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La skin ha sido codificada y maquetada por Odxy para el foro NaruSaku. Las imágenes usadas no nos pertenecen, han sido realizadas por diversos artistas y las diseñadoras solo las han editado. Agradecimientos a todo el grupo de diseño por las nuevas imágenes utilizadas. También a LaufeysonSister y Pyrite Wolf de OSC porque sin sus tutoriales la mitad de las cosas que se han hecho en este foro no habrían sido posible.
Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
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NaruSaku v2.0 :: :: Fan Fic :: FF Cerrados
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Guao ! Esta súper interesante!! Ya quiero leer como se desarrolla este síndrome de estocolmo !!
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Cautivo en la oscuridad
Capitulo IV
- ¿No te das cuenta que me estás dando una excusa para odiarte?:
- Tenía siete años la primera vez que fui advertida acerca de ser una puta. Fue una de las pocas veces que pasé tiempo con mi verdadero padre y lo recuerdo vívidamente porque me asustó. Estábamos viendo «Regreso al Lago Azul» y el personaje de Lilly había entrado en pánico por la sangre que encontró entre sus piernas. Yo era demasiado joven para entender lo que pasaba, así que le pregunté a mi padre. Él dijo:—Las mujeres son unas putas sucias y están llenas de sangre sucia, así que cada mes tienen que deshacerse de ella.Estaba estupefacta dentro de un silencio temeroso. Me imaginé a mí misma siendo vaciada de sangre, mi piel encogida hasta los huesos.—¿Yo soy una mujer, Papi?Mi padre dio un trago profundo a su ron con coca-cola.—Lo serás algún día. —Mis ojos se nublaron con lágrimas mientras imaginaba el horror de ser exsanguinada.—¿Cómo consigo más sangre?Mi padre sonrió y me abrazó. El olor del licor en su aliento sería siempre un consuelo para mí.—Lo harás, nenita... simplemente no seas una puta.Estrujé a mi padre.—¡No lo seré! —Me incliné hacia atrás y miré sus ojos ebrios—. Pero, ¿qué es una puta?Mi padre rió a carcajadas.—Pregúntale a tu madre.Nunca lo hice. Nunca le conté a mi madre las cosas que me había dicho mi padre, aunque me preguntaba cada vez que él me llevaba a casa. Instintivamente sabía que se pelearían si lo hacía.Dos años después, en mi decimo cumpleaños tuve mi primer periodo y grité lastimeramente pidiéndole a mi madre que llamara a un médico. En su lugar, ella entró en el baño exigiendo saber qué era lo que iba mal. La miré, con la vergüenza propagándose por todo mi cuerpo y susurré:—Soy una puta.Tenía trece años antes de volver a ver a mi padre a mi verdadero padre. Y para entonces ya tenía un profundo conocimiento de lo que era ser una «puta».***Me desperté, jadeando y desorientada, los bordes del sueño disipándose, pero no el pavor persistente en mi interior. La oscuridad era tan completa que, por un segundo, pensé que no había despertado de mi pesadilla. Luego despacio, fotograma a fotograma, todo volvió a mí. Y como si cada fotograma estuviera catalogado y almacenado en mi estantería mental, arraigó un débil pero creciente concepto, de que esta pesadilla era realidad, mi realidad. De pronto me encontré a mí misma anhelando el sueño. Cualquier pesadilla sería mejor que esto.Mi corazón se hundió hacia nuevas profundidades, los ojos ardiendo en la oscuridad. Miré alrededor desapasionadamente, reconociendo objetos familiares, pero ninguno de ellos mío. Según se aclaró la confusión, más que nunca e incesante dentro de la fría y cruda realidad, pensé, realmente he sido secuestrada. Esas palabras con luces de neón golpearon con fuerza dentro de mi cabeza. Miré de nuevo alrededor, rodeada por la extrañeza. Un espacio nada familiar. Realmente estoy en algún lugar desconocido.Quería llorar.Quería llorar por no haber visto esto venir. Quería llorar por la incertidumbre de mi futuro. Quería llorar por querer llorar. Quería llorar porque lo más probable sería que fuera a morir antes de haber experimentado la vida. Pero, sobre todo, quería llorar por ser, tan horrible, trágica y estúpidamente, una mujer.Había tenido muchas fantasías acerca del día en que él me había ayudado en la calle. Me había sentido como una princesa tropezándose con un caballero de brillante armadura. Dios Santo, ¡incluso le había pedido ir a dar una vuelta! Había estado tan decepcionada cuando dijo que no y cuando mencionó la cita con otra mujer, mi corazón se había hundido hasta el estómago. Me maldije a mí misma por no vestir algo más bonito. Vergonzosamente, había fantaseado sobre su pelo perfecto, su enigmática sonrisa, y la forma exacta de sus ojos, casi cada día desde entonces.Cerré los ojos.Qué idiota había sido, una maldita y estúpida niña pequeña.Me sequé con enfado las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos. Tenía que concentrarme en una manera de salir de aquí, no en una manera de sentir lástima por mí misma. La única luz provenía del tenue brillo que salía de una luz de noche cercana. El dolor se había reducido a una molestia general, pero mi jaqueca todavía rabiaba. Estaba desatada, yaciendo bajo el mismo edredón grueso, cubierta de la cabeza a los pies en una fina capa de sudor. Empujé el edredón hacia afuera.Esperaba encontrar mi cuerpo desnudo bajo el edredón. En su lugar encontré satén, una camisola y unas bragas. Agarré frenéticamente la tela. ¿Quién me había vestido? Vestirme significaba tocarme y tocarme podía significar demasiadas cosas. ¿Naruto? ¿Él me había vestido? El pensamiento me llenó de pavor. Y, por debajo de eso, algo más, únicamente más horrible; una molesta curiosidad.Esquivando mis emociones contradictorias, me puse a inspeccionar mi cuerpo. Estaba dolorida por todas partes, incluso el pelo me dolía, pero entre las piernas no sentí nada notablemente diferente. Ninguna molestia en el interior que sugiriera lo que no podía llevarme a pensar que podría haberme ocurrido en algún momento. Me sentí momentáneamente aliviada, pero una hojeada más alrededor de mi nueva prisión y mi alivio se evaporó. Tenía que salir de allí. Me deslicé fuera de la cama. La habitación parecía hecha polvo, con el papel de las paredes amarillento y una fina y manchada alfombra. La cama, enorme con cuatro postes de hierro forjado, era la única pieza de mobiliario que parecía nueva. Difícilmente parecía el tipo de cosa que encajara en un lugar como ese. La ropa de cama olía a suavizante. Era del mismo tipo con el que lavaban la ropa en mi casa. Mi estómago se cerró. No odiaba a mi familia, la quería. Se los tendría que haber dicho más a menudo, incluso si ellos no siempre me lo decían. Las lágrimas me escocían los ojos, pero no podía desamorarme ahora. Tenía que encontrar una manera de escapar.Mi primer instinto fue probar la puerta, pero descarté la idea como estúpida. Por un lado, recordaba que había sido cerrada con llave. Por el otro, si no lo estaba, las posibilidades eran buenas para que corriera derecha hacia mis captores. La mirada en aquel tipo, la de Deidara, los ojos aparecieron como un flash en mi mente y un escalofrío violento me bajó por la espalda. En lugar de eso, me arrastré hacia un juego de cortinas y las aparté. La ventana estaba cerrada con tablones. Apenas contuve un grito exasperado. Deslicé mis dedos por los bordes de la madera intentando empujarla hacia arriba, pero resultó ser imposible. Maldición.La puerta se abrió tras de mí sin previo aviso. Me giré, golpeando mi espalda contra la pared como si pudiera de alguna manera fundirme con las cortinas. La puerta no había sido cerrada con llave. ¿Había estado esperando por mí?Ligero, suave y lento, filtrándose, proyectando sombras a través del suelo. Naruto. Mis piernas temblaron con el miedo mientras él cerraba la puerta y caminaba hacia mí. Parecía el Diablo en persona, vestido con pantalones negros y una camisa negra abotonada hasta arriba, avanzando despacio, deliberadamente. Todavía lo suficientemente guapo como para hacer que mis entrañas se encogieran y mi corazón balbucease. Era pura perversión.Naruto alzó su mano como para golpearme y levanté mis manos para proteger mi cara. Su mano golpeó contra la pared. Mientras me encogía, el bastardo se rio a carcajadas. Despacio, me moví para bajar los brazos y cubrirme los pechos. Naruto agarró mis dos muñecas con su mano izquierda y las presionó contra la pared por encima de mi cabeza. Clavada entre él y la pared, reaccioné como un hámster asustado. Me congelé, como si mi quietud pudiera desalentar su naturaleza depredadora. Como una serpiente que sólo come ratones vivos.—¿Tienes hambre? —preguntó, suave y en voz baja.Oí la pregunta, pero las palabras no tenían significado. Mi cerebro dejó de funcionar como debería. La única cosa en la que mi cabeza podía centrarse era en su proximidad. La intensa calidez de sus dedos suaves presionando mis muñecas. El limpio y húmedo olor de su piel en el aire a mi alrededor. La invisible presión de su mirada sobre mí. ¿Qué era esto? Como fallé en responder, los dedos de su mano derecha treparon por la cara externa de mi pecho derecho, la tela de mi camisola hacía de sus dedos cálidos satén contra mi piel. Nuestro intercambio anterior se abría camino en mi conciencia.—Jódete.—...Prefiero joderte a ti.Mis rodillas se doblaron un poco y mis pezones se endurecieron. Tomé aire repentinamente y me incliné alejándome de sus caricias, forzando mis ojos a cerrarse firmemente contra la piel de mi brazo levantado.Sus labios acariciaron mi oreja.—¿Vas a responder? ¿O debo forzarte de nuevo?¿Comida? Mi estómago de pronto se retorció bruscamente. Un dolor primario. Sí, había sido mi hambre, cuando me lo recordó. Estaba absolutamente famélica. Me armé de valor respirando profundamente.—Sí.Sentí su sonrisa contra mi oreja, y luego sus dedos agarraron mi barbilla. Con mi visión periférica le vi inclinarse hacia mí. Su aliento era frío contra mi piel caliente.—Sí —repitió mi respuesta—, ¿tienes hambre? Sí, ¿vas a responder? O sí, ¿tengo que forzarte de nuevo?Mi corazón se aceleró. Sentí su aliento en mi mejilla. De pronto no había suficiente aire, como si su proximidad la absorbiera hacia fuera de mis pulmones.—¿O es sólo: sí?Mis labios se separaron y mis pulmones se metieron profundamente hacia dentro, trayendo tanto aire como pudieron. No parecía ser mucho. Me forcé a mí misma a responder a través de mi pánico.—Sí —tartamudeé—, tengo hambreSé que sonrió, aunque no podía verlo. Un escalofrío, tan fuerte que mi cuerpo casi se sacudió hacia el suyo, me atravesó la columna. Me besó suavemente la mejilla. Creo que gimoteé. Entonces, caminó hacia fuera de la habitación dejándome paralizada incluso después de oír la puerta cerrarse.Naruto volvió al poco rato con un carrito con ruedas cargado de comida. Mi estómago rugió cuando olí la carne y el pan. Fue difícil controlar la urgencia de correr hacia la comida. Entonces Deidara lo siguió dentro de la habitación cargando con una silla.Ver a Deidara me hizo desear que el suelo se abriera y me tragara. Anteriormente, cuando Deidara había intentado violarme, yo había intentado una vez más encontrar protección en los brazos de Naruto. Supongo que en algún lugar de mi cabeza, me había aferrado a la esperanza de que este hombre, este tal Naruto, me protegería. Todo lo que podía ver era esa horrible, fiera mirada en los ojos de Deidara. Quería hacerme daño.La puerta se cerró y alcé la mirada para encontrarme a Naruto sentado cerca de la comida. Estábamos otra vez solos. El miedo y el hambre rasgaban mis entrañas.—Ven aquí —dijo.Mis piernas temblaron. ¿Te estás burlando de mí? Sólo corre. Corre ahora mismo. Se quedó mirándome fijamente. ¿Correr hacia dónde? ¡Verás lo rápido que te golpea contra el suelo y te droga otra vez!. ¿Qué elección tenía? Bajé la cabeza pero todavía podía sentir sus ojos sobre mí como un peso que prometía su mano. Mis pies se movían a través del suelo hasta que alcancé las puntas de sus zapatos.Estaba atrapada. Casi desnuda. Débil. Asustada. Era suya.Se para y reunió mi pelo con sus dos manos. Despacio, levantó mi cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron. Me miró intensamente; las cejas se juntaron, su boca dibujo una línea fuerte.—Desearía que él no te hubiera hecho esto —dijo mientras acariciaba el borde de mi ojo izquierdo—. Realmente eres una chica muy guapa; es una pena.Mi corazón se retorció. Instintivamente, mis manos agarraron sus muñecas en un esfuerzo de apartar sus manos de mi pelo, pero se mantuvo firme. No brusco, sólo firme. Sin palabras, lo dejó claro; no había terminado de mirarme aún. Incapaz de sostener su mirada, desvié mis ojos hacia algún punto detrás de él.Todo el aire de mí alrededor se desplazó para hacerle sitio. Su aliento patinó a través de mi mejilla, y bajo mis manos temblorosas y sudadas, sus antebrazos daban pistas de su inmensa fuerza. Cerré los ojos y respiré profundamente con la esperanza de calmarme. Su olor se mezclaba con el de la comida y se precipitaba dentro de mis pulmones. La combinación hizo cosas primitivas, desconocidas en mí. De pronto me sentí carnívora. Quería arrancar la carne de sus huesos con mis dientes y beber su sangre.Incapaz de controlarme, susurré:—Es culpa tuya que él lo hiciera. Todo esto es culpa tuya. No eres mejor que él. — Me sentó bien decir esas palabras. Sentí que tenía que haberlas dicho antes.Una gota de sudor se escurrió por el lateral de mi cuello. Su lento avance por mi clavícula, a través de mi pecho, y por el interior del hueco de mis pechos, sirvió para acordarme de mi cuerpo. Mi débil y frágil cuerpo. Suspiró profundamente y dejó escapar una lenta exhalación. Temblé, incapaz de discernir si el suspiro significaba que se había calmado, o que estaba a punto de abofetearme hasta dejarme inconsciente.Su voz, escasamente revestida de cortesía, llenó mi cabeza.—Yo vigilaría lo que me dices, preciosa. Hay un mundo de diferencia entre él y yo. Una cosa que creo que aprenderás a apreciar, a pesar de ti misma. Pero no te equivoques; todavía soy capaz de cosas que no puedes imaginar. Provócame otra vez y te lo demostraré. —Me soltó.Me dejé caer sin pensar, en la silla frete a él, una vez más mirando fijamente sus zapatos. Estaba segura que colapsaría si intentaba imaginarme todas las cosas que yo no era capaz de imaginar, porque podía imaginarme algunas cosas bastante horribles. De hecho, me imaginaba algunas de esas cosas horribles cuando su voz interrumpió mis pensamientos.—Tu vida entera va a cambiar. Deberías intentar aceptarlo, porque no hay forma posible de evitarlo. Te guste o no, luches o no, tu vieja vida se ha acabado. Se acabó mucho antes de que despertaras aquí.No había palabras, no para mí, no aquí. Esto era una locura. Había despertado con sudor y con miedo a esto, a esta oscuridad. Miedo, dolor, hambre, este hombre devorándome. Las palabras suspendidas en el aire como el globo de diálogo de una viñeta todavía colgando de sus labios. ¿Cuánto tiempo antes? ¿Antes de aquel día en la calle?Pensé en mi familia otra vez. Estaban lejos de ser perfectos, pero los quería más de lo que quería a nadie. Él me decía que nunca más los vería de nuevo, que nunca más vería a ninguno de los que quería. Tenía que haber esperado ese tipo de palabras. Cada villano tiene un discurso parecido: «No intentes escapar, es imposible», pero hasta entonces no me había dado cuenta lo verdaderamente aterradoras que eran esas palabras. Y me miraba, como si fuera un dios que hubiera hecho pedazos el sol, sin importarle mi devastación.— Jodete—He sido demasiado amable y vas a aprender lo cortés que he sido. Eres muy orgullosa y mimada y voy a sacártelo a golpes doblemente.Entonces se puso en pie con suficiente fuerza como para empujarme de espaldas contra el suelo. Salió de la habitación y cerró la puerta. Esta vez oí la cerradura. Al lado mío, la comida me llamaba.Mi apetito era una cosa enfadada viviente. Me dejé caer sobre el banquete como un animal hambriento; forzando a la comida y bebida por mi garganta lo más rápido que podía. Ni siquiera me di cuenta de lo que me metía en la boca como pollo o frijoles refritos. Era comida para llenar el vacío en mi vientre y comí hasta no poder más. Hasta que estaba llena.Tenía aceite, sal y trozos de comida en las manos y rostro mientras mi garganta oprimía el final del buffet. Mi apetito ya no me molestaba, y finalmente vi un tenedor de plástico en medio de los platos de papel vacíos. Frenéticamente lo agarré y corrí hacia la ventana tapiada, apuñalando inútilmente las tablas. Mientras la comida continuaba haciendo su camino hacia mi estómago, el tenedor de plástico se quebró debajo de mis manos al mirar la ventana. Respirando rápido y superficialmente por la comida, finalmente tiré las piezas rotas a través de la habitación hacia la puerta cerrada.Las lágrimas una vez más nublaron mi visión como una corriente abrumadora de miedo y tristeza que me tiró abajo. «No vas a salir de aquí. Estas jodida. Él volverá y te hará algo horrible. Muy, muy, muy jodida y no hay nada que puedas hacer para detenerlo. Por favor, por favor, por favor Dios, sácame de aquí».Corrí hacia el baño pobremente iluminado, levanté la tapa del retrete y devolví todo lo que había comido. Grité dentro de la taza entre oleadas de bilis. Mi voz resonó contra la porcelana, un gorgoteo ahogado que finalmente dio paso a gemidos llorosos y respiraciones pesadas. Me sonrojé ante la vista de mi vómito que podría hacer que me enfermara de nuevo. De hecho, me sentía un poco mejor después de aquello. Hambrienta de nuevo, pero tranquila.Traté de encender la luz, pero aparentemente eso también lo habían quitado. En su lugar había otra luz nocturna. El baño era un trabajo en progreso, lo nuevo se mezclaba con lo viejo. Cuidadosamente ignoré el jacuzzi donde había sido desnudada y maltratada. Con solo darle una mirada, sus manos estaban de nuevo sobre mí. Aparté la vista bruscamente y en cambio, me concentré en lavarme el rostro y enjuagarme la boca en el lavamanos de pedestal. Tenía que conseguir quitarme el sabor y el olor a vomito de la cabeza.Por encima del lavabo había una bandeja circular de metal. Entusiasmada, coloqué los dedos en el borde e intenté sacarla a la fuerza pero estaba incrustada en la pared. La miré detenidamente. Era tan brillante y perfecta que era casi como un cristal. En ella, vi mi rostro por primera vez desde que había sido secuestrada. La piel alrededor de mi ojo había tomado un ligero color púrpura verdoso; se sentía hinchado al tacto. Ahora lo podía abrir lo suficiente como para ver a través de él, pero se veía desfigurado en comparación con mi ojo derecho. Lo toqué con los dedos, sorprendida de que dolía menos que antes. Tenía un aspecto horrible. Aparte del ojo hinchado y morado, mi cabello era una maraña. Extrañamente, me encontré tratando de arreglarlo. Me sentí idiota en el momento que lo absurdo me golpeó. «Sí, Sakura, no te olvides de verte linda para el secuestrador guapo, ¡estúpida!».No sabía lo que estaba pasando conmigo, pero Naruto era la causa. Era la fuente de todo este dolor y confusión. Cualquier cosa que me había pasado o que me ocurriría, sería causa de su apetito pervertido y distorsionado. Derrotada, me di la vuelta y comencé a caminar hacia fuera. La puerta de la habitación se abrió de golpe y me hizo saltar. Frenéticamente, busqué alrededor del baño una manera de escapar o algún lugar donde esconderme. Era irracional, ya había probado que no había escapatoria. Sin embargo, el instinto es el instinto. Y me dijo que me ocultara, incluso por los pocos segundos que tardaría en encontrarme.Naruto se dirigió directamente hacia el baño tarareando. Cuando llegó a la puerta, me escondí debajo del lavabo. A la vista de todos. Se acercó con calma, sin la malicia que había mostrado antes y me llamó con una voz tranquila.—Quiero que te levantes.Extendió su mano hacia mí. Agotada, la miré por lo que pareció un tiempo largo, pensando en el daño a la espera de que sea hecho por esa mano. Su tranquilidad y mi miedo colgaban entre nosotros en una densa y pesada espiral. Él iba a hacerme daño, algo dentro de mí lo sabía. Esa certeza casi me paraliza. Buscando una manera de manejar su buena voluntad, me acerqué vacilantemente esperando el golpe de la serpiente. Toqué su mano extendida, queriendo retroceder y volver atrás. Pero no lo hice. Él sonrió. Era una sonrisa que me llamó la atención al instante, hermosa y malvada a la vez.Envolvió los dedos alrededor de mi muñeca, y de su contacto, una energía eléctrica fluyó hacia mí. Estaba absolutamente petrificada. Me puso de pie lentamente, y de pronto, me quedé observándolo con los ojos muy abiertos y una respiración ansiosa. Llevó la palma de mi mano hacia su rostro para que sintiera su piel por primera vez. La intimidad de ese acto obligó a mis ojos hacia el suelo y abruptamente temí su bondad más que su crueldad.Recorrió mis dedos por su rostro, sosteniendo mi mano firmemente cuando intente apartarla. Él estaba afeitado, suave, pero indiscutiblemente masculino. Su toqué era simple, pero especifico, intentando demostrarme que podía ser como un amante, amable, intimo, pero también, que era un hombre que no estaba acostumbrado a oír la palabra no. Sí. Entendí. Él era un hombre, ¿y yo? No era nada más que una chica, ni siquiera una mujer. Estaba destinada a caer a sus pies y adorarlo en el altar de su masculinidad, agradecida de que se había dignado a conocerme. Todo esto, por una simple caricia.Dejó caer mi mano, lo que hizo activar las alarmas; sin saber qué hacer con mis manos, me envolví con ellas. Me sentía como si estuviera haciendo un hoyo a través de mí con sus ojos. La intensidad con la que me miraba bordeaba lo obsceno. ¿Qué estaba haciéndome con su mente?Una cosa extraña estaba ocurriendo en mi interior, un entendimiento que era tan básico y simple como un hombre y una mujer, masculino y femenino, fuerte y blando, predador y presa. Sí, estaba aterrorizada. Pero también estaba esta corriente de algo vagamente familiar, ¿Lujuria? Tal vez. Mis ojos se clavaron en su rostro. Había fantaseado con este chico, soñado con él tocándome. Estaba hambrienta por sus ojos sobre mi piel desnuda. Imaginé su suave boca en mis pechos. Y ahora él estaba aquí, tocándome. No era nada como lo había imaginado.Era diferente a cualquier fantasía que jamás hubiera tenido, incluso las más morbosas. Esto no era nada como mis sueños. En un sueño no puedes sentir realmente. Cada toque está sujeto a tu imaginación, cómo crees que se siente un beso, ser follada o cómo se siente el miedo real. Si nunca lo has sentido realmente, entonces tu mente no puede recrearlo verdaderamente. Yo sabía besar, tenía una vaga idea de las caricias, pero me faltaba el conocimiento de la intención. Cuando mi novio me tocaba, sabía que se detendría al momento que se lo pidiera, por al contrario, sabía que este hombre no lo haría. Las intenciones hicieron toda la diferencia. Esto era real. Caricias reales, intimidación real, un hombre de verdad, miedo verdadero.Él me acarició el rostro, recorriendo sus dedos por el lóbulo de mi oreja, hacia abajo por mi garganta, la parte posterior de sus dedos frotaron a través de mi clavícula. Mi respiración se quebró, fatigada. Esto estaba mal, y sin embargo, no se sentía así. Mi temor se sentía pesado y bajo en mi vientre, pero era más bajo que un diferente tipo de peso tomaba forma. Hice un sonido de protesta, rogándole sin palabras que se detuviera. Hizo una pausa, el tiempo suficiente para respirar antes de continuar. Sacudí la cabeza lentamente, tratando de dar marcha atrás pero la agarró firmemente con la otra mano.—Mírame —dijo, con la voz controlada pero vacilante. Cerré los ojos con fuerza, moviendo la cabeza lentamente otra vez. Suspiró—. Quiero que me mires.No obedecí, estaba congelada por el miedo. «Esto no puede estar pasando. No a mí». Pero estaba ocurriendo y era incapaz de detenerlo. Me quejé, tirando mi cabeza contra su mano. Él se alteró más cuando levanté las manos y toqué sus muñecas.´—No-o-o —dijo suavemente, como si estuviera reprendiendo a un niño.Mis manos temblaban y mis rodillas se sentían como si fueran a doblarse. Apretó el agarre en mi cabello, forzándome a levantar la cabeza. Cerré los ojos aún más fuerte, mientras que un sollozo, sin lágrimas se escapó de mis labios. Estaba cruzando la delgada línea de mi paciencia mientras caía en la delgada línea de mi cordura. Se inclinó y besó mi mejilla, luego mi nuca. Suspiré nerviosamente, alejándome, pero no iba a ir a ninguna parte. Él toco mis labios con su pulgar, tratando de calmar mis sollozos y gemidos.—¿Dónde está tu valentía ahora preciosa? ¿Sin arañazos ni siseos? ¿Dónde está mi chica dura?Tenía el corazón en la boca. No tenía ni idea de a dónde se había ido mi valentía. ¿Alguna vez había sido valiente? No lo creo. Nunca tuve que serlo. Me conformé con ser invisible, la persona detrás de la cámara. Como desearía poder ser invisible ahora. Estaba en las garras de un ataque de pánico cuando me dejó ir. Me deslicé al suelo, cubriéndome el rostro con las manos mientras me decía a mi misma repetidamente, «no estoy aquí. Esto es un sueño, un sueño fantásticamente horrible. En cualquier momento, voy a despertar». Junté las rodillas al pecho, y me moví hacia adelante y atrás. El mantra lo hacía parecer más real.No lloré cuando me agarró. Sabía que esto vendría. Me sentía vacía, como si mi cuerpo no fuera más que una cascara con mi alma rota dentro. Me llevó hacia la cama, y me dejó de pie sin esfuerzo frente a ella. Lentamente, mis ojos perdieron el foco, como si mi cerebro hubiera empezado el procedimiento de apagado. Me quedé simplemente de pie, esperando. Corrió el cabello sobre mi hombro izquierdo y se quedó detrás de mí. Podía sentir su polla contra mí, dura. Besó mi cuello de nuevo.—No —le supliqué con la voz quebrada. Así era como me sentía, completamente desolada—. Por favor… No.Su risa suave revoloteó en mi cuello.—Esa es la primera cosa amable que has dicho. —Envolvió los brazos alrededor de mí mientras me hablaba al oído.Permanecí en silencio.Se apartó bruscamente, dejando mi espalda abierta al aire frio. Me hundí en el suelo, haciéndole nudos al edredón mientras presionaba la cabeza contra él. Se agachó detrás de mí y me acarició la espalda. El deseo de luchar contra él creció dentro de mí y, aunque sabía en qué me estaba metiendo, no pude detenerme. Tiré el codo hacia atrás y lo golpeé en las costillas. El dolor atravesó mi codo y no lo pude mover por unos segundos. Costillas de acero.—Ahí está mi chica dura —dijo fríamente.Agarró un puñado de mi cabello, y me arrastró de la cama. Grité salvajemente, clavando las uñas en sus manos tratando de soltarme, pero toda mi lucha fue en vano. Todo había terminado antes de que comenzara mientras me colocó boca abajo y puso las rodillas sobre mis omoplatos. Estaba atrapada. Derrotada.—¡Te odio! —rugí—. ¡Te odio, maldito hijo de puta!—Supongo que es una suerte que no me importe —dijo sin piedad—. Te diré lo que me molesta; todavía no has aprendido modales. Podría haber sido fácil, preciosa, pero debo confesar… —Sentí su aliento al lado de la cara—. Me gusta más de esta manera.Buscó algo en la cama por encima de nosotros. Me forcé para ver lo que era, pero su rodilla se me clavó salvajemente. Trabajó para agarrar mis muñecas, pero las atrapó rápidamente con su mano izquierda mientras las ataba con una cuerda suave, casi como la seda. Lloré mientras me retorcía debajo de él, tratando inútilmente de escapar. Alejé cualquier idea de dolor, de él lagrimeando a través de mi inocencia, diezmando mi cuerpo. Ya no había confusión. Él solo era un monstruo. Solo otro monstruo.Me levantó del suelo por las muñecas, y con un movimiento rápido, las izó sobre unos de los postes de la cama hasta que estuve precariamente en pie. Quedé allí expuesta, mi cuerpo se estiraba y le daba la espalda, todo al descubierto, mi respiración disminuyó. Me agarró la cara con fuerza, —¿sabes cuál es tu problema Preciosa? No has aprendido a elegir sabiamente. La cena podría haber sido diferente, pero elegiste esto.Se me ocurrió algún comentario inteligente. Las palabras lo habrían enfadado como yo estaba aterrorizada, pero luego me besó. El beso era violento, posesivo, tenía la intención de arrastrar a ese comentario justo donde estaba. No hubo lengua; él era demasiado inteligente para eso, solo presionaba sus labios contra los míos. Todo terminó antes de que tuviera tiempo para reaccionar.Se dirigió al carrito donde había estado la comida y agitó una bolsa negra. Mis ojos se abrieron ampliamente, ¿de dónde diablos ha venido eso? Nada en la vida era tan repugnante como una bolsa negra, una bolsa negra significaba negocios. De repente me sentí muy mareada.Regresó con varios artículos, sonriéndome como si todo fuera normal. Colocó los artículos en la cama con el cuidado y la diligencia debida, «Por favor. No. No hagas esto». Quería decir esas palabras en voz alta. Suplicarle. Pero ya no podía formar palabras. Estaba tan asustada, y enojada y muy… orgullosa. Todas las cosas que debería haber hecho vinieron a la vez. Sollocé más.Pasó las manos por mis brazos y masajeó mis pechos; mi cuerpo temblaba y alcanzó mis pezones. En mi posición era imposible alejarme de él, los músculos de mis brazos se tensaron bajo la presión. Estaba muy asustada ahora, y no podía ocultarlo. Me tenía y solo él sabía lo que significaba. Yo lo había retado y él había aceptado. No vestía nada más que las cosas sexys que él había escogido.Lloré más que en toda mi vida. Las lágrimas fueros aspiradas por mis pulmones y los sollozos quedaron en mi pecho. Tiro de mis bragas hacia abajo y me dejo colgada por lo que calculo fuero dos o tres horas Estaban tan empapadas de sudor que se pegaron a mi piel ardiente. Mis rodillas se habían agotado durante la espera. Estaba colgada de los brazos. Mi cabello estaba desparramado por todos lados, pegado al sudor que me cubría de la cabeza a los pies. Estaba colgada de los brazos, jadeando en busca de aire. Agarró un cepillo de su valija lloriqueé.Cepilló mi cabello hacia atrás para amontonarlo en un moño en la parte superior de la cabeza. También me dio agua, tanta como quería. La mayor parte chorreó por mi cuerpo, pero se sentía tan bien que me encontré derramándola a propósito.Me sacudí violentamente cuando estuve desatada. Caí al suelo y rodé sobre mi rostro. Grité al sentir sus dedos clavándose en mi carne cuando me levantó. El edredón era diferente. Se sentía fresco y acogedor, y me retorcía contra él, con el trasero al aire. Ya no me importaba cómo me veía. No tenía decencia ni vergüenza.Él se acostó a mi lado, con su rostro cerca del mío, pero no me aleje. Lo miraba directamente a los ojos. Y al sonreír, era cálido, amable y acogedor. De alguna manera y contra todo pronóstico, todavía me recordaba a la primera vez que lo conocí. Cerré los ojos.Agotada, me dormí de nuevo. Esta vez no soñé.
mariland- Clan Suzaku
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Espero la conti n.n
-Saludos-
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Hekyus-Kun- Clan Byakko
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Por favor, recuerda que según las reglas de fanfics hay que poner en el título o descripción del fic la fecha de la última actualización, actualizándolo cada vez que subas un nuevo capítulo.
Cualquier cosa, envíame un mp. (:
Layla- Consejo de escritores
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Ahhh contó contó conti
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Espero conti... me agrado mucho el capi
alex666- Clan Genbu
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Cautivo en la Oscuridad
Capitulo V
- Lo que no te mata te hace fuerte:
- La deje dormida y salí esperando encontrar buenas noticias, esta chica de verdad me sacaba de quicio y algo se removía en mi interior cada vez que la veía.—Que bien que apareces y no tuve que ir a buscarte, Pein está al teléfono — dijo Hidan—Bien— me acerque al aparto rogando que las cosas estuvieran saliendo bien — Dame buenas noticias—Pues como esperábamos las cosas salieron tal cual las planeamos— Sonreí — Haruno se puso en contacto con el apenas llego a casa y noto que la mocosa no estaba. Espere hasta esta mañana para llamar a Haruno y decirle que la teníamos secuestrada, obviamente no sabe que la tenemos nosotros, él pensó que solo éramos unos gilipollas en busca de dinero y me ofreció una cantidad, pero le dije que solo aceptaría negociar con su verdadero padre y le deje el numero para que nos contactara, así que por mi lado la cosas van girando, que tal el tuyo?Suspire con cansancio —La chica se niega a cooperar, es orgullosa y testaruda creo que no ha entendido su posición pero tranquilo la hare entender—Eso espero, no me hagas ir personalmente y hacer tu trabajo, porque no seré nada lindo.* * *Puse la frente contra la puerta. Vi su cuerpo otra vez, yaciendo boca abajo en el colchón, a través de la puerta podía oír su llanto amortiguado y un extraño escalofrío me recorrió. La tensión giraba en su interior, manifestándose en todo su cuerpo, sus músculos tensos. Abrió las manos y las volvió a cerrar en puños apretados, los nudillos reventando y luego relajándose. Aflojó más el cuerpo, forzándose a sí mismo a relajarse. Eran las tres de la mañana. Estaba ansioso, sudado, y con necesidad de algo, cualquier cosa, una mujer, quizás. Miró para otro lado, la suave tonalidad de las luces era tenue pero iluminaba lo suficiente.De fondo la chica seguía llorando, y el sonido de sus sollozos parecía amplificarse en sus oídos. Cuando cerró los ojos, su cerebro inmediatamente buscó el recuerdo de su cuerpo atado al poste de la cama, abierto, a su total merced.Deje escapar un suspiro y me compuso. Quizás hiciera una visita al bar que había calle arriba y encontrara a una mujer más que hospitalaria para sacarse de la cabeza a la chica que estaba tras la puerta cerrada. Me pase los dedos por el pelo y exhaló otra ráfaga de aire mientras ponía rumbo a la cocina. Abrió la puerta del frigorífico y el frío y cenagoso aire se sentía bien contra su piel. Demasiado bien.Cada terminación nerviosa de mi cuerpo estaba alerta en ese momento. Apoye el codo en la puerta del frigorífico, me incline y cerré los dedos alrededor de una botella de Dos Equis. Pensó en la chica otra vez, y en otras chicas; nunca se cansaba de su sabor salado, y del dulce olor del sudor. Solo las mujeres podían presumir de semejante cosa. Solo las mujeres eran capaces de ser tan jodidamente sexys que querías lamerlas para dejarlas limpias cuando ellas consideran que están sucias. Cerre los ojos, apoyando la frente contra el congelador mientras satisfacía las sensaciones que me atravesaban. Sonrei débilmente para mí mismo antes de que se desvaneciera. Abri los ojos y me aparte del frigorífico, cerrándolo con suavidad. Me sentía poderoso, y no había nada más importante que el poder. Incluso la chica parecía saberlo o no habría tratado de desafiarme a cada momento.Me inclinó contra la encimera, con la bebida en la mano pero sin beber. La chica estaba totalmente loca, pensé. Mi boca se curvó hacia arriba en las comisuras, una sonrisa de suficiencia amenazando con convertirse en una sonrisa completa. Si ella supiera con quién estaba tratando, no intentaría provocarme tanto. Era una adversaria rotunda. Me estremecí, recordando como su rodilla había chocado con mis huevos. ¡Joder! Había sido afortunada que no le hubiera puesto una correa en el culo en ese momento. Si lo hubiera hecho, quizás el incidente de la comida no hubiera ocurrido.Iba a tener que destrozarla hasta los cimientos para tener oportunidad de reconstruirla de nuevo. El desafío era fascinante, por decir poco. Verdaderamente inesperado. Bruscamente, mi sonrisa se desvaneció. Baje la mirada al desagüe, las gotas de agua que resbalaban por los lados de la botella caían despacio, otras gotas resistían en mis dedos luchando por su preciada vida antes de caer, cayendo y deslizándose hacía el desagüe. Se quedó en pie,Ella era el instrumento de venganza suyo y de Pein. A través de ella, llegarían lo suficientemente cerca como para matar a ese hijo de puta. Tenía que darle un rápido final a su naturaleza rebelde, no admirarla. Tenía que hacer salir a la Sumisa que había visto. Las Sumisas eran supervivientes.Había subestimado a la chica en algún aspecto. Durante semanas la había observado, y durante semanas ella había jugado a ser un camaleón en potencia. Había convertido en un hábito vestir de forma masculina, con ropa sin forma. Al principio había pensado que era una simple elección de moda, pero no había pasado mucho tiempo antes de que se volviera menos convencido de su valoración inicial, especialmente cuando la vio vestir faldas coquetas y camisas de colores brillantes a través de las vallas de su escuela. Después de eso, la clasificó como una mujer que entendía lo importante que es adaptarse a su entorno. Ella sabía que vivía en un mundo de hombres, y reaccionaba acorde a eso.Era importante para las chicas en su posición, en este tipo de situación. Para sus padres ella debería haber sido la hija adolescente de la que no tendrían que preocuparse, porque no vestía ropas provocativas para atraer a los jóvenes chicos cachondos. En su vecindario, era una chica invisible, nadie de interés. Pero por dentro, seguía siendo ella, quién quiera que fuera. Y quién quiera que ella fuera, le suplicaba bajo su camuflaje.Y entonces, ese día en la acera, durante su extraño encuentro, había sabido que tenía que tenerla. Había dejado huella en él; dejaría huella en otros. Quizás había cometido un error en aquel aspecto, eligiendo a alguien que había encontrado indefiniblemente atractiva. En su lugar, el misterio lo había llamado más cerca y ahora se encontraba más confuso, hecho un lío. De pronto parecía una locura que semejante regalo fuera parte de Madara.Me di la vuelta, apoyándose contra la encimera, el borde clavándose en mi columna. Una mano agarraba el borde de la encimera, la otra sostenía la botella. Bebió. Mucho dependía de la chica, y en su momento, de él. Aparte de su propia venganza, no podía fallarle a Pein. Madara Uchiha tenía que morir. En esto, Pein y él nunca habían estado en desacuerdo. En cuanto a cómo ejecutar cada paso, era algo diferente. Tome otro trago, paladeando el líquido en su boca antes de tragarlo y sentirlo llenándome.Destruir vidas era algo en lo que era bueno, esto no era diferente, por supuesto. ¿O lo era? Vacie la botella, saboreándola poco, pero queriendo más. La chica estaba genuinamente aterrorizada, de eso estaba muy seguro. Tenía que usar eso en mi beneficio. Bajo su tutela, se convertiría en lo que fuera que ella necesitara ser para sobrevivir. Aceptaría la suerte que le había tocado y haría lo mejor. Encontraría cualquier cosa buena que hubiera en lo malo, por mucho tiempo que durara. Lucharía con él, eso estaba claro, pero la convencería a pesar de sí misma.Nuevos pensamientos me distrajeron. ¿Qué podría hacer con la chica cuando todo estuviera dicho y hecho? Permaneci quieto, escuchando la casa, esperando señales de la chica, pero no había nada, ningún clamor desde detrás de la puerta cerrada. Ningún alarido desesperado, solo una chica, planeando su tiempo. Camine hacia la mesa y sin hacer ruido aparte una silla. Me senté. ¿Qué podría hacer con una chica que nunca confiaría en mí? me acomode en el asiento, con la cabeza hacia atrás y respire por la nariz con los ojos cerrados.No sabía nada sobre sentir cariño por una mujer a largo plazo. Había oído mucho acerca del amor en los últimos doce años, pero nunca sentí lo que la gente hablaba. Pase los dedos arriba y abajo por el cuello de la botella distraídamente. La única persona por la que sentía algún tipo de afecto era Pein, pero dudaba que pudiera llamarlo amor. Entendía a Pein, entendía su ira y su necesidad de venganza. Confiaba en el con su vida. Sin ese hombre para darle un propósito, habría estado perdido y por ello lo respetaba. ¿Podía el entendimiento, la confianza y el respeto igualar al amor? No lo sabía. Pein le había enseñado a leer y a escribir, a hablar cinco idiomas, a seducir a una mujer, a esconderse a plena vista y a matar, pero nunca a amar.Me volví a reclinar otra vez. Hace unos pocos años, Pein conoció a una mujer. La mujer era ahora su esposa y le había dado dos hijos. Yo nunca los había conocido, nunca lo haría y nunca había esperado hacerlo. Entendía completamente mi papel con Pein. Aunque me proporcionaba un gran respeto y un afecto apropiado que alguien como Pein hubiera alcanzado la madurez, Yo no tenía familia. No era una situación confusa para mi, los vínculos habían sido claramente definidos y constantes a una edad temprana. Lo que yo era, un compañero fijándose las mismas viejas metas. Encajaba bien teniendo en cuenta que yo no sabía nada de la otra vida de Pein, de la familia. Apenas me acordaba de la mía.Había muchas cosas que no podía recordar: mi cumpleaños, mi edad, cuál solía ser mi nombre. No me molestaba no recordar, aunque a veces deseaba saber dónde había crecido para poder evitarlo. Ese pequeño detalle tenía la habilidad de ponerme de nervios cuando me veía forzado a visitar América por una razón u otra. ¿Qué pasaba si tenía una madre que creía que estaba muerto? Era su horror secreto llegar a contemplar a una madre eufórica al verlo. Porque quién quiera que hubiera sido su niño robado, estaba definitivamente muerto, y yo quería que siguiera estando así.Me levante tan discretamente como me había sentado y silenciosamente me movi a través de la cocina. No era el olvido lo que no me gustaba, era el recuerdo. Necesitaba una ducha y muchas más cervezas, era una excelente ayuda en el proceso de olvidar. Solo esperaba que el bar en este pedazo de mierda de ciudad estuviera todavía abierto.Una vez en mi habitación, me quite la ropa y camine hacia el baño para darme una ducha con agua caliente. El agua lavó mi desnudez, escaldándome ligeramente, pero le di la bienvenida al leve dolor. Nunca lo admitiría, pero de vez en cuando, necesitaba sentir dolor tanto como necesitaba repartirlo.Una vez más, imaginó a la chica, le excitaba en lugar de enfermarle. Era irónico. Incapaz de luchar contra ello, pensó en el pasado y en Pein.***Madara no había sido siempre rico y poderoso. Hacía tiempo, el sórdido ruso había sido un mercenario y un traficante de cualquier cosa que pudiera ser vendida: drogas, armas, gente, no importaba. Viajaba a través de Rusia, India, Polonia, Ucrania, Turquía, África, Mongolia, Afganistán, y, un fatídico día, Pakistán.Uchiha Madara era un hombre joven entonces, un capitán del Ejército Pakistaní bajo la dirección de un entusiasta General de Brigada. La guerra estaba en pleno desarrollo y Pein había sido llamado para asistir a las fuerzas de la coalición en el terreno.Pein, cuyo padre había fallecido, prefirió permanecer cerca de su hogar hasta que pudiera dejar las cosas arregladas para su madre y su hermana, pero no pudo ser. El General de Brigada estaba ansioso por ascender y no había un rango más elevado que la guerra. La ausencia de Pein era inevitable y finalmente desastrosa, ya que fue durante su ausencia de dos años que Madara puso los ojos en la hermana de Pein, Konan. Para cuando Pein volvió con la feliz noticia de que había ganado el rango de Teniente Coronel, su madre había sido ya asesinada seis meses antes y su hermana estaba desaparecida.Asumiendo la responsabilidad, Pein dedicó cuantos recursos estaban a su disposición para descubrir la identidad del asesino de su madre. Siguió cada pista, persiguió cada rumor tratando de averiguar si su hermana continuaba con vida. Le llevó a Pein tres años oír el nombre de Madara Uchiha. Después de matar a la madre de Pain, se había llevado a Konan pero aparentemente se había cansado de ella después de un corto tiempo. La había retirado a un burdel, establecido por él en Teherán.Pein fue a Teherán, pero como su madre, Konan había muerto tiempo antes de que él llegara a rescatarla. Con su esperanza de encontrarla con vida dispersa como cenizas en el viento, su fervor por la venganza solo creció. Iba a quemar el burdel hasta los cimientos, matar a cada cliente y dejar al propietario para el final. Si luego le llevaban a un consejo de guerra y lo condenaban a muerte, era un riesgo que estaba dispuesto a asumir.Pero entonces oyó un sonido, tan indescriptiblemente horrible que había dado voz a su propio sufrimiento. Siguió el chillido hasta una puerta que lo cambiaría todo: acurrucado en sangre y suciedad, la oscuridad rodeando su pequeña, temblorosa y enfadada figura, estaba un chico que necesitaba desesperadamente un médico. Un chico al que el propietario llamaba kyuby.Dolido, disgustado y de luto por su hermana, Pein reconoció la mirada en los ojos del kyuby. Eran ojos que sabían la angustia de estar indescriptiblemente dañado. Esperaban una muerte que podría no llegar demasiado pronto. Pein ofreció comprar al chico al propietario, quien le advirtió que estaba cerca de la muerte y que no le ofrecería una devolución. Pein aceptó las condiciones y cuidadosamente envolvió al herido y lloroso chico, de forma que lo pudiera llevar al hospital.Kyuby había sido increíblemente desconfiado al principio, nada convencido de que Pein no deseara hacerle las mismas cosas que los demás. Atacó a Pein repetidamente, golpeando, arañando y dando patadas salvajemente sin preocuparse por cómo se lesionaba a sí mismo en el proceso. Pein lo había sentido por él, pero también era impaciente y poco dispuesto a sufrir los repetidos ataques de un adolescente iracundo. Solía forzarle a calmarse, hasta que pudiera hacerle razonar.No fue hasta que Pein le ofreció una muestra de algo que ansiaba, que Kyuby se transformó en algo mayor que su miedo. Bajo una capa de oscuridad, había aprendido a matar por primera vez. Fue demasiado fácil, demasiado rápido. Mientras Pein montaba guardia en la puerta, Kyuby disparó y mató al hombre que lo había atormentado la mayor parte de su vida. Se había quedado de pie junto al cuerpo, admirando el gran agujero que una vez fue la cara de Danzo. En la mano sostenía la Magnum calibre 44 que Pein le había prestado para la ocasión favorable.El arma se la había dado un oficial americano como muestra de gratitud porque Pein le había salvado la vida. Pein dijo que era el arma de «Yahiko un amigo», pero Kyuby no conocía a ese hombre. Solo conocía la maldita cosa que le había tirado hacía atrás al suelo. Se había perdido el espectáculo de ver la cara de Danzo explotando, solo pudiendo apreciar el daño después. Quien quiera que fuera Yahiko, admiraba su armamento.Luego, esa tarde, Pein había renunciado a la propiedad del arma de Yahiko, en favor de Kyuby y le había confiado la historia de cómo había llegado a encontrarle aquel día en Teherán. Pein habló sobre su madre y su hermana, de la futilidad de su búsqueda de Madara, pero, sobre todo, de su pasión por la venganza. Cuando terminó, una alianza estaba formada, un pacto tan sólido, que hacía todo lo demás irrelevante. Esa noche, después de que el chico confesara no tener recuerdos de ningún nombre excepto Kyuby, Pein rebautizó al chico como Naruto, «el leal discípulo ».***mParpadee; el agua se había vuelto fría contra mi piel. Sali de la ducha, sintiéndose como si hubiera sido inútil. Habían pasado doce años desde esa noche en Teherán. Doce años. Cinco, desde que me había cuestionado por última vez por qué estaba haciendo una cosa u otra.Al principio, cuando había sido un hombre joven a la sombra de un poderoso oficial militar pakistaní, las especulaciones acerca de su relación y el pasado de Naruto habían proliferado. Las lecciones de la vida llegaban por caminos inesperados, aunque, ahora, como un hombre, sabía que algunas habían sido inevitables. Como el día en que Pein le había enseñado a mitigar los rumores haciendo que la voz más alta se callara, permanentemente. Había sido más duro que matar a Danzo, pero más fácil de lo que había pensado que sería. Los hombres que habían dicho semejantes cosas no eran buenos hombres y eso los hacía más fáciles de matar. Pero a pesar de ello, los susurros en voz baja, las sonrisas condescendientes y las miradas especulativas le decían que todavía había algunos que dudaban de sus motivos y autenticidad en su mundo.El respeto llegaba con un precio muy alto en el mundo criminal. No podía haber un camino a medias, Pein se lo recordaría; era o todo, o nada. Si Naruto buscaba cualquier posibilidad de encontrar a Madara, tendría que aventurarse en su mundo. Así comenzó su viaje dentro del mundo de entrenar escoria.Tire la toalla a un lado, caminando desde la parte más alejada de mi dormitorio, pasando de largo la cama hasta las grandes ventanas. Corrí la cortina a un lado, mirando fijamente al exterior. Estrellas, un horizonte oscuro; el velo negro de la noche y una luna poco dispuesta a mostrarse. El viaje no había sido fácil. Era más sencillo matar hombres culpables que vender a mujeres inocentes. Era un aprendizaje de insensibilización y resolución, y elegir un camino que prometía la anulación del alma. A pesar de todo eso, yo había seguido adelante. Con cada éxito, profundizaba más en la oscuridad y estaba más cerca, esperaba, de encontrar a Madara.Pero los años pasaban, y Madara había permanecido evasivo. Mientras tanto, Naruto se había encontrado más envuelto en el mundo que quería destruir. Con cada acto, viajaba hacia el centro, hasta que un día, cuando miró atrás, encontró que ya no podía ver el camino por el que había venido. Había querido salir. Había pasado tanto tiempo, años sin una palabra de Madara Uchiha, de dónde había ido o qué había ocurrido con él. El apetito de venganza de Pein aparentemente nunca había menguado, pero había veces que Naruto se preguntaba si eso también se había convertido en poco más que un hábito. Había empezado a formular su plan para dejar que Pein supiera toda la confusión que había en su interior. Como el destino quiso, fue en esos mismos días, siete años después de que Pein le hubiera sacado de aquel burdel, que alguien reconoció al trigésimo sexto hombre más rico del mundo, Tobi, como el antiguo gánster Madara Uchiha.En siete años, Madara había crecido en fortuna, privilegios y poder. Había usado la fortuna adquirida de sus actividades clandestinas para pagar sus ambiciosos negocios legales. Ahora poseía la mayoría del acero y una gran cantidad de tierras ricas en petróleo en Rusia, minas de diamantes en África y suficientes valores en grandes compañías europeas como para hacer al mundo olvidar sus, menos que humildes, comienzos. Estaba fuertemente protegido y era ampliamente desconfiado.Si había tenido alguna oportunidad de abandonar la vida que había creado, se evaporó en aquel momento. Él y Pein fueron de nuevo una única mente, con un único objetivo. Harían cualquier sacrificio que fuera necesario para alcanzar su meta. Ya había ido lejos, ahora estaba resuelto a llevarlo a cabo. Le debía a Pein al menos eso, si no más. Pero después de doce años de espera, no era solo venganza lo que mantenía a Naruto adentrándose en la oscuridad. Era la estúpida esperanza de que hubiera verdaderamente alguna luz metafórica esperándolo al final.Deje que la cortina cayera de vuelta a su lugar, la vista le era indiferente mientras sus pensamientos habían vuelto a la chica secuestrada en la habitación al otro lado del amplio salón, y al final del corredor. Su papel era más importante que el que ella pudiera imaginar jamás. También le debía algo, algún día. Pero por ahora, la necesitaba. Madara no era un hombre al que fuera fácil llegar, especialmente enmascarado como Obito, billonario. Le había llevado cinco años descifrar todos sus secretos y aún más llegar a ellos.Estire la cabeza, estremeciéndome mientras un músculo de mi cuello se contraía y gire de nuevo a mi posición tensa. Camine hacia el armario. Después de doce años de planificación, maniobras e infiltración, el momento que Pein y el habían estado esperando, finalmente se aproximaba. El cuatro meses tendría lugar el La venta de Flores en Francia.La primera fase del plan estaba completa. Tal como iba, todavía no estaba seguro de la virginidad de la chica, pero lo averiguaría. Sería un pequeño contratiempo si llevaba a una esclava sin «flor» a una subasta de flores, pero Pein mantenía que su nacionalidad, junto con su belleza, tal como Naruto la había descrito, aseguraría su estatus como la esclava más deseada de la subasta.A medio vestir, saque mi camisa de Armani y empecé a abotonarla, dejando la garganta expuesta.Cuando, no si, Madara se ofrecería aun audiencia con el por recuperar al fruto de la única mujer que valía lo suficiente para entregar su corazón. Entonces, conseguiría el acceso; encontraría la mejor manera de arrebatarle a Madara todo lo que amaba y apreciaba antes de matarlo. La muerte de Madara no sería tan rápida como la de Danzo. No habría una Magnum calibre 44 en su cara para matarlo apresuradamente. Pein y el habían esperado doce años para saborear la venganza; se recrearían como correspondía.Mientras tanto, esperaba que la chica se comportara como la superviviente que era. Entonces, cuando todo estuviera dicho y hecho, cada uno de ellos, el, Pein y la chica, encontrarían una manera de seguir adelante. Solos.Completamente vestido, tome las llaves y las guarde en el bolsillo. Luego me pase los dedos por el pelo mientras evaluaba mi reflejo. Mis pestañas eran demasiado largas, mi boca demasiado gruesa, toda mi cara era contraria a mi incuestionable masculinidad. Era demasiado... condenadamente guapo y ese siempre había sido el problema. Si hubiera tenido algún defecto físico, aunque fuera pequeño, su vida entera habría sido diferente.Encarando la puerta, me lleve el arma de Yahiko; necesitaba el frío y pesado metal para recordarle que ya no sería «guapo» nunca más. Agarre la chaqueta, poniéndomela y colocándome la funda de la pistola. Sin mirar atrás, cerre la puerta en silencio. Camine por el pasillo, pasando por delante del sofá antiguo hacía la puerta principal. El tenue ajuste de las luces de la casa a esa hora de la noche, era funcional y por precaución. Nadie sabía que estaban allí, excepto aquellos que habían viajado conmigo, pero confiaba en ellos menos que en los extraños. Aproximándome a la puerta, mis ojos se clavaron una vez más en la puerta del dormitorio de la chica.Pasaría seis semanas con ella. Seis semanas para hacerla entender todo lo que se requería de ella. Luego, irían a Pakistán para reunirse con Pein. Dada su naturaleza implacable, sería menos que amable con ella si no obedecía al momento en que le diera órdenes. Madara era incluso menos que eso. Tenía que estar lista para adaptarse, para sobrevivir.Camine a través del vestíbulo, mis zapatos haciendo suaves susurros a través del suelo de cerámica. En el momento que abrí la puerta, la noche me atravesó. Me pareó en el umbral. De repente no estaba inquieto, ansioso o cachondo. Por un momento, no quise irme. Pero sabía que lo necesitaba, así que lo hice. La noche era calurosa, pero confortable y parte de la ansiedad empezó a sosegarse.
mariland- Clan Suzaku
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En mi pequeño mundo feliz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
La narración ha sido buenísima...
Me gusto la historia de pein y naruto
Espero conti
Me gusto la historia de pein y naruto
Espero conti
alex666- Clan Genbu
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Entre lucidez y embriaguez
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Guao me encanta como escribes !!
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Guao me encanta como escribes !!
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Cautivo en la Oscuridad
Capitulo VI
- • Lo que posees acabará poseyéndote :
- Afuera estaba lloviendo. Podía oírlo. Tomando una profunda respiración, abrí lentamente los ojos, olvidando por un momento dónde estaba, pero entonces la tristeza me consumió. No sabía exactamente qué día era. Él me mantenía en la oscuridad, siempre, con solo las luces de la noche para guiarme por la habitación. No sabía por qué hacía las cosas así. Si era para desorientarme, estaba funcionando. Nunca me di cuenta de cómo la incapacidad de contar el tiempo podía hacer estragos en la comprensión de la realidad. Era fácil perderse en la oscuridad sin fin y en el paso de las horas.Pensé mucho en mi casa, en mis padres y en lo que ellos podrían o no estar pasando. Quizás se lamentaban por todas las veces en que no me dijeron que me querían. Quizás se arrepentían de no haberme dado aquellos abrazos que necesitaba tan desesperadamente. Ahora era demasiado tarde. Me preguntaba si tenían alguna idea de dónde podría estar o si la policía ya les había dicho a mis padres que las esperanzas de encontrarme habían desaparecido. Conté los días revisando mis comidas. Había comido seis desayunos hasta el momento. Quería irme a casa.
El día, las horas, cualquiera que fuera la longitud temporal que había pasado después de esa primera paliza había creado un cambio en la relación entre mi captor y yo. Mientras dormía, él se había hecho amo de mi destino, y no pude hacer nada para impedírselo. Abrí los ojos al día siguiente y en ese momento él estaba entrando en mi habitación. Su rostro había estado más serio. Desprovisto de la constante insinuación de sonrisa. Había sabido al instante que no debía poner a prueba su paciencia.Él se quedó quieto sobre mí, al lado de la cama, respirando profundamente y exhalando lentamente. Me pregunté si sentía alguna vergüenza por lo que me había hecho.—¿Puedes levantarte? —inquirió. Su voz sonaba distante, indiferente a mi respuesta.—No lo creo —grazné, mis ojos ardían con lágrimas—. Me duele. —Mantuve la cabeza baja, esperando que el entendiera lo difícil que había sido para mí solo dirigirme a él como deseaba.Su voz bajó, suavizándose.—Apuesto que lo hace, pero mira lo que ha pasado por tus modales.Apreté la mandíbula, sin decir nada.
Ahora, todos esos días después, temía y esperaba con impaciencia su compañía, por ninguna otra razón que odiar mi soledad y la oscuridad.Me deslicé fuera de la cama y por primera vez en unos días no sentí aquel horrible dolor punzante. Me levanté cuidadosamente, mis músculos se contrajeron con fuerza y se resistieron. Hice una mueca, el dolor resonó a través mí.
Los días, no sé exactamente cuántos quizás tres, a raíz de ese horrible encuentro me los había pasado acostada con Naruto a mi lado. Él me había ayudado a levantarme cuando tenía que ir al baño, negándome intimidad con el pretexto de ser de utilidad. Él me había bañado, alimentado, y colocado cada pedazo de comida en mis labios para que yo lo tomara cuidadosamente de su mano. A veces me sentía como una muñeca. Cuando me resistía o mostraba indecisión, la palma desnuda de su mano golpeaba contra mi trasero en carne viva convirtiéndose en estímulo suficiente para obedecer. Renunciando a mi voluntad, era el precio que había pagado.
La fría crema era aplicada al menos dos veces al día y siempre agitó las más extrañas emociones en mí. Él me tocaba mientras me extendía la crema. Aunque trataba que pareciera hacerlo de manera casual, a mi me parecía preciso, calculado. El empezaría por mis tobillos, que por lo general hacía que me mordiera el labio de puro éxtasis. Nunca antes había tenido a alguien masajeándome y nunca había sabido que mis tobillos necesitaran tanta atención. Cuando él me tocaba, hacía que las cosas se sintieran mejor sin ser yo consciente de sentirme tan mal. Yo yacía completamente inmóvil, intentado tan fuerte como podía, no darle ninguna indicación de que sus atenciones me resultaban embriagadoras. Entonces él me agarraba las pantorrillas y masajeaba mi carne con sus dedos hasta que yo dejaba escapar un largo y bajo suspiro en mi almohada. Siempre se las arreglaba de alguna manera para fisgonear en mis siempre tan levemente separadas piernas, frotando tan cerca de mis regiones inferiores que yo luchaba por no gritar: «¡Basta!». Sin embargo, él habla conmigo cada vez que masajeaba mis nalgas. Creo que le entusiasmaba de manera inimaginable el hacerme sentir incómoda. Un día resultó ser aún peor por su incesante interrogatorio.
—Así que nunca has estado con un hombre. —Eso fue más una declaración que una pregunta, como si estuviera hablando de cosas que ya sabía. Me pregunté cómo hice para que resultara tan obvio.
—No.
—¿Mujeres?
Negué con la cabeza rápidamente.
—No. —Pero había mentido.
Yo lo más cercano que había estado de una mujer antes, bueno, una niña. No sé si yo lo definiría como algo malo, principalmente ella me dejaba, besarla. Hinata y yo nunca habíamos estado con un chico. Supongo que estábamos experimentando con cosas. Su boca era muy diferente a la de mi novio. Era más blanda, suave y delicada. Había sido extraño estar pensando en ella mientras él me frotaba. Un pequeño nudo de presión se formó entre mis piernas y solo por un momento, mientras mi piel se rendía a sus caricias y mi mente se adentraba en las fantasías, quise que él me tocara allí.
—¿Alguna vez te has tocado? —Con el rostro ardiendo miré hacia otro lado y escondí la cara entre las manos así como en mi almohada. Él soltó su característica risa burlona, pero no me obligó a responder. Estaba empezando a acostumbrarme a sus atenciones, considerándolas más como una rutina que íntimas. Otras cosas aún me hacían sentir incómoda. La desnudez era definitivamente algo a lo que me había acostumbrado. Comenzaba a sentirme agradecida de que nadie más que Naruto entrase y saliese de mi habitación pero incluso él me hacía sentir increíblemente avergonzada. Cualquier tipo de ropa era demasiado incómoda. Incluso el edredón, una vez tan suave contra mi piel, me parecía abrasivo ahora que me estaba curando. Odiaba sentarme sobre él cuando tomaba mis comidas.
Entré en el cuarto de baño, todavía desnuda y con aspecto de prisión, y me miré en el espejo. El moratón se había desvanecido volviéndose de un verde claro, mi cara ya no estaba hinchada y mi pelo estaba hecho un desastre. Me miré durante un largo rato. ¿Quién era esa chica que le devolvía la mirada?. Tuve que admitir, el efecto era deslumbrante. Me pregunté por enésima vez cuáles eran los motivos de Naruto para mantenerme prisionera. Estaba desnuda a su alrededor cada día y sin embargo él no había hecho ademán de aprovechar al máximo lo vulnerable que yo era. Estaba a su completa merced. Hubieron momentos en los que parecía que le costaba contenerse, pero lo hacía, siempre.
La puerta se abrió. El entró con el desayuno. Me dirigí hacia el marco de la puerta del cuarto de baño, mirándole fijamente mientras cerraba la puerta con el pie. Lo juro, ese hombre no dormía nunca. No estaba segura de qué hora era, pero de cualquier manera me pareció demasiado pronto para que él estuviera duchado y vestido. Él siempre iba vestido como si fuera a una fiesta o a salir por la noche, nunca llevaba algo informal o cómodo. Excepto, por supuesto, del día que nos conocimos. Salté cuando él habló.
—¿Por qué te tapas? —Inmediatamente miré al suelo pero no aparté las manos de mis pechos.
—Estoy desnuda —le contesté con voz trémula.
Dejó la bandeja sobre la cama.
—Has estado desnuda delante de mí antes. ¿Por qué de repente estás siendo tan modesta? Baja las manos y ven aquí. —Bajé las manos, juntándolas frente a mí mientras caminaba hacia él. Él suspiró cuando lo alcancé, apartándome las manos de mi sexo—. No te cubras estando delante de mí. Es ridículo. —Me mordí el labio.
—Sí, —dije un poco más alto que un susurro. Yo estaba de un humor muy raro. Cierto, estaba bastante deprimida, ¿y quién no lo estaría? Enfadada, asustada, confundida, sola todos se habían convertido en sentimientos habituales. Sin embargo hoy, me sentía de otra manera además de todo aquello y en contra de toda lógica quería que Naruto lo entendiera. Quería que me dijera cosas agradables, tal vez incluso que me abrazara. Extraño no empezaba a definir mi estado de ánimo. De repente me entraron ganas de llorar pero en cambio me quedé mirando al suelo intentado no pensar.
Él suspiró profundamente, tomando mi rostro entre sus manos. —No tengo mucho tiempo para enseñarte cómo comportarte. —Fruncí el ceño ante sus crípticas palabras. «¿Qué demonios significaba aquello?»
—Me siento mejor —susurré. Aunque estaba segura de que mi cara decía todo lo contrario. Mi corazón se aceleró cuando sus suaves y cálidas manos me mantuvieron inmóvil. Su rostro, esos labios, estaban demasiado cerca para mi comodidad, o no lo suficiente—. No hay ninguna razón para que no pueda ponerme ropa de nuevo.
Pasaron unos segundos, sus ojos azules buscando en los míos verdes. Su boca se curvó, una ligera y mezquina sonrisa alzó un lado de su boca. Era una sonrisa que había llegado a conocer bien. Había emitido lo que podría haber sonado como una orden. Creo que me estremecí y me parece que eso era lo que él había estado esperando.
Me aparté de él, arrodillándome instantáneamente a sus pies, esperando que se apiadara de mí y me concediera mi petición. Alargó la mano hacia la hebilla de su cinturón y mi corazón latió a toda velocidad. Sacudí la cabeza furiosamente mientras alcanzaba sus manos para sostenerlas firmemente entre las mías.
—Por favor no me pegues —dije con un susurro ronco. Me limpié la cara mientras las lágrimas caían—. Lo siento. Por favor, no me pegues.
Él hizo un sonido no muy diferente a una risa, pero más cercano a un gruñido molesto y golpeó mis manos apartándolas.
—Levántate —dijo con voz calmada, pero yo solo me aferré a su pierna y llore. Él suspiró profundamente, justo antes de sacarse la camisa de los pantalones bruscamente y desabrocharse rápidamente los botones. No sé lo que me asustó más, la idea de que me volviera golpear o él desvistiéndose. Me levantó por el pelo mientras un mar de miedo se apoderó de mí—. Quítame la camisa. —Abrí los ojos lentamente, aceptando lo que veía poco a poco. Creo que me quedé atónita. Su altura dejaba mis ojos al nivel de su suave pecho besado por el sol. Su respiración, como la mía, se había acelerado. Tal vez había sido un error de decirle que me sentía mejor. Tal vez eso había sido lo único que lo mantuvo a raya los últimos días. Incapaz de hacer otra cosa que obedecer, descansé mis manos sobre sus hombros, tiré suavemente de la tela hacia atrás hasta que se deslizó. Cayendo al suelo.
Me tomó la cara entre las manos, limpiándome las lágrimas.
—¿Todavía crees que tener un trozo de tela entre nosotros te protegerá de mí? —Le miré, implorándole con los ojos—. Recoge la camisa —dijo. Me arrodillé lentamente, sin dejar de mirarle mientras sostenía mi cara. Tome la camisa con las yemas de los dedos—. Póntela. —Me dirigió una gran sonrisa mientras me ponía en la camisa. Me llegaba hasta las rodillas, las mangas colgaban un poco por debajo de ellas—. Ya veremos —susurró en mi oído. Me estremecí.
Mientras él se giraba para salir de la habitación, para ponerse otra camisa asumí, dejé que el alivio por no haber sido castigada me recorriera. Me puse a abotonarme la camisa que me había dado, sorprendida al reconocer la forma en que su olor hacía que mi estómago se agitara. Su camisa, su olor, me rodeaba. Esa fue la primera vez desde que había llegado que su presencia, apretada contra mí, me trajo consuelo. Me di el gusto de elevar ambos puños hasta mi nariz e inhalar profundamente. No era un abrazo, pero era consuelo de todos modos. Tenía que largarme de allí antes de que perdiera la cabeza.
Él regresó antes de lo esperado y sin camisa. Mis ojos no podían apartar la mirada de todo su magro y musculado cuerpo, su estrecha cintura, el pequeño sendero de vello que iba desde el ombligo hasta más allá de la cintura de sus pantalones a medida. Dejó el carrito con ruedas y una silla que había traído cerca de la puerta. Mi rostro decayó, los recuerdos de aquella horrible noche llevaron todo mi cuerpo al límite. No tenía deseo alguno de recrear ninguno de los hechos ocurridos aquella noche.
Pero no dije nada y silenciosamente obedecí mientras él me daba la vuelta, asegurando mis muñecas detrás de la espalda. Esta vez se había asegurado de que yo no pudiera quitarle la comida, no es que tuviera deseos de hacerlo. No me sentía con mucha hambre en realidad, solo triste.
Era difícil fingir que tenía hambre mientras todavía estaba preocupada por nuestra conversación anterior. Me dio el desayuno cuando me senté en sus piernas, con las muñecas aseguradas a la espalda. Él sonreía mucho, pero no siempre. Era muy frío, calculador. Nunca dudé de que todo lo que hacía servía para algún oscuro propósito, justo como esa sonrisa. Me acordé de cuando me dijo que no tenía mucho tiempo para enseñarme cosas. ¿Qué se suponía que debía estar aprendiendo? ¿Cuando íbamos a empezar? ¿Alguna vez iba a dejarme marchar? ¿Iba siquiera a vivirlo? Era un hombre guapo, nadie podía negarlo, entonces ¿por qué? ¿Por qué secuestrar mujeres cuando obviamente podría tenerlas dispuestas? Todo esto era muy de El Coleccionista de Amantes. Volví la cabeza cuando intentó darme de comer más huevos.
—¿No tienes hambre?
Negué con la cabeza.
—No.
—Bien. Me lo acabaré por ti.
Yo quería hablar con él. Quería hacerle preguntas importantes que sabía que no me respondería. Cada pregunta se agazapó en la punta de mi lengua, tratando estallar de mi boca. Me lamí los labios, a punto de preguntar, cuando él habló.
—Acuéstate. —Mis cejas se fruncieron—. ¿Qué es tan difícil de entender? Acuéstate. — Lo hice
—¿Tienes idea de lo sexy que es eso? —dijo. Apreté los dientes y aparté la mirada—. El blanco te queda muy bien, tendré que tomar nota de ello. Me alegra que sugirieras la ropa. El verte vestida me hace pensar en desnudarte. Sin embargo, creo que esta es una muy buena oportunidad para hacerte sentir cómoda desnuda cuando estoy cerca, y me proporcionará unas agradables vistas mientras como.
Apreté firmemente las rodillas pero las separé cuando él me las abrió a la fuerza. Todavía recordaba los golpes bastante bien y no tenía ningún deseo de molestarlo. La habitación quedó en silencio con la excepción de mi pesada respiración. Nunca me había sentido tan expuesta.
—Es hermoso. —Él inhaló bruscamente y la siguiente vez que habló, su voz era espesa, ligeramente ronca—: Justo el tono adecuado de rosa. Ahora... mantén las piernas abiertas. No me provoques.
Cerré los ojos ante el inevitable flujo de lágrimas. El temor y la vergüenza estallaron convirtiéndose en ira, revolviéndose lentamente en mi pecho. Me concentré en respirar lentamente. Me quedé mirando la pared, completamente inmóvil mientras él comía. Se sentía extraño tener las piernas abiertas ante su mirada. El aire tocaba cada parte de mí. A veces mi sexo parecía abrirse por sí mismo, como una pequeña boca hambrienta. Me pregunté si él lo veía, y recé para que no lo hiciera. Traté de imaginarme qué aspecto tenía. ¿Estaba hermosa? ¿Era asquerosamente vulgar? ¿Por qué diablos me importaba? Me preguntaba sobre todo tipo de cosas cuando fui sacudida de vuelta a la realidad por el repentino toque del frío metal entre mis muslos. Había bajado la cadena de mis manos entre mis piernas, moviéndola arriba y abajo entre mis labios.
Le miré con los ojos entrecerrados, deseando más que nada poder darle una patada en la cara para borrarle esa sonrisa.
—No quiero que te vuelvas arrogante, porque eso ya lo eres, pero eres muy guapa.
El orgullo reprimió mi miedo y no pude evitar picar el anzuelo.
—Eso es gracioso —le dije tratando de cerrar las piernas—, tú de entre todas las personas llamando a alguien arrogante. —Apenas pudo contener la risa.
—Touché, pero yo no soy el que está en el suelo con las piernas abiertas. —Empecé a llorar, la frustración y la ira brotaban de mí en forma de lágrimas—una muestra de debilidad.
—Te odio.
—No me odias —dijo él como si fuera un hecho, como si me conociera. Se arrodilló entre mis piernas abiertas y se inclinó sobre mí, con las manos en la alfombra. Volví la cabeza a un lado. Me besó, primero detrás de la oreja, luego en el cuello—. Pero deseas hacerlo.
—Para —susurré.
—¿Por qué? —susurró muy suavemente—. ¿Está de repente mi camisa demasiado caliente?
Un pequeño grito de asombro escapó de mis labios cuando su cálida mano palmeó mi pecho a través de la sueva tela. Abrí la boca para decirle que no fuera tan creído cuando su otra mano se lanzó hacia abajo para tocarme entre mis muslos. Me quedé petrificada, paralizada por el miedo. A través de la tela de su camisa me acariciaba con los dedos, manteniendo al mismo tiempo sus ojos fijos en los míos. No entró en mí, no podía con la camisa en medio, pero aún así sus dedos invadieron cada fibra de mi ser. Le sentía en todas partes. Entonces, contra toda lógica, sentí un rubor calentándome. Placer, deseo, no dolor. Repentinamente todo mi cuerpo se centró en los dedos de Naruto y lo que estaban haciendo. Mi corazón se aceleró, y contuve el impulso de gemir. La boca de Naruto se convirtió en una sonrisa conocedora, y luego apartó las manos lentamente, dejándome jadeando en el suelo.
—Ahora. Dime que no me odias.
—No.
Su pecho desnudo se presionó contra mí; y su calor envió escalofríos por todo mi cuerpo. Me besó el cuello mientras bajaba la mano por mi muslo. Inhaló profundamente, y a continuación exhaló en un susurro a través de mi piel. Su erección me calentaba a través de sus pantalones. La empujó contra mí, como si de alguna manera pudiera entrar en mí. Forcejeé con las muñequeras, intentando liberar mis manos. Él redujo la velocidad, acariciándome calmadamente de una manera suave y amorosa. Se meció de atrás a adelante sobre mí, besándome, frotándome, respirando sobre mi piel.
Algo en mi cuerpo cambió, pero yo no quise. Me puse cachonda, muy cachonda. Mi respiración se aceleró, y lo único que podía hacer era olerlo, por todo mi cuerpo, respirándole, introduciendo su esencia en mi interior. Bajó por mi pecho besándolo, sosteniendo mis rodillas separadas.
—Para… Para. —La primera protesta era real, la segunda... no estaba segura.
Su boca se aferró a mi pezón a través de la tela de su camisa, de alguna manera era más insoportable porque no conseguía llegar a mí. Chupó con más fruición, haciendo que mi pezón se pusiera duro, húmedo y caliente. Medio suspiré y gemí, incapaz de resistirme inclinando mi cabeza contra la alfombra, con los ojos cerrados, cayendo en unas sensaciones que nunca había sentido antes.
—No me odias en absoluto, creo que te gusto bastante. —Yo estaba llorando, pero no era por las razones correctas—. Creo que sé de algo más que podría gustarte. — Sus manos y su boca bajó por mi cuerpo y aunque sabía que debería, no me atreví a decir nada en contra. Él iba a hacer lo que quisiera, protestara o no. ¿Sería tan horrible si no hiciera nada? ¿Podría soportar la culpa?
Mis ojos se abrieron de golpe y me senté en cuanto su boca caliente cubrió mi sexo. Él miró hacia arriba, besándome con furia antes de empujarme de nuevo hacia atrás. Sorprendida, me retorcí de un lado a otro, gritando y gruñendo. Me saboreé a mí misma en su boca; yo estaba en sus labios. Él gimió contra mí mientras deslizaba su lengua arriba y abajo por mi carne secreta, creando gemidos y gritos en mi pecho. Apreté las piernas tan fuerte como pude, sus dedos se clavaron en el interior de mis muslos. No sentía nada excepto su boca sobre mí. Mi cuerpo se convirtió en una extensión de esa pequeña y rosa boca de entre mis piernas. Sin conciencia, sin vergüenza, quería lo que quería y no me importaba quién lo hiciera. Mi propio cuerpo me había traicionado. Mis músculos se tensaron, todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo se concentraron en un punto que Naruto lamió. La cabeza me daba vueltas y en un instante cegador pareció que mi cuerpo explotaba. Arqueé la espalda, mordiéndome el labio, retorciéndome contra su cara hasta que el violento espasmo me recorrió hacia él. Me recosté en el suelo jadeando, gimiendo quedamente cuando un suave cosquilleo se extendió por todo mi cuerpo. Él descansó su cuerpo sobre el mío. Me besó el cuello.
—Te dije que te gustaría —susurró. No tenía palabras para eso. Giré la cabeza y lo miré a través de mis parpados entrecerrados—. No deberías morderte el labio con tanta fuerza, la próxima vez solo suéltalo —dijo, limpiándome el labio con el pulgar. Sus labios estaban húmedos, ya sea de sudor o de mí, «por favor que sea sudor». Él sonrió y me besó en la boca... era yo. Qué humillante.
—Te odio —le dije en voz baja, mirando al techo, distante, saciada y vaciada de algo. Me apartó el pelo de la cara y me besó de nuevo.
Sus dedos se presionaron contra mi carne húmeda y yo no pude evitar gemir mientras mi cuerpo palpitaba violentamente.
—Pero tu coño no... y eso es lo importante. —Él sonrió, y yo cerré los ojos, mirando a otro lado—. De hecho, así es como te llamaré... Cerezo.
Mi corazón se sintió repentinamente herido. Tengo un nombre. Sakura Haruno. Se me ocurrió que nunca me había preguntado mi nombre, ni siquiera el día en la calle y se me ocurrió también que aquello quería decir que nunca me había visto como una persona, ni una sola vez. Mi garganta se cerró por el dolor. ¿Había alguien en el planeta al que le importara quién era yo? Pensé en Hinata, mi mejor amiga. A ella le importaba. Ella nunca perdería la esperanza de encontrarme.
Cuando mis ojos finalmente se reenfocaron, Naruto me miraba con esa extraña expresión en el rostro. Todavía estaba sonriendo, no brillantemente, solo con curiosidad, como si de alguna manera supiera que había estado a cientos de kilómetros de distancia. Nos miramos el uno al otro durante unos segundos, aunque no podía decir lo que ninguno de los dos estaba pensando en ese momento. Simplemente no podía apartar la mirada. Mi pecho se estremeció con un sollozo que no liberaría.
El hechizo se rompió, lentamente se desenredó de mi para luego cogerme de brazo y levantarme. La cabeza me daba vueltas y me temblaban las piernas. Estaba a punto de apartar de un tirón mi brazo de su firme mano cuando de repente sentí un torrente de calor húmedo corriendo sobre mis muslos. Instintivamente cerré las piernas y miré hacia abajo, inmediatamente mortificada al descubrir un hilo de mi humedad tratando de correr por mi muslo. Naruto miró también y no pude evitar arder de vergüenza o las nuevas lágrimas en mi rostro.
Naruto dejó escapar un sonido entre un suspiro y un gemido antes de agacharse para trazar con la yema de los dedos el reguero. Levantó los dedos, frotando la evidente humedad por las yemas de sus dedos con el pulgar. Para mi absoluto horror, se lamió dos de sus dedos, cerrando los ojos, saboreando mi puta humillación. Lloré. En alto esta vez.
—¿Cuál es el problema Cerezo? —Me presionó—. ¿Hay algo de malo en disfrutar el placer que te doy? —Él me miró con evidente satisfacción, aun cuando mis lágrimas rodaban por mis mejillas antes de caer al suelo—. Respóndeme Cerezo. —Insistió, con algo de su emoción abandonando su voz. No podía darle una respuesta.
Deliberadamente, él agarró mis dos brazos atados y me llevó a la cama. Se sentó primero, asustándome cuando tiró de mí a su regazo. Dejé escapar un grito de sorpresa, pero rápidamente me quedé en silencio.
¿Qué nuevo infierno tenía planeado?
—¿Por qué lloras Cerezo? —exigió—. ¿Te he hecho daño hoy? —Él me besó suavemente en el hombro.
—Sí —le respondí con un sollozo. Hoy, el dolor era emocional, del peor tipo. Él se apartó de mi hombro con una expresión de sorpresa, pero rápidamente se puso su máscara de indiferencia. Sus labios una vez más, encontraron su camino hacia mi hombro, esta vez hacia mi nuca. Me tensé, buscando alguna manera de escapar de sus caricias, pero sabiendo que no había ninguna.
—Respóndeme correctamente por favor —murmuró—. ¿Te he follado? —Jadeé, paralizada por el miedo abrumador.
—No —dije con una voz apenas por encima de un susurro. Me rodeó con su brazo izquierdo fuertemente, tirando de mí más cerca de su pecho, forzando mi cabeza a apoyarse en su hombro. Excluyendo el miedo, la humillación y nuestra semidesnudez, esto había sido exactamente lo que había querido una hora antes. Había querido que me abrazara. Cuidado con lo que deseas...
—¿Te has corrido? —susurró con la misma voz suave. Cerré los ojos y luché por no estremecerme con mis silenciosos sollozos—. Está bien Cerezo; me puedes decir la verdad. Vamos, di: «gracias por permitir que me corriera». —Con la mano derecha me obligó a abrir las piernas por encima de sus muslos, luchando contra mí cuando en vano intenté cerrarlas. Luché con lágrimas mientras mi mente daba vueltas—. Estás haciendo que me enfade Cerezo; responde a la pregunta.
No pude más.
—¡Mi nombre no es Cerezo! —grité, sucumbiendo finalmente a la histeria.
Casi de inmediato, Naruto me inclinó sobre su rodilla izquierda, sosteniendo mis piernas hacia abajo con la mano derecha y me dio un rápido torrente de golpes que me hicieron gritar. Mientras que mi mente se dispersaba en todas direcciones, en busca de mi ingenio, los golpes siguieron cayendo sobre mi trasero desnudo.
—Por favor, para —le supliqué—. Por favor, para, lo siento mucho. Juro por Dios que lo siento. —La misericordia parecía ser la última cosa que Naruto tenía en mente. Se dobló sobre mi cuerpo que se retorcía y colocó su peso sobre mis hombros para que pudiera azotarme de verdad mientras yo luchaba con frenético terror—. Por favor... por favor.—Lloré sin parar soltando largos y guturales gemidos. Quería tanto frotarme la espalda, pero él sostuvo las correas.
—¿Es el dolor lo que hace que sea más fácil para ti Cerezo? ¿Tu orgullo requiere que seas golpeada hasta la obediencia? —Su voz era baja, cruda, excitada. Bajo mi vientre su erección palpitaba. ¿O era solo mi corazón? Él me pegó una vez más, exigiendo una respuesta que me negué a dar. Me había perdido de nuevo y de repente me di cuenta que después de cada azote, me frotaba para aliviar la picazón. Me pregunté por qué, incluso mientras más azotes aterrizaban.
Mis pensamientos estaban empezando a fracturarse mientras buscaba una manera de escapar de lo que me estaba pasando. «Sólo dale lo que quiere. Parará». ¿Qué había hecho yo para merecer esto? «Actúa como una puta y serás tratada como tal...». Siempre esas palabras, siempre me perseguían y me castigaban. De repente fue un consuelo saber que una vez que Naruto terminara de castigarme también me perdonaría. Él no se aferraría a unas transgresiones imaginarias. Él me perdonaría. Yo quería ser perdonada.
Algo interesante ocurrió entonces. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi mente estuvo de repente en blanco. No pensaba en nada. Literalmente nada. No había dolor, ni pena, ni nostalgia o tristeza. Solo existía el sonido de la mano de Naruto aterrizando en mi trasero, mis gritos, su respiración controlada. Sus golpes ya no eran dolorosos; mi trasero estaba adormecido, caliente. Poco a poco me quedó inerte en su regazo. Era extraño, pero me sentí... en paz.
Naruto me soltó entonces, todavía agarrándome con firmeza aunque pude sentir su cuerpo relajándose contra el mío. El momento fue silencioso, solo se oían nuestras respiraciones. La mía áspera y rápida, la suya profunda y lenta. Él me acarició la espalda en silencio, frotándome como si fuera un caballo, pero no me importaba. Lo necesitaba, lo ansiaba. Me relajé más. Después de varios minutos, él rompió suavemente el silencio:
—¿Cuál es tu nombre?
—Cerezo —le contesté desde algún lugar fuera de mí. Con cuidado, me frotó las doloridas e hinchadas nalgas. Mi respiración se ralentizó, mi cuerpo zumbaba.
—Es mucho más fácil cuando te rindes Gerezo —dijo en voz baja—, mucho más fácil. —Él solo fue respondido por un bajo gemido. Aprovechando mi lasitud, me irguió lentamente en su regazo. Con mi enredado pelo pegado a la cara, cuello y espalda. Naruto lo apartó hacia atrás.
Los pensamientos normales y racionales aún no habían regresado. Estaba agradecida. Los pensamientos normales y racionales dictaban que estaba asustada, cabreada o alguna variación de los mismos. Era agradable estar desprovista de tales cosas. Los ojos de Naruto vagaron a mis labios, y luego de vuelta para encontrarse con mi mirada ausente. Sacó una pequeña llave de su bolsillo y abrió el cierre que me sujetaba los brazos a la espalda. Gentilmente los puso en mi regazo, la conciencia comenzó a arrastrarse de vuelta. No me gustaba.
—Bésame —dijo—. Y antes de que digas que no... —Lo interrumpí al tocar con mis labios salados su suave y flexible boca. Se apartó un poco ante mi impulsiva audacia. Pero entonces le oí suspirar y se volvió a inclinar. Inhalé profundamente, ignorando la presión de cualquier tipo de emoción que intentara infiltrarse en mi aturdimiento.
Me esforcé para que el beso pareciera natural, luchando contra el impulso de apartar la cara. Su actitud se suavizó. Nunca había sido amable cuando me besaba. Parecía raro, pero sentí algo dentro de él cambiando. Gimió muy levemente, un sonido que nunca había oído proviniendo él. Alargó la mano hacia mi pecho, pero luego retiró los dedos. Una vez más, restringiéndose a sí mismo. Sin previo aviso, sentí el más mínimo aumento de algo similar al control. Había estado impotente en cada encuentro con él, pero en este momento sabía lo que él quería. Me quería a mí. No solamente mi cuerpo, sino a mí. Y aunque, me controlaba por el momento, mientras él dictaba mi futuro, en este único beso... yo le poseía. De repente, me empujó.
—Buena chica —dijo en voz baja, pero el vacilar de su voz revelaba una pizca de confusión. Se puso de pie, mirando hacia abajo para encontrarme mirándole directamente a los ojos. Él sonrió y agarró un puñado de mi pelo.
—No debes mirarme a menos que te lo diga Cerezo, sólo te harás daño a ti misma.
El momento había pasado. Él estaba al control de nuevo, pero enfadado. Al haberse perdido, ¿incluso por una fracción de segundo? Yo no podía dejar de sonreír y no lo oculté lo suficientemente rápido. Con una sonrisa burlona, me llevó por mi pelo al baño y me bañó rápidamente en silencio.
Después de que él me secara y me cepillara el pelo, volvió a unir mis muñecas, esta vez al frente.
—Levanta los brazos —dijo con severidad. La repentina energía en su voz me hizo saltar. Él puso sus manos alrededor de mi cintura y levantó mis muñecas atadas sobre el poste de la cama. Estaba un poco angustiada en esta posición, mi cuerpo se estiraba con fuerza de puntillas. Me estremecí de nerviosismo, esperando que otra salvaje paliza comenzara. Mi ansiedad alcanzó la cima mientras él colocaba una gruesa venda de cuero sobre mis ojos.
—Por favor, no, por favor. Me duele mucho. —Él pasó las manos sobre mis pechos, apretando mis pezones hasta que se convirtieron en pequeñas piedras duras entre sus dedos. Hice una mueca y cambié mi peso tratando de liberarme.
—Me gusta hacerte daño Cerezo... es lo que me excita. —Me quedé inmóvil, sin decir nada, esperando lo peor—. No voy a amordazarte, pero si no te quedas callada, te pondré una mordaza tan grande, que olvidarás cualquier dolor que hayas sentido antes. —Me mordí el labio inferior. Todavía estaba allí de pie, con la mente en blanco, mucho después de que él hubiera dejado la habitación.
mariland- Clan Suzaku
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En mi pequeño mundo feliz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Saku si que la ha pasado mal ... Que tiene en mente naruto?
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
uy.... un capitulo intenso.
Realmente me gusta como narras las situaciones...
espero la conti para ver cual sera el siguiente movimiento de naruto
Realmente me gusta como narras las situaciones...
espero la conti para ver cual sera el siguiente movimiento de naruto
alex666- Clan Genbu
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Edad : 33
Entre lucidez y embriaguez
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Posesiones :
Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Te suplico que no dejes de escribir este fanfic, me ha encantado. Tu manera de escribir es simplemente perfecta.
Tu fanfic es uno de los mejores que he leido, por favor continúa lo pronto
Tu fanfic es uno de los mejores que he leido, por favor continúa lo pronto
susan_ale- Novato
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
y vuelve mariland a los fics hace tiempo que no sabia nada de ti me alegra que hallas comenzado uno nuevo, me encanta como lo llevas hasta el momento las cosas que se están dando en la relación de naruto y sakura van sin prisa creo que naruto en estos momentos se niega a reconocer que es amor lo que siente por sakura y sakura entre tantas cosas horrorosas que ha pasado se esta dando cuenta que naruto realmente no es tan malo además de despertar sentimientos en ella espero por la continuación y vuelvo digo me alegra que volvieras.
aduzumaki- Sennin
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Omnipresente :D
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Ohhh!!!....mariland!!..eres una de mis escritoras favoritas..si si,lo se..primera vez que me vez en el foro..bueh,estupideces mías por no haberme registrado antes...me encanta esta historia..en realidad me encantan todas tus historias...por favor continua este super-iper-fantabuloso fic!!!...saludos^^
BlancaPHNS- Clan Genbu
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Edad : 24
En una luz tan oscura, que quema
3100
Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Cautivo en la Oscuridad
CapituloVII
- “¿Qué quieres? Estoy cansada de tratar de averiguarlo.”:
- Si me concentraba, podía mantenerme de puntillas, lo que aliviaba la insufrible tensión de mis hombros y mi espalda. Yo era dolor puro y nada más. Sin pensamientos, sin emociones, solo un cuerpo pidiendo a gritos ser liberado. Mis pantorrillas se retorcieron de dolor y sufrí un calambre. Empujé mi peso contra el suelo, para aliviar el fuego de mis piernas. Me giré de un lado al otro, esperando encontrar una posición que doliera un poco menos que la anterior. Los minutos se alargaron hasta interminables horas. El dolor saturó cada músculo de mi tenso y estirado cuerpo. Empecé a gimotear en voz baja, que fue volviéndose más alta con cada respiración. Pánico entraba, pánico salía. Había temido ser golpeada. Ahora le dejaría golpearme si tan sólo me dejara marchar.Un pensamiento horrendo cruzo mi mente. «¿Qué pasa si ni siquiera está aquí? ¿Qué pasa si no vuelve por mucho tiempo? ¿Cómo podría aguantar este tipo de tortura durante otra hora, abandonada sola durante toda la noche? Si es que era de noche».Intenté dejar de sentir el dolor, intentando dejar que mi mente venciera a mi cuerpo. Me centré en el sonido del cuero que ataba mis muñecas chirriando contra el poste de la cama. Mi respiración. El modo en el que el calor de mi cuerpo había calentando el hierro forjado de la cama a mi espalda. Intenté encontrar la paz más allá del dolor, más allá del sufrimiento. Tal y como había hecho cuando él me había azotado, pero el truco no me funcionó esta vez.Cada aliento que tomaba parecía estrechar más mis ataduras. Lloré. En silencio al principio, luego en ruidosos quejidos. Mi estómago se retorció y de pronto entendí por qué no me había amordazado... Iba a vomitar. Luché por seguir respirando, y pensando en cosas relajantes que pudieran mantener los calambres del estómago a raya. La historia de mi vida, manteniendo lo inevitable a raya.Gotas de sudor caían por el hueco entre mis pechos y se acumulaban en mi ombligo. Me agitó, esa sensación de sudor pegajoso por todas partes. Mi pelo se me pegaba a la cara, espalda y costados. Me estaba llevando al delirio. Me agité violentamente con la frustración, cada músculo convirtiéndose en dolor fundido. Entonces oí lo último que esperaba.Por un momento, lo deseché como un producto de mi imaginación. No podía recordar cuan a menudo en el pasado me había despertado en la oscuridad pensando que había escuchado algo. Estoy imaginando cosas. Me quede quieta en silencio y me concentré atentamente en los sonidos que me rodeaban. Estaba en todas partes. Contuve la respiración superficial, negándome a dejar que el sonido de mi propia respiración me distrajera en mi búsqueda. Lo oí otra vez. Definitivamente una mujer. ¿Llorando? No, algo más. Había gritos, sí, algunos de ellos con reminiscencias de dolor, pero estaban en la onda de un sonido mucho más primario. El sudor formaba gotas en mi piel recalentada que se hacían más grandes y corrían a través de los contornos de mi cuerpo. Agudicé el oído, pero me esforcé por no sentir. Escuché con más atención y capté el inequívoco ruido sordo de algo golpeando repetidamente lo que sólo podía ser una pared o algún otro objeto duro e inmóvil. Me quedé quieta, tomando rápidas inhalaciones mientras intentaba asimilar todo lo que me rodeaba.Alguien estaba practicando sexo.¿Era... Naruto? ¿Con ella, con esa mujer? Incluso aunque me preguntaba a mí misma, sabía la respuesta. Por supuesto. Naruto estaba practicando sexo.Hijo. De. Puta. El calor brotó a través de mi cuerpo. No podía respirar. No podía gritar. Pero el sentimiento había vuelto. Me había atado desnuda a un poste de la cama. Para que sufriera. Y él estaba en algún lugar de la casa follándose a alguna puta hasta reventar. No estaba pensando en mí. En el dolor que sufría por su culpa. Tan solo lo hacía. No, le importaba. Lágrimas calientes se derramaban por mi cara.No podía sino preguntarme si él estaba siendo amable con ella. ¿Estaba su cara enterrada entre sus piernas como había hecho conmigo? El pensamiento me provocó cosas inusuales. Nunca antes había tenido un orgasmo. Nunca. Pero él lo había forzado en mí. ¿Qué quería eso decir? Entré en pánico, frenética, e intentando soltarme con las fuerzas que me quedaban... nada.Los gritos de la otra mujer se habían hecho más ruidosos y más guturales. De hecho, mientras escuchaba, atentamente, sus sonidos alternaban entre suaves y bajos ronroneos y fuertes y penetrantes gritos. Suaves, luego fuertes, sin cesar. Me olvidé del dolor por un momento, paralizada por los sonidos de la mujer. Cuando más escuchaba, más parecía capaz de discernir. Ella parecía estar disfrutando. De pronto, en un trasfondo más intenso, predominaron los gemidos más fuertes.Recordaba esos gemidos de antes, cuando me había lamido con su lengua. El calor estalló por todo mi cuerpo con el recuerdo, más sudor, más vértigo, más gemidos. Vergüenza, placer y no había dejado de pensar en ello. Cerré los ojos. ¿Por qué coño no podía simplemente desmayarme? Los sonidos de él se volvieron un poco diferentes, más furiosos y más trabajosos, como un corredor intentando terminar una carrera. Rechiné mis dientes y me incliné hacia delante de un modo inconsciente para mí. Mis hombros ardían. Mis dificultades no se habían aliviado.La mujer gritó, con voz ronca, gritos ásperos que parecían venir de lo más hondo de su garganta. Estaba chillando algo. Me pregunté si podría ser su nombre. El pensamiento me irritó totalmente por alguna razón. Aquí estaba yo, en este lugar, atada a un jodido poste de la cama como una cosa mientras otra mujer gritaba su nombre. Sin duda durante intensos orgasmos. Mientras tanto, a mí no se me permitía decir su nombre. Ni siquiera cuando me corría, no es que fuera a hacerlo de todas formas, esa no era la cuestión.Ella chilló otra vez y esta vez no pude evitar gimotear su nombre en voz alta, no en éxtasis como ella, sino en agonía. No había dicho su nombre antes, y no me había dado cuenta hasta ahora. Lo había pensado cada día desde que había llegado aquí. Él era Naruto en mi cabeza, siempre, pero no había dejado que su nombre saliera de mis labios. Lo dije otra vez, atreviéndome a llamarle por su nombre un poco más alto, dispuesta a superar la competición. Nuevos dolores me embistieron, fuertes, cálidos y húmedos entre mis piernas. Las apreté una contra la otra.—Naruto. —gemía yo.—¡Naruto! —gritaba ella.Me empujé hacia delante entre mis correas, ignorando el dolor, ignorando el ardor en mis piernas, cualquier cosa que me distrajera de escuchar atentamente. Podía oírle. —Naruto... —empujé hacia delante. Él estaba jadeando, alto y fuerte. Sus sonidos se abrían camino incluso cuando los gemidos de la mujer se hacían más duraderos y extraños. El pánico creció dentro de mí. El sudor. El jodido sudor, pegándose a mí, irritándome, llevándome hacia un frenesí que nunca había sentido. Si pensara que podría tener el más mínimo éxito, habría intentado morderme el brazo como un coyote para liberarme.—¡Déjame ir! —grité—. ¡Déjame ir! —lloré lastimosamente, jadeando y aspirando aire tan rápido y fuerte como pude. Susurré su nombre. Mis músculos se contrajeron con espasmos. Mis gritos se mezclaron con los de ella, con los de él, todos nosotros juntos en una sinfonía de placer y dolor. La oí llegar a lo más alto en un grito agudo que apenas supero el mío propio. Me desmayé. Al fin.No sé cuánto tiempo permanecí allí, vulnerable mientras colgaba, olvidada por todo el mundo.Lo que sí recuerdo es despertarme con la sensación de calidez y de un peso denso sentado a horcajadas sobre mis muslos. Ni siquiera sentí una punzada de pánico. Mi pelo estaba mojado pero limpio, oliendo a la familiar lavanda. Unas manos fuertes presionaban mis hombros contra el suave colchón que tenía debajo y no pude evitar gemir de alivio ni lloriquear recordando el dolor. Sabía que eran sus manos, no importaba quien me tocara en un futuro, siempre reconocería sus manos. Lo que no sabía, era como interpretarlo.Sus pulgares presionaban cada lado de mi columna vertebral entre mis hombros y recorrían mi carne hasta la base de mi cuello. Sus dedos se clavaron entre mi pelo mojado y tiraron de él suavemente. Mi cuero cabelludo se estremeció y mi cuerpo le siguió.Sentí que debía decir algo, hacer algo. Despotricar contra él, darle un puñetazo, una patada, chillarle, hacer algo violento para infligir un dolor inimaginable contra su persona, pero sus manos se sentían demasiado bien y mi cuerpo dolorido las necesitaba desesperadamente. Además, nunca ganaría contra él de ninguna manera. Sus grandes manos presionaban los dos hombros. Solté una larga exhalación. No. No podía luchar contra él.Luego, porque no podía aguantarme, le pregunté, —¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué yo? —Inhaló bruscamente y exhaló. No dejó de frotarme, ni pretendió que no sabía lo que le estaba preguntado.—¿Por qué no tú? ¿Habrías escogido a alguna otra para ocupar tu lugar? — La suavidad empezó a convertirse en rudeza—. ¿Si aceptara dejarte marchar a cambio de alguna otra chica, eso estaría mejor? —quería gritar que sí.Silencio. Sólo sus manos amasando mi carne.—¿Qué va a pasarme? —pregunté en voz baja, casi esperando que no me hubiera oído. No estaba segura de querer una respuesta.No hubo respuesta, luego:—Lo que yo quiera.Antes de que pudiera hablar de nuevo, sus dedos estaban haciendo aquello en mi pelo otra vez. Sólo que esta vez ladeó mi cabeza suavemente, presionando con su pulgar a lo largo de curva tras mi oreja. Mi boca se aflojó. Cerré los ojos, incapaz de pensar en nada más que en las sensaciones que me atravesaban. ¿Había estado siempre así de hambrienta de caricias? La respuesta se me escapó.—¿Quién era la mujer con la que estabas? —Sus dedos se quedaron quietos y me maldije a mí misma por ser tan... yo. Sin embargo, mi corazón se aceleró mientras esperaba más que ansiosa su respuesta. Por poco evité ronronear y estirarme bajo él como un gato cuando sus dedos una vez más recorrieron mi cuero cabelludo y detrás de mi oreja.— Vaya, vaya, Cerezo, qué orejas más grandes tienes. —Se rió y el sonido irradió a través de mí una emoción desconocida.—¡Ey! —dije con indignación—. Mis orejas no son grandes. Ni siquiera un poquito. —Y no lo son, ¡de verdad! Sus carcajadas me incitaron—. No es que ella haya intentado ser silenciosa. «¡Naruto! ¡Oh, Naruto!» —Sus carcajadas murieron de golpe y su tirón en mi pelo se hizo menos que agradable, aunque la reacción parecía involuntaria. Me quedé quieta, mordiéndome con fuerza el labio. ¿Mi estupidez nunca cesaría?—. Lo siento—susurré.Terminó demasiado rápido, parecía que no iba a haber más conversación. Inesperadamente fue al cuarto de baño y volvió con un cubo de agua y una esponja que dejó en el suelo. Me levantó sin decir una palabra de sus intenciones. Yo tampoco hablé, demasiado asustada de incitarle hacia alguna otra forma de tortura. Me colocó en el suelo. Cerca de una gran mancha húmeda.—Te measte el suelo —dijo, sus emociones enmascaradas tras una expresión serena. Aparté la mirada, avergonzada y asustada a la vez. Caminó hacia la puerta y se paró, su mano agarrando el pomo. Dándome la espalda dijo, — Nunca me vuelvas a llamar por ese nombre, Cerezo. Tú no me conoces. No así. —Se fue y cerró la puerta detrás de él. Mientras miraba fijamente la gran mancha delante de mí, oí la cerradura de la puerta. Mi cara ardía con el calor de mi bochorno. ¿Por qué me dolía el pecho? Parpadeé para evitar la amenaza de lágrimas.No sabía qué hacer con Naruto, a veces era tan amable y tierno y otras, le temía con toda mi alma. ¿Quién diablos era esa mujer? «¿Por qué podía llamarle Naruto?».***El tiempo pasó y pasó. Nunca más oí a la mujer, pero a menudo me preguntaba que había sido de ella. Mi vida se volvió monótona, ocupada sólo por Naruto, mis castigos, mis orgasmos ocasionales, y la interminable oscuridad. Había pasado mucho tiempo desde que había visto el sol, o la luna, o cualquier otra luz que no viniera de las velas o de las luces de noche. Perdí la pista de los días. Solía ser capaz de contarlos por la comida que me traía, pero ya no más. Ahora sabía que Naruto me alimentaba cuando él sentía que debía comer, cuando él pensaba que debía comer. Me estaba perdiendo. Si tan sólo tuviera alguna noción de tiempo, podría... no sé... algo.Finalmente, me enfadé tanto que arranqué la luz de noche de la pared y la tiré con tanta fuerza como pude, oyéndola romperse. Me pasé lo que parecieron varias horas llorando en la oscuridad negra como el carbón, temiendo desenchufar la luz de noche del cuarto de baño y moverla, porque probablemente no sería capaz de encontrar el enchufe. Puse mis ojos cerca del fondo de la puerta, esperando ver algo, pero todo lo que vi fue oscuridad. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas, gritando y llorando, pero nadie vino... a nadie le importaba. Miré fijamente a la oscuridad preguntándome si la muerte sería así. Me tumbé de espaldas, imaginándome a mí misma en un ataúd mirando a la nada, totalmente olvidada. Creo que incluso dormí con los ojos abiertos.A pesar de que no podía saberlo con seguridad, parecía como si las visitas de Naruto a mi habitación se volvieran más y más infrecuentes. Mientras tanto, yo me volví menos y menos nerviosa ante su presencia, de hecho, se volvía más reconfortante cada día. Pero él, por otro lado, parecía cada vez más irritado conmigo. Más molesto, su enfado a menudo se transformaba en mi castigo, y yo estaba obsesionada con evitar ambos. Cuando me tocaba, me forzaba a permanecer inmóvil. Cuando me hablaba, no decía una palabra. Cuando no podía evitar resistirme, inmediatamente suplicaba su perdón. Pero cuanto más cedía, más cruel se volvía. No lo entendía.—Ríndete —me había dicho.—No sé qué quieres decir —había insistido yo.Giré un poco mi cabeza, escuchando algo familiar. Mi oído se había vuelto muy bueno y sólo me llevó otro segundo saberlo. Platos. Me incorporé rápidamente, golpeando la puerta. No hubo respuesta. Me tumbé de espaldas, presionando las plantas de mis pies contra la puerta y procediendo a hacer algo que sabía que era estúpido. Pateé la puerta con furia, exigiendo que tomara conciencia de mí. Otra vez, no hubo respuesta. Empecé a sentir pánico en serio.—¡Por favor! —chillé—. ¡Está oscuro aquí dentro y quiero salir!Cuando no oí más que silencio grité con desesperación.—¡Naruto! Naruto... por favor, abre la puerta. —Nada. Eso fue hasta que alguien pateó la puerta tan fuerte que vi un destello de color. Gateé hacia atrás, muerta de miedo. Por una vez aliviada de que la puerta fuera gruesa, robusta y estuviera cerrada con llave.Nunca había estado tan llena de presentimientos como cuando oí el sonido de una llave girando en la cerradura. Por primera vez, consideré la oscuridad como una aliada. Gateé hasta debajo de la cama. Encajaba de una forma tan increíblemente estrecha, que me quedé inmovilizada, incapaz de girar mi cabeza entre el suelo y somier a mi espalda. Contuve el aliento cuando la puerta se abrió. El latido de mi corazón literalmente movió todo mi cuerpo. Cerré los ojos con fuerza, pretendiendo estar en otro lugar. Una voz en mi cabeza me reprendió. «¿Bajo la cama? Estúpida. Jodidamente estúpida».—¿Pero qué diablos? —le oí murmurar. El alivio fue breve cuando me di cuenta de que era Naruto quien había entrado en la habitación—. Oh, Cerezo, ¿qué hemos hecho ahora? —se burló.—Lo siento —dije, pero no creo que me oyera. La puerta se cerró. Escuché... sólo los latidos de mi corazón.Había crujidos. Sabía que se movía por la habitación pero no podía discernir donde estaba exactamente hasta que oí sus zapatos contra las baldosas del suelo del baño.Me mordí el labio tan fuerte que noté el sabor de sangre en mi boca. Su voz llenó la habitación. —Dime una cosa Cerezo...Sus pasos se sentían cerca.—¿Cuándo exactamente te imaginaste a ti misma como...? ¿Mi amante? —El latido de mi corazón hizo vibrar mi cráneo. —¿Fue la primera vez que hice que te corrieras con mi boca? ¿O una de las muchas veces desde entonces, que te he puesto sobre mis rodillas? Parece que eso te gusta. —Sentí la cama descender sobre mí con su peso. Desafortunadamente era en el lado hacia el que yo no miraba. Ahora estaba llorando abiertamente. Él sabía dónde estaba y estaba jugando conmigo.—Lo siento. —susurré.Él se mofó, burlándose de mi patética naturaleza sin decir una palabra.—Si te saco a rastras será muy doloroso. Es mejor que te las arregles tú misma — canturreó.Sollozando, le dije que iba a salir, rogándole ya que no me hiciera daño. Me sentí ridícula, reptando sobre mi barriga como un animal. Llorando, suplicando, incapaz de mostrar ninguna emoción excepto miedo. Y frustrada porque de nuevo, me lo había buscado yo misma más que nada.Una vez que estuve fuera, me levantó y presionó mi cabeza contra su pecho, acunándome con cuidado una y otra vez. Me agarré a él con fuerza, ambos brazos abrazando firmemente su cintura. Se había convertido en algo natural para mí el buscar refugio en sus brazos, incluso si él los había usado para sujetarme y azotarme. Le dije que lo sentía. Él suspiró y me sostuvo más cerca, sus labios contra mi oreja.—Lo sentirás, Cerezo. —En un instante me empujó boca abajo sobre la cama. Lloriqueé pero no forcejeé. Quería mostrarle lo obediente que podía ser, lo sincera que era en mi promesa de no decir su nombre nunca más. De no suponer nunca que había ese nivel de intimidad entre nosotros.Con dedos hábiles consiguió atar mis muñecas juntas entre los barrotes del cabecero. Mi cuerpo se tensó, mentalizándose. Su peso dejó la cama. Luego le oí desvestirse. Esto era diferente. Muy diferente.Empujé contra mis ataduras.—No, por favor. —No pude evitar decirlo.Fue lento en sus preparativos. Miré fijamente a la negra oscuridad del entorno, intentando captar una visión clara de él. La sangre me golpeaba las orejas y mi miedo era casi tangible en el aire que me rodeaba. Su peso desplazó la cama e instantáneamente supe que no había forma de evitar lo que iba a ocurrir. Se tumbó con el pecho desnudo contra mi espalda descubierta, su peso prácticamente aplastándome.—¿Quieres ser mi amante? ¿Es por eso que me llamas por mi nombre? —Me rebelé con furia, intentando sacármelo de encima y tirando de las correas de mis muñecas. Fue menos que inútil. Le sentí ponerse duro entre mis muslos. Me quedé tumbada sin moverme. Estaba completamente desnudo. Nunca antes había estado completamente desnudo. Sollocé entre las sábanas. Él no sonaba falto de aire en absoluto, mientras continuaba hablando contra mi oído—. Te he hecho correrte muchas veces, pero ni una sola te he hecho devolverme el favor. Tienes que ganarte el derecho a llamarme por mi nombre.—por favor —grité en la oscuridad.Se apretó contra mí, su erección insoportablemente caliente y dura entre mis piernas temblorosas.—No, no esta noche. Llámame por mi nombre ya que estás a punto de ganártelo. —Tan solo lloré más fuerte.Suspiró, áspero, enfadado ¿decepcionado?Rodó quitándose de encima, su gran constitución forzando el colchón a crujir mientras se tumbaba cerca de mí. Yo no podía dejar de llorar, aunque me inundó el alivio. ¡Por qué estaba haciendo esto!Me acarició el pelo durante un buen rato, tocándome la cara con la punta de los dedos. La cama crujió otra vez mientras recolocaba su cuerpo para masajearme la espalda, los brazos y las piernas, despacio, con cuidado... como un experto. Lloré sin hacer ruido sobre la cama, luego no tanto cuando consiguió apaciguarme con una sensación irracional de seguridad. Me tensé por todas partes cuando se tumbó de nuevo con todo su cuerpo sobre el mío. Me dijo que me relajara una y otra vez. Me besó por todas partes, no como antes, no enfadado. Y que Dios me ayude, eso no debería haber marcado una diferencia, pero de algún modo lo hizo.Nunca antes había estado así de cerca de un hombre. Nunca había sabido como el calor de su cuerpo desnudo presionando el mío podría afectarme. Luché contra el acto reflejo. Mi cuerpo quería curvarse contra él y mi mente me decía que sería un horrible error. ¿Cómo sería tocarle de la forma que él me tocaba a mí? ¿Estaría tan absolutamente hechizado como yo parecía estarlo con él?A pesar de mis esfuerzos me perdí a mí misma en sus dulces caricias, dejando salir suaves gemidos de mis labios. Su mano palmeó mi trasero, apretándolo, curioseando con cuidado. No luché contra él. Ni siquiera cuando sus dedos siguieron el pliegue sobre la curva de mi trasero y desplegaron los labios exteriores de mi sexo. El miedo me traspasó, pero me forcé a mí misma a calmarme bajo sus caricias. Me había hecho eso antes, usado sus dedos contra esa traidora abertura para llevarme hacia la cima del éxtasis. Y tenía razón: nunca había pedido lo mismo de mí. Ni una sola vez. Necesitaba esto. Necesitaba olvidar todo, incluso por unos pocos minutos. Me hacía sentir bien, muy bien y era difícil resistirse cuando él me habría forzado de todas formas. Me frotó sin parar, arrancando los gemidos de mi pecho. Estaba llegando, el hormigueo que conducía a la explosión.—Abre las piernas —susurró, su polla palpitante frotando contra el exterior de mi muslo. Pensar en ello me hizo gemir más fuerte de lo que nunca lo había hecho. No sabía que me estaba pasando. Sólo sabía que necesitaba abrir las piernas—. Ábrelas más —gruñó y yo obedecí.Temblé descontroladamente mientras el orgasmo me agarraba desde muy adentro. Incliné mis caderas hacia atrás, buscando sus dedos, suplicando sin palabras una caricia más firme. Me dio lo que quería y me aferré a mi orgasmo el mayor tiempo posible. Apenas registré en mi mente cuando se irguió sobre sus rodillas y tomó posición entre mis muslos lascivamente abiertos.En el momento en que algo hizo contacto con mi culo, salté. Sus manos presionaron entre mis hombros.—Baja la cabeza. —Sus dedos sacaron la humedad que yo había creado y la aplicaron con destreza en el apretado anillo de músculos. Me agité sin control. Estaba muy sorprendida de descubrir que mi miedo surgía a partes iguales del bochorno atronador de ser tocada en un lugar tan secreto, como del dolor que implicada ser penetrada ahí. Esa no era una parte de mi cuerpo que debiera ser vista. Yo en verdad nunca la había visto. Cuando uno de sus dedos traspasó mi entrada y embistió esa secreta parte de mí, se volvió la única parte que sabía que existía. Me doblé contra la intrusión, pero importó muy poco. Presionó hacia dentro despacio, pidiéndome que me relajara antes de salir y entrar otra vez. Parecía que iba a seguir para siempre y todo el tiempo me sentí más concentrada en no avergonzarme que en lo que estaba haciéndome en ese momento. Poco después, ya no dolía más. Aparentemente satisfecho, me sujeto firmemente por la zona lumbar.Algo increíblemente grande presionó contra mi entrada. Me quedé congelada. No había ninguna maldita manera de que fuera a meter aquella cosa dentro de mí. Me rebelé. Luché contra lo inevitable.—Relájate, Cerezo. Relájate. Inspira profundamente… bien, otra vez. —Me estaba partiendo por la mitad. Mi universo volcó patas arriba. Me sujetó firmemente mientras se abría camino empujando dentro de mí, todo mientras me daba instrucciones. Escuché atentamente sus palabras seguras e intenté hacer exactamente lo que me pedía. Pese a que el dolor sobrepasaba al placer, hice lo que pude para meterme las sábanas en la boca. Pasó un buen rato antes de que me llenara por completo. Se paró, y puso su cabeza sobre la mía, hablándome con dulzura. —No luches. —Acarició mis pechos, mi vientre, besó mi hombro, una vez más haciéndome gemir de placer contra mi voluntad. «¿Contra tu voluntad? ¿De verdad?». Mi cuerpo se relajó y su enorme tamaño se asentó dentro de mí. Su respiración calentó mi nuca y dejó escapar un gruñido. El sonido, tan masculino, tan primitivo, me maravilló.—Por favor —susurré, pero no sabía lo que le estaba pidiendo. Estaba dentro de mí, en cada célula. Su pene palpitó dentro de mí y pude sentirlo. Pero más que eso, sabía que él podía sentirme a mí. No sólo mi temblor, sino a mí.Cada día era más vulnerable que el anterior. Cada día él me quitaba más conciencia de mí misma. Y ahora se había llevado la última que me quedaba, lo último de mí. ¿Pero eso en quién me convertía? ¿En una extensión de él? ¿En alguien nuevo? No lo sabía. No quería saberlo.Se inclinó sobre mí, limpiándome a besos las lágrimas a los lados de mi cara. Y todavía no se movía. No era suficiente con follar mi cuerpo, quería follar también mi mente. Estaba funcionando. Quería que fuera amable conmigo. Que me besara. Que lo hiciera agradable para mí. Tenía miedo de que me doliera y una vez más le miré buscando protección. ¡Qué jodido era eso!Entonces me folló.En toda mi vida, nunca había sentido nada como eso. La sensación me asaltó, paralizándome, como si a mi mente no le fuera posible asimilar como debería reaccionar. Todo mi cuerpo tembló y se agitó alrededor de él mientras me empalaba una y otra vez, y aún entonces, había presente algo de placer morboso. Se acumulaba dentro de mí y suplicaba por liberarse. ¿Siempre era así? Sentiría lo mismo que si me follara mi… incluso mis pensamientos ponían reparos a la palabra coño. Naruto lo llama coño. Me corrí. Fuerte. Esa fuerza le mantuvo quieto dentro de mí mientras yo palpitaba rodeándole. Hizo un sonido de dolor y presionó su boca contra mi hombro.—Dios… sabía que serías así. —Antes de que tuviera oportunidad de preguntarle qué quería decir, se movió en mi interior y todos los pensamientos huyeron.Me corrí varias veces más mientras me follaba, cada vez me redujo más y más a ser alguien que yo reconocía menos y menos. Finalmente, apretó y tiró de mi culo.—Te siento tan bien. Me encanta tu estrecho culito. —Gruñó y se empujo contra mí. Creció dentro de mí y yo no podía creer que realmente pudiera hacerse más grande. Gimió ruidosamente—. ¡Oh, joder! —momentos después me llenó con su semen.Cuando dejó de palpitar en mi interior, se derrumbó encima de mí, susurrándome al oído palabras reconfortantes. Lloré suavemente bajo él, mientras se convertía de nuevo en todo suavidad y consuelo. Se estiró para alcanzar algo y lo colocó debajo de mí. Tiró suavemente, su polla saliendo de mí lentamente y causando un pánico insoportable. ¡Su semen salía de mí! Me contraje sin motivo y él bufó. Otra vez había encontrado nuevas maneras de humillarme. Las lágrimas se derramaron por mis mejillas ardientes.Nos bañamos juntos por primera vez, apretados en la bañera, mi cuerpo entre sus piernas, contra una parte de él que aún no había visto. Mantuvo mi cabeza contra su pecho. Lloré contra él, indiferente y exhausta, con todas mis fuerzas agotadas. Me acarició, me lavó, me habló.—¿Cuál es tu nombre?—Cerezo —murmuré débilmente.—¿Y el mío? —se tensó entre mis dedos.—Amo.Después del baño, me secó con una toalla en silencio. Lo agradecí. Me subí a la cama sin protestar, buscando la inconsciencia del sueño incluso cuando rezaba por no soñar con todo lo que acababa de suceder. Quebranto, confusión y más incertidumbre. Más impotencia. Mis oraciones, como todas, quedaron sin respuesta. Se tumbó a mi lado y supe que dormir no era una opción.Abrí los ojos y miré fijamente a la oscuridad. Estaba bloqueada, hundida. No sólo estaba conmocionada por lo que me había hecho, sino que estaba más conmocionada aún por cómo había conseguido que mi cuerpo se volviera en mi contra. El dolor había sido intenso, y aún a veces había sido como si ese mismo dolor se uniera con el temblor violento que me atravesó cuando me había hecho correrme. La vergüenza me abrumó. Parte de mí lo había disfrutado. Las pocas veces que él había disminuido el ritmo antes de ese temblor, yo le había retenido apretándole más. «¿Hacía donde se suponía que iría a partir de ahora?». Me tumbé allí, con los ojos abiertos de par en par, mi respiración lenta, mi alma derrotada, y me quedé mirando al vacío.Se quedo tumbado junto a mí, desnudo y caliente contra mi piel. Intenté no moverme, no pensar en él, no pensar en nada excepto en la oscura habitación que rápidamente se estaba convirtiendo en toda mi vida. Las lágrimas atravesaron mi cara, saliendo de mi ojo derecho, cruzando el puente de mi nariz, entrando dentro de mi ojo izquierdo y cayendo en mi almohada. «Mi almohada, mi única amiga». Sollocé, dispuesta a mantener mis lágrimas en privado. Eran mías, no suyas. Y en cualquier caso a él no le importarían. «Él no se preocupaba por mí de todas formas».—Cerezo, esa no es la forma de comportarse —dijo, su voz indicando que estaba completamente despierto y listo para atormentarme—. Sé que no fue del todo malo para ti, te corriste, más de una vez. —Sus palabras me atravesaron, y una fuerte punzada de humillación en el pecho me hizo encerrarme más en mí misma. Quería decir algo cruel, pero me lo tragué. No quería abrir la boca, si lo hacía, sólo estallaría en lágrimas y no quería llorar más. Estaba harta de llorar. Me besó en la cabeza y me aparté.Tragué saliva muy fuerte y tomé una larga y lenta inspiración.—Todo lo que quieres es hacerme daño —dije con calma. Un indicio de miedo se unió a mis palabras. Esperaba más violencia pero no me importaba una mierda. En lugar de eso me acalló.—Ven aquí —dijo, con mucha dulzura, sonando tan seguro—. Todo va a salir bien.Me agarró bruscamente y me giró la cara hacia su pecho. Antes de que pudiera pensar en ello, estreché mis brazos a su alrededor y le abracé tan fuerte como pude. Era mi tormento y mi consuelo; el creador de la oscuridad, y la luz que había dentro de mí. No me importaba que sin duda pudiera hacerme daño en cualquier momento, justo ahora; necesitaba a alguien que me abrazara, alguien que fuera amable conmigo, alguien que me dijera exactamente esas palabras. «Todo va a salir bien». No iba a ser así, por supuesto, lo sabía. Pero no me importaba. Necesitaba la mentira. Necesitaba mis libros, mis películas, y ahora, los brazos de Naruto.Me abrazó durante lo que pareció una eternidad, y me meció con ternura, hasta que todo mi llanto se acalló y simplemente descansé contra él.—Por favor, no me dejes aquí. Odio estar aquí.Sus dedos acariciaron el lateral de mi cara y me dieron esperanza. Pero entonces le sentí moverse lentamente saliendo de la cama. Sin una palabra de consuelo, recogió su ropa y me abandonó.Perdida, me tumbé de nuevo y tiré acercando más mi almohada. Olía como él.
Gracias por la oportunidad que le an dado a Caoutivo en la Oscuridad, se que puede ser algo fuerte pero creanme que cada capitulo se pone major.... Un abrazo gigante a aquellos que me han seuido desde el principio, no ha sido facil si contamos que en el trascursos de las historias no has sido facil, pero volver y verlos apoyandome de Nuevo es muy genial
un beso gigante a todos y sigan con los comentarias por favor
mariland- Clan Suzaku
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En mi pequeño mundo feliz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Sera q naruto no se compadece de sakura? Porfa continúalo te quedo súper
luftmanenma- Aprendiz
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Me agrada tu forma de relatar las escenas...dices una palabra "brusca" sin necesidad de parecer una forma "grosera"
¡¡¡Sufre Naruto!!! Bueno... no sufras pero... que te hagan lo mismo para que aprendas a no ser malo con Saku Chan!!!
Kaoru Dono- Clan Genbu
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Gran capitulo...
Muchas cosas en un solo capitulo... Realmente los sentimientos a flor de piel...
Me gusto.
Muchas cosas en un solo capitulo... Realmente los sentimientos a flor de piel...
Me gusto.
alex666- Clan Genbu
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Entre lucidez y embriaguez
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Mmmm.....voy a morir de un infarto!!....subire al cielo,pero dios me dira-Tranquila pequeña...aún no es tú hora,no hasta que termines de leer ese maravilloso fic-estoy desesperada..falta poco para que ella salga de esa habitación????.....y,ooh...Naruto la hizo suya..y eso le gusto a Sakura,pobre....tener que soportar todo eso...la verdad es que estoy muy intrigada en como le vas a dar a esta historia el NaruSaku,va a ser muy emocionante...sin más nada que decir(por los momentos,claro está)me despido esperando conti ansiosa...ahora voy a prepararame un té,ya que me dejo alterada(en buen sentido xD)este cap..al igual que todos los anteriores jajajaja
Saludos^^
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BlancaPHNS- Clan Genbu
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Edad : 24
En una luz tan oscura, que quema
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Dios!! Naruto es demasiado malo, ¿como es posible que halla narusaku? ¿Como sakura le va a perdonar todo lo que le esta haciendo? No me mal intérpretes, me encanta la historia y estoy ansiosa de ver que rayos pasará con ellos dos.
susan_ale- Novato
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
pobre sakura es muy contradictorio lo que siente con naruto que enredo tienen en la cabeza y naruto creo que se busco a la otra para olvidar un poco a sakura en cierto modo creo que ha sido mas cruel a medida que pasa el tiempo para evitar ese sentimiento y curiosidad que sakura le inspiro desde el principio, además sakura siente ese cariño hacia el ya que es el único ser humano al que ve y habla con el aunque la trate mal espero la continuación pronto y ya sabes que estaré siguiendo tus fics siempre hasta la próxima.
aduzumaki- Sennin
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Edad : 29
Omnipresente :D
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Re: Cautivo en la Oscuridad - +18 - Capitulo XVIII y XIX Actualizado - 19/04/15
Feliz Navidad y Año Nuevo.... Gracis por darle un oportunidad y les recomiendo leer Lo Correcto... es un historia muy hemosa, que esporo les guste, Felices fietas a todos
Capítulo VIII
“Ha sido grandioso ser nosotros mismos por un día.”
- "Ha Sido Grandioso Ser Nosotros Mismos Por Un Dia":
- La puerta se abrió lentamente, la sombra de Naruto era significativamente menos siniestra, con un halo de luz de la habitación detrás de él. Yo estaba, me atrevo a admitir, aliviada de verlo. Me detuve antes de que dijera su nombre, en su lugar tomé una bocanada de aire. Me senté... y esperé. Se puso de pie junto a la puerta, luego se apoyó en ella casualmente. Sostenía descuidadamente lo que parecía un camisón de seda en la mano izquierda. Me quedé mirándolo mientras lo tendía hacia mí. Cansada, traté de descifrar su expresión en la oscuridad. ¿Era este otro maldito juego? Si era así, él era aún más cruel.—¿Y bien, Cerezo? ¿Te lo vas a poner o finalmente has terminado con tu autoindulgente modestia? —Esperé a que la burla terminara, pero él siguió mirándome con expresión burlona. Caminé hacia él y lo agarré de la mano, esperando que se resistiera. Cuando no lo hizo, me moví un poco hacia delante, rozando mi mejilla con su pecho por un breve momento antes de que me reprendiera a mí misma. Se echó a reír, era casi... dulce.La tela era suave y sensual, mientras la deslizaba entre mis dedos noté una abertura.Nunca había estado tan cerca de la puerta abierta y mi emoción era casi palpable. La luz que se filtraba en la habitación detrás de él me hacía señas bruscamente. Solté la resbaladiza seda.Las manos de Naruto se acercaron inesperadamente a las mías. Las mantuvo quietas, estabilizando el temblor de mis manos, demasiado excitadas. Levanté la vista hacia él, finalmente pude distinguir sus rasgos con el resplandor de la habitación contigua. Estaba emocionada, extrañaba verlo a la luz para realmente verlo, claramente, como lo vi ese maldito día en la calle. Parecía una eternidad.Su mano derecha se levantó hacia mi cara. Fue puro instinto lo que me pidió que cerrara los ojos cuando sus dedos acariciaron primero mi frente, luego mi pómulo, la curva de mi mandíbula, y por último, pasó su pulgar por el arco de mis labios. Me estremecí. Mis antiguos instintos por defenderme de sus caricias me habían dejado en algún momento, no podía recordar el momento exacto en que se habían detenido.Ahora esperaba sus caricias. Mi piel inconsciente e impaciente, esperaba una caricia para alimentar esta nueva hambre en mí. Pude, de pronto, sentir su peso en mi espalda, escuchar sus gruñidos bajos en mi oído cuando había tomado el placer en mí. Aparté el camisón de sus capaces manos y abrí los ojos, expectante pero también desconcertada. Lo intenté, y no pude reprimir un estremecimiento cuando sus manos lo deslizaron por encima de mi cabeza. La seda me lamió la piel de la cabeza a los pies, primero fresca y luego caliente, ya que absorbía mi calor.—Por aquí —su voz era ronca. Otra caricia, ésta por mi brazo. Me quedé mirando su pecho, los botones oscuros contra la tela oscura. Me tomó la mano y me llevó hasta la puerta. Mis pezones endurecidos, presionaban contra la seda. «¿Realmente me va a dejar salir?». —Vamos —dijo, dándome una pequeña sonrisa de aprobación. Me congelé. Me preguntaba a mí misma: «¿De verdad está pasando?». Y como siempre, la respuesta era: sí.Entré en la sala de estar como si entrara a un mundo totalmente diferente. También es cierto que estoy extrañamente asustada por entrar. Dudé, la habitación era demasiado grande, demasiado fría y demasiado brillante para mis ojos sensibles. Apreté la mano de Naruto, necesitaba asegurarme de que estaba cerca de mí, y luego me detuve.Me di cuenta de lo ridículo de mi proceso de pensamiento, pero también sabía que no había manera de cambiarlo. «¿Cómo se llama cuando un rehén se refugia detrás de su secuestrador? ¿Estocolmo?»«¿Lo tengo? ¿Podría cogerlo como la gripe?» Sabía que era estúpido de pensar. La respuesta simple era que no quería encontrarme con el otro tipo, el que me llevó, eso es todo. Sí, sí, por supuesto.Estos pensamientos me tranquilizaron. Naruto había llegado a mí, no es así. «¿No lo tengo?». Me sacudí el pensamiento y solté la mano de Naruto para enfatizar mi punto. Acepte este monólogo interior.Mis ojos devoraban cada superficie, cualquier objeto, ya que sabía que pronto estaría de nuevo en la habitación negra. Levanté la vista hacia el techo, a unos doce metros de altura, y estaba maravillada de las gruesas vigas de madera que iban de pared a pared. Era hermoso, viejo, y grandioso. Debajo de mis pies había cerámica, maravillosa, algunas con flores como diseños. Tapices y candelabros en la pared se alineaban en la habitación grande, acentuando la poca antigüedad de las sillas. Me sentí como si estuviera en una sala de estar del siglo XVIII. En cualquier momento, un hombre que llevaría una corbata, de estilo elegante, con un bastón inútil entraría en la habitación y me ofrecería té. Aunque un vistazo a la forma del arco de la entrada, en el pasillo justo enfrente de mi habitación y sabría que el hombre probablemente no sería inglés. Este lugar tenía un montón de vibraciones españolas. ¿Dónde diablos estaba? A la izquierda, divisé un tipo de área de cocina. Había una mesa por lo menos. Y al otro lado, a mi derecha, por fin vi... una ventana.Creo que solté un apresurado chillido. Corrí a la ventana, quitándome el agarre de Naruto cuando intentó detenerme, pero no me persiguió. Me agarré de los barrotes, mirando hacia fuera. ¡Todavía era de noche! Estaba esperanzada de que fuera de día, ¿no había visto el sol en... en... en…? Mi cerebro no podía procesar nada más allá de ver el mundo exterior. Todavía estaba atrapada. Esta era una prisión dentro de otra prisión. Sin embargo, estaba más en libertad de lo que había estado en mucho tiempo, un gusto, pero tendría que ser suficiente para sostenerme.Abrumada, miré hacia la noche. Llegué a través de los barrotes, deseando que no estuviera allí, toque la ventana, el calor del cristal. El panorama era silencioso y difícil de distinguir, la luna, por ningún lado. Me preguntaba si este paisaje permanentemente negro era por lo que él me había dejado salir esta noche, aunque no sabría decir dónde demonios estaba. Podría estar a tres calles de casa, o en un país completamente diferente. Eso me atormentaba, México estaba demasiado cerca de California y todavía demasiado lejos de cualquier expectativa de rescate. La voz de Naruto invadió mis pensamientos,—¿Tienes hambre? —dijo detrás de mí, muy por detrás de mí.No le miré, absorta en la oscuridad exterior y distraída con todo lo demás. Me las arreglé para decir:—Más o menos.—Bueno, es el «tipo de pregunta» de sí o no. Te agradecería que me respondieras correctamente, y mírame cuando te hablo. —Quité mis ojos de la ventana y lo miré. Tenía esa sonrisa grande en su cara otra vez. La misma sonrisa que había estado usando para causarme tanta confusión interna. En la oscuridad, me retorcía en nudos, en la luz era casi paralizante.—Lo siento, Amo —dije, recuperando la compostura—. Sí... tengo hambre. —Me volví hacia la ventana y apreté los barrotes. Sus palabras resonaron en mi cabeza: «Te sientes tan bien. Me encanta estrecho culito».—Hay pollo con arroz, y tamales. ¿Qué prefieres?—¿Um, arroz? —respondí, dándome la vuelta otra vez. A pesar de que esto se sentía como una prueba, un juego. No estaba sintiendo tanta hambre, pero tenía miedo de que si no comía tuviese que volver dentro de mi prisión. Él tomó las sobras de la nevera y puso con una cuchara el contenido en un plato. Cómo el de él.—Estaba a punto de comer cuando decidiste tener un pequeño... episodio. —Él habló así, casualmente, como si estuviéramos conversando sobre la combinación de colores de la habitación. Con mucho cuidado cerró la puerta del microondas y programó el temporizador, yendo sobre esa tarea mundana.Había entrado dentro de mí, tan profundamente. Sentí una punzada de dolor y una oleada de deseo al mismo tiempo. Mi estómago apretado. Episodio. Lo que él llamaba un episodio, yo sabía que era un evento que me cambiaba la vida. Nunca sería la misma y a él no parecía importarle. Parpadeé rápidamente. «No llores Sakura».No debí haber tenido éxito en ocultar mis emociones, porque se apresuró a añadir:—No más llanto Cerezo. No más oscuridad, así que no más lágrimas. —Dejó la cuchara que usó en la boca y abrió el refrigerador de nuevo. Me quedé allí, mirándolo como una idiota. No estaba segura de lo que debía hacer.Asentí con la cabeza. Era de todo lo que era capaz. Sacó dos cervezas de la nevera y las puso sobre el mostrador antes de retirar el plato del horno de microondas.—Toma esto —Me entregó el plato—, ten cuidado que está caliente. Siéntate en la mesa. —Sostuve el plato entre mis manos, pero seguí de pie, mirándolo hasta que el calor comenzó a quemar mis manos.—¡Mierda! —exclamé y me apresuré a colocar el plato caliente sobre la mesa. Se rió bajo mientras ponía otro plato de comida en el microondas. Me chupé los dedos medio y anular de mi mano izquierda, sintiéndome como una idiota.Sacó el otro plato del horno de microondas y lo dejó sobre la mesa. Luego recogió una de las cervezas y la acercó a mí. Me tomó la mano izquierda y la envolvió alrededor de la larga y dura longitud de la botella, con mi mano debajo de la suya. Sentí increíble la fría humedad bajo mis dedos calientes.Me miró y de repente no podía respirar.—¿Te sientes mejor? —preguntó, oí otra cosa y palpité con ella. Apoyé nuestros muslos juntos. Su mano de repente dejó la mía y me sacó de mi trance. Saqué mi silla para sentarme.Odié el hecho de que fuera de noche otra vez, que hubiera perdido la oportunidad de ver el sol. Nunca nadie piensa en la suerte que tienen de ver el sol todos los días. Yo ciertamente nunca lo hice, no hasta ahora. La decepción se estremeció a través de mí, hundiéndome de nuevo. Naruto lo notó. ¿Cuando no nota algo?—¿Qué? ¿Qué puede estar mal ahora?Me miró con unos ojos que casi gritó, ¡estas bromeando!Él se encogió de hombros. —Siempre podría volver a ponerte en el interior de la habitación.Hice una mueca ante la sugerencia.—No. Estoy... agradecida. Yo solo, supongo que estoy decepcionada por que el sol no esté. No he visto el sol en mucho tiempo.—Hmm —fue todo lo que dijo.Traté de no mirarlo, cada vez que lo hacía todo en lo que podía pensar era en el hecho de que había estado dentro de mí. La forma en que había sido tan suave, tan dulce y obligó a mi cuerpo a sentirse bien, a pesar de que había luchado, y a continuación, la forma en que había sido tan cruel. Empujé la comida alrededor, pensando en cosas más allá de mi antigua vida. Me pregunté si alguna vez lograría escapar. El pensamiento parecía cada vez menos probable cuanto más tiempo me mantenía aquí con Naruto. A pesar de que sabía que nunca había que perder la esperanza. Abruptamente me pregunte qué le pasaría a Naruto una vez que fuera a casa. ¿Lo llevarían ante la justicia? El pensamiento fue una mezcla de emociones. «Joder, tal vez esto también es el síndrome de Estocolmo».—No te traje aquí a comer conmigo para que puedas mirar fijamente tu comida. — Alcé la mirada. Él sonrió de nuevo. «O tal vez él es demasiado bueno para lo de la prisión». Pensar en la cárcel sólo sirvió para recordarme ser sodomizada.—Háblame de tu casa Cerezo, ¿tienes hermanos, hermanas? —Podía sentir pinchazos como de agujas detrás de mis ojos, amenazando con reventar a través de un mar de lágrimas. Coloqué mi tenedor en el plato y puse mis manos sobre mi cara, deseándolo de nuevo. No quería hablar de esto, no con él, me dolía demasiado. Sin embargo, la parte lógica de mi cerebro me decía que tal vez si me abría a él y conseguía que me viera como a un ser humano, me trataría diferente. Y me dejaría salir de la oscuridad para siempre. Tal vez incluso me dejara ir. Esta era una oportunidad. Una grande. Las lágrimas fueron rechazadas por el momento. Podía hacer esto.Tengo que hacer esto.—Tengo dos hermanos —dije, negándome a decir nada de mis hermanas.Me miró largamente antes de volver a hablar.—¿Y tú eres...?—La mayor.Se echó hacia atrás en su silla y me miró, haciendo un túnel a través de mí con esa mirada oscura como si supiera algo que yo no sabía y se divirtiera con ello.—¿Y tus padres?¿Por qué de repente le importa?—Es sólo mi madre. Mi padre se fue hace mucho tiempo.—¿Murió? —dijo casi pensativo.—No —dije, nerviosa—, simplemente... se fue.—¿Y por qué tus hermanos tienen un padre diferente?—Um.... —Miré hacia abajo en el plato otra vez, moviendo el alimento alrededor, tratando de no pensar en él mirándome.—¿Tu madre tuvo hijos con otro hombre, uno que cree que puede manejar tu vida como si sus genes fueran parte de ti? —Sonaba... desaprobador. Sacudió un poco la cabeza, y luego, en voz baja. Sus ojos se clavaron en los míos de nuevo—. ¿Cómo te hace sentir?«¿Quién es? ¿Mi psiquiatra?».—No lo sé. Supongo que no me importa, hago lo que se espera de mi como hermana mayor.—Y qué dice tu hermano ¿le parece bien? —Se inclinó un centímetro. Estaba realmente interesado. Estaba un poco asustada.—¿Mi hermano? —le pregunté. No entendía; ¿a dónde iba con esto? Mi hermano tiene catorce años y lo único que le importa una mierda es correr por las calles con sus amigos.—La carga de cuidar de ellos, cae sobre un hermano mayor —dijo, en un tono inquisitivo, pero extrañamente perplejo.Me mofé.—No lo creo.Mi respuesta pareció disgustarle en algún nivel, pero asintió lentamente entendiendo.¿Bajo qué roca había estado viviendo? «Sí, por supuesto. En la que me tiene olvidada a mí». Su mirada se convirtió en una casi compasiva.El calor avanzó hasta mi cara y el nudo en mi garganta fue más difícil de tragar y mantener a raya. Me mordí un poco el labio y bajé la mirada hacia el plato helado de comida.—Con tanta responsabilidad que descansa sobre tus hombros ¿cómo es que sigues siendo tan inocente, todavía un poco temblorosa, de los que necesitan que se les diga qué hacer?—No soy un bebé —dije con firmeza, pero mi voz carecía de cierto tipo de convicción, de confianza.—Cierto —dijo, la gran sonrisa que se dibujó en su rostro cayó rápidamente—. ¿Culpas a tu padre? —Sorprendida, parpadeé y me limité a asentir en respuesta. ¿Cómo podía conocerme tan bien?Me sequé las lágrimas que había derramado.—¡Sí! —grité y sucumbí a mis lágrimas, con la cabeza entre las manos.—No quise hacerte llorar Cerezo. —Se inclinó más cerca, con su mano alcanzó la mía. «Y una mierda que no». Traté de tirar de mi mano, pero su agarre era insistente. Me atreví a mirarle.¿Era mi dolor el que se reflejaba en el fondo de sus ojos? Tragó saliva y era como si estuviera ocultando una emoción poderosa. Se aclaró la garganta y, cuando habló, estaba una vez más a cargo de sí mismo:—¿Crees que te echan de menos? —preguntó con naturalidad, como si la respuesta no fuera capaz de romperme por dentro, pero lo fue, realmente lo fue.Grité tan fuerte que mis lágrimas se extendieron por toda mi cara y me quedé limpiando mis manos en mi camisón.—Por favor, ya basta. ¿Por qué eres tan cruel?Parecía impaciente.—Sólo tienes que responder a mi pregunta. Es muy simple, ¿crees que te echa de menos? ¿O crees que es posible que ya haya seguido adelante y se haya olvidado de ti?Saqué la mano de debajo de su puño opresor y golpeé la mesa:—¡Tú no sabes nada de mí! No sabes nada de mi familia. No sabes absolutamente nada acerca de mí. ¡No eres más que un loco enfermo y pervertido que secuestra mujeres para poder sentirse superior! ¿Crees que me importa una mierda lo que dices? Pues no. ¡Te odio! —En el momento en que terminé con mi arrebato, un frío, negro e intenso miedo se apoderó de mí. Parecía enfadado. Suavemente dejó el tenedor sobre el plato, pero una mirada a sus nudillos, todos blancos por la intensidad de su agarre, sugirieron que no había nada suave en él en este momento. Lo miré a los ojos, manteniendo la mirada fija en los suyos, con la esperanza de que su enfado se evaporara. Si apartaba la vista, no habría esperanzas para mí.De repente, estalló en un ataque de risa tan fuerte y contundente que salté y me coloqué las manos sobre los oídos. Me dieron ganas de gritar, sólo para que dejara de reír. Se levantó de la silla y se acercó a mí con las manos por delante. Rápidamente lancé mis manos para protegerme la cara. Para mi sorpresa, me agarró la cara y me besó en la boca con tanta intensidad que hizo que mis labios dolieran un poco. Su cara quedó cerca de la mía, su aliento cálido en mi boca.—Te voy a dejar tener un ratito. Voy a dejar que lo tengas porque me has hablado mucho de ti. Y porque me gustas Cerezo, me gusta tu pequeña boca descarada. No quiero hacerte daño. Prefiero besarte, de esta manera. —Puso su boca en la mía de nuevo, esta vez suavemente, su lengua suavemente presionó mis labios hasta forzarlos a separarse. Puse las manos en sus muñecas, empujándolo suavemente hacia atrás antes de que le diera la espalda y me limpiara la boca con el dorso de la mano. Se puso de pie, agarrándome la barbilla, alzándola hacia arriba. Nos miramos el uno al otro de nuevo.—Pero si sigues con esto —continuó—, voy a tener que enseñarle a tu descarada boca una cruel lección. ¿Entiendes?Asentí con la cabeza lentamente, su mano aún sostenía mi barbilla. Sonrió.—Bien. —Se sentó de nuevo en su silla, aparentemente encantado consigo mismo. Y con su piedad.—Mi madre realmente me echa de menos —fui firme—. Nunca va a dejar de buscarme, ninguna madre dejaría alguna vez de buscar a su hijo. —Pero mi tono no era demasiado convincente, ni siquiera a mis propios oídos. Por un instante, pareció tan afligido como yo me sentía, pero sólo por un instante—. ¿Quieres saber por qué? ¿Quieres saber más de mi miseria?—Si tú lo dices —susurró, con una expresión helada.Aparté la mirada y resoplé en mi cerveza, tomé el tenedor y me metí una cucharada grande de comida en la boca. Si tenía la boca llena, no podía hablar. Nos sentamos en silencio durante varios minutos, solo con el sonido de los dos masticando y bebiendo. Me quedé mirando el tenedor, un tenedor de metal, por mucho tiempo, cuando me sentí observada miré hacia arriba. Naruto sólo me sonrió. Retándome a que lo usara como arma. Era extraño descubrir que estaba aprendiendo de sus diferentes sonrisas. Creo que estaba un poco borracha porque el mundo me parecía un poco, ¿no sé, tambaleante? Por razones desconocidas para mí, en ese momento, me sentí obligada a repetir una pregunta... con mucho cuidado.Él me la había dicho una vez que haría lo que quisiera conmigo, pero nunca me había dicho lo que podría ser. ¿Era lo que pasó entre nosotros la peor parte? Era sorprendentemente esperanzador.—¿mmmm? —Hice una pausa. Cuando él no dijo nada, continué—. Sobre lo que pasó antes... ¿es eso todo lo que vas a hacer conmigo? —La pregunta no pareció sorprenderle en lo más mínimo, pero me sentía como si le hubiese hecho la pregunta más importante que jamás podría hacerle.Siguió comiendo sin otra mirada hacia mí. Jugué con la comida, bebí cerveza, el peso del silencio se hizo más denso, siendo más obvio que no tenía una respuesta y no quería decir nada. Mi rostro se puso muy caliente, aunque pensé que el alcohol era un poco responsable de ello. Miré el plato de nuevo. Me había comido todo, gracioso, no recuerdo haberlo hecho.—¿Otra? —Apuntó a mi bebida, con esa sonrisa y su forma de jugar con la curva de sus labios.—Um, sí, supongo. —Se levantó de la mesa y se movió en la pequeña cocina.Miré a mi alrededor de nuevo, todavía en estado leve de shock sobre cómo era que había llegado a estar aquí. Nunca creí que tal cosa pudiera sucederme. Nunca me había imaginado que mi vida podría tomar tal vuelta tan indignante, desde luego por lo menos, no para lo peor. No es que alguna vez tuviese alguna razón para ser optimista. Volvió en breve, botella en mano y la abrió antes de dármela.—No bebas demasiado Cerezo. No quiero que enfermes. —Bebía de la botella, maravillándome de lo mucho que sabía cómo el agua ahora. Volvió a sentarse, y se puso a ignorarme mientras seguía comiendo y bebiendo. Me estaba haciendo enojar.—¿Y qué hay de ti? —provoqué—. ¿Y tu familia?—¿Qué pasa con ellos?—Supongo que no todos son secuestradores.Él sonrió. No con esa habitual media sonrisa, la que siempre trataba de ocultar. Una sonrisa real. Dios, era un hermoso hijo de puta. No es justo.—No.—¿No tienes hermanas?—No. ¿Qué hay de ti?—No. —¿No habíamos cubierto eso? ¿Qué sabía él?— ¿Y tu madre?La cara de Naruto se quedó en blanco.—Muerta.Había un gran sentimiento de pérdida que se extendió sobre la mesa y, a pesar de mi buen juicio no podía evitar sentirme profundamente conmovida. Si mi madre estuviera muerta... estaría perdida. No importaba que fuera una mujer imposible, o que todavía solía hacerme responsable de cosas que sabía en el fondo que no eran mi culpa. Yo la amaba. Nada más importaba. Ni siquiera la sensación de que el amor pueda estar solo de un lado.—Lo siento —susurré y hablaba en serio.—Gracias. —Rechinó.—¿Cómo murió? —Sus ojos brillaban con una fiereza que aún no había visto, pero me mantuve firme.Para mi disgusto, rompió el contacto visual primero. Apuñaló a su tamal y me pregunté si había querido darme ese contundente pinchazo a mí. «Tiene problemas con la figura de su madre». ¿No los tenemos todos?—¿Qué le pasó a tu madre? —pregunté—. ¿Los hombres entraban y salían de su vida, haciendo promesas, tomando lo que querían y dejándola?—¿No es eso lo que siempre pasa? —Se burló. —. Ven aquí Cerezo.Mi corazón latía con fuerza en mis oídos con el repentino sonido de su voz de barítono. Ya reconocía ese tono serio. Mi cabeza se sacudió, No, por tu propia voluntad, haciendo mis pensamientos conocidos por él antes de formular palabras.—No voy a hacerte daño Cerezo. No menos del que tú me haces. Ahora ven aquí. — Su voz era suave, pero firme y endureció sus palabras sobre mí con una seriedad grave. Me puse de pie y lentamente crucé la distancia entre nosotros, deteniéndome cuando estaba justo delante de él. Extendió la mano y puso sus manos alrededor de mis antebrazos, estabilizándome.—Ves —suspiró—, en este momento eres tan dulce, tan dócil y tan mansa. Me respetas, respetas lo que puedo hacerte si quisiera. Así es como debes ser, todo lo que quiero hacer es abrazarte, protegerte, y quitarte toda pena en tu carita. Ahora, si te hice una promesa, la mantendré.Se levantó de su silla, todavía conmigo en brazos. Mi respiración se enganchó en mi pecho, mi mente se tambaleó por el alcohol y de nuevo la ansiedad en mi pecho. Miré a mis pies, negándome a mirarlo a los ojos, a pesar de que los sentía en mí. Su respiración parecía más pesada, su agarre más pronunciado. Se inclinó, mi respiración inexistente ahora, y me besó, casi con ternura, primero en una mejilla y luego en la otra. Y luego simplemente me bajó, gritando detrás de él.—Pon los platos en el fregadero. Ahora vuelvo.Actué como si estuviera bajo un hechizo, rápidamente recogí todos los platos y los coloqué en el fregadero, limpiando la mesa con una esponja que había encontrado. Luego regresé y me senté a la mesa. Mis pensamientos estaban por todo el lugar. Si no fuera por el hecho de que lo había visto abrir mi bebida pensaría que tal vez me había puesto algo, pero no, creo que estaba borracha. Ni siquiera se me ocurrió que estaba sola, y que debería estar buscando una forma de escapar hasta que oí sus pasos haciendo su camino hacia mí. ¿Había estado poniéndome a prueba? De repente me sentí como un animal entrenado. «Mantente Sakura. Mantente. Buena chica».—Bueno Cerezo, fue muy divertido, pero me temo que tengo algunos asuntos que atender, lo que significa que tendrás que volver a tu habitación. —Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y me estremecí violentamente.—Por favor —dije, mirándolo directamente a los ojos—. No puedo entrar ahí, por favor no me haga entrar ahí. —Mi cuerpo comenzó a estremecerse de temor y pánico, pero ya no con rapidez frenética y furiosa. El alcohol hacía que fuera casi imposible ocultar mis emociones.—Cerezo, ambos sabemos que la mendicidad no te llevará a ninguna parte. Te digo que tengo cosas que hacer, no tengo tiempo para estar de niñera.Le rogué de todos modos.—No vas a tener que estar de niñera, lo prometo. Me quedaré fuera de tu camino, voy a estar tranquila, voy a hacer lo que tú digas. ¡Sólo por favor! No me hagas volver a esa habitación oscura. Me voy a volver loca allí. —Miré hacia él, implorándole con todo lo que tenía a mi disposición. No podía volver otra vez a esa habitación. No podía volver a la oscuridad, a la soledad, al miedo, a las paredes.Suspiró profundo, sopesándome silenciosamente.—Dime Cerezo, ¿qué es lo que harías por mí?
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