Verano [Drabble | TP]

Su amiga le da el aviso y ella se gira sigilosamente, solo un poco. Se ríe, juega con su pelo, y se vuelve a girar. No quiere parecer descarada, pero tampoco perder la mirada del chico.
Justo cuando ya creía que no lo iba a volver a ver y allí está, apenas a unos metros de ella y sus amigas.
Siempre había tolerado mejor el frío, pero en ocasiones como ésta agradecía la excusa que el incipiente verano le brinda para lucir su agraciada figura. Nunca ha creído que fuera verdaderamente importante, pero al menos, le da algo más de confianza.

Sin perder más tiempo, él termina por acercarse. Antes de que se pueda agachar sobre la toalla, ella se levanta, sacudiendo la arena de sus muslos e invitándolo a dar un paseo por la orilla.
Tratando de ignorar las risas y cuchicheos de sus amigas, se alejan y con las agonizantes olas acariciando el empeine de sus pies, al fin comienzan a hablar: Ambos se alegran, ninguno de los dos esperaba conocer a alguien como el otro, él es increíble, ella más, para los dos la noche anterior realmente fue muy especial, ella se marcha ese mismo día, él no quiere perder el contacto, ambos saben que esas cosas nunca funcionan, es mejor así. Una de esas conversaciones que se tarda más tiempo en contarla que en tenerla en primer lugar.

Con el corazón encogido por lo que pudo haber sido y no podrá ser, cada uno emprende su camino. Él, allí mismo, de vuelta a sus estudios y ella, a más de mil kilómetros, donde ni siquiera huele a mar, debe regresar a su trabajo.

Semanas después, ella descubre que dejar atrás lo que consideraba una aventura no está resultando tan fácil como se suponía que debía ser. Ni con su rutina ni con su visión lógica de la vida está consiguiendo deshacerse de él, que se ha agarrado con fuerza a todos sus pensamientos.
A veces, cuando después del trabajo solo está cansada a medias y el sofocante calor del punto álgido del verano confunde sus sentidos, le parece verlo a lo lejos, acercándose a ella para decirle que él puede estudiar en cualquier parte y que puede soportar cometer un error, pero que no podría vivir sabiendo que no lo ha intentado.
Y un día, uno de esos días en los que en su regreso a casa sueña con encontrar un oasis en medio de la ciudad, se deja caer pesadamente sobre la cama y rompe a llorar vituperándose a si misma por su estupidez: al fin y al cabo fue ella quien se negó a mantener el contacto. No existe el amor de verano, se dice, siempre que de verdad se le pueda llamar amor. Y cuando una tras otra las lágrimas derramadas se han llevado todas sus fuerzas, logra al fin quedarse dormida.

Mientras tanto, a más de mil kilómetros de allí, donde el mar inunda los sentidos de miles de veraneantes, él prepara la maleta porque hay algo que siente que necesita hacer. Después de todo, él puede estudiar en cualquier parte.