Lluvia (+13) (11/11/2014)

La lluvia amenazaba con caer, nublando el cielo y ocultando al sol tras de aquellas oscuras nubes. En el firmamento se comenzaban anotar hilos de luz, que llegaban a soltar con su aparición sonidos ensordecedores o simplemente una estela en el cielo, la cual era claramente notable debido a la oscuridad.

Las personas que se encontraban en la calle comenzaba apresurar el paso, para no terminar en medio de aquella tormenta, los comerciantes cerraban sus negocios, ya que al avecinarse una tormenta como aquella nadie saldría de sus casas.

Los niños eran resguardados desde antes que todo comenzará, para evitar que estos se llegaran a enfermar y claramente los niños se encontraban no muy animados ya que, siempre es más divertido quedarse bajo la lluvia y sentir aquella refrescante agua que les regalaba el cielo.

Pero así como a unos se les podía alegrar con un día así, a otros la melancolía les ganaba y a unos más se les podía entristecer. Había un pequeño grupo al cual la lluvia les traía los tres sentimientos al mismo tiempo, les recordaba a las personas que habían perdido, el dolor y recuerdo aquellos que ya no estaban, pero también sabían que todo había sido por una gran causa y que solo por eso debían alegrarse, debían ser felices por el nuevo día que todos aquellos, con su valentía y coraje, les habían regalado, debían sentirse bien porque al fin podrían vivir en paz, ya que la guerra que los había atormentado por días había terminado ya.

Aquella guerra en la cual se mostró el poderío de las cinco grandes aldeas shinobi y del país del hierro, finalizo con la muerte de Uchiha Madara al ser por fin derrotado por Uzumaki Naruto y Uchiha Sasuke, casi instantáneamente de haber acabado con aquel shinobi tan poderoso, la lluvia azoto el campo de batalla.

Al parecer de muchos, el cielo comenzó a llorar por la muerte de cada uno de aquellos que dieron la vida por proteger esa tierra y la vida en ella, aquella lluvia refrescaba sus cuerpos cansados y a la vez los dejaba descansar, les decía que por fin podían relajarse que ya no habría nadie que amenazará sus vidas.

Un shinobi no debe llorar, era algo que no se permitía, debían mantener la mirada en alto en honor a todas las personas que perecieron ahí, pero que ellos no pudieran llorar no significaba que el cielo, no pudiera hacerlo también, aquellas lágrimas que no fueron derramadas por los hombres y mujeres que se encontraban ahí, fueron exteriorizadas por la lluvia, con ella nadie podría saber realmente que pasaba, todo ese sufrimiento fue desahogado por la lluvia, que no paro hasta tres días después, cuando ya todo había sido limpiado de la tierra.

Cada gota de sangre había sido diluida, fue absorbida por la tierra y desapareciéndola de cada árbol, roca y tierra, quitándola de cada uno de los shinobi.

La guerra había terminado exactamente hace ya unos diez años, todas las aldeas se levantaron de nuevo, la alianza entre las cinco más importantes aldeas no se deshizo, se habían dado cuenta, de que lo más importante era vivir en paz, que lo único que traía el odio era guerra, dolor y desolación.

La lluvia comenzó a caer, mojando cada rincón de tierra que no fuera cubierto, dándole vida a las flores, arboles, praderas y a todo aquello que necesitará de ella para seguir su curso.

Muchos se encontraban ya bajo el resguardo que sus casas podían brindarles, a excepción de un joven que se encontraba vagando por las calles, no parecía importarle que la lluvia mojara su ropa, ni su rubio cabello, lo único que en esos momentos parecía importarle era salir con rumbo al bosque.

En sus manos llevaba consigo varios ramos de flores. La primera parada que hizo fue a un campo en el que se encontraban tres troncos sujetos en la tierra, sin decir nada se acercó y toco el tronco de en medio, una sonrisa surgió y siguió con su camino.

Entro por fin al bosque caminaba tranquilamente, no tenía prisa de nada. En el suelo a los pies de un gran árbol se podía ver claramente tres tumbas, en cada una de ellas dejo un ramo de flores y se sentó enfrente, sin hacer nada más que observar aquellas lápidas, era como si no fuera necesario decir o hacer nada, como si con tan solo verlas una paz entrara a su cuerpo y que él pudiera transmitir todo atreves de aquello.

Tras el paso de unos minutos se levantó e inclino su cabeza en señal de respeto, y se fue de ahí. En aquellas lapidas se podían observar los nombres de Uzumaki Kushina, Namikaze Minato y Jiraiya, las tres juntas.

Aquellas tres personas que habían sido importantes en su vida, aunque el solo haya pasado tiempo con una de las personas, de las que tenía grabadas, a las otras dos las había podido conocer, por alguna u otra razón.

Aquel joven rubio se dio cuenta desde hace mucho tiempo atrás, que aquella guerra le había traído dolor, pero también le había dado la verdad, y en algún momento le dio felicidad.

Pudo haber perdido al hombre que consideraba su abuelo, pero también le dio la fuerza y poder para cumplir no sólo sus más grandes sueños, sino que también cumplir con los que su maestro le heredo, perdió a grandes amigos y maestros que lo habían apoyado desde que se convirtió en un shinobi y que lo ayudaron también a volverse más fuerte y a seguir adelante, por la causa de Madara, él pudo conocer la verdad de su existencia, quienes habían sido sus padres y convivir con ellos, y saber que se sentían orgullosos de la persona en la que se había convertido.

Y también le dio un gran amigo, el cual siempre estaría con él, en las buenas y malas, aquel ser al que alguna vez lo había odiado por ser su carcelero, se convirtió en su gran amigo, aquel zorro por el que lo habían maltratado en su niñez y que al final fue el que lo regreso a la vida.

Regreso sobre sus pasos, pasando de nuevo por aquel campo, dejando el bosque atrás y poniendo en frente a la aldea que tanto ama, a pesar de la lluvia y la oscuridad, se podían notar los rostros tallados en aquella montaña, gracias a luz que producían aquellas estelas.

Siguió su camino hasta llegar a una casa, la cual se encontraba iluminada, tomo la perilla de la puerta y la giro, al entrar pudo sentir una gran calidez en el ambiente, cerró la puerta y sobre un perchero coloco su capa, aquella que lo reconocía y le otorgaba el título de Hokage.

En sus manos traía aun un ramo de flores, el cual había tenido resguardado, para evitar que algo malo les pasará, camino hasta la cocina de la cual salía un aroma esquicito, y abrazo a la persona que se encontraba ahí adentro, para después besar su cabello.

Aquel cabello que lo había cautivado desde que lo vio, de aquel extraño color rosa, pero que le gustaba tanto, pero que por sobre todo, era el cabello de la mujer que él ama y que se había convertido en su esposa.

-Sabes, no me molesta que me abraces, pero sería bueno que lo hagas cuando no estés mojado-volteó a verlo.

-No puedo evitar el no abrazarte y besarte cada que tengo oportunidad-dijo aquel rubio,
tendiéndole el ramo.

-Si me hubieran dicho que cada vez que llueve, me traerías en un ramo de flores, no lo hubiera creído-le sonrió, para tomar el ramo.

-No te los traigo cada vez que llueve, solo cuando la fecha lo amerita-se sonrojo un poco.

-Los traes siempre que llueve y hasta cuando no, pero eso me gusta-lo besó.

-Creo que si a mí me hubieran dicho, que por cada vez que te trajera flores me darías un beso, lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo.

-Entonces creo que te conviene que llueva

-Querrás decir que nos conviene a ambos-la tomo de la cintura y levanto un poco para besarla mejor.