Si hubiera llegado a tiempo [T] (+16) (NS)

Inspirada en hechos reales.

Era un bonito día que anunciaba el final del invierno del año 2013. Estaban siendo años difíciles para todos, pero, al menos, ellos dos estaban juntos. Una joven pareja paseaba por el madrileño Parque del Retiro. La joven de treinta y tres años y de cabello rosado empujaba un carrito donde iba su hijo de tres años, con un pijama-abrigo de zorro que tanto les había gustado a sus padres al comprarlo en la tienda. El joven de la misma edad y de pelo rubio cogía con dulzura a la madre. Como todos los años por aquella fecha paseaban por el Retiro.

Si tan sólo hubiera llegado a tiempo…

Esta es la historia de una de las muchas personas que aquella fatídica mañana, entre las 07:37 y las 07:40 no hizo lo que siempre hacía.

Sakura Haruno, estudiante de medicina de Japón venida de intercambio por otra alumna de la Universidad Complutense, llegaba tarde aquella mañana.

“Mierda, son las 7:25, no llego” pensó mirando su reloj. Tardaba quince minutos en llegar a la estación de tren, y el tren salía a las 7:30. Tardaba diez minutos en llegar a la Estación para luego coger el metro.

Se encontraba en el quinto año y había decidido viajar a uno de los países cuyo sistema sanitario era gratuito, universal y la envidia de muchos otros países europeos y desarrollados. Además de que ese país siempre le había llamado la atención por su historia, por su gastronomía, por su gente, por sus costumbres, por su idiosincrasia… De Europa, España quizás era el que más le gustaba. De hecho, en el colegio, además de inglés había aprendido a hablar español, de tanto que le gustaba aquel país.

Vivía en una pequeña localidad del extrarradio de la capital del país y todas las mañanas tenía que coger el tren para poder llegar a clase además de varios trasbordos.

Madrid era una gran ciudad, una auténtica metrópolis, no comparable a otras grandes urbes como Nueva York, Londres, Tokyo o París, pero que desde los últimos veinticinco años se había hecho un lugar entre las ciudades más populares del mundo. A ella le gustaba mucho la ciudad, aunque lo que más le gustaba era un “madrileño” que había conocido.

Era madrileño por decir algo. Sus padres eran de Japón, aunque él había decidido vivir durante un tiempo en España. No en vano sus dos abuelas, casualmente, eran de Madrid, huidas de su país durante la cruenta guerra civil librada hacía mucho tiempo que enfrentó a hermanos por ideas políticas. Aquel extraño madrileño del país del sol naciente se llamaba Naruto y de japonés tenía poco, tanto que bien podría parecer de Europa.

“Mira que se lo advertiste, pero claro, tú como pareces nueva, te ponen ojitos y se te olvidan tus obligaciones. ¿Sabes cuánto dinero les está costando a tus padres tenerte aquí” le decía la voz de la conciencia mientras corría como si no hubiese un mañana.

“Si tan sólo me hubiera despertado cinco minutos antes” Todo por culpa de Naruto.

Naruto estaba viviendo el idílico sueño del niño de papá que vivía del dinero paterno durante un año sabático. Dormía por el día. Vivía de noche. Fiesta. Sólo se preocupaba de su trompeta. Una de las pocas cosas que a Sakura le gustaba es que tocara tan bien la trompeta tanto melodías aburridas y clásicas como el jazz, el blues, etc. Se suponía que estudiaba en el Conservatorio, aunque como era tan jodidamente bueno se permitía cualquier cosa.

“Maldita sea la hora en la que le conocí” pensaba Sakura “Ahora no llegaría tarde al examen más importante de la carrera” Iba a llegar tarde. Si tan sólo se hubiera llegado a tiempo.

Conoció a Naruto en un mes. A Sakura le encantaba Madrid por la gran cantidad de cosas que se podían hacer. Tenía un amigo español, llamado Santiago, aunque le decía Sai. El muchacho sabía de muchos lugares alternativos en el nocturno barrio de Chueca. A Sai le gustaban más los hombres que las mujeres, aunque antes de conocerse bien había intentado meterle la lengua hasta la campanilla. Era un tipo extraño pero le caía muy bien. Era muy andrógino, muy femenino.

Sai la llevó aquel día a un local de ambiente muy alternativo, cosa que a Sakura le gustaba. No se tenía que preocupar por qué le metieran mano como en otras discotecas más populosas y con más renombre. Naruto estaba tocando con una banda. Como luego supo, así se ganaba unos eurillos para pagarse algún que otro caprichito. El chico se fijó en ella nada más entrar en el bar y cuando la banda paró de interpretar un rítmico blues, en el descanso, se acercó a ella y le preguntó:

- Vaya preciosidad se nos ha metido en este lugar… Sai, ésta es nueva y merece la pena.
- Sí, te prometí que te presentaría a una chica guapa, me debes un polvo.

Naruto se rió.

- No, no, no, no – respondió Naruto – Dijimos: tú me presentas a una chica guapa y yo te consigo un polvo, no que fuera conmigo. ¿Ves a ese pianista? – Señaló a un chico de pelo negro y ojos negros, que a Sakura le pareció bastante guapo – Lo llamamos Sasuke y también le gustan los chicos. Es muy promiscuo y me ha tocado el culo varias veces. Seguro que con que te insinúes te lo tienes ganado.
- Sakura, te dejo en buenas manos. Me voy a ver si consigo ligue.- comentó Sai

El rubio se sentó y pidió un cubata. “Borracho”, pensó Sakura, aunque luego se dio cuenta de que estaba siendo injusta, ella estaba bebiéndose un Baileys.

- Así que Sakura… Eres de Japón, ¿verdad?
- Sí y no pienso ser tu ligue – respondió algo ofendida y traicionada por la forma en la que le trataron aquellos dos. Sai la había usado como pago para conseguir un ligue… Eso no se lo perdonaría, pensó en aquel momento.
- Bueno, mi nombre es Naruto Namikaze. También soy de Japón. Me gustaría conocerte más. Me has gustado mucho, desde luego.
- Tú a mi no – se intentó mostrar ofendida. Lo cierto es que Naruto era alto, parecía estar en muy buena forma y tenía un atractivo europeo muy interesante para Sakura.
- Ya verás como consigo una cita contigo antes de que acabe la noche – la desafió.
- Para que haya una cita tienen que querer los dos, si no, se llama secuestro.

Él se volvió a reír alegremente. “Tiene una risa muy bonita. Si no fuera tan gilipollas le daría una oportunidad” Naruto se pasó todo su descanso contándole su vida. Parecía un chico muy normal, aunque estaba muy pagado de sí mismo. Llegó el momento en que la banda tenía que retomar su trabajo. Era una banda pequeña: un piano, un contrabajo, un clarinete, una flauta, una trompeta, un saxofón y un percusionista. Sai llegó del baño mientras se limpiaba la boca. Tenía la camisa algo desajustada.

- Eres un maldito. ¿Te crees que por un polvo me puedes vender? – le regañó enfadada.

A Sakura le caía bien Sai, demasiado. Esa faceta bisexual tan rara y que no todo el mundo entendía hacía que le tuviera más cariño. Pero tratarla como moneda de pago era pasarse. Tenía intención de martirizarle un par de días, aunque en el fondo le había gustado Naruto.

Antes de que la banda empezara a tocar, Naruto se puso en pie y mientras sonaba el ritmo del batería dijo:

- Este solo se lo dedico a Sakura, la chica del pelo rosa que ha venido con Sai, nuestro incondicional cliente. Espero que después de esto acepte tener una cita conmigo.

La joven, como era normal, se puso muy colorada. Sintió como todo el local la miraba. Se sintió presionada. Naruto empezó a interpretar un magnífico solo de jazz, que a Sakura le encantó, aunque nunca, nunca, nunca, nunca jamás, le reconocería que fue aquello lo que hizo que aceptara a salir. Prefería hacerle creer que fue porque todo el local la presionó con la mirada.

Al dar la última nota, se quitó la trompeta de la boca y dijo:

- ¿Quieres tener una cita conmigo mañana? – Naruto le guiñó un ojo. Entendía por qué les gustaba a todos, tanto hombres como mujeres, era lo que en la literatura española llamaban un “Don Juan”.

Sakura aceptó y a partir de ese momento comenzaron a salir. La primera semana sólo se vieron un par de veces. Un café. Un paseo por el Parque del Retiro. El invierno estaba acabando y la primavera llegaba. Era el mes de febrero. Naruto aprovechaba para seguir contándole su vida, aunque Sakura tomó confianza para y empezó también a abrirse.

La segunda semana se vieron casi todos los días, después de que Sakura estudiara. Se acercaban los exámenes finales, pero a ella ya le importaban menos sus estudios. Dormía poco, no por los nervios de los exámenes, si no pensando que harían al siguiente día. Al estudiar no se concentraba y podía pasar una hora antes de que cambiara de página. A veces se encontraba dibujando la cara de Naruto con esos extraños bigotes de zorro que tenía en sus mejillas. Esa semana se dio cuenta de que le gustaba realmente.

La tercera semana Sakura empezó a faltar a clase para salir con Naruto. Pasaban mucho tiempo, los dos juntos, solos. Aunque llevaba más de siete meses en Madrid, Naruto le descubría sitios nuevos. Habían visto el Prado, el museo Thyssen, todo el Madrid viejo, de la época de máximo esplendor del país, el Madrid nuevo y desenfadado. Habían viajado en metro, habían visto un partido del Real Madrid de Futbol. Habían ido al cine. Habían paseado por el Parque del Retiro y habían estado de compras por la Gran Vía. Cada día hacían una cosa nueva y Naruto se iba ganando un lugar en su corazón.

Ella siempre se había centrado en sus estudios. Sus padres no tenían tantos posibles como los de Naruto y estaba becada por el gobierno japonés, pero ahora que conocía a Naruto este le estaba enseñando todo aquello que siempre le había faltado valor para hacer.

Fue en una tarde de paseo, mientras que veían cómo se ponía el sol en lo alto de una colina en el Templo de Debod, un templo egipcio en el corazón de Madrid, cuando él la besó. Con casi cuatro semanas de citas, paseos y aventuras, ya había confianza para eso. Sin embargo, a pesar de que Sakura tenía el examen al día siguiente, para el cual apenas había estudiado, el beso llevó a mayores.

Les faltó tiempo, casi fueron corriendo. Tomaron el primer tren que pudieron en Atocha. A pesar de que el tiempo suele rebajar bastante ese tipo de necesidades, los dos querían y casi no podían esperar. Entraron ya en el piso de ella quitándose la ropa y besándose apasionadamente. Naruto la tiró sobre el sofá mientras que se quitaba los pantalones.

- Naruto…- le llamó ella.
- ¿Sí?
- Verás… hace tiempo que…
- No te preocupes. Esta noche va a ser magnífica. Te lo prometo. Me gustas mucho y no quiero estropearlo – le dijo sonriendo.

Y así se entregaron a una noche de pasión. Sakura mandó a la mierda los exámenes… Aquella noche.

Sonó el despertador y lo apagó de un golpe. Eran las 6:30 cuando sonó, como todas las mañanas que había clases y que Sakura había programado para llegar a tiempo al examen. Casi no había estudiado, pero al menos, quería saber cómo iba a ir al examen. Peor al oírulo la calidez y el brazo protector de Naruto le dijeron que no. Se despertó, de repente, como si le hubiesen dado un susto a las 7:15.

Recordó su examen, sus obligaciones, sus ataduras. Naruto estaba su lado, en la cama. No recordaban cómo habían llegado hasta allí, aunque de no ser por los nervios del examen se habría acurrucado junto a él y habrían dormido hasta despertarse. Sakura guardaba buenos recuerdos que en aquellos momentos no podía repetir. ¡Estaba llegando tarde al examen más importante de su vida! ¡Si tan sólo hubiera llegado a tiempo!

Corrió. Dio un sprint. Estaba agotada de la anterior noche pero tenía que llegar. Al precio que fuera. ¡Si tan sólo hubiera llegado a tiempo!

Pero no lo hizo. Mientras bajaba las escaleras de la estación a toda prisa escuchó como el tren destino a la Estación de Atocha se marchaba. Eran las 7:31

- ¡MIERDA, JODER! – Exclamó enfadada - ¡Maldito Naruto!

No llegó a tiempo. De no haber conocido a Naruto habría estudiado todos los días. Esa tarde habría repasado. Se habría acostado pronto para descansar y habría cogido el tren. Ni siquiera eso. No se arrepentía de haber vivido aquel mes con Naruto. Si tan sólo hubiese decidido despertarse a su hora, ahora estaría rumbo a la universidad.

Ella decidió volver a casa. No llegaría a tiempo al examen. Si tan sólo hubiera llegado a tiempo… Caminó de regreso a casa. Triste y algo decepcionada. Había conocido al mejor hombre de su vida. Se sentía muy atraída por él y creía que había más. Pero había mandado a la mierda su brillante expediente y si suspendía, tenía miedo de que el gobierno japonés le retirara la beca.

Cuando llegó a casa Naruto corrió y la abrazó. Sólo llevaba un calzoncillo. Estaba llorando. Parecía muy contento. Estaba muy emocionado. Sakura le devolvió el abrazo pero no lo entendía. Sólo escuchaba el sonido de la televisión, el informativo de todas las mañanas. Había dejado a Naruto en la cama aunque despierto. No comprendía qué había ocurrido, pero seis minutos todo el país había entrado en una gran conmoción.

- ¿Por qué lloras? – le preguntó.

En la mañana del jueves 11 de marzo de 2004 se produjeron diez explosiones provocadas por diez mochilas cargadas con alto explosivo. En la Estación de Atocha a las 7:37:47 ya se había producido la primera explosión; a las 7:38:36 se produjo la segunda y a las 7:38:40 se produjo la tercera. En la estación de El Pozo del Tío Raimundo hicieron explosión 2 bombas; en la estación de Santa Eugenia, una; y en un cuarto tren, junto a la calle de Téllez, en las vías que se encaminan a la estación de Atocha desde el sur, otras cuatro bombas.

Si tan sólo hubiera llegado a tiempo, nueve años después, Naruto y Sakura no podrían haberse casado. Sakura habría muerto. No vivirían en Madrid, la ciudad en la que los dos se conocieron y en la que ella nació de nuevo. No estarían empujando el carro con su pequeño hijo Minato, porque éste no habría nacido. No le hubieran comprado aquel pijama que tanta gracia les había hecho. Nada de lo aquí contado hubiera sucedido así. Si tan sólo hubiera llegado a tiempo…

191 personas murieron aquel día en uno de los mayores atentados terroristas sufridos en España. 1858 personas resultaron heridas. Todo un país se vio conmocionado. Pero gracias a un descuido, a un retraso, a una persona que les preguntó la hora, a un semáforo que tardó más de lo normal en cambiar, a una pelea matutina con la pareja, o a una noche de amor o, en definitiva, a un hecho difícil de identificar, Sakura al igual que otras tantas personas no cogieron aquel tren y pudieron vivir la vida que otros perdieron.

Por esa razón, cada 11 de marzo, Naruto y Sakura y desde que nació el pequeño Minato, cogían un tren hasta Atocha. Subían por la Avenida del Paseo del Prado hasta la Fuente de Neptuno, tomaban la calle Felipe IV y paseaban por el Retiro hasta llegar al monumento a las personas inocentes víctimas del ataque.

Si hubiera llegado a tiempo…