Chico Malo (+18) Nombre(CP 7) 26/05/14

Sakura alzó la cabeza, tratando de ver el reloj. Lo consiguió, pero no le sirvió de nada, puesto que Sasuke lo había dañado en una de sus rabietas. No era extraño que él siempre llegara tarde a todas partes. La casa de los Uchihas los representaba muy bien, el lugar era oscura y carente de vida. Lo compartían con sus dos amigos, y daba la impresión de que ninguno de los cuatro tenía alguna intensión de empezar a darle algo de luz. Sakura cerró los ojos, se dio la vuelta para no ver la pintura de la pared desgastada para ver a su novio dormido en el sofá de la casa, había pensado que era lindo traerle un café para despertarlo pero después de varios intentos el no daba signo de querer abrir los ojos. Sabía que tenía que irse y acudir a su cita con Naruto, pero tenía la esperanza de recibir los buenos días por parte de su chico. Solo fue hasta que recordó que hoy era el día del héroe de Konoha, Que un intenso sentimiento de compasión de apodero de ella, lo suficiente para hacerla caminar hacia su cita, mientras caminaba se dio cuenta que el tiempo se le había pasado al intentar despertar a Sasuke y ya iba tarde para ver a su mejor amigo.
Ichiraku Ramen era un más de los restaurante que se expandieron gracias a lo popular que se había convertido tras la guerra y por supuesto  el restaurante preferido de Naruto por lo que se había convertido en el punto de reunión, sin embargo el más viejo del lugar y el que era atendido por Teuchi y su hija era para Naruto único. Lo impregnaban los recuerdos de cientos de momentos con Sakura. Desde que se convirtieron en compañeros de equipo y tras pasar por todos los sucesos después de eso, habían cotilleado y estudiado, se habían reído, peleado y hasta llorado, (principalmente Sakura y en su mayoría por Sasuke) mientras comían un delicioso ramen.
Y ahora Naruto que había terminado todos sus ejercicios mañaneros, estaba sentado esperando a Sakura, tenía el periódico abierto sobre la mesa, y leía con un gesto de desaprobación el artículo que Itachi había escrito acerca de los sucesos el terrible día en que el Zorro de nueve colas destrozaba a Konoha.

—Pareces mi perro cuando le ha entrado agua en los oídos —le dijo Ayame.
Ayame era castaña, alta y esbelta, de treinta y pocos años. Era la hija del dueño y trabajaba ahí desde que Naruto iban allí. Se decía que su padre nunca permitió que ella se involucrara en la vida que conllevaba ser un ninja, sin embargo eso no había evitado que más de una vez se involucrara sentimentalmente con algún ninja, a prueba de un botón estaba que en una época había salido con el renegado Itachi Uchiha. Ayame nunca hablaba del asunto, pero a Iruka le había comentado con el corazón en el puño cuando él se enteró, Ayame era otra de las muchas chicas de Konoha que prefería salir con los chicos malos. Pero, fuera como fuera, las cosas no había salido muy bien para Ayame, por lo que según Sakura ella se estaba tomando un tiempo para reimplantarse su vida. Naruto nunca había sido muy curioso con respeto a la vida de Ayame ya que al final nada cambiaria lo que Naruto sentía por Ayame. Ella era malvada, divertida, encantadora, al menos con él. No era una amiga íntima, sino más bien una conocida, y cada vez que él pasaba junto a algún local de ramen se acordaba de ella.
— ¿Estás solo, cariño? —Le preguntó ella, aunque conocía la respuesta—. ¿Te sirvo lo de siempre? ¿O vas a esperar por la señorita lo–siento–llego–tarde? — continuó sarcástica.
—Prefiero esperar —respondió Naruto.
—Muy fiel, igual que mi perro —Ayame se alejó un momento, y luego volvió con la bebida preferida de Naruto—. Una soda para que soportes mejor la espera. —
Naruto la miró.
—No te gusta Sakura, ¿verdad?
— ¡Bingo! Qué listo eres. Seguramente por eso es que estas por ser Hokague.
—Pero ¿por qué no te gusta? Es muy buena chica.
—Es una estúpida. Más tonta que una silla —dijo Ayame mientras dejaba la soda delante de Naruto y arreglaba el mantel individual del otro lado de la mesa.
— ¡Eh, de eso nada! —Defendió a su amiga—. Cuando estábamos en la academia, tenía sobresaliente en todo. Se graduó con honores.
—Ah, ya. —Repuso Ayame, y cuando se dio la vuelta vio a Sakura mirar por la ventana donde se anunciaba el especial del día del Héroe—. Voila. Es toda tuya.
Sakura, guapísima como siempre, entró y se dirigió a la mesa de Naruto. La siguieron las miradas de todos los hombres del local, pero ella se comportaba como si no se diera cuenta. Naruto se preguntaba a veces si su amiga era consciente del efecto que ejercía sobre los hombres. Saludó con una sonrisa cuando ella se sentó frente a él en el reservado.
—Lo siento, llego tarde —dijo ella, se quitó el abrigo y cogió el menú.
Naruto la conocía lo suficiente para saber que estaba disgustada, pero también sabía que era mejor no forzarla a hablar del tema.
—. Estoy muerta de hambre —añadió ella, y se fijó en él, como si lo viera por primera vez—: ¡Por Dios, si pareces medio muerto!
—Hoy ejercite de más, ya sabes hoy no es un buen día —respondió Naruto con una sonrisa.
— ¡Es verdad! He estado tan preocupada por mis cosas y por… por todo que lo había olvidado. ¿Cómo las has pasado hasta el momento? ¿Muchos problemas?
—Sí, y ya sabes los aldeanos solo fastidian creen que comportándose bien este día repondrán su comportamiento de años,
—Sabes que lo hacen porque se sienten mal y no saben cómo arreglar el daño que te hicieron —El semblante de Sakura se iluminó.
—Lose, solo que me parece tan falso que me causa más bien nauseas. Cambiando de tema, tu madre te manda saludes, dice que puedes pasarte de vez en cuando por la casa, que a pesar de que lo dudes sique siendo tuya.
— ¿Fuiste a ver a mi madre?
—Oh, Solo pasa por ahí, ella necesitaba ayuda y yo s…
—La ayudaste, tu bondad y energía son excesivas. —Bufó Sakura—. Y yo carezco de ambas.
Naruto no tuvo más remedio que sonreír. —Por eso somos tan amigos, los opuestos se atraen. ¿En verdad no echas de menos a tu madre?
—No se puede echar de menos a lo que no te deja ni respirar. —respondió Sakura, y se tapó otra vez la cara con el menú para no tener que mirar a Naruto.
Aunque hacía años que eran amigos, ella no permitía que Naruto se metiera en la turbulenta su relación con su madre. Él se sintió incómodo, y hubo un momento de silencio
—. De todas formas, Ino está en mi casa cocinando pasteles como para alimentar a todo una aldea.
En ese instante Ayame se acercó al reservado. —¿Lo de siempre, cariño?—le preguntó a Naruto.
—Sí.
—¿Y tú qué quieres? —le preguntó Ayame a Sakura arqueando las cejas y en un tono que a Naruto le pareció demasiado cortante.
Sakura estudió el menú. —Voy a tomar… Ramen de Cerdo mediano —dijo.
Ayame no anotó el pedido, solo se quedó de pie junto a la mesa. Sakura cerró el menú con un gesto definitivo. Y Ayame siguió allí, sin moverse. Sakura le dirigió una mirada intencionada a Naruto. Ayame no se inmutó.
—No deberías comer cerdo —intervino Naruto—. Ya sabes, son más inteligentes que los perros.
—No empieces —le advirtió Sakura—. Mejor prepárate para oír el final de tu racha ganadora, porque yo he pasado el peor fin de semana de mi vida. —Sakura miró a Ayame, que seguía de pie, y parecía tan permanente como un poste de luz—. Ramen lo quiero para hoy — pidió Sakura. Ayame finalmente se dispuso a marcharse, pero Sakura la cogió del brazo, como siempre.  Naruto contuvo la risa. —Espera, me parece que voy a pedir mejor el Vegetariano. Sí, el vegetariano estará bien. —Miró fijamente a Naruto—. Y que se jodan los cerdos. —Se dirigió luego a Ayame—: Esta vez es definitivo. La camarera resopló, visiblemente hastiada, acercó una silla y se sentó. —Discúlpame, pero no recuerdo haberte pedido que te sentaras con nosotros — le dijo con tono cortante Sakura—. Y ya me has tomado nota.
—Reconócelo, quieres Ramen de pollo con queso rallado, y los quieres bien cocidos —dijo Ayame.
—Te he pedido Vege… —insistió Sakura, pero de inmediato cambió de idea y acabó pidiendo lo que realmente deseaba—. Muy bien, tomaré Ramen de pollo.
—Bien cocido, y con mucho queso. —Ayame, triunfante, le enseñó a Sakura que hacía rato que había escrito el pedido, y se alejó rumbo a la cocina. Sakura se quedó callada un minuto hasta recuperar la dignidad. Naruto la miraba. Desde hacía años se encontraban todos los domingos para hablar de sus romances — o de su carencia—. Y como Ayame los oía, era probable que conociera los hechos tan bien como ellos.
—Mi fin de semana me convierte en la ganadora —dijo Sakura—. Fue una pesadilla.
—Déjame adivinar: el viernes, los Taka bebieron hasta muy tarde y hablaron bobadas como de costumbre Sasuke termino cabreado y acabó emborrachándose. El sábado, los Taka volvieron al bar, pero no invitaron a Sasuke, así que se cabreó y volvió a emborracharse. Después coqueteó con una chica; tú te fuiste del club, esperando que él te fuera detrás. No lo hizo, así que te fuiste a casa. Pero él, mucho más tarde, también fue a tu casa y acabó durmiendo la borrachera en el vestíbulo.
—Desde cuando te crees listo, ¿no? —Dijo Sakura, y parecía divertida e irritada a la vez—. Para que te enteres no siempre tienes razón. —Hizo una pausa, sintiéndose incomoda con la mirada acusadora que le propinaba su amigo—. Bueno, no se quedó dormido en mi vestíbulo, pero has acertado en todo lo demás —dijo ella por fin.
—Sakura, Sakura, ¿por qué no pones a ese tío de patitas en la calle? —suspiró Naruto.
Justo en ese momento llegó Ayame con los platos. Puso el de Naruto con cuidado delante del chico, y el de Sakura lo deslizó bruscamente desde el otro lado de la mesa. Sakura miró su plato que aun temblaba.
—Ya sé que es una tontería… pero estoy enamorada de él. Lo quiero. Lo sabes.
—No es amor, es obsesión —le dijo Ayame mientras llenaba la taza de jugo de Sakura —. Y una obsesión muy poco interesante, a decir verdad.
Sakura lo miró. —No le caigo bien a Ayame —anunció.
—Eso no es cierto —replicó él con una voz que pretendía ser reconfortante.
—Sí que lo es. Y hace tropecientos años que te escucho contar historias sobre este chico malvado. Te has liado con un gilipollas sabiendo que era un gilipollas. Sinceramente, me aburres —dijo Ayame, y se dirigió hacia el reservado vecino.
— ¡Ayame, no seas mala! —le dijo Naruto. Y entonces llegó el momento que él más temía.
—Bueno, cuéntame cómo ha ido tu fin de semana —pidió Sakura.
Naruto tenía un problema. Le contaba a Sakura todo, o casi todo, y eso estaba bien. Pero lo que ya no estaba tan bien era quedar como un idiota o como un tío patético. Necesitaba la comprensión y el consejo de su amiga, pero temía que se compadeciera de él. Así que siempre se burlaba de su propio dolor. Ahora, alzó las manos como un atleta recibiendo los aplausos, y dijo:
—He aquí al representante de todo el mundo shinobi, campeón por peor vida social…
—Bueno, con el día de hoy seria…
—No, lo que más duele son los desastres anteriores a este día.
Sakura arrugó la frente y entrecerró los ojos en un gesto exagerado, como si estuviera haciendo un grandísimo esfuerzo por recordar algo. Estaba muy graciosa cuando ponía esa cara. —¡Dios mío! ¡Cuánto lo siento, pero lo había olvidado! ¿La cita a ciegas no funcionó? —Sakura suspiró—. ¿Y qué pasó con la otra, el gran encuentro? — Ayame volvió con más café, le llenó la taza a Sakura con un gesto de desaprobación y se alejó. Sakura se inclinó para estar más cerca de Naruto y bajó la voz. —¿Qué pasó? ¿Qué es lo que no funcionó en la cita a ciegas? —Una expresión de horror apareció en su cara—. No te habrás puesto la chaqueta naranja, ¿no?
—No —respondió él—. Llevé el blazer azul.
Sakura casi se ahoga con el café. —¿Te pusiste un blazer para una primera cita con una chica que no conocías?
—Sí, yo…
—Nunca hay que vestirse formalmente para esa clase de encuentros. Lo importante es que todo parezca desenfadado, casual… —Sakura suspiró, frustrada, como otras veces en  que el baka no había hecho caso a sus instrucciones—. ¿Qué pasó, pues?
—Bueno, yo entré en el bar y ella me hizo señas con la mano. Era muy delgada, pelirroja, atractiva en su estilo. Así que me acerqué y le di las flores…
—¿Le llevaste flores? —exclamó Sakura, agitando las manos con exasperación—. Por Dios, eso es propio de alguien que no se ha comido un rosco en años.
—Bueno, tal vez por eso la cosa solo duró once minutos. Apenas habíamos empezado a hablar cuando ella dijo que se había dejado la ropa en la secadora y no quería que se le arrugara.
—Esa chica no es muy hábil para inventar excusas —dijo Sakura, y ambos reflexionaron sobre el horror de lo sucedido. Después, como de costumbre, Naruto volvió a ser el mismo chico alegre de siempre, y Sakura tuvo la certeza de que su optimismo era congénito—. No importa, Naruto. Olvídala. Estoy segura de que era pelirroja de bote. —Naruto se las arregló para sonreír casi tan alegremente como siempre— . ¿Y qué pasó el sábado por la noche? Ya sabes, aquella cita que tenías con la chica misteriosa con la que tuviste tu última misión. Esa que te hace babear, como un adolescente. Qué por alguna extraña razón no me has dicho su nombre, ¿Cómo se llama?
—Konan —le susurro Naruto.
—Konan, hablas de la Konan de akatsuki… la misma que te quería dar casa para matarte —Naruto asintió —Hay por favor que le vez
Naruto suspiró—. No te preocupes, igual eso fue todavía peor —reconoció.
—¿Cómo puede ser aún peor que una cita a ciegas que duró solo once minutos y medio?
—Bueno, para empezar, no teníamos que encontrarnos en un bar, sino fuera. Para seguir, estaba lloviendo. Y para terminar, ella ni siquiera acudió.
Sakura abrió la boca realmente sorprendida. Y después exageró el gesto, para disimular sus auténticos sentimientos. —¿De verdad que te dio plantón? ¿No sería que fue más tarde? Quiero decir, ¿la esperaste un buen rato?
—Dos horas.
—¡Oh, Naruto! ¿Estuviste dos horas bajo la lluvia?
—Y eso no es lo que más me preocupa. Lo peor es que tendré que verla mañana en una reunión por la misión.
—¡Ajjjj! —Sakura se encogió, espantada, y su cara reflejó cuánto sufría por la próxima humillación de Naruto. Luego trató de disimular—. Dime al menos que ella te mando mensaje con una excusa convincente —le suplicó.
—Nada de nada. Y yo le dejé mensajes a ella.
—Ojalá no lo hubieras hecho —dijo Sakura.
El se puso a la defensiva. —Ya, ¿y qué se supone que tendría que haber hecho?
—Tal como siempre te han aconsejado callarte.
—Y entonces ¿cómo iba a enterarse ella de que la había esperado?
—¿Y por qué tenía que enterarse? ¿No había sido ya suficiente humillación? — Ahora Sakura estaba fastidiada con él. Naruto vio en su cara algo muy parecido a la compasión.
—Bueno, ¿qué otra cosa podía hacer?
Antes de que Sakura pudiera responder, Ayame volvió a la mesa, atraída por los retazos de conversación que había oído. — ¿Qué te parece quedar con mujeres que quieran salir contigo? Quizá con una mujer un poco mayor —sugirió Ayame mientras le hacía una caída de ojos—. Claro que es una idea tonta, después de todo yo no he ido a la academia. —Retiró los platos vacíos y se marchó contoneándose.
—De acuerdo, Naruto, tú ganas —suspiró Sakura—. Tu fin de semana fue peor que el mío. Y creo que has ganado durante ochenta y tres semanas seguidas. Un nuevo récord mundial. —Garrapateó algo en un postit que sacó de su bolso y lo pegó en la camisa de Naruto. Había dibujado una carita feliz.
—Genial. El Campeón de los Perdedores.
Sakura se quedó un instante pensativa. —Sabes, creo que no todo es por tu culpa. Las mujeres tienden a sentirse atraídas por… por las dificultades. Por los hombres que son un desafío. Ya sabes por ejemplo Ino que rompió con Kai. Está loca por él, pero dice que es un CHFC.
—¿Y eso qué es?
—Un chulo con fobia al compromiso. De modo que pienso que tal vez las mujeres prefieren a los chulos, hasta que deciden darse por vencidas.
—Eso no es justo; yo hago todo lo que puedo.
—¿Para ser un chulo?
—No, ¡para no serlo!
—Ya sé, era una broma. Pero ya ves, quizá ese es el problema: te esfuerzas demasiado… y eres demasiado agradable.
—¿Cómo se puede ser demasiado agradable?
—Tú lo eres, Narto. Eres demasiado considerado. Hoy, por ejemplo, has ha ayudado a mi madre y quien sabe a quién más por el camino. Ya ves, eres demasiado encantador.
—Eso es ridículo.
—Sé que a ti te parece absurdo —coincidió Sakura—. Y también a nosotras, las mujeres. No creo que nos guste sufrir. Pero no nos gusta aburrirnos. Mira a Sasuke. Me parece fascinante. Hace que mi vida sea realmente interesante.
—Por Dios, si aduras penas te habla —exclamó Naruto, irritado—. Y es un teme totalmente estúpido, que solo se interesa por sí mismo. Y es un egoísta. ¿Y un tío así te parece interesante? —De inmediato se dio cuenta de que tal vez se había pasado y había herido los sentimientos de su amiga. Pero ella sonrió.
—¿Qué tienes contra los tíos que no son tan escandalosos como tú?
—Nada en absoluto —respondió Naruto, más tranquilo—. Solo contra él. Creo que no vale nada.
—¡Pero es tan mono! ¡Y en la cama es genial! —Sakura se ruborizó. Naruto apartó la mirada. Ese era su castigo por hablar demasiado. Había cosas de las que no quería enterarse. Suspiró.
—Daría cualquier cosa por tener el éxito que tienen Sasuke y los de su calaña con las chicas. Si tan solo pudiera aprender a hacerme el tonto, o pasar por egoísta… — Hizo una pausa—. Eh, Sakura, tengo una idea…
—Tú siempre tienes ideas —dijo ella—. Pero eso no prueba que sean realmente buenas
—No, no se trata de esa clase de ideas —dijo Nauto—. Lo que quiero decir es que he pensado algo acerca de mi vida.
—Genial. ¿Podemos hablar del asunto la semana que viene? Ahora tengo que ir al supermercado.
—¿Para qué?  
—Por harina y levadura.
—¿Tienes que preparar algún tipo de medicina? ¿O es para hacer un potingue para el pelo?
—Para un pastel —respondió Sakura, e intentó adoptar un aire muy digno, algo que con Naruto le resultaba casi imposible. —¿Desde cuándo haces pasteles? ¿Y por qué tienes que hacerlo a medianoche? —Naruto sabía que ella creía que esa cosa negra que había en la cocina con una puerta delante era un armario extra para los zapatos—. ¿Es un truco para acabar con Sasuke? Porque tus pasteles lo matarán. Claro que eso no estaría mal.
—A palabras necias, oídos sordos —respondió Sakura, poniéndose en pie. Naruto también se levantó. No quería que se notara que estaba desesperado por compañía. Y también estaba interesado en el misterio de la repentina domesticidad de Sakura. Y entonces se dio cuenta del porqué.
—Es Ino. ¿No?
—¿Y qué? —respondió Sakura mientras se ponía la chaqueta—.Insinúas que no se cocinar.
—Tú sabes hacer muchas cosas; eres una doctora muy buena, una excelente amiga, y te vistes muy bien. Pero hacer pasteles…
—Ino está deprimida y cocinar es parte de su terapia para recuperarse —comento Sakura al darse por vencida
—Te ayudaré con la compra del súper —se ofreció Naruto, sonriendo.
— ¿Y eso? ¿No tienes que ejercitarte, o dormir? Es lo que siempre estás haciendo. Además, ir a comprar a un supermercado es lo más aburrido del mundo.
—. Puedo llevarte el carrito.
—Si te da gusto… —Sakura se encogió de hombros y echó a andar mientras Naruto buscaba en sus bolsillos y arrojaba, deprisa, un billete de veinte ryu sobre la mesa
—. De nuevo estás dejando una propina excesiva —observó Sakura sin darse siquiera la vuelta—. Ya ves, tu problema es que eres demasiado educado. Y a las mujeres no nos gustan los chicos buenos.
Naruto comenzaba a sentirse muy excitado por algo que se le había ocurrido. ¿Por qué no había pensado antes en eso? Era una idea perfecta, y la tenía muy clara de principio a fin. Solo tenía que lograr que Sakura la comprendiera, que estuviera de acuerdo, y que la hiciera realidad. Pero él era muy bueno en convencer a la gente.
—Hasta la semana que viene —le gritó a Ayame, y luego corrió detrás de Sakura, que ya estaba en la puerta.
— ¿Y cuál es tu idea? —preguntó Sakura mientras retiraba un carro de la fila
—Pues mi vida tiene que cambiar antes de que esté en edad de usar Viagra, o muera deprimido y solitario en una misión.  
—No te pongas trágico —respondió Sakura mientras cruzaban el pasillo de los artículos de tocador, y miró de reojo cuando pasaban junto a la nevera de lácteos—. Aún no ha llegado tu fecha de caducidad. Te faltan dos o tres años.
—No me pongo trágico, solo soy realista. —Naruto suspiró profundamente; tenía que conseguir que ella le ayudara—. Quiero que me enseñes a ser un chico malo.
Sakura comenzaba a estudiar el estante de los productos para el pelo cuando se detuvo y se volvió para mirarlo. — ¿Qué dices?
Él sintió que el corazón se le desbocaba. —Quiero que me enseñes a ser la clase de tío que les gusta a las chicas. Ya sabes, como Sasuke, ese tal Kai o hasta Itachi.
—Tú sí que estás chiflado —respondió Sakura y se alejó empujando el carrito. Naruto la alcanzó en el pasillo casi desierto donde se encontraba todo lo necesario para hacer pasteles.