The Games of Pain and Dead Online [+18] Actualizado Capítulo 5 [09/07/2014]

La alarma inicial de la muchedumbre al vernos aparecer se transforma rápidamente en vítores y gritos de “¡Sector 900!”. Todos se vuelven para mirarnos, apartando su atención de las otras plataformas. Al principio me quedo helada, pero después nos veo en una enorme pantalla de televisión y nuestro aspecto me quita el más mínimo aliento. Con la escasa luz del crepúsculo, el fuego nos ilumina por completo como si fuéramos unos verdaderos fénix acabados de resucitar de entre las cenizas con un rastro de llamas detrás de nosotros. Los preparadores hicieron bien al reducir el maquillaje al mínimo: los seis estamos más atractivos y, además, se nos reconoce perfectamente entre los demás.

Levanto más mi barbilla, embozo mi mejor sonrisa y saludo con la mano derecha y llego a lanzar algún que otro beso al público;  toda la Central se vuelve loca y nos empiezan a bañar en flores, gritan nuestros nombres, nuestros nombres propios, de repente, ya que se han tomado la molestia de buscarlos en el programa.

La música alta los vítores y toda esa admiración me recorren por las venas, y no puedo evitar sentirme emocionada, Skye  nos había dado una gran ventaja, creo que nadie nos olvidara. Por primera vez puedo sentir una chispa de esperanza ¿Por qué voy a dar el juego por perdido?

— ¡Sector 900! ¡Sector 900!—Los oigo gritar por todas partes. Todos quieren ganarse nuestra atención.

Las dos mil plataformas de las  Ofrendas habían formado en la plaza frente al Nova Race, la sede del gobierno, un enorme y gigantesco edificio. Las cámaras se concentraron en la tribuna presidencial llenan el centro de la ciudad. Todas las ventanas de los edificios  que nos rodean están abarrotadas de los ciudadanos más prestigiosos de toda la central. Nuestras plataformas nos llevan justo hasta la mansión del presidente, y allí nos paramos. La música finaliza con notas dramáticas.

Todas las luces De la Central se apagaron. Un foco iluminó al presidente, Takashi Kaminari, un hombre que parecía joven — aunque no lo era exactamente—, terriblemente atractivo con unos ojos azules fríos y calculadores que no acompañaban a su dulce sonrisa, seguramente, retocada mediante cirugía, nos daba la bienvenida oficial desde el balcón que tenemos encima. Lo tradicional es enfocar las caras de todas las Ofrendas durante el discurso, pero en la pantalla veo que nosotros salimos más de lo que nos corresponde. Con forme oscurece, más difícil es apartar los ojos de nuestro centellante atuendo. Aunque cuando suena el himno nacional hacen un esfuerzo por enfocar a cada grupo de las Ofrendas, la cámara se mantiene fija en la plataforma del Sector 2.000, que recorre la plaza  una última vez  antes de desaparecer en el Centro de Equipamiento.

En cuanto se cierran las puertas, nos rodean los equipos de preparación, que farfullan halagos apenas inteligibles. Miro a mi alrededor y veo que muchas de las otras Ofrendas nos observa con odio, lo que confirma por completo mis sospechas de que los hemos eclipsado a todos, literalmente.

A la mañana siguiente del desfile me levanté de la cama. Lo primero que hice fue darme una ducha. Las duchas de la Central eran extrañas: decenas de teclas para centenares de efectos. Pulse siete u ocho teclas, regulé la temperatura y dejé que la ducha hiciera el resto. No sólo tenían las mejores duchas sino que no tenías que preocuparte por quitarte la suciedad, bueno, para la gente de la Central debían ser los brebajes y demás todo el maquillaje que se echaran por sus adulterados y artificiosos cuerpos. Unas manillas de metal con esponjas iban frotándome y masajeándome. ¡Un auténtico lujo! Sin embargo, escuché cómo Ryder me llamaba para que desayunara.

En mi fuero interno, tenía que reconocer que los de la Central se lo pasaban bien, a costa de nuestro sufrimiento, claro. Poco después de conocernos, Ryder me dijo que le resultaba extraño que una niña del Sector 900 tuviese un cuerpo tan flexible. Era extraño, sí. Aunque prefería mantener en secreto que en el fondo, yo también era una profesional. 

Desde que habían empezado el Juegos había decidido seguir una dieta de engorde. No era un consejo de Ryder, era, simplemente, una cuestión personal. Pertenecer al Sector 900 era sinónimo de tener únicamente dos comidas al día. Sin embargo, no únicamente comía por el preciado placer de la gula (había llegado a ponerme mal la primera noche de no estar acostumbrada a tanta comida) sino porque ya habría tiempo de pasar hambre cuando entrase en el juego. No podía evitar sentirme molesta conmigo al darme cuenta que todo cuanto hacía respondía a la lógica de GPDO: primero me cebaban y luego me llevarían al matadero. No iba ser tan estúpida como para que aquello me quitara el apetito así que comí hasta que no pude más.

—Escúchenme bien, mocosos—nos dijo una vez que habíamos acabado—Los días que vienen a continuación son sumamente importantes.

—Lo sé, lo sé. Debemos  de buscar compañeros—Intervino Naruto.

— ¡No me interrumpas!—Dijo severo. Se tomaba más en serio que nosotros aquello. —Estos días son importantes por muchas razones. Si quieren sobrevivir tienen que buscar un equipo del que puedan aprovecharse y que no suponga una amenaza.

—Luego no debemos de aliarnos con los profesionales—dijo Sega con aburrimiento.

—Yo no lo haría si quieres dormir tranquila pasadas las primeras noches. Han trabajado durante toda su vida en una ciudad, más o menos desarrollada, pero no saben nada de cómo sobrevivir al aire libre. Por lo tanto, han de buscar quienes los puedan ayudar: pescar, recolectar raíces, cazar, orientarse… Lo que sea.

No sabía por qué, pero su severidad también estaba, en cierto modo, entremezclada con cierto aire paternal que me recordaba mucho al de mi padre. Lo echaba de menos siempre y cuando Ryder nos trataba así, me recordaba a mi padre. En el fondo, ambos querían lo mismo: que yo sobreviviese. No podía defraudar a ninguno. Mi padre sufrió muchos años para que no me faltara nada. Ryder nos había prometido llevarnos a la victoria si seguíamos sus consejos y a cambio  teníamos que luchar por no salir muertos.

—Por otro lado, estos entrenamientos son importantes porque podrán aprender más acerca del juego. Créanme si les digo que la diferencia entre la vida y la muerte está en saber atarse al tronco de un árbol para poder dormir.

— ¿Qué tal si no destacamos?, sobre todo los primeros días. Ya habrá tiempo de lucirse delante de los Vigilantes en las sesiones individuales ¿no?—propuso Sasuke, ese chico era otro peligro y al igual que yo no iba a admitir  que también era un profesional.

—Bien pensado—coincidió el—. Bueno, vayamos al asunto: el entrenamiento. En primer lugar, si quieren, pueden entrenar por separado. Decídanlo ahora.

— ¿Por qué íbamos a querer hacerlo por separado?— pregunta Sakura, suspicaz.

 —Bueno, supón que tienes una habilidad secreta que no quieres que los demás conozcan.

— ¿De qué sirve? Después de todo tenemos que trabajar juntos si es que queremos acabar a los jefes— digo.

 —Tienes razón y no lo olviden los jefes son demasiado peligrosos como para acabarlos por separado.

—Entonces creo que será mejor entrenar como equipo—dice Natsu tajante, finalizando la charla.

Ryder  nos acompañó hasta el ascensor. El edificio donde iban a transcurrir las dos próximas semanas era el mismo para todos las Ofrendas. La primera planta correspondía a los del Sector 1 y así hasta llegar a los del 2.000 que se encontraban en la última planta. 

Eché una ojeada antes de meterme por el ascensor. Las vistas eran impresionantes. Se podían ver todos los rascacielos de la Central y sus calles y canales.  En ese momento, escuchamos unos gritos que provenían de la planta superior. Por nuestra seguridad, dada las muestras de descontrol e inestabilidad psicológica que había mostrado Mayck, lo habían encerrado y tenía todo el día dos escoltas Dark Soul.

 — ¿Cómo pueden dejar que alguien así participe en GPDO?—Era una pregunta retórica la que había hecho Sakura. Yo ya sabía la respuesta que le iba a dar Ryder.

—La diversión que les provoca el morbo, Sakura, esa es la razón. —A continuación explicó: —Mayck no va a participar en las sesiones de entrenamiento, salvo en las individuales. Es un peligro para las demás Ofrendas y quieren que llegue hasta el juego, por lo que estarán a salvo por ahora.

—Mejor así—comenté casi aliviada.

—Buena suerte chicos.

—Gracias—respondimos sinceramente.

—Dénmelas mejor cuando ganen—dijo taciturno.

Al llegar al sótano pude por primera vez examinar a todas las Ofrendas. Fuimos recibidos por miradas hostiles y curiosas de todos y cada uno de ellos. Había llegado el último. Todos estaban allí y parecía que querían conocer a los tan archiconocidos niños que había conmovido a todo Akashi. Nos veían como lo que éramos: sus enemigos. Tal vez les habríamos robado la atención de los patrocinadores, algo que era un arma de doble filo. No era seguro que fuéramos a recibir la ayuda de todos los patrocinadores, pero sí que teníamos muchas más probabilidades, por lo que o nos veían como un aliado estratégico o alguien a quien detestar y con el que acabar al principio.

 Los profesionales ya habían comenzado a alardear de su dominio con las armas. Los del 100 se sentían cómodos con armas obtusas aunque uno de los chicos parecía un auténtico experto en artes marciales. Sus ojos oscuros, su porte serio, su melena despeinada y su actitud arrogante le evidenciaban como lo que era un profesional.  Es imposible no mirarlo y no pensar en la manera en cómo te eliminara.

—Creo que se llama Mike, Mike Meyer— me dice en voz baja Sasuke. Me muerdo el labio.

— ¿Qué podemos hacer?—le pregunto, en un tono más duro de lo que pretendo.

—Nada, sólo nos queda hablar.

Los del 1 habían empezado a pelear con espadas entre ellos, amistosamente, riéndose. Para ellos debía tratarse de un simple juego. Los del 200 fueron los que me asustaron al verles empuñar tridentes. No los estaban usando pero ya imponían con ellos.  Todos los chicos del 600 se habían hecho con una katana y se habían sentado a esperar.

El resto de las Ofrendas permanecía en silencio, o como mucho hablaban con sus compañeros de Sector. El chico que se prestó voluntario del 700 consolaba a su enamorada que tenía unas profundas ojeras que hacían ensombrecer sus ojos grises y enrojecidos —seguramente habría pasado toda la noche llorando—. Ryder tenía razón aquellos dos no iban a durar mucho, pero no pude evitar preocuparme por los otros cuatro al parecer eran buenos en el combate cuerpo a cuerpo.

Los Vigilantes llegaron un par de horas después y para entonces ya había conocido a algunas Ofrendas y había intentado discernir sobre la conveniencia de pactar o no una alianza. El objetivo de entablar una alianza era aprovecharme de sus virtudes para sobrevivir y que me resultara fácil romperla. Todos debían estar haciendo lo mismo. 

Las Ofrendas del 400 iban cada uno por su cuenta y aquello era algo que podía aprovechar. Eran bastante listos, quizás demasiado, y en determinado nivel podrían ser útiles. Hacía nueve entregas habían montado los restos de una auténtica ciudad, Akumura se la llamaba. El ganador de aquella edición había logrado la victoria engañando al lograr electrificar la cornucopia.

  Las Ofrendas del 500 eran seis completos carneros, así llamaban los profesionales a los que caerían en los primeros diez minutos. Me dieron pena, pero no podía buscar con ellos una alianza. Los del 800 eran bastante peculiares. No eran guerreros pero sabían de árboles y probablemente pudieran construir armas rudimentarias con palos y piedras, además de saber usar otras herramientas como armas. Sin embargo, mi objetivo no era buscar gente que supiera pelear.

—Ofrendas, siéntense—ordenó el Vigilante Jefe, Roun Cox. El rebaño entero obedeció al carnicero.

—En los próximos días tendrán la oportunidad de conocerse los unos a los otros. Pondremos a vuestra disposición los mejores preparadores, no sólo para que les enseñen a pelear, sino que los aleccionen sobre técnicas de supervivencia y demás herramientas que puedan ser de utilidad en el juego. —Su tono autoritario era el mismo que el que empleaba el patrón para dar órdenes a sus operarios, ese tono de superioridad y que denotaba poder. En el fondo, éramos sus juguetes personales. —Les recuerdo que está totalmente prohibido luchar entre ustedes y que durante este tiempo nos dedicaremos a observar todo lo que hacen. Los evaluaremos tanto por lo que hagan aquí como por lo que hagan en las sesiones individuales. Pueden empezar. 

Los siguientes días pasaron realmente rápido.  Fuimos unos buenos niños e hicimos caso de los consejos de Ryder. Aprendimos algunas lecciones útiles de supervivencia: encender un fuego, orientarnos por la posición de las estrellas, identificar algunas bayas comestibles y otras no y muchas otras cosas. En ningún momento mostramos nuestras habilidades para el combate. Eran nuestras últimas bazas. Aunque Kakashi nos asía trabajar en la entrevista por las noches después de cenar copiosamente, sabía que si quería impresionar a la audiencia tenía no sólo que ofrecerles bellas palabras, sino una bestia de matar.

Me dedicaba a investigar a las otras Ofrendas que me quedaban. De antemano ya había descartado a los profesionales, a los del Sector 4, a los del 500, a los del 800 y a los del 1.200. Tenían todas las papeletas de caer en los primeros días. No sabían pelear pero tampoco mostraban ser innatos supervivientes.

Sobre los del 700 tenía serias dudas. A pesar de que dos de ellos debían ser unos completos inútiles en el combate, ni empuñar una espada correctamente, eran recolectores profesionales y eso podía ser útil, además tenía a los otros cuatros que al parecer eran peleadores innatos. Era GPDO, por mucha dieta de engorde que hiciera, la finalidad era matar por unos recursos escasos. No podía contar con los patrocinadores. Aquello era algo incierto. A pesar de que Kakashi decía que tenía muchos pujando por nosotros, su favor era como la suerte, impredecible. 

Y los del 1.000 eran quienes más desconcertada me tenían. Mayck no me traería más que problemas… Lógicamente no tenía ninguna intención de aliarme con él, pero los demás chicos me podrían ser útiles… Aunque algo me tenía a un más inquieta y eso era que me había dado cuenta de lo inteligente que había demostrado ser Natsu, tal vez demasiado para mi gusto. Había demostrado una asombrosa capacidad mediante una prueba de emparejamiento de parejas, algo realmente difícil. Además, había aprendido técnicas interesantes. Si era tan astuto como inteligente podría acabar con sus enemigos sin necesidad de empuñar un arma
—y eso solo era un 10% de sus habilidades—, todavía no conocía sus habilidades en el combate y eso solo lograba inquietarme más. Sus ojos siempre que me miraban durante el entrenamiento me estudiaban. Sasuke era otro problema, no nos conseguíamos engañar. Él sabía que yo sabía que era extremadamente astuto y yo sabía que al alejarme tanto de las armas quería evitar que descubriesen mi actitud con ellas, en cuanto a Naruto, Sakura y Sega, esos tres eran un total misterio, se habían encargado bien de ocultar sus habilidades, mis expectativas asía ellos ya estaban comenzando a aumentar, tenía mis sospechas, quizás ellos también sean profesionales.

Los profesionales, cómo sólo ellos sabían se dedicaban a practicar con los instructores de armas y obviaban consejos tan útiles como cuándo encender o no un fuego. Generalmente se aliaban entre ellos, se hacían con los recursos de la Cornucopia y esperaban hasta quedar solo ellos, momento en el que se rompían las alianzas y comenzaban los minutos más “épicos y sangrientos”. Yo, en cambio, me dedicaba a hacer algunas pruebas físicas: gimnasia, carrera, barras y algo de natación para mostrar mi condición física. No era que resultara de mi agrado que mis enemigos supieran que estaba en buena forma, pero debía darles a los Vigilantes algo a lo que aferrarse. Notaba cómo en aquellas ocasiones, Sasuke me observaba.

— ¿Así que los del 700 y los del 1.000, dices?—Se sorprendió Ryder al explicarle todas mis observaciones y las posibles estrategias que había pensado.

—Son los más útiles—me defendí.

—Sabes que los del 700 no aceptarán si no los tienes a los seis ¿verdad? —soltó Naruto

 —Si son tan débiles morirán por sí solos. Necesitamos a alguien que nos ayude a encontrar comida.

—Además recuerda que en el 1.000 esta Mayck—intervino Sakura.

—Eso tal vez sea peligroso—concordó Sasuke.

—Mayck trabajara por su cuenta eso es seguro, pero tal vez los otros cinco quieran tenernos de aliados—dice Natsu, encogiéndose de hombros.    

—Estás en lo cierto. Lo hablaré con sus mentores. Ustedes  deberían hacer lo mismo con ellos.

—Esperemos que mañana tengamos suerte—suspira Sega.

Y la suerte fue algo agridulce. En mitad del descanso del séptimo día, mientras comíamos y éramos buenos borreguitos, aproveché para comentárselo a Jack, el chico del 700 que se prestó voluntario. Era algo más joven que todos los de su grupo pero su mirada parecía sincera cuando hablaba de proteger al amor de su vida. Fue realmente fácil convencerle. Nuestro trato fue el que yo ya había pensado: una alianza de protección hasta que quedaran tantos enemigos como miembros de la alianza. Ellos buscarían la comida y harían todo lo que yo dijera y yo les protegería. Ambos recelábamos el uno del otro, pero su amor por ella era superior a su racionalidad. Sin embargo, con los del 1.000 no hubo tanta suerte.

— ¿Una alianza?—fue la pregunta de Noah. Al explicarle mi trato, uno de los chicos más jóvenes del 1.000, tenía doce años, mi misma edad, sus ojos oscuros y brillantes llenos de esperanza, su cabello negro despeinado y su semblante serio me decían que estaba dispuesto a sobrevivir. Ese chico tenía algo —no sabía el qué— que me distraía. No sabía bien si por la confianza que trasmitía su mirada o porque creía ver en el a alguien que no debería ver.

—Sí, eso dije.

—No veo por qué quieres aliarte con nosotros y por qué debería yo hacerlo contigo, con el desequilibrado de Mayck nos basta y sobra.

—En esto debes estar con alguien si quieres sobrevivir además Mayck los  puede matar en cualquier momento ¿no?—Le recordé.

—Nada me garantiza que cuando ya no te sea útil me cortes el cuello mientras duermo y si tan segura estás de que yo no lo voy  a hacer contigo es que confías en tus habilidades, habilidades que ni tu ni tu equipo muestras.

—Tú tampoco enseñas mucho tus cartas.

—Yo no necesito de una alianza para sobrevivir.

— ¿Tienes un plan?

—Puede que sí o puede que no. Lo que me pase a mí, es mi problema.

— ¿Y a tu equipo?—Me la recordé mordazmente. — ¿Dejarías que les pasara algo? por lo que tengo entendido te la llevas muy bien con ellos ¿no es así?

— ¿De qué vas?

— ¿Perdona?

— ¿Qué quieres lograr?

—No entiendo qué me estás preguntando.

—Sé perfectamente cómo actúa la gente como tú. Puede que provengas del 900, pero eres otra profesional. Te he calado desde el momento en que te vi llegar aquí. Todo lo que haces es para conseguir patrocinadores. Te lo advierto deja a mi equipo  en paz, ellos no son una de tus bazas—
Este chico, era listo, me había calado, creo que no debí subestimarlo.

—Bonitos ojos, son tan oscuros como los de un cazador nocturno.

—No me cambies el tema, no creo que puedas sobrevivir por tu cuenta.

—Nadie me dice lo que tengo que hacer—respondió Noah.

—Nadie excepto la Central—le respondí mordazmente.

—Mi respuesta seguirá siendo no, no cambiare de opinión. No tengo interés alguno en forjar una alianza. Cuida tu espalda, 900. Adiós.

—Kira Kaminari—le corregí. —Ve con cuidado 1.000.

—Noah Hyokai.