silenciosamente las escaleras que llevaban a sus dependencias. Sakura no habría estado esperándole, no estaría armada, y él la habría matado. Era así de simple, y Naruto se echaba a sudar cada vez que pensaba en ello. Ir al cine había salvado la vida de Sakura, y había ido porque quería darle al idiota que le había enviado el elegante colgante la oportunidad de abordarla. Qué curioso cómo funcionaban las cosas. Al enviarle el colgante y haberla inquietado tanto, el pirado le había salvado la vida a Sakura.
Sakura era... Naruto no sabía cómo era Sakura. Fascinante. Sexy. Fuerte y tierna a la vez. No sabía lo que ocurriría entre los dos. Ni siquiera se permitía pensar en lo que podría no ocurrir. Con ella, Naruto vivía totalmente en el presente. Cuando estaba con ella no pensaba en el pasado y no le importaba el futuro. Bueno, eso era mentira, porque si podía influir de alguna manera en el futuro, éste incluía quitarle la ropa y disfrutar con ella de un sexo ardiente, húmedo y abrasador. Eso sí era planificar realmente el futuro.
Le hacía sentirse bien concentrarse sólo en una mujer, en vez de seguir con esos encuentros de una noche que servían para desahogar la presión de sus testículos pero que le dejaban sintiéndose solo al día siguiente. Disfrutaba jugando con Sakura, y eso era exactamente lo que estaban haciendo: divertirse. Hacía demasiado tiempo que no se divertía, demasiado tiempo sin sentir esa particular emoción al ver la cara de una mujer y sentirse en sintonía con ella.
Como, por ejemplo, la noche anterior. Sakura había pensado muy en serio en cogerle de los testículos como venganza, pero había decidido no llevar tan lejos la intimidad. Los ojos de ella habían sido fríos y retadores, aunque él sabía lo que Sakura estaba pensando; lo había leído en la leve tensión de su fibrado cuerpo. Naruto había estado dispuesto a soportar cierto grado de dolor dudaba de que Sakura fuera a dejarle herido, aunque sin duda le habría hecho daño— si con ello aceleraba las cosas entre ambos. Lástima que ella lo hubiera pensado mejor y hubiera decidido no agarrarle porque, desde su punto de vista, si Sakura le hubiera hecho daño, tendría que haberle besado para compensarle. A él le habría parecido perfecto.
Tener una erección en el trabajo no era una buena idea. Naruto elevó su concentración hasta volver a ubicarla en la cabeza.
Tenía un mes para conseguir a Sakura, el mes que, según ella calculaba, tardaría en  embalarlo todo y cerrar la casa. Conseguiría otro empleo. Naruto esperaba que se quedara en la zona, aunque no había ninguna garantía de ello. Como ella ya había dicho, si alguien precisaba sus servicios combinados de mayordomo y guardaespaldas, el sueldo sería mucho mejor, y ¿cuánta gente en la zona necesitaba un guardaespaldas? Naruto calculó que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que Sakura abandonara la región, así que tenía que actuar rápido. Aunque, quizá, si tuvieran una relación, ella buscaría trabajo cerca y podrían tomarse las cosas con calma y ver adónde les llevaba todo.
La idea se proyectaba en un futuro demasiado lejano, y Naruto la apartó de su cabeza. Lo unico con lo que podía lidiar en el presente era precisamente el momento presente. Iba a ver a Sakura todas las noches, y cada uno de los segundos que había entre ellas tenía un asesinato que investigar, aparte de todas las investigaciones que surgían. El periódico decía que la policía no tenía la menor pista acerca del asesinato del juez Sarutobi. Qué lástima.


Estaba satisfecho, de nuevo había demostrado ser más inteligente que los demás. Por supuesto que no había pistas. Primero se había asegurado de que Sakura estuviera en el cine, luego había ido en coche hasta La Galleria y había hecho la llamada desde un teléfono público. Todos los días pasaban miles de personas por La Galleria. No había forma de pillarle.  El juez Sarutobi, el viejo idiota, se había alegrado de hablar con el hijo de un amigo sobre algún asunto legal, y así de sencillo había resultado meterse en la casa.
A pesar de que sus huellas dactilares no estaban en ninguno de los bancos de datos del AFIS por la sencilla razón de que nunca antes se las habían tomado, se había asegurado de tomar buena nota de todo lo que tocaba en la casa y había limpiado esas superficies antes de salir. No había aceptado nada de beber, de manera que no había ninguna copa ni ninguna taza por las que preocuparse. También había cogido de la alfombra el casco de la bala, donde el arma automática lo había dejado, y lo había tirado a la basura al día siguiente. La basura ya había sido recogida, de modo que el casco había desaparecido. Estaba a salvo. Ahora podía concentrarse en Sakura.
No quería repetir su oferta demasiado pronto. A ella no iba a gustarle. Ofendería su sentido del decoro. Pero tampoco podía permitirse esperar demasiado porque a buen seguro se iban a disputar sus servicios. Había descubierto a través de su red de conocidos del vecindario —obviamente, no podía llamárseles amigos— que la familia Sarutobi iba a poner la  casa en venta y había dispuesto que Sakura se quedara durante un tiempo en ella para supervisar todo el proceso.
Las cosas no podían haber salido mejor. Tenía tiempo, un período de gracia, por así llamarlo, para pensar con calma cómo exponerle la siguiente oferta. La última vez había cometido un error al no tener en cuenta el sentido de la lealtad de Sakura y reducir su valía al mero valor del dinero. Por supuesto que era merecedora de esa cantidad, y de mucho más, pero una mujer tan concienzuda necesitaba algo más que dinero: un propósito.
Tenía que llegar a pensar que él la necesitaba. De hecho, era así, mucho más de lo que ella se pudiera imaginar. Desde la primera vez que la había visto, se había dado cuenta de que era la mujer perfecta para él, la mujer que había estado esperando durante toda su vida, y de que no estaría completo sin ella.
Al pensar en ella allí, en su casa, casi se mareó. Daría a Sakura todo lo que pudiera llegar a desear y la protegería de un mundo que jamás sería capaz de apreciar su absoluta perfección. Para ella tenía que ser una tortura verse constantemente obligada a tratar con gente que no la merecía. Cuando estuviera con él, eso se acabaría. Sakura ya no necesitaría a nadie. Juntos, serían la perfección misma.

El martes fue un día increíblemente triste y solitario. Era el primer día que Sakura estaba sola en la casa. El día anterior la familia había estado allí hasta primera hora de la tarde y luego había salido con Naruto, cuya presencia apartó el vacío de su mente. Sospechaba que Naruto podía llegar incluso a hacerle olvidar su propia muerte. Sin embargo, él no estaba ahí ese día. Saber que iba a verle esa noche era una baliza que atesoraba en el fondo de su mente, un poco de luz contra tanta oscuridad. Se mantuvo ocupada. No necesitaba inventarse algo que hacer. Tenía mucho trabajo por delante.
Empezó a embalar metódicamente los contenidos de cada una de las habitaciones, e ideó un inventario principal que introdujo en su portátil para controlar qué contenía cada caja y a qué habitación pertenecía. Las cajas estarían numeradas y pegaría en cada una de ellas un sobre que contendría la lista específica de la caja en cuestión. La tarea llevaba mucho tiempo y era realmente agotadora, aunque no lo suficiente para que dejara de ser consciente en todo momento de que estaba sola en esa casa enorme, ni para que lograra no recordar lo que había ocurrido en la biblioteca cada vez que pasaba frente a la puerta.
El teléfono no paró de sonar. La gente que llamaba no pretendía nada malo con sus preguntas sobre la familia y sobre cuáles eran los planes de la familia con respecto a la casa, pero las constantes interrupciones impidieron a Sakura hacer todo lo que tenía planeado, y las preguntas refrescaban la imagen del juez en su cabeza. No quería olvidarle, pero sí le habría gustado distanciarse un poco de tanto dolor. Pensar en Naruto le proporcionaba esa distancia. Quizá pensara en él demasiado y quizá no le convenía, pero... en fin, no tenía más remedio que bregar con ello.
Lejos de ser el hombre seco y adusto que ella había creído al principio, Naruto tenía una vena alegre que la hacía reír y que la mantenía alerta. Notaba que era muy cuidadoso con ella, no porque la considerara frágil, sino más bien porque no lo era. Sakura era consciente de su propia valía y de su propia fuerza. Ni era un Kleenex que podía usarse y tirarse a la basura ni una mariposa que fuera a alejarse revoloteando alegremente por decisión propia.
Naruto la deseaba, pero tenía mucho cuidado a la hora de mantener cualquier tipo de relación que no fuera meramente sexual o superficial, y no sabía con certeza hasta qué punto deseaba una relación con ella. Se divertían juntos, pero en cierto modo eran como dos pesos pesados en el cuadrilátero, moviéndose en círculos midiendo las fuerzas del adversario, sin implicarse hasta saber sí el contrincante les iba moler a golpes.
A Sakura, Naruto le gustaba más que ninguno de los hombres con los que había salido hasta el momento, aunque, ¿cómo podía no gustarle alguien que la llevaba a jugar a bolos y luego a un concierto de música clásica? Desde el principio había sabido que había una gran química entre ambos. Una química apabullante, para ser más exacto: Sin embargo, podía resistirse a la atracción física si eso era todo lo que había. En el caso de Naruto, el paquete completo era tan seductor como una Lorelei que la atrajera hacia él.
Almorzó un sándwich, que comió en sus dependencias, y un vaso de agua. Sentía el silencio a su alrededor hasta que tuvo la sensación de que podía oír los latidos de su propio corazón. Lavó el cuchillo y « vaso que había utilizado y los puso en su sitio. Luego se echó a llorar.
Media hora después se encontró sentada en los escalones que llevaban del pórtico al jardín de flores. El sol radiante le bañaba de pleno la cara y los brazos desnudos, y en el aire flotaba la fragancia de la dulce frescura de la primavera. Los pájaros trinaban enloquecidamente en los árboles y sus colores destellaban cuando revoloteaban de un lado a otro. Las abejas iban de flor en flor, ebrias de néctar. La tristeza estaba dentro de la casa, pero fuera había vida y calor.
Sonaron pasos en las baldosas que tenía a su espalda y se giró para ver a Naruto.
—Hola —dijo él, sentándose a su lado—. No contestabas a la puerta, así que he dado la vuelta a la casa para ver si tu camioneta estaba aquí..
—Estoy aquí —dijo Sakura, innecesariamente—. Estoy simplemente... tomándome un respiro.
Naruto observó atentamente el rostro macilento y los ojos hinchados de Sakura y, con suavidad, la estrechó entre sus brazos y acunó su cabeza contra su hombro.
—Un mal día ¿eh?
—Hasta ahora, un asco.
Dios, qué delicia sentirse abrazada. Naruto era fuerte y sólido, ella giró la cara hasta pegada a su cuello y así poder aspirar el cálido aroma de su cuerpo. Lo rodeó con los brazos, pasándole uno de ellos por el cuello y pegando el otro a su espalda. Sus dedos se clavaron en los músculos marcados de su espalda, perfilando la hendidura de su columna. Él echó la cabeza hacia atrás y la besó y la palma de su mano se posó cálidamente sobre su pecho derecho. Sakura permitió la caricia, inclinándose hacia él y rindiéndose a su beso. En ese momento necesitaba que la arroparan, el consuelo físico de su presencia, así que no protestó cuando él le desabrochó la blusa sin mangas e hizo lo propio con el cierre del sujetador, apartándolo a un lado. El aire fresco acarició la piel desnuda de Sakura, endureciéndole los pezones, que enseguida fueron cubiertos por el cálido tacto de la palma callosa y áspera de la mano de Naruto.
—Dios, que hermosa eres —dijo con un tono de voz grave y agitado—. Mira esto
Sakura abrió los ojos y se miró los pechos. Eran de color crema, con unos pezones  pequeños y rosáceos. No eran muy grandes, pero Naruto los sentía pesados sobre su mano, cuyos dedos, duros y bronceados, dibujaban un evidente contraste entre su masculinidad y las femeninas curvas de ella. Le acarició un pezón con el pulgar, que se endureció aún más, rebosante de color.
Un sonido semejante a un trueno lejano retumbó en la garganta de Naruto y cuando SaKura levantó la mirada percibió que un velo de sudor le cubría la frente.
—Estoy trabajando —dijo Naruto con voz ronca.
—Quién lo diría —murmuró Sakura. Pensó que podía quedarse ahí sentada al sol durante horas, dejando que él siguiera acariciándola. Aunque era imposible seguir así, porque muy pronto se encontraría tumbada de espaldas sobre las baldosas del pórtico, lo cual no parecía ser un lugar demasiado cómodo para hacer el amor.
—Sólo he venido porque quería saber cómo estabas. No puedo quedarme —dijo él, volviendo a besarla mientras su mano seguía aplicando su cálida magia sobre sus pechos.
Entonces, y a regañadientes, la soltó. De hecho, la soltó como si se le arrancara la piel al separarse de ella—. Simplemente recuerda dónde lo hemos dejado, y lo retornaremos  esta noche.
Ya mucho más animada, Sakura volvió a abrocharse el sujetador y empezó a abotonarse la blusa.
—Lo siento, pero las cosas no funcionan así. Tendrás que empezar de cero.
—No hay problema —dijo él con una sonrisa.
Sakura soltó un bufido.
—Ya lo suponía —dijo, y sonrió, también ella un poco confusa—. Gracias por venir. Estaba deprimida.
—Ya me he dado cuenta. ¿A las seis y media?
Sakura asintió.
—Estaré lista.
—Yo también.
—No me refería a eso.
—Vale, maldición —soltó Naruto, molesto.
A duras penas pudo disimular una sonrisa y notó que la risa empezaba a burbujearle en la garganta.
—Vuelve al trabajo, Naruto, y recuerda: nunca des nada por hecho.
—Vale, maldición —dijo una vez más.
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Mensaje por mariland Sáb Sep 07, 2013 12:48 pm

Los invito a leer y entregarse a mi nuevo fanfic "Por siempre" los enamorara igual o mas de lo que lo ha hecho mis anteriores historias.

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Por favor comente, me fascina saber su opinión acerca de lo bueno o malo de las historias que les traigo Emocionado
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Mensaje por hikari uzumaki Sáb Sep 07, 2013 2:50 pm

Jajajajajajaja! Pobre Naruto deberian echarle un balde de agua fria, y Sakura si que le gusta jugar y ser malvada con el, hehehehehehe! Me encantan estos juegos entre ellos, y me alegra que Naruto este con ella y la haga sentir mejor, si que se deprime ahí sola y recordando todo.

Quien rayos es ese acosador?!
El muy maldito si que planeo todo, y espera a dar el siguiente paso, que miedo!

Conti!
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Mensaje por aduzumaki Sáb Sep 07, 2013 2:57 pm

Sudor jajajaja naruto es muy perver pero que bueno que siempre este al lado de sakura cuando ella mas lo necesita y maldito acosador grrr quien sera muero de ansias espero la conti muy buen cap me gusta como llevas la historia Onion bye 
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Mensaje por mariland Miér Sep 11, 2013 9:32 am

CAPITULO 16
parte 1/3
El miércoles, una semana después del asesinato, Sakura se encontró cumpliendo su viejo horario. De todos modos, había olvidado cambiar la hora de sus sesiones de karate y de kick—boxing, de manera que trabajó en la casa hasta que llegó la hora de ir a entrenar, y luego se entregó a las sesiones más duras a las que se había sometido desde hacía mucho tiempo. Hoy hace exactamente una semana, no dejaba de pensar. Exactamente una semana.
Una semana antes, lo más importante en su vida había sido descubrir quién le había enviado el colgante. Ese día, sin embargo, no lograba recordar con exactitud cómo era el colgante. Había quedado relegado a algo totalmente banal después de lo ocurrido aquella noche. Supuestamente esa noche iba a ir al cine con Naruto. Al recordar que el miércoles anterior también había ido al cine se dio cuenta de que no podía hacerlo. Llamó al número que Naruto le había dado y él respondió inmediatamente.
—Soy Sakura. Perdona, pero esta noche no puedo ir al cine.
Naruto hizo una pausa.
—¿Ha ocurrido algo?
—No, es sólo que... hoy hace una semana, y también entonces fui al cine.
—Vale —respondió Naruto con tono amable—. Haremos otra cosa.
—No, yo... —quería estar con él, pero quizá, después de la noche anterior, convenía un período de enfriamiento. Había logrado mantener las cosas bajo control, incluso había conseguido que no progresaran más de lo que ya lo habían hecho, pero Naruto estaba minando seriamente su resolución. El período de enfriamiento era por el bien de ella.
—Esta noche no. Sigue en pie la cita de mañana, pero esta noche no soy buena compañía.
—¿Te estás enfriando?
¡Qué propio de él pasar por alto cualquier muestra de compasión o de cortesía e ir directo al grano!
—Créeme —dijo Sakura irónica—. Haría falta mucho frío para enfriar este cuerpo.
Naruto soltó un suspiro corto y seco.
—Ahora sí que no puedo sentarme.
—Espero que nadie te esté escuchando.
Naruto pasó el comentario por alto.
—Si cambias de idea, o si quieres compañía, estaré en casa.
—Gracias, Naruto —dijo Sakura con dulzura—. Eres un cielo.
—Ya te dije que terminarías llamándome así —respondió él con suficiencia.
Pasará lo que pasara, Naruto siempre conseguía animarla. Cuando colgó se sentía levemente alegre como siempre que estaba con él. La sensación de efervescencia la acompañó durante el resto de ese duro día.
El jueves por la noche, de camino al concierto, Naruto dijo:
—Tengo un amigo que se muere por conocerte. Es un cerdo barriobajero que está convencido de que cuando te muestre sus encantos te irás con él y me dejarás, aunque, si no  te molesta sentirte un poco sucia por la asociación de ideas, lo que realmente quiere es practicar un poco la puntería contigo. Tengo un arma de sobra que puedes utilizar, ya que nosotros todavía tenemos la tuya.
Sakura se echó a reír.
—¿Un cerdo barriobajero que te hace sentir sucia por asociación?. Por supuesto, me encantaría conocerle.
—Eso creía. ¿Qué te parece mañana por la tarde, hacia las dos, en el campo donde nos encontramos?
—¿A las dos? ¿No tienes que trabajar? ¿O es que vas a enviarme sola a ensuciarme por asociación?
—Mañana tengo medio día libre, y todo el fin de semana —respondió Naruto, repasándola de reojo con la mirada—. Ponte este vestido.
Típico de un hombre.
—¿Para practicar la puntería? Ni lo sueñes.
—Ni te imaginas cuáles son mis sueños —dijo él con emoción en la voz.
En uno de esos cambios de temperatura tan típicos de la primavera, el día había llegado a los veinticinco grados y no había refrescado mucho al caer la noche. Sakura se había vestido teniendo en cuenta lo inestable que estaba resultando el tiempo. Llevaba un vestido de tubo sin mangas de color aguamarina que hacía resaltar el color de su rostro, y también se había llevado un chal para ponérselo sobre los hombros en caso de que refrescara. El vestido se adaptaba a los lugares adecuados y apenas rozaba los demás, y era lo suficientemente escotado por delante para dejar a la vista un atisbo del escote. Naruto no le había quitado ojo a ese atisbo desde que la había pasado a buscar.
Sakura hizo gala de su prudencia y no le preguntó cuáles eran sus sueños porque estaba casi segura de que él se los contaría. Si había en el cuerpo de Naruto una pizca de timidez, Sakura todavía no la había descubierto. El concierto fue maravilloso. Sakura adoraba la música clásica y Naruto se descubrió como un buen conocedor del género cuando le habló del programa, demostrando con ello que no había escogido ir al concierto sólo para impresionarla.
—¿Vienes al auditorio a menudo? —preguntó Sakura.
—No tanto como me gustaría, pero como mínimo un par de veces al año. Tengo que compaginarlo con mis horarios.
—No me extraña que te resulte tan difícil encontrar tiempo para asistir a un concierto con tantos partidos de béisbol y de bolos.
Naruto sonrió.
—Admítelo. Te gustó lo de los bolos cósmicos.
—Nunca había jugado a bolos a oscuras.
De hecho, lo había pasado en grande la noche del martes. La bolera cósmica era fantástica. Las bolas y los bolos estaban pintados con pintura fosforescente. Las luces de la bolera estaban apagadas y habían sido encendidas las luces negras. Todo lo blanco, como dientes y zapatos, o una camiseta, irradiaba un brillo sobrenatural. Resultaba un poco desconcertante ver dientes brillando en la oscuridad. Sin embargo, la próxima vez que fuera, Sakura haría que Naruto llevara una camiseta blanca para poder tenerle controlado.
Se quedó trabajando esa noche después de que él la llevara a casa y se levanto temprano a la mañana siguiente para adelantar sus tareas de embalaje y así poder encontrarse con el amigo de Naruto. De hecho, Sakura trabajaba más horas que en vida del juez, pero le preocupaba tanto retrasar a la familia que aún se esforzaba más por terminar de preparar la casa para su venta. Naruto tenía una gran facilidad para consumir el tiempo, y como prueba ahí estaba esa tarde, de manera que Sakura quería disponer de horas extras durante la semana para poder dedicadas a lo suyo.

De nuevo hacía un día agradable, unos veinticinco grados. Se puso unos pantalones de punto de color crema con un elástico en la cintura para mayor comodidad, ya que iba a sudar en el campo de tiro, una camiseta de cuello de pico de manga corta y sandalias, además de aplicarse protector solar de factor máximo sobre todas las partes de la piel que quedaban expuestas al sol.
—Maldición —dijo Naruto cuando la pasó a buscar—. Esperaba que hubieras cambiado de opinión sobre lo del vestido.
—Ya, claro. Habría sido fantástico ver cómo me agacho para coger cartuchos con ese vestido.
—Uff, ya lo creo.
Kiba Inuzuka, el amigo de Naruto, era el hombre corpulento con el que Sakura le había visto antes en el campo de tiro. Kiba tenía el pelo castaño, ojos castaños claro y era tan incontenible como una Energizer Duracell. Se presentó diciendo:
—Si te cansas de tener que aguantar a este idiota, llámame y te llevaré al altar antes de que puedas decir «Señora Inuzuka».
—Créele —dijo Naruto con voz cansina—. Ya lo ha hecho dos veces.
Sakura parpadeó.
—¿Te has casado con mujeres a las que habías invitado a salir?
—Ellas se casaron conmigo —corrigió kiba—. Pero no hablemos de eso.
Sakura se dio cuenta de que Naruto quería que se luciera delante de Kiba, y así lo hizo.
Ella y Kiba tenían dianas conjuntas. Kiba estuvo buen rato cantando las alabanzas de su pistola: lo certera que era, que jamás se había atascado, etc. Sakura miró a Naruto, que estaba apoyado tranquilamente contra un poste con las piernas cruzadas, y el se encogió de hombros y sonrió.
—Nunca se agota.
—Eso es bueno en un hombre— dijo kiba, guiñándole un ojo.
Sakura se volvió a mirar a Naruto.
—¿No vas a disparar?
Naruto sacudió brevemente la cabeza. kiba dijo:
—No le metamos en esto. El maldito presumido siempre me gana. Eso es porque estuvo en el ejército. Le da una ventaja injusta.
En cuanto a eso, también ella había recibido su propio adiestramiento militar. El suyo había sido privado, y debía agradecérselo a su padre, pero el adiestramiento era el adiestramiento. Empezaron con las dianas más próximas, retrasándolas después de vaciar cada cargador. Sakura disparaba con seguridad, concentrándose como cuando competía con sus hermanos. La vibración de la pistola en su mano le resultaba tan familiar como conducir un coche. Casi no tenía que pensar en lo que hacía. El hábito formaba ya parte de ella.
—No puedo creerlo— se quejó Kiba de buen talante—. Naruto me dijo que eras buena, pero yo soy bueno y tú me estás ganando en todas las dianas.
—Dispara con la izquierda— le dijo Naruto a Sakura, y kiba le miró tontamente.
—¿Con la izquierda? ¿Dispara con las dos manos?
Sakura se limitó a cambiarse el arma de mano y procedió a vaciar el cargador en la diana. Como de costumbre, podría haberse cubierto todos los agujeros de la diana con una carta de póquer.
—Hijo de perra— le dijo Kiba a Naruto, incrédulo—. ¡Me has traído a una experta! Es una profesional, ¿verdad?.
—Soy mayordomo— corrigió Sakura. Tenía que reconocer que estaba disfrutando, especialmente con el juego que se traían los dos hombres.
—Págame—dijo Naruto, tendiendo la mano.
—Un momento— dijo Sakura indignada—. ¿Habíais hecho una apuesta sin incluirme?
—¿Qué te había dicho?— le preguntó Kiba—. Es un idiota.
—Tú tampoco me has hecho partícipe —recalcó ella, dejando con cuidado el arma y cruzándose de brazos, mirándoles fríamente.
— Ejem.
—Ahora di: «Yo también soy un idiota» —le apremió Naruto casi con un susurro.
—¡Yo también soy un idiota! —repitió Kibaalzando la voz. La risa chispeó en sus pálidos ojos.
—¿Fuisteis al instituto juntos? —les preguntó Sakura—. No me extrañaría nada.
—Dios, no. ¿Te imaginas? —sonrió Naruto metiéndose el dinero en el bolsillo.
—No sin un escalofrío, desde luego.
Naruto le dio a Kiba una palmada en el hombro.
—Bueno, amigo, ha sido divertido. Volveremos a hacerlo cuando necesite dinero extra, ¿de acuerdo? Ahora Sakura y yo nos vamos. Tengo un par de filetes marinándose en casa.
Pensaremos en ti con cada bocado.
—Eso —dijo Kiba, forzando una mirada compungida. Hasta les despidió con un gesto triste cuando se fueron, como un niño que se hubiera quedado atrás mientras los demás niños se iban a jugar.
—¡Dios, Kiba es agotador! —dijo Sakura cuando estaban en la camioneta—. Divertido, pero agotador.
—Sus dos ex esposas dicen lo mismo. Si hay alguien maníaco depresivo que además se comporta siempre como un verdadero maníaco, ese es Kiba.
—¿Qué dice él de ti? ¿Aparte de que eres un idiota?
—Que soy vil. Y tozudo.
—Tiene razón. Son buenos rasgos en un policía.
—Mmmm. ¿Así que piensas que soy vil?
Sakura le miró: a sus anchas tras el volante, las piernas largas metidas en un par de botas y unos vaqueros apretados, una sencilla camiseta blanca pegada al torso. En sus labios se perfilaba una leve sonrisa divertida, como si supiera adónde llevaba esa conversación. Oh,
sí, era un hombre vil.
—¿Qué era eso de los filetes marinándose en casa? Es la primera vez que oigo hablar de ellos, por no hablar de su ubicación.
—Tengo una barbacoa de obra, es viernes y hace un día realmente fantástico. ¿Qué otra cosa hace un vigoroso chico sureño sino cocinar al aire libre? Además, sé dónde vives. ¿No quieres saber donde vivo yo?.
Por supuesto que Sakura lo deseaba. Quería saber si Naruto era un desastre, si tenía una sola silla y una televisión enorme, si en la nevera sólo tenía platos congelados, queso y cerveza. Quería saber si dejaba pelos en el lavabo cuando se afeitaba, si hacía la cama por la mañana o dejaba el edredón tirado en el suelo.
—¿Dónde vives exactamente? —le preguntó, y él sonrió al capitular.
—En la 280, en Shelby County.
El área metropolitana de Birmingham se estaba extendiendo rapidez hacia el sur. Shelby era el condado de Alabama que estaba creciendo con mayor rapidez. Aparecían de la noche a la mañana en comercios y subdivisiones de grandes compañías, lo que provocaba que el tráfico en la 280, la arteria principal que unía el condado de Birmingham, fuera una verdadera pesadilla. El valor de la propiedad en Shelby estaba ya por las nubes.
—¿Cuánto hace que vives aquí?
—Sólo un año, desde que el divorcio terminó del todo. Tuve mucha suerte al encontrar esta casa. En realidad era de un primo mío fue transferido a Tucson. La casa en la que Hinata y yo vivíamos se vendió casi de inmediato, así que utilicé mi parte del dinero de la venta como entrada y así conseguí una hipoteca razonable.
—Supongo que tenía la impresión de que vivías en un apartamento, o en un condominio.
—Me gusta la intimidad que da tener tu propia casa. No es nueva. Fue construida a finales de los setenta y necesitaba algunas reformas. Soy muy bueno con las manos, así que yo mismo me he encargado de las reparaciones y de reformarla.
A Sakura no le costaba creerlo. Naruto tenía ese halo de capacidad que decía que podía hacer casi todo lo que le interesaba. Quizás era algo personal, pero encontraba que los hombres con martillo muy provocativos.
No sabía exactamente lo que esperaba encontrar, pero desde luego no una casa tradicional con un jardín trasero en pendiente, pulcro camino de entrada bordeado de setas recortados. La casa de ladrillo rojo pálido, y las contraventanas, de color azul marino, la puerta de entrada estaba pintada también de azul, pero éste era dos tonos más claro. El camino de entrada rodeaba la casa y desembocaba en la parte de atrás.
—Hay un sótano inmenso —dijo Naruto —. El garaje solía estar aquí, pero mi primo lo convirtió en sala de juegos para los niños. De hecho, es mucha casa para uno solo, pero me gusta tener mucho espacio.
Aparcó junto al camino y la hizo entrar por la puerta principal. O bien Naruto  acababa de contratar a un servicio de limpieza, pensó Sakura, o bien no era ningún desastre. La tarima del suelo de la entrada estaba reluciente y una fragancia fresca con un leve aroma a limón llenaba el aire.
Sakura sintió el cálido peso de la mano de Naruto en la espalda.
—El salón —dijo él, indicando a la derecha con un gesto. La habitación estaba completamente vacía, la alfombra inmaculada y las cortinas echadas—. No los necesito, así  que no he querido llenado de muebles. Lo mismo que en el comedor. La cocina tiene un pequeño rincón donde desayuno. Ahí es donde hago también el resto de las comidas. Aquí tengo el estudio.
El estudio era acogedor. Tenía una gran chimenea, grandes ventanas que daban a un jardín trasero y un mueble con el equipo de música y un gran televisor. Sakura se sintió gratificada ante tamaña evidencia de masculinidad. Sin embargo, la casa sí tenía algunos muebles: un sofá con un relleno exagerado y dos grandes sillones reclinables, además de la cantidad necesaria de mesas adyacentes y lámparas. En general, tenía un aspecto bastante civilizado. El estudio estaba separado de la cocina por una media pared coronada por una fila de ejes de madera blanca.
—Había que hacer algunos arreglos en la cocina —dijo Naruto —. Terminé los armarios y coloqué el office.
Había dado una capa de barniz natural a los armarios de madera que brillaba con un suave color dorado. El office estaba hecho de la misma madera, e incluía una cocina de suave superficie rodeada de baldosas de cerámica. No se veían platos sucios en el fregadero. Sobre la encimera había un bloque de madera lleno de cuchillos, un microondas y una cafetera, pero eso era todo. El rincón para desayunar ubicado en el otro extremo de la cocina comprendía una mesa blanca con un tablero de baldosas de cerámica que dibujaban un diseño azul y amarillo, y cuatro sillas agrupadas alrededor de la mesa, pintadas en el mismo tono de amarillo, mientras que la alfombra que estaba debajo era azul.
—¿Estás seguro de que no estuviste en la Marina? —preguntó Sakura, recorriendo con la mirada la impoluta cocina. Los Marines aprendían a dejar todo en su sitio porque en un barco no disponían de mucho espacio.
Naruto sonrió. —¿Qué esperabas, una pocilga? Puede que se me acumule la ropa sucia, pero soy bastante limpio. Tengo a alguien que viene cada quince días y se encarga de la limpieza general de la casa, porque nunca me acuerdo de cosas como quitar el polvo. Ven, te enseñaré el resto.
El resto de la casa consistía en un aseo adjunto a la cocina, dos dormitorios de buen tamaño situados en la parte delantera y separados por un baño amplio y agradable, y el dormitorio principal y el baño en suite en la parte trasera. La cama de Naruto era una cama de matrimonio enorme, aunque Sakura habría apostado por ello. Y estaba hecha. La habitación estaba ordenada, aunque no excesivamente. Una de las camisetas de Naruto colgaba del respaldo de una silla y había una taza con un centímetro de café frío sobre el vestidor.
—Vaya, así que aquí estaba —dijo Naruto, cogiendo la taza—. Esta mañana la he buscado por todas partes.
A Sakura le gustó que no hubiera ordenado la casa, aunque de hecho no lo necesitaba. No parecía necesitar tenerlo todo perfecto y no estaba intentando impresionada. De cualquier modo, se sentía perversamente impresionada ante la seguridad y la conciencia de sí mismo de las que Naruto hacía gala.
—No sé tú —dijo—, pero yo tengo hambre. Encendamos la barbacoa y pongamos la carne al fuego.
La carne eran filetes de cuatro centímetros de grosor y tan tiernos que Sakura casi no necesitó el cuchillo para cortar el suyo. Mientras se hacían los filetes, ella coció dos patatas en el microondas, preparó la ensalada y calentó los panecillos. En vez de vino, Naruto apareció con una jarra de té con hielo.
Si hubiera puesto música suave, delicada y romántica, quizá Sakura habría tenido alguna oportunidad, pero en vez de eso, Naruto encendió la televisión y puso el canal de noticias, dejándolo como ruido de fondo. Quizá no estuviera intentando seducirla, al menos no activamente, aunque de todos modos lo estaba consiguiendo. Después de lavar los pocos platos que habían utilizado y de ordenar la cocina, trabajando deprisa y fácilmente juntos, Naruto dijo:
—Quiero enseñarte el sótano. Creo que te gustará.
La condujo al piso de abajo por las escaleras y encendió los potentes focos colocados en el techo. Lo primero que llamó la atención de Sakura fue que las paredes carecían del menor adorno. Se veían las tuberías contra el ladrillo. Lo segundo fue darse cuenta de que Naruto se entrenaba muy en serio ahí abajo. A la derecha de Sakura había un impresionante equipo de pesas y de un viga colgaba un saco de boxeo. Había una máquina de pesas, una de esas máquinas que pueden acomodar todo tipo de ejercicios, y una cinta para correr.
Naruto se quedó junto a la puerta mientras ella recorría el sótano hasta llegar al equipo de pesas, pasaba los dedos por el frío metal de las mancuernas y luego examinaba la máquina de pesas y la cinta. Naruto invertía gran cantidad de esfuerzo y de dinero para estar en forma, aunque estaba segura de que la cinta sólo se usaba cuando hacía un tiempo terrible. Un poco de lluvia no impediría que aquel hombre saliera a correr al exterior.


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Mensaje por moi-06yoyo Miér Sep 11, 2013 11:02 am

ejejjee me gusto la palisa que le dio sakura kiba y ademas el a alli estaba de naruto con la taza jejeje
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Mensaje por aduzumaki Miér Sep 11, 2013 3:05 pm

Ja kiba para que aprendas a no meterte con sakura ha que lindo naruto todo orgulloso de que ella le ubiera pateado el trasero espero el proximo cap Onion bye 

pdta. Tu otro fic esta genial Onion ok ya tuve la oportunidad de leer los caps que has publicado y me encanto continualo tambien.
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Mensaje por hikari uzumaki Miér Sep 11, 2013 5:34 pm

Jajajajaja que paliza se llevo Kiba, pobre la verdad es que nunca tuvo oportunidad, y la apuesta fue divertida, esos dos si que se llevan bien. La casa de Naruto me encanto, y ya dio el paso de que ella la conociera y comieran ahí, poco a poco, pero esto se pone cada vez mejor. Aunque a veces se me olvida que anda un loco suelto por ahí acechandola.

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