--- SUMMER NIGHTS --- (3/3) 24/07/14

I.
Ya  era muy tarde cuando Sakura salió del hospital. Su turno en la sección de geriatría había sido desesperante y sentía la cabeza repleta de ruido. Su mente aún retumbaba con montones de voces: pacientes quejándose por el dolor, familiares de enfermos protestando en la sala de espera y compañeros de trabajo demandando su atención para mil y una tareas.  No era de extrañar que estuviera de bastante mal humor cuando salió disparada por la puerta.

Pero  se le pasó pronto.  Hacía una noche de verano preciosa, que invitaba a pasear y disfrutar de la brisa en lugar de encerrarse en casa. Así que decidió hacer eso mismo.  Comenzó a caminar despacio, sin rumbo fijo, por las calles menos concurridas de Konoha.  No le apetecía encontrarse con nadie: necesitaba silencio. Solo silencio durante un buen rato, porque sabía que de lo contrario, cuando se metiera en la cama continuaría escuchando todas aquellas malditas voces.  Respiró hondo  y levantó la vista al cielo. No había ni una nube, y las estrellas estaban preciosas.   Le gustaba mirarlas, así que decidió subir a lo alto de la roca de los Hokages para verlas mejor.  Seguro que sentada allí arriba en la oscuridad obtenía unas vistas espectaculares del cielo nocturno.  

Diez minutos después ya estaba tumbada sobre la hierba que crecía en lo alto de aquella montaña tallada de rostros serios. Miraba el cielo, disfrutando del mudo tililar de las constelaciones. Le gustaba pensar que las estrellas eran como chicas tímidas, que se escondían tras las nubes y que temblaban de vergüenza si se las miraba durante mucho rato.  Cerró los ojos y escuchó a su alrededor. Nada. Nadie. Tan solo el siseo de las hojas bailando al son del viento, con ese sonido de aleteo suave, como miles de plumas.
Sí.  Aquello la hacía sentirse mucho mejor.  Se quedó tumbada, escuchando sin abrir los ojos durante un buen rato, mientras se llenaba poco a poco con la calma de aquella dulce noche.
Cuando se sintió lo bastante relajada miró al cielo de nuevo y se incorporó lentamente.  Entonces descubrió con sorpresa  que mientras escuchaba  los sonidos nocturnos, una enorme luna llena había aparecido en el horizonte, iluminando todo el valle con su aire plateado y protector, como una silenciosa canción de cuna que arropaba los sueños de toda la aldea.  A Sakura le pareció tan bella que en ese mismo instante decidió que la noche siguiente volvería al mismo lugar para verla salir otra vez.  

Sonrió. No era ni mucho menos la primera vez que sonreía aquél día, pero sí era la primera que lo hacía para sí misma.  El resto de sus sonrisas habían sido para calmar a pacientes asustados, enfadados o tristes. Era agotador ser médico.  Sakura no solo andaba continuamente solucionando problemas físicos de todo tipo, sino que además, se preocupaba genuinamente por ayudar a los demás de la forma más cálida posible.  Sin duda se había convertido en una buena doctora que se preocupaba por el bienestar de todos, y se sentía satisfecha por ello, pero…
¿qué había de su propio bienestar?

A decir verdad, últimamente se sentía aburrida. Su vida actual era muy monótona. Aunque eso era algo que ella misma había elegido.  Durante la guerra había sido ninja médico, y en mitad de la batalla había atendido a compañeros en situaciones terribles.  Había presenciado amputaciones, desgarros, putrefacción, miedo, dolor y agonía en todas sus formas existentes, y se había enfrentado a ello haciendo todo lo humanamente posible por salvar a cada uno de sus pacientes.  Pero lamentablemente no es posible salvar a todo el mundo.  Sakura sufría intensamente cada vez que no era capaz de detener una hemorragia masiva, o cuando veía en los ojos de los moribundos el pánico ante lo inevitable.  Para ella también había sido una lucha muy dura.   Cientos de amigos habían muerto en sus brazos, uno tras otro, entre estertores y convulsiones, a pesar de sus esfuerzos desesperados para mantenerlos vivos.  Era algo terriblemente normal durante aquellos largos días de la cuarta guerra ninja. Y le acabó pasando factura. Estrés post-traumático, era el término médico.  Traducido a su vida, eran pesadillas, insomnio, ansiedad, impotencia, malos recuerdos.  Así que cuando la guerra por fin terminó, Sakura decidió dejar de ser ninja médico por una temporada, y pasó a ser solamente médico.  Necesitaba dedicarse a algo menos cruel. Tratar dolores de tripa, bebés con mocos, mujeres embarazadas y cosas así.  Se merecía un descanso después de tanta sangre y tanta muerte.  

Así que ahí estaba, tratando de disfrutar un poco de su vida de civil.  Desde luego, vivía más tranquila, pero últimamente le faltaba algo. Ya no había emoción en sus quehaceres cotidianos. También echaba de menos a sus amigos, que seguían siendo ninjas y siempre andaban fuera con sus equipos, cumpliendo misiones.  Sobre todo extrañaba a Naruto, al que no veía desde hacía meses.  No frecuentaban los mismos sitios, ni tenían los mismos horarios, así que nunca coincidían.  Ahora él era el héroe a quien todos admiraban. Los aldeanos veían su fuerza, pero sus amigos veían además su enorme corazón.  Sakura lo veía con más claridad que nadie, porque el muy tonto se lo había ofrecido en bandeja mil y una veces, a pesar de sus mil y un rechazos.  A la larga, se había acostumbrado a que el rubio siempre estuviera ahí, queriéndola, cuidando de ella, protegiéndola siempre, siendo ese guardaespaldas ruidoso que jamás se desanimaba ni perdía la fe en sí mismo aunque tuviera en contra al mundo entero.
 
Pero poco a poco, calladamente, Naruto había dejado de estar ahí para ella. No por voluntad propia, sino que simplemente sus caminos se habían ido separando. Las misiones, los entrenamientos, la alta política…ahora todo el mundo quería algo del héroe. El pobre rubio no tenía ni un minuto de descanso desde que liberó al mundo ninja de su última amenaza.

De repente Sakura deseó que él estuviera allí, sentado a su lado, y que soltara alguna tontería para poder darle un buen golpe como siempre.

Como siempre.

¿Cuándo fue la última vez que había sido como siempre?
¿Antes de la guerra?
Este pensamiento la  entristeció mucho. ¿Tanto se habían distanciado?
Suspiró y elevó la vista al cielo.

- Le echo de menos, ¿sabeis?  - susurró a la luna y a las estrellas.  

Ellas sólo siguieron brillando, indiferentes a su pena.
Sakura agarró una ramita seca y escribió un nombre en la tierra:

NA-RU-TO

Y tras mirarlo un rato, debajo, añadió:

BA-KA

Se rió de su propia idiotez y decidió que era hora de marcharse ya.




II.


Al día siguiente terminó su turno más temprano.  Atardecía cuando escapó del hospital, con la cabeza otra vez zumbándole repleta del ruido de los demás.  Elevó la vista hacia la roca de los Hokages y decidió volver. Seguro que el ocaso también era digno de contemplar desde allí.  

No mucho rato después, Sakura observaba ponerse el sol recostada sobre la hierba.  Luego se tumbó boca arriba esperando a que apareciesen las primeras estrellas.  Estaba subida en la cabeza de Minato,  tan solo a unos metros de donde se había sentado la noche anterior.  Entonces se le ocurrió que ya no tardarían mucho en ver la cara de Naruto tallada en la roca, al lado de la de Tsunade.

“Sin duda pronto lo conseguirá”  pensó sonriendo. “Y mira que nadie apostó nunca por él… pero es tan cabezota ese baka…”

Recordó en ese momento las palabras que había escrito la noche anterior y se puso a buscarlas. Las encontró unos veinte metros a su derecha, pero al leerlas de nuevo se llevó una sorpresa. No pudo evitar que el corazón le diera un pequeño vuelco cuando descubrió que alguien más había escrito algo allí.  Debajo de su:

“NARUTO  
BAKA”,

ahora también podía leerse:

“SAKURA
CHAN?”

III.

Miró perpleja los trazos en la arena una vez más.

“¿Naruto?” pensó sin dar crédito a las palabras que había escritas entre la hierba.  “¿Naruto ha estado hoy aquí?”  

Sonrió  incrédula.  ¡Era tan irónico! Llevaban meses sin verse siquiera y de repente la casualidad decidía situarlos en el mismo lugar exacto. El corazón de pronto le latía intensamente. Encontrarse con un mensaje  de quien tanto extrañaba era una linda sorpresa. Al parecer Konoha no era tan grande después de todo.

El sobresalto inicial dio paso a una alegre excitación.  Sakura se sintió feliz al sentirle cerca otra vez, al sentir nuevamente el calor de ese “chan”.  Ambos podrían tener ochenta años y aquél baka continuaría llamándola Sakura-chan. Poco le importaría al rubio que ella se hubiese convertido en  una viejecita arrugada y decrépita.  Era su Sakura-chan y lo sería siempre.  No pudo reprimir una enorme sonrisa ante esa certeza.

Inmediatamente agarró una ramita para escribir su respuesta.  Sin embargo, la sostuvo largamente en el aire y no escribió nada. La sonrisa poco a poco fue desvaneciéndose de sus labios,  pasando a una expresión de intensa concentración. Acabó mordiéndose el labio inferior mientras daba vueltas a la rama entre los dedos.

¿Qué quería decirle?

Muchas, muchísimas ideas pasaron por su cabeza. Había tanto que quería contarle, y tanto que preguntarle… ¿Qué tal le iba? ¿Estaba bien? ¿Sería Hokage pronto? ¿Era feliz…?  Sacudió la cabeza aturdida. ¿Cómo resumir todo en apenas una frase?  

Estuvo pensando durante mucho rato, hasta que finalmente encontró las palabras que sintió más sinceras en su corazón.  Las trazó despacio, con el rostro serio.  Al terminar de escribir notó que le temblaban las manos.  Dejó la ramita en el suelo y las leyó.

TE EXTRAÑO.  

Solo dos palabras. Pero tan ciertas que casi le dolían.

Se tumbó boca arriba. Miró las estrellas. Escuchó cantar a los grillos. Respiró hondo.
De repente sentía que se había quitado un peso de encima. Necesitaba decirle aquellas palabras a Naruto.  Eso era  todo lo que deseaba que supiera. Que aún le importaba. Que le recordaba. Que era su mejor amigo.  Que a pesar del tiempo que habían dejado pasar sin darse cuenta, a pesar del distanciamiento que todo lo enfría, seguía siendo Sakura-chan.

Allí arriba, tumbada mirando el cielo, se sintió bien. Pero algunas horas más tarde, mientras daba vueltas en su cama sin poder conciliar el sueño, comenzaron a crecer sus dudas sobre si esas palabras habían sido una buena idea. Estaba tranquila cuando se había acostado. Había cerrado los ojos y recordado muchos buenos momentos vividos junto al rubio: anecdotas de entrenamientos, misiones emocionantes, cosas divertidas. Todo lo que echaba de menos actualmente. Se dejó mecer por aquellos recuerdos hasta que recordó un detalle crucial, obvio, que no había tenido en cuenta hasta ahora:

Él la amaba.

La amaba hasta el absurdo.  Si no lo había demostrado mil veces no lo había demostrado ninguna. Y  Sakura le echaba de menos. Mucho, sí, pero no en ese sentido. Era su mejor amigo, y le apreciaba con un cariño inmenso y sincero. No había sentido nada malo en expresarlo hasta que cayó en la cuenta de que Naruto podía malinterpretar aquellas dos palabras. Y ahí fue cuando ya no pudo dormir.  No quería hacerle daño. Eso nunca.  Imaginar que el rubio se ilusionaba y se creaba falsas esperanzas con aquella frase suya le causaba una angustia horrible. Se arrepintió de lo escrito. “TE EXTRAÑO”  ¿Cómo había sido tan idiota? Era un error tremendo demostrarle afecto ambiguamente. Se sintió torpe, egoísta y estúpida. ¿Es que no había aprendido nada en todos estos años? ¿Acaso seguía siendo una colegiala ignorante o qué?

Pasó la noche en blanco, dando vueltas sin parar sobre el colchón. Se castigaba mentalmente una y otra vez por haber cometido un error que podía herir profundamente a su mejor amigo.  A las cinco de la madrugada llegó a un punto de culpabilidad tal, que creyó que se iba a volver loca con sus propios pensamientos.  Pero al rayar el alba algo cambió.  La luz pálida y refrescante del amanecer le resultó calmante, y el miedo que tenía a estropear la relación con Naruto se disipó lentamente, dejando paso a un sentimiento nuevo e incierto que no podía identificar con claridad.  

Imaginó que el rubio se ilusionaba al leer aquello. Lo imaginó feliz, con una sonrisa tan amplia que contagiaba su alegría a todo el mundo.  Y sin darse cuenta ella también sonrió.  Siempre le había gustado verle así, contento.  Lo recordó como era hace tiempo, cuando eran unos críos recién salidos de la academia.  Y pensó en cuánto habían cambiado ambos desde entonces.  Se apenó por todas las veces que le había despreciado y herido abiertamente, mientras idolatraba a Sasuke como una fan. Pensó en cuantas veces aquél pobre chiquillo se habría sentido dolido, triste o enfadado por su culpa; y en cómo la seguía queriendo y protegiendo sin haberle hecho jamás reproche alguno.   Ahora en cambio, se había convertido en el ninja fuerte y respetado que siempre quiso ser, y se lo había ganado a pulso.  Siempre creyó en sí mismo, aún cuando nadie apostaba por él, y luchó incansablemente hasta conseguir lo que todos creían imposible.  Sakura  le admiraba muchísimo ya  que había sido testigo directo de su duro camino. Se sentía orgullosa de su compañero y de todo lo que había logrado.  Le imaginó de pie frente a ella, sonriéndole confiado y mirándola fijamente, y para su sorpresa, esta imagen le hizo cosquillas en el corazón.   Luego imaginó que él intentaba besarla, y sacudió la cabeza como para evitarlo. Se sonrojó, se tapó la cara con ambas manos y se sintió idiota. Pero le gustó esa nueva sensación.

Aquél día en el trabajo fue muy raro. Andaba despistada, en parte porque apenas había conseguido dormir, y para colmo se sobresaltaba con cualquier pequeño ruido. Tenia los nervios de punta. Estaba deseando salir corriendo de allí para ver si Naruto había respondido algo, cualquier cosa, lo que fuera.  Horas más tarde, cuando llegó a la cima jadeando, impaciente y nerviosa, ya no sentía ningún remordimiento por lo que había escrito la noche anterior. Nada más lejos.  Sin darse cuenta, había dado un paso en la dirección correcta hacia sus verdaderos sentimientos.  Comenzaba a tenerlo claro, a comprender muchas sensaciones reprimidas e ignoradas durante aquél último tiempo.  

Buscó ansiosa la respuesta de él. ¿Y si no había nada escrito? ¿Y si Naruto aún no lo había visto?  No pudo evitar torturarse hasta que lo encontró.  Su mensaje también era corto, pero era todo lo que necesitaba  saber.

YO TAMBIÉN.
MUCHO…

A Sakura se le iluminó la cara de repente.  “Mucho…” sonaba como un suspiro. Sonaba a que él también quería decir demasiadas cosas con sólo unas pocas letras.  Se sintió tan excitada que el corazón comenzó a revolotearle en el pecho como un pajarillo que quisiera escapar de allí.   Agarró nuevamente una ramita y respiró hondo varias veces. Le daba casi vértigo escribir las palabras que tenía pensadas.  Presionó el extremo de la pequeña vara seca contra la arena y la deslizó lentamente, con el pulso tembloroso.

VEN MAÑANA
AL ATARDECER

Miró y remiró la frase cien veces.  Estuvo a punto de borrarla incluso. Hacía años que no se ponía tan nerviosa por nada.  ¡Le estaba pidiendo una cita a Naruto!  ¡¡Ella!! Dos días atrás no hubiera creído posible una situación así, pero contra toda lógica allí estaba: parada  mirando el suelo como si la hubieran clavado con una estaca, dejándole una proposición a la persona que ocupaba de pronto todo su corazón.  

Finalmente lanzó la rama a un lado y salió corriendo hacia su casa a toda velocidad, sin prestar ni un segundo de atención a las estrellas que poco a poco comenzaban a iluminar el cielo nocturno.

IV.

Evidentemente,  después de escribir aquello Sakura sufrió otra noche de insomnio.  Pero a diferencia de la anterior, esta vez el motivo era alegre. Al menos  al principio.

Estaba deseando verle. Quería que el tiempo pasara lo más rápido posible, que amaneciera y él pudiese leer su mensaje, que llegara la tarde para tenerle frente a ella y confirmar si las mariposas de su estómago reaccionaban tal y como sospechaba. Suspiraba al pensar en sus ojos y su sonrisa. Le temblaban las rodillas si llegaba a imaginar que él le abrazaba con fuerza.  Era una tortura deliciosa.

Pero tras algunas horas de prometérselas tan felices, llegaron las dudas nuevamente.  Estaba dando por supuesto que Naruto la quería. Era lo más normal. Lo más lógico. Pero llevaban tanto tiempo separados, sin saber nada del otro… ¿Y si cuando se vieran algo había cambiado para él? ¿Y si ya no sentía lo mismo de siempre?  O peor… ¿y si se había fijado en alguna otra?  Se tapó de repente la cabeza con la almohada, como queriendo esconderse de sus propios miedos. No. No,no,no. Él mismo había escrito que la extrañaba mucho también. Era evidente. Pero también era ambiguo. ¿O no?  
Aaaaahhhgg... Se estaba volviendo loca otra vez de tanto darle vueltas. Pero no podía parar… Sobre las  cuatro de la mañana se desveló completamente.  Había cruzado por su cabecita obsesionada un  pensamiento mucho más terrible que todos los anteriores.

¿¿Y si Naruto no acudía a la cita??

Cuando se marchó a trabajar estaba cansada, nerviosa y preocupada.  En el hospital estuvo mirando a cada rato la hora, sintiendo que cada lento tic-tac del reloj le taladraba el alma y le pesaba como una losa de cemento. Estaba enfadada. Histérica.  Se escondió en el baño para descansar a solas un rato, y frente al espejo aún se sintió peor.

- ¡Estoy horrible! – lloriqueó llevándose ambas manos a la cara.

Tenía muchas ojeras y estaba pálida.  Normal, teniendo en cuenta que hacía cuarenta y ocho horas que no pegaba ojo.  Pero igualmente sintió ganas de llorar.  ¿Cómo iba a gustarle a Naruto con ese aspecto de zombie?

Cargando con todos esos miedos  llegó aterrorizada  a la roca de los Hokages.  Todavía faltaba un poco para el atardecer, pero se había escabullido del trabajo porque no podía soportarlo más. Prefería esperar allí. Aquél sitio bajo el cielo abierto le tranquilizaba.

Bueno, le tranquilizaba, en condiciones normales.  Aquella tarde en concreto ni una sobredosis de morfina le hubiera calmado lo más mínimo. Y menos, cuando al leer en la arena descubrió que Naruto no había escrito nada nuevo.  Tembló sin poder remediarlo. ¿Y si él no había visto su proposición? ¿¿Y  si no aparecía??  Comenzó a dar vueltas en círculos. Trató de respirar profundamente y relajarse un poco. Aún era temprano.  No tenía por qué preocuparse tanto.

Pero el tiempo fue pasando y se hizo de noche sin que el rubio diera señales de vida.   Los nervios de Sakura se fueron transformando en tristeza conforme avanzaba la oscuridad.  Trató de pensar que quizás no había podido venir por algún motivo importante, pero no consiguió consolarse con eso.  Se sintió sola.  Mucho más sola que antes de todo esto. Miró las estrellas y se culpó por seguir comportándose como una chiquilla idiota. Pronto se le hubieran llenado los ojos de lágrimas si no fuera porque un sonido de pasos acelerados la hizo girarse de golpe.

Naruto, que llegaba corriendo con expresión preocupada, frenó en seco al verla, jadeante por la carrera. Se quedó como congelado en el sitio, y lo mismo le pasó a Sakura.  Se observaron con ojos asustados durante un buen rato, sin mover ni un músculo. La pelirrosa sentía que le costaba hasta respirar.  Solo por el hecho de tenerle a unos metros de distancia parecía que se le iba a salir el corazón por la boca. ¿Cómo podía ocurrirle eso? Era el mismo de siempre, con su chándal naranja, su protector en la frente, su pelo revuelto… ¿Qué había cambiado para que se pusiera tan nerviosa?  Quizás fue por su mirada. Nunca antes la había mirado así, como si le doliera. Como si sintiera una punzada de dolor al contemplarla.  La pobre ni siquiera se dio cuenta de que ella le miraba exactamente igual a él.

- Ho…hola… - tartamudeó Naruto finalmente después de tragar saliva con dificultad.
- Hola… - respondió ella sin que casi le saliera la voz del cuerpo.

El rubio dio un tímido paso hacia ella.
- Yo… lamento el retraso… tuve una reunión que se alargó y….
- ¡No hay problema!  - gritó Sakura sin querer, al tiempo que trataba de sonreír. ¿¿Por qué demonios gritaba??  

A cada metro que avanzaba Naruto, la pelirrosa podía sentir como si un campo magnético a su alrededor le arrastrara hacia él. Sakura temblaba como una hoja solo por el esfuerzo de mantenerse quieta en su sitio.  Pero él temblaba igual. Lo hubiera visto si no hubiese estado tan preocupada.  Lo que no pudo dejar de ver fue que al llegar a su altura, su amigo se había puesto tan rojo como un clavel reventón.  Sintió que a ella también se le encendían las mejillas, le faltaba el aire y no pudo continuar mirándole. Bajó la vista de golpe y se sentó en el suelo bruscamente, tratando de fingir que observaba el paisaje.  

El rubio se sentó a su lado con movimientos torpes y rígidos, y después suspiró profundamente mientras observaba el cielo.

- Así que…. –comenzó a decir rascándose la cabeza, tratando de conversar sobre algo – ¿tú vienes aquí por las noches?
Hubo un instante silencio.
- Sí… - se escuchó por fin - Vengo a mirar la luna y las estrellas. Es algo que…me relaja – respondió Sakura sinceramente, aunque sin mirarle aún.  – Y tú… ¿por qué vienes aquí?

Naruto sonrió por primera vez, aunque seguía tenso.

- Yo vengo a ver el amanecer. Me da energías, ¿sabes? para  poder enfrentar el día y no desesperarme con todas las reuniones y esas idioteces que me obligan a hacer.

Sakura también sonrió. Era una respuesta típica de él. Le miró fugazmente, sin que él lo notara. Sentado junto a ella, podía sentirle tan intenso como siempre. La misma fuerza, la misma alegría y generosidad, pero no exactamente como recordaba, si no con un aire bastante más maduro. Más adulto. Más hombre. Un pequeño escalofrío recorrió la columna de la chica cuando volvió a observar su rostro mientras él hablaba.

- Estás… diferente… – murmuró Sakura mirando al suelo para ocultar una pequeña sonrisa soñadora.
- ¿Eh? ¿Qué has dicho? No te he escuchado bien.
- Preguntaba que … si andas metido en política –  cambió de tema enseguida. Parecía que hubiese una barrera de hormigón entre lo que sentía y lo que era capaz de expresar con palabras, así que mejor hablar de otra cosa…
- Desgraciadamente, sí…  - suspiró el rubio cabizbajo.  -  Kakashi está empeñado en promocionarme como Hokage y me obliga a relacionarme con todos los ancianos “venerables” de la aldea. Es un aburrimiento mortal.
- El que algo quiere, algo le cuesta…. – comentó Sakura pensativa.
- Sí, claro… aunque con tanto viejo se me quitan las ganas de ser Hokage – hizo una mueca y ella rió suavemente. El sonrió también.  Cruzaron sus miradas por un instante y volvieron a sonrojarse, aunque ya estaban más tranquilos.  
- ¿Y qué hay de ti?  - inquirió Naruto. - ¿Todavía estás trabajando en el hospital?

Sakura asintió un par de veces.

- Aunque también es aburrido, la verdad…

Durante la siguiente hora y media estuvieron hablando de sus rutinas, de su día a día, y de anécdotas que les habían ocurrido a ellos o a amigos suyos. Dejaron de estar incómodos, y consiguieron charlar como solían hacerlo siempre.  Dijeron muchas cosas, pero en todo ese tiempo, no pronunciaron ni una sola frase que significara algo ni la mitad de importante para sus corazones que lo que habían escrito en la arena.  Se enredaron en detalles y el tiempo se les fue sin que se hubieran dicho realmente nada.   No sabían cómo hacerlo. Y aunque hubieran sabido, no se atrevían.  Ambos forzaban la sonrisa, intentando fingir naturalidad para no preocupar al otro, pero conseguían justo el efecto contrario.   Al cabo de dos horas, Sakura decidió que era mejor dejarlo estar.  Los asuntos del corazón no pueden forzarse.   Al menos se habían visto, habían hablado, y todo estaba bien. Todo seguía igual que siempre, y con eso disipaba sus miedos. Así era suficiente por esta vez.

- Tengo … que marcharme ya – titubeó la pelirrosa – Mañana trabajo temprano.

Se incorporó hasta ponerse en pie, e inmediatamente Naruto hizo lo mismo.

- ¿Puedo acompañarte a casa?  - le preguntó de sopetón. Se le veía nervioso otra vez.
- Sí… claro… - aceptó ella, tensa también.

Caminaron lentamente hasta llegar al lugar, disfrutando de la tranquilidad de las calles desiertas y la brisa nocturna.  Apenas hablaron en todo el camino, pero cuando estuvieron frente a la puerta del apartamento de Sakura, pareció que Naruto quería decir algo. Apretó el puño, tragó saliva, y volvió a mirarla con esa expresión que había puesto al principio, como si sufriera al contemplarla.  

- Sakura-chan… yo…yo…  - tartamudeó.

Ella contuvo el aliento, pero el rubio, tras un rato de indecisión, finalmente no fue capaz de encontrar las palabras precisas y bajó la vista con aspecto frustrado.

- Me ha alegrado mucho verte – dijo ella con suavidad, suponiendo que Naruto quizás intentaba decir algo así.

El asintió lentamente con la vista fija en el suelo.

- Y a mi… - suspiró, con aspecto cansado. Luego sonrió un poco y la miró tímidamente – Bueno… pues… ya nos veremos…¿no?  

Ella le devolvió la sonrisa.

- Ya sabes dónde encontrarme al atardecer...






V.

Al cerrar la puerta de casa Sakura suspiró profundamente. Se dejó caer en la cama boca abajo con los brazos en cruz y luego abrazó la almohada, lamentándose de que su cita no hubiera ido tan bien como ella había deseado. Pero ¿qué esperaba, después de tanto tiempo sin verse? Los nervios les habían jugado una mala pasada a los dos, qué se le iba a hacer.  Las cosas no podían volver a ser de repente igual que antes.  Recuperar la confianza  y avanzar desde ahí llevaba su tiempo. Quizás si seguían viéndose, poco a poco pudieran dar el siguiente paso.  Ahora que ella estaba segura de sus sentimientos, sabía lo que quería, y antes o después se presentaría el momento propicio para demostrarle a Naruto que podía corresponderle como él siempre había querido.  Después de verle esta noche sabía que el amor del rubio por ella seguía intacto, aunque a él le hubiera parecido demasiado pronto para decírselo.  Era sólo cuestión de tener paciencia, y por eso estaba feliz y tranquila.   Lo único que le entristecía un poco era que en el fondo, sentía un punto de decepción. Sabía que era culpa suya por haberse creado demasiadas expectativas, pero es que había sido tan especial, eso de dejarse mensajes… se había convertido en un juego secreto al que no quería dejar de jugar.

Finalmente durmió, tras dos días con los nervios de punta. En la mañana volvió a ser ella misma, a trabajar centrándose en sus pacientes y a sentir que su vida se había vuelto monótona.  Cuando aquella tarde salió del hospital, otra vez con la cabeza repleta de voces y de ruido, sintió ganas de volver al sitio de siempre.  Otra vez tenía ganas de  hablar con Naruto a través de palabras en la arena.   Tumbada sobre la hierba decidió que no quería dejar de comunicarse con él.  No volvería a dejar que la rutina y el trabajo le alejaran de quien realmente le importaba. Cada noche le diría algo para que supiera que ella también estaba ahí si él la necesitaba.

Se acercó a la zona arenosa donde hasta ahora se habían dejado todos los mensajes y buscó una ramita.  Estaba más oscuro que de costumbre porque unas nubes tapaban la luna, y le costó bastante encontrar una.  Mientras la tomaba pensó que escribiría algo así como “Gracias por venir anoche”, para que a Naruto le quedara claro que podían repetir cuando él quisiera.

Fijó la vista en la arena justo cuando la luna comenzaba a brillar de nuevo, liberándose de las sombras que la envolvían y  proyectando su calmada luz sobre Sakura y el mensaje que la esperaba silenciosamente.  Naruto, después de su cita, había vuelto al mismo lugar y había escrito algo. Algo importante.  Al verlo, ella dejó caer la ramita y se llevó ambas manos al pecho. La sorpresa hizo que entreabriera la boca sin darse cuenta, y la emoción llenó de lágrimas de felicidad sus ojos verdes.

Ni siquiera era una palabra, porque ninguna palabra podía hacer justicia a la inmensidad de lo que el rubio sentía cuando, minutos después de dejarla en casa, borró con la mano todo lo que habían escrito hasta entonces y lentamente dibujó un enorme corazón sobre la arena.  Eso era lo que no había sido capaz de decirle en persona.  Por miedo, por vergüenza, o porque ni  un “te amo”  parecía suficiente.  

Sakura se arrodilló frente al corazón de Naruto y lo acarició con la punta de los dedos.  Las lágrimas recorrían libres su rostro en silencio. No intentó frenarlas porque apenas se dio cuenta de que estaban ahí.  Solo era capaz de pensar en  que una vez más, Naruto le ofrecía todo lo que había en su alma. Otra vez le ponía su corazón en bandeja.  Qué loco, declararse así.  Sólo a él podía ocurrírsele hacerle llegar sus sentimientos de una forma tan directa, tan sencilla y tan clara. Sólo él podía hacerla tan feliz.





VI.

Era la tercera noche que Naruto no pegaba ojo. Tres noches llevaba dando vueltas en la cama sintiéndose idiota. Así que volvió a levantarse antes del alba. Hacía varios meses que subía a ver el amanecer sobre la roca de los Hokages, pero desde que intercambiaba mensajes con Sakura, en lugar de dormir, todo lo que hacía era volverse loco de desesperación. La paciencia no era su fuerte. Se pasaba el día nervioso, pero hoy con más motivo.  Necesitaba saber con urgencia si Sakura habría dibujado otro corazón junto al suyo. No podía esperar a que se hiciera de día, así que se dirigió a la montaña mucho antes de que saliera el sol. Corrió tratando de no hacer ruido. Era consciente de que todo el mundo aún estaba acostado a esas horas.  Todavía ululaban los búhos en la quietud del silencio nocturno y se veían perfectamente las estrellas. Intentó ser sigiloso mientras se desplazaba a toda velocidad, sintiendo que la sangre le latía en las sienes.

Cuando llegó a la cima lo que vio le hizo frenar de golpe.  Allí no había ninguna respuesta escrita de Sakura.  Allí, tumbada de lado, dormida junto al corazón de arena, estaba Sakura.  Se despertó al escuchar sus pasos, y parpadeó un par de veces, lentamente, como recordando qué hacía allí. Luego se incorporó con aspecto somnoliento, y por fin levantó la mirada hacia él. No parecía sorprendida ni sobresaltada por verle. De hecho, le estaba esperando.   Ella tampoco había querido esperar otra noche: quiso estar allí cuando él llegara. Esa era su respuesta.

Le sonrió con el semblante tranquilo, y Naruto sintió que la noche se iluminaba para él.  Avanzó despacio, sin hacer ruido, y se arrodilló a su lado, con esa expresión adolorida en los ojos que le contaba a Sakura todo cuanto necesitaba saber. Se miraron en silencio. No hacía falta decir nada.  Se conocían tanto, que eso les bastaba para comprender lo que sentía el otro.  El lazo que les unía era más fuerte que todas las palabras.

Ella se acurrucó en su pecho y él la abrazó con un cuidado extremo, como si fuera de porcelana.  Naruto suspiró larga y lentamente, liberando por fin todo el miedo y las dudas que habían atenazado su alma hasta ese momento.  El corazón le latía despacio, pero con mucha fuerza.  Sakura podía sentirlo palpitar junto a su mejilla. Le acarició. Acarició el pecho del rubio por encima de la chaqueta y él respondió estrechando su abrazo y sujetándola con más firmeza.  La pelirrosa jamás se había sentido más protegida, y él nunca había conocido mayor paz que cuando se fundieron en aquél primer abrazo bajo las estrellas. Habían crecido juntos,  habían sufrido juntos y habían peleado codo con codo.  Sus almas se conocían al milímetro, y encajaban la una en la otra suave y perfectamente.  Quizás ambos hubieran cambiado un poco, pero sus esencias continuaban comunicándose con la nitidez de una onda en el agua tranquila de un estanque.   El amor del otro les llegaba puro, sin filtros, a través de su abrazo y de los latidos de su corazón.

- Sakura-chan… - susurró Naruto – Yo…te…

Ella colocó dos dedos sobre sus labios y no le dejó terminar.

- Shhh…   - sonrió.

Se miraron un instante, y en aquél silencio del alba, cuando aún no se ve el sol pero ya clarea el horizonte, en esa quietud en que la noche muere pero aún no nace el día, Sakura cerró los ojos y Naruto la besó.   Conversaron con dulzura y calma durante mucho tiempo en aquél nuevo lenguaje mudo.  Había tanto por decir…llevaban años de retraso.