Corazón ardiente [Capítulo III] [12/08/2013] [+16]

PRÓLOGO

Hay veces en la vida en la que nos hace falta recordar el pasado. Y aceptarlo. Sí, porque, después de todo, es lo vivido lo que determina el futuro. Y un futuro con un pasado no asumido no trae más que problemas y sufrimientos. Por eso, ahora, con casi treinta años, una profesión estable y una familia más o menos feliz, he decidido sentarme delante de un ordenador y escribir mi vida o, al menos, lo que fue mi vida durante aquel tiempo. Siempre fui una joven apasionada de vida fácil, con unos padres adinerados a los que no veía tanto como quisiera por motivos de trabajo y un hermano mayor que era mi cómplice y que me consentía demasiado. Tuve mil etapas en apenas cuatro o cinco años, no puedo precisar mucho tampoco; tuve mil amigos, mil grupos, mil amantes y mil borracheras. Aprendí a tocar instrumentos, a cantar un poco, aunque nunca ha sido mi fuerte, y me salté tantas clases para irme de cachondeo que no puedo ni llevar la cuenta. En aquella época, gané fama. Para unos buena, para otros mala y yo, como adolescente que era, no pude evitar sentirme halagada. Era una chica y era fuerte, para unos peligrosa y para otros un ejemplo a seguir. No obstante, la mayoría de lo que se decía de mí, como suele pasar a menudo, era mentira; eran rumores y habladurías baratas y falsas. Sin embargo, nunca me preocupé de desmentirlos. Tener fama era divertido.

Sexy. Explosiva. Con carácter. Peligrosa. Imprevisible. Punk. Muchos eran los epítetos que circulaban sobre mí, pero me daba igual. Mi vida era una burbuja de cristal en la que yo lo controlaba todo. No era manipuladora, al menos no mucho, simplemente, era una tía con suerte.

Viví mi adolescencia en una ciudad media, ni grande ni pequeña, sin playa y sin montaña, en la cual se podía ir a todos sitios andando y llegaba un momento en el que conocías a la mayoría de los habitantes. Entre los adolescentes nos saludábamos, sabíamos dónde encontrarnos y a quién debíamos buscar según lo que quisiéramos hacer. Cada cosa tenía su lugar y cada grupo, su mundo. Yo nunca tuve amigos íntimos, al menos no durante una época. Y, sin embargo, conocía a mucha, muchísima gente. Raro era el día en el que pasaba una tarde entera con la misma peña. Me gustaba moverme, saludar, llevar mi rollo. No necesitaba compañía constante y sabía buscarme la vida.

Eso sí, hubo tres personas que determinaron mi vida aquellos años. Tres personas, tres chicos, sin los cuales ahora mismo no habría historia que contar, sin los cuales ahora mismo no sería quien soy ni pensaría como pienso. Itachi, mi hermano mayor. Gaara, con el que estuve saliendo dos años. Y Naruto, aquel bajista loco con fama de pasota.

Tres chicos. Una muchacha con fama extraña. Una ciudad ni grande ni pequeña. Una etapa de adolescencia total, sin padres. Sexo, drogas y rock ‘nd roll. Nunca mejor dicho.

Octubre de 2012. Ahí comenzó todo.