Las Cuatro Plumas [Capítulo 15: 09/10/13]

—Por aquí, por favor Sasuke-kun —indicó Kabuto al que llevaba siendo su compañero desde hace más de un mes. El Uchiha asintió y lo siguió a través de un cavernoso pasillo.

—¿Nos reuniremos aquí con Orochimaru-sama? —preguntó Sasuke cuando Kabuto se detuvo al final del que resultó ser un pasillo sin salida.

—No. —dijo tajante. En ese momento una barrera rodeó a Sasuke, confinándole a un pequeño espacio que en planta no superaba el tamaño de un cuadrado de medio metro de lado.

—¿¡Kabuto-senpai?! ¿¡Qué ocurre!?

—No te tomes la molestia de exaltarte. —se ajustó las gafas, sonriendo con malicia —Uno de nuestros espías de confianza ha regresado de su misión. Nada más verte, te ha reconocido como uno de los que fueron nombrados como candidatos a convertirse en jounnin, cuando se coló en la última graduación de Konoha. Eres orgulloso, Sasuke-kun… Tanto, que resulta difícil de creer que alguien como tú abandonase la villa antes de colgarse la medalla del ascenso…

—Eso no tiene nada que ver, y lo sabes. Si no me interesa esa gente, no me interesan sus ascensos.

—El caso… es que según él, tú y tus amigos estabais bastante felices con la noticia. —añadió Kabuto. —Un shinobi como tú, que se ha ofrecido para ser el próximo cuerpo contenedor de Orochimaru-sama a cambio del poder suficiente para vengarse de aquellos que no lo reconocían debidamente…, resulta curioso saber que sí hubo tal reconocimiento, y que tú parecías feliz con ello.

—¿Y por eso me encierras? ¿Por qué alguien creyó verme feliz?

—Solo es por precaución, Sasuke-kun. Hasta que se resuelva esta pequeña duda.

—No creo que a Orochimaru le guste saber lo que estás haciendo con el propietario de su próximo cuerpo… Y entonces ¿cómo planeas resolver esa duda? —un destello apareció en los ojos de Kabuto al oír esas palabras. Sonrió, se dio media vuelta y empezó a alejarse.

—Solo necesitamos dos cosas para tomar la decisión, lo primero… haremos que tus amigos Kiba y Shikamaru se enteren de que te has convertido en un prisionero. Su reacción será muy interesante… estoy seguro casi al 100% de que podremos decidir sin equivocarnos…

—¡Espera! —exclamó Sasuke — Dices que necesitas dos cosas… ¿Cuál es la otra?

—La otra… —Kabuto se detuvo un momento, pero sin girarse a mirarlo. —Me la acabas de dar tú, Sasuke-kun. Cuando al ponerte nervioso has bajado la guardia y has omitido cualquier respeto… y sufijo, al citar a Orochimaru-sama.

…

Dos días después…

—Muy bien, genio. ¿Algún otro plan infalible? —preguntó Kiba, dejándose caer ligeramente hasta hacer chocar su espalda con la pared de la celda en la que estaban confinados.

—Mierda… Es imposible salir de aquí… —murmuró nervioso Shikamaru, arrodillado frente al otro extremo de la pequeña celda de piedra.

—Ya, de eso me di cuenta las cuatro primeras horas de perder energía inútilmente…

—¿¡Es que no lo entiendes?! —exclamó Shikamaru, haciendo que Kiba lo mirase con curiosidad. — Nos dijeron que Sasuke era sospechoso de traición y que ahora era un prisionera de Orochimaru… ¡Y cuando por la noche intentamos localizarlo para salvarlo, es cuando nos encerraron!

—Todo eso ya lo sé —dijo indiferente Kiba—Estaba ahí, ¿recuerdas?

—Pero lo único que conseguimos en inculpar completamente a Sasuke… Se había ganado la completa confianza de Orochimaru, y ahora… es probable que lo mate…

—Eso… —interrumpió Kiba— Si no lo ha hecho ya…

—¿Es que te da igual? —preguntó Shikamaru enfadado.

—No. Claro que no… Claro que no quiero que maten a mi amigo. Pero sé realista, ¿qué crees que podemos hacer ahora? Estamos encerrados en una prisión de máxima seguridad, con nuestro chakra suprimido, con Sasuke muy lejos de aquí, en una misión secreta en la que como mucho, al enterarse de que algo no anda bien, en Konoha pueden creer que no significa nada… —Kiba suspiró y dejó que su espalda golpeara de nuevo contra la pared — Déjame que te lo pregunte de nuevo, ¿tienes algún plan?

Shikamaru cerró los ojos con fuerza y simplemente, agachó la cabeza con pesar.

…

Al día siguiente, en Konoha…

—¡Muy bien, ero-sennin! Estoy preparado para una nueva sesión de entrenamiento. —exclamó Naruto mientras entraba en la cueva, viendo que Jiraiya ya se encontraba allí.

—Naruto… —el sannin lo miró algo compungido.

—¿Qué ocurre? ¡¿Ha pasado algo malo!? —exclamó el rubio.

—No es seguro, Naruto… son solo rumores, y la opinión oficial es que es pronto para tomarlos en cuenta. Tan solo se ha enviado a un grupo de exploración para recoger información.

—¿Pero qué, maldita sea? ¿Es Sakura-chan? —preguntó muy alterado Naruto.

—No… Parece que la misión de Sakura transcurre sin novedad… Es la misión del Sonido. —Naruto se quedó en shock al oirlo. Hacía días que no se permitía a si mismo ni pensar ya en que pudiera salir algo mal en esa misión, solo confiaba en sus amigos.

—¿Qué… dicen esos rumores?

—Que han sido descubiertos, y corren grave peligro… Pero ya hay un equipo en marcha para averiguar qué ocurre, y si hubiera cualquier indicio de que es verdad, sabes que se tomarían medidas inmediatamente.

—Si hubiera cualquier indicio… —murmuró Naruto, y soltó una risa irónica. —Para entonces, puede que fuera tarde. Pero eso lo sabes, ¡lo saben todos!

—Pero si no es seguro, no pueden arriesgar la misión por un rumor… Porque si realmente es solo un rumor, al intervenir los estaríamos poniendo en peligro nosotros mismos, Naruto.

—… —el rubio apretó fuertemente los puños, mirando hacia el suelo. —Ero-sennin, por favor, dime todo lo que pudieras contarme hoy sobre ellos. —el shinobi asintió lentamente, en realidad poco le quedaba ya que pudiera enseñarle al rubio, y entendía que en ese momento no podía dejarlo sin contarle todo.

—Kiba y Shikamaru están en el Sonido, encargados de la seguridad del perímetro con otros ninjas. Sasuke… está en una base, con Orochimaru, a más de cien kilómetros al este.

—¿Sasuke está… solo allí con ellos?... ¿En mitad del desierto? —Jiraiya solo asintió, entonces el rubio se giró para marcharse.

—¡Naruto! ¡Recuerda lo que te he dicho! No podemos acercarnos, ¡¡los estaríamos poniendo en grave peligro!! —el chico frenó en secó y volvió la cara, sonriendo.

—Un ninja de Konoha podría ponerlos en peligro. Un civil, que ni siquiera necesita permiso para salir de aquí, y al que nadie ve ya ni siquiera en su propia villa, no supone ningún peligro…

—Pero…

—Hazme un favor… Desde que entrenamos no he estado en casa cuando mi madre ha pasado por allí… ella simplemente me deja algunas cosas en la puerta. Ve cada dos días y llévatelas, así no se preocupará. Y si no vuelvo… no le digas nada a nadie.


Continuará.

Cuando Naruto llegó a su apartamento, se encontró con una bolsa bastante llena apoyada frente a la puerta. Ya sabía que eso significaba que Kushina había pasado por allí y al no estar él en casa, simplemente dejó las cosas allí.
Suspiró al pensarlo bien. Su madre no sabía que realmente no estaba en casa, seguramente ella pensase que Naruto ya no quería hablar con ella, y simplemente decidía no abrir la puerta cada vez que iba. Pero no podía decirle la verdad, no creía que nadie pudiera entender que siguiera entrenando. Aquello podía desde crearles a todos falsas esperanzas, hasta hacer que se enfadaran con Jiraiya, y Naruto no quería que ocurriera ninguna de las dos cosas.

Tomó la bolsa y entró en su apartamento. Como la mayoría de las veces, la bolsa solo contenía varias cajas de ramen instantáneo, aunque aquello era un auténtico festín para Naruto.

Sacó la mochila y la colocó encima de la única mesa como tal que había en el apartamento. Apoyó ambas manos sobre la madera del mueble y agachó un poco la cabeza para pensar. No sabía muy bien qué debería meter en la mochila.
Siempre le habían dicho qué necesitaría en las misiones a las que había ido, y siempre había resultado verdad. Nunca se había tenido que preocupar por algo así.

Lo primero, metió todas las cajas de ramen que le había llevado Kushina. Después se dirigió al armario y cogió una camiseta y ropa interior, recordando que era el mínimo cuando se suponía que iba a ser una misión larga, dando por supuesto que el mínimo estaría bien. Algo de agua, y un rollo con una pequeña tienda de campaña con el equipamiento justo.

Justo al meter todo eso el pensamiento de la previsión de Kushina apareció por su mente: el dinero que le dio al enviarle las maletas. Abrió el cajón donde lo guardaba, aún dentro del sobre, y lo enrolló en los calzoncillos que había metido en la mochila, a modo de distracción. Solo por si acaso.
Después de eso se quedó pensando si realmente sería todo. Haber reparado en lo del dinero le había abierto otra línea de pensamiento… cuando se admitió a sí mismo que lamentaría no hacerlo, buscó y colocó las cuatro plumas encima de la mesa. Solo verlas ya le provocaba un nudo en la garganta, pero si iba a hacer esto no quería dejarlas atrás.
Arrancó cuatro jirones de tela de una camiseta vieja y los ató a cada una de las plumas. Una pluma suelta es fácil de perder, y de ninguna manera quería perderlas. Las metió una a una con cuidado, improvisando un hueco entre el ramen y la ropa. La de Minato, larga y fina como de cisne; las de Kiba y Shikamaru, algo más pequeñas y más anchas, como de paloma; y finalmente la de Sakura, más bien un adorno que una pluma, bastante pequeña.

Su realidad ahora se resumía bastante bien en su equipaje.
Sonrió satisfecho, lió una capa a la parte alta de la mochila, se la colocó en los hombros y sin pensarlo ni mirar atrás, salió de su apartamento, y con la libertad de quien no necesita permiso para salir de la villa, salió de Konoha por donde sabía que no sería visto.

……

Mientras tanto, muy lejos de allí…

—¿Qué planeáis hacer conmigo? —preguntó Sasuke al ver a Kabuto, casi sonando indiferente. Ya lo preguntaba por rutina, pero nunca obtenía una verdadera respuesta.

Confinado en una jaula que suprimía su chakra, colgaba del techo de la entrada de la sala principal de la guarida en que lo habían apresado. Kabuto lo había decidido así para que el Uchiha estuviera viendo continuamente al propio Kabuto y a los guardias. Para que la angustia de ver a alguien que podría estar yendo a matarlo no lo abandonara en ningún momento.

—Esperar, Sasuke-kun, ya lo sabes…—dijo Kabuto maliciosamente.

—Esperar, ¿qué? —preguntó molesto.

—A Orochimaru-sama. —empujó las gafas para ajustárselas a la parte superior de la nariz. —Llegará cuando sea el momento de tomar tu cuerpo. Pero aún es pronto… Y tú no mereces que Orochimaru-sama malgaste más tiempo innecesariamente contigo.

….


—Vosotros dos, ¡silencio! —exclamó una voz en la prisión de la villa del Sonido.

Donde estaban Shikamaru y Kiba no podían ver a nadie más, los habían encerrado separados de los demás prisioneros de Orochimaru, así que aunque no vieran a la persona que había gritado, sabían que si habían podido oírlo, es que se refería a ellos.

Se miraron y ambos asintieron. No por nada eran amigos y compañeros de toda la vida. Ambos sabían que de alguna manera tenían que averiguar algo sobre su carcelero, cualquier información podría llegar a ser muy valiosa y ellos ni siquiera lo habían visto aún.
Empezaron a hacer aún más escándalo, echándose la culpa exageradamente el uno al otro. Cuando oyeron que se repetía el grito que les mandaba guardar silencio, subieron la voz aún más. Al poco oyeron el resonar de unos pasos que se acercaban bruscamente.

—¡¡He dicho que os calléis!! —los dos chicos se quedaron en blanco al ver a la persona que llegó hasta las rejas de su celda. Se esperaban a un carcelero que pareciera un armario, pero para su sorpresa se trataba de un chico poco corpulento que aparentaba su misma edad.

—Eh… te conozco. —murmuró Shikamaru —Algunos de los guardias te entregaban a ti informes para Orochimaru… Suigetsu, ¿verdad?—el chico sonrió al escucharlo.

—¿Mi fama me precede? ¡Así es! Soy Suigetsu Hozuki, el único y verdadero espadachín de la Niebla.

—Pues a mí no me suena de nada… —dijo Kiba con desdén.

—¡¿Eh!? ¡Eso es un grave error por tu parte! ¡Aunque solamente fuera porque se suponía que formabas parte de la guardia! —exclamó Suigetsu muy enfadado.

—Como sea… —murmuró Kiba, dando la espalda al espadachín.

—¡Malditos…! Menos mal que muy pronto, tendréis lo que merecéis. —amenazó Suigetsu, dándose la vuelta y alejándose del lugar.

—Bueno… —dijo Kiba, volviendo a acercarse a Shikamaru— ¿Qué te ha parecido?

—Creo que es más poderoso de lo que parece. Pero no veo qué beneficio puede tener alguien como él trabajando para Orochimaru.

—Se autoproclama “el único y verdadero espadachín de la Niebla”, pero me ha parecido un vulgar asesino —añadió Kiba.

—Tal vez… pero esa espada que llevaba era Kubikiribocho, la espada de Zabuza Momochi.

—¿Eso significa algo? —preguntó Kiba, sin entender muy bien lo que decía su compañero.

—No estoy seguro… pero es mejor que no saber nada en absoluto.

…..


—Creo que voy en la dirección correcta… —pensaba Naruto— Tardaré unos cuatro días en llegar, pero me preocupa más cómo encontrar ese maldito escondite.

Mientras seguía su rumbo, el rubio creyó oir algo de jaleo, voces y golpes. Dudó unos momentos pero finalmente se dirigió al lugar del que provenía el ruido, por lo menos podría averiguar si era algo que pudiera convertirse en un obstáculo en su camino.
Al llegar, vio como tres ninjas bastante grandes estaban intimidando a una figura encapuchada, que apenas abultaba la mitad que uno de los otros. Oyó como le decían que lo mejor que podía hacer era morir allí mismo, y viendo cómo lo miraban y hablaban, y los empujones que le daban, parecía que estuvieran dispuestos a cumplir con esa amenaza en ese momento.

—¡Fuuton: Atsuga! —exclamó Naruto, y antes de que los otros pudieran averiguar quién había dicho eso, un pequeño tornado se dirigió hacia ellos, despojándoles de todas sus armas y arrojándoles con fuerza varios metros hacia atrás.

—¡¿Quién está ahí?! —entonces el rubio se acercó un poco con gesto desafiante.

—Chicos… no merece la pena que nos enredemos en algo así por esto —dijo uno de los tres atacantes, que se retiraron a toda velocidad. A Naruto le alivió en cierta medida poder solucionar rápido aquello, para no entretenerse demasiado de su objetivo.

—Tranquilo, ya pasó todo. —dijo el rubio, acercándose al que había sido la víctima de aquel ataque, tendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse.

—No. —respondió secamente el otro, para sorpresa de Naruto. —No necesito tu ayuda. — y se puso en pie por sus propios medios.

—Bueno, entonces… solo ve con más cuidado la próxima vez. —aconsejó el rubio.

—Ellos son los que deberían tener cuidado de que no haya una próxima vez. —el chico se quitó la capucha un momento y sacudió el polvo que había caído en ella al caer al suelo. Naruto lo miró con curiosidad, era una de las personas más peculiares que había visto nunca. El chico se dio cuenta de la mirada de Naruto. —¿Qué te pasa? Ah… ya veo. No sabes quién soy.

—No, claro que no… —el otro chico emitió un pequeño gruñido.

—Qué más da ya. Soy Gaara del Desierto… Ahora ya sabes porqué estaban intentando atacarme. —Naruto lo miró fijamente unos momentos.

—No, claro que no…

—¿Pero qué…? —echó un vistazo más profundamente al rubio. —Entiendo. No llevas bandana, ni porta shurikens o kunais… Por ese jutsu pensé que eras un ninja, pero parece que me equivoqué.

—Es cierto, no soy un shinobi. Aunque la verdad es que no tiene nada que ver con que no sepa quién eres —el rubio se llevó una mano nerviosamente la nuca, y enseguida la extendió decididamente y sonrió. —Mi nombre es Naruto Namikaze.

—Qué… —dijo en tono bajo Gaara, volviendo a revisar al chico que tenía en frente. —¿Y tienes el valor de decir que no eres un ninja?

—¿Eh? —preguntó confundido Naruto. —Y no lo soy…

—Eres Naruto Namikaze —dijo muy serio Gaara — Hijo del Yondaime Hokage de Konohagakure.

—Vaya… ahora me siento más culpable por no saber quién eres —rió el rubio. —Bueno, eso es verdad pero tu información no está actualizada. Ya no soy shinobi.

—¿Has renegado? —preguntó como si nada el pelirrojo.

—No exactamente. Es una larga historia… Ahora tengo otro objetivo, tengo que proteger a mis amigos.

—En ese caso, imagino que no serás bien recibido en el lugar al que te diriges…

—Supongo que no, ¿por qué? —preguntó Naruto.

—Estás cerca de Sunagakure, que no es precisamente una aliada de Konohagakure… No la atacan directamente por temor a perder… especialmente contra el Yondaime Hokage de Konohagakure. Pero si averiguan que su hijo está por aquí… no dudarían en apresarte, atacarte… o tomarlo como una provocación para declararles la guerra.

—Pues… no había pensado en eso —murmuró el rubio, empezando a preocuparse.

—No parece que hayas pensado, en general. No hay mucha gente con el pelo rubio brillante por aquí… y eres bastante escandaloso, llamas demasiado la atención… solo es cuestión de tiempo que ocurra lo peor. Si no son los de Sunagakure, serán otros rivales de Konohagakure, o el enemigo que te espera a donde vas... Deberías volver a casa, es imposible que cumplas con ese objetivo tuyo. —dijo, dándose media vuelta.

—No puedo hacer eso. —respondió tajante el rubio. Gaara se giró y soltó una pequeña risa ronca con sarcasmo.

—Si es tan importante para ti… Ocúltate mejor. Deja que el polvo apague el color de tu pelo y que la barba esconda las marcas de tus mejillas. Si tienes dinero cambia de ropas… y compra algunas armas.

—Está bien, el dinero no es problema.

—Tampoco digas cosas como ésa. Pero sobre todo… no digas tu nombre completo. —el rubio asintió, iba a decir algo más pero Gaara lo interrumpió. —Si te debía algo por lo que has hecho, ya lo he pagado con intereses... Así que tú no me has visto, y yo a ti tampoco…


Continuará.