Últimos temas
That's not me
Always NaruSaku
Lalala ~~
Diseñadores
Consejo de Escritores
Clanes Celestiales
La skin ha sido codificada y maquetada por Odxy para el foro NaruSaku. Las imágenes usadas no nos pertenecen, han sido realizadas por diversos artistas y las diseñadoras solo las han editado. Agradecimientos a todo el grupo de diseño por las nuevas imágenes utilizadas. También a LaufeysonSister y Pyrite Wolf de OSC porque sin sus tutoriales la mitad de las cosas que se han hecho en este foro no habrían sido posible.
In my dreams... [+16]
NaruSaku v2.0 :: :: Shots
Página 1 de 1.
In my dreams... [+16]
Titulo del fanfic: In my dreams.
Autora: Akatsuna Mari
Género: Romance, drama, fantasía, universo alternativo.
Clasificación: +16
Advertencias: Lenguaje vulgar, uso de drogas y cualquier estupefaciente.
Serie: Naruto.
Resumen: — ¿Por qué? —preguntas tajante y sientes una inminente culpa porque no has estado allí para protegerla de sigo misma, y eso te duele.
—Es lo único que me hacía sentir viva. —Y esa respuesta te enfurece más, la comprendes porque de cierta forma tú haces lo mismo, pero al mismo tiempo no puedes aceptarlo, porque sabes que ella es como un ángel; un ángel al que le cortaron las alas y como todo ángel no merece pasar por eso.
Publicaciones: Aquí y en FF.net
N/A: No fomento al uso de las drogas ni ninguna otra cosa dañina que pueda perjudicar la salud de cualquier usuario.
Y no lo entiende, ¿qué es esa extraña sensación qué crece en su interior? ¿Ese vacío qué le atormenta? Aquello era algo nuevo y doloroso, demasiado a su parecer. Miró por millonésima vez desde la oscuridad de las penumbras hacía la enorme ventana de aquella chica, todo le resultaba extraño y no comprendía el porqué.
Apretó los labios con fuerza al recordar uno de esos días en lo que estaba a su lado y eso le dolía, ¿qué había hecho mal? ¿Acaso no lo entendían? ¿Qué tenía de malo él? ¿Y ella? ¿Pensaría lo mismo qué ellos? Se tocó la herida que llevaba en el rostro, producto de aquel encuentro furtivo, producto de la defensa del amor. Estaba manchada de un color carmín, pero no le dolía, el único dolor que sentía era ese profundo hoyo negro que quedó en su corazón.
Chasqueó la legua con frustración y se escondió detrás de unos arbustos al divisar las figuras aristocráticas de esas personas, las odiaba con toda su fuerza porque ellos no entendían el daño que le hacían, no comprendían lo que realmente valía y eso era estúpidamente jodido.
—Creo que ha sido lo mejor, cariño —musitó con su típico tono chillón esa mujer que iba tomada del brazo de su esposo—. Es sólo una niña tonta, no conoce la verdadera cara del mundo.
—Es sólo una molestia —musita con fiereza e infla su pecho tratando de aumentar su “ego masculino” pero él sabe que ese hombre vale tampoco como su existencia misma—. Mira que hacer esa locura. Ojalá no hubiera nacido. —Oye esas palabras y eso te enfurece de sobre manera, trata de controlarse y golpea con fuerza el tronco de un árbol para descargar esa ira que siente. Ellos no saben nada, nunca han estado a su lado.
Mira cómo se suben al carro último modelo de ese magnate fanfarrón y se pierden en las desoladas y poco alumbradas calles del barrio. Era el momento perfecto, lo que ha estado esperando por horas. Salió de su escondrijo y como su fama le arremetía, trepó por la enredadera de la parte posterior de la casa.
Por fin llega al balcón, el corazón le late frenéticamente y piensa si ella estará despierta, teme interrumpir sus dulces sueños, pero claro, no sabe que ella dejó de soñar cuando los alejaron, que todo su mundo se volvió extrañamente común y simple, que desde entonces todo lo ve gris; pero él no lo sabe y por ello tiene una batalla interna consigo mismo, no sabe qué hacer, no está seguro de querer perturbar su vida, pero entonces escucha unos pasos que se dirigen hacia donde está él y nuevamente siente como el corazón se le acelera y cree que en cualquier momento se le saldrá del pecho.
Ve como una delgada y blanquecina mano corre con cuidado las cortinas purpuras y se queda sin aire cuando nota que ya nada los separa, que la ventana ha sido abierta y que ahora ella está a tan sólo centímetros de sí.
La inspecciona con cautela, hace tanto tiempo que no la ve, que cree estar frente a una entidad divina, algo tan puro y perfecto, pero entonces sus ojos se posan en sus manos y nota que esa pureza está manchada de un inconfundible tono rojizo vivo. Frunce las cejas con disgusto y sin saber cómo, la toma por las muñecas con cierta fuerza, pero no la lastima, o eso cree, entonces ancla sus ojos en los de ella y ésta sonríe con cierta tristeza y vacío. Un vacío que sólo él puede comprender.
— ¿Por qué? —preguntas tajante y sientes una inminente culpa porque no has estado allí para protegerla de sigo misma, y eso te duele.
—Es lo único que me hacía sentir viva. —Y esa respuesta te enfurece más, la comprendes porque de cierta forma tú haces lo mismo, pero al mismo tiempo no puedes aceptarlo, porque sabes que ella es como un ángel; un ángel al que le cortaron las alas y como todo ángel no merece pasar por eso.
—No vuelvas a hacerlo —musitas con cierta rudeza e inmediatamente la cobijas entre tus brazos, quieres protegerla de todo el mundo incluso de ti, no quieres que le hagan daño porque ella es tan ingenua que no entiende cómo funciona el mundo real y por eso le amas.
—Es la última vez que volveré a sentirme así —oyes esas palabras y de cierta forma te reconforta, la estrujas con más fuerza y escondes tu rostro entre sus sedosos cabellos. Cierras los ojos con fuerzas y piensas en lo que le dirás, sabes que eso será duro pero es lo mejor, o por lo menos eso crees.
Te armas todo un discurso ficticio, tratas de emplear las palabras correctas y te imaginas las respuestas que te dará. Te duelen las hipótesis que te planteas y eso lo empeora todo. No quieres alejarte de ella, nunca lo has deseado, pero lo han hecho, te han obligado a dejarle y ahora estas allí; abrazado a su cintura y con tu rostro entre sus cabellos. Piensas guardar ése momento con antaño en tu memoria, tal vez sea la última vez que le veas, pero te llevarás un bonito recuerdo del tiempo compartido.
Sientes como sus delgados brazos pasan por tu cuello y se aferra a él como si fuese su punto de apoyo, piensa que al soltarlo caerá y perderá el equilibrio, por eso piensa en no soltarte y quedarse así, abrazada a ti.
—Te extrañé —susurra con la voz rota y sientes una opresión en el pecho. No quieres hacerlo, pero la lastimas—. Pensé que no volvería a verte. —Y esa frase se repite en tu mente. Tú también lo has supuesto, y sabes que de cierta forma es lo mejor, pero no puedes, la amas demasiado como para dejarla ir—. Te quiero. —Un nudo se forma en tu estómago y la separas lentamente de ti, ya no puedes más. Debes dar por concluido esa situación, la miras fijamente y te armas de valor para decir aquello que seguramente te dolerá más a ti que a ella.
—Sólo vine a decir adiós —hablas fríamente o eso quieres aparentar, pero por dentro te destrozas con lentitud y no ves la hora de salir por el mismo sitio que has entrado. No sabes en que momento te romperás y no puedes permitir que ella te vea así de vulnerable—. Sé que eso es lo mejor que puedo hacer por ti. —Desvías la mirada y la anclas en un punto muerto en la nada, no puedes decírselo si la ves fijamente, temes perder el poco valor que has reunido para destrozar lo que queda de su vida—. No soy bueno para ti.
—Eso no es cierto —agacha la mirada al suelo, no quiere encararte porque sabe que odias verla así de débil, y por ello teme contemplar tu rostro en ese instante—. Eres lo mejor para mí, siempre lo serás, siempre lo has sido. —Aprieta con fuerza los labios y cierra de la misma forma sus orbes. Inhala una gran cantidad de aire y eleva el rostro con rapidez, eso te sorprende; no te mira, sólo se mantiene de igual forma y eso te duele—. ¿Aún no lo entiendes? ¡¡Te amo!! —grita con la voz rota y te quedas petrificado allí, no esperabas esa respuesta, en realidad no esperabas nada de su parte solo un simple “está bien” pero no fue así.
Sientes como algo cálido resbala por tu mejilla, sabes que es y tratas de girarte para que ella no te vea de esa forma, tan frágil y débil, tan estúpidamente indefenso, porque ella ha derribado tu coraza de acero y ha visto más allá de ti, ha encontrado a tu verdadero “yo” y por eso le amas.
Sin darte cuanta, ella desliza su suave mano por tu cara y quita esas gotas saladas, es tarde, te has visto quebrado, ha descubierto que también sufres como ella y que no eres tan rudo como aparentas, que también sientes y no eres un simple hombre de acero.
—Estoy bien —musitas con tristeza y tratas de que ella se lo crea, necesitas que lo haga, no quieres verle mal por alguien como tú. Piensas que ella no merece derramar una sola lágrima por una escoria como tú, pero aunque lo intentes ella no dejará de hacerlo, porque te ama y eso te hace sentir vivo.
—No lo estás —afirma con una sonrisa llena de melancolía y comprendes que te ha descubierto, es cierto, no lo estás y quizá nunca vuelvas a estarlo, no sabes cómo tomar esta situación, no entiendes en qué momento te has vuelto una persona “normal”. No comprendes como fue que has cambiado la forma de ver el mundo y tampoco en que momento has dejado de lado al “robot” para ser una persona de carne y hueso que siente y sufre; pero sabes que todo ha sido por ella.
—Es cierto, no lo estoy. —Le dedicas la misma sonrisa que ella te ha dado y como si fuese un instinto, te rodea con los brazos y recuesta tu cabeza en su pequeño hombro, acaricia tus desaliñados cabellos y lloras—. Perdóname… —La rodeas con tus fuertes brazos por la cintura y ahogas un sollozo amargo y devastador, no sabes cómo seguir, no puedes olvidarte del pasado, no quieres dejarle ir; pero esa pequeña voz en la cabeza siempre te martiriza repitiéndote que no eres bueno para ella, que sólo le harás daño porque un demonio como tú no nació para ser feliz, sino para sembrar el caos y la discordia y que sólo la lastimaras—. Perdóname por no haber estado allí para ti. —La estrujas con mayor fuerza y tratas de controlarte, no debes seguir con eso, debes huir lo antes posible, temes arrastrarla contigo a ese abismo lleno de dolor y putrefacción; temes no poder protegerla de los peligros que esa relación acarrará y por ello no has pensado con prudencia los fallos que habría en esa despedida. Miras las cicatriz rojiza que resalta en su ante brazo y un gusto amargo recorre tu garganta—. Perdóname por no haber podido evitar que te hicieras eso. —La aprietas un poco más y temes romper su frágil cuerpo entre tus brazos, temes que ella se desmaye y caiga en un profundo sueño mientras la sostienes, temes no volver a sentirte así de a gusto entre sus finos brazos y no sentir el calor que te ha brindado siempre—. Perdóname. —Finalmente la sueltas y te limpias con el puño de tu chaqueta las revoltosas lágrimas que se empeñan en aparecer. No quieres hacerle daño, pero sabes que ya se lo has hecho y ese dolor que le has dejado no se podrá quitar con nada.
—No —niega lentamente con su cabeza y crees que has cometido un pecado al pedirle perdón a un ángel como ella—. No hay nada que perdonar. —Te sonríe con ternura y limpia con su puño los restos de esas gotas saladas. Te observa con su perfecto rostro hecho añicos, está destrozada por fuera igual que por dentro, pero eso no le importa, aun así no dejará de sonreírte porque a pesar del dolor que la embarga, no puede dejar de amarte; porque si lo hace su corazón dejará de latir y todo su mundo se volverá de piedra—. Has hecho mucho por mí y esto, —Señala las cicatrices que resaltan en su nívea piel y anclas tus orbes en ellas, nuevamente te sientes culpable por no haber impedido aquello—, esto me lo he hecho yo sola, no tienes nada que ver, no debes sentirte culpable. —Te observa por largos segundos y crees que puedes morir allí mismo, bajo su techo, bajo su perdón porque ella es la única que te entiende y a pesar de ser un demonio, ella te ama y acepta tal cual eres—. No te vayas…
Nuevamente resplandecen esas cristalinas gotas saldas y no puedes evitar quitarla suavemente con tu pulgar, no puedes evitar verle a los ojos y darte cuenta de todo el dolor que lleva consigo, no puedes abandonarla y aunque te duela lastimarla, no sabes cómo dejarla partir.
Aprietas los labios y la miras dubitativo, no sabes que hacer. Quieres cumplir lo que te pide, pero no puedes porque sabes que volverá a suceder, que volverán a separarlos y que ella entrará en un estado de depresión, que volverá a herirse y que todo será a causa de ti.
Te habías resignado a perderle, habías aceptado aquella decisión por parte de sus padres porque entendías que no eras lo suficientemente “hombre” para ella, lo suficientemente “bueno” y que sólo la arrastrarías a un infierno lleno de dolor y desesperanza. Que si seguía contigo la consumiría ese hoyo negro que te rodea y se traga todo lo bueno del mundo para echarlo a perder.
Te habías dado por vencido al creer que ella era feliz con otra persona, te la habías imaginado millones de veces con alguien más. Te habías dado por vencido porque no creías merecerla.
No entiendes como puede hacerte sentir tan mierda por hacerle eso, pero tampoco como puede hacerte sentir la persona más afortunada del mundo porque te ama. Has dejado de lado tu orgullo cuando te has roto frente a ella, cuando le has mostrado tu parte más humana, cuando has derramado lágrimas de dolor por ella.
Te ha importado poco lo que pensase de ti después de eso, te ha valido lo que ella podría decir de ti a sus amigas si es que todo “ su amor” era una farsa. Le has implorado su perdón y te has permitido lloran entre sus brazos, te has roto frente a ella porque la amas demasiado y no sabes cómo afrontar esa situación.
Te habías pasado los segundos, minutos, horas, días, semanas y meses en las penumbras del abismo de la drogadicción, creyendo que con eso te sería más fácil afrontar la situación, que ella no merecía una vida así; que no tenía por qué mirarte destruirte lentamente mientras ella sufría y rezaba por ti. Creías que era en vano, no creías en dios, no pensabas que tenías salvación y que ella era todo un ángel por tratar de salvarte de un infierno que tú mismo habías creado.
Te habías resignado a dejar de sentir ese palpitar incesante de tu corazón, te habías acostumbrado a que la mitad de él latiera con desgano y dolor, habías afrontado la realidad y habías permitido que ése objeto vital se detuviese lentamente mientras te destruías por dentro con esa terrible adicción; mientras que por fuera recibías golpes que te herían la piel, pero no te dolían, no sentías nada, porque tu corazón se había detenido por completo al darte cuenta que sin ella no eras nada.
—No te vayas —repite con tristeza y tú sólo te limitas a contemplarla en silencio mientras que tu corazón muerto empieza a bombear sangre de nuevo—. No me dejes sola. —Tomas su rostro cubierto por esa máscara llena de dolor y con cuidado le acaricias las mejillas sonrosadas por el llanto que no cesa—. Por favor… —No sabes que hacer, tu tampoco quieres dejarle, pero hay muchas cosas que impiden su relación, en especial la que más resalta “eres un demonio y ella un ángel”. Eres un ser que pertenece a la oscuridad, a los avernos del tártaro, al infierno, un ser que nació para robar la felicidad de todos y hundir todo a tu paso; tragándote todo lo bueno del mundo y convirtiéndolo en bazofia, mientras que ella es un ser lleno de luz, un ser que da y repara los corazones rotos, un ser mitológico que vive en las nubes, en un mundo lleno de paz y amor; pero que gracia a ti quedó atrapada en un infierno. Son tan diferentes, pero aun así, se complementan perfectamente y te has dado cuenta que tal vez y sólo tal vez, no eres igual al resto de los demonios que viven de los vicios y que sólo quieren destruir todo a su paso. Te has dado cuenta que lo único que deseas más que nada es que alguien como ella te saque de ese abismo de dolor y que pueda darte una nueva perspectiva de la vida, que lo único que deseas es amor. Crees que no la mereces y que eso es pedir demasiado que ella no te lo dará, pero desconoces que eso es lo que ella desea; que quiere ayudarte a salir del averno y que desea verte feliz, aún sí debe seguirte a los confines del infierno, aun así quiere estar contigo.
Suspiras y tratas de expiar todo el dolor que has guardado durante meses, para finalmente sonreírle como la primera vez que la viste, como la primera vez que le has robado un beso, como la primera vez que le has dado un presente, como la primera vez…
—Quiero que me mires —susurras con ternura y ella por inercia ancla sus ojos en los tuyos, observas la pureza y sinceridad que resplandecen en ellos. No ha cambiado nada, ni si quiera ha perdido su esencia, sigue siendo ella y fácilmente puedes ver a través de su ser y descubrir la verdad—. Ahora lo entiendo —respondes a aquella pregunta que te ha hecho desde el principio, has divagado en tu mente, has querido buscar una salida fácil, pero no la has encontrado. No comprendías a qué venía aquella cuestión, pero ahora lo sabes y puedes entender que todo lo que ella necesita está en ti—. Te quiero. —Te le confiesas por primera vez, nunca se los has dicho, jamás has pensado que fuese necesario, creías que ella ya lo sabía y que no tenía sentido el decírselo, pero comprendiste que debes en cuando es bueno expresar lo que sientes, porque no todo se puede decir con acciones o miradas. No todo se comprende así de fácil.
Te sonríe llena de alegría, es la primera vez que oye esas palabras salir de tu boca y eso le hace increíblemente feliz, nunca se ha esperado algo así de tu parte, pero sabía que muy en el fondo de tu oscuro y frívolo corazón, sentías algo por ella.
Piensas que te ves como un tonto, un estúpido enamorado, pero es verdad, porque lo eres.
—Ha pasado mucho tiempo. —Te dice con su típico tono infantil, notas como no para de llorar, como tampoco a parta sus ojos de ti, crees que ella también ha pasado por lo mismo, que se ha pasado los días pensando en que estarás haciendo, si te encuentras bien—. Cada día… —Hace una pequeña pausa y juguetea con sus dedos como si fuese una niña pequeña, a parta sus ojos de los tuyos y trata de pensar en que te dirá. Ha pasado tanto tiempo que ya no sabe cómo debe actuar frente a ti y eso te hace sentir…—. Cada día lo único que deseaba era verte. —Te sonríe con cierto anhelo y sólo la observas con atención. No sabes si te ha leído la mente o que ha sucedido, pero eso es lo que has hecho todo ese tiempo, las has visto desde lejos, le has seguido el paso y has procurado cuidar de ella desde la sombra.
Siempre has estado allí, en donde sea que estaba, en cualquier lugar, siempre estabas ahí, cuidándola de todos, claro, ella no lo sabía; desconocía lo que hacías, no estaba al corriente de tu presencia, pero muy en el fondo tenía la esperanza de verte otra vez, de saber que estabas allí para ella.
—Siempre te he observado desde lejos —confiesas por fin y ella ensancha sus ojos, no cabe del asombro, ha esperado eso, nunca ha perdido las esperanzas y el saber que ha sido cierto te hace sentir especial. Elevas las manos y acurrucas su perfecto rostro entre tus manos, le sonríes con ternura e intentas omitir a la voz que rezonga en tu cabeza, tratas de creer que esta vez; eres realmente bueno para ella—. Esta es la última noche… —Tragas la saliva que se ha acumulado en tu boca, tienes una batalla interna con tu otro yo, no sabes cómo debes reaccionar, no sabes si lo que dirás será bueno; si ella lo aceptará—. La última que estarás sola. —Te acercas lentamente a sus labios, sientes como su cálido aliento choca con tu rostro frío y por primera vez en meses vuelves a sentir calor.
Un nudo se te forma en el estómago, hace tanto tiempo que no estás cerca de ella, hace tanto que no mantienes contacto con una persona real que no estás seguro de que ese encuentro sea verdadero, crees que aún estás bajo los efectos de la droga, pero si es así no quieres que pase, deseas que perdure y así poder pasar mucho más tiempo con ella.
Rozas sus labios y sientes como una corriente eléctrica recorre tu columna vertebral, por inercia cierras los ojos y te permites pensar que esa es la mejor droga que puedes tener, una que se ha vuelto tu más grande adicción, una que quizá no vuelvas a probar.
Repentinamente te alejas de ella como si tuviese una enfermedad contagiosa, te limitas a contemplarla a una distancia razonable, pasas amabas manos por tus cabellos enmarañados y los revuelves con cierta violencia, estás arto, no puedes seguir así; no quieres dejarte ganar por “la voz pesimista” pero no puedes ganarle, ella es más poderosa que ti, ella te golpea con la cruel realidad y cada golpe te hace entender lo que realmente eres.
Ella se queda plantada frente a ti, no entiende tu extraña actitud, no comprende que es lo que sucede contigo. Da unos pasos hacia ti y trata de tocar tu rostro y decirte que todo estará bien, que no tienes nada de qué preocuparte, pero antes de que puedas tocarle se aleja de ti y tus manos quedan suspendidas en el aire, mientras sus ojos te analizan con atención; notas un pequeño brillo de desconfianza que se esfuma y regresa con rapidez, crees que estar loca, pero no es así, porque allí está.
Dejas caer los brazos a cada lado de ti. Ni por un segundo dejas de verle, temes que al parpadear él se esfume como en tus sueños, incluso llegas a pensar que estás profundamente dormida en tu cama y que todo esto es sólo una fantasía.
Nuevamente juegas con tus dedos y mueves los pies de una manera infantil, no sabes que decirle, sólo permaneces en silencio esperando a que tome la iniciativa, a que vuelva a cobijarte entre sus brazos, a que te diga que todo estará bien aunque no sea así. Pero sólo esquiva tu mirada y notas que está sufriendo, no sabes porqué o cuál es la causa de su aflicción, pero una sensación poco usual se apodera de ti.
Suspiras e ignoras a la voz de la razón que te dice que tal vez sea una locura lo que harás, pero piensas que será la última locura que cometerás. No te importa nada y cuando vez que da media vuelta para marcharse, corres hacia él y te aferras a su espalda, con fuerza aprietas su chaqueta de cuero y esconde su rostro en ése sitio.
—No te dejaré marchar —musitas con la voz quebrada, quieres llorar para demostrar todo el dolor que sientes, pero tus lágrimas se han acabado, no te importa, simplemente sonríes y sigues transmitiéndole tu tristeza a través de esas palabras—. Seré todo lo que necesites que sea —susurra con la esperanza de que le creas y por su puesto que lo haces, ni siquiera necesitabas que te lo dijera, porque desde el principios tenías claro que ella era todo lo que siempre has necesitado—. Sólo, sólo no me dejes de nuevo. —Aprietas los labios con fuerza y truenas los dedos de las manos, no quieres verla, sabes cómo se encuentra, te la puedes imaginar perfectamente: aferrada a ti, con sus orbes entrecerrados y unos rastros de lágrimas, las mejillas encendidas y ese vacío que reflejan sus ojos.
Intensifica su agarre, sientes como tu espalda se ha humedecido, la oyes repetir lo mismo una y otra vez, te sientes un idiota, has llegado para perturbar su vida de nuevo, la has desestabilizado y todo para decir “adiós”. Has creído que al despedirte podrías hacer aquello con tranquilidad, que tu alma quedaría en completa parsimonia, pero no es así, la situación se ha tornado difícil, mucho más de lo que imaginabas.
El valor te ha abandonado y sólo queda el coraje, no eres lo suficientemente hombre para seguir con tu vida si ella no está contigo y por ello has pensado en el suicidio, pero ahora, estando así, lo único que deseas es que el tiempo se dé tenga para no volver a perderla.
Finalmente te giras y la abrigas con tus brazos, sientes su cuerpo frío, apoyas tu mentón en su cabeza y por fin te convences de que ella es todo lo que necesitas para vivir.
Pasas a su cuarto y la ayudas a llegar a la cama, se sienten uno al lado del otro, todo está como antes, nada ha cambiado incluso conserva ese horroroso oso de felpa que le has regalo por equivocación. Frunces las cejas con disgusto al recordar el porqué de tu visita, tenías dos motivos, el primero era dejar tu alma en paz y la segunda…
—Hace poco ocurrió un accidente. —Comienza a contarte lo que tú ya sabes, aparentas no saberlo, pero al verla tan devastada crees que el teatro no te durará demasiado—. Yo estaba allí cuando ocurrió. —Cubrió su rostro con ambas manos e hizo el intento de controlarse, le pasaste la mano con suavidad por su espalda, eres su único consuelo—. Lo intenté, te juro que lo hice. —Ahoga algunos sollozos pero de sus ojos no caen lágrimas, se ha quedado sin ellas, las ha gastado todas en ti—. Dicen que ha sido mi culpa. —Te mira fijamente tratado de buscar en tus ojos alguna respuesta, algo que disminuya su dolor y culpa. No puede seguir así, no quiere vivir con la carga de saber que ha sido la causante de esa acción.
—No tienes la culpa —afirmas con toda la verdad posible y eso logra disminuir un poco ese estado catastrófico en el que se encuentra. La jalas hacia ti y la abrazas con cuidado mientras acaricias sus sedosos cabellos, haces lo posible para consolarla: nunca te ha gustado verla así de vulnerable—. Ellos no saben lo que dicen. —Nunca la han entendido, siempre han pensado que era un estorbo, una molestia, algo que no valía la pena, pero él: él nunca la vio de esa forma, simplemente para él era “diferente”—. No te conocen como yo —sonríes con ironía, ellos son sus padres, las personas que se suponen deben cuidarla, pero no lo hacen, sólo la lastiman y le echan la culpa de todo lo malo que ocurre en su vida. En cambio tú la vez como si fuese un ser divino que se encuentra prisionera en un lugar tan fúnebre como ése—. No tienes la culpa, lo sé.
Te limitas a tenerla entre tus brazos mientras oyes su respiración entre cortada, escuchas el palpitar incesante de su corazón y notas como poco a poco el calor corporal regresa a su cuerpo. A pesar de estar en una situación así, te sientes a gusto, cómodo, porque tienes miedo: temes que al no haber más dolor ella deje de amarte y eso es algo que terminaría por matarte.
Meditas lo que ha ocurrido ese día, también has estado allí, desde lejos observabas ese desastroso acontecimientos, querías intervenir y sacarla de allí; tenías la necesidad de ser su salvador, pero no has podido, te habías planteado la posibilidad de que al no verla sufrir más terminaría por no necesitarte.
Te has enfurecido contigo mismo, porque ese día la habías abandonado a su suerte, todo por miedo a perderla.
Mientras la acurruca en sus brazos recuerda todo el pasado, cada momento vivido, en especial ese día en que los había separado. Se juró a si mismo que se vengaría de ese magnate fanfarrón e hipócrita, se juró que lo hundiría y le haría sufrir tanto como lo ha hecho consigo, pero no podía; si lo destruía temía que ella lo odiase y lo arrojase al más profundo de los olvidos.
Con el correr de los días dejó esos planes estancados, ni si quiera podía pensar con coherencia, simplemente todo eran ideas pocos ortodoxos y carentes de sentido, aunque guardaba rencor hacia esa persona, pero ahora, estando allí se había dado el lujo de perdonar algo como eso: porque sabía que todo ha sido por su bien.
Mientras la abrazas, recuerdas la primera noche que has pasado con ella. Ese día se veía tan extrañamente bonita, con sus cabellos sueltos que se mecían con el viento, con un maquillaje que le hacía ver completamente natural. Recuerdas los primeros besos que habían encendido la pasión, recuerdas las caricias desenfrenadas que te hicieron perder la cordura y lo último que recuerdas es que ella amaneció a tu lado: con sus cabellos esparcidos por toda la cama, con una pequeña sonrisa en sus rosados labios y un inconfundible carmín que resaltaba en sus mejillas, con sus orbes cerrados dándole un toque angelical.
Recuerda haber elevado la mano para acariciar sus cachetes rojizos, también la estúpida sonrisa que se había formado en su rostro, recuerda haber tomado un mechón de sus cabellos para inhalar la exótica fragancia que emanaba de él.
Recuerda todo, también recuerda ver el resplandor de su perfecto y perlado rostro a la luz del sol, recuerda haber sentido un nudo en el estómago porque pensaba que cuando ella se despertase empezaría a llorar y le echaría la culpa de lo ocurrido.
Recuerda cuando ella abrió sus orbes con gran lentitud y los fijó en él, recuerda que en ese momento se sintió estúpidamente nervioso, recuerda el intenso sonrojo que se intensificó al verlo semidesnudo, recuerda que antes de dijese algo se había abalanzado sobre ella para robarle un beso y tumbarla en la enorme cama.
Pero aún si ella se enojase con él, no se arrepentía de haberlo hecho, porque aquella sensación que lo había embargado la noche anterior lo valía. Tal vez había sido un pecado el quitarle la pureza a un ángel como ella, pero ése fue un bello pecado: un pecado del que estaba seguro volvería a cometer.
Estabas afuera sin tu camisa, los copos de nieve caían sobre ti, poco te importaba el frío abrazador de esa mañana de agosto, lo único que te interesaba era ella: ella que estaba siendo arrastrada por sus padres al coche, mientras tú eras retenido por sus matones.
Oías los sollozos y suplicas desgarradas que ella le dedicaba a su padre para que le soltase, para que le dejase ir tras de ti, para que le permitiera quedarse contigo, pero la ignoraba; apretaba su brazo con fuerza y fruncía las cejas cada vez que tu nombre se escabullía de sus labios. Veías como ella sufría y no podías hacer nada, no estabas plenamente consciente, ni si quiera sabías como le hacías para fijar tus orbes en ella, lo único que podías hacer era verla siendo arrastrada lejos de ti: mientras tú te morías por dentro.
—No lo entiendes. ¡¡Él me ama!! —le grita por primera vez a su progenitor eso te sorprende y crees que al escuchar eso él lo entenderá, pero no es así. Notas como la zarandea con fuerza excesiva y la toma por ambos brazos colocándola delante de si y la observa con sus ojos vivases que echan fuego. Sabes que algo anda mal. Tratas de zafarte pero uno de sus matones te golpea en el estómago y el otro coloca una navaja en tu cuello.
—Eres una tonta, ¿cómo puedes creer eso? ¿No lo entiendes? Para lo único que te quiere para acostarse contigo, sólo para eso te necesita —musita con odio y su lengua parece ser la de una víbora venenosa. Es mentira, lo sabes, él no lo entiende y cree que es así. Pero sólo tú y ella saben la verdad.
—¡¡Eso es una puta mentira!! —vociferas iracundo, te remueves entre los brazos de tus opresores pero es inútil, no te dejan escapar—. Estoy enfermo de oír siempre lo mismo —rechinas los dientes y clavas tus ojos cual navaja en su cuerpo, deseas poder hacer que la suelte con tal sólo mirarlo de esa manera, pero no puedes: las miradas no matan.
—Es sólo una frase —hablar con tal frialdad que por un momento llegas a temerle—. Nadie muere de “amor” —la mira con sus orbes gélidos, tan duros como un tempano y ella se estremece—. Estarás bien, —Nuevamente emprende la caminata y la aleja lo más rápido que puede de ti, sientes que con cada paso que da, tú te hundes diez más. La vista se te empaña, gritas con desesperación, le exiges que la suelte; que le dé una oportunidad de elegir, pero no lo hace. Simplemente te ignora—. Estás bien.
Observas como la obliga a abordar en su lujoso coche, la ves partir y cuando se pierde de tu rango ocular te sueltan, caes al suelo y éste se tiñe de carmín. Notas como ellos se alejan, dejándote sólo y herido, pero no te importa porque la has perdido…
—Ese día… —Las palabras se escapan de tus labios y ella te regala toda su atención, hace tanto tiempo que no está contigo que el oír su vos tan varonil te da fuerza y te hace sentir segura—. No pude hacer nada —hablas con cierta furia y tristeza comprimida, no sabes si ella te creerá, pero quieres intentarlo—. Lo que te ha dicho —suspiras y pasas con frustración una de tus manos por el cabello, todo está mal, no le ves el caso a hablar del pasado, pero sientes que si no lo haces, aquello quedará inconcluso—. No era verdad —la observas fijamente y ella hace lo mismo, te sorprende el hecho de que sostenga la mirada, antes tan sólo la mantenía por unos segundos, pero ahora ha madurado y eso te agrada—. Si no volvía a verte… —Deslizas tu mano por sus sonrosadas mejillas y te aguantas las ganas de besarla, crees que si lo haces será un pecado mortal: por tentar a un ángel—. Yo iba a morir de amor —le sonríes con ternura y ella hace lo mismo.
—Yo también —ríe con ternura y a él le parece la cosa más hermosa del mundo, no entiende como alguien como ella puede estar con él.
Entonces recuerdas las noches tan tristes que has pasado sin ella, tan vacías y solas, te sentías como un alma en pena, un alma que estaba condena a rondar por su cuadra observándola desde lejos, pagando por aquel error fatal que no habías querido hacer.
Pero ahora, estas con ella, sientes que el mundo te abre los brazos, que el tiempo va despacio y que sólo tú eres su guardián. Si estas con ella piensas dejar que te guíe hacia donde quiera, harás lo que ella desee, dejaras que ella sea tus cinco sentidos, porque le quieres y nada ni nadie va a cambiar eso.
Escondes tu rostro en su cuello e inhalas su aroma particular, te habías decido a no volver a pensar en ella porque aquello te lastimaba, pero no puedes cumplirlo, porque siempre la esperabas, nunca perdías la esperanza de que ella se la que regresara a por ti.
Aprietas los labios y siente un gusto amargo bajar por tu garganta, quieres besarla, recuerdas el dulce sabor de sus labios, eras un completo adicto a ellos, pero no te atreves a hacerlo de nuevo, solo quieres quedarte así y desahogarte por completo.
No quieres dejarla de nuevo y piensas que será la última vez que estará lejos de ti, porque ha pasado tanto tiempo que ya no puedes seguir así, sólo quieres que todo eso sea un mal recuerdo, deseas que eso no pase de nuevo.
Habías buscado la manera de seguir adelante, tenías planeado incorporar mucha más heroína y adrenalina en tu vida para remplazarla. Pero no podías olvidarla, hasta en tus más remotas fantasías ella se manifestaba ante ti, no te permite disfrutar de ese trance que siempre te había sido tan placentero, te reprocha por destruirte con esa droga y tú sólo le sonríes y le dices que no lo harás otra vez. Más todo es una mentira porque cuando ése efecto desaparece lo haces de nuevo sólo para verla.
Has pasado por tantas cosas en tu vida, has visto ir y venir a tantas personas pero ninguna partida te ha afectado tanto como la de ella, sientes que si no está contigo el mundo se ve más mierda de lo que realmente es, que todo se pudre a tu paso y que un enorme hueco se forma en tu corazón: que un agujero negro se chupa todo, todo menos ese dolor.
Has tenido diversas parejas, has experimentado mucho más allá de lo que cualquier otra persona de tu edad lo haya hecho, te han lastimado más de diez veces y tú se lo has devuelto con el doble de fuerza. Te han herido tantas veces que por ello habías escondido todo sentimiento tras una coraza de acero. Pero la herida más dolorosa que te han dejado ha sido a causa de ella.
Aquel dolor punzante te desgarra el pecho y una daga atraviesa lo que te restaba de corazón. Con el correr de los días notas que todo ha vuelto a ser como antes, que la vida se ha tornado monocromática y que has regresado a esa monotonía tan dolorosa que tenías antes de conocerla.
Te remueves entre los papeles del piso, clavas tu mirada en el cielo y mantienes la esperanza de que en cualquier momento ella entrase por la puerta, que se acercase a él y le dijese que ya nada los separaría, pero no es así, el cielo se tiñe de un gris violáceo y mientras observas los copos de nieve caer sonríes con ironía y melancolía.
Tu piel ha perdido todo el calor, ahora te encuentras sepultado entre una delgada capa de nieve, no sientes nada y poco te importa, separas los labios y tarareas una canción que ella te ha enseñado, deseas que esa melodía entrecortada y poco entendible llegue a sus oídos y venga a por ti.
No pasa nada, ella no llega y tú sigues allí, inmóvil bajo una gruesa capa de nieve que poco te deja ver, no te mueves, aún conservas la esperanza de que ella aparezca frente a ti.
Observas el reloj que pende en la pared y te das cuenta que tan sólo faltan una horas para que sus padres aparezcan y decidan entran en su cuarto para sesionarse de que sigue dormida, de que no cometido una locura, de que no te ha llamado.
La contemplas con ternura, algo extraño en ti, su llanto ha cesado hace tiempo y ahora se limita a permanecer entre tus brazos, mientras mantienen el silencio y se permiten pensar que ya nada los va a separar, no estás seguro de que sea posible. No eres nadie en el mundo, sólo una rata más, en cambio, ella, es un rayo de luz en medio de tanta oscuridad.
Tienen problemas, lo sabes, has oído el sonido del coche al frenar, rápidamente te separaste de ella y con cuidado te asomaste a la ventana para asegurarte de que tus sentidos no te mentían, no lo hacen, están allí, descendiendo de su auto y caminan alegremente hacía la casa. No sabes que hacer, regresas a su lado y la miras con ojos dubitativos, dudas de lo que dirás, la amas demasiado pero no puedes hacerle eso.
—Tus padres —musitas fríamente y ella te mira con sus orbes vacíos carente de vida, lo entiende, pero no quiere aceptarlo—. Han regresado antes, yo… —Desvías la mirada a la puerta, has escuchado como esta crujía, ella te indica con señas que te escondas debajo de la cama, lo haces, entonces esos personajes entran al cuarto y para encontrarse con su hija “dormida” en la cama; hacen unas muecas extrañas con los labios y se acercan a cobijarla, la abrigan con las mantas y toman su móvil, lo inspeccionan atentamente, se toman su tiempo, pero no encuentran nada: ella no es tan tonta como creen. Dejan el aparato en su lugar y se marchan tan fugazmente como han entrado. Escucha la puerta cerrarse y con cuidado, saca la mitad de su cuerpo de debajo de ese sitio, ella le mira dulcemente mientras deja su mano caer aún lado de la cama y él la agarra con suavidad.
—No me dejes —murmura llena de ternura y aquello suena más como una súplica. Estas en serios problemas, no sabes cómo saldrás de allí sin que se den cuenta de tu presencia, tal vez deberás esperar horas para que se duerman, pero una parte de ti está feliz porque podrás pasar tiempo con ella.
—No lo haré —respondes y la observas con un extraño brillo en tus pupilas, ella te sonríe y trata de tocar tu rostro con su otra mano, más por un mal movimiento se resbala de su cama y antes de que toque el suelo, le sirves de colchón y ella queda sobre ti: con sus manos entrelazadas—. No te preocupes —besas sus frente y cierras los ojos—. Yo te sostendré —oyes su risa y para ti eso es la melodía más dulce que tiene el placer de llegar a tus oídos. Y por esos instantes: todo es jodidamente perfecto.
No te molesta tener ese peso extra sobre ti, ni quiera lo sientes, para ti ella es tan delgada como una pluma y tan frágil como una flor, su olor natural inunda tus fosas nasales y para ti eso es otra droga, una que no es dañina como el resto, pero si adictiva.
Ella mantiene su cabeza apoyada en tu pecho mientras sonríe cual colegiala y un rubor adorna sus pálidos cachetes, puede escuchar perfectamente el latido acelerado de tu corazón, y siente la extraña necesidad de gritar al mundo que estas allí, contigo y que la mantienes abrazada, siente la necesidad de saltar correr por cada rincón de la casa y llevarte consigo arrastrar mientras sonríe y tú le sigues el juego como siempre lo has hecho, pero no puede; se mantiene muda y sólo se descarrila en su mente.
Luego de tortuosos e inhumanos meses sin verte vuelve a sentirse completa y feliz, ha pasado todos esos días sin ti: sola, rota y llorando en las penumbras de su cuarto, sin recibir visitas, con la esperanza de que vinieras a por ella, con la esperanza de que una noche entraras por la ventana y te la llevaras consigo.
Más se conforma con estar de esa manera contigo, trata de no hacer ningún ruido, no quiere que sus padres entren al cuarto y “ese hechizo” se esfume, que no vuelvas a verle y nuevamente estar sola: se conforma con tenerte así.
—Hace frío —musitas sin si quiera cambiar una sola expresión de tu rostro, esperas a que ella trate de levantarse y regresar a la cama, no lo hace, sólo se acurruca más en ti—. Vas a enfermarte. —Tratas de hacerla entrar en razón, pero ella sólo ríe y un pequeño estornudo se escapa involuntariamente—. Te lo dije —sonríes con aquella mueca que tanto te caracteriza, sueltas una de sus manos y por un momento ese vacío regresa, jalas la manta y la abrigas con cuidado, temes romperla con cualquier contacto y nuevamente entrelazas tu mano con la de ella—. Es una noche…
—Muy bonita y especial —concluye tu frase dejándote atónito, piensas que te ha leído la mente, pero luego recuerdas que ella es tu alma gemela y sólo asientes con un leve gesto de la cabeza, ella es la única persona que te comprende.
Te sientes a gusto estando así, no tienes la necesidad de intentar llegar más allá, sólo quieres que ella se sienta cómoda contigo, quieres perderte en el dulce sonido de su voz y deseas que ella permanezca así contigo, que el tiempo se detenga y que todo ese encuentro no termine: porque aún no tienes en claro que es lo que harás.
Sólo sonríes cual tonto enamorado y ella te imita, parecen ser la pareja perfecta, tal para cual, pero no estás seguro de merecer aun ángel en tu vida.
Dios parece haber escuchado su suplica interna, porque al parecer el tiempo se ha parado, el reloj ha dejado de correr, no se escucha ningún ruido en toda la casa, sólo oyen el sonido de su respiración relajada chocar con la del otro, mientras que los copos de nieve permanecen suspendidos en el aire, la atmósfera esta relajada; estando así no parece importarles nada ni nadie, sólo se preocupan por el bienestar del otro y desean que ese momento no termine.
—Debo irme —escucha como esas dos palabras se escapan de sus labios y parecen resonar en toda la casa, pero sólo es su imaginación, sólo eso—. Es tarde, debes dormir —musita con suavidad mientras acaricia tus largos y sedosos cabellos, ella suspira y su cálido olor a menta choca con tu rostro—. Volveré a verte, lo prometo. —Y esperas que lo haga, sabes que es lo correcto, que lo hace por tu bien más que por el suyo, pero no deseas aceptarlo, sólo quieres quedarte así por siempre.
Con cuidado te aparta de si y te ayuda a ponerte en pie, se miran fijamente, no quieren terminar con ese encuentro, pero pronto va a amanecer, el tiempo ha corrido de nuevo y esta vez no se detendrá.
Nuevamente te sientes débil y quieres llorar, tratas de hacerte la fuerte, cierras los ojos y esquivas su mirada, no sabes porque te sientes sola de nuevo, te lo ha prometido: que volverá a verte. Te mantienes así mientras él te observa con cariño, también se siente igual que tú, también tiene miedo a no volver a verte. Da tan sólo dos pasos y queda frente a ti, coloca una de sus manos en tu cintura y la otra la lleva tras tu nuca, sientes el cálido roce de sus labios con los tuyos y por inercia abres los ojos, encontrándote con lo de él completamente cerrados; entonces ocurre, por fin se atreve a besarte, ya no es un simple roce, ya no tiene miedo. Te dejas llevar por esa sensación tan cálida que recorre todo tu cuerpo, sientes como sus labios se mueven de una forma tan armónica y perfecta y eso te agrada, sientes como tu cuerpo adquiere vitalidad poco a poco y un color granate se apodera de tu rostro: pasas las manos por su cuello y te aferras a él como si fueses a caer en cualquier momento.
No tienes planeado soltarle, no quieres porque sabes que si lo haces él se irá y quizá o vuelvan a verse. Pero nada es eterno, el aire les hace falta y se separa de ti, mantiene sus ojos cerrados y apoya su frente en la tuya, sólo sonríes y no lo sueltas: sólo quieres permanecer así, por siempre.
—No dejaré que vallas —hablas con total ternura y él deja escapar todo su dolor con un suspiro. Te quiere y él tampoco desea dejarte—. Seré tu razón… —sonríes, siempre lo ha sido, desde que han salido ella se a preocupado por ti, ha tomado las decisiones por ti, ella es tu parte racional—. Porque… —Deseas terminar de oír esa frase y si tan sólo le daba un motivo, por más tonto que sonase, se la llevaría consigo…
No recuerdas nada, despiertas en el suelo alfombrado apestando a alcohol y sudor, observas el lugar, el mismo sitio de siempre, tu casa tan vacía, triste y sombría; notas que te has quedado nuevamente dormido en el suelo en medio del basural en el que vives, tienes una botella de cerveza en tu mano izquierda y en la otra un frasco con pastillas: una jeringa en tu vena y entonces lo comprendes.
Sonríes con melancolía antes de sentarte en el suelo, te quitas aquella cosa que has usado para fantasear nuevamente, arrojas el pote de pastillas vacías a un lado y tratas de recordar que es lo que has usado para soñar de nuevo con ella.
Hace tiempo que recurres al mundo de las fantasías locas sólo por un motivo: ella. Usas esas cosas que poco a poco acaban con tu vida porque sólo así puedes verle de nuevo. No sabes quién es, tampoco si realmente existe, pero lo que te queda claro es que ella es tu alma gemela.
Te levantas del sucio suelo y te pasas ambas manos por el cabello, te diriges al segundo piso y al entrar en el baño observas tu reflejo, te ves tan fatal como lo recuerdas, nuevamente sonríes y te mojas el rostro con el agua fría para despabilarte.
Ni por un momento dejas de pensar en ella y en ese sueño. Te secas la cara y suspiras al darte cuenta lo tonto que te ves por estar enamorado de una fantasía. Pero no te importa, porque aunque ella no es real te hace creer que tal vez y sólo tal vez existe alguien que está destinado para ti…
Te vistes sin ninguna prisa y sales a la calle, quieres ir en tu motocicleta pero algo te dice que no lo hagas y por primera vez lo obedeces. Prefieres caminar por las blanquecinas calles y observan el paisaje muerto y poco ético que te brinda la ciudad, te mantienes inexpresivo mientras las personas a tu alrededor hablan mal de ti, no te conocen, no saben el porqué de tu actitud, pero prefieren marginarte que averiguar de ti.
Caminas más deprecia y sin darte cuenta chocas con alguien, caes al suelo y te frotas la cabeza, te levantas con rapidez y diriges tus ojos al causante de tu accidente, tienes planeado darlo por muerto por no haberse dado cuenta de con quien ha chocado. Entonces tus ojos se abren de par en par y dejas de respirar, no puedes creer lo que está frente a ti.
—Lo siento, no te vi —susurra una voz demasiado aniñada y sutilmente dulce. Clava sus orbes en ti y se paraliza como lo has hecho tú, un sonrojo se apodera de su fisonomía y entonces reaccionas.
—Eres tú —musitas con un tono particularmente alegre, ella te contempla en silencio, piensa que tal vez está loca, pero no es así y se quedan observándose fijamente sentados bajo la nieve…
Y ese fue el one, sé que es muy largo, pero realmente creo que está bien tal cual lo hice, tal vez le parezca muy cursi o qué se y. Pero de todas las cosas que he escrito, esta realmente me agrada.
Nos vemos.
Matta nee c:
Autora: Akatsuna Mari
Género: Romance, drama, fantasía, universo alternativo.
Clasificación: +16
Advertencias: Lenguaje vulgar, uso de drogas y cualquier estupefaciente.
Serie: Naruto.
Resumen: — ¿Por qué? —preguntas tajante y sientes una inminente culpa porque no has estado allí para protegerla de sigo misma, y eso te duele.
—Es lo único que me hacía sentir viva. —Y esa respuesta te enfurece más, la comprendes porque de cierta forma tú haces lo mismo, pero al mismo tiempo no puedes aceptarlo, porque sabes que ella es como un ángel; un ángel al que le cortaron las alas y como todo ángel no merece pasar por eso.
Publicaciones: Aquí y en FF.net
N/A: No fomento al uso de las drogas ni ninguna otra cosa dañina que pueda perjudicar la salud de cualquier usuario.
****In my dreams****
~~~Capítulo único~~~
<<*By: Akatsuna Mari*>>
~~~Capítulo único~~~
<<*By: Akatsuna Mari*>>
“Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
Y por toda la sangre repetido”
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
Y por toda la sangre repetido”
Y no lo entiende, ¿qué es esa extraña sensación qué crece en su interior? ¿Ese vacío qué le atormenta? Aquello era algo nuevo y doloroso, demasiado a su parecer. Miró por millonésima vez desde la oscuridad de las penumbras hacía la enorme ventana de aquella chica, todo le resultaba extraño y no comprendía el porqué.
Apretó los labios con fuerza al recordar uno de esos días en lo que estaba a su lado y eso le dolía, ¿qué había hecho mal? ¿Acaso no lo entendían? ¿Qué tenía de malo él? ¿Y ella? ¿Pensaría lo mismo qué ellos? Se tocó la herida que llevaba en el rostro, producto de aquel encuentro furtivo, producto de la defensa del amor. Estaba manchada de un color carmín, pero no le dolía, el único dolor que sentía era ese profundo hoyo negro que quedó en su corazón.
Chasqueó la legua con frustración y se escondió detrás de unos arbustos al divisar las figuras aristocráticas de esas personas, las odiaba con toda su fuerza porque ellos no entendían el daño que le hacían, no comprendían lo que realmente valía y eso era estúpidamente jodido.
—Creo que ha sido lo mejor, cariño —musitó con su típico tono chillón esa mujer que iba tomada del brazo de su esposo—. Es sólo una niña tonta, no conoce la verdadera cara del mundo.
—Es sólo una molestia —musita con fiereza e infla su pecho tratando de aumentar su “ego masculino” pero él sabe que ese hombre vale tampoco como su existencia misma—. Mira que hacer esa locura. Ojalá no hubiera nacido. —Oye esas palabras y eso te enfurece de sobre manera, trata de controlarse y golpea con fuerza el tronco de un árbol para descargar esa ira que siente. Ellos no saben nada, nunca han estado a su lado.
Mira cómo se suben al carro último modelo de ese magnate fanfarrón y se pierden en las desoladas y poco alumbradas calles del barrio. Era el momento perfecto, lo que ha estado esperando por horas. Salió de su escondrijo y como su fama le arremetía, trepó por la enredadera de la parte posterior de la casa.
…::::Vienes a mí con cicatrices en tu mano::::…
…::::Me dices que esta es la última noche que te sientes así::::…
…::::Me dices que esta es la última noche que te sientes así::::…
Por fin llega al balcón, el corazón le late frenéticamente y piensa si ella estará despierta, teme interrumpir sus dulces sueños, pero claro, no sabe que ella dejó de soñar cuando los alejaron, que todo su mundo se volvió extrañamente común y simple, que desde entonces todo lo ve gris; pero él no lo sabe y por ello tiene una batalla interna consigo mismo, no sabe qué hacer, no está seguro de querer perturbar su vida, pero entonces escucha unos pasos que se dirigen hacia donde está él y nuevamente siente como el corazón se le acelera y cree que en cualquier momento se le saldrá del pecho.
Ve como una delgada y blanquecina mano corre con cuidado las cortinas purpuras y se queda sin aire cuando nota que ya nada los separa, que la ventana ha sido abierta y que ahora ella está a tan sólo centímetros de sí.
La inspecciona con cautela, hace tanto tiempo que no la ve, que cree estar frente a una entidad divina, algo tan puro y perfecto, pero entonces sus ojos se posan en sus manos y nota que esa pureza está manchada de un inconfundible tono rojizo vivo. Frunce las cejas con disgusto y sin saber cómo, la toma por las muñecas con cierta fuerza, pero no la lastima, o eso cree, entonces ancla sus ojos en los de ella y ésta sonríe con cierta tristeza y vacío. Un vacío que sólo él puede comprender.
— ¿Por qué? —preguntas tajante y sientes una inminente culpa porque no has estado allí para protegerla de sigo misma, y eso te duele.
—Es lo único que me hacía sentir viva. —Y esa respuesta te enfurece más, la comprendes porque de cierta forma tú haces lo mismo, pero al mismo tiempo no puedes aceptarlo, porque sabes que ella es como un ángel; un ángel al que le cortaron las alas y como todo ángel no merece pasar por eso.
—No vuelvas a hacerlo —musitas con cierta rudeza e inmediatamente la cobijas entre tus brazos, quieres protegerla de todo el mundo incluso de ti, no quieres que le hagan daño porque ella es tan ingenua que no entiende cómo funciona el mundo real y por eso le amas.
—Es la última vez que volveré a sentirme así —oyes esas palabras y de cierta forma te reconforta, la estrujas con más fuerza y escondes tu rostro entre sus sedosos cabellos. Cierras los ojos con fuerzas y piensas en lo que le dirás, sabes que eso será duro pero es lo mejor, o por lo menos eso crees.
…::::Sólo vine a decir adiós::::…
…::::No quería que me vieras llorar, estoy bien::::…
…::::No quería que me vieras llorar, estoy bien::::…
Te armas todo un discurso ficticio, tratas de emplear las palabras correctas y te imaginas las respuestas que te dará. Te duelen las hipótesis que te planteas y eso lo empeora todo. No quieres alejarte de ella, nunca lo has deseado, pero lo han hecho, te han obligado a dejarle y ahora estas allí; abrazado a su cintura y con tu rostro entre sus cabellos. Piensas guardar ése momento con antaño en tu memoria, tal vez sea la última vez que le veas, pero te llevarás un bonito recuerdo del tiempo compartido.
Sientes como sus delgados brazos pasan por tu cuello y se aferra a él como si fuese su punto de apoyo, piensa que al soltarlo caerá y perderá el equilibrio, por eso piensa en no soltarte y quedarse así, abrazada a ti.
—Te extrañé —susurra con la voz rota y sientes una opresión en el pecho. No quieres hacerlo, pero la lastimas—. Pensé que no volvería a verte. —Y esa frase se repite en tu mente. Tú también lo has supuesto, y sabes que de cierta forma es lo mejor, pero no puedes, la amas demasiado como para dejarla ir—. Te quiero. —Un nudo se forma en tu estómago y la separas lentamente de ti, ya no puedes más. Debes dar por concluido esa situación, la miras fijamente y te armas de valor para decir aquello que seguramente te dolerá más a ti que a ella.
—Sólo vine a decir adiós —hablas fríamente o eso quieres aparentar, pero por dentro te destrozas con lentitud y no ves la hora de salir por el mismo sitio que has entrado. No sabes en que momento te romperás y no puedes permitir que ella te vea así de vulnerable—. Sé que eso es lo mejor que puedo hacer por ti. —Desvías la mirada y la anclas en un punto muerto en la nada, no puedes decírselo si la ves fijamente, temes perder el poco valor que has reunido para destrozar lo que queda de su vida—. No soy bueno para ti.
—Eso no es cierto —agacha la mirada al suelo, no quiere encararte porque sabe que odias verla así de débil, y por ello teme contemplar tu rostro en ese instante—. Eres lo mejor para mí, siempre lo serás, siempre lo has sido. —Aprieta con fuerza los labios y cierra de la misma forma sus orbes. Inhala una gran cantidad de aire y eleva el rostro con rapidez, eso te sorprende; no te mira, sólo se mantiene de igual forma y eso te duele—. ¿Aún no lo entiendes? ¡¡Te amo!! —grita con la voz rota y te quedas petrificado allí, no esperabas esa respuesta, en realidad no esperabas nada de su parte solo un simple “está bien” pero no fue así.
Sientes como algo cálido resbala por tu mejilla, sabes que es y tratas de girarte para que ella no te vea de esa forma, tan frágil y débil, tan estúpidamente indefenso, porque ella ha derribado tu coraza de acero y ha visto más allá de ti, ha encontrado a tu verdadero “yo” y por eso le amas.
Sin darte cuanta, ella desliza su suave mano por tu cara y quita esas gotas saladas, es tarde, te has visto quebrado, ha descubierto que también sufres como ella y que no eres tan rudo como aparentas, que también sientes y no eres un simple hombre de acero.
—Estoy bien —musitas con tristeza y tratas de que ella se lo crea, necesitas que lo haga, no quieres verle mal por alguien como tú. Piensas que ella no merece derramar una sola lágrima por una escoria como tú, pero aunque lo intentes ella no dejará de hacerlo, porque te ama y eso te hace sentir vivo.
...::::Pero sé que no es verdad::::…
—No lo estás —afirma con una sonrisa llena de melancolía y comprendes que te ha descubierto, es cierto, no lo estás y quizá nunca vuelvas a estarlo, no sabes cómo tomar esta situación, no entiendes en qué momento te has vuelto una persona “normal”. No comprendes como fue que has cambiado la forma de ver el mundo y tampoco en que momento has dejado de lado al “robot” para ser una persona de carne y hueso que siente y sufre; pero sabes que todo ha sido por ella.
—Es cierto, no lo estoy. —Le dedicas la misma sonrisa que ella te ha dado y como si fuese un instinto, te rodea con los brazos y recuesta tu cabeza en su pequeño hombro, acaricia tus desaliñados cabellos y lloras—. Perdóname… —La rodeas con tus fuertes brazos por la cintura y ahogas un sollozo amargo y devastador, no sabes cómo seguir, no puedes olvidarte del pasado, no quieres dejarle ir; pero esa pequeña voz en la cabeza siempre te martiriza repitiéndote que no eres bueno para ella, que sólo le harás daño porque un demonio como tú no nació para ser feliz, sino para sembrar el caos y la discordia y que sólo la lastimaras—. Perdóname por no haber estado allí para ti. —La estrujas con mayor fuerza y tratas de controlarte, no debes seguir con eso, debes huir lo antes posible, temes arrastrarla contigo a ese abismo lleno de dolor y putrefacción; temes no poder protegerla de los peligros que esa relación acarrará y por ello no has pensado con prudencia los fallos que habría en esa despedida. Miras las cicatriz rojiza que resalta en su ante brazo y un gusto amargo recorre tu garganta—. Perdóname por no haber podido evitar que te hicieras eso. —La aprietas un poco más y temes romper su frágil cuerpo entre tus brazos, temes que ella se desmaye y caiga en un profundo sueño mientras la sostienes, temes no volver a sentirte así de a gusto entre sus finos brazos y no sentir el calor que te ha brindado siempre—. Perdóname. —Finalmente la sueltas y te limpias con el puño de tu chaqueta las revoltosas lágrimas que se empeñan en aparecer. No quieres hacerle daño, pero sabes que ya se lo has hecho y ese dolor que le has dejado no se podrá quitar con nada.
—No —niega lentamente con su cabeza y crees que has cometido un pecado al pedirle perdón a un ángel como ella—. No hay nada que perdonar. —Te sonríe con ternura y limpia con su puño los restos de esas gotas saladas. Te observa con su perfecto rostro hecho añicos, está destrozada por fuera igual que por dentro, pero eso no le importa, aun así no dejará de sonreírte porque a pesar del dolor que la embarga, no puede dejar de amarte; porque si lo hace su corazón dejará de latir y todo su mundo se volverá de piedra—. Has hecho mucho por mí y esto, —Señala las cicatrices que resaltan en su nívea piel y anclas tus orbes en ellas, nuevamente te sientes culpable por no haber impedido aquello—, esto me lo he hecho yo sola, no tienes nada que ver, no debes sentirte culpable. —Te observa por largos segundos y crees que puedes morir allí mismo, bajo su techo, bajo su perdón porque ella es la única que te entiende y a pesar de ser un demonio, ella te ama y acepta tal cual eres—. No te vayas…
Nuevamente resplandecen esas cristalinas gotas saldas y no puedes evitar quitarla suavemente con tu pulgar, no puedes evitar verle a los ojos y darte cuenta de todo el dolor que lleva consigo, no puedes abandonarla y aunque te duela lastimarla, no sabes cómo dejarla partir.
“Que ya ni me fatiga el vencimiento
Ni me sangra el orgullo escarnecido,
Mi corazón se acostumbró al tormento
De perder la mitad de su latido.”
Ni me sangra el orgullo escarnecido,
Mi corazón se acostumbró al tormento
De perder la mitad de su latido.”
Aprietas los labios y la miras dubitativo, no sabes que hacer. Quieres cumplir lo que te pide, pero no puedes porque sabes que volverá a suceder, que volverán a separarlos y que ella entrará en un estado de depresión, que volverá a herirse y que todo será a causa de ti.
Te habías resignado a perderle, habías aceptado aquella decisión por parte de sus padres porque entendías que no eras lo suficientemente “hombre” para ella, lo suficientemente “bueno” y que sólo la arrastrarías a un infierno lleno de dolor y desesperanza. Que si seguía contigo la consumiría ese hoyo negro que te rodea y se traga todo lo bueno del mundo para echarlo a perder.
Te habías dado por vencido al creer que ella era feliz con otra persona, te la habías imaginado millones de veces con alguien más. Te habías dado por vencido porque no creías merecerla.
No entiendes como puede hacerte sentir tan mierda por hacerle eso, pero tampoco como puede hacerte sentir la persona más afortunada del mundo porque te ama. Has dejado de lado tu orgullo cuando te has roto frente a ella, cuando le has mostrado tu parte más humana, cuando has derramado lágrimas de dolor por ella.
Te ha importado poco lo que pensase de ti después de eso, te ha valido lo que ella podría decir de ti a sus amigas si es que todo “ su amor” era una farsa. Le has implorado su perdón y te has permitido lloran entre sus brazos, te has roto frente a ella porque la amas demasiado y no sabes cómo afrontar esa situación.
Te habías pasado los segundos, minutos, horas, días, semanas y meses en las penumbras del abismo de la drogadicción, creyendo que con eso te sería más fácil afrontar la situación, que ella no merecía una vida así; que no tenía por qué mirarte destruirte lentamente mientras ella sufría y rezaba por ti. Creías que era en vano, no creías en dios, no pensabas que tenías salvación y que ella era todo un ángel por tratar de salvarte de un infierno que tú mismo habías creado.
Te habías resignado a dejar de sentir ese palpitar incesante de tu corazón, te habías acostumbrado a que la mitad de él latiera con desgano y dolor, habías afrontado la realidad y habías permitido que ése objeto vital se detuviese lentamente mientras te destruías por dentro con esa terrible adicción; mientras que por fuera recibías golpes que te herían la piel, pero no te dolían, no sentías nada, porque tu corazón se había detenido por completo al darte cuenta que sin ella no eras nada.
…::::Esta es la última noche que estarás sola::::…
…::::Veme a los ojos para que veas que yo lo sé::::…
…::::Veme a los ojos para que veas que yo lo sé::::…
—No te vayas —repite con tristeza y tú sólo te limitas a contemplarla en silencio mientras que tu corazón muerto empieza a bombear sangre de nuevo—. No me dejes sola. —Tomas su rostro cubierto por esa máscara llena de dolor y con cuidado le acaricias las mejillas sonrosadas por el llanto que no cesa—. Por favor… —No sabes que hacer, tu tampoco quieres dejarle, pero hay muchas cosas que impiden su relación, en especial la que más resalta “eres un demonio y ella un ángel”. Eres un ser que pertenece a la oscuridad, a los avernos del tártaro, al infierno, un ser que nació para robar la felicidad de todos y hundir todo a tu paso; tragándote todo lo bueno del mundo y convirtiéndolo en bazofia, mientras que ella es un ser lleno de luz, un ser que da y repara los corazones rotos, un ser mitológico que vive en las nubes, en un mundo lleno de paz y amor; pero que gracia a ti quedó atrapada en un infierno. Son tan diferentes, pero aun así, se complementan perfectamente y te has dado cuenta que tal vez y sólo tal vez, no eres igual al resto de los demonios que viven de los vicios y que sólo quieren destruir todo a su paso. Te has dado cuenta que lo único que deseas más que nada es que alguien como ella te saque de ese abismo de dolor y que pueda darte una nueva perspectiva de la vida, que lo único que deseas es amor. Crees que no la mereces y que eso es pedir demasiado que ella no te lo dará, pero desconoces que eso es lo que ella desea; que quiere ayudarte a salir del averno y que desea verte feliz, aún sí debe seguirte a los confines del infierno, aun así quiere estar contigo.
Suspiras y tratas de expiar todo el dolor que has guardado durante meses, para finalmente sonreírle como la primera vez que la viste, como la primera vez que le has robado un beso, como la primera vez que le has dado un presente, como la primera vez…
—Quiero que me mires —susurras con ternura y ella por inercia ancla sus ojos en los tuyos, observas la pureza y sinceridad que resplandecen en ellos. No ha cambiado nada, ni si quiera ha perdido su esencia, sigue siendo ella y fácilmente puedes ver a través de su ser y descubrir la verdad—. Ahora lo entiendo —respondes a aquella pregunta que te ha hecho desde el principio, has divagado en tu mente, has querido buscar una salida fácil, pero no la has encontrado. No comprendías a qué venía aquella cuestión, pero ahora lo sabes y puedes entender que todo lo que ella necesita está en ti—. Te quiero. —Te le confiesas por primera vez, nunca se los has dicho, jamás has pensado que fuese necesario, creías que ella ya lo sabía y que no tenía sentido el decírselo, pero comprendiste que debes en cuando es bueno expresar lo que sientes, porque no todo se puede decir con acciones o miradas. No todo se comprende así de fácil.
Te sonríe llena de alegría, es la primera vez que oye esas palabras salir de tu boca y eso le hace increíblemente feliz, nunca se ha esperado algo así de tu parte, pero sabía que muy en el fondo de tu oscuro y frívolo corazón, sentías algo por ella.
Piensas que te ves como un tonto, un estúpido enamorado, pero es verdad, porque lo eres.
…::::Estoy en donde sea que tú quieres que esté::::…
…::::La última noche que tu estarás sola::::…
…::::La última noche que tu estarás sola::::…
—Ha pasado mucho tiempo. —Te dice con su típico tono infantil, notas como no para de llorar, como tampoco a parta sus ojos de ti, crees que ella también ha pasado por lo mismo, que se ha pasado los días pensando en que estarás haciendo, si te encuentras bien—. Cada día… —Hace una pequeña pausa y juguetea con sus dedos como si fuese una niña pequeña, a parta sus ojos de los tuyos y trata de pensar en que te dirá. Ha pasado tanto tiempo que ya no sabe cómo debe actuar frente a ti y eso te hace sentir…—. Cada día lo único que deseaba era verte. —Te sonríe con cierto anhelo y sólo la observas con atención. No sabes si te ha leído la mente o que ha sucedido, pero eso es lo que has hecho todo ese tiempo, las has visto desde lejos, le has seguido el paso y has procurado cuidar de ella desde la sombra.
Siempre has estado allí, en donde sea que estaba, en cualquier lugar, siempre estabas ahí, cuidándola de todos, claro, ella no lo sabía; desconocía lo que hacías, no estaba al corriente de tu presencia, pero muy en el fondo tenía la esperanza de verte otra vez, de saber que estabas allí para ella.
—Siempre te he observado desde lejos —confiesas por fin y ella ensancha sus ojos, no cabe del asombro, ha esperado eso, nunca ha perdido las esperanzas y el saber que ha sido cierto te hace sentir especial. Elevas las manos y acurrucas su perfecto rostro entre tus manos, le sonríes con ternura e intentas omitir a la voz que rezonga en tu cabeza, tratas de creer que esta vez; eres realmente bueno para ella—. Esta es la última noche… —Tragas la saliva que se ha acumulado en tu boca, tienes una batalla interna con tu otro yo, no sabes cómo debes reaccionar, no sabes si lo que dirás será bueno; si ella lo aceptará—. La última que estarás sola. —Te acercas lentamente a sus labios, sientes como su cálido aliento choca con tu rostro frío y por primera vez en meses vuelves a sentir calor.
Un nudo se te forma en el estómago, hace tanto tiempo que no estás cerca de ella, hace tanto que no mantienes contacto con una persona real que no estás seguro de que ese encuentro sea verdadero, crees que aún estás bajo los efectos de la droga, pero si es así no quieres que pase, deseas que perdure y así poder pasar mucho más tiempo con ella.
Rozas sus labios y sientes como una corriente eléctrica recorre tu columna vertebral, por inercia cierras los ojos y te permites pensar que esa es la mejor droga que puedes tener, una que se ha vuelto tu más grande adicción, una que quizá no vuelvas a probar.
Repentinamente te alejas de ella como si tuviese una enfermedad contagiosa, te limitas a contemplarla a una distancia razonable, pasas amabas manos por tus cabellos enmarañados y los revuelves con cierta violencia, estás arto, no puedes seguir así; no quieres dejarte ganar por “la voz pesimista” pero no puedes ganarle, ella es más poderosa que ti, ella te golpea con la cruel realidad y cada golpe te hace entender lo que realmente eres.
…::::Te sostendré en mis brazos y no te dejaré ir::::…
…::::Soy todo lo que necesitas que sea::::…
…::::Soy todo lo que necesitas que sea::::…
Ella se queda plantada frente a ti, no entiende tu extraña actitud, no comprende que es lo que sucede contigo. Da unos pasos hacia ti y trata de tocar tu rostro y decirte que todo estará bien, que no tienes nada de qué preocuparte, pero antes de que puedas tocarle se aleja de ti y tus manos quedan suspendidas en el aire, mientras sus ojos te analizan con atención; notas un pequeño brillo de desconfianza que se esfuma y regresa con rapidez, crees que estar loca, pero no es así, porque allí está.
Dejas caer los brazos a cada lado de ti. Ni por un segundo dejas de verle, temes que al parpadear él se esfume como en tus sueños, incluso llegas a pensar que estás profundamente dormida en tu cama y que todo esto es sólo una fantasía.
Nuevamente juegas con tus dedos y mueves los pies de una manera infantil, no sabes que decirle, sólo permaneces en silencio esperando a que tome la iniciativa, a que vuelva a cobijarte entre sus brazos, a que te diga que todo estará bien aunque no sea así. Pero sólo esquiva tu mirada y notas que está sufriendo, no sabes porqué o cuál es la causa de su aflicción, pero una sensación poco usual se apodera de ti.
Suspiras e ignoras a la voz de la razón que te dice que tal vez sea una locura lo que harás, pero piensas que será la última locura que cometerás. No te importa nada y cuando vez que da media vuelta para marcharse, corres hacia él y te aferras a su espalda, con fuerza aprietas su chaqueta de cuero y esconde su rostro en ése sitio.
—No te dejaré marchar —musitas con la voz quebrada, quieres llorar para demostrar todo el dolor que sientes, pero tus lágrimas se han acabado, no te importa, simplemente sonríes y sigues transmitiéndole tu tristeza a través de esas palabras—. Seré todo lo que necesites que sea —susurra con la esperanza de que le creas y por su puesto que lo haces, ni siquiera necesitabas que te lo dijera, porque desde el principios tenías claro que ella era todo lo que siempre has necesitado—. Sólo, sólo no me dejes de nuevo. —Aprietas los labios con fuerza y truenas los dedos de las manos, no quieres verla, sabes cómo se encuentra, te la puedes imaginar perfectamente: aferrada a ti, con sus orbes entrecerrados y unos rastros de lágrimas, las mejillas encendidas y ese vacío que reflejan sus ojos.
Intensifica su agarre, sientes como tu espalda se ha humedecido, la oyes repetir lo mismo una y otra vez, te sientes un idiota, has llegado para perturbar su vida de nuevo, la has desestabilizado y todo para decir “adiós”. Has creído que al despedirte podrías hacer aquello con tranquilidad, que tu alma quedaría en completa parsimonia, pero no es así, la situación se ha tornado difícil, mucho más de lo que imaginabas.
El valor te ha abandonado y sólo queda el coraje, no eres lo suficientemente hombre para seguir con tu vida si ella no está contigo y por ello has pensado en el suicidio, pero ahora, estando así, lo único que deseas es que el tiempo se dé tenga para no volver a perderla.
Finalmente te giras y la abrigas con tus brazos, sientes su cuerpo frío, apoyas tu mentón en su cabeza y por fin te convences de que ella es todo lo que necesitas para vivir.
…::::Tus padres dicen que todo es tu culpa::::…
…::::Pero ellos no te conocen como yo::::…
…::::Pero ellos no te conocen como yo::::…
Pasas a su cuarto y la ayudas a llegar a la cama, se sienten uno al lado del otro, todo está como antes, nada ha cambiado incluso conserva ese horroroso oso de felpa que le has regalo por equivocación. Frunces las cejas con disgusto al recordar el porqué de tu visita, tenías dos motivos, el primero era dejar tu alma en paz y la segunda…
—Hace poco ocurrió un accidente. —Comienza a contarte lo que tú ya sabes, aparentas no saberlo, pero al verla tan devastada crees que el teatro no te durará demasiado—. Yo estaba allí cuando ocurrió. —Cubrió su rostro con ambas manos e hizo el intento de controlarse, le pasaste la mano con suavidad por su espalda, eres su único consuelo—. Lo intenté, te juro que lo hice. —Ahoga algunos sollozos pero de sus ojos no caen lágrimas, se ha quedado sin ellas, las ha gastado todas en ti—. Dicen que ha sido mi culpa. —Te mira fijamente tratado de buscar en tus ojos alguna respuesta, algo que disminuya su dolor y culpa. No puede seguir así, no quiere vivir con la carga de saber que ha sido la causante de esa acción.
—No tienes la culpa —afirmas con toda la verdad posible y eso logra disminuir un poco ese estado catastrófico en el que se encuentra. La jalas hacia ti y la abrazas con cuidado mientras acaricias sus sedosos cabellos, haces lo posible para consolarla: nunca te ha gustado verla así de vulnerable—. Ellos no saben lo que dicen. —Nunca la han entendido, siempre han pensado que era un estorbo, una molestia, algo que no valía la pena, pero él: él nunca la vio de esa forma, simplemente para él era “diferente”—. No te conocen como yo —sonríes con ironía, ellos son sus padres, las personas que se suponen deben cuidarla, pero no lo hacen, sólo la lastiman y le echan la culpa de todo lo malo que ocurre en su vida. En cambio tú la vez como si fuese un ser divino que se encuentra prisionera en un lugar tan fúnebre como ése—. No tienes la culpa, lo sé.
Te limitas a tenerla entre tus brazos mientras oyes su respiración entre cortada, escuchas el palpitar incesante de su corazón y notas como poco a poco el calor corporal regresa a su cuerpo. A pesar de estar en una situación así, te sientes a gusto, cómodo, porque tienes miedo: temes que al no haber más dolor ella deje de amarte y eso es algo que terminaría por matarte.
Meditas lo que ha ocurrido ese día, también has estado allí, desde lejos observabas ese desastroso acontecimientos, querías intervenir y sacarla de allí; tenías la necesidad de ser su salvador, pero no has podido, te habías planteado la posibilidad de que al no verla sufrir más terminaría por no necesitarte.
Te has enfurecido contigo mismo, porque ese día la habías abandonado a su suerte, todo por miedo a perderla.
“Ya mi rencor no exige la venganza,
Aprendí a perdonar toda esperanza
Como un bello pecado original.”
Aprendí a perdonar toda esperanza
Como un bello pecado original.”
Mientras la acurruca en sus brazos recuerda todo el pasado, cada momento vivido, en especial ese día en que los había separado. Se juró a si mismo que se vengaría de ese magnate fanfarrón e hipócrita, se juró que lo hundiría y le haría sufrir tanto como lo ha hecho consigo, pero no podía; si lo destruía temía que ella lo odiase y lo arrojase al más profundo de los olvidos.
Con el correr de los días dejó esos planes estancados, ni si quiera podía pensar con coherencia, simplemente todo eran ideas pocos ortodoxos y carentes de sentido, aunque guardaba rencor hacia esa persona, pero ahora, estando allí se había dado el lujo de perdonar algo como eso: porque sabía que todo ha sido por su bien.
Mientras la abrazas, recuerdas la primera noche que has pasado con ella. Ese día se veía tan extrañamente bonita, con sus cabellos sueltos que se mecían con el viento, con un maquillaje que le hacía ver completamente natural. Recuerdas los primeros besos que habían encendido la pasión, recuerdas las caricias desenfrenadas que te hicieron perder la cordura y lo último que recuerdas es que ella amaneció a tu lado: con sus cabellos esparcidos por toda la cama, con una pequeña sonrisa en sus rosados labios y un inconfundible carmín que resaltaba en sus mejillas, con sus orbes cerrados dándole un toque angelical.
Recuerda haber elevado la mano para acariciar sus cachetes rojizos, también la estúpida sonrisa que se había formado en su rostro, recuerda haber tomado un mechón de sus cabellos para inhalar la exótica fragancia que emanaba de él.
Recuerda todo, también recuerda ver el resplandor de su perfecto y perlado rostro a la luz del sol, recuerda haber sentido un nudo en el estómago porque pensaba que cuando ella se despertase empezaría a llorar y le echaría la culpa de lo ocurrido.
Recuerda cuando ella abrió sus orbes con gran lentitud y los fijó en él, recuerda que en ese momento se sintió estúpidamente nervioso, recuerda el intenso sonrojo que se intensificó al verlo semidesnudo, recuerda que antes de dijese algo se había abalanzado sobre ella para robarle un beso y tumbarla en la enorme cama.
Pero aún si ella se enojase con él, no se arrepentía de haberlo hecho, porque aquella sensación que lo había embargado la noche anterior lo valía. Tal vez había sido un pecado el quitarle la pureza a un ángel como ella, pero ése fue un bello pecado: un pecado del que estaba seguro volvería a cometer.
…::::Estoy tan enfermo de oírlos decir eso::::…
…::::”Es solo una fase, estarás bien, estas bien”::::…
…::::”Es solo una fase, estarás bien, estas bien”::::…
Estabas afuera sin tu camisa, los copos de nieve caían sobre ti, poco te importaba el frío abrazador de esa mañana de agosto, lo único que te interesaba era ella: ella que estaba siendo arrastrada por sus padres al coche, mientras tú eras retenido por sus matones.
Oías los sollozos y suplicas desgarradas que ella le dedicaba a su padre para que le soltase, para que le dejase ir tras de ti, para que le permitiera quedarse contigo, pero la ignoraba; apretaba su brazo con fuerza y fruncía las cejas cada vez que tu nombre se escabullía de sus labios. Veías como ella sufría y no podías hacer nada, no estabas plenamente consciente, ni si quiera sabías como le hacías para fijar tus orbes en ella, lo único que podías hacer era verla siendo arrastrada lejos de ti: mientras tú te morías por dentro.
—No lo entiendes. ¡¡Él me ama!! —le grita por primera vez a su progenitor eso te sorprende y crees que al escuchar eso él lo entenderá, pero no es así. Notas como la zarandea con fuerza excesiva y la toma por ambos brazos colocándola delante de si y la observa con sus ojos vivases que echan fuego. Sabes que algo anda mal. Tratas de zafarte pero uno de sus matones te golpea en el estómago y el otro coloca una navaja en tu cuello.
—Eres una tonta, ¿cómo puedes creer eso? ¿No lo entiendes? Para lo único que te quiere para acostarse contigo, sólo para eso te necesita —musita con odio y su lengua parece ser la de una víbora venenosa. Es mentira, lo sabes, él no lo entiende y cree que es así. Pero sólo tú y ella saben la verdad.
—¡¡Eso es una puta mentira!! —vociferas iracundo, te remueves entre los brazos de tus opresores pero es inútil, no te dejan escapar—. Estoy enfermo de oír siempre lo mismo —rechinas los dientes y clavas tus ojos cual navaja en su cuerpo, deseas poder hacer que la suelte con tal sólo mirarlo de esa manera, pero no puedes: las miradas no matan.
—Es sólo una frase —hablar con tal frialdad que por un momento llegas a temerle—. Nadie muere de “amor” —la mira con sus orbes gélidos, tan duros como un tempano y ella se estremece—. Estarás bien, —Nuevamente emprende la caminata y la aleja lo más rápido que puede de ti, sientes que con cada paso que da, tú te hundes diez más. La vista se te empaña, gritas con desesperación, le exiges que la suelte; que le dé una oportunidad de elegir, pero no lo hace. Simplemente te ignora—. Estás bien.
Observas como la obliga a abordar en su lujoso coche, la ves partir y cuando se pierde de tu rango ocular te sueltan, caes al suelo y éste se tiñe de carmín. Notas como ellos se alejan, dejándote sólo y herido, pero no te importa porque la has perdido…
…::::Pero sé que no es verdad::::…
…::::La última noche alejada de mí::::….
…::::La última noche alejada de mí::::….
—Ese día… —Las palabras se escapan de tus labios y ella te regala toda su atención, hace tanto tiempo que no está contigo que el oír su vos tan varonil te da fuerza y te hace sentir segura—. No pude hacer nada —hablas con cierta furia y tristeza comprimida, no sabes si ella te creerá, pero quieres intentarlo—. Lo que te ha dicho —suspiras y pasas con frustración una de tus manos por el cabello, todo está mal, no le ves el caso a hablar del pasado, pero sientes que si no lo haces, aquello quedará inconcluso—. No era verdad —la observas fijamente y ella hace lo mismo, te sorprende el hecho de que sostenga la mirada, antes tan sólo la mantenía por unos segundos, pero ahora ha madurado y eso te agrada—. Si no volvía a verte… —Deslizas tu mano por sus sonrosadas mejillas y te aguantas las ganas de besarla, crees que si lo haces será un pecado mortal: por tentar a un ángel—. Yo iba a morir de amor —le sonríes con ternura y ella hace lo mismo.
—Yo también —ríe con ternura y a él le parece la cosa más hermosa del mundo, no entiende como alguien como ella puede estar con él.
Entonces recuerdas las noches tan tristes que has pasado sin ella, tan vacías y solas, te sentías como un alma en pena, un alma que estaba condena a rondar por su cuadra observándola desde lejos, pagando por aquel error fatal que no habías querido hacer.
Pero ahora, estas con ella, sientes que el mundo te abre los brazos, que el tiempo va despacio y que sólo tú eres su guardián. Si estas con ella piensas dejar que te guíe hacia donde quiera, harás lo que ella desee, dejaras que ella sea tus cinco sentidos, porque le quieres y nada ni nadie va a cambiar eso.
Escondes tu rostro en su cuello e inhalas su aroma particular, te habías decido a no volver a pensar en ella porque aquello te lastimaba, pero no puedes cumplirlo, porque siempre la esperabas, nunca perdías la esperanza de que ella se la que regresara a por ti.
Aprietas los labios y siente un gusto amargo bajar por tu garganta, quieres besarla, recuerdas el dulce sabor de sus labios, eras un completo adicto a ellos, pero no te atreves a hacerlo de nuevo, solo quieres quedarte así y desahogarte por completo.
No quieres dejarla de nuevo y piensas que será la última vez que estará lejos de ti, porque ha pasado tanto tiempo que ya no puedes seguir así, sólo quieres que todo eso sea un mal recuerdo, deseas que eso no pase de nuevo.
“Llevo en las manos tantas despedidas,
Y en lo que fue el amor tantas heridas,
Que me he tornado un hombre elemental.”
Y en lo que fue el amor tantas heridas,
Que me he tornado un hombre elemental.”
Habías buscado la manera de seguir adelante, tenías planeado incorporar mucha más heroína y adrenalina en tu vida para remplazarla. Pero no podías olvidarla, hasta en tus más remotas fantasías ella se manifestaba ante ti, no te permite disfrutar de ese trance que siempre te había sido tan placentero, te reprocha por destruirte con esa droga y tú sólo le sonríes y le dices que no lo harás otra vez. Más todo es una mentira porque cuando ése efecto desaparece lo haces de nuevo sólo para verla.
Has pasado por tantas cosas en tu vida, has visto ir y venir a tantas personas pero ninguna partida te ha afectado tanto como la de ella, sientes que si no está contigo el mundo se ve más mierda de lo que realmente es, que todo se pudre a tu paso y que un enorme hueco se forma en tu corazón: que un agujero negro se chupa todo, todo menos ese dolor.
Has tenido diversas parejas, has experimentado mucho más allá de lo que cualquier otra persona de tu edad lo haya hecho, te han lastimado más de diez veces y tú se lo has devuelto con el doble de fuerza. Te han herido tantas veces que por ello habías escondido todo sentimiento tras una coraza de acero. Pero la herida más dolorosa que te han dejado ha sido a causa de ella.
Aquel dolor punzante te desgarra el pecho y una daga atraviesa lo que te restaba de corazón. Con el correr de los días notas que todo ha vuelto a ser como antes, que la vida se ha tornado monocromática y que has regresado a esa monotonía tan dolorosa que tenías antes de conocerla.
Te remueves entre los papeles del piso, clavas tu mirada en el cielo y mantienes la esperanza de que en cualquier momento ella entrase por la puerta, que se acercase a él y le dijese que ya nada los separaría, pero no es así, el cielo se tiñe de un gris violáceo y mientras observas los copos de nieve caer sonríes con ironía y melancolía.
Tu piel ha perdido todo el calor, ahora te encuentras sepultado entre una delgada capa de nieve, no sientes nada y poco te importa, separas los labios y tarareas una canción que ella te ha enseñado, deseas que esa melodía entrecortada y poco entendible llegue a sus oídos y venga a por ti.
No pasa nada, ella no llega y tú sigues allí, inmóvil bajo una gruesa capa de nieve que poco te deja ver, no te mueves, aún conservas la esperanza de que ella aparezca frente a ti.
…::::La noche es tan larga cuando todo está mal::::…
…::::Si me das tu mano te ayudaré a sostenerte::::…
…::::Si me das tu mano te ayudaré a sostenerte::::…
Observas el reloj que pende en la pared y te das cuenta que tan sólo faltan una horas para que sus padres aparezcan y decidan entran en su cuarto para sesionarse de que sigue dormida, de que no cometido una locura, de que no te ha llamado.
La contemplas con ternura, algo extraño en ti, su llanto ha cesado hace tiempo y ahora se limita a permanecer entre tus brazos, mientras mantienen el silencio y se permiten pensar que ya nada los va a separar, no estás seguro de que sea posible. No eres nadie en el mundo, sólo una rata más, en cambio, ella, es un rayo de luz en medio de tanta oscuridad.
Tienen problemas, lo sabes, has oído el sonido del coche al frenar, rápidamente te separaste de ella y con cuidado te asomaste a la ventana para asegurarte de que tus sentidos no te mentían, no lo hacen, están allí, descendiendo de su auto y caminan alegremente hacía la casa. No sabes que hacer, regresas a su lado y la miras con ojos dubitativos, dudas de lo que dirás, la amas demasiado pero no puedes hacerle eso.
—Tus padres —musitas fríamente y ella te mira con sus orbes vacíos carente de vida, lo entiende, pero no quiere aceptarlo—. Han regresado antes, yo… —Desvías la mirada a la puerta, has escuchado como esta crujía, ella te indica con señas que te escondas debajo de la cama, lo haces, entonces esos personajes entran al cuarto y para encontrarse con su hija “dormida” en la cama; hacen unas muecas extrañas con los labios y se acercan a cobijarla, la abrigan con las mantas y toman su móvil, lo inspeccionan atentamente, se toman su tiempo, pero no encuentran nada: ella no es tan tonta como creen. Dejan el aparato en su lugar y se marchan tan fugazmente como han entrado. Escucha la puerta cerrarse y con cuidado, saca la mitad de su cuerpo de debajo de ese sitio, ella le mira dulcemente mientras deja su mano caer aún lado de la cama y él la agarra con suavidad.
—No me dejes —murmura llena de ternura y aquello suena más como una súplica. Estas en serios problemas, no sabes cómo saldrás de allí sin que se den cuenta de tu presencia, tal vez deberás esperar horas para que se duerman, pero una parte de ti está feliz porque podrás pasar tiempo con ella.
—No lo haré —respondes y la observas con un extraño brillo en tus pupilas, ella te sonríe y trata de tocar tu rostro con su otra mano, más por un mal movimiento se resbala de su cama y antes de que toque el suelo, le sirves de colchón y ella queda sobre ti: con sus manos entrelazadas—. No te preocupes —besas sus frente y cierras los ojos—. Yo te sostendré —oyes su risa y para ti eso es la melodía más dulce que tiene el placer de llegar a tus oídos. Y por esos instantes: todo es jodidamente perfecto.
[i…::::Esta noche::::….
…::::Esta noche::::….][/i]
…::::Esta noche::::….][/i]
No te molesta tener ese peso extra sobre ti, ni quiera lo sientes, para ti ella es tan delgada como una pluma y tan frágil como una flor, su olor natural inunda tus fosas nasales y para ti eso es otra droga, una que no es dañina como el resto, pero si adictiva.
Ella mantiene su cabeza apoyada en tu pecho mientras sonríe cual colegiala y un rubor adorna sus pálidos cachetes, puede escuchar perfectamente el latido acelerado de tu corazón, y siente la extraña necesidad de gritar al mundo que estas allí, contigo y que la mantienes abrazada, siente la necesidad de saltar correr por cada rincón de la casa y llevarte consigo arrastrar mientras sonríe y tú le sigues el juego como siempre lo has hecho, pero no puede; se mantiene muda y sólo se descarrila en su mente.
Luego de tortuosos e inhumanos meses sin verte vuelve a sentirse completa y feliz, ha pasado todos esos días sin ti: sola, rota y llorando en las penumbras de su cuarto, sin recibir visitas, con la esperanza de que vinieras a por ella, con la esperanza de que una noche entraras por la ventana y te la llevaras consigo.
Más se conforma con estar de esa manera contigo, trata de no hacer ningún ruido, no quiere que sus padres entren al cuarto y “ese hechizo” se esfume, que no vuelvas a verle y nuevamente estar sola: se conforma con tenerte así.
—Hace frío —musitas sin si quiera cambiar una sola expresión de tu rostro, esperas a que ella trate de levantarse y regresar a la cama, no lo hace, sólo se acurruca más en ti—. Vas a enfermarte. —Tratas de hacerla entrar en razón, pero ella sólo ríe y un pequeño estornudo se escapa involuntariamente—. Te lo dije —sonríes con aquella mueca que tanto te caracteriza, sueltas una de sus manos y por un momento ese vacío regresa, jalas la manta y la abrigas con cuidado, temes romperla con cualquier contacto y nuevamente entrelazas tu mano con la de ella—. Es una noche…
—Muy bonita y especial —concluye tu frase dejándote atónito, piensas que te ha leído la mente, pero luego recuerdas que ella es tu alma gemela y sólo asientes con un leve gesto de la cabeza, ella es la única persona que te comprende.
Te sientes a gusto estando así, no tienes la necesidad de intentar llegar más allá, sólo quieres que ella se sienta cómoda contigo, quieres perderte en el dulce sonido de su voz y deseas que ella permanezca así contigo, que el tiempo se detenga y que todo ese encuentro no termine: porque aún no tienes en claro que es lo que harás.
Sólo sonríes cual tonto enamorado y ella te imita, parecen ser la pareja perfecta, tal para cual, pero no estás seguro de merecer aun ángel en tu vida.
…::::No te dejaré decir adiós::::….
…::::Seré tu razón por que::::….
…::::Seré tu razón por que::::….
Dios parece haber escuchado su suplica interna, porque al parecer el tiempo se ha parado, el reloj ha dejado de correr, no se escucha ningún ruido en toda la casa, sólo oyen el sonido de su respiración relajada chocar con la del otro, mientras que los copos de nieve permanecen suspendidos en el aire, la atmósfera esta relajada; estando así no parece importarles nada ni nadie, sólo se preocupan por el bienestar del otro y desean que ese momento no termine.
—Debo irme —escucha como esas dos palabras se escapan de sus labios y parecen resonar en toda la casa, pero sólo es su imaginación, sólo eso—. Es tarde, debes dormir —musita con suavidad mientras acaricia tus largos y sedosos cabellos, ella suspira y su cálido olor a menta choca con tu rostro—. Volveré a verte, lo prometo. —Y esperas que lo haga, sabes que es lo correcto, que lo hace por tu bien más que por el suyo, pero no deseas aceptarlo, sólo quieres quedarte así por siempre.
Con cuidado te aparta de si y te ayuda a ponerte en pie, se miran fijamente, no quieren terminar con ese encuentro, pero pronto va a amanecer, el tiempo ha corrido de nuevo y esta vez no se detendrá.
Nuevamente te sientes débil y quieres llorar, tratas de hacerte la fuerte, cierras los ojos y esquivas su mirada, no sabes porque te sientes sola de nuevo, te lo ha prometido: que volverá a verte. Te mantienes así mientras él te observa con cariño, también se siente igual que tú, también tiene miedo a no volver a verte. Da tan sólo dos pasos y queda frente a ti, coloca una de sus manos en tu cintura y la otra la lleva tras tu nuca, sientes el cálido roce de sus labios con los tuyos y por inercia abres los ojos, encontrándote con lo de él completamente cerrados; entonces ocurre, por fin se atreve a besarte, ya no es un simple roce, ya no tiene miedo. Te dejas llevar por esa sensación tan cálida que recorre todo tu cuerpo, sientes como sus labios se mueven de una forma tan armónica y perfecta y eso te agrada, sientes como tu cuerpo adquiere vitalidad poco a poco y un color granate se apodera de tu rostro: pasas las manos por su cuello y te aferras a él como si fueses a caer en cualquier momento.
No tienes planeado soltarle, no quieres porque sabes que si lo haces él se irá y quizá o vuelvan a verse. Pero nada es eterno, el aire les hace falta y se separa de ti, mantiene sus ojos cerrados y apoya su frente en la tuya, sólo sonríes y no lo sueltas: sólo quieres permanecer así, por siempre.
—No dejaré que vallas —hablas con total ternura y él deja escapar todo su dolor con un suspiro. Te quiere y él tampoco desea dejarte—. Seré tu razón… —sonríes, siempre lo ha sido, desde que han salido ella se a preocupado por ti, ha tomado las decisiones por ti, ella es tu parte racional—. Porque… —Deseas terminar de oír esa frase y si tan sólo le daba un motivo, por más tonto que sonase, se la llevaría consigo…
….::::Esta es la última noche lejos de mí::::…
…::::Lejos de mí::::….
…::::Lejos de mí::::….
No recuerdas nada, despiertas en el suelo alfombrado apestando a alcohol y sudor, observas el lugar, el mismo sitio de siempre, tu casa tan vacía, triste y sombría; notas que te has quedado nuevamente dormido en el suelo en medio del basural en el que vives, tienes una botella de cerveza en tu mano izquierda y en la otra un frasco con pastillas: una jeringa en tu vena y entonces lo comprendes.
Sonríes con melancolía antes de sentarte en el suelo, te quitas aquella cosa que has usado para fantasear nuevamente, arrojas el pote de pastillas vacías a un lado y tratas de recordar que es lo que has usado para soñar de nuevo con ella.
Hace tiempo que recurres al mundo de las fantasías locas sólo por un motivo: ella. Usas esas cosas que poco a poco acaban con tu vida porque sólo así puedes verle de nuevo. No sabes quién es, tampoco si realmente existe, pero lo que te queda claro es que ella es tu alma gemela.
Te levantas del sucio suelo y te pasas ambas manos por el cabello, te diriges al segundo piso y al entrar en el baño observas tu reflejo, te ves tan fatal como lo recuerdas, nuevamente sonríes y te mojas el rostro con el agua fría para despabilarte.
Ni por un momento dejas de pensar en ella y en ese sueño. Te secas la cara y suspiras al darte cuenta lo tonto que te ves por estar enamorado de una fantasía. Pero no te importa, porque aunque ella no es real te hace creer que tal vez y sólo tal vez existe alguien que está destinado para ti…
Te vistes sin ninguna prisa y sales a la calle, quieres ir en tu motocicleta pero algo te dice que no lo hagas y por primera vez lo obedeces. Prefieres caminar por las blanquecinas calles y observan el paisaje muerto y poco ético que te brinda la ciudad, te mantienes inexpresivo mientras las personas a tu alrededor hablan mal de ti, no te conocen, no saben el porqué de tu actitud, pero prefieren marginarte que averiguar de ti.
Caminas más deprecia y sin darte cuenta chocas con alguien, caes al suelo y te frotas la cabeza, te levantas con rapidez y diriges tus ojos al causante de tu accidente, tienes planeado darlo por muerto por no haberse dado cuenta de con quien ha chocado. Entonces tus ojos se abren de par en par y dejas de respirar, no puedes creer lo que está frente a ti.
—Lo siento, no te vi —susurra una voz demasiado aniñada y sutilmente dulce. Clava sus orbes en ti y se paraliza como lo has hecho tú, un sonrojo se apodera de su fisonomía y entonces reaccionas.
—Eres tú —musitas con un tono particularmente alegre, ella te contempla en silencio, piensa que tal vez está loca, pero no es así y se quedan observándose fijamente sentados bajo la nieve…
Y ese fue el one, sé que es muy largo, pero realmente creo que está bien tal cual lo hice, tal vez le parezca muy cursi o qué se y. Pero de todas las cosas que he escrito, esta realmente me agrada.
Nos vemos.
Matta nee c:
Akatsuna Mary- Novato
- Mensajes : 44
Edad : 29
Tenía algo que me hacía olvidar completamente al resto....
0
Temas similares
» My dreams :D
» The Dreams Come True [TP][15/09/2012][O]
» Fate/Fight for your dreams (+18) Capitulo 4 (21 - 09- 2015)
» Dreams Come True, Por Celious, Traducido por mi [C] Español Actualizado 29/07/2019
» Dreams Come True, Por Celious, Traducido por mi [C] Español Actualizado 27/Enero/20134
» The Dreams Come True [TP][15/09/2012][O]
» Fate/Fight for your dreams (+18) Capitulo 4 (21 - 09- 2015)
» Dreams Come True, Por Celious, Traducido por mi [C] Español Actualizado 29/07/2019
» Dreams Come True, Por Celious, Traducido por mi [C] Español Actualizado 27/Enero/20134
NaruSaku v2.0 :: :: Shots
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Nov 04, 2024 10:55 am por Layla
» Hola nuevamente y quizás adios
Lun Sep 30, 2024 5:10 am por choujiro
» La Biblioteca
Sáb Abr 20, 2024 10:53 am por Hernan NaruSaku
» Estudios Pierrot, ¿hipócritas y sobornadores?
Vie Abr 05, 2024 9:58 am por Hernan NaruSaku
» Fic tomando el control (7/12/23) + 18
Jue Feb 29, 2024 4:08 pm por gonmax
» Quiero proteger todo de Sakura-chan [Esp][T]
Mar Feb 27, 2024 6:42 am por PJXD23
» nuevo fic proximamente
Dom Dic 10, 2023 10:01 am por choujiro
» Respaldo para fanfics en caso de que eliminen el foro en un futuro
Jue Ene 05, 2023 3:28 am por choujiro
» En la oscuridad [+18][1/¿?][3/11/2021]
Sáb Oct 29, 2022 5:45 pm por Hernan NaruSaku