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La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
2 participantes
NaruSaku v2.0 :: :: Fan Fic :: FF Cerrados
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La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Hola mudare esta historia, es una adaptacion al libro del mismo nombre pero su autora original es BARBARA MCMAHON!!!!
Prologo
"Te casarias y le darias un heredero a un viejo conocido."
Ella necesitaba cambiar de vida... y lo hizo gracias a él
Kushina Uzumaki , ejecutiva de Madison Avenue, iba camino de un rancho de konaha. Se disponía a pasar una semana en la carretera para aceptar la proposición de Minato Namikaze, un hombre al que había visto sólo una vez... y hacía ya mucho tiempo.
Lo que Kushina no sabía era que el contrato de aquel matrimonio de conveniencia incluía una cláusula muy importante: debían tener un hijo antes de que acabara el año
Ella necesitaba cambiar de vida... y lo hizo gracias a él
Kushina Uzumaki , ejecutiva de Madison Avenue, iba camino de un rancho de konaha. Se disponía a pasar una semana en la carretera para aceptar la proposición de Minato Namikaze, un hombre al que había visto sólo una vez... y hacía ya mucho tiempo.
Lo que Kushina no sabía era que el contrato de aquel matrimonio de conveniencia incluía una cláusula muy importante: debían tener un hijo antes de que acabara el año
Prologo
- Spoiler:
- Prologo
Mimato Namikaze llegó a lo alto de la colina y tiró de las riendas. Estaba cansado, tenía frío y hambre. El caballo castrado que montaba resopló con fuerza, sus flancos subían y bajaban al ritmo de su respiración. No les quedaba mucho. Estudió el horizonte y comprobó satisfactoriamente que todo estaba como debía estar. Centró la atención en una casa a lo lejos. El sol de la tarde se reflejaba en los cristales de las ventanas y parecía como si hubiera lámparas encendidas por todo el interior. La distancia y la luz menguante ocultaban el estado de la casa. Por un momento la vio tal y como había sido veinte años antes. Estructuralmente era recia. Con algunas reparaciones, una limpieza y una mano de pintura, volvería a convertirse en un lugar de interés turístico.
¿Pero quién tenía el tiempo y el dinero?
—¡Maldita zorra! —masculló por enésima vez refiriéndose a la vieja que seguía manipulándolo aun desde la tumba. Esa tierra era su herencia, su sangre, pero no a ojos de la ley. Ella se había ocupado de que así fuera.
Nunca olvidaría la conmoción que sufrió tras la muerte de su padre y al enterarse de que el rancho, que siempre creyó sería para él, seguía estando en posesión de Tsunade, la madre de su padre. Y ella nunca había querido saber nada de su nieto. La amargura se había enconado ciertamente con los años. Él había regresado a Texas tras el funeral de su padre jurando que jamás volvería a Konoha. Lo había dicho en serio, pero la vida se había interpuesto en su promesa.
Sin embargo, no se había mudado aún, hasta que se enteró de la muerte de Tsunade... y de las condiciones de su testamento.
—Maldita sea —repitió consumido por la ira.
Durante meses, había insistido en que no dejaría que le diera órdenes, que no seguiría sus directrices. Pero trabajar la tierra en la que la familia de su padre se había asentado cinco generaciones antes había fortalecido el vínculo que pudiera existir con ella. Hasta el punto de que ahora ansiaba poder continuar con su herencia. Quería terminar con el deterioro y devolverle su antigua gloria.
Y tenía que admitir que también le gustaría poder contradecir las predicciones de Elsa una vez que él consiguiera su objetivo.
¿Qué resentimiento había llevado a la vieja a desatender el rancho durante los doce años que hacía que había muerto el padre de Jiraiya? ¿Venganza por el único acto de rebeldía que había mostrado éste años atrás? ¡Su padre había muerto deseando complacerla!
Ahora, Mimato y Naruto junto con dos trabajadores contratados se afanaban de la mañana a la noche. Durante más de once meses habían librado una dura batalla. Lentamente, las cosas estaban volviendo a su cauce. Si no fuera por las catastróficas pérdidas ocurridas durante el invierno, tendría una oportunidad de salir de aquel cenagal una vez llegara la primavera.
¿Habría esperado demasiado? Calculó el tiempo que le quedaba mientras arreaba su montura. Sabía que tenía el tiempo justo. Lo había ido retrasando hasta que sólo le quedaba un año de los dos que originalmente tenía para casarse y tener un hijo.
Mimato guió al caballo colina abajo en dirección al establo. El sol se ocultó tras los picos y el paisaje quedó inundado de gris. Una hilera de luces se encendió en el establo. Sería Naruto probablemente. El chico trabajaba realmente duro.
Mimato suspiró. Otro obstáculo insalvable. No sabía qué hacer con el chico. El hombre. A veces le costaba recordar que su hijo había crecido, especialmente cuando sólo hacía seis años que se había enterado de su existencia. Naruto tenía entonces quince años.
¿Sería el resentimiento que le resultaba tan familiar una maldición de la familia? Naruto se sentía tan molesto con Mimato como éste con Tsudane. Cuando Shizune murió inesperadamente de apendicitis, Mimato recibió la sorprendente noticia de que los dos habían engendrado un hijo antes de que él dejara Konoha la primera vez, justo después de graduarse en secundaria. Ella nunca se lo dijo. Al final, sin embargo, acabó diciéndole al chico el nombre de su padre. Cuando Mimato apareció en el funeral de Shizune, conoció a un hijo realmente furioso.
Naruto había vuelto con Mimato a Texas, al rancho que éste dirigía allí, el Bar—XT, y después aceptó acompañarlo al Rocking M el pasado otoño.
Mimato era consciente de que parte de la hostilidad de Naruto tenía su origen en las condiciones impuestas por su bisabuela en su testamento. Tsudane Marshall se había negado a reconocer al hijo ilegítimo de su único nieto.
Mimato deseaba salvar la distancia que los separaba. Al chico se le daban bien los animales. Era capaz de calmar a un caballo descontrolado como no había visto hacer a nadie. ¿Qué ocurriría si perdían el rancho? ¿Se rompería el delgado lazo que los unía? Mimato siempre podía encontrar trabajo en Texas, pero ¿querría Naruto acompañarlo?
Mimato entró en el establo. El dulce aroma del heno llenaba el aire. Una luz en el cuarto de las monturas le decía dónde estaba su hijo. Mimato miró la hora. Quedaba media hora para la cena. Cepillaría y daría de comer a su caballo y aún podría darse una ducha rápida.
Después de cenar se pondría con los libros de cuentas otra vez. Nunca había sido su tarea favorita, pero tenía que estar al día. El banco mantenía bloqueado el derecho de propiedad hasta que se cumpliera la condición impuesta por Tsudane y no le daba más créditos. Y lo cierto era que él tampoco quería pedir más hasta asegurarse de que lo heredaría y podría sacarle beneficios.
Se lamentaba de no tener el personal administrativo con el que contaba en el Bar—XT y los programas informáticos que facilitaban tanto la tarea.
—¿Las alambradas están bien? —preguntó Naruto desde la puerta del cuarto de las monturas, con un trapo en la mano. Tenía el sombrero calado sobre la frente, ocultándole los ojos.
—Dos secciones estaban un poco sueltas. He arreglado una. Necesitaremos más alambre para la otra. Está a un kilómetro y medio de distancia del recodo del río.
Mimato desmontó. Estaba rígido. Otro signo evidente de que se estaba haciendo mayor, eso y las lamentaciones por algunas decisiones pasadas que ya no se podían cambiar.
Recordó el tiempo en que participó en rodeos, mucho ejercicio, fiesta toda la noche y al día siguiente vuelta al ruedo. Ahora se alegraba de poder desmontar después de diez o doce horas y poder sentarse en un confortable sillón.
—Le diré a Kakashi que la repare mañana. ¿Ha hecho Asuma la cuenta?
—Sí, se ha ocupado de ello —respondió Naruto—. Si no perdemos demasiadas cabezas este invierno, deberíamos tener un buen número de terneros en primavera. Sakura dice que la cena estará lista a las siete y media esta noche. Se le ha hecho un poco tarde. Hoy ha tenido que ir al pueblo a ver al médico otra vez —explicó con tono neutro.
Mimato asintió pero no podía dejar de preguntarse si el chico se mostraría algún día un poco más cálido.
—¿Le ocurre algo?
—Si le pasara algo no creo que me lo dijera —contestó el chico encogiéndose de hombros.
Mimato se detuvo y lo miró. Deseaba poder cambiar las cosas, poder arreglarlo con su hijo. Sakura Hurano estaba embarazada de ocho meses, de Naruto, pero se negaba a casarse con él. Naruto estaba loco por la joven pero ella insistía en que era demasiado joven para atarse. Aceptar el trabajo como cocinera en el rancho era toda la ayuda que había aceptado del chico. Y eso había sido necesario sólo porque su familia la había echado de casa al enterarse de que estaba embarazada de un indio americano, un mestizo, le llamaban. Los prejuicios tardaban en desaparecer, incluso en Konoha.
Mimato se volvió hacia su caballo, tomó el cepillo y se dedicó a los cuidados habituales. No podía hacer nada más. No podía controlar ni su propia vida, ¿cómo iba a ayudar a su hijo?
—Recogí el correo en la ciudad —dijo Naruto al rato. Estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, contemplando a su padre mientras limpiaba al caballo.
—Más facturas, estoy seguro.
Mimato condujo al animal a su cubículo y comprobó que el pesebre estaba lleno. Le palmeó la grupa para hacerlo entrar.
—Sí. Y también hay una postal de una mujer que pretende casarse contigo. Dice que llegará mañana —dijo Naruto cuando Mimato estaba cerrando la puerta del cubículo.
Continuara...
Última edición por saku_uzumaki el Dom Feb 24, 2013 3:00 am, editado 4 veces (Razón : Actualizacion de la historia)
saku_uzumaki- Novato
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Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Wow se ve muy interesante, espero la conti pronto n.n
Naruto hijo de minato y shizune? No me lo esperaba jeje
Y sakura y naru ya tendrán bebes? Sorprendente n.n
Conti!
Naruto hijo de minato y shizune? No me lo esperaba jeje
Y sakura y naru ya tendrán bebes? Sorprendente n.n
Conti!
Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
CAPITULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
Espero y les guste
- Spoiler:
Quien pediría una novia por correspondencia para casarse en pleno siglo XXI? —dijo Kushina Uzumaki deteniéndose en la carretera desierta para repasar las indicaciones.
El camino de grava que arrancaba a su izquierda tenía que ser el camino de entrada al rancho que estaba buscando. ¿No podrían haber puesto una señal? Ella creía que los ranchos tenían grandes portaladas en las que se podía ver claramente el nombre y su marca. Un buzón podría haberle servido de ayuda igualmente. Tras comprobar que no venían coches, giró y dejó la autovía. Llevaba viajando más de una semana. Esperaba que hubieran recibido la postal en la que les decía que llegaría ese día.
Se preguntó si no tendría que haberse detenido en la ciudad para llamar. Kishina se detuvo una vez más. Echó un vistazo a su alrededor y tuvo que reconocer que algo la retenía.
Era como si la enorme bóveda celeste la estuviera llamando. Apagó el contacto y salió del coche. Se apoyó sobre la puerta y disfrutó de la soledad. El estrés que había acompañado su vida tanto tiempo había desaparecido poco a poco a medida que se acercaba a su destino; atrás quedaba Nueva York.
No podía creer lo diferente que era todo. Por primera vez en años se sentía joven, viva y perfectamente sana. Nada de tareas imposibles, nada de plazos. Ahora podía dormir del tirón incluso en un motel de carretera.
Miró a su alrededor. El paisaje sería probablemente muy parecido al que una novia del siglo XIX habría encontrado. Excepto por el camino de grava y la alambrada, aquella tierra era todo colinas peladas y árboles desperdigados aquí y allá.
Desde aquel verano en el que estuvo en un rancho cerca de Jackson Hole con su tío, se había enamorado de Wyoming. Estudió las colinas anhelando sentir la familiaridad, la bienvenida del hogar.
—¡Voy a vivir aquí! —dijo suavemente, sintiendo la calidez del sol de la tarde en sus mejillas a pesar de la brisa del invierno. Si lo repitiera muchas veces, tal vez llegaría a creerlo. Había dejado una vida atrás para enfrentarse a su nuevo futuro.
—Lo estás postergando —murmuró mientras gozaba del festín de los campos dorados, a lo lejos el perfil de las montañas cubiertas ya por las primeras nieves.
Lo que necesitaba era un último empujón. Le había dicho a Mimato Namikaze que iba, pero ahora que estaba allí, la realidad se estaba imponiendo. Estaba a punto de terminar su viaje para casarse con un perfecto extraño.
No importaba su breve encuentro años atrás. Entonces, ella no era más que una adolescente enamorada de un joven y engreído vaquero. Para él, nada más que una pesada. ¿Acaso valía eso como base para un matrimonio?
Empezó a sentirse nerviosa al considerar el siguiente paso. Nunca antes había hecho algo tan alocado. Ni tan extraño. Se frotó las palmas de las manos en los vaqueros. ¿De qué iban a hablar? ¿Tendrían algo en común? ¿Recordaría lo que había aprendido a lo largo de aquellos tres maravillosos veranos con el tío Buck? ¿Cómo se desarrollaría la parte más íntima?
Eso último no había dejado de preocuparla durante su viaje desde Manhattan. Claro que habría tiempo de pensar en ello si seguían adelante con la idea del matrimonio, pensó ella reticente aún a entrar en el coche. Podrían esperar un poco, ver cómo se desarrollaban los acontecimientos antes de hacer algo irreversible. Un calor súbito se apoderó de ella ante la idea de compartir la cama con un hombre al que apenas conocía, al que ni siquiera había besado.
Cuando se sintieran cómodos con el otro, decidirían si aquello podía funcionar. Y de ser así, tal vez podrían intentar tener un bebé. Tendría un hijo, o varios, a los que colmaría de amor. Un niño luchador como su padre, o tal vez, una niña que aprendiera a cocinar las antiguas recetas familiares que la madre de Kushina había ido almacenando y que ésta aún conservaba. Kushina instauraría sus propias tradiciones para sus hijos.
Pero puede que la realidad no fuera tan de color de rosa como ella esperaba. ¿Qué ocurriría si Mimato Namikaze mascaba tabaco y tenía barriga cervecera? ¿Qué ocurriría si estaba calvo y había perdido la mitad de los dientes y no se parecía en nada al sexy y atrevido vaquero que recordaba?
Nada mejor que el momento presente para averiguarlo. Decidida a hacerlo, subió al coche y echó a andar por el camino desierto.
Preguntas y dudas surgían como nunca antes le había sucedido respecto a la elección que había hecho. Deseó saber más sobre Mimato, lo que había estado haciendo en los últimos doce años, pero las pocas conversaciones telefónicas se habían centrado en la posibilidad de casarse. Su voz había sonado cortante, como si no se le diera bien hablar.
Sus cartas habían sido igualmente escuetas. No habían dejado entrever nada del hombre, lo que le gustaba y lo que no, sus sentimientos sobre el pasa—doy el futuro...
Sin tomar una decisión final, Kushina estudió el que habría de convertirse en su hogar. El ganado pastaba por las colinas sobre las que la hierba dorada se mecía con la brisa de la tarde, como olas en un mar de color azafrán.
Sufrió un ataque de pánico al cobrar conciencia de lo que iba a hacer. Había dejado atrás todo lo que para ella era familiar, su apartamento, el restaurante de la esquina, amigos y compañeros de trabajo, su carrera como ejecutiva de publicidad que tanto le había costado levantar. Incluso había dejado a Pein. Bueno, lo cierto era que él la había dejado antes a ella.
—Todo irá bien —dijo en voz alta mientras apretaba el acelerador. Durante generaciones, las mujeres se habían prestado a matrimonios previamente concertados. Ella era una más en una larga lista. Todos los que la conocían tenían que admitir que era una mujer que siempre lograba lo que se proponía. Esto era un objetivo más.
Giró en una curva y subió una pequeña colina. Se detuvo una vez más y contempló la escena que se presentaba delante de sus ojos. La casa estaba construida sobre un montículo a unos doscientos metros. A pesar de la distancia, podía comprobar que faltaba una contraventana en el piso superior así como varios postes de la barandilla del porche. No había jardín, ni árboles, sólo suciedad. De hecho, la casa parecía abandonada. Su nueva casa.
El corazón se le cayó a los pies. ¿Qué había hecho? Aquello no se parecía en nada a lo que había imaginado; no se parecía a otros muchos ranchos que había visto en Wyoming. ¿Y había dejado Manhattan por esto?
Había esperado que al menos se tratara de un próspero rancho. Pero aquello era como una pesadilla. ¿Era ésa la razón por la que Mimato Namikaze no había sido capaz de encontrar esposa hasta ahora y por eso había tenido que poner un anuncio en el Western Ranchers? Debería haber sospechado que la solución a sus propios problemas no podía ser tan fácil.
No era demasiado tarde para cambiar de opinión. Podía retroceder y dar la vuelta en la carretera. Irse sin que nadie la viera. Llamaría desde la ciudad para decirle a Mimato que había cambiado de opinión. Incluso podía dirigirse hacia California donde a aquel tipo ni siquiera se le ocurriría localizarla.
El pánico aumentó pero intentó calmarse. No estaba comprometida a hacer nada. No podía obligarla a casarse con él.
Y por otra parte, tal vez aquel particular ranchero necesitara desesperadamente ayuda. Tal vez dirigir un rancho era demasiado para una persona y no tenía tiempo para ocuparse de las cosas del hogar que le gustaban a las mujeres. Los extraños acontecimientos que la habían llevado a leer el anuncio, recordándole aquellos años de su juventud y la carta que le había enviado a su madre tras la muerte del tío Buck, todo parecía demasiado azaroso.
Con gran optimismo, se había imaginado una casa de un blanco prístino, con contraventanas de color verde. Había imaginado arriates de flores multicolores flanqueando el porche delantero. La mezcla de los fragantes aromas los envolverían a los dos cuando se sentaran por la noche a descansar después de un duro día. Uno o dos exuberantes árboles les darían sombra en los calurosos días de verano.
Kushina inició la última parte del camino hacia su futuro. A medida que se acercaba, vio el establo, los corrales y varios cientos de metros cuadrados detrás de la casa.
El establo no estaba en muy buenas condiciones. Fuera, había un tractor oxidado y rollos de alambre apoyados contra la pared. En el corral, pudo ver tres caballos.
Definitivamente era un rancho que trabajaba con el ganado. El olor de los animales, del heno y del polvo le resultaron a la vez familiares y extraños. Una sensación de nostalgia se apoderó de ella.
El camino de entraba rodeaba la casa y lo siguió hasta la parte trasera. La puerta se abrió en ese momento y una joven asomó la cabeza al tiempo que se ponía un jersey para protegerse del aire frío. Dos hombres aparecieron a la vez a la entrada del establo, vaqueros a juzgar por su aspecto.
Como ejecutiva de cuentas en una importante empresa de publicidad de Manhattan, Kushina había lidiado con presidentes y directores generales de grandes empresas, iracundos directores de publicidad y ejecutivos de ventas con complejo de divos. Estaba convencida de que bien podría manejar a un desastrado ranchero que le debía un favor a su familia.
Y le había ofrecido la posibilidad de cambiar su vida.
Apagó el motor de su todoterreno y salió, tratando de calmar los nervios que se le habían agarrado al estómago. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.
El más alto de los dos hombres se acercó a ella.
—¿Kushina Uzumaki? —preguntó examinándola de pies a cabeza.
Ella asintió estudiándolo con el mismo interés. No había crecido más desde que lo conociera, pero estaba claro que su aspecto actual era más grande y fuerte. Llevaba el sombrero calado sobre la frente, lo cual no dejaba ver el pelo y hacía sombra a sus ojos, unos ojos que una vez la miraron divertidos, cuando se metía con ella en su juventud.
Kushina deseaba verlos con la esperanza de que lograran convencerla de que considerar la proposición no era un plan tan descabellado. Tragó con dificultad al tiempo que el corazón le latía desbocado. A juzgar por lo que podía ver, aquel tipo era un rompecorazones que iría por ahí quitando el sentido hasta a la mujer más sensata. Definitivamente, no estaba gordo, ni viejo ni lleno de pelo; más bien al contrario, era puro atractivo con aquellas botas y el sombrero Stetson. Los años habían sido generosos con aquel duro y provocativo vaquero.
Mimato Namikaze —dijo ella extendiendo la mano—. Ha pasado mucho tiempo.
—Tú has cambiado un poco pero te reconocería en cualquier parte —dijo él—. Has llegado pronto.
Una mano callosa tras años de trabajo en el rancho cubrió su mano suave. La sensación de nervios arreció.
Incapaz de pensar con claridad, se limitó a mirarlo. Estaba tal y como recordaba, o más. Más corpulento, también más mayor, las líneas de expresión enmarcaban su boca. Había pasado mucho, estaba segura de ello.
Y de nuevo se preguntó por qué un hombre como él había tenido que pedirle a una extraña que se casara con él. Kushina creía que las mujeres harían cola para casarse con Mimato Namikaze. ¿Qué se le estaba escapando?
Los segundos pasaban y empezó a notar la agitación bajo la atenta mirada del vaquero.
—He venido sin parar —dijo ella retirando la mano—. Tal vez debería haber llamado desde la ciudad.
Él la dejó ir y se metió las manos en los bolsillos. Kushina no se explicaba cómo podía hacerlo por lo justo de los vaqueros. Entonces levantó la vista, consciente de dónde estaba mirando.
—Me alegra que hayas venido. Recibimos tu postal ayer. Te estábamos esperando.
Mimato se giró hacia el segundo vaquero, un hombre mucho más joven, que se acercó a ellos.
—Éste es Naruto Namikaze, mi hijo —dijo con orgullo.
Naruto era casi tan alto como su padre, pero no tan corpulento. Le recordaba al Mimato que había conocido años atrás. Mimato le había dicho pocas cosas sobre los otros habitantes del rancho, pero se había quedado sorprendida cuando le dijo que tenía un hijo bastante mayor.
Naruto le ofreció una mano igualmente callosa y firme.
—Señora —dijo. Su voz y sus ojos azul cielo estaban desprovistos de calidez.
—No la tengas aquí fuera con este frío, Mimato —dijo la joven pelirrosa desde la puerta—. Entrad en la casa.
—Buena idea, si no queremos congelarnos aquí fuera —dijo él mirando a Kuahina—. Cuando se pone el sol la temperatura cae terriblemente —le hizo un gesto para dejarla entrar.
La chica pelirrosada la recibió en la puerta con amigable voz.
—Hola, soy Sakura Hurano —dijo extendiendo la mano que Kushina estrechó mientras trataba de no mirar su vientre hinchado.
—Soy Kushina Uzumaki. Encantada de conocerte.
Kushina entró y observó la antigua cocina. ¿Cuál era el papel de Sakura? Mimato no la había mencionado. ¿Sería hija suya también? ¿La mujer de Naruto?
—Llevo mucho tiempo esperándote. Hace un año que Mimato dijo que vendrías. Será muy agradable tener a otra mujer por aquí. Estoy un poco harta de tanto vaquero —dijo Sakura sonriendo a los hombres que habían entrado detrás de Kushina—. Estaba preparando café. ¿Te apetece una taza? No puedo creer que dejaras Nueva York por Wyoming. Cuéntame cosas de la ciudad. Me gustaría ir algún día. ¿No es el lugar más excitante del mundo? Quiero ver Times Square y todos los museos, visitar las galerías de arte, pasear por Broadway y ver algún espectáculo. Y comprar hasta reventar.
Kushina trató de no perder el hilo de la conversación mientras inspeccionaba la casa. Los fuegos de la cocina parecían antiguos. El frigorífico era pequeño y antiguo, uno de ésos que necesitaban ser descongelados continuamente.
Aún nerviosa, Kushina se acercó a la mesa. Antes de que le diera tiempo a sacar una silla, Naruto lo hizo por ella. Kushina le sonrió.
Se había quitado el sombrero y ahora podía verle la cara. Tenía unos ojos casi azul cielo y la piel algo más oscura que la de su padre.
Kushina miró a Mimato Namikaze por encima del hombro. Éste también se había quitado el sombrero y lo había dejado en un perchero junto a la puerta. Tenía el pelo rubio al igual que su hijo y bastante grueso, quizá tuviera las puntas un poco abiertas. Desde luego no lo llevaba impecablemente arreglado como Pein. Los vaqueros y la camisa arrugada también diferían mucho de los trajes de Armani y las camisas de seda a las que estaba acostumbrada.
Parecía más viejo de lo que esperaba. La risa alegre que recordaba había desaparecido dando paso a un gesto serio y un poco intimidatorio.
Cruzó la estancia entre el tintineo de sus espuelas y se acercó a la mesa. Sacó una silla y le dio la vuelta antes de sentarse a horcajadas sobre ella con las manos apoyadas en el respaldo.
Entonces la miró y ella se sintió repentinamente hechizada por sus ojos, como si pudieran ver el fondo de su alma. Aquel último verano en ' Wyoming, se había enamorado hasta los huesos de él pero no tenía ni idea de si él se habría enterado.
—¿Has tenido buen viaje? —le preguntó.
Ella asintió sin dejar de mirarlo, aunque esperaba que no pudiera leerle la mente. En ese momento, estaba pensando que, después de todo, el momento de irse a la cama con Mimato no iba a ser tan malo como había pensado.
El contacto con él le había hecho cobrar conciencia de que era una mujer salvajemente atraída por aquel hombre. Por todos los santos, nunca antes había sentido algo así con Pein, ¡y habían estado juntos dos años!
—Aquí tienes tu café. Tenemos leche pero no nata. Nadie la toma aquí pero, si la quieres, podemos comprarla la próxima vez que vayamos al pueblo —dijo Sakura depositando la taza delante de Kushina y sentándose en la silla que Naruto le estaba ofreciendo. Ella lo ignoró, no obstante, sin poder dejar de mirar a Kushina con curiosidad.
—No puedo creer que alguien elija mudarse aquí deliberadamente. No hay nada que hacer. Estamos a kilómetros de Sweetwater, aunque tampoco es que sea gran cosa.
—Sakura —advirtió Mimato.
—¿Qué hay de malo en este sitio? —preguntó Kushina sorprendida por las palabras de Sakura.
—Tendría que oírlo todo, Mimato —dijo Sakura—. Esto es horrible. Estamos atrasadísimos. Sweetwater ni siquiera tiene cine. Si te quedas, Kushina, estarás muerta de aburrimiento en seis meses, si el trabajo no te mata antes. O el invierno.
—Tú has vivido aquí toda la vida y aún no te ha matado —dijo Naruto quitándole importancia, mientras se apoyaba en la encimera, manteniéndose alejado de los demás como si la escena no le importara demasiado. Aun así, su mirada no se separaba de Sakura en ningún momento.
—Eso es porque tengo la intención de irme de aquí —se apresuró a responder ella.
Kushina se percató de la tensión que había entre los dos y se preguntó qué estaría ocurriendo.
—Dejemos que Kushina tome sus propias decisiones —dijo Mimato con voz potente y áspera, arrastrando las palabras. Kushina se giró hacia él y se preguntó lo que se sentiría al escuchar esa voz en la oscuridad del dormitorio. Hablaría en voz baja, sólo para ella. Al oírlo ahora apenas si podía compararse con el hombre frío con quien había hablado por teléfono. El tono de voz era embriagador, como un...
Kushina apartó todos aquellos pensamientos de su mente y dio un sorbo a su café.
—¿Vivías en el mismo Manhattan? —preguntó Sakura con voz alegre—. ¿A qué te dedicabas? ¿Naciste y te criaste en Nueva York?
—Ya habrá tiempo para que Kushina nos ponga al corriente de su vida, si se queda —dijo Mimato.
Sakura lo miró con sorpresa.
—Creía que estaba todo acordado. Dijiste que venía para casarse contigo. Ha venido conduciendo hasta aquí —dijo mirándola—. ¿No vas a quedarte?
Mimato se levantó y metió la silla bajo la mesa otra vez.
—Tal vez será mejor que hablemos en privado, Kushina. El despacho está al fondo del pasillo. Podemos hablar allí —dijo él esperando a que tomara la taza y lo siguiera.
¿Había algún problema? ¿Había hecho todo ese camino para que la dejara plantada? Kushina pensó en lo anticuado del pensamiento y se rió aunque no había nada gracioso en que hubiera cambiado de idea.
Continuara...
CAPÍTULO 2
- Spoiler:
Por que no había respondido Minato? A su juicio, la cosa era bien simple: «sí, nos casamos»; «no, eso no va a pasar».
Aunque poco antes de llegar al rancho había tenido dudas en cuanto a lo de casarse con un extraño, ahora sentía pánico de pensar que fuera a rechazarla.
Cuando se detuvo delante de la puerta de la habitación a oscuras, Minato la rodeó para encender la luz. El despacho debió de haber sido una pequeña salita cuando la casa se construyó originalmente, pensó Kushina dirigiéndose a un desgastado sofá y sentándose en él. Las ventanas eras altas y no estaban cubiertas con cortinas, permitiendo así la entrada de la los últimos rayos de sol de la tarde. El escritorio de madera estaba cubierto de papeles y revistas. La chimenea parecía no haber sido utilizada en años.
Minato sacó el sillón del escritorio y se sentó frente a ella.
—¿Quién es Sakura?
—La novia de Naruto, o al menos lo era. Ahora no quiere saber nada de él. Le echa la culpa del bebé.
Kushina no estaba muy segura de por qué la chica vivía en el rancho si ése era el caso, pero tenía asuntos más urgentes que resolver.
—Parece creer que es bueno que haya venido. Yo también. ¿Hay algún problema?
—Ninguno. Has llegado muy rápido.
—¿Y eso es bueno o malo? —preguntó ella dándole vueltas a la taza en la mano. No entendía qué podía significar aquello.
El café caliente templó sus dedos helados. Deseó sentirse más cómoda. ¿Cómo se suponía que habían de sentirse las novias por correspondencia?
—¿No les has explicado lo qué íbamos a hacer? —preguntó ella.
—El asunto no está cerrado —dijo él evasivamente; parecía incómodo.
Kushina no dijo nada. El hecho de estar en la misma habitación con él le daba problemas para concentrarse. No tenía ni idea de lo que estaría pensando. ¿Esperaría a alguien diferente? ¿Se lo estaría pensando dos veces ahora que se habían visto?
—Como ya sabes, tengo treinta y cuatro años, nunca he estado casada y quiero formar una familia —ofreció ella, preguntándose si estaría empeorando las cosas al decirle la verdad desnuda; pero el silencio la ponía nerviosa.
—¿Y no había un hombre en Manhattan con quien quisieras hacerlo y por eso has elegido a un completo extraño de Wyoming? —preguntó Minato recostándose en el sillón y estirando las piernas por delante de él.
Sakura se aclaró la garganta.
—Bueno, no eres un completo extraño. Te recuerdo de los veranos que pasé en el rancho Garretson —dijo Kushina deseosa de poder evitar la parte que se refería a sus anteriores relaciones, pero no se le ocurría nada más que decir que la verdad. Hasta un punto, claro—. Lo cierto es que sí estaba con alguien. Pero... no funcionó. No quería casarse ni tener hijos. Y yo quiero las dos cosas —dijo ella con candidez. Quería que Minato no le preguntara más cosas sobre el tema porque la huida de Steven aún le dolía más de lo que podía soportar.
—Eres sincera.
—Necesitaba... esto... quería llevar a cabo un gran cambio en mi vida. Te lo dije cuando respondí a tu anuncio. Desde que pasé aquellos veranos con el tío Jiraiya, he deseado una familia, un hogar. He estado sola desde que mi madre murió cuando yo tenía dieciocho años. No hago esto de forma inconsciente. Podría serte de mucha ayuda. Tengo experiencia gracias al rancho Garretson.
Estaba parloteando y se detuvo de pronto. Sabía que debería decirle por qué había abandonado su antigua vida, pero no se atrevía a hacerlo. Pein se había separado de ella tan rápidamente que aún se resentía. ¿Qué pasaría si Minato hacía lo mismo?
Unos meses antes, había acudido de urgencia al hospital y el médico le había diagnosticado un ataque transitorio de isquemia. Algo así como un mini ataque cerebral, pero el ATI no dejaba daños permanentes. Sin embargo, estos ataques podían considerarse una advertencia de crisis más graves, por ello era necesario evitar que ocurrieran y la única forma era eliminar la causa, en su caso dejar un estresante estilo de vida.
Se lo diría, pero más adelante.
Tal y como ella lo veía, Minato la necesitaba tanto como ella a él o no habría tenido que hacer una proposición tan descabellada. Y aunque tenía la esperanza de que él no saliera corriendo como Pein, no podía correr riesgos. Tenía que salir bien. Estaba en juego su futuro.
Cuando Minato se había dado cuenta de quién era ella, le había hecho la proposición por teléfono. Había mencionado algo de una deuda que tenía con su tío. A pesar de que éste hubiera muerto dieciocho años atrás, Minato quería pagar su deuda.
Ninguna de las dos era una razón muy sólida para casarse, ni el cambio de estilo de vida ni el cumplimiento de una deuda. La vida no daba ninguna garantía y ella lo sabía. Pero en algún momento pensó en que los matrimonios se llevaban a cabo por amor. Era una ironía: había amado a Pein y se iba a casar con Minato.
Minato la miró un largo rato, y Kushina tomó otro sorbo de café. La cafeína era algo que se suponía tenía que dejar, pero pensó que un sorbo o dos no le harían daño.
—Me pregunto por qué estás aquí en realidad —dijo él lentamente.
Ella lo miró fijamente. No había ni la más mínima posibilidad de que lo averiguase. Así es que trató de sonreír.
—Te lo acabo de decir.
—Debe de haberte decepcionado mucho el aspecto del rancho. Sé que parece que está en las últimas..
La sorprendió que sacara el tema. ¿Qué se suponía tenía que decir? Tenía mal aspecto, pero con algunas reformas estaría arreglado. ¿O tal vez fuera su costumbre de ver la vida de color de rosa?
—Recuerdo cómo era este rancho hace veinte años —dijo Minato—. Las vallas eran firmes, la casa estaba recién pintada, había flores por todas partes. El establo estaba lleno de gordas reses que pastaban por las tierras durante el día. Ahora está en un estado tan calamitoso que a veces me pregunto si merece la pena seguir resistiendo —su rostro cambió entonces—. ¡Pero lo haré! Estas tierras han pertenecido a mi familia durante cinco generaciones y no pienso rendirme.
Ella asintió. La pasión que había en su voz se lo dijo todo. Parecía que amaba aquel rancho y quería conservarlo tanto como ella quería encontrar un hogar. Por un momento se preguntó por qué había estado trabajando en el rancho Garretson cerca de Jackson Hole si amaba tanto ese lugar.
—Si lo arreglamos, quedará muy bonito —dijo ella con gran entusiasmo—. Un poco de pintura y una barandilla nueva para el porche harían maravillas. Creo que también quedarían bien flores y algunos árboles en la parte delantera —dijo ella, a quien le encantaría poder colaborar en la restauración. Habría que añadir también una cocina y un frigorífico nuevos y algo de mobiliario. Aún tenía que ver el resto de la casa pero una rápida mirada al despacho le decían que la casa entera sería un reto para ella.
—Deja que te ponga al día de la situación —dijo Minato—. En primer lugar, la que fuera la dueña de este rancho hasta hace un año no se preocupaba por este lugar, y no me refiero sólo a la casa. Las alambradas están caídas y el ganado anda suelto por todas partes. Hay que limpiar los abrevaderos. La cabaña está vieja y sería necesario comprar animales jóvenes. No quedaba dinero para arreglar nada. Apenas si conseguimos llegar a fin de mes. Aunque yo tuviera algún capital, que no lo tengo, lo último que haría sería destinarlo a una reforma de la casa. El tejado se reparó la primavera pasada, no hay goteras. Todo nuestro dinero ha sido invertido en el ganado, suministros varios y equipamiento para llevar el rancho. Tenemos que reparar el establo, comprar heno para el invierno, un toro... —sacudió la cabeza e inspiró hondo—. Hay tanto que hacer... la casa está al final de la lista.
—¿La dueña era una mujer? —repitió ella sorprendida del veneno que le había parecido notar en su tono al referirse a ella.
— Tsunade Senju, mi abuela.
Kushina lo miró fijamente, demasiado sorprendida para hablar. Su abuela debía de haber sufrido viendo cómo aquel lugar se deterioraba. ¿Tan escasos estaban de dinero?
—Es una pena que tu abuela no pudiera mantenerlo —dijo ella con suavidad preguntándose cuánto tiempo llevaría Minato luchando en aquel rancho.
—Guárdate la lástima —dijo él riéndose con amargura—. El problema no era el dinero, sino que no quería hacerlo. La vieja bruja dejó una fortuna al morir. Y donó todo a organizaciones de caridad o a grupos de artistas de Wyoming. Ni un centavo para este sitio.
—No comprendo. ¿Te dejó el rancho pero nada de dinero?
—No me dejó el rancho exactamente. Por eso estás aquí. Según su testamento, tengo que casarme y tener un hijo antes de la fecha propuesta o el rancho irá a parar a una maldita colonia de artistas. ¿Por qué habría de querer casarme con una mujer a la que no he visto en veinte años y de la que no sé nada? Queda poco tiempo y tengo que darme prisa si quiero conservar este lugar. Para heredarlo, necesito tener un hijo en el transcurso de este año.
Kushina estaba atónita. Había recibido una sorpresa después de otra desde que leyera aquel anuncio en el Western Ranchers que su compañera de piso, Anko, le había dado en plan de broma hacía ahora varios meses.
¿Necesitaba tener un hijo en el transcurso de ese año? Eso no lo decía en su anuncio.
—¿Qué pasa con Naruto? ¿Acaso no es tu hijo y tu heredero?
—Mi hijo, pero nacido fuera del matrimonio. Tsunade no lo quería. Tampoco a mí, cuando estaba viva. Esa cláusula en su testamento fue su último ataque. Estoy seguro de que pensó que no acataría sus condiciones. Pero voy a demostrarle que estaba equivocada. Quiero este rancho y tengo la intención de conservarlo.
—Entiendo —dijo Kushina, nada más lejos de la verdad, aunque sí apreciaba el tono de determinación de su voz.
Inesperadamente, comprendía a Naruto. Los padres de Kushina tampoco se casaron nunca. Cuando su padre se enteró de que su madre estaba embarazada, se largó. Al pensar en ello, la rabia dormida despertó y Kushina no estaba segura de si dirigirla hacia su padre o hacia Minato por tratar a su hijo de una manera similar. ¿Por qué no se había casado con la madre de Naruto?
—¿Entonces te quedarás o no?
—¿Y tengo que decidirlo ahora mismo? ¡Por todos los santos, acabo de llegar y me lanzas esto! No creo que pueda tomar una decisión tan rápidamente. Sé que quiero tener hijos, pero tú no habías dicho nada de que tuviera que ser tan rápido.
—El tiempo es un lujo que no tengo. Queda menos de un año para tener un heredero legítimo. Si no quieres cumplir tu parte, tendré que buscar a otra.
—¿Así es que lo único que quieres es un cuerpo en el que engendrar a tu hijo? ¿No te importa quién o cómo sea la mujer con la que te cases? —preguntó ella cada vez más irritada. Realmente tenía la sangre fría.
¿Pero qué había esperado? ¿Acaso no era ése su principal motivo para ir a Wyoming, formar una familia? Bueno, que el calendario fuera apremiante era algo con lo que podía lidiar.
—Me haré cargo de la madre de mi hijo —dijo Minato—, pero no estoy buscando un matrimonio de cuento de hadas donde todos se aman. La vida no funciona así. Has dicho que querías salir de Nueva York. No te he presionado para que me dijeras las razones, aunque sospecho que hay algo más que el deseo de casarte y tener hijos. No estarás huyendo de la justicia, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza, deseosa de no seguir con el tema.
—Supongo que se lo debía a tu tío. Esto es lo mejor que puedo ofrecerte. Pero es un camino de dos direcciones. Necesito tu conformidad.
Kushina estudió al hombre que tenía enfrente. Era muy viril y sexy y sabía cuáles eran sus intenciones. ¿Era suficiente para ella? ¿Podrían construir una vida juntos? Tal vez no fuera la que ella había deseado originalmente, pero podría ser cómoda.
—Todavía conservo la carta que le escribiste a mi madre cuando mi tío Jiraiya murió. Decías que te había hecho un favor y que te sentías obligado a devolvérselo, y que si alguna vez necesitábamos algo, que te llamáramos —dijo ella cuando habló por fin.
Él asintió.
—Mi madre y yo... nunca supimos cuál había sido ese favor.
Minato dudó un momento y finalmente se encogió de hombros.
—Yo era un novato en el circuito de rodeos. Tu tío me apoyó cuando se me acusó de algo que no había hecho. Arriesgó su posición y sus posibilidades. Cuando el tipo que me acusó, un organizador de rodeos, se retiró, tu tío me dijo que había sido una cuestión de honor. Apenas me conocía pero hizo lo que consideraba correcto. Se lo debía.
Ahora que su tío había muerto, Kushina se daba cuenta de que el código de honor de Minato le exigía extender la deuda al resto de la familia.
Dejó la taza en el brazo liso del sofá y, levantándose, se acercó a la ventana aunque no veía el paisaje.
—Así es que ése ha sido tu motivo para pedirme matrimonio, pagar una deuda.
—De hecho, cuando respondiste al anuncio, te recordaba de aquellos veranos que pasaste en el rancho Garretson —dijo él negando con la cabeza.
Se detuvo y Kushina esperó un poco.
—¿Y?
—Me imaginé que podríamos intentarlo. Al menos, sabía quién eras. Conocía a tu familia.
Kushina se dio la vuelta y miró por la ventana profundamente frustrada. Eso le pasaba por su disparatado optimismo. Ella creía que podría quedarse un tiempo y ver si quería casarse con él. Entonces, si finalmente ocurría, decidirían con el tiempo si querían más cosas. Pensaba que se conocerían un poco antes de traer niños al mundo.
En lugar de eso, quería un hijo ya. Un hijo. Y lo tendría en menos de un año si aceptaba tan ridículo plan.
—Esto es una locura —murmuró ella.
—Sí, bueno, también mi abuela estaba loca —dijo Minato poniéndose en pie con los brazos cruzados.
—No puedo decidirlo hoy mismo —dijo Kushina.
—No me queda tiempo.
—Unos cuantos días más no te harán daño, ¿no crees? Y si tienes a alguien esperando en la recámara, ve a por ella —espetó.
—No hay nadie más. Supongo que puedo dejarte hasta el final de la semana para que lo pienses.
—Y yo supongo que podré decidirlo para entonces. ¿El número de hijos se limitará a uno? —dijo ella cuadrándose frente a él.
—¿Quieres más de uno? —dijo él levantando la cabeza.
—Me gustaría tener cinco o seis —dijo ella con voz desafiante.
—Creo que podré mantenerlos a todos si el rancho empieza a dar beneficios —dijo él, cuya expresión se había suavizado.
—Yo tengo algo de dinero.
—No aceptaré dinero de nadie —la interrumpió . él—. Este lugar será sólo mío cuando cumpla las condiciones del testamento. No arriesgaré mi derecho de propiedad mezclando mis activos con los de una extraña.
—¿Pero de qué estás hablando? No soy una extraña y si seguimos con esto, seré tu mujer. Trata de mezclar las cosas.
—Si nos divorciamos, no quiero tener que darte la mitad del rancho. El precio sería demasiado alto.
—No estaba pensando en el divorcio —dijo ella apretando los dientes—. ¿Eso es lo que pretendes, un hijo y luego dejarme?
—Dios, no se me dan bien estas cosas —dijo él pasándose los dedos por el pelo—. No estoy pensando en hacer esto con la idea de divorciarme, pero hay algo de verdad en lo que Loni ha dicho hace un rato. Tú estás acostumbrada a la vida en la gran ciudad, donde hay cines, cafés, tiendas bonitas y clubes nocturnos —dijo él haciendo un gesto con la mano—. Aquí no hay nada de eso, Kushina. La tienda por catálogo es lo mejor que podrás encontrar a no ser que vayamos a Laramie o a Cheyenne. En invierno, a veces la nieve nos llega hasta la ventana. Nuestro vecino más cercano vive a once kilómetros y Gaara y yo no coincidimos en demasiadas cosas, por lo que tampoco es que seamos muy amigos. Habrá que trabajar mucho para sacar este rancho adelante. No te culparía si decidieras irte al poco de estar aquí.
—Si me comprometo a hacer esto, me quedaré —dijo ella elevando la barbilla con determinación. Era cierto que nunca había vivido el invierno de Wyoming, pero sabía que le encantaban los veranos. Por no hablar de la tierra en sí, los espacios abiertos. Y el trabajo duro no la asustaba. ¿Acaso no lo había hecho en la agencia de publicidad?
Además, no quería volver a su antigua vida.
—No te has quedado en Nueva York.
—He vivido allí quince años. De todas formas, ésa no es la cuestión. No tengo intención de abandonar a mi hijo. Si no lo consideras un «felices para siempre», hagamos al menos las paces.
Minato dudó un momento y finalmente asintió con la cabeza.
—Si todavía quieres quedarte después de una semana, podemos ir al pueblo y buscar un abogado que redacte un acuerdo prematrimonial para protegernos. Una vez firmado, podremos casarnos la semana siguiente.
—No firmaré nada que diga que puedes quitarme a mis hijos —advirtió Kushina. ¿Y de veras iba a tener un hijo con aquel hombre? Que fuera sexy estaba bien para irse a la cama, pero no le gustaban mucho sus ideas para el futuro. Ella había ido hasta ahí de buena fe. Él tenía que demostrarlo.
Aspiró y captó el aroma del cuero, del heno y su aroma personal. Si realmente estaba considerando casarse con él, tendría que acostumbrarse a él y a lo que implicaría el matrimonio.
—Sé que no tienes mucho tiempo, pero tenemos que asegurarnos de que quieres casarte conmigo —dijo ella tras aclararse la garganta.
—Eso no me preocupa. En el acuerdo diremos que si las cosas no funcionan, o si no llega un bebé a tiempo, acordaremos divorciarnos y cada uno conservará lo que hubiera aportado al matrimonio.
Minato se acercó a ella y le puso las manos en los hombros. A continuación, la acercó a él suavemente y la besó en los labios. Sus labios eran cálidos y suaves, algo sorprendente dado el estricto control que demostraba. El beso se prolongó lo suficiente para hacerla reaccionar, lo suficiente para hacerle desear más.
El desconcierto más absoluto se apoderó de ella. Lentamente, abrió los ojos y lo miró. Estaba acostumbrada a percibir lo que las personas querían pero con Minato estaba perdida.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella con una voz que le parecía extraña, una voz agitada y entrecortada.
—Tratar de salvar el primer obstáculo. Los niños no caen de los árboles.
—Es difícil pensar en eso cuando no nos conocemos —dijo ella.
Minato entornó la vista y la miró a los ojos. Retrocedió ligeramente pero no le soltó los hombros.
—Yo sí sé muchas cosas sobre ti. Recuerdo lo cabezota que eras cuando se te metía algo en la cabeza. Cuántas veces repetías una tarea hasta realizarla a la perfección. Tienes espíritu aventurero porque de lo contrario no habrías venido a Wyoming, ni entonces ni ahora. Eres segura y lo demuestras en la manera en que te conduces en la vida, y sabes mantenerte firme. No le darías la espalda a un hijo y te esforzarás por ser la mejor madre. Y tienes muy claro lo que quieres en la vida. Además, me ha gustado el beso, igual que a ti, creo, así es que ese aspecto no debería ser un problema. ¿Me he dejado algo?
Sorprendida, Kushina sacudió la cabeza.
—¿Y todo eso lo has sabido después de verme hoy?
—Algunas de esas cosas las recordaba de cuando venías a pasar el verano con tu tío —dijo él encogiéndose de hombros—. ¿Quieres intentarlo conmigo?
Kushina tragó con dificultad. Le costaba pensar con claridad. Quería tocarle la cara, pasar los dedos por su pelo, probar la fuerza de sus músculos. Pero aún con el ritmo cardíaco acelerado y una sensación de mareo provocado por su cercanía, trató de dibujar su perfil y no pensar en lo colgada que había estado de él cuando era un joven vaquero, sino verlo como el hombre en que se había convertido.
—Eres un hombre testarudo porque te niegas a ceder ante tu abuela, y estás decidido a encontrar una manera de salvar este rancho. Posees un fuerte sentido del honor, de lo contrario no habrías contactado con mi madre cuando el tío Jiraiya murió. No sé por qué no te casaste con la madre de Naruto pero debes de estar haciéndolo bien como padre ahora. Vive contigo y parece un buen chico. Quieres que esto sea un éxito. Pero además te gusta la aventura, o no te arriesgarías a casarte con una desconocida.
—¿Necesitas saber alguna otra cosa? —preguntó él al cabo.
—Un millón de cosas —contestó ella aunque le resultaba terriblemente difícil pensar, distraída como estaba con todas aquellas sensaciones que le recorrían el cuerpo bajo el contacto de sus manos en los hombros.
—No fumo, rara vez bebo —dijo él—. Nunca le levantaría la mano a una mujer. Diría que en general, me ocupo de mí mismo. Siempre habrá comida en la mesa y un techo sobre tu cabeza mientras yo viva. ¿Algo más?
Kushina sentía que el corazón le latía con fuerza en el pecho, sus palabras resonaban en su mente. Incapaz de desviar la mirada, trató de pensar en algo inteligente que decir pero tenía la mente en blanco y notaba cómo su cuerpo se acercaba más a él.
—Nada, supongo que lo iré aprendiendo con los años.
—¿Entonces estás dispuesta a hacerlo? ¿Para lo bueno y para lo malo?
—Sí —dijo ella, el corazón bombeando sangre a toda velocidad por sus venas, caliente y espesa. El familiar anhelo de un hijo se convirtió en otro tipo de anhelo. En un impulso de puro valor, le rozó con las yemas de los dedos la mandíbula y las mejillas a continuación, una caricia de amantes.
¡Acababa de comprometerse para casarse con un extraño!
—Éste es el comienzo de una gran aventura o del peor error de nuestras vidas —dijo Minato con tono sarcástico.
—Vamos a esperar una semana... —Kushina no podía evitar los nervios. El matrimonio era un paso importante, un paso que, a pesar de sus palabras, no estaba muy segura de si era el apropiado. Había creído que cuando decidiera darlo, se sentiría bien, segura. Pero lo cierto era que estaba aterrada.
—De acuerdo. Esperaremos hasta el viernes para que me digas si cambias de opinión y quieres regresar. De lo contrario, bienvenida a Rocking M, Kushina Uzumaki. ¿O debería ir practicando ya y llamarte Kushina Namikaze?
—¡La cena! —gritó Sakura desde la cocina.
—Justo a tiempo.
Minato dejó caer las manos de los hombros de Kushina y se giró hacia la puerta. La abrió y esperó a que Kushina saliera. Parecía que le gustaba llevar la voz cantante. Si habían de continuar, pronto se daría cuenta de que a ella también le gustaba hacer las cosas a su manera. Cuando menos, ese matrimonio iba a resultar una fusión interesante.
Continuara...
CAPÍTULO 3
- Spoiler:
Los dos trabajadores del rancho ya estaban en la cocina cuando Minato y Kuishina entraron. Naruto le presentó a Kakashi y a Azuma. Necesitaría a otras tres personas pero eso tendría que esperar a la primavera. ¡Si es que llegaban hasta entonces! Y si podía permitirse pagarles.
Azuma tenía una generosa mata de cabello grisáceo y era delgado. Asintió con calma cuando los presentaron. Kakashi era más joven, de la edad de Minato, y tenía una sonrisa amigable.
Naruto miró a Minato y a continuación a Kushina.
—¿Te quedas?
Ella asintió.
—Kushina y yo nos casaremos la próxima semana —dijo Minato sacando una silla del extremo de la larga mesa para que se sentara Kushina. Nadie se había sentado en ella desde que Minato regresara al rancho. Minato se sentó en el otro extremo y miró a Kushina. Su rojizo pelo relucía y un leve rubor teñía sus mejillas. Bien podría acostumbrarse a verla enfrente todos los días, pensó, consciente de que no sentía la coacción que había esperado. La pregunta era si ella podría acostumbrarse a la vida en el rancho.
Parecía joven y sofisticada, fuera de lugar en aquella cocina igual que él lo habría estado en alguno de los restaurantes de moda de Manhattan que ella frecuentaría. De seguir adelante, Minato tenía la sensación de que era él quien saldría ganando.
Parecía demasiado delgada aunque no había duda de que era muy femenina. Se conducía con porte orgulloso y seguridad en sí misma. ¿En qué habría cambiado desde que fuera una jovencita que adoraba ir al rancho de su tío?
Pero Sakura tenía razón. ¿Duraría? Una visita de unas pocas semanas no la convertía en una ranchera. Después de haber vivido años en una de las ciudades más excitantes del mundo, Wyoming le parecería mortalmente aburrido. Sakura puso en la mesa una fuente con estofado y, al lado, sendos recipientes llenos de puré de patatas, judías verdes, cebollas en salsa y esponjosos panecillos.
Sakura se giró hacia el fuego para buscar un tazón con salsa para la carne y Minato vio que Naruto la miraba con ojos sedientos aunque cuando ella se giró, miró a todos menos a Naruto. Minato deseó poder hacer algo por su hijo.
Minato centró su mirada de nuevo en Kushina. Sabía que tenía treinta y pocos años aunque su optimismo era más propio de una veinteañera. ¿Acaso la situación del rancho lograría aplastar ese optimismo?
Le parecía difícil creer que una mujer así pudiera dejarlo todo para irse a vivir a un sitio como aquél. Pero no investigaría más allá. Necesitaba una esposa y un hijo. Necesitaba a Kushina, así que dejaría de preocuparse por sus razones. ¿Qué importaban si se quedaba?
Parecía que cada uno iba a lo suyo, así que cuando le pasaron el primer recipiente con comida, Kushina se sirvió. Quería encajar ¿pero de qué podía hablar con aquellos vaqueros sin que saltara a la vista su ignorancia sobre ranchos?
No tenía que preocuparse. No hubo conversación alguna cuando todos se hubieron servido y empezaron a comer, lo que no hizo sino acrecentar la sensación de que era una extraña. Todo le resultaba extraño. No sabía nada de caballos, ni de ganado ni de cómo llevar un rancho. Trató de imaginar que se sentía incluida. ¿Sería capaz de hacerse un sitio? Tendría que hablarlo con Minato. ¿Qué esperaba de ella, aparte de un hijo?
De pronto echó de menos su casa. Echó de menos el movimiento y la energía de la ciudad, su rutina diaria, sus amigos, incluso su caótico ritmo de trabajo. Pero sobre todo, echó de menos sentir que pertenecía a un lugar. Ni siquiera la idea de tener un bebé la ayudaba a ver su futuro en el rancho. ¿Se habría engañado a sí misma y a Minato?
Miró a los demás, se centró en Naruto. El hijo de Minato se parecía a él. Miró entonces al padre. En nueve meses podría tener un hijo o una hija. ¿Se parecería a Minato o a ella? ¿Y la personalidad? ¿Sería reflexivo, precavido y testarudo como él o tal vez presentaría trazas de inquebrantable optimismo como ella?
—He oído que trabajaste en un rancho —dijo Kakashi cuando casi había dado cuenta de su plato—. ¿Cerca de aquí?
—Pues sí —dijo Kushina, agradecida de poder huir de sus pensamientos por un rato—. En Wyoming. En el Garretson, cerca de Jackson Hole. ¿Has oído hablar de él?
—Claro, conozco a un par de tíos que trabajan allí. ¿Y qué hacías allí?
—Pasé varios veranos allí cuando era más joven. Cabalgaba junto a la alambrada y me pasaba el día reuniendo y limpiando a los sementales —dijo arrugando la nariz.
Todo el mundo se echó a reír.
—Todos lo hemos hecho —dijo Kakashi.
—¿Aún montas a caballo? —preguntó Minato.
—Mmm —murmuró en voz baja Kushina. Había llegado el momento de admitir que no había estado cerca de un caballo en años, aunque estaba segura de que lo recordaría en cuanto lo intentara de nuevo.
—No estarás pensando que vivir en un rancho es romántico, ¿verdad? —pregunto Sakura.
—¿Quieres decir que no lo es? —preguntó Azuma ' con un brillo en los ojos.
—Sí. Ocuparse de los animales que paren con las primeras nieves es de lo más romántico.
—¿Y qué me dices del romántico aroma de la marca con el hierro candente?
—¿Y la alegría de los chapuzones?
—¿O de las moscas durante el verano que hacen del trabajo al aire libre algo inmensamente placentero?
Sakura se echó a reír.
—Callaos los dos. Es sólo una broma, Kushina, aunque todo lo que dicen es verdad. Las moscas son muy molestas en verano cuando no sopla ni una gota de aire. Y hace mucho frío en invierno. Preferiría que nos contaras más cosas sobre Nueva York. ¿Cómo has sido capaz de irte? ¿Piensas regresar? Tal vez Minato y tú podríais ir allí a pasar vuestra luna de miel.
—Creo que eres un estúpido, Minato, por aceptar casarte para agradar a esa vieja —dijo Naruto con tono de desprecio. No había participado de las bromas y su comentario arruinó el tono agradable de la cena.
—Es eso o perder este sitio —contestó Minato sin alterarse—. Creo que la mejor venganza sería conservar el rancho en la familia y hacer de él un verdadero éxito.
Kushina se quedó mirando a Naruto, confusa al pensar que tal vez aquel chico no la quería allí. Tal vez él la viera como una extraña que había llegado para apartarlo de Minato y traer al mundo al heredero legítimo.
Naruto apartó la silla y tiró la servilleta sobre la mesa.
—He terminado —dijo saliendo de la cocina, los tacones de sus botas resonando en el suelo conforme se alejaba.
Sakura jugueteaba con el vaso. Miró a Kushina y le sonrió.
—Tal vez podamos hablar un rato después y te contaré todo lo que quieras saber —dijo Kushina devolviéndole la sonrisa—. No creo que a los hombres les interese mucho oír hablar de Nueva York. Yo también quiero saber más cosas sobre Wyoming. ¿Qué te parece?
—Vale. Seguro que yo te daré una versión más objetiva de las maravillas de vivir aquí —dijo Sakura, pero antes de que Kushina pudiera decir nada, se puso en pie y salió de la cocina.
—¿Qué he dicho? —preguntó Kushina mirando a Minato.
—Nada —dijo Minato—. Está embarazada, sus hormonas están alteradas. Recuperará el buen humor en un momento y el frío la hará entrar —dijo éste poniéndose en pie, con aspecto algo inseguro—. Tengo que ocuparme de las cuentas. Meteré tus maletas y te enseñaré tu habitación. Puedes deshacerlas y acostarte pronto. Normalmente nos levantamos al amanecer.
—¿Tengo que fregar los platos?
—Si quieres. Es tarea de Sakura pero seguro que te . lo agradece.
—O puede que se ponga hecha una furia porque alguien se entrometa en su territorio. Menos mal que las vacas no tienen ese temperamento cuando están preñadas.
—Me arriesgaré —dijo Kushina, contenta de poder hacer algo.
Minato salió a buscar su equipaje mientras que Azuma y Kakashi se iban a dormir tras dar las buenas noches.
—Es obvio que el movimiento de la liberación de la mujer no ha llegado hasta aquí —murmuró Kushina mientras recogía la mesa—. Tampoco les costaría tanto llevar su plato al fregadero de camino a la puerta. ¿No se les ha ocurrido que podrían ayudar algo a una mujer embarazada?
—¿Has dicho algo? —preguntó Minato al entrar con las dos maletas.
Kushina lo miró avergonzada.
—No, lo siento. Suelo hablar sola. Mi compañera de piso, Ino, siempre me estaba diciendo que le parecía que se estaba entrometiendo en mis conversaciones conmigo misma.
Minato la miró largo rato hasta que finalmente asintió, los ojos relucientes a la luz.
—Trataré de no entrometerme.
Kushina sonrió, complacida al ver que Minato tenía sentido del humor. Lo necesitarían en los próximos meses. Recogió la cocina mientras trataba de buscar sentido a todo lo que había ocurrido desde su llegada, pero en lo único que podía pensar era que posiblemente tuviera un hijo a esas alturas un año después.
Se secó las manos y colgó el paño. Salió de la cocina en dirección al pasillo y subió las escaleras hasta el segundo piso. Minato no le había dicho dónde iba a dormir, pero lo sabría al ver las maletas. Y tal vez pudiera echar un vistazo al resto de las habitaciones para hacerse una idea del aspecto de su nueva casa.
A pesar del largo viaje no estaba cansada, y se alegraba de poder tener la tarde para ella sola. Conocer a los habitantes del rancho había sido una experiencia agotadora. Nadie esperaría que se adaptara de forma automática y hasta que se sintiera más cómoda, necesitaría pasar algún tiempo a solas. También quería llamar a Temari y a Tenten, otra gran amiga, antes de que se hiciera tarde. Querrían saber si había llegado bien y también cuál había sido su impresión de Minato.
Al pasar junto a una puerta cerrada, escuchó música country del otro lado. Se preguntó si sería la habitación de Naruto. La puerta contigua también estaba cerrada. Al fondo del pasillo había un cuarto de baño que tenía la puerta abierta.
Kushina vio sus maletas en una habitación al final. La habitación que tenía más cerca, justo enfrente, estaba a oscuras; pero echó un vistazo. A juzgar por la enorme cama y la ropa de hombre que reposaba sobre la silla, sospechó que se trataba de la habitación de Minato. Miró la cama. En unos cuantos días, dormiría en ella.
Minato caminaba por el despacho. No le apetecía ' nada ponerse con las cuentas. Se sentía inquieto. ¿Entonces por qué se había ocultado allí? Debería estar hablando con Kushina, aprendiendo más cosas sobre ella, hablándole del rancho y de lo que pensaba hacer cuando fuera suyo.
Oía a lo lejos las notas de la música proveniente de la habitación de Naruto. Se acercó a la ventana y miró hacia el exterior. Deseó que todo fuera diferente, deseó poder cambiar el presente. Pensamientos inútiles que no dejaban de acosarlo.
Ino Yamanka era lo único bueno que le había ocurrido. Había intentado conseguirlo cuando estaban en el último año de instituto. Cierto era que de no haber estado con ella, habría dejado los estudios y se habría fugado antes de cumplir los dieciocho. Pero ni siquiera su amor había servido para que se quedara en Sweetwater cuando se graduaron. Al día siguiente, se marchó.
«Sí, me marché antes de que pudiera decirme que iba a ser padre, me fui tan lejos que nadie me localizó durante más de cinco años».
Lo cual había ocurrido porque empezó a labrarse un nombre en los circuitos de rodeo. Para entonces Ino había decidido que él no necesitaba conocer la existencia de su propio hijo. Y se aseguró de que nadie conociera la identidad del padre de su bebé, excepto el propio Naruto, a quien se lo confesó en su lecho de muerte.
Minato se sentó en el sillón del escritorio y se quedó mirando sin ver los papeles que la cubrían. Aquellos pensamientos aún le dolían. Se había perdido la infancia de su hijo. No había sabido nada de él hasta el funeral de Ino.
A veces podía incluso oír el resentimiento de Naruto en su mente algunos días. No se había casado con Ino, no había querido saber nada de ellos, pero era capaz de casarse con una extraña y tener un hijo con ella con tal de conservar aquel rancho.
Tal vez debiera pasar de las condiciones impuestas en el testamento de su abuela, vivir en aquel lugar hasta que llegara la fecha marcada y encontrar trabajo en otro rancho. Su puesto en el Bar—XT había sido cubierto pero había más fincas que necesitarían a alguien que supiera dirigir las operaciones.
Minato se reclinó sobre el viejo sillón y recordó cuando su padre y él se mudaron a aquel rancho por primera vez. Sus padres nunca vivieron en él. Su padre se había casado en contra de los deseos de Tsunade y ésta lo había echado de la casa.
Minato no recordaba gran cosa de su madre, quien había muerto cuando él tenía cuatro años. Se preguntaba si su vida habría sido diferente de haber vivido. Probablemente tendría hermanos y tal vez eso habría ayudado cuando las cosas se estropearon.
A la muerte de su madre, la luz desapareció de los ojos de su padre. Con su hijo, había luchado durante años, de rancho en rancho. Cada vez que Minato pensaba que se quedarían en un lugar, su padre se pasaba con la bebida y lo despedían. Entonces hacían las maletas y se mudaban de nuevo.
Hasta que su padre admitió que estaba equivocado y decidió que volvieran a casa. Una vez allí, su padre había pasado muchas horas sentado en aquel mismo sillón, ocupándose a regañadientes de las cuentas del rancho. Lo que a él le gustaba realmente era cabalgar por las praderas, aceptar los retos que representaba la cría del ganado. Adoraba estar al aire libre, sin importar el tiempo que hiciera. Odiaba estar confinado en el interior de la casa. Se preguntó si siempre habría sido así o sólo desde la muerte de su mama.
Siempre y cuando hiciera lo que Tsunade ordenaba, el padre de Mianto podía dirigir el rancho como quisiera. Lamentablemente, la vieja no había mostrado tanta generosidad con el hijo de la mujer a la que tanto había despreciado. Minato era un recuerdo constante del acto de rebeldía de su hijo, haberse casado con Annie Colter cuando ésta se quedó embarazada, en vez de acatar las órdenes de su madre.
De igual modo que Minato se habría casado con Ino de haberlo sabido. Si se lo hubiera dicho. Pero en vez de ello, había deshonrado a la única persona que se había preocupado por él de verdad.
Todavía le dolía pensar en lo mucho que debía de haber sufrido. Cuando pensaba en los comentarios groseros que los vaqueros debían de haberle hecho a lo largo de los años, la rabia le hacía apretar los puños, en vano.
Si él y Kushina tenían un hijo, haría las cosas de manera muy diferente. Empezaría por pasar tiempo con él. Quería enseñarle...
Minato se dio cuenta de que era igualmente posible que tuviera una hija. Una dulce niñita con rizos rubios que lo miraría con ojos de adoración. ¿O tendría el pelo rojizo? Era difícil decir con seguridad cómo sería un bebé.
Casi tanto como imaginarse casado. Ni siquiera había vivido con una mujer. Se preguntó cómo sería compartir la cama con Kushina, despertarse a su lado cada mañana; tocarla, besarla, intentar tener un hijo. Notó que se excitaba al pensar en la rubia y sofisticada mujer con quien se iba a casar.
Oyó la ducha y supo que sería ella. En su mente, la imaginó debajo del agua. Era delgada y no muy alta, pero tenía un cuerpo perfectamente modelado. Minato cerró los ojos y se imaginó rozando cada una de las curvas de ese cuerpo, imaginó la suavidad de su piel, el calor que se generaría entre ellos.
Y se maldijo. A ese paso, las malditas cuentas nunca estarían listas. Se obligó a concentrarse en el trabajo. Había mucho con lo que mantener la mente ocupada y nada enfriaría más el deseo de un hombre que encontrarse con un montón de facturas que no podía pagar.
Sakura se abrazó para contrarrestar el frío de la noche otoñal. Había salido de la cocina enfurecida. Naruto la hacía enfurecer. Y Minato no era mejor. _ ¿Cómo podía pensar en casarse con alguien para salvar un estúpido rancho? ¿Y por qué de todas las mujeres del mundo había tenido que ser Kushina Uzumaki la que respondiera? Era una mujer sofisticada, bonita, elegante. ¡Había vivido en Nueva York! ¿Por qué habría de sacrificar su vida allí para irse a un apestoso rancho?
Frunció el ceño mientras daba una patada a un terrón. Estaba ansiosa por irse de allí. Cuando el bebé naciera, se marcharía. Diecinueve años eran muy pocos para sentirse atada por un hijo. Tenía planes y sueños demasiado importantes para dejarlos morir. Y Naruto los había aplastado todos dejándola embarazada. Ya estaría viviendo su vida si no fuera por eso.
No era justo. Habían tenido siempre cuidado. Habían utilizado un condón cada vez. Tal vez debiera demandar al fabricante por estar defectuosos.
Pero no iba a quedarse en Sweetwater para siempre. Tenía talento. Tsunade se lo había dicho. Y quería algo más que la vida que su madre y su tía tenían, quería algo más que estar siempre a entera disposición de los hombres, cocinando, limpiando y ayudando con el ganado.
Estaba decidida a ver mundo. A visitar lugares que le ofrecieran más que aquella ciudad de vaqueros perdida en medio de ninguna parte.
Si lograba resistirse a Naruto.
Miró hacia la pradera. Las estrellas estaban muy cerca en el cielo. Cuando era pequeña, pensaba que cuando creciera, sería tan alta que podría tocarlas. Había sido una ingenua pero no seguiría siéndolo.
Tsunade Senju había logrado una gran reputación con sus pinturas. Si le había dicho que tenía talento, Sakura lo creía.
El bebé le dio una patada, se estaba estirando. Se dio unas palmaditas tranquilizadoras en el vientre pero al momento retiró la mano. No quería familiarizarse con el bebé porque estaba pensando en darlo en adopción.
Aún no se lo había dicho a Naruto. Se enfadaría pero era demasiado egoísta pedirle que renunciara a su vida por culpa de un estúpido error. Amarlo no había sido el error. Simplemente era algo que no podía permitirse en ese momento. La aguardaba un futuro importante. Lentamente, se alejó hacia el estudio, un pequeño edificio en el extremo más alejado del establo.
No era fácil estar destinada para algo tan grande. Lo echaría de menos. Los últimos meses había tratado de mantener la distancia con él pero lo cierto era que ansiaba que la abrazara, ansiaba sentir su cuerpo excitado.
Sin embargo, sabía que tenía que mantenerse firme o acabaría casándose y sentando la cabeza, viviendo en un rancho del que nunca escaparía. Igual que su madre. Sakura no quería parecerse a su madre.
Abrió la puerta del estudio y encendió la luz. El familiar aroma a trementina y pintura llenaba la estancia. Le encantaba. Pintaba un poco todos los días. Cuando el niño naciera, se dirigiría a Denver, tal vez a Dallas. A alguna ciudad donde pudiera establecerse como artista de renombre. Y cuando fuera famosa, se iría a Nueva York, donde tendría un loft en el Soho y viviría de verdad. O tal vez se iría a París.
Naruto le había ofrecido el estudio cuando llegó al rancho. Le había dicho que podría pintar siempre si se casaba con él. Pero eso no era suficiente.
Se negaba a depender de un hombre. Naruto quería que dependiera de él pero ella quería ser libre.
Cuando fuera una artista monumentalmente famosa, cenaría en restaurantes sofisticados, se compraría vestidos caros y joyas. Y tendría cocinero y criada para no tener que cocinar ni fregar los baños nunca más.
Y nunca se casaría.
Moviéndose lentamente por la habitación, Sakura estudió los cuadros que tenía apoyados contra las paredes. Llevaría consigo sólo los que consideraba mejores, el resto se quedaría. Cuando se hiciera famosa, le contaría a Naruto el sacrificio que había hecho, lo mucho que lo amaba, pero que había tenido que seguir su destino.
Se pondría triste pero tendría que comprenderlo. Tal vez podría ir a visitarla. Tal vez podrían hacer el amor de nuevo.
Las lágrimas afloraron a sus ojos al pensar en el amor que sentía hacia él. Pero aunque tuviera diecinueve años solamente, sabía que si no escapaba de Wyoming pronto, nunca se iría.
Y quedarse no era una opción.
Continuara…
Espero y les guste
saku_uzumaki- Novato
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Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Dios... Que loco!!
Nada mas me imagino eso y me muero, con esto morí de la risa xDD
Saku quiere dar el niño en adopción, eso no me gusta... Pero si ama a naruto, debería luchar, no darse por vencida...
Espero la conti pronto ^^
Nada mas me imagino eso y me muero, con esto morí de la risa xDD
Claro que caen de los árboles!!! (? xDD—Tratar de salvar el primer obstáculo. Los niños no caen de los árboles.
Saku quiere dar el niño en adopción, eso no me gusta... Pero si ama a naruto, debería luchar, no darse por vencida...
Espero la conti pronto ^^
Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Aviso
Actualizare a mas tardar el martes 7 de enero. Gracias por leer la historia
Chao
saku_uzumaki- Novato
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Capitulo 4
A pesar de haber puesto el despertador a las cinco, Kushina fue la última en levantarse. Bajó dando tumbos a la cocina, deseosa de tomar un café, aunque era consciente de que no debería probarlo. Tenía que vigilar la ingesta de cafeína. Se preguntó si tendrían algún tipo de infusión.
Los hombres levantaron la cabeza al verla entrar. Sakura se giró desde donde estaba junto al fuego y le sonrió.
—Buenos días. Te prepararé unas tortitas en un minuto. Sírvete café. ¿Quieres salchichas o beicon, o las dos cosas?
—¿Tienes té? —preguntó Kushina consciente de que no estaba dando una buena impresión al aparecer tarde, pero demasiado cansada para preocuparse por ello. No había dormido bien, toda la noche dando vueltas. Y cuando no dormía lo suficiente ' estaba de mal humor.
Sakura sacudió la cabeza. Encogiéndose de hombros, Kushina se sirvió media taza de café y dio un sorbo. Estaba demasiado caliente para dar un buen sorbo, pero parecía estar fuerte.
¿Cómo lo hacía Sakura? Tenía un aspecto radiante y fresco, y era evidente que llevaba un buen rato levantada para haber preparado aquel fenomenal desayuno que estaban devorando los hombres.
—¿Has dormido bien? —preguntó Minato cuando Brianna se acercó a la mesa.
—Todo lo bien que se puede cuando estás en un sitio nuevo, supongo —dijo Kushina, que no quería dejarle ver que había estado demasiado nerviosa para dormir.
Los hombres se lo comieron todo rápidamente. Le maravillaba la enorme cantidad de tortitas que estaban comiendo, por no hablar de las salchichas, el beicon y los huevos revueltos. Cuando terminaron, se levantaron todos a una y salieron a la calle.
—Volveremos a la hora de cenar, Kushina —dijo Minato—. Sakura te lo enseñará todo y te ayudará a instalarte. Pídele todo lo que necesites.
—¿No vendréis a comer? —preguntó. Pensaba que tenía que hablar de un montón de cosas y Minato se estaba yendo sin darle ocasión a hacerle ninguna pregunta.
—Hoy no. Estaremos demasiado lejos de la casa para poder venir —Minato miró a Sakura—. Cuida de ella.
Sakura asintió mientras fregaba los cacharros.
—Sé cuidar de mí misma —dijo Kushina, divertida ante la idea de que Minato creyera que una mujer más joven que ella tuviera que vigilarla. ¿No debería ser al contrario?
En cuanto Minato salió, Kushina se volvió hacia Sakura.
—Puedo ayudarte a limpiar en cuanto termine de desayunar —dijo Kushina dando un mordisco a la deliciosa tortita. No era de extrañar que a Minato le gustara tener cerca a Sakura. Era una cocinera fantástica.
—No me importa. No hay gran cosa que hacer. Iré al pueblo hoy para hacer la compra. ¿Quieres venir conmigo? Te enseñaré la ciudad, aunque no puede compararse con Nueva York. Quiero que me cuentes cosas de allí.
—Sí, me gustaría acompañarte. En el futuro, deja que yo me ocupe de la compra. Quiero decir, que como estás embarazada supongo que estarás cansada.
Sakura miró a Kushina con suspicacia.
—Me canso. Normalmente me echo una pequeña siesta por las tardes a menos que tenga que ir al médico.
—¿Para cuándo lo esperas?
—Dentro de un mes. ¡Estoy ansiosa!
—Me lo imagino. Yo también tengo muchas ganas de tener un hijo —le confesó Kushina, que casi sonrió al pensar en ello. Lo que había sido una nebulosa durante mucho tiempo por fin empezaba a cobrar forma.
—Yo estoy ansiosa por dejar de estar en este estado —dijo Sakura sacudiendo la cabeza—. Estoy harta de estar gorda. Tengo cosas que hacer, lugares que visitar.
—Oh —murmuró Kushina sorprendida ante la vehemencia de la joven—. ¿Qué sitios? Pensé que vivías aquí.
—Esto es sólo temporal. Me iré a Dallas o, al menos, a Denver.
—¿Con el bebé?
Sakura se encogió de hombros.
—Aún no he decidido qué hacer con el bebé —dijo ella con tono desafiante.
Kushina dio otro sorbo a su café sin saber qué decir. ¿Acaso estaría pensando en darlo en adopción? ¿Cómo podía una madre no querer a su hijo, no querer estar con él? Su madre solía decirle una y otra vez que ella era lo más valioso que tenía. Y había tenido que pagar un alto precio.
—Estoy segura de que harás lo mejor —dijo Kushina temiendo estar tocando un terreno movedizo.
Sakura la miró con cautela.
—Suelo limpiar la cocina cuando los hombres se van. Después hago un repaso rápido por el resto de las habitaciones y finalmente me voy a mi estudio.
—¿Estudio? ¿Eres artista? —preguntó Kushina. Steven tenía una galería de arte y ella misma siempre había deseado tener algún talento.
—Pinto —contestó la chica con gesto dramático.
—Me encantaría ver tu trabajo —dijo Kushina.
—Ven al estudio y te lo enseñaré. Elsa me dijo que tenía talento.
—¿La abuela de Minato?
—Era una gran artista, Tusnade Senju.
—¿Tsunade Senju era la abuela de Minato? —Kushina se quedó atónita. No había duda de por qué Minato estaba tan enfadado ante el estado en que había quedado el rancho. Su abuela había sido una de las artistas más populares de Estados Unidos, por cuyos cuadros se pagaban grandes cantidades. Sakura recordaba haber oído hablar a Senju de su muerte el año anterior. Sus pinturas habían aumentado espectacularmente su valor a su muerte y no había dejado de lamentarse por no tener ninguna en la galería.
Y Tsunade Senju no le había dejado a su nieto nada más que un cochambroso rancho. ¿Por qué?
—Sí. Me dijo que malgastaría mi vida quedándome aquí. Por eso me marcharé en cuanto nazca el bebé.
—¿Por qué?
—A Tsunade no le importaba vivir aquí, ella ya había conseguido su meta. Pero yo necesito vivir nuevas experiencias para ampliar mi visión. No puedo quedarme en este remanso de paz. Necesito escapar.
Kushina parpadeó rápidamente varias veces. ¿Sakura trataba de convencerla a ella o a sí misma?
La vida era extraña. Ella necesitaba escapar del frenético ritmo de vida de la ciudad y cambiarlo por aquel «remanso de paz» mientras que Sakura ansiaba tener la oportunidad de huir. ¿Encontrarían ambas la felicidad con el cambio?
—¿Por eso quieres ir a Dallas?
—Sí, pero ahora me pregunto si no debería considerar la posibilidad de ir a Nueva York. Por eso quiero que me cuentes cosas de allí, para saber qué hacer cuando llegue. No quiero parecer una paleta.
—La Meca para todos los jóvenes —murmuró Kushina—. Si lo estás pensando en serio, puedo darte el nombre de algunos amigos para que te den algunas indicaciones —dijo Kushina pensando si podría ponerla en contacto con Pein. Estaba segura de que estaría encantado de echar un vistazo al trabajo de alguien recomendado por Tsunade Senju. Tendría que advertir a Sakura de todos modos que no se tomara muy en serio todo lo que le dijera Pein. Ella sabía lo rápido que cambiaba de opinión.
—¿Lo harías? Sería maravilloso. ¡Gracias! Cuantas ganas tengo de que llegue. ¡Me gustaría que mi bebé naciera hoy mismo! —Sakura sonrió llena de expectación.
—Ahora mismo no, por favor. Tengo que familiarizarme con un montón de cosas antes de poder ocuparme de la casa cuando tú te vayas.
—Es muy fácil —dijo Sakura.
—Ya veremos. No he hecho muchas labores del hogar, la verdad. No había mucho que limpiar en el pequeño apartamento que compartía en Nueva York. Y lo de cocinar, me da la impresión de que cocinar para cuatro hombres es muy diferente a cocinar para un par de amigas.
Entre las dos terminaron pronto de fregar los cacharros. Sakura condujo a Kushina al estudio y le mostró su trabajo llena de orgullo. A Kushina le gustaron algunos cuadros. Era un estilo agradable, aunque no había mucha variedad. Todo eran paisajes locales y bodegones. Sin embargo, estaba segura de que había un gran mercado para ese estilo.
Era media mañana cuando salieron hacia el pueblo. La lista de la compra era sorprendentemente larga y Kushina se alegró de haberse ofrecido a ir en su todoterreno. Cuando ya llevaban dos carros y aún les quedaba mucho por comprar, Kushina le preguntó a Sakura cómo se las apañaba para hacerlo ella sola.
—Compro primero lo no perecedero y dejo los carros cerca de la caja y vuelvo a por lo demás. Las cajeras conocen a todos los rancheros de la zona y están acostumbradas. Cuando lo tengo todo, voy a la caja y habitualmente algún mozo del supermercado lo carga todo en el coche. Sobre todo últimamente. Pero no hay nadie en casa para ayudarme a descargar. Tardo un montón en sacar las bolsas una a una.
Una mujer de mediana edad dio en ese momento la vuelta en el pasillo por el que iban ellas y se detuvo notablemente sorprendida.
—Hola, mamá —dijo Sakura con calma.
Kushina se giró y sonrió pero la mujer apenas hizo un gesto de asentimiento con la cabeza antes de retroceder y meterse en otro pasillo.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Kushina sorprendida ante el grosero comportamiento de la mujer que, al parecer, era la madre de Sakura.
Sakura inspiró profundamente antes de hablar.
—Mi familia me echó de casa cuando les dije que estaba embarazada. Parece que no se han suavizado.
—Oh, Sakura, lo siento —dijo Kushina tocándole el hombro levemente. Sabía por lo que Sakura estaba pasando. ¿Acaso no le había pasado lo mismo a su propia madre?
—No pasa nada. Cuando nazca el bebé, me iré de aquí.
A pesar del mantra tantas veces repetido, Kushina veía el dolor en los ojos de la joven, aunque optó por cambiar de tema. Para cuando llegaron a la caja, Kushina vio a su madre saliendo por la puerta a toda prisa. La familia debía permanecer unida en momentos de necesidad, no desertar. Aunque los padres de su madre no hubieran estado con ésta cuando el padre de Kushina la abandonó, su madre siempre le había hablado de una familia ideal cuyos miembros se apoyaban los unos a los otros en tiempos difíciles. Gracias a Dios que había tenido al tío Buck, el único miembro de la familia que las había ayudado.
Motivo por el que Kushina había aceptado que Pein no era para ella. ¿Acaso no había huido al mínimo atisbo de problemas? Ella quería alguien con quien poder contar, alguien que estuviera siempre a su lado, aunque fuera por honor en vez de por amor.
Cuando regresaron al rancho y colocaron la compra, era bien pasado el mediodía. Después de comerse un sándwich, Sakura se echó un rato.
Kushina aprovechó para terminar de deshacer la maleta. Exceptuando unos cuantos de sus conjuntos favoritos adecuados para una velada hogareña o para salir a cenar, todo lo demás que había llevado era nuevo. Sobre todo vaqueros y camisas de franela, prendas resistentes para la vida en el rancho. Había un vestido nuevo también, de un bonito tono crema que Kushina había comprado con gran optimismo para la boda.
Cuando terminó, se preguntó qué hacer. Estaba acostumbrada a no tener un minuto libre y se sentía rara. Bajó al piso inferior, deambulando entre las habitaciones. Estaban amuebladas con piezas resistentes, todas ellas viejas y lóbregas. Supuso que eran funcionales, sí, pero muy deprimentes. Consciente de que las flores de vistosos colores y los trazos luminosos eran la característica de las pinturas de Tsunade Senju, se preguntaba cómo podría haber vivido en un lugar como aquél. ¿Por qué no la habría decorado ella misma?
Kushina fue a abrir la puerta principal y quedó encantada con el cerrojo y la llave antiguos. Estaba claro que no debían de abundar los delitos por la zona porque hasta un niño podría romper aquel cerrojo. La puerta se atascó y tuvo que forcejear para abrirla y salir al porche. El sol de la tarde estaba detrás de la casa, por lo que daba sombra en el porche. La vista era magnífica, un paisaje interminable en el que onduladas colinas se recortaban contra el cielo azul.
Kushina bajó los tres escalones de madera hasta el suelo de tierra. Flanqueando los escalones había pequeñas zonas con aspecto de lo que parecían haber sido arriates de flores. La temporada estaba demasiado avanzada para plantar, pero cuando llegara la primavera, podría hacerlo. Y mientras tanto colocaría un par de macetas con crisantemos de brillantes colores en los escalones.
Vagó por el patio trasero planeando dónde plantaría arbustos y árboles. Si Minato no quería que gastase su dinero, podría devolvérselo cuando el rancho comenzara a dar beneficios. Comprendía la reticencia de éste a poner en peligro su valorada posesión. Ella se sentiría de la misma forma pero a ella no le importaba el rancho.
Se dirigió al establo para explorar y quedó sorprendida al encontrarse a Naruto limpiando a un caballo.
—¿Ya habéis vuelto? —preguntó entrando en el interior en penumbra—. Pensé que estaríais fuera todo el día.
—Uno de nosotros se queda cerca por si Sakura necesitara algo —dijo cepillando al caballo en largas y uniformes pasadas—. Yo terminé antes y he vuelto. Hay mucho que hacer aquí.
—Bueno, ahora yo también estoy aquí y puedo ayudar si me necesitáis.
—Supongo —dijo él continuando con lo que estaba haciendo sin hacerle caso. Kushina lo observó un momento preguntándose cómo podría granjearse la amistad del hijo de su futuro marido. Aunque a juzgar por su actitud dudaba mucho que hiciera amigos fácilmente.
—¿Has trabajado en ranchos siempre? —preguntó al cabo.
—Desde que tenía dieciséis años.
—¿Aquí?
—No hasta el año pasado, cuando nos mudamos aquí —dijo él riéndose brevemente—. Para mi bisabuela era como si yo no existiera.
—Tampoco parecía importarle gran cosa tu padre —señaló Kushina.
Soltó la correa del animal y lo condujo hacia el corral que había fuera. Después tomó la silla y los aperos y se dirigió a la habitación que había al fondo del establo. Kushina lo siguió buscando sin cesar algo que decir para entablar una conversación. Pero no se le ocurría nada.
—No tengo la intención de separarte de tu padre —dijo.
—No lo pensaba —dijo él mirándola sorprendido.
—No querrá más a nuestro bebé que a ti —continuó casi con desesperación. Quería asegurarse de que Naruto supiera que nadie lo reemplazaría a ojos de su padre.
—Puede que sí.
—¡No!
Naruto parecía divertido ante la categórica negativa. Dejó la silla en un asiento y comenzó a limpiar las riendas.
—Sé que no crees en este matrimonio pero haré todo lo posible para ser una buena esposa.
—No me importa lo que haga Minato. Lo que me molesta es que siga humillándose delante de esa vieja bruja Si fuera yo, pasaría de ella y de su dichoso testamento.
—¿Y perder el rancho de la familia?
—Para mí no significa nada —dijo él encogiéndose de hombros.
Kushina sospechaba que eso no era enteramente cierto pero no iba a presionarlo.
—Significa mucho para tu padre y con el tiempo podría significarlo también para ti.
—Si me quedo, quizá.
—¿Estás pensando en irte?
Volvió a encogerse de hombros. Naruto Namikaze era un hombre parco en palabras.
—Sakura habla mucho de irse de aquí —dijo Kushina. Se preguntó si lo sabría Naruto.
—Sí, bueno, si ella se va, no hay nada que me retenga aquí, ¿no te parece?
—¿Pero entonces por qué no te casas con ella y os instaláis en algún sitio donde poder criar a vuestro hijo? —preguntó Kushina cuya indignación ante la injusticia parecía no tener fin. ¿De tal palo tal astilla? ¿Dónde se estaba metiendo?
—¿Crees que no se lo he pedido? Se lo pido al menos una vez a la semana, si deja que me acerque lo suficiente. Se lo pedí diariamente cuando me enteré de que estaba embarazada pero no quiere casarse con un estúpido mestizo. ¡Quiere ver las luces brillantes de Dallas o Denver, no vivir en este rancho cochambroso en medio de ninguna parte! Tsunade le llenó la cabeza de tonterías diciéndole que ella podría ser la próxima gran pintora americana y Sakura no ve nada más allá.
Kushina no sabía qué decir. ¿Por qué no quería la chica casarse con Naruto? Podía pintar igualmente. Él era un hombre formal, con un buen trabajo y buenas perspectivas de futuro si Minato y ella conseguían quedarse con el rancho.
Minato sería abuelo en breve. Kushina parpadeó rápidamente. Si ella se casaba con él, ¡ella también sería abuela! Y ni siquiera era madre.
—Tal vez debieras reconsiderar si de verdad quieres unirte a esta familia antes de que sea demasiado tarde —dijo Naruto antes de salir del establo. Kushina se giró dispuesta a seguirlo, consciente de que tenía un montón de nuevas preguntas para Minato.
¿Sería cierto que Sakura no quería casarse con él porque era medio indio nativo? Lo dudaba mucho. La chica no se habría enrollado con él, para empezar. Parecía más bien como si Sakura quisiera tan sólo irse a la gran ciudad. Y Kushina no se imaginaba a Naruto viviendo en otra parte que no fuera aquel rancho.
Más tarde, durante la cena, Kushina observó a la pareja con curiosidad. Cuando sus ojos se encontraron con los de Minato éste alzó una ceja en señal inquisitiva.
—Tal vez podríamos salir al porche a hablar un rato después de la cena —dijo Kushina con voz chispeante—. He limpiado las mecedoras y barrido el porche.
—¿Mecedoras? —se rió Kakashi—. Ya te las ha preparado, Minato, y aún no eres abuelo.
—Habría sugerido el columpio pero no está —dijo Kushina con cierta aspereza pero a continuación sonrió—. Si vamos a ser abuelos, tal vez debamos ir practicando. ¿Qué puede ser más divertido que acunar a un bebé?
El silencio que invadió la cocina fue absoluto. Todos la miraban.
—¿Qué? ¿Acaso vais a decirme que no vais a pelearos por acunarlo?
Minato se aclaró la garganta.
—No estamos seguros de dónde estarán Sakura y el bebé.
—Aquí no, desde luego —dijo Sakura apartando la silla y poniéndose en pie—. Me voy a pintar —y tomando la chaqueta, salió de la cocina dando un portazo.
Naruto miró a Kushina.
Azuma y Kakashi miraron sus respectivos platos. Minato seguía mirando a Kushina.
—Si ella y el bebé se quedan, seré el primero en acunarlo.
—Después de Naruto —dijo Kushina.
El joven se levantó y salió de la cocina igual que había hecho la noche anterior.
—¿Es así como acaban todas las noches? —preguntó Kushina.
—Normalmente —dijo Azuma—. Uno de los dos se pone de mal humor. ¿No es grande el amor?
Kakashi se echó a reír y tomó otra galleta.
—Vamos, esta noche te voy a dar una paliza al póquer.
—En tus sueños, hijo.
Los vaqueros se levantaron y dieron las buenas noches al salir. Kushina y Minato cruzaron las miradas.
—Naruto dice que quiere casarse con Sakura pero que ella se niega —dijo Kushina.
—Sí. Una pena. Él está loco por ella pero ella no le deja ni acercarse desde que está embarazada. Estaban muy unidos antes. Sakura siente que Naruto la retendría aquí.
—Me pregunto si tendrá alguna posibilidad de éxito.
—No lo sé —dijo él—. Sus cuadros son bonitos pero no tengo ni idea de si tendrán tirón comercial. Al parecer, Tsunade le dijo una vez que sí. Pero conociéndola, puede que sólo lo hiciera para hacer callar a su joven admiradora. Sakura es muy soñadora.
—Quiere ser una artista famosa en algún lugar lejos de aquí.
—Ése es su objetivo ahora.
—¿Y Naruto se quedará si ella se va?
—¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó éste sorprendido—. Ésta es su casa. Si conseguimos mantener el rancho, un día será suyo.
—Pensé que él no podía heredar.
—Resulta interesante. El testamento dice simplemente que para que yo herede tengo que tener un heredero legítimo en un plazo de dos años tras la lectura del testamento. Pero no hay restricción alguna que diga que tengo que dejar el rancho a mi heredero legítimo. He hecho que lo estudiaran varios abogados.
Kushina se levantó y comenzó a recoger los platos.
—¿Aún quieres que nos sentemos fuera? —preguntó Minato a continuación—. Hace más frío ahora que se ha puesto el sol —dijo reclinándose en la silla para mirarla.
—Sí. Allí tendremos más intimidad.
—Suena prometedor —dijo él con tono acariciador al tiempo que se levantaba para ayudarla a recoger los platos. Cuando se acercó al fregadero con ellos, Kushina lo miró.
—Quédate aquí y habla conmigo mientras friego los platos.
—Sakura lo hará después.
—Yo puedo hacerlo ahora. Quédate —dijo Kushina llenando el fregadero de agua caliente.
Minato se apoyó contra la encimera, junto al fregadero, y la observó desde allí con los brazos cruzados.
—Si quieres que te ayude, pídemelo.
—¿Ayudarme? ¿Secando y colocando los platos? —dijo ella con una mirada juguetona.
—Podrías convencerme. Por un precio, claro.
—¿No habías dicho que no querías mi dinero?
Él se acercó un poco más, los brazos aún cruzados.
—Hay más cosas aparte de dinero.
Estaba flirteando con ella. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie jugaba a la seducción con ella?
—Vale, morderé el anzuelo. ¿Cuál es el precio?
—¿Dónde vas a morder? —preguntó él acercándose aún más.
Kushina rió suavemente al tiempo que se inclinaba hacia él tanto que podía sentir su aliento en el rostro.
—Vaquero, puedo morderte en lugares donde nadie te ha mordido antes.
—Ya lo creo que podrías —dijo él rozándole los labios con los suyos.
Kushina saboreó la sensación que pareció recorrerla por dentro. Tenía unos labios cálidos y firmes y se movían suavemente como si quisieran más. Ella se inclinó más hacia él, consciente de que tenía las manos húmedas y llenas de jabón. Ansiaba rodearle el cuello y abrazarlo mientras cabalgaba sobre él.
Minato se tomó su tiempo como si estuviera explorando los sentimientos que tenerla tan cerca despertaban en él. Cuando finalmente se apartó, Kushina lo miró a los ojos tratando de adivinar sus pensamientos.
—¿Echándote atrás otra vez? —preguntó Kushina.
—No, comprobando si merece la pena colocar los platos.
Kushina le salpicó con el agua espumosa. Las bromas que siguieron intercambiando mientras terminaban con los platos parecieron tranquilizarla respecto a la elección que debía tomar. Si podían convivir como amigos, la vida sería más fácil.
—¿Así es que planeas hacer esto todas las noches? —preguntó Minato mientras guardaba la última cacerola en el armario que había sobre la encimera.
—Sólo hasta que los niños tengan edad para relevarme.
Minato se detuvo un momento y al cabo, asintió.
—Entonces lavaremos los platos tú y yo durante varios años, seguido de un paréntesis de unos veinte años, y después otra vez tú y yo.
—Parece un buen plan —dijo ella.
Veinte años. ¿Quién pensaba en algo a tan largo plazo? Aunque Minato parecía aceptarlo como algo natural.
—¿Entonces aún sigue en pie lo de ir a hablar con él abogado el viernes?
—Nada me ha hecho cambiar de idea —dijo ella—. ¿Y a ti?
—Tampoco.
—Intenté hablar con Naruto esta tarde. Dice que no se siente unido a este rancho —dijo Kushina.
—No puedo cambiar lo que hice con Naruto por mucho que me gustara. Lo único que creo que podría ayudar es conseguir quedarme con el rancho y para eso te necesito.
Los hombres levantaron la cabeza al verla entrar. Sakura se giró desde donde estaba junto al fuego y le sonrió.
—Buenos días. Te prepararé unas tortitas en un minuto. Sírvete café. ¿Quieres salchichas o beicon, o las dos cosas?
—¿Tienes té? —preguntó Kushina consciente de que no estaba dando una buena impresión al aparecer tarde, pero demasiado cansada para preocuparse por ello. No había dormido bien, toda la noche dando vueltas. Y cuando no dormía lo suficiente ' estaba de mal humor.
Sakura sacudió la cabeza. Encogiéndose de hombros, Kushina se sirvió media taza de café y dio un sorbo. Estaba demasiado caliente para dar un buen sorbo, pero parecía estar fuerte.
¿Cómo lo hacía Sakura? Tenía un aspecto radiante y fresco, y era evidente que llevaba un buen rato levantada para haber preparado aquel fenomenal desayuno que estaban devorando los hombres.
—¿Has dormido bien? —preguntó Minato cuando Brianna se acercó a la mesa.
—Todo lo bien que se puede cuando estás en un sitio nuevo, supongo —dijo Kushina, que no quería dejarle ver que había estado demasiado nerviosa para dormir.
Los hombres se lo comieron todo rápidamente. Le maravillaba la enorme cantidad de tortitas que estaban comiendo, por no hablar de las salchichas, el beicon y los huevos revueltos. Cuando terminaron, se levantaron todos a una y salieron a la calle.
—Volveremos a la hora de cenar, Kushina —dijo Minato—. Sakura te lo enseñará todo y te ayudará a instalarte. Pídele todo lo que necesites.
—¿No vendréis a comer? —preguntó. Pensaba que tenía que hablar de un montón de cosas y Minato se estaba yendo sin darle ocasión a hacerle ninguna pregunta.
—Hoy no. Estaremos demasiado lejos de la casa para poder venir —Minato miró a Sakura—. Cuida de ella.
Sakura asintió mientras fregaba los cacharros.
—Sé cuidar de mí misma —dijo Kushina, divertida ante la idea de que Minato creyera que una mujer más joven que ella tuviera que vigilarla. ¿No debería ser al contrario?
En cuanto Minato salió, Kushina se volvió hacia Sakura.
—Puedo ayudarte a limpiar en cuanto termine de desayunar —dijo Kushina dando un mordisco a la deliciosa tortita. No era de extrañar que a Minato le gustara tener cerca a Sakura. Era una cocinera fantástica.
—No me importa. No hay gran cosa que hacer. Iré al pueblo hoy para hacer la compra. ¿Quieres venir conmigo? Te enseñaré la ciudad, aunque no puede compararse con Nueva York. Quiero que me cuentes cosas de allí.
—Sí, me gustaría acompañarte. En el futuro, deja que yo me ocupe de la compra. Quiero decir, que como estás embarazada supongo que estarás cansada.
Sakura miró a Kushina con suspicacia.
—Me canso. Normalmente me echo una pequeña siesta por las tardes a menos que tenga que ir al médico.
—¿Para cuándo lo esperas?
—Dentro de un mes. ¡Estoy ansiosa!
—Me lo imagino. Yo también tengo muchas ganas de tener un hijo —le confesó Kushina, que casi sonrió al pensar en ello. Lo que había sido una nebulosa durante mucho tiempo por fin empezaba a cobrar forma.
—Yo estoy ansiosa por dejar de estar en este estado —dijo Sakura sacudiendo la cabeza—. Estoy harta de estar gorda. Tengo cosas que hacer, lugares que visitar.
—Oh —murmuró Kushina sorprendida ante la vehemencia de la joven—. ¿Qué sitios? Pensé que vivías aquí.
—Esto es sólo temporal. Me iré a Dallas o, al menos, a Denver.
—¿Con el bebé?
Sakura se encogió de hombros.
—Aún no he decidido qué hacer con el bebé —dijo ella con tono desafiante.
Kushina dio otro sorbo a su café sin saber qué decir. ¿Acaso estaría pensando en darlo en adopción? ¿Cómo podía una madre no querer a su hijo, no querer estar con él? Su madre solía decirle una y otra vez que ella era lo más valioso que tenía. Y había tenido que pagar un alto precio.
—Estoy segura de que harás lo mejor —dijo Kushina temiendo estar tocando un terreno movedizo.
Sakura la miró con cautela.
—Suelo limpiar la cocina cuando los hombres se van. Después hago un repaso rápido por el resto de las habitaciones y finalmente me voy a mi estudio.
—¿Estudio? ¿Eres artista? —preguntó Kushina. Steven tenía una galería de arte y ella misma siempre había deseado tener algún talento.
—Pinto —contestó la chica con gesto dramático.
—Me encantaría ver tu trabajo —dijo Kushina.
—Ven al estudio y te lo enseñaré. Elsa me dijo que tenía talento.
—¿La abuela de Minato?
—Era una gran artista, Tusnade Senju.
—¿Tsunade Senju era la abuela de Minato? —Kushina se quedó atónita. No había duda de por qué Minato estaba tan enfadado ante el estado en que había quedado el rancho. Su abuela había sido una de las artistas más populares de Estados Unidos, por cuyos cuadros se pagaban grandes cantidades. Sakura recordaba haber oído hablar a Senju de su muerte el año anterior. Sus pinturas habían aumentado espectacularmente su valor a su muerte y no había dejado de lamentarse por no tener ninguna en la galería.
Y Tsunade Senju no le había dejado a su nieto nada más que un cochambroso rancho. ¿Por qué?
—Sí. Me dijo que malgastaría mi vida quedándome aquí. Por eso me marcharé en cuanto nazca el bebé.
—¿Por qué?
—A Tsunade no le importaba vivir aquí, ella ya había conseguido su meta. Pero yo necesito vivir nuevas experiencias para ampliar mi visión. No puedo quedarme en este remanso de paz. Necesito escapar.
Kushina parpadeó rápidamente varias veces. ¿Sakura trataba de convencerla a ella o a sí misma?
La vida era extraña. Ella necesitaba escapar del frenético ritmo de vida de la ciudad y cambiarlo por aquel «remanso de paz» mientras que Sakura ansiaba tener la oportunidad de huir. ¿Encontrarían ambas la felicidad con el cambio?
—¿Por eso quieres ir a Dallas?
—Sí, pero ahora me pregunto si no debería considerar la posibilidad de ir a Nueva York. Por eso quiero que me cuentes cosas de allí, para saber qué hacer cuando llegue. No quiero parecer una paleta.
—La Meca para todos los jóvenes —murmuró Kushina—. Si lo estás pensando en serio, puedo darte el nombre de algunos amigos para que te den algunas indicaciones —dijo Kushina pensando si podría ponerla en contacto con Pein. Estaba segura de que estaría encantado de echar un vistazo al trabajo de alguien recomendado por Tsunade Senju. Tendría que advertir a Sakura de todos modos que no se tomara muy en serio todo lo que le dijera Pein. Ella sabía lo rápido que cambiaba de opinión.
—¿Lo harías? Sería maravilloso. ¡Gracias! Cuantas ganas tengo de que llegue. ¡Me gustaría que mi bebé naciera hoy mismo! —Sakura sonrió llena de expectación.
—Ahora mismo no, por favor. Tengo que familiarizarme con un montón de cosas antes de poder ocuparme de la casa cuando tú te vayas.
—Es muy fácil —dijo Sakura.
—Ya veremos. No he hecho muchas labores del hogar, la verdad. No había mucho que limpiar en el pequeño apartamento que compartía en Nueva York. Y lo de cocinar, me da la impresión de que cocinar para cuatro hombres es muy diferente a cocinar para un par de amigas.
Entre las dos terminaron pronto de fregar los cacharros. Sakura condujo a Kushina al estudio y le mostró su trabajo llena de orgullo. A Kushina le gustaron algunos cuadros. Era un estilo agradable, aunque no había mucha variedad. Todo eran paisajes locales y bodegones. Sin embargo, estaba segura de que había un gran mercado para ese estilo.
Era media mañana cuando salieron hacia el pueblo. La lista de la compra era sorprendentemente larga y Kushina se alegró de haberse ofrecido a ir en su todoterreno. Cuando ya llevaban dos carros y aún les quedaba mucho por comprar, Kushina le preguntó a Sakura cómo se las apañaba para hacerlo ella sola.
—Compro primero lo no perecedero y dejo los carros cerca de la caja y vuelvo a por lo demás. Las cajeras conocen a todos los rancheros de la zona y están acostumbradas. Cuando lo tengo todo, voy a la caja y habitualmente algún mozo del supermercado lo carga todo en el coche. Sobre todo últimamente. Pero no hay nadie en casa para ayudarme a descargar. Tardo un montón en sacar las bolsas una a una.
Una mujer de mediana edad dio en ese momento la vuelta en el pasillo por el que iban ellas y se detuvo notablemente sorprendida.
—Hola, mamá —dijo Sakura con calma.
Kushina se giró y sonrió pero la mujer apenas hizo un gesto de asentimiento con la cabeza antes de retroceder y meterse en otro pasillo.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Kushina sorprendida ante el grosero comportamiento de la mujer que, al parecer, era la madre de Sakura.
Sakura inspiró profundamente antes de hablar.
—Mi familia me echó de casa cuando les dije que estaba embarazada. Parece que no se han suavizado.
—Oh, Sakura, lo siento —dijo Kushina tocándole el hombro levemente. Sabía por lo que Sakura estaba pasando. ¿Acaso no le había pasado lo mismo a su propia madre?
—No pasa nada. Cuando nazca el bebé, me iré de aquí.
A pesar del mantra tantas veces repetido, Kushina veía el dolor en los ojos de la joven, aunque optó por cambiar de tema. Para cuando llegaron a la caja, Kushina vio a su madre saliendo por la puerta a toda prisa. La familia debía permanecer unida en momentos de necesidad, no desertar. Aunque los padres de su madre no hubieran estado con ésta cuando el padre de Kushina la abandonó, su madre siempre le había hablado de una familia ideal cuyos miembros se apoyaban los unos a los otros en tiempos difíciles. Gracias a Dios que había tenido al tío Buck, el único miembro de la familia que las había ayudado.
Motivo por el que Kushina había aceptado que Pein no era para ella. ¿Acaso no había huido al mínimo atisbo de problemas? Ella quería alguien con quien poder contar, alguien que estuviera siempre a su lado, aunque fuera por honor en vez de por amor.
Cuando regresaron al rancho y colocaron la compra, era bien pasado el mediodía. Después de comerse un sándwich, Sakura se echó un rato.
Kushina aprovechó para terminar de deshacer la maleta. Exceptuando unos cuantos de sus conjuntos favoritos adecuados para una velada hogareña o para salir a cenar, todo lo demás que había llevado era nuevo. Sobre todo vaqueros y camisas de franela, prendas resistentes para la vida en el rancho. Había un vestido nuevo también, de un bonito tono crema que Kushina había comprado con gran optimismo para la boda.
Cuando terminó, se preguntó qué hacer. Estaba acostumbrada a no tener un minuto libre y se sentía rara. Bajó al piso inferior, deambulando entre las habitaciones. Estaban amuebladas con piezas resistentes, todas ellas viejas y lóbregas. Supuso que eran funcionales, sí, pero muy deprimentes. Consciente de que las flores de vistosos colores y los trazos luminosos eran la característica de las pinturas de Tsunade Senju, se preguntaba cómo podría haber vivido en un lugar como aquél. ¿Por qué no la habría decorado ella misma?
Kushina fue a abrir la puerta principal y quedó encantada con el cerrojo y la llave antiguos. Estaba claro que no debían de abundar los delitos por la zona porque hasta un niño podría romper aquel cerrojo. La puerta se atascó y tuvo que forcejear para abrirla y salir al porche. El sol de la tarde estaba detrás de la casa, por lo que daba sombra en el porche. La vista era magnífica, un paisaje interminable en el que onduladas colinas se recortaban contra el cielo azul.
Kushina bajó los tres escalones de madera hasta el suelo de tierra. Flanqueando los escalones había pequeñas zonas con aspecto de lo que parecían haber sido arriates de flores. La temporada estaba demasiado avanzada para plantar, pero cuando llegara la primavera, podría hacerlo. Y mientras tanto colocaría un par de macetas con crisantemos de brillantes colores en los escalones.
Vagó por el patio trasero planeando dónde plantaría arbustos y árboles. Si Minato no quería que gastase su dinero, podría devolvérselo cuando el rancho comenzara a dar beneficios. Comprendía la reticencia de éste a poner en peligro su valorada posesión. Ella se sentiría de la misma forma pero a ella no le importaba el rancho.
Se dirigió al establo para explorar y quedó sorprendida al encontrarse a Naruto limpiando a un caballo.
—¿Ya habéis vuelto? —preguntó entrando en el interior en penumbra—. Pensé que estaríais fuera todo el día.
—Uno de nosotros se queda cerca por si Sakura necesitara algo —dijo cepillando al caballo en largas y uniformes pasadas—. Yo terminé antes y he vuelto. Hay mucho que hacer aquí.
—Bueno, ahora yo también estoy aquí y puedo ayudar si me necesitáis.
—Supongo —dijo él continuando con lo que estaba haciendo sin hacerle caso. Kushina lo observó un momento preguntándose cómo podría granjearse la amistad del hijo de su futuro marido. Aunque a juzgar por su actitud dudaba mucho que hiciera amigos fácilmente.
—¿Has trabajado en ranchos siempre? —preguntó al cabo.
—Desde que tenía dieciséis años.
—¿Aquí?
—No hasta el año pasado, cuando nos mudamos aquí —dijo él riéndose brevemente—. Para mi bisabuela era como si yo no existiera.
—Tampoco parecía importarle gran cosa tu padre —señaló Kushina.
Soltó la correa del animal y lo condujo hacia el corral que había fuera. Después tomó la silla y los aperos y se dirigió a la habitación que había al fondo del establo. Kushina lo siguió buscando sin cesar algo que decir para entablar una conversación. Pero no se le ocurría nada.
—No tengo la intención de separarte de tu padre —dijo.
—No lo pensaba —dijo él mirándola sorprendido.
—No querrá más a nuestro bebé que a ti —continuó casi con desesperación. Quería asegurarse de que Naruto supiera que nadie lo reemplazaría a ojos de su padre.
—Puede que sí.
—¡No!
Naruto parecía divertido ante la categórica negativa. Dejó la silla en un asiento y comenzó a limpiar las riendas.
—Sé que no crees en este matrimonio pero haré todo lo posible para ser una buena esposa.
—No me importa lo que haga Minato. Lo que me molesta es que siga humillándose delante de esa vieja bruja Si fuera yo, pasaría de ella y de su dichoso testamento.
—¿Y perder el rancho de la familia?
—Para mí no significa nada —dijo él encogiéndose de hombros.
Kushina sospechaba que eso no era enteramente cierto pero no iba a presionarlo.
—Significa mucho para tu padre y con el tiempo podría significarlo también para ti.
—Si me quedo, quizá.
—¿Estás pensando en irte?
Volvió a encogerse de hombros. Naruto Namikaze era un hombre parco en palabras.
—Sakura habla mucho de irse de aquí —dijo Kushina. Se preguntó si lo sabría Naruto.
—Sí, bueno, si ella se va, no hay nada que me retenga aquí, ¿no te parece?
—¿Pero entonces por qué no te casas con ella y os instaláis en algún sitio donde poder criar a vuestro hijo? —preguntó Kushina cuya indignación ante la injusticia parecía no tener fin. ¿De tal palo tal astilla? ¿Dónde se estaba metiendo?
—¿Crees que no se lo he pedido? Se lo pido al menos una vez a la semana, si deja que me acerque lo suficiente. Se lo pedí diariamente cuando me enteré de que estaba embarazada pero no quiere casarse con un estúpido mestizo. ¡Quiere ver las luces brillantes de Dallas o Denver, no vivir en este rancho cochambroso en medio de ninguna parte! Tsunade le llenó la cabeza de tonterías diciéndole que ella podría ser la próxima gran pintora americana y Sakura no ve nada más allá.
Kushina no sabía qué decir. ¿Por qué no quería la chica casarse con Naruto? Podía pintar igualmente. Él era un hombre formal, con un buen trabajo y buenas perspectivas de futuro si Minato y ella conseguían quedarse con el rancho.
Minato sería abuelo en breve. Kushina parpadeó rápidamente. Si ella se casaba con él, ¡ella también sería abuela! Y ni siquiera era madre.
—Tal vez debieras reconsiderar si de verdad quieres unirte a esta familia antes de que sea demasiado tarde —dijo Naruto antes de salir del establo. Kushina se giró dispuesta a seguirlo, consciente de que tenía un montón de nuevas preguntas para Minato.
¿Sería cierto que Sakura no quería casarse con él porque era medio indio nativo? Lo dudaba mucho. La chica no se habría enrollado con él, para empezar. Parecía más bien como si Sakura quisiera tan sólo irse a la gran ciudad. Y Kushina no se imaginaba a Naruto viviendo en otra parte que no fuera aquel rancho.
Más tarde, durante la cena, Kushina observó a la pareja con curiosidad. Cuando sus ojos se encontraron con los de Minato éste alzó una ceja en señal inquisitiva.
—Tal vez podríamos salir al porche a hablar un rato después de la cena —dijo Kushina con voz chispeante—. He limpiado las mecedoras y barrido el porche.
—¿Mecedoras? —se rió Kakashi—. Ya te las ha preparado, Minato, y aún no eres abuelo.
—Habría sugerido el columpio pero no está —dijo Kushina con cierta aspereza pero a continuación sonrió—. Si vamos a ser abuelos, tal vez debamos ir practicando. ¿Qué puede ser más divertido que acunar a un bebé?
El silencio que invadió la cocina fue absoluto. Todos la miraban.
—¿Qué? ¿Acaso vais a decirme que no vais a pelearos por acunarlo?
Minato se aclaró la garganta.
—No estamos seguros de dónde estarán Sakura y el bebé.
—Aquí no, desde luego —dijo Sakura apartando la silla y poniéndose en pie—. Me voy a pintar —y tomando la chaqueta, salió de la cocina dando un portazo.
Naruto miró a Kushina.
Azuma y Kakashi miraron sus respectivos platos. Minato seguía mirando a Kushina.
—Si ella y el bebé se quedan, seré el primero en acunarlo.
—Después de Naruto —dijo Kushina.
El joven se levantó y salió de la cocina igual que había hecho la noche anterior.
—¿Es así como acaban todas las noches? —preguntó Kushina.
—Normalmente —dijo Azuma—. Uno de los dos se pone de mal humor. ¿No es grande el amor?
Kakashi se echó a reír y tomó otra galleta.
—Vamos, esta noche te voy a dar una paliza al póquer.
—En tus sueños, hijo.
Los vaqueros se levantaron y dieron las buenas noches al salir. Kushina y Minato cruzaron las miradas.
—Naruto dice que quiere casarse con Sakura pero que ella se niega —dijo Kushina.
—Sí. Una pena. Él está loco por ella pero ella no le deja ni acercarse desde que está embarazada. Estaban muy unidos antes. Sakura siente que Naruto la retendría aquí.
—Me pregunto si tendrá alguna posibilidad de éxito.
—No lo sé —dijo él—. Sus cuadros son bonitos pero no tengo ni idea de si tendrán tirón comercial. Al parecer, Tsunade le dijo una vez que sí. Pero conociéndola, puede que sólo lo hiciera para hacer callar a su joven admiradora. Sakura es muy soñadora.
—Quiere ser una artista famosa en algún lugar lejos de aquí.
—Ése es su objetivo ahora.
—¿Y Naruto se quedará si ella se va?
—¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó éste sorprendido—. Ésta es su casa. Si conseguimos mantener el rancho, un día será suyo.
—Pensé que él no podía heredar.
—Resulta interesante. El testamento dice simplemente que para que yo herede tengo que tener un heredero legítimo en un plazo de dos años tras la lectura del testamento. Pero no hay restricción alguna que diga que tengo que dejar el rancho a mi heredero legítimo. He hecho que lo estudiaran varios abogados.
Kushina se levantó y comenzó a recoger los platos.
—¿Aún quieres que nos sentemos fuera? —preguntó Minato a continuación—. Hace más frío ahora que se ha puesto el sol —dijo reclinándose en la silla para mirarla.
—Sí. Allí tendremos más intimidad.
—Suena prometedor —dijo él con tono acariciador al tiempo que se levantaba para ayudarla a recoger los platos. Cuando se acercó al fregadero con ellos, Kushina lo miró.
—Quédate aquí y habla conmigo mientras friego los platos.
—Sakura lo hará después.
—Yo puedo hacerlo ahora. Quédate —dijo Kushina llenando el fregadero de agua caliente.
Minato se apoyó contra la encimera, junto al fregadero, y la observó desde allí con los brazos cruzados.
—Si quieres que te ayude, pídemelo.
—¿Ayudarme? ¿Secando y colocando los platos? —dijo ella con una mirada juguetona.
—Podrías convencerme. Por un precio, claro.
—¿No habías dicho que no querías mi dinero?
Él se acercó un poco más, los brazos aún cruzados.
—Hay más cosas aparte de dinero.
Estaba flirteando con ella. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie jugaba a la seducción con ella?
—Vale, morderé el anzuelo. ¿Cuál es el precio?
—¿Dónde vas a morder? —preguntó él acercándose aún más.
Kushina rió suavemente al tiempo que se inclinaba hacia él tanto que podía sentir su aliento en el rostro.
—Vaquero, puedo morderte en lugares donde nadie te ha mordido antes.
—Ya lo creo que podrías —dijo él rozándole los labios con los suyos.
Kushina saboreó la sensación que pareció recorrerla por dentro. Tenía unos labios cálidos y firmes y se movían suavemente como si quisieran más. Ella se inclinó más hacia él, consciente de que tenía las manos húmedas y llenas de jabón. Ansiaba rodearle el cuello y abrazarlo mientras cabalgaba sobre él.
Minato se tomó su tiempo como si estuviera explorando los sentimientos que tenerla tan cerca despertaban en él. Cuando finalmente se apartó, Kushina lo miró a los ojos tratando de adivinar sus pensamientos.
—¿Echándote atrás otra vez? —preguntó Kushina.
—No, comprobando si merece la pena colocar los platos.
Kushina le salpicó con el agua espumosa. Las bromas que siguieron intercambiando mientras terminaban con los platos parecieron tranquilizarla respecto a la elección que debía tomar. Si podían convivir como amigos, la vida sería más fácil.
—¿Así es que planeas hacer esto todas las noches? —preguntó Minato mientras guardaba la última cacerola en el armario que había sobre la encimera.
—Sólo hasta que los niños tengan edad para relevarme.
Minato se detuvo un momento y al cabo, asintió.
—Entonces lavaremos los platos tú y yo durante varios años, seguido de un paréntesis de unos veinte años, y después otra vez tú y yo.
—Parece un buen plan —dijo ella.
Veinte años. ¿Quién pensaba en algo a tan largo plazo? Aunque Minato parecía aceptarlo como algo natural.
—¿Entonces aún sigue en pie lo de ir a hablar con él abogado el viernes?
—Nada me ha hecho cambiar de idea —dijo ella—. ¿Y a ti?
—Tampoco.
—Intenté hablar con Naruto esta tarde. Dice que no se siente unido a este rancho —dijo Kushina.
—No puedo cambiar lo que hice con Naruto por mucho que me gustara. Lo único que creo que podría ayudar es conseguir quedarme con el rancho y para eso te necesito.
saku_uzumaki- Novato
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en mi casa
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Capitulo 5 29/01/13 [C] [+18]
Capitulo 5
EL lunes era el día de la boda. El cielo estaba sembrado de pequeñas nubecillas blancas. El aire era fresco y lucía el sol. Había hablado con Ino y con Temari durante horas la noche anterior. Después de mucho pensar si se trataba de la elección correcta, ahora que había llegado el momento, se sentía tranquila y confiada. Al menos, de eso trataba de convencerse.
Se vistió lentamente y se miró al espejo de la cómoda durante un largo rato. En menos de una hora se encontraría con Minato en el juzgado. Suspiró al pensar en que no habría una gran ceremonia con iglesia, con muchos invitados y la familia. Todas las jóvenes soñaban con algo así pero ella no tenía amigos en Wyoming, ni familia, hasta que se casara. Entonces Minato y Naruto se convertirían en su familia.
Seis meses atrás si alguien le hubiera dicho que se iba a casar, habría pensado que sería con Pein. Pein, el hombre al que creía haber amado durante dos años. Parecían la pareja perfecta. Los dos estaban inmersos en sus trabajos, aunque siempre sacaban tiempo para pasarlo juntos. Disfrutaban con las mismas cosas: clubes nocturnos, visitas a los museos en un domingo lluvioso cuando no era temporada de teatro en Broadway. A ella siempre le había encantado mezclarse con los artistas de la galería de Pein durante las exposiciones que se celebraban por la noche. Y las breves vacaciones que habían disfrutado habían sido en un hotel de esquí en Vermont y en una playa de arena blanca en Jamaica.
Parpadeó rápidamente y retiró la vista. Era como si la ciudad de Nueva York aún le estuviera gritando para que regresara.
Se dio la vuelta y tomó un pequeño sombrerito que completaba el vestido. Esperaba tener el aspecto de una novia. Era lo menos que podía hacer por Minato. Y por ella misma.
Un toque en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante.
Sakura asomó la cabeza primero y a continuación abrió la puerta y entró. Llevaba un bonito vestido premamá de color lila y, en la mano, un ramo de novia.
—Le pedí a Minato que te lo comprara —dijo mostrándoselo a Kushina—. Ya conoces a los hombres, nunca se les ocurriría a ellos solos.
—¡Gracias, Sakura! —dijo ella tomando el ramo de rosas blancas. El largo lazo de satén que lo ceñía hacía juego con el color de su vestido.
Sonrió a la joven, sorprendiéndose una vez más ante la vena romántica que ésta desplegaba de tanto en tanto. Sakura le había llevado el desayuno a la cama esa mañana para que no viera a Minato antes de la ceremonia. Éste ya se había ido al juzgado y ellas irían juntas.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Sakura ladeando la cabeza levemente—. ¿No tienes dudas?
—Sakura, tengo un montón de dudas pero estoy todo lo segura que podría estar. La vida puede ser muy solitaria. Y ya no soy tan joven. Si no creo una familia pronto, se me pasará el momento —dijo Kushina mirándose en el espejo por última vez como asegurándose de lo que iba a hacer.
Apartó los recuerdos de Pein, de su última pelea y de lo que podría haber sido y levantó la barbilla.
—Estoy lista.
De camino a Sweetwater, Sakura no dejaba de hacer preguntas sobre Nueva York. Kushina no había visto jamás tan insaciable hambre de información. Se estaba repitiendo pero a Sakura no parecía importarle. Seguía mostrándose soñadora y esperanzada. Kushina se preguntaba si ella también se había mostrado tan idealista cuando era más joven.
Cuando llegaron al juzgado, Naruto estaba esperando en los escalones. Se acercó al coche cuando Kushina aparcó y le abrió la puerta. Vestido con traje gris oscuro y las botas perfectamente abrillantadas, estaba tremendamente guapo. Kushina miró a Sakura pero la joven estaba saliendo del coche sin ayuda, evitando en todo momento a Naruto.
La brisa le levantaba el sombrero y tuvo que agarrárselo con la mano.
—Hace viento —dijo.
—Creo que se está preparando una tormenta. Minato está dentro con el juez. Dijo que te esperaría allí —gruñó Naruto.
Kushina lo miró.
—Espero que no te moleste demasiado todo esto, Naruto. Seré la mejor esposa para él.
—No puedo hacer que cambiéis de opinión. Sólo espero que sepáis lo que estáis haciendo.
Kushina se sentía nerviosa, sensación que aumentaba ante las curiosas miradas de los transeúntes. Hizo un gesto con la cabeza a una mujer que la observaba sin disimulo y a continuación se dirigió hacia los escalones del juzgado.
Al poco estaba entrando en la sala y sintió que se mareaba un poco. Era la última oportunidad para cambiar de opinión. Vio a un hombre de cabello canoso a quien no conocía, indudablemente el juez. Azuma y Kakashi estaban presentes, ataviados con sus trajes de domingo, y una sonrisa en los labios.
Minato estaba de pie cerca de la ventana. Cuando se giró, sus rasgos familiares provocaron en Kushina una sensación de excitación en todo su cuerpo. En unos minutos, aquel hombre uniría su destino al de ella. Mentalmente dio el último adiós a Pein y marchó al encuentro con su futuro marido.
Las palabras del juez le resultaban familiares aunque parecían contener más significado al estar siendo dirigidas a ella personalmente. Cuando los declaró marido y mujer, Minato depositó un leve beso en sus labios. ¡Se habían casado!
Los vaqueros se acercaron a ellos para darles la enhorabuena y después salieron de la sala.
—Pensé que podríamos ir a comer a Silverado con Naruto y Sakura —dijo Minato tras dar las gracias al juez—. Luego volveremos al rancho. Kakashi y Azuma podrán ocuparse de todo hasta que lleguemos.
Habían hablado de hacer un viaje de luna de miel y los dos habían acordado que no era una buena idea. Minato no podía permitirse alejarse del trabajo y aquél no era exactamente el tipo de matrimonio que empezaba con una lujosa luna de miel.
Kushina miró a Naruto. Había permanecido en silencio junto a su padre durante la ceremonia y se preguntaba cómo se sentirían Sakura y él. Ella sabía que Naruto quería casarse con la chica. ¿Sabría ésta lo que estaba rechazando? La vida en Nueva York podía ser excitante y divertida pero también muy solitaria. Sakura iba a darle la espalda a un montón de cosas cuando se marchara.
—Me parece bien —dijo Kushina ante el silencio de todos.
—Sakura y yo os alcanzaremos —dijo Naurto extendiendo el brazo para tomar el de Sakura. Ésta pareció sorprendida y un tanto recelosa.
—Nos veremos allí entonces —dijo Minato.
Sakura miró a los recién casados, que se alejaban por el pasillo.
—¿Qué quieres, Naruto?
—Lo que he querido todo este tiempo, Sakura, pero estoy empezando a comprender que no siempre logramos lo que deseamos. O que tenemos que hacer cosas que no queremos para poder conseguirlo. Minato no quería casarse, pero lo ha hecho para conseguir su rancho. No sé si podría haber hecho algo así con una extraña. Voy a pedírtelo otra vez. ¿Quieres casarte conmigo?
Sakura se mordió el labio y sacudió la cabeza lentamente.
—No puedo.
Naurto asintió y le soltó el brazo.
—Imaginaba que dirías eso. Es la última vez que te lo voy a pedir. No quiero que mi hijo nazca de unos padres que no están casados, sé lo que es eso. Pero no puedo obligarte. Al niño no le faltará nada y quiero pasar tiempo con él. No quiero que crezca sin conocer a su padre.
Sakura desvió la mirada, el corazón en un puño. Ella no quería casarse, pero le daba miedo pensar que Naruto no fuera a pedírselo nunca más. Siempre había creído que él quería casarse con ella.
¿Qué habría ocurrido si se hubieran casado? ¿Se habría enfriado su amor rápidamente? Se alegraba de haber hecho planes. Tendría tanto éxito que Naruto le suplicaría que se casara con él.
No podía responder a sus palabras. Quería lo mejor para su hijo pero no se imaginaba llevándoselo a Nueva York. ¿Qué iba a hacer?
—Llegaremos tarde a comer —dijo Sakura echando a andar preguntándose por qué la vida tenía que ser tan difícil. Miró a Naruto pero trató de encontrar el valor. Su destino marchaba en otra dirección.
Naruto no quería vivir en una gran ciudad igual que ella no quería vivir en Wyoming. Él tenía su hogar en las extensas planicies, perseguía su propio sueño. Aun así, Sakura sentía mucho que ese sueño ya no la incluyera a ella.
Minato miró la hora y después hacia la calle.
—¿Dónde demonios estaban?
Kushina se dio cuenta de que se estaba impacientando pero no estaba segura de que se debiera enteramente al retraso de Naruto y Sakura. Debía de estar tan nervioso como ella. Habían dado un paso muy importante sin pensarlo demasiado. Kushina trataba de calmar sus dudas. Estaban casados. Para lo bueno y para lo malo. Se negó a darle vueltas al asunto. Respetaba a Minato. Tenían pensamientos lujuriosos cada vez que lo miraba. ¿No valía eso para empezar?
—¿Sabían que era este restaurante? —preguntó.
—El Silverado es el único lugar bonito para comer del pueblo —dijo él asintiendo con la cabeza.
Minato no la había mirado de verdad desde que llegara a la sala del juez, excepto justo antes de besarla.
El todoterreno de Kushina apareció a la vuelta de la esquina y Minato se relajó visiblemente. Cuando los chicos se unieron, les preguntó por qué se habían retrasado.
—Asuntos pendientes —murmuró Naruto—. Pero ya está todo arreglado.
Kushina miró a Sakura. La chica llevaba una sonrisa en los labios pero Kushina sabía que no estaba feliz.
La celebración resultó más bien sombría. La comida era excelente pero nadie parecía estar disfrutando de ella. Kushina notó que sus nervios aumentaban hasta convertirse en aprensión. Pasaría la tarde cambiando sus cosas a la habitación de Minato. Después cenarían y después... se irían a la cama.
El corazón empezó a latirle con fuerza al pensarlo. No estaba preparada. Era cierto que quería un matrimonio y una familia pero la realidad daba miedo.
—Se avecina una tormenta —dijo Naruto retirando el plato vacío—. Creo que voy a acercarme a la meseta a comprobar si la cabana de madera está en condiciones por si tuviéramos que ir allí. Llevaré latas de comida. Creo que hay heno para el caballo. Tal vez me acerque después a la casa de Ormsby para pasar allí la noche.
Minato asintió.
—Si Azuma ha arreglado ese último tramo de alambrada, creo que podremos aguantar. Hasta que ocurra algo más.
—O hasta que la lluvia lo arrastre todo —gruñó Naruto jugando con el tenedor mientras aventuraba una mirada a Sakura—. ¿Estás lista para irnos?
Ella sacudió la cabeza. Justo en ese momento, el camarero les llevó una pequeña tarta blanca que dejó con gran fioritura entre Minato y Kushina.
—¡Qué bonito! —dijo Kushina encantada, y al momento supo que había sido idea de Sakura—. ¿Cómo lo has hecho? —le preguntó con una sonrisa.
—Tengo mis contactos. No podías casarte sin tarta nupcial. Tenéis que cortarlo y pedir un deseo —dijo la chica igualmente sonriente.
—¿Pero eso no se hace cuando soplas las velas de una tarta de cumpleaños? —preguntó Minato.
—También se puede pedir un deseo delante de una tarta nupcial —dijo Sakura—. Vamos, cortadla. Cuando tomemos la tarta, me iré con Naruto. Pero no es necesario que vosotros os deis prisa en volver. Podéis dar una vuelta por el pueblo o algo así.
—Tengo que hacer cosas en el rancho —dijo Minato.
—¿El día de tu boda? —dijo Sakura claramente ofendida.
—Yo también tengo cosas que hacer —dijo Kushina decidida a comenzar con su nueva vida. Y ponerse del lado de su marido formaba parte de ello—. Ha sido una boda preciosa y esto también. Gracias, Sakura. Significa mucho para mí.
Kushina y Minato cortaron la tarta y la compartieron con algunos de los presentes en el restaurante. Recibieron felicitaciones y algunas personas fueron presentadas a Kushina. No pudo retener todos sus nombres pero se esforzó. Aquellas personas serían sus vecinos.
De camino a casa, Kushina intentó relajarse. El día había ido sorprendentemente bien. Ya se iría preocupando de las cosas según fueran llegando.
Minato se cambió de ropa y enseñó a Kushina dónde podía poner su ropa en el armario y la cómoda.
—Si necesitas algo más, dímelo. Puedo traer otra cómoda si necesitas más espacio —dijo Minato mirando a su alrededor como si viera la habitación por primera vez.
No era la habitación principal de la casa. Ésa había sido la de su abuela y él no quería dormir en ella. Minato observó la cama y se preguntó si Kushina estaría pensando lo mismo que él, que esa noche los dos dormirían juntos en esa cama.
O no dormirían. Puede que hicieran el amor. Se frotó la nuca mientras notaba cómo aumentaba la tensión. Sólo esperaba que Kushina no se comportara como una mártir victoriana, tumbada sobre la cama y pensando en Inglaterra.
Por primera vez desde que recordaba, el sexo lo estaba poniendo nervioso. Aquello no iba a ser sexo de una noche. Si las cosas no funcionaban, tendría que vivir con ello toda la vida.
—Está bien. Traeré las cosas y veré si necesito más espacio, aunque no creo. No he traído mucho. ¿Dónde puedo poner mi ordenador?
—¿Has traído un ordenador? ¿Para qué?
—Para estar en contacto con mis amigos, para empezar. Llevo todas mis cuentas ahí y pensé que podría ser útil aquí.
—¿Para qué?
—No lo sé. Siempre lo puedo usar para navegar por Internet. No tengo mucho que hacer aquí. Cada vez que me he ofrecido para ayudar en esta semana, me has dicho que no.
Era cierto. No era una ranchera. Habría tardado más tiempo en enseñarle que en hacerlo él mismo o pedirle a alguno de los hombres que lo hiciera. Además, cuando se quedara embarazada, no quería que se ocupara de tareas pesadas.
—Hay cosas que hacer en la casa.
—No tardamos mucho entre Sakura y yo.
—Ella no estará aquí mucho tiempo. No deja de decir que se irá cuando tenga el niño. Me gustaría saber de qué hablaron Naruto y ella antes de venir al restaurante —dijo Minato.
—De su marcha, probablemente. O tal vez le haya pedido otra vez que se case con él al vernos a nosotros. Yo podría ocuparme de algunas cosas en la casa.
La insinuación lo incomodó.
—No. Ya te lo dije el primer día.
—También es mi casa, Minato —dijo ella tratando de razonar—. No estoy hablando de hacer muchas cosas, sólo unas cortinas nuevas y pintar. ¿O acaso tenemos que mantener este sitio como lo tenía tu abuela?
La pregunta lo detuvo en seco. Él no quería tener nada como Tsunade. Estaba seguro de que unas cortinas y una capa de pintura no convertirían a Kushina en copropietaria en caso de que se divorciaran.
Miró a Kushina y se quedó sorprendido al ver la manera en que ella lo miraba a los ojos. No creía que hubiera motivos ocultos en su sugerencia. Simplemente quería adecentar aquel sitio. Hacerlo más hogareño. ¿Acaso no era lo que querían todas las mujeres?
—También es tu casa. Haz lo que creas necesario, dentro de lo razonable. Pero no toques el despacho.
Minato sintió la urgente necesidad de salir de la casa. Tan próximo a ella, al dulce aroma de su piel, se estaba volviendo loco.
Kushina asintió.
—Volveré para la cena —dijo Minato saliendo de la habitación, pero se detuvo en la puerta y se dio la vuelta. ¿Debería besarla ahora que estaban casados?
—Estoy bien. Disfruta de la tarde —dijo ella.
Minato salió hacia el establo, con un cosquilleo incómodo. Sabía que en condiciones normales, el novio no se iría a trabajar el día de su boda. Pero había muchas cosas que hacer y la tormenta que se avecinaba anunciaba ser la primera de muchas. El tiempo se le acababa. Dentro de poco, el invierno llegaría y no podían permitirse que los pillara por sorpresa.
Kushina se puso unos vaqueros y miró la habitación. Desde luego, no era la boda de sus sueños pero tendría que valer. Tomó un montón de ropa de su habitación y la llevó a la de Minato. La fue colgando en el armario y de paso estudió la ropa de Minato, tocando primero el traje que se había puesto esa mañana. Tenía poca ropa, un par de vaqueros, media docena de camisas. Ningún traje de diseño o ropa informal. Sólo prendas prácticas y duraderas.
Se alegraba de haberse deshecho de la mayoría de las prendas que usaba en Nueva York. Habrían estado totalmente fuera de lugar en Wyoming.
Hacia las cuatro terminó con la ropa. La habitación seguía llevando el sello de Minato pero pondría algunas cosas sobre la cómoda y cambiaría la ropa de cama. Encendería una vela de vainilla para cubrir el olor a ganado y heno. Algún día se acostumbraría, pero ese día aún no había llegado.
Kushina bajó a la cocina para ver si Sakura había empezado con la cena. Se sorprendió al encontrarse a la joven sentada a la mesa, junto a una taza de chocolate caliente, una mirada pensativa en el rostro.
—¿Ocurre algo? —preguntó Kushina.
Sakura sacudió la cabeza.
—¿Qué hay para cenar? ¿Quieres que empiece yo?
—Cenaremos filetes. Pensé que sería buena idea para la celebración. Meteré las patatas en el horno ' dentro de unos minutos. El resto había pensado dejárselo a Naruto —dijo Sakura, que se detuvo en seco y, por un momento, Kushina pensó que iba a echarse a llorar.
—Minato y él se ocuparon de hacer los filetes la última vez —dijo Sakura poniéndose en pie—. Pensé que no sería propio que Minato cocinara el día de su boda pero supongo que como Naruto no está, tendrá que hacer él los filetes. Naurto se ha ido hace una hora. Lo he visto salir a caballo.
—Supongo que pensaría que la celebración del mediodía ha sido suficiente —dijo Kushina —. ¿No dijo algo de ir a comprobar el estado de una cabana y que luego iría a casa de alguien?
—No sé si pensará volver algún día.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Kushina, sorprendida por el comentario de la chica. Ella pensaba que Naruto sólo estaría fuera esa noche.
—Me ha pedido que me case con él otra vez. Al rechazarlo, me dijo que no volvería a pedírmelo más veces. No es que me importe. Que le vaya bien. Siempre me estaba molestando con lo mismo. Tal vez así deje de hacerlo —dijo ella con tono desafiante aunque Kushina se preguntaba si...
—¿Entonces lo de la cabana ha sido sólo una excusa?
—Creo que sí. No sé si tiene intención de volver. Puede seguir con su vida. Siempre ha dicho que no tiene ningún lazo con las tierras de Tsunade Senju.
—Pero si Minato las hereda, se convertirían en las tierras de su padre y, al menos una parte, será suya algún día.
—¿Crees que Minato le dejará parte del rancho a Naruto? —preguntó Sakura.
—Por supuesto. ¿Por qué no habría de hacerlo? Naruto es su hijo. El hecho de que no supiera nada de su existencia hasta que éste cumplió quince años no significa que Minato no se preocupe por él —dijo Kushina según lo que el propio Minato le había dicho a ella, aunque dudaba mucho que se lo hubiera dicho alguna vez a Naruto. El chico seguía mostrándose irritado con la relación. Lo que tenían que hacer era sentarse y hablar de ello con calma.
—Yo me ocuparé de la cena. No deberías hacer nada el día de tu boda —dijo Sakura.
—No tengo nada que hacer. Lavaré las patatas. ¿Por qué no preparas unos cuantos panecillos de esos tuyos y me dejas que aprenda a hacerlos?
La cena tuvo el mismo carácter de poca celebración que la comida. Los hombres estaban cansados. En cuanto terminaron, Azuma y Kakashi se excusaron y se marcharon.
—Yo fregaré los platos. Insisto —dijo Sakura—. Y, Minato, ¡te aseguro que me dará un ataque de histeria si dices que irás a ocuparte de las cuentas en tu noche de bodas!
—Nada de cuentas esta noche —dijo él levantando la mano en son de paz—. ¿Quieres salir al porche? —preguntó a Kushina.
Esta asintió sorprendida y complacida. Hacía fresco pero se pusieron las chaquetas, igual que las noches anteriores. Poco a poco, iban hablando de las cosas. Tal vez esa noche podría contarle la verdadera razón por la que había huido de Nueva York.
Cuando salieron al porche, Kushina se detuvo.
—¡Está lloviendo! —dijo avanzando hasta el borde del porche para comprobar cómo las gotas humedecían la tierra.
El aroma de la tierra mojada llenaba el aire. Se giró en redondo y sonrió a Minato.
—¿No necesitáis la lluvia? —preguntó.
—Si se queda así, está bien. Pero cuando llueve con fuerza, se forman enormes riadas —dijo él avanzando hasta ella—. Al menos no nieva.
—Parece que hace más frío esta noche —dijo temblando ligeramente debajo de la chaqueta—. ¿Es por la humedad?
—Sí, pero la temperatura está bajando de todas formas. Mañana por la mañana, habrá nieve en los picos. ¿Tienes demasiado frío para quedarte fuera?
—Lo más probable es que no pueda quedarme mucho rato —dijo Kushina deseosa de que Minato se acercara más a ella y le ofreciera su calor.
El corazón le latía con fuerza. En unas horas más, se irían a la cama. Trató de respirar pero sentía cómo una oleada de pánico le recorría el cuerpo. ¡No estaba preparada! ¿Podía decirle cómo se sentía? Quería pedirle un poco más de tiempo, hasta que se conocieran mejor.
Era un pensamiento estúpido. Él necesitaba un heredero lo antes posible. No lo imaginaba esperando a que a ella le viniera bien.
—¿ Kushina? —Minato estaba a su lado. Ella alzó la vista lo justo para mirarlo a los ojos a la luz tenue que llegaba del interior de la casa.
—¿Qué?
Minato bajó la cabeza y la besó suavemente. Separándose un poco de ella, le rozó el labio inferior con el pulgar.
—Tenemos que resolver el asunto de la «primera vez».
—Igual que hicimos con el primer beso —dijo ella, con el corazón desbocado.
—Algo así —dijo él acariciándole el pelo. A continuación la tomó en sus brazos y la besó de nuevo. Pero aquél no fue como los besos anteriores. En esa ocasión, era el beso de un hombre que quería seducir.
Kushina saboreó las deliciosas sensaciones que la recorrían. Abrió la boca y pegó su cuerpo al de él. Se había olvidado del frío y de la lluvia. La única realidad era Minato y cómo la estaba besando.
Éste comenzó a meter la mano entre la chaqueta hasta que encontró sus pechos. El calor y el deseo aumentaron en ella. Kushina ladeó la cabeza dejando que Minato la besara en el cuello, allí dónde latía su pulso acelerado.
—Vamos dentro —susurró él.
—Sí —dijo ella. Si aquélla era su idea de resolver el asunto de su primera vez juntos, tenía su aprobación.
Minato rompió el abrazo, reticente a separarse de ella la breve distancia que había hasta su habitación.
Kushina se giró para entrar en la casa cuando oyó que alguien llamaba a Minato. Azuma apareció de pronto.
—Minato, el caballo de Naruto ha regresado sin su jinete.
Continuara…
saku_uzumaki- Novato
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en mi casa
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Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Disculpa por no leer el cap 4, pero ya me leí el 4 y el 5 :3
Estuvieron geniales
Pero en el cap 4 encontré esto:
Tienes que tener cuidado con eso, tienes que colocar bien los nombres de los personajes jeje
Y pues me sorprende que naruto se fuera ido, ojala este bien
Espero la conti con ansias jeje
Estuvieron geniales
Pero en el cap 4 encontré esto:
—¿Has dormido bien? —preguntó Minato cuando Brianna se acercó a la mesa
~~~~
—Ven al estudio y te lo enseñaré. Elsa me dijo que tenía talento.
Tienes que tener cuidado con eso, tienes que colocar bien los nombres de los personajes jeje
Y pues me sorprende que naruto se fuera ido, ojala este bien
Espero la conti con ansias jeje
Capitulo 6 2/02/13 [C]
Gracias a los que dedican unos minutos de su día para leer esta historia, en el capitulo de hoy abra unos sucesos muy interesantes.
Capitulo 6
Cuándo? —preguntó Minato—. ¿Qué ha ocurrido?
—No sabemos cuándo. Azuma oyó algo y echamos a suertes ir a ver quién salía a comprobarlo. Perdí yo. Encontré el caballo de Naruto golpeando la puerta del corral. Está empapado, así es que debe de llevar bajo la lluvia un buen rato. Lo he atado pero ni siquiera le he quitado la silla. Vine directamente a avisarte.
—Vamos —dijo Minato bajando los escalones del porche dirigiéndose hacia el establo a la carrera mientras Kushina los seguía lo más rápidamente posible.
—¿Puede haberse caído? —preguntó Kushina cuando llegó hasta Minato y el caballo.
—Eso o no ató al caballo y algo lo asustó. Los caballos suelen dirigirse a casa cuando están atemorizados —contestó Minato. El animal permanecía dócilmente bajo la lluvia, la silla reluciente por la humedad, la cabeza colgando.
Minato le hablaba mientras le acariciaba el lomo. Se detuvo al tocarle una pata.
—Tiene un rasguño feo aquí. Debe de haberse caído. Puede que hiciera caer a Naruto si éste no iba prestando atención.
—¿Crees que podremos encontrarlo esta noche?
—Desde luego voy a intentarlo. Si está herido, el mal tiempo que hace no lo ayudará. Aunque puede que estuviera cerca de la cabaña y esté a cubierto.
Kushina no dijo nada pero hasta una urbanita como ella sabía los riesgos que tenía la exposición a los elementos en una noche así.
—¿Qué puedo hacer?
—Trae mantas, un termo de café caliente y uno de sopa si la puedes preparar rápido. Voy a ensillar mi caballo, a buscar prendas de lluvia y saldré a buscarlo. Iba a la planicie, así que, con un poco de suerte, lo encontraré.
Minato desató las riendas y condujo al caballo al establo. Se detuvo entonces y la llamó.
—Llama a Shika para asegurarte de que Naruto no está allí. El número está en la libreta de direcciones, junto al teléfono.
Kushina asintió y se dirigió a la casa. La calidez de la cocina contrastaba fuertemente con el frío exterior. Esperaba que Naruto no estuviera herido. Se estaría congelando.
Corrió a preparar café y mientras se hacía, vació una lata de sopa en un cazo. Agradeció haber aprendido a utilizar la vieja cocina.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Sakura entrando en la cocina.
—Puede que Naruto tenga problemas. Minato y los hombres van a salir a buscarlo. ¿Puedes decirme dónde están los termos? Minato quiere llevarle alimentos calientes. Ah, y tengo que llamar a Shika para asegurarme de que no está allí.
—¿Qué quieres decir con problemas? Iba a la cabaña y después a casa de Shika —dijo Sakura con la voz tensa por el miedo.
—Su caballo ha regresado solo y con una herida en la pata. Minato teme que Naruto esté herido.
—Iré a llamar a los Shika. Los termos están en el armario sobre el frigorífico —dijo Sakura sollozando.
Parecía que el café tardaba horas en subir. Llenó tres termos de agua caliente mientras esperaba para llenarlos de café y sopa.
Minato entró en la cocina, los hombros mojados, el pelo reluciente por el agua.
—Casi he terminado —dijo Kushina.
—No está en casa de los Shika —añadió Sakura—. Cari dice que hace semanas que no lo ve. Minato, no le habrá pasado nada, ¿verdad?
—Probablemente venga de camino, maldiciendo a su caballo —dijo Minato—. Llevaremos un tercer caballo para él. Necesito mi impermeable y mi móvil.
En unos minutos, Minato estaba listo, los termos bajo el brazo. Kushina y Sakura permanecieron en el porche trasero observando a Kakashi y Azuma, y atado al caballo de éste, un tercer animal. Azuma se quedaría en casa por si Minato necesitaba más ayuda después.
—No le pasará nada. Naruto sabe valerse ahí fuera, en las praderas —dijo Sakura mirando mucho después de que los hombres hubieran desaparecido de la vista.
Kushina la hizo entrar en la casa.
—No le pasará nada y mucho menos cuando su padre lo encuentre. Vamos dentro o pillarás una pulmonía.
—Yo sólo... no puedo creer que pueda ocurrirle algo —dijo Sakura mirando por encima del hombro con preocupación.
—Ya sabes que Minato hará todo lo posible por Naruto. Nos estamos preocupando por nada.
Aguardaron en la cocina durante horas. Finalmente, Kushina consiguió convencerla para que se fuera a la cama con la promesa de despertarla si se enteraba de algo.
Kushina subió a la habitación de Naruto y dobló la cama para hacer algo. Puso una tetera a hervir para hacerse un té mientras esperaba.
En un momento, se puso la chaqueta sobre los hombros y salió a los barracones donde dormían los vaqueros. La lluvia había arreciado. Azuma estaba despierto, viendo una vieja película en la tele. Levantó la vista al verla entrar.
—¿Han vuelto ya?
—No, sólo quería saber si puedo hacer algo más. La espera es dura.
—No hay nada que podamos hacer. Si necesitan la camioneta, saldré yo, pero Minato no ha llamado.
—¿Quieres café o algo?
—No, muchas gracias. Tengo aquí un poco pero estoy harto de tanto café.
Kushina regresó a la casa mirando en la dirección en que Minato y Kakashi habían desaparecido, con la esperanza de oír algo; pero lo único que alcanzaba sus oídos era la lluvia golpeando el alero de la casa.
Hacia las dos, Kushina estaba tan cansada que reposó la cabeza en la mesa de la cocina. Vaya una noche de bodas. ¿Quién habría esperado que la pasaría sola, preocupada por su hijastro? Cerró los ojos y...
—¿ Kushina?
Abrió los ojos y se incorporó lentamente. Estaba rígida. Minato estaba a su lado, con el impermeable chorreando sobre el suelo.
—¿Y Naruto?
—Lo hemos encontrado. Kakashi está preparando la camioneta. Voy a llevarlo al hospital. Creo que se pondrá bien. Cayó al suelo cuando el caballo tropezó con unas rocas. Se quedó inconsciente un rato. Creo que se ha roto un brazo también pero él dice que no. Vete a la cama. Estamos bien, o lo estaremos tan pronto como lo llevemos al hospital.
—Puedo ir con vosotros —dijo.
—No es necesario. Vete a la cama. Yo volveré lo antes posible.
—Conduce con cuidado, las carreteras están mojadas.
Él la miró divertido.
—Sí, señora.
—Estaré preocupada.
—Eso es una novedad. De todas formas, recorrer estas tierras a caballo por la noche es más peligroso que las carreteras del condado —dijo él inclinándose sobre ella para darle un beso. Tenía los labios fríos. Kushina deseó que se detuviera lo suficiente para poder calentarlo pero parpadeó rápidamente al darse cuenta de que se había ido. Se levantó entonces a apagar la tetera, y subió a la cama.
Cuando Kushina se despertó un rato más tarde, no estaba sola. A su lado estaba Minato, dormido. Tenía la cara medio enterrada en la almohada, y un brazo alrededor de su cintura que le impedía moverse. La parte que podía ver parecía más relajada que nunca pero seguía teniendo ese aire salvaje que tan atractivo le parecía. Necesitaba un corte de pelo, que parecía revuelto y asilvestrado como el de un niño aunque no parecía importarle.
De pronto, abrió los ojos.
—¿Y Naruto? —preguntó Kushina, girándose y notando el calor de él bajo las mantas. Su primer despertar juntos. Hablando de cosas en la cama. Se le antojaba surrealista.
—Tiene una leve conmoción, un brazo roto, un hombro dislocado y magulladuras en las costillas y la cadera. Pero se pondrá bien.
—Claro, puede que ahora mismo esté fuera, cabalgando por la pradera.
—¡ Será mejor que no!
—¿A qué hora regresaste?
—Hace un par de horas.
—¿Qué hora es? —dijo ella mirando a su alrededor en busca de un reloj, pero no encontró ninguno. Minato le ciñó la cintura con más fuerza.
—La primera vez que te vi la semana pasada, pensé que estabas demasiado delgada —dijo recorriéndole las costillas con un dedo—. Tienes que engordar un poco, especialmente ahora que llega el invierno —dijo él reposando el pulgar junto a su pecho.
Kushina contuvo el aliento y lo miró a los ojos.
—Con suerte, en unos pocos meses estaré más gorda de lo que cualquiera de los dos hubiera podido imaginar.
—Con suerte —dijo él besándola y recorriéndole el cuerpo con una mano hasta encontrar el dobladillo de su camisón, bajo el cual introdujo la mano. Cuando Kushina notó el contacto de su palma contra su pierna desnuda, notó una sacudida.
Trató de relajarse pero la sangre le recorría las venas a toda velocidad. Minato sabía hacer magia con la boca. La atracción que se había convertido en deseo el primer día que lo vio aumentó y llenó cada recoveco de su cuerpo. Aquello le parecía de lo más adecuado, como si hubiera estado esperando toda su vida a aquel hombre...
Kushina pensó medio adormilada tras hacer el amor que aquello era una pura delicia. La sensación de aletargamiento, el calor... No había sido la noche de bodas que había imaginado pero el matrimonio había sido consumado sin duda.
—¿Estás bien? —preguntó Minato.
Kushina asintió. Quería decir algo pero no estaba segura de qué. ¿Tal vez algún comentario sobre ese nuevo estado? No había habido palabras de amor, de compromiso. Tampoco las había esperado.
—Bien —dijo él tumbado a su lado, abrazándola con fuerza mientras tiraba de la manta y la sábana para cubrir a ambos. Kushina se hizo un ovillo junto a él, sintiéndose segura y querida. Pensó que así comenzaba un matrimonio y se fue quedando dormida.
Cuando se despertó, Minato ya no estaba a su lado. Extendió la mano hacia su almohada y notó que aún estaba caliente. No debía de llevar mucho tiempo levantado. Decidió que también ella tenía que levantarse. No sabía qué hora era.
Recogió sus cosas y fue al cuarto de baño pero encontró la puerta cerrada. Oía la ducha y se preguntó si sería Minato quien estaría dentro. Pensó en abrir la puerta y ducharse con él pero no tuvo valor.
Unos minutos después volvió a la habitación y pareció sorprenderse de encontrarla despierta, sentada en la cama.
—¿Qué hora es? —preguntó Kushina —. Tenemos que comprar un reloj para la mesilla.
—Más de la una. Quiero hacer algunas cosas antes de que se haga más tarde.
—¿La una de la tarde? —dijo ella levantándose de un salto—. Santo Dios, pero si hemos dormido todo el día.
—Por eso tengo que irme.
—Sigue lloviendo.
—El trabajo de un ranchero no se detiene por la lluvia —dijo él.
—¿Cómo está Naruto?
—He ido a verlo antes de ducharme. Seguía durmiendo. El médico le dio unos calmantes y unos antibióticos. Lo mejor que puede hacer ahora es dormir.
—¿Quieres que te haga algo para comer? —preguntó Kushina un poco avergonzada bajo el camisón que se había puesto a toda prisa antes de ir al baño. Minato estaba completamente vestido. Era una sensación más íntima de lo que había imaginado, compartir la habitación con un marido, tener una conversación sin importancia como si llevaran años haciéndolo.
—Tomaré algo cuando pase por la cocina. Te veré a la hora de la cena —dijo él acercándose a la puerta un tanto dubitativo y finalmente, salió.
Kushina deseó que Minato hubiera dicho algo para calmar la tensión del ambiente; o tal vez debería haberlo dicho ella, ¿pero qué?
Para cuando la cena estuvo preparada, Kushina se había convencido de que se sentía cómoda con el cambio de estado. Sakura le había pasado a ella la decisión de lo que se hacía para cenar, pero cuando los hombres entraron en la cocina, Kushina se sintió rara.
Naruto había pasado casi todo el día en su habitación, por eso la sorprendió verlo en la mesa. Llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo y andaba con más cuidado de lo habitual.
—¿Necesitas algo, Naruto? —preguntó Sakura en voz baja.
—Nada especial. Cenaré lo mismo que los demás.
Enseguida se dieron cuenta de que necesitaría ayuda para cortar el filete y cuando Sakura se inclinó para hacerlo, Naruto pidió a Minato que lo hiciera él.
—Me siento como un maldito crío de dos años —gruñó. Tenía un moratón en la frente con bastante mal aspecto. Kushina se preguntó si debería haberse levantado, pero tras ese comentario decidió no decir nada. Después de todo, era un hombre.
—Dinos qué te ocurrió —dijo Azuma cuando todos empezaron a comer.
—Ese caballo estúpido de Kyuubi se asustó por algo. No lo vi. Resbaló y salí disparado como un torpe novato.
Kushina pensó que debería dar las gracias por no haberse hecho nada peor. Cuando miró a Minato, vio que éste estaba preocupado pero no decía nada y ella hizo lo mismo. Tenía que acostumbrarse a muchas cosas.
Tras la cena, Minato dijo que se iba a mirar las cuentas. Naruto lo acompañó. Sakura y Kushina se quedaron a solas en la cocina fregando los platos.
—Espero que se ponga bien pero es tan testarudo que nunca le diría a nadie que no se encontraba bien —dijo Sakura metiendo las manos en el agua jabonosa.
—¿Naruto?
—Por supuesto. Los hombres tienen que mostrarse viriles con ciertas cosas. Eso de ser estoicos...
—He oído que los hombres suelen ser malos pacientes. Confío en que Minato le haya preguntado al médico. Se pondrá bien.
Sakura asintió y Kushina contempló, asombrada, cómo los ojos de la joven se llenaban de lágrimas.
—¿Estás bien?
—Son las hormonas —dijo Sakura asintiendo con una sonrisa—. No hay motivo para no estarlo.
—Tuve miedo —dijo Kushina.
—Cosas como ésa ocurren a menudo en un rancho. ¿Por qué no—? —se detuvo en seco—. No importa. ¡No veo el momento de irme de aquí!
—Eso será pronto —murmuró Kushina.
—¿Le has hablado a tus amigos de mí? —preguntó Sakura.
Kushina asintió.
—¿Crees que no les importará enseñarme cómo funcionan las cosas en Nueva York? Espero poder vender algunos de mis cuadros pronto para tener un poco de dinero. Tal vez puedan decirme dónde encontrar un apartamento.
—Estarán encantados de enseñarte la ciudad y presentarte a otros amigos. Podrás contarles mi aventura en Wyoming.
—Pero no diré que pienso que estás loca —dijo Sakura sonriendo.
—Pensaron que me había vuelto loca cuando dije que venía a Wyoming. Tu opinión sólo los convencería de que tenían razón —dijo Kushina con una sonrisa.
—¿Puedo decirles que estás felizmente casada? —preguntó Sakura mirando de reojo a Kushina.
Ésta notó que se sonrojaba al recordar el sexo que había compartido con Minato por la mañana. Estaba casada. Y feliz o, al menos, bastante contenta.
—Absolutamente —dijo ella no muy segura de que sus amigos fueran a creerla; necesitaría mucho para convencerlos de que había tomado la decisión correcta.
Sakura fue a su habitación cuando terminaron en la cocina. Kushina se dirigió al despacho. Naruto estaba sentado frente a su padre, las piernas estiradas. Minato estaba detrás del escritorio, con un montón de papeles delante. Levantó la vista al verla en la puerta.
—¿Necesitas algo?
—En realidad no. Sólo he venido para ver qué estabas haciendo. ¿Interrumpo?
—No —dijo Naruto levantándose—. Vosotros dos probablemente queráis estar solos. Me iba a la cama ya, de todas formas. Una noche más de sueño y estaré listo para trabajar mañana por la mañana.
—Tómate unos días de descanso —aconsejó Minato.
—Me volvería loco sentado todo el día. Tendré cuidado y no utilizaré la mano izquierda. No necesito enfermera —dijo el chico saliendo del despacho evitando así todo tipo de discusión.
—Es la prueba de lo que siempre he oído decir. Los hombres sois unos pésimos pacientes —dijo ella atravesando la habitación hacia el escritorio—. ¿Todo eso son facturas?
—Facturas, impresos de impuestos y requisitos gubernamentales para los rancheros. Odio el papeleo.
—Supongo que es parte necesaria de todo negocio —dijo ella.
Minato asintió con la cabeza.
Kushina se apoyó en el borde del escritorio y lo miró.
—Si trabajas fuera todo el día y te pasas aquí las tardes, ¿cuándo tienes tiempo para otras cosas?
—¿Como qué?
—Visitar a los amigos, ir al cine, ver la tele o dedicarte a cualquier otro hobby.
—Cuando saque este lugar de la ruina quedará tiempo para todo eso.
—Podría ayudarte.
—¿Cómo?
—Haciendo todo esto —dijo ella señalando con un gesto de la mano los papeles desperdigados por la mesa.
—Puedo arreglármelas.
—Deberías poder hacerlo ya como un autómata.
—Cuando le pille el tranquillo.
—Yo estoy acostumbrada a los ordenadores. He hecho muchos análisis de costes para los proyectos que dirigía y muchas proyecciones de aumento de beneficio. No soy contable pero entiendo lo que es beneficio y lo que es pérdida y podría ayudarte con las cuentas. Además, me he traído mi portátil. Si me explicas qué hacer con los formularios, podría ocuparme de ellos también. Podría hacerlo por el día para que tuviéramos tiempo libre por la noche.
—Nada de eso —dijo Minato categóricamente.
—¿Por qué?
—No te he hecho venir para que te ocupes de las cuentas.
—No, me has hecho venir para que sea un ama de cría.
—No es así exactamente —dijo él un poco avergonzado.
—Es eso exactamente. Bien, pues déjame decirte, Minato Namikaze, que no voy a quedarme aquí sentada sin hacer nada durante nueve meses aunque me quede embarazada hoy mismo. Si no dejas que te ayude aquí, encontraré un trabajo en el pueblo o abriré mi propio negocio. Si no lo hago, me volveré loca y ¿qué clase de madre seré entonces para tu precioso heredero?
—Pensé que querías ocuparte de la casa —dijo él.
—Dentro de lo razonable. Sin embargo, aunque pase una semana entera ocupándome de cada habitación, ¿cuánto tardaría, un par de meses?
—Si querías trabajar tanto, deberías haberte quedado en Nueva York.
—No podía.
Se detuvo en seco y Minato la miró entonces con suspicacia.
—¿No podías?
—No podía si quería encontrar a alguien con quien casarme y tener hijos —se apresuró a decir ella con la esperanza de que Minato no hiciera más preguntas—. Y de todas formas, ahora estoy casada contigo. La cuestión no es mi trabajo en Nueva York, sino mi trabajo aquí. ¡No esperarás que me quede sentada sin hacer nada todo el día!
Minato se reclinó en el sillón y se pasó la mano por la cara.
—No, supongo que no. Pero no me gusta nada la idea de cargarte con el papeleo.
—No me importa. Sólo porque no te guste hacerlo a ti no significa que a los demás tampoco les guste. Si no te parece bien cómo lo hago, lo dejaré y podrás volver a hacerlo tú, pero de verdad creo que te gustará que lo haga —dijo ella hablando sin parar con la esperanza de que olvidara el desliz que había tenido antes.
—Lo intentaremos un mes —dijo él lentamente—. Hay un programa que utilizaba en Texas perfecto para las operaciones que se llevan a cabo en un rancho.
—Dime el nombre y lo conseguiré. Empezaré a trabajar en cuanto lo cargue en el ordenador.
—Al final del mes, lo revisaré todo y comprobaremos los avances —dijo él tras darle el nombre.
—De acuerdo. ¿Quieres empezar a explicarme las cosas ahora mismo?
Minato sacudió la cabeza al tiempo que se levantaba.
—Lo que quiero hacer ahora mismo es llevarte a la cama. Anoche no tuvimos nuestra noche de bodas.
—Hemos tenido la mañana después —dijo ella sintiendo cómo aumentaba la tensión sexual. Cuando Minato se acercó a ella, tuvo que contenerse para no tomarlo de la mano y salir corriendo hacia el dormitorio. Había tenido otros amantes en su vida, no muchos, pero nunca había sentido nada parecido con ninguno de ellos.
Minato le tomó el rostro entre sus manos callosas y lo levantó para mirar sus ojos, su piel.
—Sí, es verdad. Pero quiero pasar una larga noche a oscuras, los dos solos, sin interrupciones, sólo tú y yo.
Kushina lo tomó por las muñecas y palpó el punto en el que latía el pulso. Iba tan rápido como el suyo.
—Pues vamos a la cama, señor Namikaze.
—Pensé que nunca me lo pedirías, señora Namikaze —bajó la cabeza y la besó.
Continuara…
Capitulo 6
Cuándo? —preguntó Minato—. ¿Qué ha ocurrido?
—No sabemos cuándo. Azuma oyó algo y echamos a suertes ir a ver quién salía a comprobarlo. Perdí yo. Encontré el caballo de Naruto golpeando la puerta del corral. Está empapado, así es que debe de llevar bajo la lluvia un buen rato. Lo he atado pero ni siquiera le he quitado la silla. Vine directamente a avisarte.
—Vamos —dijo Minato bajando los escalones del porche dirigiéndose hacia el establo a la carrera mientras Kushina los seguía lo más rápidamente posible.
—¿Puede haberse caído? —preguntó Kushina cuando llegó hasta Minato y el caballo.
—Eso o no ató al caballo y algo lo asustó. Los caballos suelen dirigirse a casa cuando están atemorizados —contestó Minato. El animal permanecía dócilmente bajo la lluvia, la silla reluciente por la humedad, la cabeza colgando.
Minato le hablaba mientras le acariciaba el lomo. Se detuvo al tocarle una pata.
—Tiene un rasguño feo aquí. Debe de haberse caído. Puede que hiciera caer a Naruto si éste no iba prestando atención.
—¿Crees que podremos encontrarlo esta noche?
—Desde luego voy a intentarlo. Si está herido, el mal tiempo que hace no lo ayudará. Aunque puede que estuviera cerca de la cabaña y esté a cubierto.
Kushina no dijo nada pero hasta una urbanita como ella sabía los riesgos que tenía la exposición a los elementos en una noche así.
—¿Qué puedo hacer?
—Trae mantas, un termo de café caliente y uno de sopa si la puedes preparar rápido. Voy a ensillar mi caballo, a buscar prendas de lluvia y saldré a buscarlo. Iba a la planicie, así que, con un poco de suerte, lo encontraré.
Minato desató las riendas y condujo al caballo al establo. Se detuvo entonces y la llamó.
—Llama a Shika para asegurarte de que Naruto no está allí. El número está en la libreta de direcciones, junto al teléfono.
Kushina asintió y se dirigió a la casa. La calidez de la cocina contrastaba fuertemente con el frío exterior. Esperaba que Naruto no estuviera herido. Se estaría congelando.
Corrió a preparar café y mientras se hacía, vació una lata de sopa en un cazo. Agradeció haber aprendido a utilizar la vieja cocina.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Sakura entrando en la cocina.
—Puede que Naruto tenga problemas. Minato y los hombres van a salir a buscarlo. ¿Puedes decirme dónde están los termos? Minato quiere llevarle alimentos calientes. Ah, y tengo que llamar a Shika para asegurarme de que no está allí.
—¿Qué quieres decir con problemas? Iba a la cabaña y después a casa de Shika —dijo Sakura con la voz tensa por el miedo.
—Su caballo ha regresado solo y con una herida en la pata. Minato teme que Naruto esté herido.
—Iré a llamar a los Shika. Los termos están en el armario sobre el frigorífico —dijo Sakura sollozando.
Parecía que el café tardaba horas en subir. Llenó tres termos de agua caliente mientras esperaba para llenarlos de café y sopa.
Minato entró en la cocina, los hombros mojados, el pelo reluciente por el agua.
—Casi he terminado —dijo Kushina.
—No está en casa de los Shika —añadió Sakura—. Cari dice que hace semanas que no lo ve. Minato, no le habrá pasado nada, ¿verdad?
—Probablemente venga de camino, maldiciendo a su caballo —dijo Minato—. Llevaremos un tercer caballo para él. Necesito mi impermeable y mi móvil.
En unos minutos, Minato estaba listo, los termos bajo el brazo. Kushina y Sakura permanecieron en el porche trasero observando a Kakashi y Azuma, y atado al caballo de éste, un tercer animal. Azuma se quedaría en casa por si Minato necesitaba más ayuda después.
—No le pasará nada. Naruto sabe valerse ahí fuera, en las praderas —dijo Sakura mirando mucho después de que los hombres hubieran desaparecido de la vista.
Kushina la hizo entrar en la casa.
—No le pasará nada y mucho menos cuando su padre lo encuentre. Vamos dentro o pillarás una pulmonía.
—Yo sólo... no puedo creer que pueda ocurrirle algo —dijo Sakura mirando por encima del hombro con preocupación.
—Ya sabes que Minato hará todo lo posible por Naruto. Nos estamos preocupando por nada.
Aguardaron en la cocina durante horas. Finalmente, Kushina consiguió convencerla para que se fuera a la cama con la promesa de despertarla si se enteraba de algo.
Kushina subió a la habitación de Naruto y dobló la cama para hacer algo. Puso una tetera a hervir para hacerse un té mientras esperaba.
En un momento, se puso la chaqueta sobre los hombros y salió a los barracones donde dormían los vaqueros. La lluvia había arreciado. Azuma estaba despierto, viendo una vieja película en la tele. Levantó la vista al verla entrar.
—¿Han vuelto ya?
—No, sólo quería saber si puedo hacer algo más. La espera es dura.
—No hay nada que podamos hacer. Si necesitan la camioneta, saldré yo, pero Minato no ha llamado.
—¿Quieres café o algo?
—No, muchas gracias. Tengo aquí un poco pero estoy harto de tanto café.
Kushina regresó a la casa mirando en la dirección en que Minato y Kakashi habían desaparecido, con la esperanza de oír algo; pero lo único que alcanzaba sus oídos era la lluvia golpeando el alero de la casa.
Hacia las dos, Kushina estaba tan cansada que reposó la cabeza en la mesa de la cocina. Vaya una noche de bodas. ¿Quién habría esperado que la pasaría sola, preocupada por su hijastro? Cerró los ojos y...
—¿ Kushina?
Abrió los ojos y se incorporó lentamente. Estaba rígida. Minato estaba a su lado, con el impermeable chorreando sobre el suelo.
—¿Y Naruto?
—Lo hemos encontrado. Kakashi está preparando la camioneta. Voy a llevarlo al hospital. Creo que se pondrá bien. Cayó al suelo cuando el caballo tropezó con unas rocas. Se quedó inconsciente un rato. Creo que se ha roto un brazo también pero él dice que no. Vete a la cama. Estamos bien, o lo estaremos tan pronto como lo llevemos al hospital.
—Puedo ir con vosotros —dijo.
—No es necesario. Vete a la cama. Yo volveré lo antes posible.
—Conduce con cuidado, las carreteras están mojadas.
Él la miró divertido.
—Sí, señora.
—Estaré preocupada.
—Eso es una novedad. De todas formas, recorrer estas tierras a caballo por la noche es más peligroso que las carreteras del condado —dijo él inclinándose sobre ella para darle un beso. Tenía los labios fríos. Kushina deseó que se detuviera lo suficiente para poder calentarlo pero parpadeó rápidamente al darse cuenta de que se había ido. Se levantó entonces a apagar la tetera, y subió a la cama.
Cuando Kushina se despertó un rato más tarde, no estaba sola. A su lado estaba Minato, dormido. Tenía la cara medio enterrada en la almohada, y un brazo alrededor de su cintura que le impedía moverse. La parte que podía ver parecía más relajada que nunca pero seguía teniendo ese aire salvaje que tan atractivo le parecía. Necesitaba un corte de pelo, que parecía revuelto y asilvestrado como el de un niño aunque no parecía importarle.
De pronto, abrió los ojos.
—¿Y Naruto? —preguntó Kushina, girándose y notando el calor de él bajo las mantas. Su primer despertar juntos. Hablando de cosas en la cama. Se le antojaba surrealista.
—Tiene una leve conmoción, un brazo roto, un hombro dislocado y magulladuras en las costillas y la cadera. Pero se pondrá bien.
—Claro, puede que ahora mismo esté fuera, cabalgando por la pradera.
—¡ Será mejor que no!
—¿A qué hora regresaste?
—Hace un par de horas.
—¿Qué hora es? —dijo ella mirando a su alrededor en busca de un reloj, pero no encontró ninguno. Minato le ciñó la cintura con más fuerza.
—La primera vez que te vi la semana pasada, pensé que estabas demasiado delgada —dijo recorriéndole las costillas con un dedo—. Tienes que engordar un poco, especialmente ahora que llega el invierno —dijo él reposando el pulgar junto a su pecho.
Kushina contuvo el aliento y lo miró a los ojos.
—Con suerte, en unos pocos meses estaré más gorda de lo que cualquiera de los dos hubiera podido imaginar.
—Con suerte —dijo él besándola y recorriéndole el cuerpo con una mano hasta encontrar el dobladillo de su camisón, bajo el cual introdujo la mano. Cuando Kushina notó el contacto de su palma contra su pierna desnuda, notó una sacudida.
Trató de relajarse pero la sangre le recorría las venas a toda velocidad. Minato sabía hacer magia con la boca. La atracción que se había convertido en deseo el primer día que lo vio aumentó y llenó cada recoveco de su cuerpo. Aquello le parecía de lo más adecuado, como si hubiera estado esperando toda su vida a aquel hombre...
Kushina pensó medio adormilada tras hacer el amor que aquello era una pura delicia. La sensación de aletargamiento, el calor... No había sido la noche de bodas que había imaginado pero el matrimonio había sido consumado sin duda.
—¿Estás bien? —preguntó Minato.
Kushina asintió. Quería decir algo pero no estaba segura de qué. ¿Tal vez algún comentario sobre ese nuevo estado? No había habido palabras de amor, de compromiso. Tampoco las había esperado.
—Bien —dijo él tumbado a su lado, abrazándola con fuerza mientras tiraba de la manta y la sábana para cubrir a ambos. Kushina se hizo un ovillo junto a él, sintiéndose segura y querida. Pensó que así comenzaba un matrimonio y se fue quedando dormida.
Cuando se despertó, Minato ya no estaba a su lado. Extendió la mano hacia su almohada y notó que aún estaba caliente. No debía de llevar mucho tiempo levantado. Decidió que también ella tenía que levantarse. No sabía qué hora era.
Recogió sus cosas y fue al cuarto de baño pero encontró la puerta cerrada. Oía la ducha y se preguntó si sería Minato quien estaría dentro. Pensó en abrir la puerta y ducharse con él pero no tuvo valor.
Unos minutos después volvió a la habitación y pareció sorprenderse de encontrarla despierta, sentada en la cama.
—¿Qué hora es? —preguntó Kushina —. Tenemos que comprar un reloj para la mesilla.
—Más de la una. Quiero hacer algunas cosas antes de que se haga más tarde.
—¿La una de la tarde? —dijo ella levantándose de un salto—. Santo Dios, pero si hemos dormido todo el día.
—Por eso tengo que irme.
—Sigue lloviendo.
—El trabajo de un ranchero no se detiene por la lluvia —dijo él.
—¿Cómo está Naruto?
—He ido a verlo antes de ducharme. Seguía durmiendo. El médico le dio unos calmantes y unos antibióticos. Lo mejor que puede hacer ahora es dormir.
—¿Quieres que te haga algo para comer? —preguntó Kushina un poco avergonzada bajo el camisón que se había puesto a toda prisa antes de ir al baño. Minato estaba completamente vestido. Era una sensación más íntima de lo que había imaginado, compartir la habitación con un marido, tener una conversación sin importancia como si llevaran años haciéndolo.
—Tomaré algo cuando pase por la cocina. Te veré a la hora de la cena —dijo él acercándose a la puerta un tanto dubitativo y finalmente, salió.
Kushina deseó que Minato hubiera dicho algo para calmar la tensión del ambiente; o tal vez debería haberlo dicho ella, ¿pero qué?
Para cuando la cena estuvo preparada, Kushina se había convencido de que se sentía cómoda con el cambio de estado. Sakura le había pasado a ella la decisión de lo que se hacía para cenar, pero cuando los hombres entraron en la cocina, Kushina se sintió rara.
Naruto había pasado casi todo el día en su habitación, por eso la sorprendió verlo en la mesa. Llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo y andaba con más cuidado de lo habitual.
—¿Necesitas algo, Naruto? —preguntó Sakura en voz baja.
—Nada especial. Cenaré lo mismo que los demás.
Enseguida se dieron cuenta de que necesitaría ayuda para cortar el filete y cuando Sakura se inclinó para hacerlo, Naruto pidió a Minato que lo hiciera él.
—Me siento como un maldito crío de dos años —gruñó. Tenía un moratón en la frente con bastante mal aspecto. Kushina se preguntó si debería haberse levantado, pero tras ese comentario decidió no decir nada. Después de todo, era un hombre.
—Dinos qué te ocurrió —dijo Azuma cuando todos empezaron a comer.
—Ese caballo estúpido de Kyuubi se asustó por algo. No lo vi. Resbaló y salí disparado como un torpe novato.
Kushina pensó que debería dar las gracias por no haberse hecho nada peor. Cuando miró a Minato, vio que éste estaba preocupado pero no decía nada y ella hizo lo mismo. Tenía que acostumbrarse a muchas cosas.
Tras la cena, Minato dijo que se iba a mirar las cuentas. Naruto lo acompañó. Sakura y Kushina se quedaron a solas en la cocina fregando los platos.
—Espero que se ponga bien pero es tan testarudo que nunca le diría a nadie que no se encontraba bien —dijo Sakura metiendo las manos en el agua jabonosa.
—¿Naruto?
—Por supuesto. Los hombres tienen que mostrarse viriles con ciertas cosas. Eso de ser estoicos...
—He oído que los hombres suelen ser malos pacientes. Confío en que Minato le haya preguntado al médico. Se pondrá bien.
Sakura asintió y Kushina contempló, asombrada, cómo los ojos de la joven se llenaban de lágrimas.
—¿Estás bien?
—Son las hormonas —dijo Sakura asintiendo con una sonrisa—. No hay motivo para no estarlo.
—Tuve miedo —dijo Kushina.
—Cosas como ésa ocurren a menudo en un rancho. ¿Por qué no—? —se detuvo en seco—. No importa. ¡No veo el momento de irme de aquí!
—Eso será pronto —murmuró Kushina.
—¿Le has hablado a tus amigos de mí? —preguntó Sakura.
Kushina asintió.
—¿Crees que no les importará enseñarme cómo funcionan las cosas en Nueva York? Espero poder vender algunos de mis cuadros pronto para tener un poco de dinero. Tal vez puedan decirme dónde encontrar un apartamento.
—Estarán encantados de enseñarte la ciudad y presentarte a otros amigos. Podrás contarles mi aventura en Wyoming.
—Pero no diré que pienso que estás loca —dijo Sakura sonriendo.
—Pensaron que me había vuelto loca cuando dije que venía a Wyoming. Tu opinión sólo los convencería de que tenían razón —dijo Kushina con una sonrisa.
—¿Puedo decirles que estás felizmente casada? —preguntó Sakura mirando de reojo a Kushina.
Ésta notó que se sonrojaba al recordar el sexo que había compartido con Minato por la mañana. Estaba casada. Y feliz o, al menos, bastante contenta.
—Absolutamente —dijo ella no muy segura de que sus amigos fueran a creerla; necesitaría mucho para convencerlos de que había tomado la decisión correcta.
Sakura fue a su habitación cuando terminaron en la cocina. Kushina se dirigió al despacho. Naruto estaba sentado frente a su padre, las piernas estiradas. Minato estaba detrás del escritorio, con un montón de papeles delante. Levantó la vista al verla en la puerta.
—¿Necesitas algo?
—En realidad no. Sólo he venido para ver qué estabas haciendo. ¿Interrumpo?
—No —dijo Naruto levantándose—. Vosotros dos probablemente queráis estar solos. Me iba a la cama ya, de todas formas. Una noche más de sueño y estaré listo para trabajar mañana por la mañana.
—Tómate unos días de descanso —aconsejó Minato.
—Me volvería loco sentado todo el día. Tendré cuidado y no utilizaré la mano izquierda. No necesito enfermera —dijo el chico saliendo del despacho evitando así todo tipo de discusión.
—Es la prueba de lo que siempre he oído decir. Los hombres sois unos pésimos pacientes —dijo ella atravesando la habitación hacia el escritorio—. ¿Todo eso son facturas?
—Facturas, impresos de impuestos y requisitos gubernamentales para los rancheros. Odio el papeleo.
—Supongo que es parte necesaria de todo negocio —dijo ella.
Minato asintió con la cabeza.
Kushina se apoyó en el borde del escritorio y lo miró.
—Si trabajas fuera todo el día y te pasas aquí las tardes, ¿cuándo tienes tiempo para otras cosas?
—¿Como qué?
—Visitar a los amigos, ir al cine, ver la tele o dedicarte a cualquier otro hobby.
—Cuando saque este lugar de la ruina quedará tiempo para todo eso.
—Podría ayudarte.
—¿Cómo?
—Haciendo todo esto —dijo ella señalando con un gesto de la mano los papeles desperdigados por la mesa.
—Puedo arreglármelas.
—Deberías poder hacerlo ya como un autómata.
—Cuando le pille el tranquillo.
—Yo estoy acostumbrada a los ordenadores. He hecho muchos análisis de costes para los proyectos que dirigía y muchas proyecciones de aumento de beneficio. No soy contable pero entiendo lo que es beneficio y lo que es pérdida y podría ayudarte con las cuentas. Además, me he traído mi portátil. Si me explicas qué hacer con los formularios, podría ocuparme de ellos también. Podría hacerlo por el día para que tuviéramos tiempo libre por la noche.
—Nada de eso —dijo Minato categóricamente.
—¿Por qué?
—No te he hecho venir para que te ocupes de las cuentas.
—No, me has hecho venir para que sea un ama de cría.
—No es así exactamente —dijo él un poco avergonzado.
—Es eso exactamente. Bien, pues déjame decirte, Minato Namikaze, que no voy a quedarme aquí sentada sin hacer nada durante nueve meses aunque me quede embarazada hoy mismo. Si no dejas que te ayude aquí, encontraré un trabajo en el pueblo o abriré mi propio negocio. Si no lo hago, me volveré loca y ¿qué clase de madre seré entonces para tu precioso heredero?
—Pensé que querías ocuparte de la casa —dijo él.
—Dentro de lo razonable. Sin embargo, aunque pase una semana entera ocupándome de cada habitación, ¿cuánto tardaría, un par de meses?
—Si querías trabajar tanto, deberías haberte quedado en Nueva York.
—No podía.
Se detuvo en seco y Minato la miró entonces con suspicacia.
—¿No podías?
—No podía si quería encontrar a alguien con quien casarme y tener hijos —se apresuró a decir ella con la esperanza de que Minato no hiciera más preguntas—. Y de todas formas, ahora estoy casada contigo. La cuestión no es mi trabajo en Nueva York, sino mi trabajo aquí. ¡No esperarás que me quede sentada sin hacer nada todo el día!
Minato se reclinó en el sillón y se pasó la mano por la cara.
—No, supongo que no. Pero no me gusta nada la idea de cargarte con el papeleo.
—No me importa. Sólo porque no te guste hacerlo a ti no significa que a los demás tampoco les guste. Si no te parece bien cómo lo hago, lo dejaré y podrás volver a hacerlo tú, pero de verdad creo que te gustará que lo haga —dijo ella hablando sin parar con la esperanza de que olvidara el desliz que había tenido antes.
—Lo intentaremos un mes —dijo él lentamente—. Hay un programa que utilizaba en Texas perfecto para las operaciones que se llevan a cabo en un rancho.
—Dime el nombre y lo conseguiré. Empezaré a trabajar en cuanto lo cargue en el ordenador.
—Al final del mes, lo revisaré todo y comprobaremos los avances —dijo él tras darle el nombre.
—De acuerdo. ¿Quieres empezar a explicarme las cosas ahora mismo?
Minato sacudió la cabeza al tiempo que se levantaba.
—Lo que quiero hacer ahora mismo es llevarte a la cama. Anoche no tuvimos nuestra noche de bodas.
—Hemos tenido la mañana después —dijo ella sintiendo cómo aumentaba la tensión sexual. Cuando Minato se acercó a ella, tuvo que contenerse para no tomarlo de la mano y salir corriendo hacia el dormitorio. Había tenido otros amantes en su vida, no muchos, pero nunca había sentido nada parecido con ninguno de ellos.
Minato le tomó el rostro entre sus manos callosas y lo levantó para mirar sus ojos, su piel.
—Sí, es verdad. Pero quiero pasar una larga noche a oscuras, los dos solos, sin interrupciones, sólo tú y yo.
Kushina lo tomó por las muñecas y palpó el punto en el que latía el pulso. Iba tan rápido como el suyo.
—Pues vamos a la cama, señor Namikaze.
—Pensé que nunca me lo pedirías, señora Namikaze —bajó la cabeza y la besó.
Continuara…
Última edición por saku_uzumaki el Dom Feb 03, 2013 8:10 am, editado 1 vez (Razón : Capitulo 6 2/02/13 [C])
saku_uzumaki- Novato
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Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Ohh que mal que a naruto le pasara eso, pero veo que naruto ya no quiere que sakura le preste atención...
Prefiere morirse que a que ella haga algo por el :/
Minato y kushina andan progresando, seguro sale embarazada xD
Espero la conti, nos vemos!
Prefiere morirse que a que ella haga algo por el :/
Minato y kushina andan progresando, seguro sale embarazada xD
Espero la conti, nos vemos!
Capitulo 7 23/02/13 [C] [+18]
Capitulo 7
Kushina estornudó una segunda vez. El polvo que estaba tratando de limpiar llevaba años acumulándose. Contempló el salón. Había quitado las cortinas, que de tan viejas como estaban casi se le habían deshecho en las manos, y las había tirado a la basura. Las ventanas tendrían que esperar aunque los cristales cubiertos de polvo impedían que entrara la luz del sol.
Atacó la última de las estanterías y volvió a estornudar. La tarea habría sido más divertida si Sakura le hubiera hecho compañía, pero la chica se había ido a su estudio a pintar. Le había explicado que quería llevar muestras suficientes de su trabajo para enseñarlo.
Kushina conectó el aspirador y limpió parte de la alfombra descolorida. Su mente no estaba en el trabajo, sino en Minato. En la noche que habían pasado juntos.
—Pero se marchó con las primeras luces del día como si hubiera sido un rollo de una noche —masculló para sí nuevamente enfadada.
Cualquier intención de compartir palabras dulces y conocerse un poco más habían desaparecido cuando Minato se levantó, se vistió y salió en dirección al establo.
Era cierto que Kushina sabía que tenía que trabajar, pero por unos cuantos minutos más con su nueva esposa el rancho no habría sufrido y para ella habría sido importante.
—Sabías cómo serían las cosas —se recordó mientras apagaba el aspirador—. Sólo ha sido una semana.
—¿Qué ha sido una semana? —preguntó Naruto apoyándose contra el marco de la puerta.
—Me has asustado —dijo Kushina girándose en redondo.
—¿Dónde está Sakura? —preguntó él.
—Pintando.
—¿Qué ha sido una semana? —repitió.
—El tiempo que llevo aquí.
—¿Hablas sola a menudo?
Kushina asintió. Naruto reparó entonces en los cambios en la habitación.
—Parece más limpia —dijo.
—Hay tantas cosas que hacer... Quiero pintarla de color crema y el borde en azul. Comprar una alfombra nueva y ver si se podrían llevar los muebles a algún sitio para que los limpien. Si no, quiero poner muebles nuevos.
—Sí, bueno, no te hagas muchas ilusiones. Ni siquiera podemos comprar el heno que necesitamos para soportar el invierno. No creo que Minato vaya a hacer tal dispendio en muebles nuevos, especialmente en una habitación que nunca utilizamos.
—Puede que no se use porque es horrible. Cuando esté arreglada, os encantará.
Naruto se encogió de hombros mientras la miraba con gesto de mofa.
—Tal vez no quiera gastar una fortuna sólo para contentar a su nueva esposa.
Kushina silenció una airada contestación. Era importante encajar allí. Rivalizar con el hijo de Minato no le serviría de ayuda. Inspiró y asintió.
—Se lo preguntaré —dijo mirando al chico con curiosidad—. ¿Está bien tu brazo?
—Está bien.
—¿Te duele?
Él asintió una sola vez.
—Pero el otro brazo está bien. Podrías ayudarme a mover los muebles, ¿no crees?
Naruto arqueó las cejas y lentamente un gesto divertido se instaló en sus ojos reemplazando la mirada de burla.
—Si quisiera, estoy seguro de que podría, mamá.
Kushina parpadeó rápidamente y dejó escapar una risa suave.
—« Kushina » está bien. Sujeta el sofá por un extremo y ayúdame a moverlo hasta la ventana.
En la hora que siguió, Naruto estuvo ayudando a Kushina a limpiar el salón. Ésta sentía que la estaba estudiando todo el tiempo, pero se alegraba de que la estuviera ayudando y no quería tentar su suerte.
—Maldita sea, es la tercera uña que me rompo esta mañana —dijo Kushina mirándose el dedo. Se mordisqueó el borde tratando de nivelarla y entonces captó la mirada de Naruto.
—¿Qué?
—No eres como pensaba que serías —dijo éste sentándose en el brazo de un sillón que acababan de mover—. Imaginé una mujer de la gran ciudad que no dejaría de quejarse todo el tiempo de la falta de cosas, como cines o tiendas de ropa. Y saldría corriendo la primera vez que tuviera que trabajar.
—Las mujeres de la ciudad también cuidan de sus casas, ¿sabes? Yo trabajaba mucho en Nueva York, no me pasaba el día sin hacer nada.
—Después del trabajo, entonces.
Kushina recordó los largos días que había pasado en la agencia de publicidad, los fines de semana en viaje de trabajo para conocer a algún cliente nuevo. Las noches las solía pasar durmiendo o poniéndose al día. Los fines de semana que no viajaba los había dedicado a comprar comida, hacer la colada y tratar de buscar un hueco para Pein. ¿Cómo había dejado que el trabajo la consumiera en vez de aprovechar todo lo que Nueva York le ofrecía?
—¿Sabes una cosa, Naruto? —dijo limpiándose las manos—. Voy a tomarme el resto del día libre. Ya hemos hecho bastante con esta habitación por hoy. Prepararé la comida y después leeré hasta la hora de la cena —y con eso, se dio la vuelta y se marchó. No quería condensar su futuro en un día. Las habitaciones tendrían que esperar. Las tareas siempre estarían ahí. Tenía que ocuparse de sí misma.
Relajarse, ir más despacio, eso era lo que le había dicho el médico. Había retrasado demasiadas cosas ya. Era hora de poner en marcha su nuevo estilo de vida.
Leer resultó ser una tarea más difícil de lo que había esperado. Había colocado una silla del porche cerca de la pared para protegerse del aire frío pero no podía concentrarse en la lectura. Seguía pensando en todo aquello a lo que había renunciado por su carrera. El daño a su propia salud era sólo el resultado de ello. Era hora de hacer un esfuerzo para disfrutar del día a día.
Minato entró en la cocina y se detuvo junto a la puerta. Sakura estaba poniendo la mesa. Kushina estaba junto a los fogones removiendo algo en una cacerola grande, la cara algo enrojecida por el calor. Tomó aire y se quedó sorprendido del deseo que se había despertado en él. Quería cruzar la habitación y hacer que Kushina lo mirase. Besar sus labios sonrosados, enterrar el rostro en su cabello sedoso y fragante. Sentir las curvas de su cuerpo contra el suyo y llevarla a la cama, al cuerno con la cena.
Se maldijo por sentirse como un adolescente caliente.
—Hola, Minato —dijo Sakura mirándolo con curiosidad.
Él contestó con un gesto mientras miraba a Brianna, que levantó la vista hacia él. La sonrisa que le dedicó desató una nueva riada de sentimientos. Sabía muy poco de ella, pero le gustaba lo que sabía. Estaba sucio y polvoriento después de cabalgar todo el día pero se sentía pletórico al pensar en ir a la cama con ella.
—Hola. La cena estará lista en breve —dijo Kushina —. Tienes tiempo para una ducha rápida. ¿Quieres que suba contigo?
Minato miró a Sakura y de nuevo a Kushina.
—Si quieres.
No les daría tiempo para hacer el amor antes de la cena pero disfrutaría de la novedad de su compañía mientras se cambiaba.
—¿Te importa ocuparte del resto? —preguntó Kushina a Sakura.
—Puedo arreglármelas. Ve con Minato.
—La salsa está lista.
—Puedo arreglármelas, Kushina. Meteré los espaguetis en el agua hirviendo cuando deje de oír la ducha.
Casi temeroso de mirarla mientras subían las escaleras, Minato podía oler el aroma floral de Kushina. Le recordó la noche que habían pasado aunque no necesitaba ningún estímulo para recordar. Había estado reviviendo las horas pasadas con ella todo el ' día.
—Shell me ha ayudado a limpiar el salón —dijo ella.
—Entonces veo que se ha tomado el día libre después de todo —dijo Minato—. Pensé que estaba con Azuma —dijo abriendo la puerta de su habitación y dejando que Kushina entrara primero. Ésta se rozó con él antes de entrar. ¿Lo habría hecho deliberadamente?
—Le dolía el brazo. Supongo que le costaría demasiado soportar las sacudidas sobre un caballo. De todas formas, el brazo sano estaba fuerte y ha podido ayudarme a mover los muebles —dijo dándose la vuelta para mirarlo—. Dentro de un par de días, me ayudará a pintarlo. ¿Te parece bien? ¿Puedes prescindir de él un poco más? Creo que pensaba pedírtelo él mismo. No sé si quiere que le digas que sí o que no. Así tendría una excusa para no ayudarme.
Minato se quitó la camisa y la tiró al suelo del armario sobre una pila de ropa sucia.
—Si no quisiera ayudarte, te lo habría dicho. Estamos esforzándonos por tenerlo todo a punto para el invierno. Me preguntará simplemente si puedo prescindir de él, eso es todo —dijo Minato quitándose las botas deseoso de tumbarse en la cama. La noche anterior no había dormido precisamente.
Kushina se sentó en la cama y se colocó las almohadas detrás de la espalda.
—¿Puedes?
Minato había perdido el hilo de la conversación. ¿Que si podía qué? ¿Besarla? ¿Hacerle el amor?
—¿Qué?
—Prescindir de Naruto. ¿No estábamos hablando de eso?
Minato asintió y se dirigió a la ducha para no ceder a sus instintos más primitivos.
Kushina seguía en la cama cuando regresó minutos después, envuelto en una toalla alrededor de la cintura. Había olvidado llevarse ropa limpia al baño. ¿Ahora qué? ¿Vestirse delante de Kushina?
—Si te da vergüenza me voy —dijo ella con ojos risueños.
—No me da vergüenza —dijo él dejando caer la toalla.
Oyó cómo Kushina contenía el aliento. El sonido desató una oleada de calor allí donde menos lo necesitaba. Pero era demasiado tarde. La deseaba. La cena podía esperar; él no.
Se arrodilló en la cama y la tumbó boca arriba en la cama con cuidado.
—¿Y la cena? —susurró ella acariciándole los brazos.
—Lo bueno de los espaguetis es que están mejor cuanto más tiempo cuece la salsa. Nos guardarán unos pocos —se inclinó y la besó. Al momento, Minato se se olvidó de que se suponía que tenía que centrarse en hacer un hijo. Lo único en lo que podía pensar era en el placer que quería darle a Kushina y en el que ésta, sin duda, le provocaría a él.
Estaba oscuro. Kushina miró a un punto en el vacío preguntándose qué hora sería. No habían llegado a la cena pero hacía horas desde que comieran la última vez y tenía hambre. ¿Podría levantarse sin molestarlo? Sabía que estaba cansado. Después de las dos últimas noches, Minato necesitaba descansar.
Lenta y silenciosamente, se sentó en el borde del colchón.
—¿Vas a algún sitio? —preguntó Minato con voz soñolienta.
—Estoy muerta de hambre —dijo ella inclinándose para encender la luz de la mesilla.
La toalla seguía junto a la cama. La ropa de ella estaba desperdigada por la habitación. Kushina recordó los besos, las caricias y las sensaciones que Minato le había provocado. Si se daba prisa en comer algo, estaría de vuelta antes de que se quedara dormido.
—Yo también me levantaré. No he comido hoy —dijo él retirando las mantas.
El aire frío de la noche los obligó a vestirse rápidamente y en cuestión de minutos se dirigían a la cocina.
Sakura lo había dejado todo recogido, pero Kushina encontró las sobras y las calentó rápidamente. Se habían comido todo el pan. Minato no dijo nada mientras comían pero a Kushina no le importó. La comida estaba deliciosa.
—He intentado buscar sentido a tu sistema de cuentas —dijo Kushina una vez saciado el hambre.
"¿Y?
—Es confuso. Los apuntes no están hechos como yo los habría hecho. ¿Te importa que simplifique un poco las cosas?
—Que no se te escape nada —dijo él encogiéndose de hombros.
—Naruto me dijo que necesitáis dinero para heno.
—Nos las arreglaremos.
—Yo tengo.
—¡No!
Kushina conocía la opinión de Minato en cuanto a lo de recibir ayuda económica pero no soportaba aquel estúpido orgullo. ¿Habría alguna forma de hacerlo sin que se diera cuenta? Tomó nota mentalmente para averiguarlo más tarde.
—¿Cómo te gustaría llamar al bebé? —preguntó, cambiando de tema.
—Es un poco prematuro, ¿no crees? —dijo él parpadeando muy rápidamente.
—Sólo me lo preguntaba. Nadie pidió tu opinión con Naruto, por eso pensé que tal ver tendrías algo en mente.
—No lo he pensado.
—Yo tampoco pero deberíamos —dijo ella terminándose los espaguetis. Si no se hubiera puesto enferma y Pein le hubiera propuesto matrimonio, ella habría aceptado sin darse cuenta hasta que fuera demasiado tarde de que éste no quería tener hijos. Un escalofrío la recorrió al pensar que nunca habría logrado la familia que tanto ansiaba.
—¿Tienes frío? —preguntó él—. Ya he terminado. Volvamos a la cama. Dejaremos los platos en re—* mojo.
—No tardaré nada en fregarlos. No quiero que Sakura vea el fregadero lleno de platos sucios por la mañana —dijo Kushina levantándose con los platos—. Sube tú. Yo subiré cuando termine.
—Te esperaré.
Kushina miró el reflejo de Minato en los cristales de la ventana que había encima del fregadero. La estaba mirando. Lavó los platos y los cubiertos rápidamente, consciente de su atención. Era como si llevaran años casados, juntos en la cocina, contentos de estar en compañía del otro. Pero la realidad era bien distinta.
A la mañana siguiente, Kushina y Sakura fueron al pueblo a comprar la pintura y los utensilios necesarios para pintar el salón.
—No sé por qué te molestas. Nadie usa esa habitación —dijo Sakura de mal humor—. A los hombres les gusta estar en sus barracones, Minato desaparece en el despacho todas las noches y Naruto se pasa el tiempo libre en su habitación.
—Eso es porque el salón está horrible. Cuando lo arregle, querrán pasar allí todo el tiempo porque será muy agradable. Especialmente cuando ponga una tele —dijo Kushina.
—Yo no me quedaré en casa ninguna noche cuando viva en Nueva York. Encontraré un café en el que pasar la tarde cuando termine mi jornada pintando. O algún bar de moda. Cuando empiece a exponer mis cuadros, tendré que ir a las galerías para satisfacer a mis fans.
Kushina sonrió recordando los problemas que Pein había tenido con algunos artistas para aparecer el día de la inauguración de una exposición. Se negaban a abandonar sus estudios y él tenía que inventarse excusas. Al parecer, Sakura, estaba más interesada en el aspecto social de la vida de pintor que en el arte en sí, pero tal vez estuviera juzgándola mal. ¿Acaso no había deseado ella también muchas cosas cuando tenía diecinueve años?
—Cuéntame más cosas del Village —pidió Sakrua.
—Me canso de hablar de Nueva York todo el tiempo. Cuéntame tú más cosas de Sweetwater. Ése era el trato, intercambiar información.
—Lo sé pero no hay nada que decir de este estanque —se quejó Sakura—. Ya lo has visto. ¿Qué quieres saber?
—Háblame de los ranchos vecinos y de la gente que vive en ellos. Cuéntame lo que sepas sobre el precio del ganado, la carne y el heno. ¿Qué hace la gente aquí para divertirse? ¿Hay actividades locales o algo así?
—Mi madre y mis tías están muy metidas en actividades con la iglesia. Son las típicas esposas de rancheros. Encajarás perfectamente —con un suspiro teatral, Sakura comenzó a hablar de los rancheros que vivían en la zona.
Se detuvieron en Correos. Sakura miró por la ventana y se agachó en el asiento.
—La mujer que está entrando es mi tía Ino. Te esperaré aquí.
Kushina tomó los sobres que quería echar al correo y entró en la oficina. Buscó su buzón y sacó todas las facturas, propaganda, catálogos y periódicos. Hacía varios días que nadie iba a por el correo. De camino al coche, la interceptó una mujer de mediana edad, con el cabello oscuro y un rostro amable.
—Soy Ino Yamanka Haruno. Eres la nueva esposa de Minato Namikaze, ¿verdad?
—¿Cómo estás? —dijo Kushina sonriendo amablemente—. Así es, soy Kushina Uzumaki, digo, Namikaze.
—¿Está Sakura contigo?
—En el coche.
—Es mi sobrina. ¿Lo han hecho ya ella y ese Naruto?
Kushina sacudió la cabeza.
—Esa chica necesita volver a la realidad. ¿Lo que intenta hacer con un bebé y sin trabajo? Él es un buen chico aunque los padres de Sakura están en contra de él por su madre. Pero si vieran que es feliz con él, entrarían en razón. ¿Se lo dirás de mi parte?
—Si crees que servirá de ayuda...
—Probablemente no. Siempre ha sido una chica muy testaruda. ¿Qué tal está llevando el embarazo?
—Bien, creo. Ella y yo no estamos muy unidas. Sólo nos conocemos desde hace una semana —dijo Kushina.
Ino metió la mano en el bolso para buscar algo y sacó un cuaderno. Escribió algo y finalmente arrancó la página y se la entregó a Kushina.
—Éste es mi número de casa. Avísame si puedo hacer algo. Y llámame cuando nazca el bebé, ¿lo harás?
—De acuerdo.
—Bienvenida a Sweetwater, Kushina. Espero verte por aquí —y diciendo eso, Ino se fue echando un último vistazo al todoterreno en el que estaba Sakura.
—He conocido a tu tía —dijo Kushina cuando entró en el coche—. Parece muy simpática.
—Lo es. ¿Ha preguntado por mí? —preguntó Sakura esperanzada.
—Sí, lo ha hecho. Y piensa que deberías casarte con Naruto.
—Pues debe de ser la única de mi familia. A mis padres les daría un ataque.
—¿Preferirían que fueras madre soltera?
—No, quieren que dé el bebé en adopción. Y me lo estoy pensando. Sería muy difícil para mí ir a Nueva York con él. ¿Cómo me las arreglaría?
Kushina no dijo nada. La ironía de la situación era insoportable. Ella deseaba un bebé, deseaba comenzar una familia. Tanto que para ello había hecho un viaje de miles de kilómetros y se había casado con un extraño. Y ahí estaba Sakura, embarazada de un hombre por el que era evidente que sentía algo y, aun así, estaba pensando en dar el bebé en adopción.
Kushina sospechaba que Naruto quería criar a su hijo, lo que para su modo de ver era la mejor solución. Al menos, el niño contaría con el amor y el compromiso de su padre.
Después de comprar la pintura, las brochas y otras cosas que necesitaba, Kushina se detuvo en la biblioteca. Enseguida encontró la sección de agricultura y sacó varios libros que parecían de comprensión fácil, que le facilitarían la información que necesitaba sobre las prácticas básicas en todo rancho.
Esa misma tarde, después de ordenar las facturas que pudo encontrar, comenzó a introducir la información en el nuevo programa de contabilidad. Era un trabajo mecánico pero importante. Cuando terminara de meter la información, podría sacar un informe preliminar de beneficios y pérdidas. Y Minato podría hacerse una idea más clara de la situación del rancho y qué pasos seguir a continuación. Después de todo, a ella también le interesaba. Una parte del rancho pertenecería algún día a su hijo.
Kushina se reclinó en la silla con ojos soñadores. ¿Estaría ya embarazada? Si no, no sería por no haberlo intentado. ¿Sería eso lo único que movía á Minato? ¿Tratar de dejarla embarazada? Esperaba que el sexo que compartían significara algo más para él. Para ella empezaba a ser mucho más.
Nada más pensarlo, se irguió en la silla. ¡No! No era más que el intento de concebir un hijo. Era cierto que Minato era el mejor amante que había tenido nunca pero eso era todo. Se negaba a enamorarse de un nombre que le había dejado claro que el amor estaba fuera de aquel acuerdo. Lo único que quería era una relación cómoda, nada más.
Reanudó el trabajo con tenacidad, tratando de aplacar sus pensamientos.
Sakura escuchó las carcajadas al entrar en la casa. Había estado pintando y se había tomado un descanso. El sonido de las voces llegaba del salón. Reconoció el tono grave de Naruto y el de Kushina, mucho más suave.
Por un momento, se sintió celosa. Kushina había pasado mucho tiempo con Naruto desde que compraran la pintura tres días antes. Trabajaban varias horas al día en el salón que empezaba a tener un buen aspecto, tal como Kushina había dicho.
Pero era el tiempo que pasaba con Naruto lo que Sakura envidiaba. Claro que no era que ella deseara estar con él pero desde lo que le dijo en el juzgado, la había ignorado o hacía todo lo posible por evitarla.
Ella estaba acostumbrada a que él le prestara atención, a sus ojos fijos en ella cuando trabajaba, a sus intentos de quedarse a solas con ella. Ella lo había amado mucho hasta que se había quedado embarazada. Naruto había arruinado todos sus planes.
Naruto podía haber pasado un rato con ella. Con el brazo roto, no podía montar a caballo. Podía haber ido a verla al estudio. Podía haberse sentado con ella después de cenar. Pero no, había pasado todo su tiempo con Kushina.
Avanzó por el pasillo y se detuvo en la puerta a mirar. Las paredes estaban recién pintadas y el marco superior estaba casi terminado. Kushina estaba en el centro de la habitación, sacudiendo la cabeza y riéndose. Naruto tenía pintura en el pelo, en la cara y en la camisa.
—Espero que seas mejor con el lazo que con la pintura —dijo Kushina.
—Lo estoy haciendo con una mano. No te metas conmigo —Naruto se volvió amenazando a Kushina con la brocha. Entonces vio a Sakura y se detuvo en seco, retornando a su expresión taciturna. Siguió pintando.
—Volveré a trabajar fuera dentro de poco —dijo abruptamente.
Sakura se encontró con la mirada de Kushina cuando ésta se volvió para ver qué había causado el cambio de humor de Naruto.
—Hola, Sakura. ¿Qué ocurre?
—He venido a ver qué estabais haciendo —dijo ella—. Tiene buen aspecto —le dolía ver que Naruto no quisiera incluirla en la diversión.
—He decidido tirar todos estos muebles o, al menos, guardarlos en el ático o algo. Pensé que podrían valer si los limpiaba, pero sentarse aquí es como hacerlo sobre hormigón. Quiero un sofá cómodo en el que hundirse tras un largo día de trabajo.
—Minato no es muy dado a mimarse —dijo Naruto.
—¿Y tú? —bromeó Kushina.
—Podría intentarlo.
—¡Estupendo! Puedes venir conmigo a comprarlos. Así me darás el punto de vista de un hombre.
—Que vaya Minato.
—Sí, ya me lo imagino cambiando el rancho por un día en la ciudad probando sillones —dijo Kushina.
Naruto la miró.
—Lo haría si tú se lo pidieras pero yo te acompañaré si él no quiere ir.
Sakura sintió una vez más el aguijón de los celos. Era una reacción infantil. Había sido ella quien le había dicho a Naruto que no lo quería. ¿Entonces por qué envidiaba su felicidad por haber hecho lo que ella le pedía?
—¿Quieres ayudar? —preguntó Kushina.
Sakura se sorprendió al darse cuenta de que quería ayudar, y más aún, quería sentirse incluida. Se sentía sola. Aunque ése fuera el destino que aguardaba a una artista famosa, como la abuela de Naruto, a Sakura le gustaba estar con la gente.
—Claro —dijo ella mirando a Naruto, que la ignoraba por completo. Aun así, era mejor estar en la misma habitación con él aunque la ignorase que estar en su estudio, sola. Sonrió a Kushina.
—¿Por dónde empiezo? Soy pintora. Creo que podré hacerlo mejor que Naruto.
Continuara....
saku_uzumaki- Novato
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en mi casa
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Re: La novia del ranchero [ C ] Capitulo 7 23/02/13
Como que se andan poniendo adictos al sexo kushi y mina xDD
Naruto se divierte un poco con kushi, pero parece que quiere guardar distancia con saku
Nee... Eso ultimo como que seguro le va a caer mal a naru u.u
Pobre...
Saku siente celos, ojala cambie de opinión rápido
Encontré esto...
Allí es kushina ^^
Allí va naruto
Espero la conti muy pronto n.n
Naruto se divierte un poco con kushi, pero parece que quiere guardar distancia con saku
Nee... Eso ultimo como que seguro le va a caer mal a naru u.u
Pobre...
Saku siente celos, ojala cambie de opinión rápido
Encontré esto...
Él contestó con un gesto mientras miraba a Brianna, que levantó la vista hacia él. La sonrisa que le dedicó desató una nueva riada de sentimientos.
Allí es kushina ^^
—Shell me ha ayudado a limpiar el salón —dijo ella.
Allí va naruto
Espero la conti muy pronto n.n
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