Halloween IchiRuki

-Y bien, ¿qué ocurre en el mundo? – susurra Rukia al oído de su marido, que ve las noticias en el televisor desde su sillón.

-Nunca cuentan más que tragedias… Y en esta época de Halloween, parece que la gente se vuelve aún más loca. – ella se sienta en el sofá a su derecha, mirando a su esposo.

-Pues cambia el canal. O mejor, apaga la televisión, ni que alguna vez te hubiera gustado.

-Pero si la tenemos, habrá que utilizarla, ¿o es otro de tus caprichos que terminan abandonados?

-¡Eh! – exclama ella, indignada - ¿Qué caprichos he tenido y he abandonado?

-Pues si la memoria no me traiciona, aquella colección de peluches de conejitos con trajes tradicionales de todos los países, aquel vestidor para las muñecas de nuestra hija, que aunque dijeras que era por ella siempre fue cosa tuya…, - a Rukia toda la vida le ha molestado que él le hiciera reproches, aunque en verdad sólo tuviera la intención de divertirse viéndola enfadada un instante.

-Vale, vale, no hace falta que sigas. Ve la televisión cuanto quieras. – en ese momento él apaga el aparato.

-Prefiero verte a ti. – ambos intercambian una sonrisa cómplice - ¿Tienes algún plan para hoy?

-Realmente no, ninguno... – suspira la mujer – Así que me adaptaré a lo que tengas pensado hacer tú. – continúa Rukia con una sonrisa.

-Eso será si no me importa, ¿no? – continúa picándola.

-¡Ah vamos! ¡Después de tanto tiempo, sigue pareciendo que te casaste conmigo sólo para hacerme rabiar! – exclama mientras se arruga el vestido sobre sus piernas.

-Puede que esa fuera una parte… Pero sabes mejor que nadie, que si me casé contigo es porque te amaba.

-¿Me “amabas”? – pregunta ella, marcando mucho esa palabra. - ¿En pasado?

-Te amaba, te amo, y siempre te amaré. – pronuncia pausadamente Ichigo, sonrojándose a cada palabra. – Cómo te gusta hacerme decir estas cosas…

En esos momentos, suena el teléfono. El hombre se levanta con cierta dificultad, aunque nada extraño a su ya avanzada edad, y va hacia la sala contigua para atender la llamada.
Al rato, vuelve a cruzar el umbral de la puerta, desandando el mismo camino que unos minutos antes.

-Perdona la interrupción, querida. – se disculpa Ichigo mientras toma asiento en su sillón favorito. – Era nuestra hija de nuevo. Ya sabes que en estas fechas se pone particularmente pesada.

-¿Qué decía esta vez?

-Que soy mayor. Como si yo no lo supiera ya. – ríe el hombre. – Que debería ir a una residencia para “viejos lastres”… que cada vez camino peor, que me canso enseguida… Y que le preocupa que esté aquí solo, contigo…

Rukia asiente lentamente a estas palabras y deja escapar un suspiro.

-En el fondo tiene razón. Tu salud ha empeorado últimamente, y si algo pasara, yo no podría hacer nada…

-No. – dice rotundamente Ichigo. – No digas eso. Quiero estar aquí contigo, ésta es mi vida… Siempre te amaré, ¡acabo de decírtelo! Aunque ya sólo sea un viejo que apenas se vale por si mismo… Y aunque tú murieras hace años y ahora sólo seas un fantasma…

-Yo también te amo. – sonríe ella. Él le devuelve la sonrisa, y al cabo de unos momentos carraspea y toma el mando del televisor.

-¿Lo intentamos de nuevo? Quizá haya alguna película… - ella asiente, y él empieza a pasar por varios canales hasta que vislumbra lo que parece el comienzo de una película algo antigua ya, que ambos habían visto varias veces, y deja el mando sobre la mesa.

-Por cierto, Rukia… - ella lo mira con curiosidad – Feliz Halloween.

-Feliz Halloween, mi amor.